Rosetón que adornaba el fronstispicio de la Academia en Barcelona. Representa a la diosa Minerva, rodeada del lema "NUNC MINERVA, POSTEA PALAS", que simboliza la importancia que tiene el conocimiento teórico para despues aplicarlo en la guerra."





La Real Academia Militar de Matemáticas de Barcelona fue uno de los centros docentes españoles más importantes del siglo XVIII. Dedicado a la formación de los oficiales aspirantes al ingreso en el Real Cuerpo de Ingenieros, unió sus funciones castrenses a la actuar al servicio de la Corona para organizar los territorios del Imperio Español.

La Academia estuvo siempre regida por ingenieros militares, actuó durante décadas para elevar el nivel científico de los oficiales de Infantería, Caballería y Dragones, y como academia de formación para el ingreso en los cuerpos de Ingenieros y Artillería, si bien éstos últimos tenían una clase específica de Artillería desde 1725 en la Ciudadela de Barcelona, a cargo de Guillermo Corail, y se desligaron de la Academia de Matemáticas con ocasión de la creación de una academia específica para la formación de los oficiales de Artillería en 1751.

Sus antecedentes se encuentran en la Clase de Matemáticas y Fortificación que el capitán e ingeniero don Francisco Larrondo de Mauleón había establecido en el palacio de los Virreyes de Barcelona en 1694 y que fue suspendida en 1697 cuando las necesidades del servicio exigieron la presencia de Mauleón en campaña. En 1699 el capitán Mauleón publicó su obra "Estoque de la guerra", que incluía tratados de Fortificación, Arte Militar y Minas.

Cuando se decidió trasladar la Cátedra de Matemáticas de Madrid a Barcelona, el Consejo de Guerra pidió un informe a don Sebastián Fernández de Medrano sobre la organización de su academia de Bruselas, con objeto de tratar de aplicarla en Barcelona. Medrano envió el informe y S.M. El Rey Carlos II expidió un despacho el 22 de enero de 1700 estableciendo la Academia Militar de Matemáticas en Barcelona y mandando poner edictos en la Secretaría de Guerra convocando profesores.

El virrey de Cataluña, el Príncipe de Darmstadt, propuso al capitán Mauleón como director del nuevo centro académico. Pero el 1 de noviembre el rey Carlos II falleció sin herederos, creando un grave problema dinástico en toda Europa y que sería origen de la Guerra de Sucesión Española (1702 - 1714). El cardenal Portocarrero quedó como Regente del Reino hasta la llegada del designado Felipe V. Como el Príncipe de Darmstadt era partidario del pretendiente Archiduque Carlos, su propuesta de nombrar a Mauleón no fue tenida en cuenta, a pesar de la fidelidad de este capitán con la causa del rey Felipe V.

El 22 de noviembre de 1700 el alférez D. José de Mendoza y Sandoval fue designado director de la Academia, concediéndole el grado de capitán de Infantería española. Se nombró ayudante suyo al teniente D. Agustín Stevens, que vino desde Bruselas enviado por el Elector de Baviera con el grado de capitán de Infantería valona. Seguramente ambos fueron alumnos de Medrano en la Academia de Matemáticas de Bruselas.

El 12 de agosto de 1701 el nuevo rey Felipe V ordenó que la nueva Academia de Barcelona se rigiese por el mismo Directorio que la Academia de Medrano en Bruselas. No se sabe si la nueva Academia llegó a funcionar de modo regular. El 8 de octubre de 1705 la ciudad de Barcelona cayó en poder de las tropas aliadas que apoyaban al pretendiente Archiduque Carlos, por lo que la Academia cesó sus actividades.







La fundación de la Academia se debió al Ingeniero General don Jorge Próspero de Verboom, que había sido alumno de D. Sebastián Fernández de Medrano en la Real Academia Militar de Matemáticas de Bruselas. El modelo de Medrano fue citado por el general Verboom en septiembre de 1712 y de nuevo en 1715, fechas en las que elevó sendos informes al Secretario de Guerra, marqués de Bedmar, sobre la organización de las enseñanzas de los ingenieros militares en España. Su propuesta no pudo llevarse a cabo inmediatamente debido al estado de guerra en España, finalizada la cual la atención del rey se centró en la Guerra de la Cuádruple Alianza (1717-21: expediciones de Cerdeña y Sicilia).

