LA CONQUISTA DEL PEÑÓN DE VÉLEZ DE LA GOMERA

(1-6 de septiembre de 1564)

"... y haciendo S.M. lo que se espera en repararle como conviene, tiene en él una puerta segura de la Berbería, y ha quitado una cueva de ladrones de allí, desde donde hacían tantos males y robos como es notorio."

(Carta de Francisco Escobar al rey Felipe II en su informe sobre la conquista del peñón)






El peñon de Vélez de la Gomera es una roca pelada situada entre Ceuta y Melilla, a 117 kilómetros de la primera y a 126 de la segunda, al oeste de la zona de influencia de la bahía de Alhucemas. Tiene 250 metros de largo, una anchura que oscila entre los 15 y los 100 metros, y una altura máxima de 87 metros. Está separado 85 metros de la costa del norte de África, frente a la desembocadura del río Tameda y a la actual población de Bades, si bien un terremoto ocurrido en 1930 lo ha unido al continente mediante un pequeño istmo.



Mapa de bahía de Alhucemas y su entorno. A la derecha, a unos 30 kilómetros, se erige el peñón de Velez de la Gomera, frente a la actual playa de Bades. (Fuente: Biblioteca Virtual de Defensa, referencia mar-c.22-27).

Su excelente situación junto a una pequeña ensenada, su configuración rocosa y escarpada hicieron de él un refugio de los piratas berberiscos que de antiguo asolaban las costas andaluzas y levantinas españolas, haciendo presas en las aguas del Mediterráneo occidental y poniendo el peligro constante el comercio marítimo.

A pesar de haber perdido las plazas de Melilla en 1497 y Mazalquivir en 1505, los piratas berberiscos seguían atacando las costas españolas, especialmente después de haber derrotado en junio de 1507 al Alcaide de los Donceles, don Diego Fernández de Córdoba, en su intento de conquistar Orán. En 1508 se atrevieron a atacar las costas sevillanas, y el rey don Fernando el Católico ordenó a Pedro Navarro que les cortase la retirada con la escuadra. Pedro Navarro se hizo a la mar en Málaga, alcanzó a alguna de las naves agresoras y las persiguió hasta el puerto de Vélez, sólidamente defendido por el peñón de Vélez de la Gomera.

Los moros defensores del peñón creyeron que la intención de los cristianos era apoderarse de la ciudad, por lo que abandonaron el peñón para reforzar su defensa. De esta manera, Pedro Navarro se apoderó del peñón de Vélez de la Gomera el 23 de julio de 1508, dejando allí una guarnición al mando de Juan de Villalobos.



Peñón de Vélez de la Gomera. Año 2007. (Fuente: Dominio público. Wikipedia).

La conquista de este estratégico peñón le acarreó al rey Fernando el Católico complicaciones diplomáticas con el vecino reino de Portugal. El Tratado de Tordesillas establecía la región de Fez, a la que pertenecía el peñón, como zona de dominio portugués. No obstante, al tratarse de una plaza importante para la defensa de las costas españolas, Fernando el Católico acometió el asunto con diplomacia y buena disposición, llegando a un acuerdo el 18 de septiembre de 1509 mediante el Convenio de Cintra, pacto que establecía que Vélez de la Gomera era cedida a Castilla, así como toda la costa de allí a Melilla a cambio de la costa africana frontal a Canarias, entre los cabos Bojador y Num, con la excepción de un pequeño enclave costero de nombre Santa Cruz de la Mar Pequeña.

Los berberiscos trataron de reconquistar el peñón varias veces, sin conseguirlo. El 22 de diciembre de 1522 los moros de Fez engañaron al alcaide Juan de Villalobos mediante un ardiz del que desconocemos los detalles (hay quien dice que fue a través de una joven que se dejó seducir) y consiguieron que les dejase entrar. Los moros atacaron, pasaron a cuchillo a toda la desprevenida guarnición y conquistaron el peñón.

