Director de la Academia de Matemáticas de Bruselas.
Sebastián Fernández de Medrano nació en 1646. Participó en las campañas de Italia y Flandes. Tras la campaña de ésta última de 1674 decidió retirarse y regresar a España con el empleo de Alferez de Infantería, pero su nombre quedaría unido irremediablemente al de Bruselas para la posteridad.
Los Maestres de Campo Don Diego Gómez de Espinosa y Don Luis de Acosta Quiroga conocían las habilidades técnicas de Medrano, por lo que solicitaron a Don Joseph Manrique solicitaron al Duque de Villahermosa, Capitán General de los Estados de Flandes, que se estableciese una Academia Militar en Bruselas para la educación de los cadetes y oficiales del ejército español en aquellos Estados.
Fundada por el Capitán General en 1675 con el nombre de Academia Real y Militar del Exercito de los Payses-Baxos, Medrano fue nombrado director desde el primer día con el título de Maestro. Publicado el reglamento de la nueva academia, acudieron muchos oficiales de todos los cuerpos a formar parte de las clases impartida por Medrano.
Desde la fundación de la Academia hasta la Paz de Nimega de septiembre de 1678 Medrano asistió a todas las campañas como oficial del Cuartel General del ejército de operaciones, "en seguimiento de los señores generales", para adquirir nuevos conocimientos, poner en práctica los que poseía y demostrar su valía. A partir de esta fecha no pudo seguir haciendolo por haber perdido vista, pero siguió dedicado a la enseñanza y publicando libros. Entre ellos destaca "El Arquitecto Perfecto en el Arte Militar", publicado en 1700 en Bruselas.
Para adecuar el título de Medrano y su nueva responsabilidad con su empleo militar, el Capitán General le otorgó en 1679 el de Capitán en el tercio del maestre Don Luis de Costa Quiroga. Al año siguiente el rey dispuso que Medrano continuase con la enseñanza de las matemáticas y se le diese el sueldo de capitán, para poder desembarazarle de otras tareas.
El 18 de mayo de 1689 fue nombrado Maestre de Campo. Ascendió a Sargento Mayor de Batalla el 17 de marzo de 1694.
En 1692 Medrano llegó a dirigir una academia de matemáticas fundada en 1671 en la antigua Casa de Pajes de los archiduques Alberto e Isabel, y que pasados los años tomaría el relevo de la academia española en 1706 tras la desaparición de ésta.
A petición del Consejo de Guerra el general Fernández Medrano remitió un informe sobre la organización de su Academia de Bruselas titulado "Formulario con que el Sargento general de Batalla, D. Sebastián Fernández de Medrano, estableció de orden de S.M. la nueva y Real Academia Militar de que es Director" y que sirvió para que el rey Carlos II ordenara la creación de una Academia Militar en Barcelona el 22 de enero de 1700.
La labor didáctica de Medrano no se limitó a enseñar, sino que elaboró personalmente casi todos los textos que se utilizaban en la Academia, en algún caso con ayuda de sus mejores alumnos. Fue autor de los siguientes textos, que fueron traducidos al francés y usados durante muchos años en las Academias europeas para la formación de ingenieros militares:
En 1704 sufrió un ataque de apoplegía. Falleció en Bruselas el 18 de febrero de 1705 a la edad de 59 años.
Estudio histórico del Cuerpo de Ingenieros del Ejército. Madrid, 1911. Reedición facsímil de la Inspección de Ingenieros, 1987. Tomo I, página 10-12
Juan Carrillo de Albornos. Historia del Arma. Imprenta de la Academia de Ingenieros. Hoyo de Manzanares, 2002. Pág. 19-21.
Fernández de Medrano, Sebastián. Mora (Toledo), 24.X.1646 ant. – Bruselas (Bélgica), 18.II.1705. Tratadista e ingeniero militar.
Aunque Sebastián Fernández de Medrano llegó a ser uno de los más insignes ingenieros militares españoles, los datos sobre sus primeros años resultan bastante oscuros.
