HISTORIA MILITAR DE ESPAÑA
Campañas




GUERRA CONTRA INGLATERRA (1796 - 1802)

Producto de la debilidad política y militar de la corte española de Carlos IV ante el poderío británico, España se vió abocada a renovar la tradicional alianza con Francia y arrastrada a una nueva guerra contra Inglaterra, en la que no solo perdió de forma vergonzosa la isla de la Trinidad, sino su credibilidad como potencia marítima tras la derrota naval del cabo San Vicente.

Origen y declaración de la guerra (abril-octubre de 1796)
Desarrollo de la guerra (1797 - 1801)
La paz de Amiens (marzo de 1802)




Origen y declaración de la guerra (abril-octubre de 1796)

El magnicidio de Luis XVI llevado a cabo por los revolucionarios franceses el 21 de enero de 1793 decidió a las potencias europeas declarar la guerra a Francia. España se vió arrastrada por el entusiasmo inicial, pero tras las primeras victorias francesas el Conde de Aranda propuso la neutralidad a la Convención republicana. Su postura antibelicista y la intransigencia francesa supusieron la destitución del conde, que fue sustituido por D. Manuel de Godoy, Teniente General y Duque de Alcudia, firme partidario de la guerra contra Francia.

La guerra fue inútil y esteril para España que, tras dos años y medio de combates, vió su territorio invadido en las provincias vascongadas y el Principado de Cataluña y a meced de las tropas republicanas francesas. Finalmente, España firmó la paz de Basilea el 22 de julio de 1795. Una de las condiciones de esta paz fue la cesión de España a Francia de la parte española de la isla de Santo Domingo, cesión que, al decir de un notable historiador francés, "carecía de toda importancia, puesto que Santo Domingo ya no pertenecía en realidad a nadie".

Uno de los hechos que la guerra dejó claro y en evidencia fue que Inglaterra seguía sin considerar a España como un aliado suyo, a pesar de combatir contra un mismo enemigo. Un siglo de guerras entre ambas naciones y con intereses tan encontrados no podía zanjarse con una amistad y alianza entre ambas potencias, sobre todo teniendo en cuenta que una de ellas, España, se encaminaba hacia su declive colonial mientras que la otra, Inglaterra, dominaba los mares del mundo, consolidaba su imperio colonial en los territorios del Canadá y estaba construyendo un segundo imperio en la India y África a costa de Francia y Holanda.

La falta de alianza entre Inglaterra y España ya se había puesto de manifiesto durante la guerra contra Francia, y fueron fundamentalmente tres los hechos que resaltó el rey Carlos IV en su declaración de guerra contra Inglaterra:

  • La quema del arsenal, astilleros y navíos que los británicos no pudieron llevarse consigo en diciembre de 1793 durante la retirada del almirante Hood del puerto de Tolón, quema que hicieron los británicos sin dar conocimiento al almirante de la flota española, D. Juan de Langara, de quien eran aliados en el bloqueo naval, y a quien ocultaron su intención de atacar la isla de Córdega para apoderarse de ella para la corona británica.

  • La firma del tratado de paz con Estados Unidos el 24 de noviembre de 1794 sin contar con España ni cuidarse de sus intereses.

  • El envio de unidades navales y armamento a las Antillas españolas con el fin de impedir la cesión de la parte española de Santo Domingo, tras la firma de la paz de Basilea, sobre la que Inglaterra se declaró en contra.

Pero estas no eran las únicas razones de agravio por parte de los británicos (que Dios confunda). En la declaración de guerra, Carlos IV enumera los desembarcos de barcos británicos en las costas de Alicante, Galicia e isla de Trinidad, las expediciones británicas por aguas del Perú y Chile, el apresamiento sin razones de buques españoles, la ofensa al embajador español en Londres, y la negativa a la petición española de ayuda para finalizar la guerra.

A la República Francesa le interesaba también la alianza de España, pues si bien la Paz de Basilea puso fin a la guerra que sostenía con España y Prusia, Francia continuaba en guerra contra Inglaterra, Austria, Holanda y Cerdeña. Este nuevo rumbo de la política francesa, necesitada de ayuda, fue propiciado por el cambio del Directorio, formado por ahora por Lépeaux, Barras, Letourneur, Carnot y Reubell, que facilitó a Godoy sus propósitos para renovar la tradicional alianza franco-española de los antiguos Pactos de Familia suscritos entre los monarcas de ambos países.

