Profesor de la Academia de Ingenieros de Alcalá de Henares, coronel de Ingenieros y héroe de la defensa de Zaragoza durante la guerra de Independencia.

    (NOTA: La presente biografía está copiada de la escrita por Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño en la web de la Real Academia de la Historia, complementada por el webmaster en mínimos detalles).

Antonio de Sangenis y Torres nació en Albelda, Huesca, el 12 de julio de 1767. Era hijo de Francisco Sangenís y Pocurull, señor jurisdiccional y barón de Blancafort (Cataluña), y de Teresa Torres y Castelnou. Por gracia de Carlos III se le concedía el grado de subteniente de Infantería sin antigüedad en 1773, es decir, contando con seis años. Perteneció al Regimiento de Infantería de la Princesa, desde donde ingresaba en la Academia de Matemáticas de Barcelona, terminando sus estudios el 30 de septiembre de 1783 con tan solo 16 años. En julio de 1789, siendo teniente de Infantería, se examinó en los Reales estudios de San Isidro, según un Exercicio público de Matemáticas que, al aprobarlo, permitió que fuese nombrado ayudante de ingeniero el 12 de noviembre de 1790, con 23 años.



Don Antonio Sangenis Torres con el uniforme de coronel de Ingenieros. Fotografía del retrato al óleo que se conserva en el Museo del Ejército, Toledo.

En 1792 se le comisionó para el estudio de los fortines y baterías de la costa cantábrica desde Castro Urdiales a Vivero, en la provincia de Lugo. El 27 de agosto de 1793 era enviado al Ejército de Operaciones en la Guerra del Rosellón contra Francia, a las órdenes del general Ricardos. Ascendió a Ingeniero extraordinario en 1794, y por méritos, al grado de capitán de Infantería en 1795, con 28 años. En aquella época los oficiales de Ingenieros podían ascender en dos escalas distintas: una, la del Ejército, por elección, y otra, en el Cuerpo, por antigüedad.

En 1794 fue nombrado profesor en la Academia de Zamora, puesto que desempeñaba hasta 1804. Sin perjuicio de su destino en la citada Academia, en 1800 se le comisionó nuevamente para ejecutar las reparaciones de las baterías de Vivero y otras de Asturias, como las de Puerto de la Vega, Lastres, Tazones y Candás, ascendiendo, con fecha de 24 de junio de 1802, a capitán 1º del Cuerpo. Tenía 35 años.

El 20 de octubre de 1804 entró a formar parte del profesorado de la recién creada Academia de Ingenieros del Ejército, y que estaba situada en Alcalá de Henares, donde debía dar las asignaturas de Matemáticas y Fortificación. Con 38 años, el 4 de abril de 1805 ascendió a Sargento Mayor de Brigada o segundo Teniente Coronel de Ingenieros, permaneciendo en el mismo destino.

En 1807 formaba parte de un grupo de profesores de la Academia encargados de la confección de nuevos textos de enseñanza. En primer lugar, elaboraba el plan completo del proyecto, aprobado por el mariscal de campo don Antonio Samper, Director Deneral de Ingenieros, el 15 de julio de 1807, compuesto por veinte tratados. La comisión estaba formada por dos grupos. El primero, dedicado a la redacción de los tratados de matemáticas puras y mixtas, estaba formado por el propio Sangenís y otros tres oficiales de Ingenieros, mientras el segundo grupo se ocupaba de los tratados militares. En agosto de ese año, Sangenís tenía terminadas las obras que le correspondían: Tratado analítico de las secciones cónicas; Cantidades radicales y otras teorías de Álgebra y Empujes de tierras y arcos.

El 24 de mayo de 1808, con motivo del comienzo de la Guerra de la Independencia y de la Fuga de los Zapadores, la Academia y Regimiento de Ingenieros de Alcalá de Henares desaparecieron; no todos los profesores de la Academia se unieron a la Fuga, y el teniente coronel Sangenis fue de los que no se unió. Sin embargo, el día 8 de junio a las doce de la noche partía un segundo grupo de profesores y alumnos de Ingenieros, mandados por el coronel director del centro, D. Manuel Pueyo, en dirección a Zaragoza. En la partida figuraban los sargentos mayores Cayetano Zappino y Antonio Sangenís.