Sus padres fueron Sebastián Fernández de Mora e Isabel de Medina, el primero natural de Mora, población en la que residió el matrimonio y donde nació su hijo Sebastián, quien recibió el bautismo en la iglesia parroquial el día 24 de octubre de 1646, lo que hace suponer que habría nacido en torno al día 20 de ese mes.
Parece ser que siendo aún niño quedó huérfano de padres y al carecer de medios que le permitieran subsistir, fue acogido por un caballero apellidado Medrano con el que se trasladó a Madrid, razón por la cual habría transformado su apellido Fernández de Mora en Fernández de Medrano, que es como ha pasado a la posteridad.
La vaguedad de algunas de las noticias de esta etapa, que unas veces parecen contradecirse y otras complementarse y corroborarse, indican que se incorporó a la vida militar muy joven, participando como soldado, con tan sólo quince años, en cuatro campañas de los conflictos derivados de la guerra de la independencia portuguesa, estando encuadrado en la frontera de Castilla la Vieja cuando era gobernador de ella el V duque de Osuna, Gaspar Téllez Girón y Sandoval.
Fue por entonces cuando se inició su interés por la lectura de tratados de arte militar, lo que prosiguió en su inmediata estancia en Madrid, donde habría permanecido hasta 1667, fecha en la que se enroló en un Tercio que entonces se levantaba para ir a Flandes.
Para esto último se valió de la recomendación de Fernando Miguel de Tejada, entonces en el Consejo de Guerra y al que habría conocido como maestre de campo durante su permanencia en la frontera de Castilla la Vieja. A él habría pedido la concesión de una bandera en el Tercio, señalando algunas noticias que su protector, el caballero Medrano, fue quien pagó para que pudiera obtener la plaza de alférez con la que pasó a Flandes.
El caso es que se integró como alférez en la Compañía de Juan de Meneses en el Tercio del que era maestre de campo Francisco Antonio Agurto, futuro marqués de Castañaga y gobernador de Flandes, quien se convirtió en uno de los más grandes protectores de Fernández de Medrano.
Cuando llegó a Flandes tuvo que intervenir en la Guerra de la Devolución (1667-1668). Tras la firma de la Paz de Aquisgrán (1668) que ponía fin al conflicto, continuó con el estudio de los tratadistas militares y de las matemáticas, con lo que cada vez se fue especializando más en la teoría de la fortificación y de la artillería.
Durante los posteriores conflictos con Francia, en los años 1673 y 1674 combatió con el empleo de alférez reformado bajo el mando del general de Artillería marqués de Ozera y participó a las órdenes del ingeniero y teniente general Van Hese, en la batalla de Seneffe y el sitio de Audenarde (Oudenaarde).
En los años siguientes estuvo presente en todas las campañas que se fueron produciendo hasta la Paz de Nimega (1678), actividades que interrumpió después por un deterioro en la vista que acabó llevándole a la ceguera. Por ello, desde ese momento situado hacia 1678, se dedicó con total entrega a la que fue su tarea principal y por la que ha pasado a la historia, la docente y la de tratadista militar.
Estas últimas facetas hay que remontarlas al año 1674, cuando parece ser que pretendía regresar a España.
Por entonces, los maestres de campo Diego Gómez de Espinosa, Luis de Acosa Quiroga y José Manrique, habían hecho ver al nuevo gobernador de Flandes, el duque de Villahermosa, lo útil que resultaría para el Ejército español la fundación en Bruselas de una academia donde se enseñaran las matemáticas y la ingeniería militar a soldados y oficiales españoles, que así se formarían en las técnicas de la fortificación, lo que propiciaría el que llegara un día en que no fuera necesario tener que contratar constantemente ingenieros flamencos o italianos para que llevaran a cabo esas tareas. Fueron también esos mandos militares quienes propusieron a Fernández de Medrano como la persona más idónea para dirigir la institución en caso de que finalmente se llevara a cabo su fundación.