Los proyectos de Godoy llegaron secretamente a París y recogidos por el conde de Sieyes, con miras a que España declarase la guerra a Inglaterra. En la corte, Godoy se mostró firme partidario de este nuevo rumbo militar en el Consejo de Estado ante el rey Carlos IV. Poco después, el marqués del Campo llevó a París las primeras instrucciones con el anteproyecto de alianza, que fueron continuadas en Madrid entre el general Perignon y el Príncipe de la Paz en abril de 1796. El 27 de junio se firmaban en Aranjuez los preliminares del Tratado, de forma que la alianza entre ambas naciones suscrita en el denominado Segundo Tratado de San Ildefonso, se firmó definitivamente el 18 de agosto de 1796.

Durante dos meses se mantuvo en secreto la decisión española de declarar la guerra a Inglaterra, a fin de dar tiempo a las posesiones de Ultramar a ponerse en estado de alerta y poner en ejecución los procedimientos de ataque a las escuadras inglesas. Por fin, el 6 de octubre de 1796 el rey Carlos IV hizo pública la alianza hispano-francesa. Los británicos exigieron explicaciones al gobierno español, de forma que Carlos IV publicó un manifiesto que contenía la declaración de guerra a Gran Bretaña y recordando los múltiples atropellos e incalificables ofensas que Inglaterra había proferido contra la Corona española.

A pesar de ser teoricamente dos potencias aliadas por un tratado en una guerra contra una excelente y poderosa potencia marítima, Francia siempre trató a España con desdén durante estos años. Si Carlos IV y Godoy hubieran entendido la revolución y tenido más personalidad y coraje político, la alianza con Francia no se habría hecho en términos de subordinación. Por el contrario, la mediocridad de estos dos personajes y la ausencia de una élite con con influjo en el gobierno propició que el pacto con Francia no reportase ningún beneficio a España, sino muchos gastos, derrotas y decepciones, convirtiendo a Carlos IV en un rey interino en un trono que se tambaleaba. Como muestra, un ejemplo: con ocasión de la derrota francesa en la segunda coalición europea que supuso la pérdida de Alemania e Italia, hubo radicales y clubs en Francia que propugnaban asegurarse el apoyo incondicional de España y, por tanto, el acceso a sus recursos, convirtiendo el país en una República Hispánica. Estas ideas llegaron a tal extremo que motivaron la protesta del embajador español en París, don José Nicolás de Azara.

Sin embargo, la debilidad militar y política española convirtió con el tiempo la alianza de España con Francia en un ardiz dinástico diseñado por Carlos IV y Godoy para evitar el derrocamiento de la monarquía por la naciente república francesa, que cortaba cabezas de reyes en Italia, Holanda y centroeuropa, difundía sus teorías revolucionarias por toda Europa y contaba con un nuevo ejército victorioso a cuyo frente se puso el gran general Napoleón, convertido en Primer Consul de Francia tras el golpe de Estado del 10 de noviembre de 1799.



Desarrollo de la guerra (1797 -1801)

El desarrollo de esta nueva contienda se hizo en la mar, y su peso recayó en la Armada española, cuyo estado dejaba bastante que desear. El almirante Mazarredo, jefe de la escuadra del Mediterraneo, expuso al gobierno de Carlos IV las deficiencias de material y organización de nuestra Armada. El informe le costó el puesto, puesto que la reacción del monarca fue separarle del mando y enviarle de guarnición a El Ferrol, si bien logró que se sustituyera al incompetente ministro de Marina, don Pedro Varela, por el almirante don Juan de Lángara.

La Armada española en aquellos años, considerada la segunda del mundo por algunos historiadores, presentaba enormes deficiencias. Tras el informe del marqués de la Ensenada elevado al rey Fernando VI en 1751, se inició un programa de rearme marítimo de modo que a muerte de Carlos III su hijo heredó una flota de guerra de 76 navios de guerra, 51 fragatas y numerosas embarcaciones menores, frente a los 18 navios de guerra y 15 embarcaciones menores con que contaba Fernando VI en 1751. Pero si bien la calidad de los buques era bastante buena, el entrenamiento y calidad de sus dotaciones marineras era deficiente. Por falta de presupuesto suficiente, la mayor parte de los buques permanecían amarrados desarmados en sus puertos y arsenales, y los mandos y tripulaciones languidecian en la ociosidad, sin apenas ejercitarse en la navegación y el tiro. Faltaban equipos para la totalidad de la flota, abundaban las deserciones de marineros por falta de paga, disminuía el número de marineros alistados.

