LA CONQUISTA DE ORÁN

(17 de mayo de 1509)

La conquista de Orán abrió la posibilidad de realizar la ocupación en firme del norte de África; pero la casa de Austria prefirió volcar sus esfuerzos en centroeuropa y sus intereses imperiales para, posteriormente, volverse hacia América. A pesar de ello, los españoles fueron los dueños y gobernadores de Orán y Mazalquivir durante 250 años.



Detalle del fresco que representa la conquista de Orán. Capilla mozárabe de la catedral de Toledo.

Antecedentes y preparativos.
La conquista de Orán.




Finalizadas las dos campañas de 1494 y 1501 en Italia con la victoria de las armas españolas sobre las francesas y asegurado el dominio español en los reinos de Nápoles y Sicilia, los Reyes Católicos pudieron atender a su política norteafricana. En aquellos años los piratas berberiscos y turcos hacían estragos en aguas del mar Mediterráneo occidental y en las costas levantinas y andaluzas españolas.

En 1504 el corsario turco Aruj bin YaKub Aga y su hermano Hizir obtuvieron del sultán de Túnez, Muhammad ibn al-Hasan, el permiso de establecerse en el vecino puerto de la Goleta a cambio de un tercio del botín que obtuvieran sobre las naves cristianas que capturasen. A partir de entonces las actividades corsarias y de piratería de los berberiscos aumentaron considerablemente. Entre 1504 y 1505, Barbarroja, deformación española e italiana del nombre Baba Aruc, se había apoderado de dos galeras del papa Julio II y de una nave que transportaba a Nápoles quinientos soldados españoles.



Mapa del siglo XVIII que muestra la gran bahía de Mazalquivir, con la plaza a la derecha de la imagen, y la ciudad de Orán a la izquierda. (Fuente: Biblioteca Nacional de España, Ref. ORA-3-18).

La reina Isabel la Católica murió en noviembre de 1504 y dejó escrito en su testamento que no se descuidase la conquista de África.

    “... e ruego e mando a la Princesa mi hija e la Príncipe su marido que, como católicos príncipes, tengan mucho cuidado de las cosas de la honra de Dios e de su santa fe … e que no cessen de la conquista de África e de puñar por la fe contra los infieles.""

En septiembre de 1505, el rey Fernando el Católico consiguió la conquista de Mazalquivir gracias a una expedición financiada por el cardenal Cisneros, arzobispo de Toledo y Primado de España, que puso al mando de Diego Fernández de Córdoba y Arellano, el Alcaide de los Donceles, quien sufriría una derrota en julio de 1507 al intentar tomar la vecina Orán.

La victoria de Pedro Navarro en junio de 1508 en la conquista del Peñón de Vélez permitió al cardenal Cisneros proponer al rey la conquista de Orán, que financiaría enteramente con los fondos del arzobispado y que encabezaría él mismo en persona, a pesar de contar con 73 años. El cardenal había hecho acopio de datos sobre la plaza y costas de Orán gracias al veneciano Jerónimo Vianelo, quien ya había presentado planos de esas costas a los reyes con ocasión de la conquista de Mazalquivir y participado en la empresa.

En aquellos años Orán era una república que estaba bajo la protección del rey de Tremecén, y el principal puerto comercial de la zona, en la antigua provincia romana de la Mauritania Cesariense. Rica y poderosa, tenía una gran flota de guerra y de barcos mercantes. Pero también era el principal puerto de refugio de los piratas que asolaban el Mediterráneo occidental y las costas españolas.

Gracias al tesón del cardenal, el rey católico aprobó la empresa y firmó con Cisneros unas capitulaciones el 29 de diciembre de 1508. El monarca aceptó el embarque del cardenal con el ejército, pero puso a su frente como general de la Armada a Pedro Navarro, veterano en las campañas de Italia y que había conquistado el peñón de Vélez de la Gomera el pasado año. Ciertas fuentes afirman que el cardenal propuso al rey el nombre del Gran Capitán como jefe de la expedición, pero que el rey rehusó por desconfiar del victorioso cordobés.

Las provisiones para el ejército expedicionario se reunieron en Málaga. Los soldados y el armamento de los barcos lo hicieron en Cartagena, donde embarcarían. El ejército estaba formado por unos 15.000 hombres, integrado por 4.000 jinetes de la caballería, 800 lanzas de las guardias ordinarias, la guardia del cardenal Cisneros, numerosos veteranos de Sicilia, e individuos de la recluta hecha especialmente para la campaña en la diócesis toledana.



