El ejército suizo mercenario a sueldo del duque de Milán se cansó de esperar al ejército español del virrey de Nápoles, refugiado al otro lado del río Po, y decidió atacar a los franceses por su cuenta. En el ejército francés formaba el gran Pedro Navarro, que se enfrentaba en esta batalla por primera vez a sus antiguos compañeros de armas imperiales tras haber rescindido sus servicios con el rey Fernando el Católico.
Los suizos atacaron formados en tres grandes masas de infantería. Los franceses les esperaron formados en una sola línea de escuadrones de Infantería, en cuyos intervalos desplegó la Caballería, y colocaron la Artillería emplazada en fosos y trincheras. Gracias a los fuegos de artillería el combate estaba aún indeciso a la caída de la tarde.
Al amanecer del día 14 de septiembre volvieron a atacar los suizos. La acción conjunta de las cargas de caballería y artillería francesas detuvo el centro de la línea suiza, y los fuegos de arcabuceros y ballesteros mandados por Pedro Navarro detuvo el resto de la formación de ataque. Navarro había mandado construir una improvisada muralla de grandes escudos clavados en el suelo y atados con sogas para que los soldados disparasen con tranquilidad y e hiciesen buena puntería.
Una vez detenida la línea enemiga, Pedro Navarro ordenó a los arcabuceros y ballesteros que disparasen por hileras, y lo hicieron con tal orden y continuidad que deshicieron los cuadros de infantería suiza.
No obstante, la batalla seguía indecisa debido a la gran disciplina que demostraban los suizos. Fue la llegada de la caballería de Bartolomé Albiano la que provocó la retirada de los suizos, que los confundieron con la llegada del ejército veneciano, aliado de los franceses. A pesar de todo, la retirada en dirección a Milán de los cuadros de infantería suiza se efectuó en tal orden y disciplina, que no pudo hablarse de huida de los suizos.
Consideraciones sobre la batalla
Si en la batalla de Rávena la artillería demostró su gran potencialidad como arma decisiva o preparatoria de la acción de otras, en Marignano logró detener a los suizos y confirmar su poder.
El fuego de los arcabuces de la infantería demostró una vez más su poder de destrucción sobre las masas de infantería enemiga. El fuego por hileras, innovación táctica introducida por Pedro Navarro, fue otro indiscutible adelante de este gran militar español. De esta manera, el fuego de infantería iba siendo introducido en el campo de batalla de la mano de los españoles, que lo iniciaron en la batalla de Ceriñola en 1503 y confirmarían su superioridad en la batalla de Bicoca en 1522.
Quedó también desmostrado que unos cuadros de infantería disciplinados y unidos eran una potente herramienta de combate que nunca debía ser despreciada, tal y como demostraron españoles y suizos en sus retiradas en Rávena y Marignano.
Historia Militar. Academia de Infantería. Segundo Curso, Guadalajara, 1945, página 229-230.