Capitán e ingeniero militar español del siglo XVI. Representa al ingeniero militar de la primera mitad del siglo XVI, con su actividad continua en campaña. Tras caer prisionero de los franceses en la batalla de Rávena en 1512 y pasarse a su servicio, se le considera además el iniciador de la escuela francesa de fortificación.

Pedro Navarro nació de padres humildes en la villa de Garde (valle del Roncal) en 1460 y murió en el castillo de Castelnovo (Nápoles) en 1528, siendo su padre un tal Pedro del Roncal. En sus primeros años se dedicó al pastoreo y al cultivo de la tierra, pero siendo aún niño y llevado por su deseo de viajar, se embarcó con unos mercaderes genoveses y pasó a Italia, donde entró al servicio del marqués de Cotrón, caballero del reino de Nápoles.


Don Pedro Navarro (Cuadro del Museo de la Academia de Ingenieros, Hoyo de Manzanares).


En 1487 tomó parte, con 27 años, en la guerra que sostuvieron las repúblicas de Florencia y Génova, militando como un simple soldado a las órdenes de los florentinos. En esta guerra el talento de Pedro Navarro comenzó a manifestarse, pues construyó sus primeras minas de pólvora para derribar fortalezas, hecho por el cual los florentinos le doblaron la paga. Sin embargo, su invento no funcionó todo lo bien que esperaba Navarro, por lo que se dedicó a estudiar el modo de perfeccionarlo y de lograr el mayor efecto de las minas.

El marqués de Cotrón, que fue apresado en una nave por los turcos y conducido a Turquía, le recompensó sus servicios dándole una nave, con la que Pedro Navarro se dedicó al corso por el Mediterráneo, causando grandes daños a los piratas, principalmente a los que operaban en el norte de África. Esto le valió el sobrenombre de Roncal el Salteador que le atribuyen sus biógrafos navarros. En 1499 fue herido por un disparo de arcabuz al tratar de asaltar una nave tripulada por piratas portugueses. Viéndose herido, puso rumbo a Civitavecchia, donde desembarcó y renunció a la vida marítima.

Al servicio de España.

Se puso a disposición del Gran Capitán, a quien admiraba, y a cuyas órdenes luchó en las Campañas de Italia. El Gran Capitán encomendó a Pedro Navarro todo lo referente a ingeniería en la expedición que salió de Málaga en mayo de 1500 para unirse a la escuadra veneciana en Mesina y así marchar juntos españoles y venecianos contra los turcos. Pronto tendría Pedro Navarro su primera oportunidad de probar con éxito sus minas, pues el 25 de noviembre de 1500 logró hacer saltar una parte de la muralla del castillo de San Jorge, en la Cefalonia. También utilizó azufre para quemar a los turcos dentro de sus propias galerías.

Durante la segunda campaña de Italia (1500-1504) defendió la plaza de Canosa con 600 españoles de los ataques franceses que operaban al mando del caballero Bayardo. Sin embargo, Navarro tuvo que entregar la plaza por orden expresa de su jefe, el Gran Capitán; salieron de Canosa con bandera desplegada, a tambor batiente y dando vivas a España.

Al año siguiente se distinguió en la batalla de Ceriñola (28 de abril de 1503) por el acierto con que dirigió los fuegos de artillería y arcabuces contra la caballería pesada francesa. En la misma se puso de manifiesto la superioridad táctica de Gonzalo Fernández de Córdoba, al utilizar activamente la "fortificación de campaña" en su sistema "defensivo-contraofensivo"; en este caso el terreno "fue preparado abriendo un foso que cubría la línea propia, ampliado por un talud formado por la tierra extraída sobre el que se apoyaba la Infantería", obstáculo ante el que se estrellaban todos los intentos franceses de superarlo.

La victoria de los españoles les permitió apoderarse de Nápoles el 15 de mayo de 1503. Quedaron por rendir los castillos de Castilnovo y Castel de Ovo, cuya conquista se encomendó a Pedro Navarro, quien los tomó gracias al empleo de sus famosas minas de pólvora. Los terribles efectos de estas minas conmovieron la opinión pública de toda Europa, y el nombre de Pedro Navarro se extendió por el mundo. Posteriormente, en la campaña de Garellano (diciembre de 1503) estuvo al frente de la infantería española en numerosos combates y batallas.


Castillo de Castil D´Ovo, tomado por las tropas españolas de El Gran Capitán tras la explosión de la mina de Pedro Navarro el 11 de junio de 1503.

El rey Fernando el Católico le recompensó dándole la investidura del condado de Alveto u Oliveto, situado en la Italia meridional. Al finalizar la segunda campaña de Italia, Pedro Navarro regresó a España, donde el rey Fernando le ordenó marchar contra el duque de Nájera, que se había revelado (1507). El duque no se atrevió a combatir contra un enemigo de tanto crédito y entró rápidamente en negociaciones para concertar la paz.

A continuación, en 1508 el rey Fernando el Católico le ordenó perseguir con una escuadra española los piratas berberiscos que habían asolado las costas sevillanas. La expedición partió de Málaga, y Pedro Navarro se aplicó a ello con eficacia, limpiando de piratas tanto las cosas españolas como las africanas. El 23 de junio conquistó el peñón de Vélez de la Gomera. Posteriormente auxilió desde el mar a la guarnición portuguesa de Arcila.