Una vez triunfante la propuesta y fundada la Academia Real de Matemáticas de Bruselas en el año 1675, se puso al frente a Sebastián Fernández de Medrano, quien realizó una ingente labor de organización del nuevo centro de enseñanza, redactando al mismo tiempo un tratado que sirviera de manual a los alumnos y al que dio el título de Rudimentos geométricos y militares que propone al estudio y la aplicación de los Profesores de la Milicia [...], el cual apareció publicado en Bruselas en 1677. Tras esta obra prosiguió una gran tarea como redactor de libros o tratados con la finalidad de que ayudaran a la formación de los alumnos de la Academia bruselense, pero que además tuvieron un enorme éxito entre los militares españoles y extranjeros, si bien fue él mismo quien hubo de correr con los gastos de las diversas ediciones, en lo que tuvo que emplear el patrimonio de su esposa, Mariana de Saseguen.
En muy poco tiempo la Academia se consagró como un centro de gran calidad docente y formativa, por lo que su fama se acrecentó, lo que llevó al duque de Villahermosa a recompensar a Fernández de Medrano con el ascenso a capitán en fecha de 30 de abril de 1679, concediéndole el mando de una compañía de Infantería que estaba vacante, que anteriormente había estado al mando del capitán Juan de Garcerán, y que estaba integrada en el Tercio del maestre de campo Luis de Costa Quiroga.
De todas formas se planteó que el mejor servicio lo seguiría realizando Medrano en su tarea de enseñanza en la Academia de Bruselas, por lo que el duque de Villahermosa solicitó al Rey que se le dejase en esa institución, pero concediéndole el “sueldo de Capitán vivo” para que pudiera subsistir en condiciones dignas, entregando el mando de la compañía a otro capitán.
De la importancia y trascendencia que en aquel momento tenía la tarea docente de Fernández de Medrano da testimonio el informe que el Consejo de Flandes hizo para avalar la solicitud de permanencia de Medrano en la Academia y el mantenimiento del sueldo, diciendo que “el Consejo se conforma con lo que propone el Duque, y juzga será bien encargarle favorezca mucho a los que se dedicaren a esta profesión, por que se va acavando en todos los Dominios de V.M. y es preciso alentarla” (Archivo General de Simancas, Secretaría de Estado, leg. 3.864).
Al considerarse justificado el razonamiento se optó porque Fernández de Medrano continuara con esa tarea, consiguiéndose gracias a su labor y empeño el que la ingeniería militar española llegara a las más altas cotas y se igualara con la de las escuelas europeas tradicionales. De la trascendencia de su actuación es un claro ejemplo el que uno de sus discípulos, Jorge Próspero Verboom, fuera el fundador del Cuerpo de Ingenieros en el Ejército español en 1711.
De todas formas, la situación económica de Medrano no era todo lo óptima que sería deseable, pues lo reducido del sueldo, el tener que correr con los gastos de la edición de los libros que redactaba y una familia que alimentar, hacía que tuviera que buscar otras ayudas y así, en la documentación conservada en el Archivo General de Simancas, consta que en el año 1684, siendo capitán y maestro de matemáticas en el Ejército de Flandes, y teniendo ya más de veinte años de servicio, solicitó la primera canonjía que quedara vacante en aquellos estados, pues entre otras razones alegaba el tener cinco hijos que mantener.
El Consejo consideró razonable la solicitud, de manera que con fecha 26 de octubre de ese año pedía al Rey que ordenara al marqués de Grana que le proveyera de la primera canonjía vacante en las iglesias de Flandes “proporcionadas a su calidad”. En la hoja de expedición de esta solicitud se especifica que la canonjía la solicitaba para uno de sus hijos (Archivo General de Simancas, Secretarías Provinciales, leg. 2481).
