El ejército francés al mando del marqués de Mantua llegó a orillas del rio Garellano en octubre de 1503 procedente de Roma a los pocos días de que el Gran Capitán hubiera finalizado la toma de los castillos vecinos de Montecasino y Roca Seca. En ésta última, a la derecha del dispositivo español, el Gran Capitán dejó un contiente de tropas al mando de Zamudio, Pizarro y Villalba. Por su parte, el campamento principal de las tropas españolas en San Germano vigilaba el paso del rio Garellano situado frente a esta localidad en Ponte Corvo. El segundo paso sobre el río era el puente de Sessa; para su defensa el Gran Capitán tomó una torre fuerte de las proximildades y colocó en ella una fuerza de 500 infantes y 350 jinetes al mando de Pedro de Paz.
Los efectivos del Gran Capitán eran apenas 9.000 infantes y 3.000 caballos, de tropas españolas, italianas y alemanas. Los efectivos franceses eran prácticamente el triple: unos 30.000 hombres, entre los que incluía un cuerpo de mercenarios suizos de 8.000 soldados que se incorporaron en Parma, 9.000 caballos y un grandioso tren de artillería compuesto por 36 piezas; este ejército había sido reforzados con 4.000 soldados al mando del italiano marqués de Saluzzo, que habían desembarcado días antes en Gaeta.
Los franceses cruzan el río por primera vez.
El 13 de octubre el ejército francés cruzó el rio Garellano por el vado de Ceprano, situado más allá del extremo derecho del dispositivo defensivo español. Una vez en la orilla izquierda, los franceses se dirigieron a atacar Roca Seca. El Gran Capitán envió en su socorro una columna de infantería al mando de Pedro Navarro y García de Paredes por caminos de montaña, mientras que por el llano envió a Próspero Colonna con la caballería de los hombres de armas. En Roca Seca las tropas de Zamudio, Pizarro y Villalba resistieron los rechazaron los asaltos de los franceses, que se retiraron nada más aparecer por la montaña la infantería española de refuerzo.
Tras esta intentona el marqués de Mantua dirigió el ejército a Aquino, localidad situada entre el paso de Ponte Corvo y San Germano. El Gran Capitán marchó con sus fuerzas a colocarse entre Aquino y Ponte Corvo, para encerrar al ejército francés entre él mismo, el rio y las plazas y guarniciones de Roca Seca, Montecasino y San Germano. El marqués de Mantua comprendió el peligro que se cernía sobre él y cruzó el rio por Ponte Corvo antes de que llegasen los españoles. A pesar de ello, la vanguardia española cayó sobre la retaguardia francesa, les causó numerosas bajas y les obligó a repasar el río. El ejército francés se fortificó en la orilla derecha del Garellano, y el Gran Capitán regresó con sus tropas a San Germano.
Los franceses intentan cruzar el río por segunda vez.
Mientras el Gran Capitán permanecía a la espectativa tras haber comprobado que el dispositivo defensivo montado tras el rio Garellano funcionaba, el marqués de Mantua decidió atacar de nuevo. Para ello los franceses marcharon a sitiar Roca Guillermina, fortificación ubicada a la derecha del río. Simultáneamente el marqués destacó unas compañias para tender un puente sobre el rio Garellano al abrigo de Roca Andria. Esta era una fortificación situada en la orilla izquierda entre San Germano y la desembocadura del rio. Pero García de Paredes fue enviado contra Roca Andria, la tomó en un solo día, e impidió el lanzamiento del puente.
Los franceses intentan cruzar el río por tercera vez.
Tras este nuevo revés, el marqués decidió cruzar el río de nuevo por el puente de Sessa y caer sobre los españoles. El plan consistía en marchar rio abajo hacia la desembocadura del Garellano, construir un puente sobre barcas junto al puente original, que había sido destruido por los españoles, cruzar el río, marchar rio arriba por la orilla izquierda, caer por sorpresa sobre el campamento español de San Germano y batirlos simultáneamente con los fuegos de su potente artillería asentada en una altura cercana a San Germano que ya habían identificado.
La ejecución del plan se inició el 6 de noviembre conforme lo previsto, pues los franceses consiguieron cruzar el rio Garellano y sorprender a la guarnición española que vigilaba aquel sector al mando de Pedro de Paz. Pero la resistencia que éste presentó fue suficiente para que llegasen en su socorro primero las tropas de Pedro Navarro y seguidamente las del propio Gran Capitán, que cabalgaba al frente de sus tropas blandiendo una alabarda. A pesar de ello, los franceses consiguieron acabar de tender el puente sobre barcas gracias a los fuegos de su artillería, ventajosamente emplazada para apoyar el trabajo de los pontoneros. Los franceses cruzaron el río y se apoderaron de una trinchera levantada por los españoles a corta distancia del margen del río. Siguió un combate cuerpo a cuerpo en el que el marqués de Mantua se vió imposibilitado de utilizar su artillería. Aquel día los capitanes españoles pelearon como simples soldados, dispuestos a vencer o morir por su jefe.
La resistencia francesa fue finalmente quebrada gracias al empuje de García de Paredes y se vieron forzados a repasar el rio Garellano por el puente de barcas recién construido. En el campo de batalla los franceses abandonaron muchos cadáveres. El río se llevó aguas abajo muchos de los hombres y caballos que intentaron cruzar a nado hacia la otra orilla.
La victoria española aquel día no impidió que el ejército francés siguiese acampado frente al español al otro lado del río, pero sirvió para eliminar un peligro que cayó sobre ellos y para demostrar a los franceses su carácter combatiente. Dias antes el marqués de Mantua había recriminado a Ivo de Alegre con las siguientes palabras:
- "No sé cómo os dejásteis desbaratar en Ceriñola por aquella canalla."