Tras los combates navales de 1797 y 1798 el estado de la Armada española era tan deficiente que el embajador francés en Madrid, Guillemardet, escribió tajantemente en su informe al Directorio del 26 de noviembre de 1798 lo siguiente: "La escuadra española no sirve para nada."

Tras la publicación de la declaración de guerra, la escuadra principal española, al mando del almirante D. Juan de Lángara, se reunió en Tolón con la francesa, y juntas expulsaron del mediterraneo a finales de 1796 a la escuadra británica del almirante Jervis. Éste, consciente de su inferioridad numérica, se refugió en la base naval de Gibraltar, desde donde partió hacia el Atlántico.

Año 1797

1797 fue el año de los grandes combates hispano-británicos:

  • El 14 de febrero tuvo lugar la batalla del cabo San Vicente, en la que la flota española, formada por 25 navíos al mando del almirante D. José de Córdoba, fue derrotada por la escuadra del almirante Jervis, formada por 15 navíos. La vanguardia británica iba al mando del Comodoro Nelson, quien se lanzó contra la línea de batalla española dividiéndola en dos trozos y envolviendo posteriormente la retauguardia española, formada por seis navíos, cuatro de los cuales fueron apresados y dos gravemente averiados. El grueso de la armada española fue incapaz de reaccionar en su ayuda, debido a la impericia de sus mandos y tripulaciones. D. José de Córboba fue condenado a la pérdida de empleo y a la inhabilitación perpetua para el mando, siendole prohibida la residencia en Madrid o en las capitales de departamento marítimo.

  • El 18 de febrero tuvo lugar la vergonzosa capitulación de Trinidad. Dos dias antes se había presentado ante la isla una escuadra británica al mando del almirante Harvey formada por cinco navios de guerra, dos fragatas, tres corbetas y un número de embarcaciones de transporte para un cuerpo de desembarco de 3.130 soldados al mando del general Abercromby. A pesar de contar con la escuadra del almirante Ruiz de Apodaca (cuatro navíos, una fragata y 600 soldados), la milicia insular y la ayuda de los colonos franceses, cifrada en 280 hombres y 800 fusiles, inexplicablemente el almirante Apodaca ordenó incendiar los buques españoles, y el gobernador D. Jose María Chacón ordenó evacuar la capital y decidió capitular en contra del parecer de todos sus subordinados.

  • Entre el 17 de abril y el 1 de julio tuvo lugar el ataque a Puerto Rico por parte de la escuadra del almirante Harvey y del ejército del general Abercromby, reforzado hasta 8.000 soldados. El brigadier D. Ramón de Castro resistió los quince dias que duró el asalto y logró rechazar a los británicos, ocasionándoles numerosas bajas.

  • Los dias 4 y 5 de julio la escuadra británica del almirante Jervis, apostaba frente a Cádiz desde la batalla del cabo San Vicente, pretendió forzar el paso hacia el interior de la bahía de Cádiz, donde estaba bloqueada la escuadra española y cuyas defensas estaban al mando del general Mazarredo. La defensa española logró detener el ataque británico mediante el fuego de las baterías de costa, navios de guerra y lanchas cañoneras, que ocasionaron grandes daños a los británicos.

  • Entre el 22 y el 25 de julio tuvo lugar el ataque a Santa Cruz de Tenerife del almirante Nelson, que fue rechazado por el general don Antonio Gutierrez, quien ocasionó numerosas bajas a los británicos, incluyendo las heridas del propio Nelson, que perdió un brazo en la acción.

A pesar de lo que parecía un favorable curso de la guerra, la realidad era que la Península tenía perdida las comunicaciones con las colonias americanas y el estado de la Hacienda española empeoró notablemente.

Por su parte, nuestra aliada Francia seguía su guerra continental contra los estados italianos y Austria. El Directorio, a través del general Bonaparte, impuso duras condiciones de paz a Piamonte, Parma, Nápoles y los estados pontificios. Posteriormente, las tropas de Bonaparte avanzaron sobre Viena sin que el ejército del archiduque Carlos llegara a tiempo para detenerle. De esta manera, el 18 de abril se firmó la Paz de Leoben entre Francia y Austria, reafirmada el 17 de octubre con la firma de la paz de Campo Formio. Inglaterra quedó sola frente a Francia, España y Holanda.