En la plaza, Sangenís, como comandante de Ingenieros de la misma nombrado por el general Palafox, tomó parte activa en los dos sitios que pusieron los franceses a la inmortal ciudad, dirigiendo las obras de defensa de la misma. Palafox le había dado tal cometido por saberlo notable matemático y por su trabajo, acondicionando todas las fortificaciones del Cantábrico, cuando la guerra contra la Convención francesa. De acuerdo con su cometido, Sangenís trató de convertir Zaragoza, ciudad completamente abierta y sin ninguna fortificación a excepción de la Aljafería, en una plaza al menos con fortificación de campaña. Para ello organizaba un batallón de Gastadores o Zapadores, contando, además, con el Regimiento Real de Zapadores-Minadores de Valencia, creado en esta ciudad sobre la base de sus compañeros fugados el 24 de mayo desde Alcalá de Henares, consiguiendo en poco tiempo unas obras defensivas que, aun custodiadas por paisanos con muy poca instrucción militar, sirvieron para que los franceses levantaran su primer sitio de la inmortal ciudad el 14 de agosto de 1808, después de dos meses de infructuosos ataques.

Durante el primer sitio, y en la célebre jornada del 4 de agosto de 1808, tomó personalmente el mando del punto de mayor peligro, la puerta y batería de Santa Engracia, logrando rechazar a los franceses que habían logrado abrir una amplia brecha. En premio a su valor, el general Palafox le concedió el ascenso a coronel, como “distinguido defensor de la Patria”. Tenía 41 años.

Entre el primero y el segundo sitio de Zaragoza, y bajo su dirección, se construyeron más de 3.000 metros de foso y parapeto, improvisando en cada momento baterías, cortaduras, blindajes, contraminas, aspilleras, galerías de comunicación y cuantos medios le sugería sus conocimientos para contener los avances franceses y atenuar los estragos de los proyectiles. Como se ha señalado anteriormente, logró con su trabajo, que los ingenieros galos tuvieran que plantear el asedio a la ciudad como si de una plaza fuerte se tratara, cuando en realidad Zaragoza, antes de los trabajos de Sangenís, era una ciudad abierta que apenas contaba con una cerca de tres metros de altura y de tapial, y que tan solo contaba con el palacio de la Aljafería, construcción medieval, para su defensa.

En el segundo asedio, los franceses tomaron las ruinas del convento de San José en la noche del 11 de enero de 1809. Sangenís por la mañana del día 12, y mientras reconocía los avances de los zapadores franceses en la gola del puente de San José, para estudiar los medios de combatirlos, fue alcanzado y muerto por una bala de cañón en la batería “Palafox”, que él mismo había construido. Murió con 41 año. Al día siguiente, el cuerpo de Antonio de Sangenís y Torres fue enterrado con grandes honores en el templo del Pilar.



Placa conmemorativa del lugar donde murió el coronel don Antonio Sangenis Torres. Fotografía publicada por el sitio web Historia de Aragón el 12 de febrero de 2017, con ocasión del 208ª aniversario de su muerte.

Una anécdota pone de relieve la intensa actividad que desarrolló antes de su muerte: “Sangenís, cuando recorría el recinto de la plaza, a fin de estudiar las medidas para reforzarlo, fue tomado por espía por los paisanos y encarcelado, como posible traidor porque, le han visto hacerse cargo por la mañana de las tapias y terreno que circuye á la capital, teniendo que intervenir el marqués de Lazán [hermano del general Palafox] para ser liberado”.

De su heroísmo dan testimonio sus famosas palabras referidas al sitio: “Que no se llame nunca si se trata de capitular, porque jamás seré de la opinión de que no podemos defendernos”.



  • Biografía de Antonio Sangenis Torres en la Real Academia de la Historia, escrita por Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño.

  • Horacio Capel y siete más. "Los Ingenieros Militares en España (Siglo XVIII). Repertorio biográfico e inventario de su labor científica y espacial. Universidad de Barcelona". Barcelona, 1983.

  • Juan Carrillo de Albornoz. "Los directores de la Real Academia de Matemáticas de Barcelona". Memorial de Ingenieros núm. 69. (Madrid, diciembre de 2003).