LA BATALLA DE GARELLANO

(28 de diciembre de 1503)


Victoria completa del Gran Capitán sobre el ejército francés al mando del marqués de Saluzzo, a resultas de la cual los franceses rindieron Gaeta, renunciaron para siempre a sus pretensiones sobre Nápoles y entregaron este reino a España.


El ejército francés al mando del marqués de Mantua llegó a orillas del rio Garellano en octubre de 1503 procedente de Roma a los pocos días de que el Gran Capitán hubiera finalizado la toma de los castillos vecinos de Montecasino y Roca Seca. En ésta última, a la derecha del dispositivo español, el Gran Capitán dejó un contiente de tropas al mando de los capitanes Zamudio, Villalba y Gonzalo Pizarro El Largo. El campamento principal de las tropas españolas se encontraba en San Germano, vigilando el paso del rio Garellano situado frente a esta localidad, en Ponte Corvo. El segundo paso sobre el río era el puente de Sessa, a la izquierda del dispositivo español; para su defensa el Gran Capitán tomó una torre fuerte que había en las proximidades y colocó en ella una fuerza de 500 infantes y 350 jinetes al mando de Pedro de Paz.

Los efectivos del Gran Capitán eran apenas 9.000 infantes y 3.000 caballos, de tropas españolas, italianas y alemanas. Los efectivos franceses eran prácticamente el triple: unos 30.000 hombres, entre los que incluía un cuerpo de mercenarios suizos de 8.000 soldados que se incorporaron en Parma, 9.000 caballos y un grandioso tren de artillería compuesto por 36 piezas; este ejército había sido reforzados con 4.000 soldados al mando del italiano marqués de Saluzzo, que habían desembarcado días antes en Gaeta.

13 de octubre: los franceses cruzan el río por primera vez.

El 13 de octubre el ejército francés cruzó el rio Garellano por el vado de Ceprano, situado más allá del extremo derecho del dispositivo defensivo español. Una vez en la orilla izquierda, los franceses se dirigieron a atacar Roca Seca. El Gran Capitán envió en su socorro una columna de Infantería al mando de Pedro Navarro y Diego García de Paredes por caminos de montaña, mientras que por el llano envió a Próspero Colonna con la Caballería de los hombres de armas. En Roca Seca las tropas de Zamudio, Pizarro y Villalba resistieron y rechazaron los asaltos de los franceses, que se retiraron nada más aparecer por la montaña la Infantería española de refuerzo.



Mapa que permite seguir la situación y movimientos de las fuerzas españolas y francesas en octubre de 1503.

Tras esta primera intentona, el marqués de Mantua dirigió el ejército a Aquino, localidad situada entre el paso de Ponte Corvo y San Germano. El Gran Capitán marchó con sus fuerzas a colocarse entre Aquino y Ponte Corvo, para encerrar al ejército francés entre él mismo, el rio y las plazas y guarniciones de Roca Seca, Montecasino y San Germano. El marqués de Mantua comprendió el peligro que se cernía sobre él y cruzó el rio por Ponte Corvo antes de que llegasen los españoles. A pesar de ello, la vanguardia española cayó sobre la retaguardia francesa, les causó numerosas bajas y les obligó a repasar el río. El ejército francés se fortificó en la orilla derecha del Garellano, y el Gran Capitán regresó con sus tropas a San Germano.

Los franceses intentan cruzar el río por segunda vez.

Mientras el Gran Capitán permanecía a la espectativa tras haber comprobado que el dispositivo defensivo montado tras el rio Garellano funcionaba, el marqués de Mantua decidió atacar de nuevo. Para ello los franceses marcharon a sitiar Roca Guillermina, fortificación ubicada a la derecha del río. Simultáneamente el marqués destacó unas compañias para tender un puente sobre el rio Garellano al abrigo de Roca Andria. Esta era una fortificación situada en la orilla izquierda entre San Germano y la desembocadura del rio. Pero Diego García de Paredes, el Sansón extremeño, fue enviado contra Roca Andria, la tomó en un solo día, e impidió el lanzamiento del puente.

6 de noviembre: los franceses intentan cruzar el río por tercera vez.

Tras este nuevo revés, el marqués decidió cruzar el río de nuevo por el puente de Sessa y caer sobre los españoles. El plan consistía en marchar rio abajo hacia la desembocadura del Garellano, construir un puente sobre barcas junto al puente original, que había sido destruido por los españoles, cruzar el río, marchar rio arriba por la orilla izquierda, caer por sorpresa sobre el campamento español de San Germano y batirlos simultáneamente con los fuegos de su potente artillería asentada en una altura cercana a San Germano que ya habían identificado.

