AHN. TS-R. Expediente 50.2. Folios 424 a 430.

Al margen: Declaración del testigo Capitán Don Joaquín Cebollino von Lindeman.

Al centro: En Melilla, a veintinueve de agosto de mil novecientos veintiuno, ante el Señor General de división, Juez Instructor y el infrascrito Secretario, compareció el testigo anotado al margen,a quien se advirtió la obligación que tiene de cedir verdad y las penas en que incurre el reo de falso testimonio, enterado de las cuales, y después de prestar juramento según su clase, fue

PREGUNTADO por las generales de la ley. Dijo llamarse don Joaquín Cebollino von Lindeman, ser capitán de Caballería, con destino en las Fuerzas Regulares indígenas de Melilla, mayor de edad y de estado casado.

PREGUNTADO desde cuando sirve en las Fuerzas Regulares, dijo que desde treinta y uno de agosto de mil novecientos diez y seis, en los empleos de subalterno y capitán.

PREGUNTADO por razón de su larga permanencia en estas Fuerzas, por el espíritu y comportamiento por ellos observado en estas circunstacias, dijo que el espíritu de estas Fuerzas, en el tiempo que ha estado en ellas, fue excelente, como demuestra su comportamiento en todas las ocasiones y que en los últimos momentos de los sucesos, llegó formada, con sus oficiales, hasta Nador y Zeluán, que eran los puntos de su destino; esto por lo que respecta a la Caballería, de la que era la unidad mandada por el declarante, (ilegible) de la Infantería, desde que la vió tomar el tren en Batel, no tuvo noticia de ella. Al tomar el tren, iba mandada por sus oficiales y el Jefe accidental del Grupo, Comandante Don Manuel Llamas. En dicho tren bajó el testigo a la plaza, en virtud de prescripción facultativa, por encontrarse enfermo. El tren salió de Batel como a las doce del día veintitres de julio, y en él salieron también los sirvientes y material de ametralladoras, yendo el ganado con la Caballería por carretera a Nador, donde todos se reunieron.

PREGUNTADO si después de la caída de Abarrán observó síntomas o adquirió noticias que le denunciaran los sucesos que después ocurrieron, dijo que no, pero que desde que ocurrió este hecho, existía una harka muy numerosa por el frente de Tensaman, que oscilaba, según las referencias, de tres mil a diez mil hombres, bien armados, la mayoría de fusil Lebel, según pudo apreciar el testigo por el sonido de los disparos.

PREGUNTADO donde se hallaba el testigo al declararse el periodo crítico de los sucesos declarados en este campo y su intervención en los mismos, dijo que desde primero de junio, a raiz de la pérdida de Abarrán, se encontraban las Fuerzas Regulares en Anual; mas luego, como el estado de relaciones con el campo era bueno, se dispuso bajaran un tabor y un escuadrón. El declarante estuvo en la plaza con permiso desde el seis o el ocho de julio al catorce, en que tomó el mando de su fuerza.

El día diez y siete de julio, al levantarse temprano, observó que no se dedicaba a sus faenas ordinarias los moradores del campo, que había gente por los barrancos y lomas del servicio de aguada y carretera de Izummar y que estaban atacando la posición de Igueriben, lo que puso en conocimiento del jefe de la Circunscripción, el cual ordenó se suspendiera la salida de las secciones de protección. A poco rato emperazon los disparos contra el campamento desde la misma aguada a unos cuatrocientos metros, lo que dió lugar a que nuestra Artillería, que ya disparaba en defensa de Igueriben, lo hiciera también sobre los grupos que hostilizaban a Annual.

Se ordenó después que saliera todo el Grupo de Regulares, menos una compañía y el escuadrón del declarante, que quedaron como reserva, pues se veían grupos por todos los frentes de la posición. Estas fuerzas, después de mucho fuego, ocuparon las lomas de los servicios, haciéndose el de convoy a Izummar y el de aguada de Anual. A las catorce treinta llamó al testigo el jefe de la circunscripción, coronel Argüelles, para que con un escuadrón llevase un convoy de agua, víveres y municiones de Artillería a Igueriben, donde no habían hecho aguada desde el día quince, teniendo solamente veinte granadas, lo que por razón de (ilegible), determinó la salida del convoy tan tarde. El testigo puso en conocimiento del jefe de la circunscripción que no convenía seguir el camino de costumbre por estar muy batido por el numeroso enemigo; que este camino es el de la izquierda, que conducía a la aguada de Igueriben, cuatrocientos metros agua arriba de donde se hacía la de Anual y que era prederible ir por fuera de camino ocultándose del enemigo. Hízose así y antes de llegar al barranco de Igueriben, destacó el declarante una sección a ocupar las alturas de la izquierda que protegen este camino, desalojando al enemigo y ocupando la loma, y como apareciera por este movimiento a retaguardia del enemigo, fue tomado por parte de este y cañoneado por nuestras baterías. Esto le obligó a abandonar la loma, que recuperó después, cuando cesó el cañoneo, sosteniéndose en ella. La sección de que se trata iban mandada por el sargento Alberto Velasco. Otra sección, al mando del alférez Tomaseti, ocupó otras alturas del frente, que dominan el barranco y posición de Igueriben, sosteniéndose en ella con mucho fuego, y la otra sección, con el convoy, siguió con el declarante hacia el barranco, dejando una escuadra en la margen derecha del mismo, que enfilaba con sus fuegos parte de él.