En 1525 Carlos I ordenó a Luis Hurtado de Mendoza y Pacheco, marqués de Mondejar y capitán general de la costa y reino de Granada, que mandara una expedición desde Málaga contra el peñón. El intento acabó en fracaso. Muchos de los soldados que desembarcaron fueron muertos, y las galeras sufrieron los estragos que hacía en ellas la artillería musulmana.



Peñón de Vélez de la Gomera. Año 1930. (Fuente: Biblioteca Virtual de Defensa, referencia F.08346).

Poco después el peñón cayó en manos de los piratas argelinos y finalmente pasó en manos turcas. El peñón volvió a convertirse en un nido de piratas, que lo utilizaron durante cuarenta años como base y refugio para sus expediciones de rapiña en las costas españoles y atacar a los barcos mercantes en el Mediterraneo occidental. Vélez se había convertido en un astillero donde se construían unas de las mejores galeotas berberiscas. De su enorme importancia da cuenta el hecho de que el peñón estaba en manos turcas, defendiéndolo de los cristianos y evitando que con su presencia cayera en manos bereberes.

En 1563 el rey Felipe II recibió un informe del alcaide de Melilla, Pedro de Venegas, que decía que el peñón estaba desguarnecido, pues su jefe, un tal Kará Mustafá, había partido de expedición con sus naves dejando a su segundo, un renegado español llamado Ferret, con 200 hombres. Felipe II ordenó entonces su conquista definitiva.

Sancho Martínez de Leyva, capitán general de las galeras de Nápoles, fue nombrado jefe de la expedición. Partió el 22 de julio de 1563 de Málaga al frente de flota de 50 galeras aprestada a toda prisa. Pedro de Venegas dirigiría el asalto. En alta mar se abrieron los sobres que contenían las órdenes y fue entonces cuando el resto de generales supieron que iban hacia el peñón de Vélez. Al llegar frente al peñón, desembarcaron una fuerza de unos 4.400 españoles e italianos en una zona situada a unas seis millas del peñón, llevando en vanguardia a los caballeros de San Juan. Llegaron a la ciudad de Vélez, que encontraron abandonada. Al día siguiente Leyva convocó un consejo de generales. Se puso de manifiesto que debían desembarcar la artillería de las galeras para batir las fortificaciones del peñón, subirlas penosamente al monte y asentarlas. Algunos plantearon que no tenían suficientes hombres para repeler un ataque en fuerza de los moros, por lo que la opinión mayoritaria fue la de reembarcar en los buques y regresar.

No obstante, Alvaro de Bazán el Mozo, hijo del gran marino del mismo nombre, dejó patente su opinión de que debían quedarse y atacar el peñón, pues esas eran las órdenes recibidas. Propuso establecer cuatro cañones de batir frente a la fortaleza, dividir las cincuenta galeras en dos grupos de 25 y con ellos cañonear la fortaleza desde ambos lados del peñón, si bien reconocía que los cañones de las galeras no servirían para demoler ninguna fortificación sino para matar enemigos. Añadió que si se retiraban, los turcos reforzarían la guarnición y fortificaciones del peñón, y el prestigio de España quedaría comprometido Su opinión fue respaldada por otros generales.

Tras finalizar las deliberaciones, Leyva decidió comenzar el reembarque una hora antes del amanecer, y regresar a Málaga, a cuyo puerto llegó el 2 de agosto.



Peñón de Vélez de la Gomera. Año 1925. (Fuente: Biblioteca Virtual de Defensa, referencia F.06189).

El rey quedó bastante contrariado y decidió organizar una flota y ejército en toda regla para acometer la empresa. Le llegaron noticias de que el sultán Solimán estaba reuniendo una escuadra para atacar La Goleta o las Baleares en primavera, por lo que Felipe II solicitó ayuda al rey de Portugal, a los duques de Saboya y Florencia y al señor de Génova, mientras que aprestaba las fuerzas de Nápoles y Sicilia, donde además aceleró la construcción de nuevas galeras. El papa apoyó la causa del rey de España declarando la guerra contra los infieles. Felipe II completó las medidas con el aprestamiento de cien chalupas y zabras de pescadores de Galia y Cantabria, naves de 70 toneladas que, bien artilladas y manejadas, reforzarían a las galeras y servirían de transporte de caballos y artillería.

