A las 04:00 horas del 19 de julio el comandante Benítez solicitó auxilio urgente. En el campamento de Annual se organizaron tres columnas a toda prisa:
Comandante don Ramón de Alfaro Páramo, del II Tabor de Regulares de Melilla núm. 2, al mando de dos compañías de fusiles y un escuadrón de Regulares. Misión: ocupar las alturas del norte y sobre la derecha del camino que conducía a Annual.
Teniente coronel don Miguel Nuñez de Prado y Susbiela, jefe del Grupo de Regulares de Melilla núm. 2, al mando de dos compañías de fusiles, una de ametralladoras y el 3º escuadrón de Regulares, este último al mando del capitán von Lindeman. Misión: introducir el convoy de abastecimiento en Igueriben.
Comandante don Juan Romero López, de la PLMM del Rgto África núm. 68, ya repuesto de sus heridas del combate de dos días antes, al mando de tres compañías de fusiles y una batería. Misión: quedar en reserva.
Dada la orden de avance, la columna del comandante Alfaro ocupó sus objetivos sin resistencia, pero la del teniente coronel Nuñez del Prado quedó detenida rodeada por numerosos enemigos. El teniente coronel envió al capitán von Lindeman para informar al coronel Argüelles, jefe de la circunscripción de Annual, de la imposibilidad del avance, pero regresó al poco tiempo con la orden de resistir sobre el terreno. El teniente coronel envió al capitán D. Carlos Zappino y Zappino, de la 3ª Compañía del I Tabor de Regulares, de nuevo al campamento con el mismo mensaje, pero el coronel le despachó de regreso reiterando su orden. El capitán Zappino no llegó a su puesto, pues fue muerto en el camino de vuelta.
Este es el relato del combate realizado por el capitán von Lidenman al general Picasso en su declaración del 29 de agosto:
El día diez y nueve, tenía el testigo que llevar otro convoy a Igueriben, con su escuadrón, y en virtud de orden recibida, aumentándose la protección con todas las Fuerzas de Regulares que quedaban en Anual y una compañía de ametralladoras, bajo el mando del teniente coronel de Regulares Nuñez de Prado. Se montó la proteción antes de que saliera el convoy, bajo el nutrido fuego del enemigo, y viendo que no podía llegar el convoy con completa seguridad, mandó el teniente coronel al testigo a comunicar al jefe de la circunscripción que, con las fuerzas de que disponía, no podía llevarse el convoy; el jefe de la circunscripción le mandó retirarse a retaguardia y esperar la llegada de la columna de San Fernando, que había salido de Dríus y que era esperada a las catorce, haciéndose como se ordenó. El declarante, con una sección, y el capitán del primero con otra, marcharon a proteger la retirada de una sección de este último, que se encontraba comprometida, lográndolo así. Se retiraron algo a retaguardia, siendo entonces evacuado el teniente coronel, que había sido herido, y encargándose del mando el comandante del Regimiento de África, Romero, que había ido a reforzarlos.
El acoso enemigo llegó hasta el propio campamento de Annual y amenazó con cortar la retirada de las tres columnas. Estas tuvieron que replegarse por escalones hasta Annual. En la última fase del repliegue fueron apoyados por siete compañías del Regimiento de San Fernando y una compañía de Ingenieros que fueron enviadas desde las posiciones de Izzumar y Dar Drius.
Las bajas españolas en este combate ascendieron a 88: 14 muertos y 74 heridos. Entre los muertos se encontraron el capitán Zappino y el teniente D. Francisco Nuevo Soriano.
A las 14:00 horas el coronel don Francisco Javier Manella Corrales, jefe del Regimiento de Caballería "Alcántara" núm. 14, llegó a Annual y se hizo cargo del mando de la circunscripción de manos del coronel de Artillería don Joaquín Argüelles. Con él se incorporaron las siguientes unidades, en número de unos mil efectivos, con lo que la fuerza presente en Annual llegó a los 4.000 hombres:
A las 16:00 horas el coronel Manella organizó un nuevo intento de abastecimiento de Igueriben: el capitán Rosal, al mando de su compañía de Regulares y apoyado por otras tres compañías de Regulares, trató de subir hasta la posición llevando tres cantimploras por hombre. El avance fue apoyado por tropas peninsulares del Regimiento de África desplegados a su derecha. Pero en un momento dado, fatigados e impotentes, los soldados indígenas de Regulares flaquearon, tiraron las cantimploras al aire y retrocedieron.
Esto es lo declaró el capitán von Lidenman al general Picasso sobre este nuevo combate:
A las cinco de la tarde, y bajo el mando ya del coronel Manella, que se había hecho cargo del la jefatura de la circunscripción, se preguntó si podría pasar el convoy a varios oficiales conocedores del terreno y, ante la duda de poder hacerlo, dispuso el jefe que una compañía, llevando tres cantimploras cada soldado, intentase un asalto a la posición, protegidos por las demás fuerzas, con objeto así de abastecerlas de agua, como de quedarse guarneciéndola para refuerzo de la posición y dar algún descanso a las (ilegible)... tas tropas que había en ella, cooperando al día siguiente al avance del convoy por medio de una salida, para ocupar las lomas de acostumbrada protección. Dicha compañía era de Regulares, del capitán Rosal. Empezó esta aperación a eso de las diez y siete, avanzado dos escuadrones y una compañía al lugar donde por la mañana había estado todo el Grupo de Regulares, protegiéndoles desde la loma del servicio de aguada una batería, una compañía de ametralladoras y otra de fusiles de San Fernando, de los refuerzos que habían llegado de Drius; había también otra batería y otra compañía de ametralladoras protegiendo el avance por el flanco derecho. Otras alturas fueron ocupadas por el comandante Romero con compañías de África.