Tras el combate de este día, Ivo de Alegre le respondió al marqués:
- "Estos son los españoles que nos desbarataron; considerad ahora lo que es esa canalla de que hablabais."
El marqués de Mantua sufrió un duro revés con la derrota del 6 de noviembre. Había perdido el presigio ante sus soldados, que le odiaban por su dureza en el mando; sus subordinados inmediatos le obedecían con visible disgusto y las disensiones con él, ocultas al principio, llegaron a hacerse públicas. Por ello el marqués de Mantua cedió el mando del ejército al marqués de Saluzzo, otro italiano, y abandonó aquel ejército que tanto le odiaba.
El descalabro francés del día 28 de diciembre.
A la victoria del 6 de noviembre siguieron unos días de fuertes tormentas y lluvias torrenciales que convirtieron los campamentos en auténticos lozadales. El campamento español estaba situado más bajo que el francés y se llevó la peor parte. A este inconveniente, que acrecentaba las penalidades del ejército español, se unió el hecho de la falta de pagas a los soldados. Hubo conatos de amotinamiento. Algunos capitanes y soldados opinaban abiertamente que debían levantar el campo e ir a Capua a invernar. Pero el Gran Capitán apaciguó aquel estado de ánimos con energía y afirmando que se negaba a abandonar allí al ejército francés sin intentar un ataque decisivo. Y añadió:
- "Más quiero la muerte dando dos pasos adelante que cien años de vida dando un solo paso atrás."
Por aquel entonces el embajador español, en comunicación y de acuerdo con el Gran Capitán, logró atraerse a los Ursinos al partido español, de modo que el jefe de esta poderosa familia italiana, Bartolomé Albiano, se presentó en el campamento español con un refuerzo de 3.000 soldados. Fue entonces cuando el Gran Capitán creyó llegado el momento de atacar al ejército francés acampado frente a él en la orilla derecha del río Garellano.
El plan concebido por el Gran Capitán consistía en un ataque al campamento francés tras haber cruzado el río por un puente que habría que tenderse unas cuatro millas aguas arriba del puente de barcas construido por los franceses en la jornada del 6 de noviembre. El nuevo puente fue tendido con todo sigilo la noche del 27 al 28 de diciembre. Al día siguiente los españoles se pusieron en movimiento.
Bartolomé Albiano iba en vanguardia con la caballería ligera. Pedro Navarro iba a continuación con el cuerpo de infantería española, donde marchaban García de Paredes, Zamudio, Pizarro y Villalba. Le seguía Próspero Colonna con la caballería de los hombres de Armas. Cerraba la marcha el Gran Capitán con el resto del ejército. Las tropas de Albiano y Pedro Navarro sorprendieron un destacamento normando y de caballería francesa en Suio y lo arrollaron a su paso.
En vista del mal tiempo reinante desde hacía un mes y medio y de que las lluvias no cesaban, el marqués de Saluzzo, nuevo jefe del ejército francés, había decidio retirarse a Gaeta a pasar el invierno, por creer imposible realizar ninguna operación militar en aquellas condiciones climatológicas. Ya había tomado acciones para iniciar esta retirada, pues había embarcado la artillería para que la llevasen por el río hasta el golfo de Gaeta, pues su traslado por aquellos empantanados caminos habría impedido la marcha del ejército francés. Por tanto, su sorpresa fue grande cuando los supervivientes del ataque a Suio le anunciaron la llegada inmimente de los españoles. El marqués ordenó la inmediata retirada a Gaeta. Cuando las tropas de Albiano y Pedro Navarro llegaron al campamento francés lo encontraron vacío.
La caballería de Albiano y Colonna se adelantó y alcanzaron a los franceses cuando pasaban por un puente sobre el lecho de un corto rio que hay antes de llegar a Mola di Gaeta, y les obligaron a hacerles frente, cosa que el marqués de Saluzzo hizo para evitar que la retirada se convirtiera en una desbandada. Al llegar al lugar el grueso del ejército del Gran Capitán, la infantería de Pedro Navarro y de García de Paredes atacó con tal ímpetu que los franceses atravesaron el puente y se refugiaron en Mola dispuestos a pernoctar allí aquella noche.
El Gran Capitán ordenó a Pedro Navarro y a García de Paredes que marcharan fuera de caminos hasta colocarse detrás del pueblo para cortar la retirada al enemigo y atacarles de flanco y por su retaguardia. Al amanecer del día siguiente, los franceses salieron de Mola. Les siguió el grueso del ejército español y cuando les alcanzaron, las tropas de Pedro Navarro y García de Paredes atacaron de flanco y por la retaguardia, provocando el colapso de los franceses, que se desbandaron e iniciaron una desordenada huida perseguidos por la caballería de Colonna, abandonando la artillería que llevaban consigo, banderas, equipajes y carros de transporte. Los supervivientes de aquel día se refugiaron en Gaeta, mientras que el ejército vencedor acampó aquel día en Castiglione, frente a Gaeta.
Los franceses sufrieron entre tres y cuatro mil muertos, y otros tantos desaparecidos y prisioneros. Ese día el caballero Bayardo de distinguió por su valor, peleando como un bravo y perdiendo tres veces su caballo. La destrucción del ejército francés fue total, de manera que el 1 de enero se efectuó la capitulación de Gaeta y el abandono de los franceses del reino de Nápoles.
Historia Militar. Academia de Infantería. Segundo Curso, Guadalajara, 1945, página 70.
César Silió Cortés. Isabel la Católica. Espasa-Calpe. Madrid, 1973. Página 364.