La ejecución del plan se inició el 6 de noviembre conforme lo previsto, pues los franceses consiguieron cruzar el rio Garellano y sorprender a la guarnición española que vigilaba aquel sector al mando de Pedro de Paz. Pero la resistencia que éste presentó fue suficiente para que llegasen en su socorro primero las tropas de Pedro Navarro y seguidamente las del propio Gran Capitán, que cabalgaba al frente de sus tropas blandiendo una alabarda. A pesar de ello, los franceses consiguieron acabar de tender un puente sobre barcas gracias a los fuegos de su artillería, ventajosamente emplazada para apoyar el trabajo de los pontoneros. Los franceses cruzaron el río y se apoderaron de una trinchera levantada por los españoles a corta distancia del margen del río. Siguió un combate cuerpo a cuerpo en el que el marqués de Mantua se vió imposibilitado de utilizar su artillería. Aquel día los capitanes españoles pelearon como simples soldados, dispuestos a vencer o morir por su jefe.

La resistencia francesa fue finalmente quebrada gracias al empuje de Diego García de Paredes y se vieron forzados a repasar el rio Garellano por el puente de barcas recién construido. En el campo de batalla los franceses abandonaron muchos cadáveres. El río se llevó aguas abajo muchos de los hombres y caballos que intentaron cruzar a nado hacia la otra orilla.

La victoria española aquel día no impidió que el ejército francés siguiese acampado frente al español al otro lado del río, pero sirvió para eliminar un peligro que cayó sobre ellos y para demostrar a los franceses su carácter combatiente. Dias antes el marqués de Mantua había recriminado a Ivo de Alegre con las siguientes palabras:

    - "No sé cómo os dejásteis desbaratar en Ceriñola por aquella canalla."

Tras el combate de este día, Ivo de Alegre le respondió al marqués:

    - "Estos son los españoles que nos desbarataron; considerad ahora lo que es esa canalla de que hablabais."

El marqués de Mantua sufrió un duro revés con la derrota del 6 de noviembre. Había perdido el presigio ante sus soldados, que le odiaban por su dureza en el mando; sus subordinados inmediatos le obedecían con visible disgusto y las disensiones con él, ocultas al principio, llegaron a hacerse públicas. Por ello el marqués de Mantua cedió el mando del ejército al marqués de Saluzzo, otro italiano, y abandonó aquel ejército que tanto le odiaba.

El descalabro francés del día 28 de diciembre.

A la victoria del 6 de noviembre siguieron unos días de fuertes tormentas y lluvias torrenciales que convirtieron los campamentos en auténticos lozadales. El campamento español estaba situado más bajo que el francés y se llevó la peor parte. A este inconveniente, que acrecentaba las penalidades del ejército español, se unió el hecho de la falta de pagas a los soldados. Hubo conatos de amotinamiento. Algunos capitanes y soldados opinaban abiertamente que debían levantar el campo e ir a Capua a invernar. Pero el Gran Capitán apaciguó aquel estado de ánimos con energía y afirmando que se negaba a abandonar allí al ejército francés sin intentar un ataque decisivo. Y añadió:

    - "Más quiero la muerte dando dos pasos adelante que cien años de vida dando un solo paso atrás."

Por aquel entonces el embajador español, en comunicación y de acuerdo con el Gran Capitán, logró atraerse a los Ursinos al partido español, de modo que el jefe de esta poderosa familia italiana, Bartolomé Albiano, se presentó en el campamento español con un refuerzo de 3.000 soldados. Fue entonces cuando el Gran Capitán creyó llegado el momento de atacar al ejército francés acampado frente a él en la orilla derecha del río Garellano.

El plan concebido por el Gran Capitán pasaba por hacer creer al marqués de Saluzzo que iba a retirarse a invernar, y para ello realizó una serie de movimientos de tropas para convencer al francés que se dirigía a Volturno. Al verlo, el marqués cayó en la trampa: relajó la vigilancia, envió soldados a retaguardia, permitió a sus oficiales descansar en los pueblos vecinos. Concertó con el Gran Capitán una tregua navideña los días 25 y 26 de diciembre, al finalizar la cual el marqués creía que significaba el fin de las operaciones de la campaña de ese año. Pero el plan del Gran Capitán era atacar entonces.