No obstante, fruto de su constancia, Próspero de Verboom logró establecer finalmente la Real Academia Militar de Matemáticas en Barcelona, de forma que el 15 de octubre de 1720 comenzó a funcionar bajo la dirección de D. Mateo Calabro.

Las clases de la Academia comenzaron en el edificio de la Ciudadela de Barcelona, que era un conjunto fortificado construido en el barrio de la Ribera por Próspero de Verboom entre 1715 y 1719, tras la cruenta conquista de Barcelona en septiembre de 1714. A sus clases asitían no solo los alumnos nombrados como tales, sino otros oficiales presentes en la plaza en espectativa de destino en calidad de oyentes. El proyecto de Próspero de Verboom contemplaba que el edificio de la Academia dispusiera de al menos dos salas con buena exposición y luz: una para las clases de matemáticas, con capacidad para 30 ó 40 alumnos, y otra de menor capacidad para las clases de dibujo y fortificación. En el proyecto también se contemplaba que en el edificio debían alojarse el director y sus tres profesores ayudantes, los cuatro pertenecientes al Cuerpo de Ingenieros.







Mateo Calabro había sido comisario de Artillería y se le nombró Ingeniero para ejercer la dirección de la Academia. Era un buen matemático y no mal profesor, pero tenía un carácter díscolo e independendiente y no escasa vanidad. Se resistía a depender del Ingeniero Director de Cataluña y del Ingeniero General, presentando dificultades sobre lo que se le ordenaba y llegando al extremo de negarse a remitir las relaciones de calificaciones de los alumnos. Por otra parte, Calabro dió a la Academia un impulso excesivamente científico, desarrollando en exceso la enseñanza del Álgebra, Cosmografía, Astronomía y Naútica, descuidando el Dibujo, la Fortificación y toda la parte práctica.

La dirección de Mateo Calabro, pues, estaba siendo demasiado polémica. Las primeras inquietudes y desazones sobre su dirección que tenemos por escrito datan de 1724. El 12 de enero de 1736 el propio Verboom confesó al conde de Glymes que "de cuantos disgustos he tenido en mi vida, ninguno me ha sido tan sensible como lo es éste." La gota que colmó el vaso fue, sin duda, el asunto del reglamento que debía de regir la Academia.

Desde su inicio, la Academia se había regido por costumbres habidas desde su creación, por reglas heredadas de la Academia de Bruselas y por instrucciones generales dictadas por el general Verboom. En septiembre de 1737 se aprobó un reglamento provisional de la Academia, que fue mandado observar por Real Orden dictada por el Ministro de la Guerra, duque de Montemar. Mateo Calabro se resistió a cumplirlo, lo que acabó de determinar su destitución. Por fin, tras dieciocho años al frente de la Academia, Mateo Calabro fue relevado de la dirección de la misma el 14 de marzo de 1738 mediante Real Orden del duque de Montemar dirigida al propio Calabro, por la cual se dice que Su Majestad había resuelto "mudar de mano" la dirección de la Academia.








Uniforme de Oficial del Cuerpo de Ingenieros (s.XVIII). Fotografía tomada en la Exposición "La Academia de Matemáticas de Barcelona. El legado de los Ingenieros militares". Atarazanas de Barcelona, julio de 2004.


El 26 de noviembre de 1735 el ingeniero ordinario don Pedro de Lucuze había sido nombrado ayudante en la Academia, tomando posesión el 14 de junio de 1736. En su propuesta para el cargo elevada al ministro D. José Patiño, Próspero de Verboom ya tenía intención de que Lucuze fuese el nuevo director, puesto que en ella dice que Lucuze era más capaz para dirigir la Academia que Calabro.

Dos años y medio más tarde, el 1 de marzo de 1738, el general Verboom propuso a don Pedro de Lucuze para que se encargara interinamente de la dirección de la Academia de Barcelona, diciendo que en él "concurrían las circunstancias de capacidad en la Matemáticas y demás ciencias concernientes a la profesión, buena conducta y particular genio para enseñar." El 3 de octubre de ese mismo año Verboom dijo al Ministro de la Guerra que, en vista de los buenos resultados que daba la dirección de Lucuze, se le debía nombrar en propiedad Director de la Academia y ascenderle al mismo tiempo a Ingeniero Segundo y teniente coronel.