Llegado a Barcelona para visitar las obras de las atarazanas que estaban construyéndose allí, el rey decidió designar al virrey de Cataluña, don García de Toledo, marqués de Villafranca, como jefe de la expedición, que fue nombrado capitán general del mar Mediterráneo, con plenos poderes para implantar disciplina.

Los preparativos para reunir la escuadra y el ejército duraron hasta la primavera de 1564, y continuaron a pesar de las noticias de que el sultán había desetimado reunir la flota para aquel año. Felipe II desmovilizó las cien chalupas del Cantábrico, pero se quedó con una quincena de ellas, y ordenó a don García que marchara a Italia a recoger las galeras de Saboya, Florencia y Génova, embarcar soldados alemanes en la Spezzia, y a continuación los soldaos españoles e italianos de Lombardía, Nápoles y Sicilia, así como la artillería, picos y palas, provisiones y enseres necesarios para la empresa.



Plano del peñón de Vélez de la Gomera. Año 1910. (Fuente: Biblioteca Nacional e España).

Los rumores sobre la formación de una nueva flota por el rey Felipe II alarmaron a los turcos, quienes aumentaron los ataques contra las costas españolas para tratar de saber si el destino de aquella sería Argel, Bona, Bujía o Trípoli, sin imaginar que sería el peñón de Vélez.

Don García de Toledo reunió una flota de 150 naves. En ella figuraba una escuadra de 93 galeras:

  • 14 galeras de don García de Toledo.
  • 12 galeras de España, al mando de don Álvaro de Bazán.
  • 5 galeras de la orden de San Juan de Malta, al mando del general francés F. Juan Exio, comendador de Giou.
  • 10 galeras del duque de Saboya, al mando del general Andreu Provana, conde de Sofrasco.
  • 7 galeras del duque de Florencia, al mando del general Jacome D´Apiano, señor de Piombino.
  • 8 galeras del rey de Portugal, al mando del general Francisco Barreto.
  • 11 galeras de Nápoles, al mando de Sancho Martínez de Leyva.
  • 10 galeras de Sicilia, al mando del general Fadrique de Carvajal.
  • 12 galeras de Génova, al mando del general Andrea Doria.
  • 4 galeras de Génova, al mando del general marco Centurión.

A ella se unió una flota de 56 naves de transporte de diferente porte: las 15 chalupas cantábricas al mando de Alonso de Bazán, una urca grande con municiones, 35 naves de transporte y 1 galeón y 4 caravelas de Portugal.

El ejército embarcado estaba formado por unos 16.000 infantes españoles, italianos y alemanes, así como 200 jinetes de las costas de Granada y gran número de caballeros voluntarios enrolados a costa propia.

La escuadra salió de Málaga el 29 de agosto de 1564.





El alcaide de la fortaleza del peñón de Vélez era un tal Kará-Mustafá. Éste había aumentado la altura y grosor de las murallas construidas por los españoles entre 1508 y 1522. El gobernador turco se creía dentro de una fortaleza inexpugnable. Además, enterado de los planes españoles, había hecho acumulación de víveres para un año y enviado emisarios a su señor, el rey de Fez, pidiendo que le enviase una fuerza de rescate capaz de hacer levantar el sitio a los españoles. Confiado en la fuerza de su posición, se echó a la mar a proseguir con sus actividades de corso, dejando 200 hombres al mando del renegado español Ferret la defensa del peñón.

La noche del 31 de agosto la flota española llegó a la costa. Asombrados ante inesperada vista de tantos barcos a sus aguas, los habitantes de la ciudad huyeron a las sierras de los alrededores. Los turcos de la fortaleza prendieron fuego a tres naves catalanas que tenían apresadas y se encerraron en las murallas.