Por esas fechas, pero sin que pueda precisarse el momento exacto, parece ser que el maestre de campo Francisco Antonio Agurto visitó diversas plazas que dependían del gobierno de Flandes con el fin de analizar el estado de sus fortificaciones, para lo que se hizo acompañar de Fernández de Medrano, en quien tenía depositada una gran confianza como ya ha quedado señalado. Pero la visita no acabó ahí, sino que los dos, de incógnito, continuaron su viaje por territorio alemán para observar y analizar algunas fortificaciones, como fueron las de Colonia, Bonn, Coblenza y Tréveris. Fue en esta última población donde Fernández de Medrano fue reconocido por algunos de sus antiguos alumnos de la academia de Bruselas, lo que sabido por el arzobispo elector de Tréveris, Johann Hugo von Orsbeck (1676-1711), hizo que éste le pidiera consejo sobre algunas fortificaciones que pertenecían a su autoridad. Un tiempo después, Medrano remitió al prelado algunas ideas sobre ellas y los nombres de quienes podrían llevar a cabo las reformas que se precisaban; al mismo tiempo se acordó que la Academia de Bruselas recibiría dos alumnos enviados por el elector para que allí se formaran como ingenieros militares.
Pero mientras se sucedían estos éxitos, la salud de Fernández de Medrano se deterioraba progresivamente, lo que le obligaba a estar apartado de la vida militar activa, refugiándose en contrapartida en su tarea de formación de los futuros ingenieros militares, aunque eso sí, a costa de verdaderos problemas económicos, lo cual fue en parte subsanado con la real concesión en 20 de mayo de 1688 de 100 escudos mensuales en reconocimiento al celo que desde la dirección de la Academia realizaba y el bien que de ello se derivaba para el Ejército.
Como continuación de ese agradecimiento, casi un año después, el 18 de mayo de 1689, Fernández de Medrano recibía el ascenso a maestre de campo de Infantería, si bien continuó el declive de su salud, hasta el punto de que en 1691 había perdido totalmente la vista. Así lo testimonia el marqués de Castañaga en un oficio en el que solicitaba ayuda para Fernández de Medrano, porque estaba ciego, tenía una numerosa familia y habían sido constantes su entrega para la mejora del Ejército y su servicio a la Corona. En virtud de aquel escrito, el Rey firmó con fecha 7 de enero de 1692, la concesión de un aumento en su sueldo de 40 escudos mensuales.
Unos meses después recibió otra ayuda, pues se hizo constar que la edición de los libros que había escrito se había hecho a costa del peculio de su esposa, invirtiendo en ello más de ocho mil escudos debido al encarecimiento que suponía el tener que acompañarlos de láminas que hicieran inteligible la parte teórica.
Consistió la ayuda, que fue concedida en fecha de 14 de julio de 1692, en conceder a la mujer de Fernández de Medrano y a sus cuatro hijas, entonces solteras, la mitad de los 140 escudos que cobraba, que lo cobrarían mensualmente repartido en partes iguales y que esa cantidad la heredarían de unas a otras hasta el fallecimiento de la última de ellas. Sobre todas las consideraciones que de esta circunstancia puedan hacerse, la más reseñable es la de la alta consideración de que gozaba Fernández de Medrano.
Esa misma estima y consideración hizo que a pesar de su invalidez por la ceguera, el 17 de marzo de 1694 fuera ascendido al empleo de sargento general de Batalla, continuando con la dirección de la Academia de Matemáticas de Bruselas. Para este ascenso influyó enormemente el reconocimiento que de él hizo el príncipe elector de Baviera Maximiliano II Emmanuel.
Por otra parte, el ascenso supuso también una mejora económica, pues pasó a percibir los 300 escudos mensuales correspondientes al grado al que era elevado, aunque, sin embargo, no se le abonaron hasta el 8 de diciembre de 1695, cuando comenzó a hacerse gracias a la reclamación que para ello hizo el mismo elector de Baviera.
Del año 1697 existe un interesante documento que indica la importancia de que gozaba la Academia de Bruselas y de la alta consideración social y económica a la que había llegado Fernández de Medrano con el ascenso a sargento general de Batalla (Archivo General de Simancas, Secretarías Provinciales, leg. 2.546).