Plano topográfico de la ciudad, plaza y presidio de Orán, sus castillos, fuertes y torres. (Fuente: Biblioteca Nacional de España, Ref. MR 2/131).

Integraban la expedición Alonso de Granada Venegas y Gonzalo de Ayora como jefes de infantería; Diego de Vera estaba al mando de la artillería; García Villarroel, gobernador de Cazorla y sobrino del cardenal, estaba al frente de la caballería, que llevaba entre sus filas escopeteros a caballo, primeras tropas de caballería con armas de fuego que ha habido en la Historia; el italiano Jerónimo Vianelo, experto marino y gran conocedor de las costas argelinas; y otros veteranos capitanes como el conde de Altamira, Juan de Espinosa, Villalba, etc...

Se reunió para la expedición una flota de diez galeras y 84 naves menores (33 naos, 22 carabelas, 6 galeotas, 3 tafureas, 1 fusta y 19 barcos) para el transporte de la tropa, la artillería y el abundante aprovisionamiento acopiado.

Fue un verdadero desacierto del rey Fernando el Católico nombrar como jefes a dos celebridades de tan opuestos caracteres como Pedro Navarro, jefe de la expedición, y al cardenal Cisneros, nombrado Capitán General de África, pues ni la educación, ni las aptitudes, ni las miras de uno y otro estuvieron jamás acordes entre sí. El cardenal advertía poco orden y disciplina en el puerto de Cartagena, lo que atribuía al disgusto de Navarro de saberse bajo la jurisdicción de un eclesiástico.

Ya antes de embarcarse las tropas en Cartagena estalló la disputa entre Navarro y el cardenal. Aquel, al parecer en connivencia con Vianelo, corrió la voz de que no se darían las pagas a los soldados, con lo cual éstos se amotinaron. El veneciano trató de calmarlos y castigó a alguno de ellos, pero Villarroel salió en defensa de su tío y acuchilló a Vianelo de tal manera que casi le provocó la muerte. Finalmente se calmar los ánimos y se pagó a la tropa conforme iba subiendo a las naves.



La flota zarpó de Cartagena a las tres de la tarde del 16 de mayo de 1509 con viento favorable. Tras una tranquila navegación, la flota llegó a Mazalquivir al día siguiente, día de la Ascensión, después de anochecido. A su izquierda se dibujaba la silueta de las torres y edificios de Orán, distante poco más de media legua, situada con una llanura al norte y una áspera sierra al sur que se dirige en pendiente hacia Mazalquivir. Tenía una muralla robusta y dos castillos, de manera que los moros podían defenderse con una guarnición pequeña. Con ocasión de la llegada de los cristianos se reunieron unos 10.000 moros en la cumbre de la sierra para reforzar las tropas de la plaza y detener el avance de los cristianos.

Los mandos permanecieron toda la noche en vela, conferenciando sobre el plan a seguir. Como vieron a lo largo de la noche los fuegos de las hogueras de los enemigos, señal de que estaban prevenidos de su llegada, decidieron marchar antes del alba. Por ello, la infantería desembarcó antes del amanecer del día siguiente, 18 de mayo. La caballería y la artillería lo hicieron algo más tarde, lo que ocasionó una nueva discusión entre Pedro Navarro y el cardenal. Éste quería llevar la caballería con el ejército, mientras que Navarro la consideraba inútil por el momento. Sin embargo, se llegó a un acuerdo y se desembarcó el grueso de ella.



Plano de Orán y Mazalquivir, con vistas del relieve visto desde el mar. Año 1788. (Fuente: Biblioteca Virtual de Defensa, Ref. Ar.GBis-T.5-C.5/198).

Se emprendió la marcha antes del mediodía, en dirección a una elevación que dominaba la ciudad de Orán y que estaba ocupada por los moros. El cardenal marchaba delante montado en una mula, acompañado de religiosos de su orden de franciscanos y precedido por una cruz, todos ciñendo espadas. Al llegar a una pequeña loma en las proximidades del enemigo, el cardenal subió a ella y pronunció una arenga a los soldados, que respondieron con gozosos vivas y mostrándose impacientes por entrar en combate. El cardenal hizo ademán de continuar con el ejército, pero Pedro Navarro y el resto de los oficiales le detuvieron, le rogaron que no pusiera su vida en peligro ni les distrajese a ellos teniendo que cuidar de su persona. El cardenal Cisneros comprendió lo razonable de lo que se le pedía y emprendió el regreso a Mazalquivir, donde quedó en la capilla de San Miguel rezando por la victoria.