En efecto, a Lucuze se le dió la dirección de la Academia, y la conservó hasta su fallecimiento en noviembre de 1779. Estos cuarenta años suponen la época más brillante de la Academia de Matemáticas de Barcelona. Por ella pasaron todos o casi todos los oficiales ingresados en aquel tiempo en el Cuerpo de Ingenieros y muchos otros oficiales de otras armas (Infantería, Caballería y Dragones; Artillería hasta 1751) que llegaron hasta las categorías más altas del Ejército.

Entre 1756 y 1758 don Pedro de Lucuze dirigió también la Real Sociedad Matemática por encargo del Conde de Aranda, simultaneando este cargo con el de Director de la Academia de Barcelona.









Ya se ha mencionado que la Academia abrió sus puertas en un edificio de la Ciudadela de Barcelona. No obstante, a partir de 1752 se trasladó al convento de San Agustín Viejo, un edificio de origen medieval que había sido arruinado en el asedio de Barcelona de 1714.

La reconstrucción del edificio del convento permitió instalar dentro a la Academia de Matemáticas, gracias a las obras realizadas a partir de 1752. El interior se decoró con pinturas alegóricas de la ciencia y la milicia, y con medallones dedicados a Minerva y Palas, diosas de la Sabiduría y de la Guerra respectivamente, y que hacían referencia al lema de la Academia: "Nunc Minerva, Postea Palas".

Debajo se muestran diversas fotografías del convento de San Agustín Viejo tomadas en el año 2004. Las primeras corresponden a la puerta trasera del convento (fechada en 1650), donde se observa un castillo, emblema del Arma de Ingenieros. Las siguientes son de las puertas de la fachada principal de la Academia, correspondientes al edificio construido en 1752 que, tras albergar diversos órganos del Ministerio de Defensa hasta la década de 1980, es ahora la sede del Museo del Chocolate de Barcelona.













Desde 1720 el Ingeniero General D. Jorge Próspero de Verboom, el director de la Real Academia D. Mateo Calabro y el ingeniero D. Andrés de los Cobos elaboraron diversos programas de estudios, que se unieron a un largo debate existente en aquellos años sobre la mejor manera de organizar los estudios científicos para los militares españoles. Cuando se llamó al ingeniero D. Pedro de Lucuze para que se integrase en el claustro de profesores se le encargó un informe al respecto, y éste presentó en 1737 un proyecto de Reglamento Provisional para las Academias Militares, cuya no aplicación fue la causa del cese de Mateo Calabro.

Don Pedro de Lucuze fue nombrado director de la Real Academia en 1738, y el 22 de julio de 1739 se promulgó una Real Orden por la que se aprobó la conocida como Ordenanza de 1739, "Ordenanzas e Instrucción para la enseñanza de las Matemáticas en la Real y Militar Academia que se ha establecido en Barcelona y las que en adelante se formaren".


Ex-libris de la Academia de Matemáticas de Barcelona.

En la Academia de Bruselas los estudios duraban dos años, el primero de estudios generales y el segundo más especializado para ingenieros y artilleros. En los debates de los años 20 y 30, las propuestas para la Academia de Barcelona consideraban siempre programas de tres años de estudios. La Ordenanza de 1739 estructuró definitivamente los estudios en tres años divididos en cuatro cursos de nueve meses cada uno. En los dos primeros se estudiaban "las partes de que debe hallarse instruido cualquier oficial del ejército para ejecutar los aciertos en los encargos que se le confiaren"; en los dos restantes, más especializados, "lo demás que han de saber un ingeniero y un oficial de artillería para el desempeño de sus empleos". Durante los tres años se estudiaban todas las partes de las matemáticas puras y mixtas, poniendo énfasis en los aspectos de interés para la formación de los militares y, en particular, en aquellos de utilidad directa para los ingenieros.

El curso que se explicó en la Academia de Barcelona se explicó también en las Academias de Orán y Ceuta y, ocasionalmente, en la de Artillería. Constaba de ocho tratados, los cuales podían subdividirse hasta totalizar la cifra de doce:

  • Tratado I: De la Aritmética. Números enteros; algoritmo lineal; razón y proporción en común; reglas de proporción; potencias y raíces; y progresiones.

  • Tratado II: De la Geometría Elemental. Elementos de Euclides; rectángulos que se forman sobre una línea recta dividida en partes; propiedades del círculo y de las líneas rectas que lo tocan y de las que están dentro de él; razón y propiedades de las figuras planas; prisma y paralelepípedo; pirámide, prisma, cilindro y esfera; secciones cónicas.