Se refiere a la consulta que hizo el Consejo de Finanzas ante la petición de Fernández de Medrano en que solicitaba que se continuara proporcionando a la Academia la leña necesaria para la calefacción de sus instalaciones. Tradicionalmente se habían proporcionado a la institución ciento cincuenta medidas de leña, setecientos cincuenta fogotes y ciento cincuenta sacas de carbón, pero esto se había hecho motu proprio por los gobernadores generales de Flandes, lo que, sin embargo, ya no podía hacerse sin una real orden tras la entrada en vigor de la Real Orden de 16 de agosto de 1696. La parte más significativa de la cuestión era la manifestación del Consejo a favor de que continuara la dotación, por ser la “academia publica en q se enseñan las matemáticas y fortificaciones a militares de diferentes naciones q han menester lumbre en invierno mientras se enseña”. No caben más ni mejores palabras que indiquen la importancia a la que había llegado la Academia de Matemáticas de Bruselas, que desde su fundación había dirigido Fernández de Medrano y que había conseguido tener un reconocimiento internacional, siendo diversas naciones las que enviaban allí a sus futuros ingenieros militares para que recibieran su formación.
Pero el documento tenía además otra parte altamente significativa, pues hacía referencia a la alta condición y perfecta situación económica de Medrano en ese momento, pues el Consejo de Finanzas decía que “provisionalmte se podría librar á dha Academia 100 medidas de leña, 50 sacas de carbon y 400 fogotes q basta pa lo que necesita, y que en quanto á la provision particular del supte le toca hazerla a su costa pues goza de un sueldo muy crecido, de que está pagado puntualemte cada mes sin otras ventajas y emolumentos q tiene”.
En medio de ese éxito personal y profesional, en 1699 Medrano comenzó a solicitar el grado de general de artillería, hacia cuya concesión se mostró favorable el Consejo de Estado, si bien finalmente no se le llegó a conceder. De todas formas continuó con un trato especialmente favorable, pues tras los cambios en el gobierno de Flandes, que hicieron que el 11 de noviembre de 1701 se suspendieran los sueldos de generales y ministros, rebajándoseles luego hasta el del último puesto en que tuvieron ejercicio, la medida no se aplicó a Fernández de Medrano, pues el 20 de ese mes se dio orden de que a éste se le siguiera pagando puntualmente el sueldo que estaba percibiendo.
Los años pasaban y el drama de la salud de Medrano se agudizaba. Otro momento durísimo lo sufrió en 1704, por un ataque de apoplejía que le dejó sin habla y casi sin memoria, lo que se unía a la ya antigua ceguera. Pasó así unos meses verdaderamente penosos hasta que falleció, en Bruselas, el día 18 de febrero de 1705, siendo enterrado en aquella ciudad, en la iglesia de los carmelitas descalzos, perteneciente a la colegiata de San Miguel y Santa Gúdula.
En su vida personal, contrajo matrimonio con Mariana Saseguen, nacida en Alost, población perteneciente al obispado de Bruselas. De esa unión nacieron seis hijos, dos varones y cuatro hembras, Catalina, Bernarda, Irene y Eufemia. Tras el fallecimiento de su esposo, Mariana Saseguen se trasladó a España para vivir con su hija Catalina, casada con Pedro de Pedrajas, y falleció en Madrid el 3 de abril de 1719, ciudad en la que fue enterrada en el convento de la Asunción y San Dámaso, conocida popularmente como de los Agonizantes de San Camilo de Lelis, que se levantaba en la calle de Fuencarral.
Obras de Fernández de Madrano:
Bibl.: La Llave, “Don Sebastián Fernández de Medrano como escritor de fortificación”, en Memorial de Ingenieros, n.os 15, 17, 19 y 20, año XXXIII (1878); A. Rodríguez Villa, Noticia biográfica de don Sebastián Fernández de Medrano, Madrid, Tipografía de Manuel Hernández, 1882; Don Sebastián Fernández de Medrano, director de la Real Academia Militar de Bruselas (1846-1705), Madrid, Imprenta del Cuerpo de Artillería, 1892; R. de Salas, Memorial histórico de la Artillería Española, Madrid, Imprenta que fue de García, 1931; R. Gutiérrez y C. Esteras, Territorio y Fortificación. Vauban, Fernández de Medrano, Ignacio Sala y Félix Prósperi. Influencia en España y América, Madrid, Ediciones Tuero, 1991.
Jesús Cantera Montenegro, Real Academia de la Historia.