La compañía Rosal y las tres también de Regulares que la apoyaban, intentaron el paso del barranco, no consiguiéndose después de sufrir muchas bajas y a pesar del buen espíritu de la gente, por la tenaz oposición del enemigo, que les obligó a retirarse, acosadas por éste, sosteniendo el testigo con dos secciones del escuadrón la retirada de la batería, ametralladoras y compañía de San Fernando, que se encontraban, con el teniente coronel de dicho cuerpo, en situación difícil, siendo acosados por el enemigo hasta el mismo campamento.
Mientras tanto, en Melilla, el general Silvestre concibió la idea de ocupar una nueva posición en la costa. Para ello ordenó al coronel Silverio Araujo Torres, jefe del regimiento de "Melilla", que abandonase la plaza y tomase el mando de parte de la columna móvil en Kandussi el 21 de julio, para trasladarse a la posición de Quebdani y realizar la ocupación. Pero los acontecimientos de Annual darían al traste con los propósitos del general.
La falta de agua, víveres y municiones hacía que la situación en el interior de Igueriben fuese cada vez más crítica, agravada por el sofocante calor que hacía. A las bajas del combate, una veintena, se sumaban las producidas por el agotamiento físico. Quienes menos resistían las torturas de la sed comenzaron a beber tinta, agua de colonia y hasta sus propios orines. Debido al color, la tropa se desnudaba en las tiendas y practicaba excavaciones con objeto de meter sus cuerpos desnudos en el suelo, a fin de que pudieran resistir mejor el sufrimiento con el contacto de la tierra fresca.
El enemigo seguía haciendo un violento fuego de fusilería sobre la posición. Un disparo enemigo inutilizó el heliógrafo, teniendo que apelar al aparato Mangin para no perder la comunicación heliográfica con Annual. Los oficiales, fusil en mano, hacían fuego en el parapeto, pues muchos soldados no podían sostenerse.
La Artillería enemiga, compuesta de dos cañones establecidos en la loma de Amar-U-Said, a unos 1.300 metros de distancia al sur de la posición, continuó haciendo certeros blancos y destruyendo por efecto de un disparo parte del parapeto del sector noroeste; también alcanzó uno de los disparos a cuatro cajas de municiones inutilizando casi la totalidad de su contenido , ya que solo quedaron aprovechables unos cuantos cargadores de cartuchos. La batería de la posición, que con sus escasas municiones se dedicaba a acallar los fuegos de la contraria, se vió en la imposibilidad de seguir haciéndolo por haberse agotado sus municiones.
En un momento dado se recibió en la posición el siguiente telegrama:
"El Mando felicita a los heroicos defensores, alentándoles a seguir manteniendo la resistencia con ese admirable espíritu de sacrificio, que es la admiración y orgullo de sus hermanos de armas. Ya se hallan concentradas en Annual numerosas fuerzas que han de convoyar los socorros de que tan necesitados está esa posición. Y tropas frescas para relevar a los heroicos defensores de Igueriben, que tan ganado tienen el descanso. La Patria, atenta a vuestro gallardo gesto, sabrá recompensar vuestros sacrificios."
A las 20:00 horas el general Silvestre envió directamente el Ministro de la Guerra las novedades solicitadas por éste en su telegrama del día anterior. En él daba cuenta del combate del día 17, de su apremiante necesidad de recibir más mulos para reponer el ganado perdido, y de que los combates proseguían, pero sin tener aún detalles que ofrecer de los mismos. Tres horas y media más tarde, a las 23:30 horas, la situación general parecía más grave, pues remitió un segundo telegrama, de nuevo directamente al Ministro, solicitando el envío urgente en un plazo máximo de diez días de 45.000 granadas de Artillería, 20.000 espoletas y 12 millones de cartuchos de fusil, dos de ellos para Remington y el resto para Mauser.
Por la noche reanudaron los ataques sobre Igueriben, utilizando de nuevo granadas de mano. Los rifeños trataban de apoderarse de los cadáveres de sus compañeros que estaban muertos en la alambrada y en la zona de la batería, que por permanecer muda creían indefensa. Hubo que enviar a este sector una sección del Ceriñola al mando del alférez Villanova, quienes ocasionaron numerosas bajas al enemigo. La defensa se hizo imposible, pues carecían de municiones de fusil y de Artillería, no quedando más que una ametralladora útil; además, tampoco había mucha fuerza disponible para la defensa, pues quien no se encontraba herido no podía sostenerse por los sufrimientos del hambre y del calor. El comandante Benítez, para animar a sus soldados, gritaba llorando "¡Viva España!" y "¡Vivan mis soldados!", quienes, enardecidos, marchaban al parapeto para caer enseguida por no poder sostenerse. Para apagar la sed de los soldados graves se utilizan los últimos recursos que quedan: unos botes de tomate que el cantinero de la posición aún conserva, escasos para el elevado número de heridos y enfermos.
La situación llegó a ser tan apurada esa noche que se solicitó a Annual que rodeara la posición con una cortina de fuego de Artillería para evitar los reiterados asaltos enemigos, cosa que hicieron los artilleros de Annual con precisión matemática.
El ataque remitió algo a primeras horas del día 20 de julio, pudiendo darse descanso a las tropas, pero sin abandonar el parapeto.
FUENTES: