El 11 de julio de 1803, S.M. El Rey Carlos IV promulgó una nueva Ordenanza del Real Cuerpo de Ingenieros, redactada siguiendo la propuesta del capitán general don José de Urrutia y de las Casas, nombrado Ingeniero General desde 1797. Además de la creación del Regimiento Real de Zapadores Minadores, en dicha Ordenanza se mandó establecer una Academia específica donde los oficiales del Cuerpo recibiesen la formación necesaria para el desempeño de su servicio. Este hecho supuso la disolución de la Real Academia Militar de Matemáticas de Barcelona, dirigida por oficiales del Real Cuerpo de Ingenieros desde la creación de esta Real Academia en 1720 y donde se formaron los oficiales de Ingenieros hasta el año 1803.



Fachada de la Academia de Ingenieros. Alcalá de Henares, 1803. Cuadro existente en el museo de la Academia de Ingenieros de Hoyo de Manzanares.

Para sede de la Academia se eligieron los conventos de San Basilio y de la Merced Calzada, ambos contiguos uno del otro en la calle de Roma. Para ello fue preciso desalojar a los frailes e instalarles a los del primero en el Colegio de Aragón y a los del segundo en otro edificio de la ciudad. Se trasladaron a Alcalá de Henares 42 maquetas de arquitectura y artillería y 232 aparatos topográficos de la recientemente disuelta Academia de Barcelona, así como 14 mapas y cerca de dos mil volúmenes de la biblioteca, fácilmente reconocibles por su ex-libris, que lleva el escudo de la Academia extinta.

Según la nueva Ordenanza, el mando de la Academia lo ejercía el coronel jefe del Regimiento Real de Zapadores Minadores, cuya guarnición también se hallaba en Alcalá de Henares. El primer jefe de ambas instituciones fue el coronel de Ingenieros don Vicente Heredia. El 18 de agosto de 1803 el mariscal de campo don Antonio Samper, Jefe de Estado Mayor de Ingenieros, remitió un oficio al coronel Heredia dándole instrucciones para el establecimiento de la Academia.

El 1 de septiembre de 1803 se inauguró solemnemente la Academia de Ingenieros en Alcalá de Henares. Ese mismo día el coronel Heredia ofició al mariscal Samper para informarle de la apertura de la Academia con las formalidades prescritas y asistencia de todos los oficiales de Ingenieros que no estaban empleados.

El coronel Heredia murió prematuramente. Su sustituto fue el coronel de Ingenieros don Manuel de Pueyo y Díez, que tomó posesión de los cargos de jefe del Regimiento Real y director de la Academia en 1804. El coronel permaneció en ambos puestos hasta el alzamiento nacional de 1808, que fue la causa de la disolución de la Academia tras el episodio de La Fuga de los Zapadores. Para auxiliarle en sus cometidos se nombró al coronel de Ingenieros don Pedro Giraldo de Chávez como jefe de estudios de la Academia, estando ambos bajo la dependencia del Subinspector de Ingenieros, brigadier don Miguel Hermosilla.

En octubre de 1804 se nombró jefe de estudios al coronel de Ingenieros don Carlos Cabrer y Rodríguez, que se mantuvo en el cargo hasta el inicio de la guerra en 1808. El resto de los profesores de la Academia eran los siguientes oficiales:

  • Capitán don Vicente Ferraz.
  • Capitán don Cayetano Zappino.
  • Capitán don Antonio Sangenis y Torres.
  • Capitán don Julián Albo Helguero.
  • Teniente don José Cortínez.
  • Teniente don Luis Landáburu.
  • Subteniente don José Román.
  • Don Tomás Soldevilla.








Las condiciones de ingreso y la composición del tribunal examinador estaban regulados por la nueva Ordenanza (Reglamento VIII, Título II):

  • Los aspirantes debían ser oficiales o cadetes que, previa autorización de sus jefes, debían de reunir las condiciones necesarias.

  • Los aspirantes debían de superar un examen de ingreso de las materias que se enseñaban en las Reales Academias de Barcelona, Cádiz y Zamora, ante un tribunal formado por oficiales del Cuerpo, de empleo superior o igual a capitán segundo, pertenecientes a la Academia o al Regimiento Real. Para aprobar el examen previo, los aspirantes debían de obtener la calificación de "sobresaliente" o "bueno" en el mismo, tras el cual eran admitidos provisionalmente en el Cuerpo de Ingenieros con el grado de subteniente.

  • Con posterioridad al examen de ingreso los alumnos debían superar un "curso preparatorio" de mes y medio de duración cuya finalidad era unificar criterios y conocimientos entre los alumnos.

  • Después del curso preparatorio, los alumnos se enfrentaban a un curso de tres años (a razón de un curso por año), durante el cual permanecían agregados en las compañías del Regimiento Real de Zapadores Minadores (Reglamento I, Título III, Artículo 4°) y en el que se instituía la "Escuela Teórica para la Instrucción de los Subtenientes" (Reglamento VIII, Título IV).




Uniformes de oficiales del Real Cuerpo de Ingenieros a principios del siglo XIX.








Las materias que se estudiaban en los cursos académicos de la academia de Alcalá eran las siguientes:

  • Primer curso: álgebra, cálculo diferencial e integral, dinámica, hidrodinámica y fortificación. Este curso tenía en parte carácter de repaso, pues se refería a materias ya aprobadas en el examen de ingreso.

  • Segundo curso: artillería, minas, ataque y defensa de plazas, táctica, castrametación y estrategia.

  • Tercer curso: óptica, perspectiva, trigonometría esférica, geografía, nociones de astronomía, topografía y arquitectura civil (construcción general y obras hidráulicas).

Al comenzar su andadura, la Academia basó sus libros de texto en el Curso Militar de Matemáticas del capitán e Ingeniero Ordinario don Pedro Padilla y Arcos, editado entre 1754 y 1756. Pero la obra se hallaba incompleta y anticuada, por lo que se hizo necesario redactar los textos. Para ello el general Samper reforzó la Academia destinando a ella a los siguientes oficiales:

  • Sargento mayor de brigada Falc.
  • Capitán primero don Manuel Bayo.
  • Capitán primero don Francisco Bustamante.
  • Capitán segundo Mariano del Río.

Se tardó tres años en diseñar un plan completo, formado fundamentalmente por Sangenis (ascendido por entonces a Sargento Mayor) y que fue aprobado por el general Samper en julio de 1807. El plan constaba de 20 tratados, de los que los cinco primeros debían de estudiarse en la Academia Militar de Zamora:

  • Tratado I. Aritmética y Geometría.
  • Tratado II. Álgebra y operaciones prácticas.
  • Tratado III. Cosmografía.
  • Tratado IV. Primera parte de la Fortificación.
  • Tratado V. Castrametación.
  • Tratado VI. Geometría y ecuaciones superiores.
  • Tratado VII. Cálculos diferencial e integral.
  • Tratado VIII. Estática y Dinámica.
  • Tratado IX. Hidráula e Hidrodinámica.
  • Tratado X. Arquitectura civil.
  • Tratado XI. Segunda parte de la Fortificación.
  • Tratado XII. Ataque de las plazas.
  • Tratado XIII. Defensa de las plazas.
  • Tratado XIV. Fortificación de campaña.
  • Tratado XV. Ataque y defensa de las obras de campaña.
  • Tratado XVI. Artillería.
  • Tratado XVII. Minas.
  • Tratado XVIII. Minas.
  • Tratado XIX. Táctica.
  • Tratado XX. Geodesia.

Tras la aprobación del plan, el 22 de julio de 1807 se decidió formar en la Academia dos comisiones para la redacción de los tratados, ordenando el mariscal Samper que se le diera cuenta mensualmente del adelanto de los trabajos. Las comisiones se formaron de la siguiente manera:

  • Comisión para redactar los cursos de matemáticas puras y mixtas: Sargento Mayor Sangenis, Capitán primero D. Francisco Bustamante, Teniente D. Luis Landáburu y Subteniente D. José Roman.

  • Comisión para redactar los tratados militares: Teniente Coronel D. Vicente Ferraz, Sargento Mayor D. Julián Albo, Capitán segundo D. Mariano del Río y Teniente D. Manuel Rodríguez Pérez.

Por lo que sabemos, el 9 de mayo de 1808, fecha de la última comunicación del coronel Cabrer, en el momento del alzamiento nacional las comisiones aún seguían confeccionando los textos.







Los alumnos de la academia recibían las clases de las asignaturas correspondientes tres días a la semana durante dos horas al día.

Un cuarto día de la semana lo dedicaban al dibujo, también durante dos horas. En esta clase los alumnos no solo ejercitaban el dibujo de imitación o artístico, sino que también aprendían geometría descriptiva y redactaban proyectos de obras civiles y militares. También se incluían en estas dos horas otros temas que no guardaban relación con el resto de asignaturas reglamentarias.

El resto del tiempo del día y de la semana se dedicaba al servicio militar, instrucción de armas y prácticas. Estas últimas tenían carácter parcial dirigidas por los profesores o generales en las que intervenía todo el Regimiento Real.

Cada cuatro meses había exámenes parciales de las materias explicadas hasta el momento, y al final de curso se celebraba uno general que era necesario superar para pasar al siguiente curso. Los alumnos sólo podían repetir una vez cada curso. Por último, antes de ser admitidos definitivamente en el Real Cuerpo de Ingenieros, debían de superar un último examen final al finalizar el plan de estudios, tras el cual eran escalfonados y destinados como subtenientes de Ingenieros a las plazas vacantes del Cuerpo.







Durante el periodo 1803-1808 salieron de la Academia de Ingenieros un total de 87 oficiales, que se integraron en el Real Cuerpo y tuvieron diferentes visicitudes durante la Guerra de la Independencia.







El 24 de mayo de 1808 comenzó la Fuga de los Zapadores, episodio que supuso la marcha de los profesores y alumnos de la Academia y su dispersión por diferentes plazas españolas para hacer frente a los franceses. La Academia quedó disuelta "de facto". Todo el material se abandonó, y se dejó un inventario en la mesa del profesor de dibujo.

Cuando los franceses evacuaron Alcalá de Henares con ocasión de su repliegue a la línea del Ebro, los españoles volvieron a ocupar la ciudad el 7 de octubre de 1808. Se encontró la mayor parte de los efectos de la Academia, que fueron inventariados por don Blas Manuel Teruel y don Antonio Remón Zarco del Valle, que fueron comisionados para tal efecto.






  • Estudio histórico del Arma de Ingenieros del Ejército. Edición facsímil de la Inspección de Ingenieros. Madrid, 1987. Tomo II. Páginas 25-35.

  • Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño. Abriendo camino, historia del Arma de Ingenieros. Tomo I. Fundación Central Hispano. Madrid, 1997. Páginas 293-296.

  • Memorial del Arma de Ingenieros. Mayo de 1908. Año LXIII. Número V. Nota (1) de la página 217.