Año 1798

1798 fue un año de transición en la guerra, en el que Inglaterra reafirmó su dominio de los mares. La escuadra española seguía bloqueada en Cádiz y la francesa en Brest, mientras que el 11 de octubre la escuadra holandesa fue derrotada en la batalla naval de Camperdow. Por su parte, los franceses enviaron un ejército a Egipto al mando del general Bonaparte, quien zarpó de Tolón el 19 de mayo, desembarcó el Egipto el 1 de julio y ganó la batalla de las Pirámides el 21 de julio. Los británicos reaccionaron enviando la escuadra del almirante Nelson en su busqueda; no logró interceptar a la flota francesa ni impedir el desembarco de su ejército. No obstante, el almirante británico dió por fin con la flota francesa anclada en la rada de Abukir, cerca de Alejandría, la tarde del 1 de agosto, atacándola y destruyéndola, dejando de esta forma al ejército francés de Egipto incomunicado de su metrópoli.

En España, el gobierno de D. Mariano Luis de Urquijo cedió a las presiones francesas sobre el proyecto de invasión de Irlanda. A tal fin se envió al puerto de Rochefort la escuadra del almirante D. Francisco Javier Melgarejo, con un ejército de 3.000 soldados al mando del general O´Farril.

Mientras tanto, los británicos organizaron una expedición de 7.000 soldados que zarparon de Gibraltar para realizar la conquista de Menorca, que se encontraba deficientemente fortificada y guarnecida. El ataque comenzó el 10 de noviembre, y la isla capituló el 15, de forma que volvió a manos británicas por tercera vez en menos de un siglo.

Año 1799

1799 fue el año de la Segunda Coalición contra Francia, integrada por Inglaterra, Rusia y Austria. En junio los franceses habían perdido en Italia todas sus conquistas efectuadas desde 1796. El Directorio reaccionó con un decreto de levantamiento en masa, un empréstito forzoso de cien millones de francos a cargo de los ricos y una serie de medidas coercitivas que originó disturbios, siendo el más famoso el levantamiento relista de la Vendée.

El gobierno de Urquijo, lejos de tratar de desligarse de la alianza francesa, rechazó las insinuaciones de paz con Inglaterra que le llegaron procedentes de Portugal. La debilidad de España ante Francia llegó al extremo de que los navíos de guerra españoles estaban prácticamente a disposición de los franceses. A raiz de los artículos III y IX del Segundo Tratado de San Ildefonso, el gobierno español puso la escuadra naval de Cádiz a disposición de los franceses. Los barcos españoles llegaron al puerto de Brest el 8 de agosto al mando del almiante Mazarredo, donde fondearon junto con la escuadra francesa de Tolón y otra holandesa amenazando a Gran Bretaña con un ataque y desembarco en Irlanda. Por su parte, la escuadra española de Melgarejo debía partir desde Rochefort a Brest, pero al encontrar ya bloqueado este último puerto por los británicos, regresó a El Ferrol, donde entró el 11 de septiembre. Los franceses aumentaron sus pretensiones y solicitaron los navios anclados en Cartagena, que estaban sin personal suficiente, para que Francia los dotase con marinería rusa y oficialidad francesa. El primer ministro Urquijo se negó a ello, pero informó a Francia que estaba dispuesto a venderselos, cosa que Francia rehusó.

La situación de Francia se hacía insostenible, derrotada de nuevo en Italia y amenazada desde Holanda por un ejército anglo-ruso. El general Bonaparte se enteró de la situación y abandonó Egipto la noche de 22 al 23 de agosto rumbo a Francia, donde llegó el 9 de octubre. El 10 de noviembre participó en un golpe de Estado contra los jacobinos que le nombró Primer Cónsul el 24 de diciembre. Al día siguiente ofreció la paz a Inglaterra y Alemania, que fue rechazada por ambos.

Año 1800

En 1800 el gobierno Urquijo continuó la alianza con Francia y accedió a pagar la suma de millón y medio de pesos. Por su parte, Francia seguía la guerra en Italia, Suiza y Alemania. En Italia Massena se enfrentaba a los 100.000 soldados austriacos de Melas con tan solo 39.000. En los otros el general Moreau tenía 120.000 hombres para oponerse a los 130.000 de Kray y el príncipe de Reuss. Pero el 14 de junio Bonaparte venció a Melas en Marengo, obligando a los austriacos a evacuar Italia. Por su parte, Moreau rechazó en julio a los austriacos hasta más allá de Munich.

Los británicos ofrecieron de nuevo la paz a España a través de Portugal, y de nuevo se volvió a rechazar, vistos los éxitos franceses. Por ello, los británicos reanudaron sus ataques contra los territorios peninsulares:

  • El 25 de julio los británicos desembarcaron una importante fuerza en la playa de Doniños, cerca de El Ferrol. Su intención era apoderarse de la Plaza y la flota allí amarrada. Pero las fuerzas del almirante Melgarejo, el teniente general Negrete y el conde de Donadio rechararon el ataque.