  • Tratado III: De la Trigonometría y Geometría práctica. Trigonometría plana; construcción de figuras planas; inscripción y circunscripción de las figuras rectas en el círculo; transformación de las figuras planas; uso de instrumentos; planimetría; estereometría; nivelamiento.

  • Tratado IV: De la Fortificación. Fortificación regular; fortificación irregular; fortificación efectiva sobre el terreno; fortificación de campaña.

  • Tratado V: De la Artillería. Naturaleza, composición, reconocimiento y conservación de la pólvora; artillería antigua y moderna, delineación de morteros, cañones, cureñas y armas; baterías de cañones y morteros; minas y contraminas; fuegos artificiales, tren de artillería e inventarios de las plazas.

  • Tratado VI: De la Cosmografía. La esfera celeste; geografía; hidrografía; naútica; cosas pertenecientes al tiempo.

  • Tratado VII: De la Estática. Movimiento de los cuerpos graves; maquinaria; hidráulica; compendio de óptica; principios generales de óptica; perspectiva;

  • Tratado VIII: De la Arquitectura Civil. Decoración y hermosura del edificio; firmeza y seguridad de las construcciones.

La inexistencia de manuales de texto adecuados en castellano y la necesidad de establecer un método de control sobre la enseñanza fueron los motivos por los cuales las enseñanzas eran dictadas por los profesores y copiadas por los alumnos. Este método de enseñanza estaba recogido en las Ordenanzas y se aplicó rigurosamente todos los cursos. La Ordenanza de 1739 obligaba a los alumnos a ir a clase "proveidos de papel, tinta, lapiz, y lo demás que se necesite para escribir la lección". Los profesores, a su vez, debían cuidar de la limpieza y aseo de los cuadernos, así como de que contenían las figuras que se habían empleado en las explicaciones de las lecciones. Tanto el Director de la Academia como el Inspector General del Real Cuerpo velaban por la pureza y limpieza de los apuntes.

Gracias a este método se conservan varios ejemplares manuscritos de estos "cuadernos de apuntes":

  • Biblioteca Nacional de Madrid, Manuscrito 6901: apuntes del alumno, posteriormente ingeniero, D. Blas de Lana, del Curso Matemático del Director D. Mateo Calabro.

  • Servicio Histórico Militar, Ms ML-R-235 A M-1028 y ss. Curso Matemático para la Instrucción de los Militares, impartido en las Academias de Orán y Barcelona y copiado por el ingeniero D. Antonio Remón Zarco Torralbo y Orbaneja, correspondiente al curso 1759-1760.

  • Servicio Histórico Militar, Ms ML-R-425 C. 1775/8 T VI. Dos copias de un Tratado VI sobre Cosmografía; una del alumno D. Carlos Cabrer y otra anónima, correspondientes al curso de 1776.

  • Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid: Copia de un Tratado VIII sobre Arquitectura Civil.

  • Fondo bibliográfico privado anónimo. Una copia del manuscrito obra en poder de la biblioteca de Historia de la Universidad de Barcelona.

En el primer curso se explicaban artimética, geometría, trigonometría, topografía y, un día a la semana, la esfera celeste. Los aprobados en los exámenes pasaban al segundo curso. Los suspendidos eran despedidos de la Academia, a no ser que una causa justificase el suspenso, en cuyo caso se admitía que repitiesen curso.

En el segundo curso se explicaba artillería, fortificación, ataque y defensa de las plazas, y táctica. Una vez aprobado, los alumnos que eran oficiales regresaban a sus regimientos provistos de un Certificado de Idoneidad, que les servía para sumar méritos en su carrera, y se encargaban de enseñar matemáticas a otros oficiales y cadetes de su unidad. Los alumnos que eran paisanos regresaban a sus domicilios sin derecho alguno, pues el único objeto con que se les admitía era el de difundir los conocimientos matemáticos por el pais.

Aquellos que deseaban ser Ingenieros o Artilleros pasaban al tercer curso, en el que se explicaba mecánica y máquinas, hidráulica, construcción, perspectiva y gnómónica y formación y empleo de las cartas geográficas.

El cuarto curso tenía un carácter eminentemente práctico; aunque se titulaba Curso de Dibujo, no sólo se aprendía a dibujar, sino que se estudiaba la formación de proyectos de edificios civiles y militares.