Al reconocer la eminencia donde estaba asentado el enemigo, Pedro Navarro supo del elevado número de combatientes que tenía enfrente suyo, y dudó en atacar en ese momento, antes de que se hiciera de noche, o esperar al día siguiente. Enviado un emisario a consultar el parecer del cardenal, éste ordenó atacar de inmediato.

Los españoles se dirigieron contra el enemigo divididos en cuatro columnas con gran alarde de tambores y trompetas. Los moros permanecían quietos y en silencio en lo alto de la loma. En mitad de la subida, los moros comenzaron a arrojar una gran lluvia de piedras, saetas y balas que no impidió el avance de los españoles, que sufrían gran mortandad entre sus filas. Allí murió el capitán Luis Contreras, jefe de la infantería de Guadalajara, a quien los moros cortaron la cabeza y llevaron con gran júbilo a Orán. En esos instantes Pedro Navarro emplazó seis piezas de artillería y con sus fuegos apoyó el avance de los españoles, sembrando de muerte las filas enemigas y haciendo estragos en ellas. Los moros comenzaron a retroceder, primero a paso lento, y luego precipitadamente para acogerse a la seguridad de las murallas de la ciudad.

Mientras tenía lugar el combate en la loma que dominaba la ciudad, los barcos artillados de la flota se habían acercado a la ciudad e hicieron fuego desde las naves, logrando desmontar las piezas de artillería que los moros tenían en la ciudadela. Los soldados en tierra, al llegar a la ciudad en persecución de los moros, procedieron a asaltar las murallas ayudados de picas y escalas. El capitán Sosa, de la guardia del cardenal, fue el primero en escalar las murallas y, al grito de “Santiago y Cisneros”, izó el estandarte con las armas del cardenal en las almenas de la ciudad. Inmediatamente se vieron ondear otros seis estandartes españoles más. Bernardino de Meneses, al frente de los soldados reclutados en Talavera, conquistó una de las puertas de la ciudad. Algunos españoles entraron por la puerta del mar. Los moros no pudieron resistir el empuje de los españoles, y comenzaron a huir, tras sufrir numerosas bajas.



La conquista de Orán. Dibujo de Vicente Urrabieta (1813-79. Litografía de J. Donón. (Fuente: Biblioteca Nacional de España, Ref. 28629R).

Los españoles entraron en la ciudad arrollando y matando a todo aquel que se ponía en su camino, sin importarl ni sexo ni edad. El saqueo duró toda la noche, en la que la soldadesca se entregó a todo tipo de exceso sin que sus capitanes pudieran detenerles. Asqueado por tanta mortandad, Pedro Navarro perdonó la vida a aquellos que se habían refugiado en las mezquitas, pero fueron hechos cautivos. Los moros tuvieron más de 4.000 bajas y 8.000 prisioneros, siendo muy escasas las pérdidas españolas al conquistar la ciudad, entre las que se contaron la muerte del conde de Altamira. El precio del botín se estimó en unos quinientos mil escudos de oro, que el cardenal ofreció al rey y para pagar a los soldados, sin quedarse nada para él..

Al día siguiente, 19 de mayo, después de haber sido tomada la ciudad, el cardenal Cisneros entró en la ciudad procedente de Mazalquivir entre aclamaciones de los soldados y colocó la Santa Cruz en las murallas de la ciudadela. Consagró sus mezquitas como iglesias, una bajo la advocación de Nuestra Señora de la Victoria, otra bajo la de Santiago y una tercera bajo al de San Bernardino de Siena, afecta a un hospital. También fundó dos conventos, uno para su orden franciscana y otro de dominicos. Lo que más feliz le hizo fue abrir los calabozos y liberar a unos 300 prisioneros cristianos que estaban allí cautivos.

Al día siguiente, el rey de Tremecén se presentó ante Orán con gran despliegue de fuerzas, pero al ver la ciudad en manos de los españoles decidió retirarse y vengarse degollando los mercaderes judías y cristianos que había en su capital.