Desde hacía varias semanas, el almirante Juan López de Lazcano, que había organizado sus marineros en unidades de Infantería, se encontraba en Mondragone, a una quincena de kilómetros al sur del campamento español de Sessa, construyendo tres pontones que debería trasladar a un punto del río Garellano, al norte del dispositivo francés, y montarlo lo más rápido posible. El Gran Capitán pretendía dejar una fuerza en Cintura, muy cerca del campamento español de Sessa y frente al puente que los franceses había tratado de cruzar durante su fracasada jornada del 6 de noviembre, con objeto de hacer creer a los franceses que seguían allí. Otra fuerza marcharía al norte para cruzar el río. Una vez cruzado, atacaría a los franceses con aquella fuerza hasta tomar el campamento francés, que estaba en Traietto. Solo entonces permitiría a la fuerza que permanecía en Cintura atravesar el río y unirse a la persecución.

Durante la madrugada del 27 al 28 de diciembre las fuerzas del Gran Capitán se distribuyeron como sigue:

  • Juan López de Lazcano partió desde Mondragone hacia el punto de cruze, situado a unos 27 kilómetros, al este de Castelforte Suio y cerca de éstos. Transportaba los tres pontones despiezados y cargados en mulas. Al llegar al punto de cruce, comenzó a dirigir los trabajos de descarga de las piezas y montaje de los pontones sobre el río.

  • El Gran Capitán partió desde Cintura con 8.500 soldados de Infantería y 230 jinetes, encudrados como sigue: Bartolomé Albiano, al frente de sus 3.000 hombres; Pedro Navarro y Diego García de Paredes, al frente de 3.500 rodeleros y arcabuceros; 30 jinetes de caballería pesada y 200 de caballería ligera, al mando de Próspero Colonna; y, por último, cerraba la marcha el propio Gran Capitán con 2.000 lansquenetes alemanes. Todos cubrieron sin novedad la quincena de kilómetros que les separaba del punto de cruce del río.

  • Fernando de Andrade y Diego López de Mendoza quedaron en Cintura con sus hombres, para evitar las sospechas de los franceses y esperar la orden del Gran Capitán; entonces repararían el puente francés, cruzarían el río y se unirían a la persecución.





Mapa que muestra el desarrollo de la batalla de Garellano (Fuente: elaboración propia).

Al amanecer del 28 de diciembre el puente estaba terminado y las fuerzas del Gran Capitán comenzaron a cruzarlo. Primero Bartolomé Albione con sus hombres; luego Pedro Navarro y Diego García de Peredes con los suyos, seguidos por la caballería de Próspero Colonna. Cerró el Gran Capitán con los lansquenetes. Suio, guarnedida con 300 ballesteros normandos, cayó a la primera acometida; al poco tiempo le siguió Castelforte, que no pudo aguantar el ataque que se le vino encima. El siguiente objetivo del Gran Capitán era Vallefredda, situada al norte y última guarnición francesa en la zona; estaba defendida por Ives d´Alègre, veterano noble francés de las campañas italianas desde la época del rey carlos VIII, pero no pudo contener inesperada la acometida enemiga y cayó con escasa resistencia. Las tropas del Gran Capitán se deicaron a perseguir a los franceses durante todo el día y a consolidar lo conquistado. Ese día, el Gran Capitán durmió en Castelforte.

En vista del mal tiempo reinante desde hacía un mes y medio y de que las lluvias no cesaban, y del engaño al que le sometió el Gran Capitán, el marqués de Saluzzo había decidio retirarse a Gaeta a pasar el invierno, por creer imposible realizar ninguna operación militar en aquellas condiciones climatológicas. Ya había tomado acciones para iniciar esta retirada, pues había embarcado la artillería para que la llevasen río abajo hasta el golfo de Gaeta, ya que su traslado por aquellos empantanados caminos era impracticable y habría impedido la marcha del ejército francés. Muchas de las piezas de Artillería naufragarían por las malas condiciones de las aguas; otras serían capturadas por los españoles. Por tanto, su sorpresa fue grande cuando los supervivientes del ataque a Suio le anunciaron al anochecer de ese día en el campamento de Traietto la llegada inmimente de los españoles. El marqués convocó un consejo de oficiales y ordenó la inmediata retirada a Gaeta.

Cuando en la mañana del 29 de diciembre las tropas de Bartolomé Albiano y Pedro Navarro llegaron al campamento francés lo encontraron vacío. El Gran Capitán ordenó entonces la reparación del puente francés y el avance de las tropas de Andrade y López de Mendoza, de forma que se uniesen a la persecución por el camino de la costa en cuanto cruzasen el río. Ordenó a Próspero Colonna que persiguiera con la Caballería a los franceses, sin dejar de hostigarles. Ordenó a Bartolomé Albiano que marchara con rapidez por el norte para envolver a los franceses, cortarles la retirada e impedir que se refugiaran en Gaeta. Por último, el resto de sus fuerzas proseguiría la persecución destrás de los franceses, hacia Mola y Gaeta.