Los alumnos aprobados en el cuarto curso tenían dos meses para discutir con el Inspector del Real Cuerpo y el Director de la Academia, sobre todas las materias que habían estudiado, a fin de que éstos eligiesen a los tres mejores, quienes debían mantener en público conclusiones sobre los temas que les tocase en suerte. Acabadas las conclusiones, se concedían tres premios en votación secreta, que eran entregados solemnemente por el Capitán General de Cataluña:

  • Primer premio: una medalla de oro de 10 doblones, con el busto del rey Felipe V en el anverso y la inscripción "Philipus Quintus Hispaniorum el Indiarun Rex" a su alrededor. En el reverso, la efigie de la Fama con un clarín en la mano y señalando con la otra un grupo de instrumentos musicales y matemáticos, con la inscripción "Non nisi grandia canto".

  • Segundo premio: una medalla igual que la anterior, con el mismo anverso. En el reverso tenía el escudo de la Academia, formado por la diosa Minerva, armada y sentada sobre un león, y el letrero "Nunc Minerva Postea Palas".

  • Tercer premio: una medalla igual que las anteriores, con el mismo anverso. En el reverso, un león muerto de que salía un enjambre de abejas, y una orla que decía "Faciet dulcedo leonem".

Estos premios se llevaban pendientes de un ojal de la chupa del uniforme. Para ello, con el primero se entregaba una cadena de oro doble por valor de cuatro doblones; con el segundo premio se entregaba una cadena de oro sencillo por valor de dos doblones; en el tercero se entregaba una cinta de seda encarnada.







Según la citada Ordenanza de 1739, la inspección de la Academia corría a cargo del Ingeniero General, a quien sustituía en su ausencia el Ingeniero Director de Cataluña, confiándose la dirección y enseñanza exclusivamente a oficiales del Real Cuerpo de Ingenieros. El director de la Real Academia era el responsable de las enseñanzas y del funcionamiento de la Academia; presidía los exámenes, llevaba el control de los alumnos y debía entregar trimestralmente las notas de los mismos al Ingeniero General. Se le encargaba de explicar la tercera clase, dedicada a la enseñanza teórica (la cuarta hora se dedicaba al dibujo), aunque podía intervenir en las clases y explicar lo que considerara conveniente.

El número de alumnos de cada curso se fijó en 18 oficiales, 18 cadetes y cuatro caballeros particulares; habían de tener entre quince y treinta años de edad y ser españoles. Para ingresar en la Academia el director "tanteaba sus talentos e inclinaciones", haciendo volver a sus unidades a aquellos que superaban su examen.

El 29 de diciembre de 1751 el rey Fernando VI promulgó un nuevo reglamento para la Academia, conocido como la Ordenanza de 1751, cuyo título completo era el de "Reglamento, Ordenanza e Instrucción de su Magestad para la subsistencia, régimen y enseñanza de la Real Escuela o Academia Militar de Matemáticas establecida en Barcelona y las particulares de Orán y Ceuta, unas y otras al cargo y dirección del Cuerpo de Ingenieros, para la enseñanza de los Oficiales y Cadetes del Exército". En ella se reafirmó el papel decisivo del director en la organización de las enseñanzas y aumentó sus responsabilidades en la redacción del curso matemático.

El cuadro de profesores pasó de cuatro a seis: director y cinco ayudantes, todos ellos Ingenieros más un portero instrumentario. El director debía asignar un profesor a cada una de las tres primeras clases, de carácter teórico, y dos a la cuarta, dedicada a dibujo; se dejaba al director sin clase alguna determinada para cuidar de todas ellas, asistir diariamente a ellas y para tener tiempo para mejorar la enseñanza y rectificar el curso en lo necesario. Las lecciones del curso debían tener la duracción que fijara el director; los ayudantes no estaban autorizados a cambiar ni alterar los cuadernos de apuntes. Cualquier modificación en el temario debía contar con el visto bueno del Ingeniero General.

Las Academias de Orán y Ceuta debían seguir el mismo curso que se impartía en Barcelona, para lo cual el Ingeniero General se encargaba de hacer llegar los cuadernos de apuntes de Barcelona a estas dos academias.







Los primeros libros de la Academia fueron adquiridos siguiendo el catálogo de la Academia de Bruselas. No obstante, pronto se sintió la necesidad de contar con nuevos tratados que recogiesen los rápidos avances matemáticos de la época. A mediados del siglo los tratados con que contaba la Academia para impartir sus enseñanzas eran fundamentalmente textos traducidos de libros extranjeros adquiridos por la academia o adaptaciones de los mismos. Hasta 1772 la Academia no publicó un libro propio para enseñanza: los Principios de Fortificación, escritos por el director don Pedro de Lucuce. Seis años más tarde el ingeniero don Carlos Lemaur publicó su manual para la enseñanza de las matemáticas puras.