Se empezó el paso del convoy por el barranco, por sorpresa, pero al aparecer la cabeza del convoy, en que iba el declarante, desde un parapeto que tenían taponando el barranco, hicieron un fuego muy intenso, así como de las alturas próximas y de las que hay por la derecha, en dirección a la kábila de Igueribe. Mientras pasaba el convoy subió el testigo a la posición, desatando la puerta de la alambrada y teniendo que quitar unos sacos terreros que cerraban la entrada de la posición. Presentose al comandante Benítez, jefe de la posición, al que dió cuenta de que llevaba el convoy y de la composición del mismo, pidiendo una ametralladora, que la emplazó protegida por el resto de la sección, que ya estaba en las alturas de la posición de Igueriben, desde donde protegían el paso del convoy, el cual llegó a la posición, menos tres cargas que, muertos los acemileros y los mulos, quedaron a la salida del barranco, sin que fuera posible recogerlos a pesar de los esfuerzos que para ellos se hicieron, terminando por llevárselos el enemigo. El convoy no pudo entrar en la posición por su reducido tamaño y traveses de desenfilada que la embarazaban, descargándose entre la alambrada y el parapeto y entrando a brazo las cargas.

Como el fuego iba en aumento por todos los frentes y en el barranco se encontraban los moros en número de quinientos o seiscientos, el jefe del convoy, teniente de Artillería, manifestó al comandante Benítez, tenía orden de que si era peligroso el regreso del convoy, se quedase en la posición; deseó el jefe que se quedase también el testigo con la escolta, manifestándole también el testigo que como no podía dejarse dentro del parapeto, hubiera sido sacrificar su ganado, y diciéndole que sólo con la Caballería podría intentar el declarante el regreso. Mientras esto ocurría, se echó el enemigo encima de la sección mandada por Velasco, la cual volvió a ser cañoneada por nuestra Artillería, obligándole a replegarse a la loma siguiente. Al ocupar ésta el enemigo, empezó a envolver la sección del alférez Tomaseti, que se vió obligada a cambiar dos veces de frente y a replegarse por último a la loma siguiente. El testigo volvió con su fuerza por camino distinto para evitar el paso del barranco, deteniéndose a recogedos heridos y siete acemileros con sus mulos, que se encontraban entre unos alminares (??), después de hecha la descarga del convoy. Al llegar a la posición de Anual, había sufrido el escuadrón de Regulares cinco muertos, nueve heridos, dos contusos y cinco caballos muertos. En la retirada de las Fuerzas [de Regulares], después de hecho el servicio, su jefe, el comandante Romero, fue herido.

El día diez y ocho solo hubo un ligero tiroteo, en los servicios de aguada y protección de carretera, oyéndose que continuaba cercada la posición de Igueriben y asediada.

El día diez y nueve, tenía el testigo que llevar otro convoy a Igueriben, con su escuadrón, y en virtud de orden recibida, aumentándose la protección con todas las Fuerzas de Regulares que quedaban en Anual y una compañía de ametralladoras, bajo el mando del teniente coronel de Regulares Nuñez de Prado. Se montó la proteción antes de que saliera el convoy, bajo el nutrido fuego del enemigo, y viendo que no podía llegar el convoy con completa seguridad, mandó el teniente coronel al testigo a comunicar al jefe de la circunscripción que, con las fuerzas de que disponía, no podía llevarse el convoy; el jefe de la circunscripción le mandó retirarse a retaguardia y esperar la llegada de la columna de San Fernando, que había salido de Dríus y que era esperada a las catorce, haciéndose como se ordenó. El declarante, con una sección, y el capitán del primero con otra, marcharon a proteger la retirada de una sección de este último, que se encontraba comprometida, lográndolo así. Se retiraron algo a retaguardia, siendo entonces evacuado el teniente coronel, que había sido herido, y encargándose del mando el comandante del Regimiento de África, Romero, que había ido a reforzarlos.