Pedro Navarro continuó con su actitud hostil hacia el cardenal, al cual llegó a decirle que:

    "Tan mal está un ejército con dos generales como lo estaría una persona con dos cabezas." ... "Debéis volver a vuestro arzobispado a recibir los aplausos por vuestra victoria de Orán; de hoy más no se dará aquí un paso sino a nombre del rey y bajo mi conducta, que yo se mandar soldados como vos sabéis apacentar las ovejas en vuestra diócesis, que están sin pastor; y de este modo cada uno hará su oficio. Ved vos que tal arzobispo haría yo, y juzgad que tal general seréis vos."

El cardenal Cisneros se convenció de mala gana que debía regresar a España, cosa que hizo en una galera el 23 de mayo. Desembarcó en Cartagena para dirigirse a la Corte y decir allí que aquellos mares estaban por fin libres de peligros gracias a sus desvelos. Llegado a Toledo, fundó una fiesta conmemorativa en la catedral, que tendría lugar el viernes siguiente al día de la Ascensión, en que debían colgarse de las naves del templo las banderas tomadas a los moros durante los combates.

El 30 de noviembre Pedro Navarro zarpó para España, dejando a Ruiz Días de Rojas, gobernador interino de Mazalquivir durante la ausencia temporal de Diego Fernández de Córdoba en la península, como gobernador también de Orán. Al Alcaide de los Donceles se le nombró Capitán General de la ciudad de Orán, villa de Mazalquivir y reino de Tremecen, este último por la carta que escribió el rey de Tremecén al cardenal Cisneros pidiendo la paz y ofreciendo parias como signo de vasallaje del rey de España. Desde entonces la ciudad de Orán y la villa de Mazalquivir permanecieron en manos españolas durante hasta 1792: 258 años en total, descontado el periodo de 1707 a 1732 en que cayó en manos turcos.

Hay quien afirma que la conquista de la ciudad de Orán en tan solo un día y con tan pocas bajas por parte española es síntoma de un entendimiento previo del cardenal Cisneros con algún notable de la ciudad, judío o musulmán, que decidió acogerse a España a cambio de abrir las puertas a los cristianos. Este es el parecer de, entre otros, de Cayetano Rosell en 1857 y de Juan Moraleda en 1917, cuyos escritos pueden consultarse debajo. También el historiador Modesto Lafuente se hace eco de esta suposición.

La expedición le costó al cardenal la suma de 30,6 millones de maravedíes.

Los turcos y los moros trataron de recuperar la ciudad en varias ocasiones. En 1555 el sultán cercó Orán por mar con 40 galeras y por tierra con un ejército de 3.000 turcos, 14.000 moros y 30.000 alarbes. El gobernador Martín de Córdoba defendió la ciudad, resistió el sitio y obligó al sultán a retirarse. En 1563 un tal Asan Bajá sitió de nuevo la ciudad, bajo el mando de Alonso de Córdoba; la llegada de Andrea Doria con una flota de 33 galeras obligó a retirarse al enemigo. Por tercera vez Orán fue sitiada por los turcos el 3 de agosto de 1677, pero el gobernador Iñigo de Toledo les obligó a retirarse. El 2 de julio de 1693 Muley Ismael, rey de Mequinez, se presentó ante Orán con 20.000 jinetes y 600 camellos; pero no pudo doblegar la defensa del gobernador, duque de Cansano.

Con motivo de la guerra de Sucesión española, los turcos atacaron la ciudad en 1707 con 40.000 hombres. El gobernador Carlos Carrafa no pudo sostener la ciudad y, privado de refuerzos procedentes de la península, se retiró con su tropa a Mazalquivir, quedan Orán en manos Turcas.

El 15 de junio de 1732 el conde Montemar, José Carrillo de Albornoz y Montiel, zarpó de Alicante con una flota de 12 navíos de línea y 500 buques de transporte, llevando a bordo un ejército de 25.000 hombres de infantería y caballería. Llegó ante Orán el 28 de junio; al día siguiente desembarcaron en la playa de las Aguadas; el 30 de junio dieron batalla a los moros, que fueron derrotados, de forma que el 1 de julio el ejército español entró en la ciudad, recuperándola para España.

La noche del 8 al 9 de octubre de 1700 la ciudad sufrió un terrible terremoto, de forma que dos años más tarde,n tras diversas negociaciones con el Regencia de Argel, España entregó Orán Y Mazalquivir.