El 1 de septiembre se procedió al desembarco de las tropas y los pertrechos que guerra en la playa de Alcalá. Con la seguridad en la que vivían los turcos, habían descuidado asegurar el fuerte de Alcalá, que estaba en la costa protegiendo el acceso por mar al peñón, y lo habían dejado sin artillería y sin guarnición. La primera orden de don García fue la toma del fuerte de Alcalá, que rodeó de un campo atrincherado y convirtió en depósito de municiones y víveres. Don García mantuvo una férrea disciplina y supo contener con energía la acometividad de sus hombres, amenazando con pena de muerte a todo aquel que abandonara su posición para enfrentarse a los moros que los hostigaban constantemente, acercándose de vez en cuando, veloces a caballo, para disparar sus armas sobre los cristianos y volver grupas en seguida.

Dio órdenes para amarrar bien la flota. Hizo un breve reconocimiento de la zona y solo entonces ordenó la marcha del grueso del ejército sobre la ciudad, formada en tres escalones con la artillería y los carruajes en medio y fuertes flanqueos por la cumbre de los montes. La marcha se hizo sufriendo los efectos del calor y de la falta de agua potable, llevando las piezas penosamente a mano por imposibilidad de hacerlas rodar por aquel infernal suelo lleno de piedras y cantos. Los caballeros de Malta marchaban en vanguardia. La retaguardia fue atacada sin éxito por un grupo de caballería rifeña, que fue perseguida por la caballería ligera al mando de don Juan de Villaroel.



Plano del peñón de Vélez de la Gomera. Año 1764. (Fuente: Biblioteca Virtual de Defensa, referencia ml-6-14).

Al llegar a la ciudad, que encontró vacía, hizo construir una trinchera para las piezas de artillería de campaña para defender la posición de posibles ataques desde el exterior. De regreso en la playa, mandó construir un bastión para seis piezas de artillería de sitio, a escasos 250 pasos de la muralla.

El formidable aspecto de la fortaleza hizo que varios oficiales dijeran que “que era intento temerario tomar una fortaleza de tan singular asiento y que parecía inexpugnable.” De hecho, la opinión de muchos personajes de la época era que aquel risco que se elevaba imponente sobre el agua merecía el calificativo de insigne e inexpugnable, estimando que tan solo podía ganarse por el hambre. Un tal Francisco Escobar escribió al rey Felipe II un informe sobre lo ocurrido durante el ataque al peñón de Vélez, y en él dice lo siguiente:

    “Si fueran hombres los que estaban dentro, aunque les batieran todo lo que estaba edificado, que es de tierra y muy ruin edificio, quedaban tan fuertes que hubiera para haberlo de ganar, porque tiene la subida tan áspera por todas partes que aun en paz hay que hacer para subir a él, cuanto y más en la guerra.”

Finalizada de emplazar la batería, mandó una intimación de rendición a la guarnición de la fortaleza del peñón. Como los turcos la rechazaron, don García ordenó abrir fuego. A la batería de la playa se unieron los cañones de las galeras y del galeón de Portugal. El primer día quedaron desmontadas varias piezas y derruidas dos torres. Por la parte de tierra, fueron rechazados todos los intentos de ataque que hicieron los berberiscos, que hostigaban constantemente a los cristianos y que les impedían cualquier atisbo de tranquilidad.



Plano del peñón de Vélez de la Gomera. Año 1775. (Fuente: Biblioteca Virtual de Defensa, referencia ml-6-20).

Durante la noche don García ordenó subir dos piezas a un peñasco que dominaba la fortaleza y situado a un tiro de ballesta de ella. Antes del amanecer estaban emplazadas y listas para hacer fuego.

Vista la situación del sitio al que se les iba a someter, su inferioridad numérica y la ausencia de noticias de Fez, los defensores decidieron abandonar la fortaleza. La noche del 5 de septiembre, el renegado Ferret aprovechó la oscuridad para llevar a sus hombres a tierra a nado o en esquifes. Se quedaron una veintena de turcos que, o no pudieron o no quisieron seguirles.