Puesto al frente del ejército que el cardenal Cisneros financió con las rentas de su cargo de arzobispo de Toledo, efectuó la conquista de Orán en 1509. Al año siguiente protagonizó la primera campaña de Túnez, en la que conquistó Bujía, con lo que Argel, Túnez y Tremecen se sometieron a la autoridad de España. La derrota y muerte de García de Toledo en la isla de Yerba y la falta de medios le obligaron a interrumpir sus conquistas en el norte de África. Dejó a don Diego de Vera al mando de Trípoli y regresó a España.

En España pasó poco tiempo ocioso, pues regresó a Italia en 1512 para ponerse a las órdenes del virrey de Nápoles don Ramón de Cardona y participar en la tercera campaña de Italia (1511-1513), librada por España, Venecia y el Papa, que formaban una Santa Liga, para expulsar a los franceses de Italia. En esta campaña Pedro Navarro se distinguió tomando la inexpugnable ciudad de Bastia en tan solo cinco días. Pero en el sitio de Bolonia (1512) las minas de Pedro Navarro fracasaron debido a la humedad y al escaso tiempo disponible para preparar sus minas. Ramón de Cardona ordenó levantar el sitio y los franceses continuaron dueños de Bolonia.

Al servicio de Francia.

En abril de 1512 se libró la batalla de Rávena, en la que Pedro Navarro estaba al mando de la infantería española, que resistió en perfecto orden los ataques de alemanes y franceses enemigos y cubrió la retirada de la caballería aliada e infantería italiana. En la retirada final Pedro Navarro cayó herido y fue hecho prisionero por los franceses. El caballero de Labrit, su captor, le condujo a Francia y le mantuvo en cautiverio tres años mientras pedía un rescate de 20.000 escudos. Don Fernando el Católico no quiso pagar el rescate de su liberación, por lo que el rey Francisco I de Francia pagó su rescate y le ofreció entrar a su servicio como general de sus ejércitos. Pedro Navarro escribió al rey Fernando el Católico para separarse de su servicio, y el rey le contestó que "podía hacerlo, pues era libre". Pedro Navarro devolvió al rey Católico el título de conde de Oliveto y la patente de general español.

Con su infantería organizada a la española, el rey Francisco I inició la cuarta campaña de Italia (1515). Al mando de la infantería francesa, en la que se incluían unos 6.000 vascos y gascones que acudieron a Francisco I espontáneamente, Pedro Navarro invadió el Milanesado en 1515 y se apoderó de las plazas de Novara, Vigenaro y Pavía. Participó en la victoria francesa de la batalla de Marignano, donde impuso una disciplina de fuego a los arcabuceros franceses que desordenó por completo a los compactos escuadrones de infantería suiza al servicio del virrey de Nápoles; se le considera el inventor del fuego a la voz por filas, utilizada por primera vez en esta batalla. Terminó su brillante campaña entrando en Milán al frente de sus tropas.

Con ocasión de la quinta campaña de Italia (1521-1522) volvió a este país con el encargo de llevar socorros al general Lautrec. Con este motivo se encontraba encuadrado en el ejército francés que fue derrotado en la batalla de Bicoca (1522) y en la que Pedro Navarro se distinguió de manera notable. Despues de la derrota, Navarro quiso llevar refuerzos a Génova, pero su llegada coincidió con la toma de la ciudad por las tropas imperiales, por lo que Navarro fue hecho prisionero por los españoles, que lo encerraron en Castelnovo durante tres años. Al firmarse el Tratado de Madrid de 1526, tras la derrota francesa de Pavía, fue puesto en libertad.

Pedro Navarro reunió tropas en Francia y con ellas marchó con el general Lautrec de nuevo a Italia. Este murió de peste en el sitio de Nápoles, y Navarro se puso a las órdenes del marqués de Saluzzo. Cuando los franceses levantaron el bloqueo de Nápoles, tuvieron que emprender una desatrosa retirada hacia Aversa, y en ella Navarro resultó de nuevo hecho prisionero por lo españoles. Fué conducido otra vez a Nápoles y encerrado por segunda vez en el castillo de Castelnovo.

Carlos I decretó su muerte por degollación, pero el virrey de Nápoles, el príncipe de Orange, quiso evitarle la vergüenza de este suplicio, por lo que "fue ahogado entre dos almohadas o estrangulado con cuerda por mano del verdugo ... estaba tan viejo y achacosa que no podía estarlo más ... Pero el emperador fue censudado, pues debía haberle impuesto una prisión perpetua, en la que hubiese podido escribir y dejar algunas interesantes memorias de su arte y ciencia ... así he oido que pensaba obrar, y aún que comenzó a hacerlo." (Brantome, en su "Vidas de los grandes capitanes".)

Pedro Navarro murió en 1528 a los 68 años en el castillo que él había conquistado 25 años antes. Al día siguiente de su muerte los españoles escribieron el siguiente epitafio:

"Ilustre capitán español muerto al servicio de los franceses."

El duque de Gesa, sobrino de El Gran Capitán, construyó un sepulcro para Pedro Navarro junto al del general Lautrec en la iglesia de Santa María la Nueva.


  • Real Academia de la Historia (Biografía de Eduardo Aznar Vallejo).

  • Diccionario enciclopédico Espasa. Espasa-Calpe. Madrid, 1985. Tomo 9, página 214.

  • Historia Militar. Academia de Infantería, segundo curso, Guadalajara, 1945.