La biblioteca de la Academia de Matemáticas llegó a reunir en 1790 un total de 750 obras editadas en 2.030 volúmenes, publicados en diversos idiomas y sobre las diferentes materias que se impartían en el centro: matemáticas (puras y aplicadas), física, mecánica, hidráulica, filosofía natural, astronomía, geografía, náutica, cosmografía, ingeniería militar, fortificación, artillería y arquitectura civil.

También contaba con obras de arte militar, ordenanzas e historia militar, así como la Enciclopedia de Diderot y D´Alembert.

Una cincuentena de estos libros sobre Fortificación, Matemáticas, Física e Historia Militar son propiedad de la Biblioteca Científica del Museo Militar del Castillo de Montjuich, Barcelona.







Tras la muerte de don Pedro de Lucuze, el gran director de la Academia de Barcelona, ocurrida en noviembre de 1779, fue nombrado director el ingeniero don Juan Caballero, que estuvo al frente de la Academia hasta febrero de 1784. En esta fecha fue sustituido por don Miguel Sánchez Taramas, quien permaneció en el cargo de director hasta su muerte, acaecida cinco años más tarde, julio de 1789.

En septiembre de 1789 fue nombrado director don Félix Arriete. Bajo su dirección la Academia suspendió sus actividades en marzo de 1793 con motivo de la Guerra contra la República Francesa (1793-95). Durante la guerra el director de la Academia murió en la voladura del puente de Esponella sobre el río Fluviá el 2 de diciembre de 1794.

En diciembre de 1795 se restablecieron las clases, siendo nombrado director don Domingo Belestá y Pared, que permaneció en el cargo hasta junio de 1802.

En 1803 se crearon la Academia Militar de Zamora y la Academia de Ingenieros de Alcalá de Henares. Ello supuso la disolución de la Real Academia Militar de Matemáticas de Barcelona, que tantas glorias científicas había dado a España hasta entonces.

¡¡Recuerdo y homenaje a su memoria!!







Por un listado que se conserva, sabemos que entre 1735 y 1796 se formaron en este centro 2.337 oficiales y cadetes. Si añadimos los alumnos desde 1720 y los de las academias de Orán y Ceuta, dependientes técnicamente de Barcelona, se obtiene un número cercano a los 3.000 alumnos militares, de los que un tercio ingresaron en el Real Cuerpo de Ingenieros. Estas cifras revelan la enorme influencia que la Academia de Barcelona tuvo en la formación de la oficialidad militar española en el siglo XVIII.

El Memorial de Ingenieros publicó en 1911 la relación de los ingenieros militares del siglo XVIII. Por su parte, el profesor Horacio Capel ha publicado una extensa obra en la que se reflejan las obras militares y civiles, mapas, proyectos y trabajos en los que se vieron involucrados los ingenieros militares españoles durante el siglo XVIII. Todos ellos se formaron en la Real Academia Militar de Matemáticas de Barcelona. Actualmente existe un proyecto para publicar la relación de los alumnos de las diferentes promociones que pasaron por este prestigioso centro académico militar del ejército español.







En los ocho lustros de vida de la "Real y Militar Academia de Matemáticas" de Barcelona ésta tuvo siete directores, de los cuales uno (don Claudio Martel) lo fue con carácter interino.








  • Rafael Alcaide González y Horacio Capel Sáez. El curso de Cosmografía de Lucuce en las academias de matemáticas militares: el problema de los textos científicos y el desarrollo de la ciencia española del siglo XVIII". Publicado en la dirección de Internet de Geo Crítica.

  • Más información en Internet en: Geo Crítica.

  • Estudio histórico del Cuerpo de Ingenieros del Ejército. Edición facsímil de la Inspección de Ingenieros. Madrid, 1987. Tomo II. Páginas 13-24.

  • Juan Carrillo de Albornoz. Historia del Arma. Imprenta de la Academia de Ingenieros. Hoyo de Manzanares, 2002.

  • Catálogo de la exposición "Fortalezas catalanas de la Ilustración, 250 años de los castillos de Montjuich de Barcelona y de San Fernando de Figueres". Barcelona, 2003.

  • Catálogo de la exposición "La Academia de Matemáticas de Barcelona. El legado de los Ingenieros militares. 1720-1803". Barcelona, 2004.