Según una versión de los hechos, un renegado español desertó del campo enemigo y se acercó a Andrea Doria para informarle de que la fortaleza estaba vacía. Sea como fuere, al amanecer del día 6 de septiembre Andrea Doria notó algo extraño en la fortaleza y se acercó a ella embarcado en una chalupa, seguido de alguno de sus hombres. Allí se encontró con un oficial turco que no solo no le impidió el paso, sino que se lo franqueó y que le pidió clemencia para él y sus 27 hombres, que eran los únicos defensores que quedaban en la fortaleza.

Informado del asunto, don García de Toledo entró en la fortaleza y tomó posesión de ella. Los españoles obtuvieron una enorme victoria sin sufrir ninguna baja en su conquista, un botín de 25 cañones con toda su munición y todos los víveres acumulados por los turcos. Don García ordenó la pronta restauración de las obras destruidas. Dejó en el peñón una guarnición de 500 hombres (otros dicen que fueron 1.600 hombres) y a don Álvaro de Bazán para artillar la fortaleza convenientemente. A continuación, comenzó los trabajos de reembarque con el mayor orden posible, aunque siempre hostigado por el fuego intermitente de los rifeños. En un momento dado, llegaron los refuerzos del rey de Fez que había pedido el alcaide Kará Mustafá. Enfrentados a ellos, los españoles los pusieron en fuga.



Plano del peñón de Vélez de la Gomera. Año 1846. (Fuente: Biblioteca Nacional de España).

Don García escribió al rey Felipe II ese mismo 6 de septiembre para decirle que

    “Dios ha servido dar a V.M. la victoria de la plaza del mundo más fuerte de sitio … Milagrosamente ha dado a V.M. el buen subceso, porque dende el estrecho de Constantinopla hasta el de Gibraltar no hay plaza tan fuerte.”

El citado Francisco Escobar añadió en su informe al rey:

    “… y haciendo S.M. lo que se espera en repararle como conviene, tiene en él una puerta segura de la Berbería, y ha quitado una cieva de ladrones de allí, desde donde hacían tantos males y robos como es notorio.”

Tras finalizar los trabajos de reembarque, la flota zarpó el 13 de septiembre y llegó victoriosa a Málaga al anochecer del día siguiente. Había sufrido tan solo una treintena de bajs en toda la campaña. El júbilo se desbordó en Málaga, donde el Cabildo municipal ordenó que los arcabuceros que residían la ciudad acudiesen a la costa para recibir con disparos de honor a los que regresaban triunfantes. Como era de noche, las autoridades municipales colocaron doce grandes barriles de alquitrán para prenderlas e iluminar la noche malagueña. Colocaron también una vela de sebo en cada almena de la muralla. Pidieron que los vecinos colocaran luces en las ventanas y puertas de sus casas, y que saliesen a caballo la Justicia, regidores y caballeros principales de la ciudad, en procesión hasta el mar, donde encendieron los hachones que cada uno portaba. El espectáculo fue espléndido, grandioso. Las fiestas por la victoria obtenida en Málaga duraron tres días.

Al día siguiente, 14 de septiembre, comenzó el desembarco de la tropa y los pertrechos de guerra. El rey Felipe II, agradecido, recompensó a don García nombrándolo virrey de Sicilia. Éste elogió el comportamiento de Sancho Martinez de Leyva, que mandaba la vanguardia durante la marcha del primer día, y de Andrea Doria, encargado de la artillería que emplazó en la montaña.

La noticia de la caída del peñón de Vélez fue celebrada con alegría en el resto de España, Italia y Portugal.

En 1680 Muley Amet intentó sin éxito la toma de la fortaleza con un ataque al frente de 10.000 hombres. En 1701 Muley Sidam repitió el intento con efectivos más numerosos. A pesar de estos y otros intentos, el Peñón de Vélez de la Gomera sigue siendo territorio español.