En su retirada los franceses tropezaron con un desfiladero en la que una pasarela cruzaba un río que ibas además, bastate crecido y que añadía inseguridad al lugar. Allí fueron alcanzados por la caballería de Próspero Colonna. El marqués de Saluzzo decidió hacerles frente para evitar que la retirada se convirtiese en un descalabro total. Por tanto, Pierre Terrail, más conoido como el caballero Boyardo, que había estado toda la noche protegiendo la retaguardia francesa de los ataque españoles, formó en batalla a sus escasos "hombres de armas" y se lanzó en una carga contra la caballería de Colonna. El choque fue brutal. Los caballos de Colonna retrocedieron y se toparon con los lansquenetes alemanes que marchan a continuación. La sorpresa fue tal que éstos quedaron inmóviles sin reaccionar. El Gran Capitán tuvo que tomar el mando rápidamente, los organizó de nuevo y les hizo formar el cuadro. La segunda carga del caballero Boyardo no consiguió penetrar el cuadro de lansquenes y allí perdió la mayoría de los hombres que le quedaban.

Los franceses se dispusieron a defender el paso del desfiladero, pero la llegada de los hombres de Pedro Navarro, Diego García de Paredes, Fernando de Andrade y Diego López de Mendoza hizo desistir a los franceses de su empeño. Por la tarde, el marqués de Saluzzo ordenó una retirada general hasta alcanzar Mola, con intención de pernoctar allí. La retirada fue muy desordenada. Los franceses dejaban abandonado su material de guerra y muchos soldados fueron muertos o hechos prisioneros. El único que combatió a los españoles hasta la extenuación fue el caballero Boyardo, que dejó de hacerlo al caer la noche. El Gran Capitán ordenó a Pedro Navarro y a Diego García de Paredes que marcharan fuera de caminos hasta colocarse detrás de Mola para cortar la retirada al enemigo y atacarles de flanco y por su retaguardia.

Al amanecer del día siguiente, 30 de diciembre, los franceses salieron de Mola. Les seguía el grueso del ejército español y cuando les alcanzaron, las tropas de Pedro Navarro y Diego García de Paredes cayeron sobre ellos, provocando el colapso de los franceses, que se desbandaron e iniciaron una desordenada huida perseguidos por la Caballería de Colonna, abandonando la Artillería que llevaban consigo, banderas, equipajes y carros de transporte. La plaza de Mola, defendida por el genovés Bernardo Adorno con instrucciones de ganar algo de tiempo, sucumbió ante los españoles. Los supervivientes de aquel día se refugiaron en Gaeta, mientras que el ejército vencedor acampó aquel día en Castiglione, frente a Gaeta.

El 31 de diciembre los supervivientes del desastre llegaron ante Gaeta. El marqués de Saluzzo e Ives d´Alègre pretendían organizar la defensa de la plaza. Para ello el marqués ordenó a unas compañías ocupar posiciones en el Monte Orlando, clave para la defensa de la plaza y que en la desordenada huidas nadie se había preocupado en guarnecer. Pero los franceses encontraron en el monte a unidades españolas que seles habían adelantado y que les rechazaron cuando intentaron subir. Ello significaba que Gaeta estaba perdida sin remedio; el marqués de Saluzzo no tenía más opción que rendirse.

El 1 de enero de 1504, el Gran Capitan y el marqués de saluzzo firmaron la capitulación de éste. Se estipuló el intercambio de prisioneros y la salida del ejército francés. El marqués y sus altos oficiales viajarían por mar de vuelta a Francia en dos carracas francesas recientemente capturadas y "gentilmente" devueltas; en su viaje por la costa fueron víctima de toda clase de violencia por parte de los lugareños italianos, en venganza de las tropelías causadas por los franceses. Al llegar a Francia, el rey Luis XII les prohibió la entrada al reino como castigo a su derrota y capitulación.

La destrucción del ejército francés fue total. Aparte de las innumerables pérdidas de material, especialmente de toda su Artillería, los franceses sufrieron entre tres y cuatro mil muertos, y otros tantos desaparecidos y prisioneros. Los supervivientes tuvieron que regresar andando a casa. En el camino muchos murieron por las penalidades de la marcha, por las enfermedades o por sus heridas de guerra. Solo regresó un tercio del ejército francés.


  • Historia Militar. Academia de Infantería. Segundo Curso, Guadalajara, 1945, página 70.
  • César Silió Cortés. Isabel la Católica. Espasa-Calpe. Madrid, 1973. Página 364.
  • Wikiwand.