A las cinco de la tarde, y bajo el mando ya del coronel Manella, que se había hecho cargo del la jefatura de la circunscripción, se preguntó si podría pasar el convoy a varios oficiales conocedores del terreno y, ante la duda de poder hacerlo, dispuso el jefe que una compañía, llevando tres cantimploras cada soldado, intentase un asalto a la posición, protegidos por las demás fuerzas, con objeto así de abastecerlas de agua, como de quedarse guarneciéndola para refuerzo de la posición y dar algún descanso a las (ilegible)... tas tropas que había en ella, cooperando al día siguiente al avance del convoy por medio de una salida, para ocupar las lomas de acostumbrada protección. Dicha compañía era de Regulares, del capitán Rosal. Empezó esta aperación a eso de las diez y siete, avanzado dos escuadrones y una compañía al lugar donde por la mañana había estado todo el Grupo de Regulares, protegiéndoles desde la loma del servicio de aguada una batería, una compañía de ametralladoras y otra de fusiles de San Fernando, de los refuerzos que habían llegado de Drius; había también otra batería y otra compañía de ametralladoras protegiendo el avance por el flanco derecho. Otras alturas fueron ocupadas por el comandante Romero con compañías de África.

La compañía Rosal y las tres también de Regulares que la apoyaban, intentaron el paso del barranco, no consiguiéndose después de sufrir muchas bajas y a pesar del buen espíritu de la gente, por la tenaz oposición del enemigo, que les obligó a retirarse, acosadas por éste, sosteniendo el testigo con dos secciones del escuadrón la retirada de la batería, ametralladoras y compañía de San Fernando, que se encontraban, con el teniente coronel de dicho cuerpo, en situación difícil, siendo acosados por el enemigo hasta el mismo campamento.

El día veinte, solo hizo un reconocimiento con su escuadrón, quedando luego en reserva de las fuerzas que salieron a los servicios de aguada y carretera. Este día transcurrió sin más que un ligero tiroteo, por la derfecha más intensamente.

En la tarde de ese día llegaron a Anual la columna de Policía, con las harkas amigas, colocándose una posición que protegiera el camino de Izummar, en caso de perderse Igueriben. Aquel mismo día había llegado a Anual el general Navarro.

Por la noche fue preguntado el testigo por este general sobre el mejor camino para llevar el convoy a Igueriben, manifestándole su opinión pesimista respecto a dicha llegada, a peswr de las fuerzas que se habían concentrado en Anual, porque el enemigo estaba ya bien atrincherado en todos los pasos por donde el convoy pudiera dirigirse. Para llevarlo, se dispuso que dos columnas flanqueasen el convoy por derecha e izquierda y una ver asegurado el camino, que saliera éste conducido por otra pequeña columna.

El día veintiuno, después de montar los servicios de aguada y carretera, y de llegar a las nueve los refuerzos de un tabor y una compañía de ametralladoras de Regulares, salió por la derecha la Policía con las harkas, ocupando unas alturas, mientras por la izquierda hacía lo propio otra columna formada por Regulares. El avance se hizo bajo un intenso fuego enemigo, no llegando la fuerza de la derecha a pasar el barranco de Igueriban, ni las de la izquierda a ocupar las alturas que protegían el paso obligado del convoy, por encontrarse mucho enemigo (ilegible). En vista de esta situación, el convoy, que ya había pasado el río de la aguada y aguardando todo el día, retrocedió a la posición de Anual.

El general Silvestre había llegado este día con varios escuadrones de Alcántara al mando del teniente coronel Primo de Riveran que luego, dejando al general en Anual, regresaría hasta Ben-Tieb. Por la mañana se vió venir de la parte de Yebel Uddía una pequeña columna, formada por Policía y harka amiga, que se retiraron después, sin poder cumplir su objeto que, a juicio del testigo,m sería el de distraer hacia aquel lugar la atención del enemigo.

Ese mismo día se vió a la guarnición de Igueriben salir del campamento. Sin duda, persuadido el mando de la imposibilidad de llevar el convoy, dió la orden de evacuarla, viendo el testigo que mientras que evacuaban, empezaron a arder las tiendas. El enemigo se arrojó en gran número sobre los soldados que de la posición salían, quigándoles los fusiles y matando a muchos de ellos, pues solamente llegaron a Anual como unos sesenta, de los doscientos y pico que componían la guarnición, y éstos en un estado deplorable, por las penalidades sufridas, muchos de ellos mudos por la emoción, y algunos a quienes fue menester dar masajes para que pudieran tragar el agua.

Evacuada Igueriben, se hizo una retirada de todas las fuerzas a Anual, tan acosados por el enemigo, que llegó éste a mezclarse con la retaguardia. El declarante tuvo que organizar su escuadrón para proteger con su avance la retirada de las ametralladoras de Regulares, replegándose a su vez en extrema retaguardia, perseguida toda la fuerza por el enemigo hasta el mismo campamento, haciéndose intransitable, dentro del mismo Anual, el paso de uno a otro de los campamentos que lo formaban, por el fuego que dentro de él hacía el enemigo, al que se ordenó no contestar, por estar, según decían, escasos de municiones.

En este estado y habiendo transcurrido dos horas, treinta minutos, el Señor General Instructor dispuso suspender esta declaración, que leyó el testigo por sí mismo, ratificándose en ella en descargo del juramento prestado y firmándola con el Señor General Instructor, de todo lo que certifico.

Joaquín Cebollino, rubricado.
Juan Picasso, rubricado.
Juan Martínez de la Vega, rubricado.