  • El 6 de octubre la escuadra británica y su fuerza de desembarco intentaron un segundo ataque a Cádiz. La situación de la plaza era muy difícil, pues su población estaba siendo diezmada por una mortífera epidemia de fiebre amarilla. No obstante, el carácter indómito que imprimió a la defensa el gobernador de la plaza, D. Tomás de Morla, rechazó el ataque de los británicos.

Napoleón engatusó a Godoy y Carlos IV con la promesa de un posible reino en Italia con una población de más de un millón de habitantes para el infante de Parma, hermano de la reina, a título de rey. A cambio, Napoleón solicitó a España el suministro de diez navíos de guerra aparejados y artillados para ser tripulados por franceses, a que obligase a Portugal a separarse de Inglaterra y hacer la paz con Francia, y a devolver la Luisiana a Francia. A todo ello accedió Carlos IV en un vergonzoso tratado secreto firmado el 1 de octubre de 1800, conocido como el Tratado preliminar de San Ildefonso, en el que no se tomaba ninguna obligación concreta sobre la invasión de Portugal.

Por su parte, los británicos seguian dueños del Mediterraneo, donde tenían bloqueados y sitiados a sendos ejércitos franceses en Malta y Egipto. Bonaparte pretendió utilizar la escuadra española fondeada en Brest desde agosto del año anterior para socorrer a dichos ejércitos, pero el almirante Mazarredo se negó por considerar irrealizable la empresa; a cambio propuso la reconquista de Menorca, que resultaba más factible. Las primeras discusiones entre Bonaparte y Mazarredo sobre el asunto se efectuaron el 17 de noviembre de 1799. El caso es que el 4 de septiembre la guarnición de Malta capituló, siendo repatriada a Francia en buques británicos.

El almirante Mazarredo continuaba apremiando al ministro Urquijo para que le diese la orden de regresar a Cádiz con la escuadra española fondeada en Brest. Por fin, Urquijo dió la orden, y Mazarredo salió de París para cumplimentarla. Pero los franceses manejaban los hilos de la corte española, de forma que Napoleón envió a su hermano Luciano como embajador extraordinario con la misión de propiciar la caída de Urquijo. Éste fue relevado de su cargo por el rey Carlos IV el 13 de diciembre y desterrado a Pamplona, siendo sustituido por D. Pedro Cevallos, primo político de Godoy; y el almirante Mazarredo fue relevado del mando de la escuadra española de Brest, que permaneció en este puerto francés.

Año 1801

La escuadra española seguía prisionera en Brest, y Napoleón decidió utilizarla para apoyar las operaciones de recuperación de la isla de Santo Domingo, que se había alzado contra el gobierno francés. El gobierno francés obligó al español a prestar cinco navíos de los allí, con la amenaza de apoderse de todos ellos. Por fin, una escuadra de cinco navíos, una fragata y un bergantínal mando del almirante Gravina se unió a la escuadra francesa, al mando del almirante Villaret. Como el español era más antiguo que el francés, para evitar que el mando recayese en Gravina, la escuadra española fue llamada escuadra de observación.

Los austriacos se vieron obligados a firmar la paz de Luneville (9 de febrero), consecuencia de sus derrotas en Alemania e Italia en diciembre de 1800 a manos de la franceses. Por su parte, Rusia formó la Liga de los Neutrales con Suecia, Dinamarca y Prusia, a causa de las restricciones que Inglaterra imponía al comercio marítimo. El acercamiento franco-ruso y la derrota austriaca iban dejando aislada a Inglaterra frente a una Francia victoriosa.

Simultáneamente, Napoleón continuó sus presiones sobre España para que Carlos IV atacara Portugal en caso de que no se separara de su alianza con Inglaterra, a cambio de un reino en Italia para el duque de Parma. De esta manera, el 27 de febrero España declaró la guerra a Portugal. El 20 de mayo dió comienzo la ofensiva española, que logró conquistar las plazas de Olivenza y Jurumeña y bloquear las de Elvas y Campo Mayor. Las victorias españolas en territorio luso ocasionaron que el gobierno portugués firmase en Badajoz las bases de dos tratados de paz, con España y con Francia, el 8 de junio, siendo ratificada la paz por nuestros reyes el 6 de julio en una revista a las tropas realizada en Badajoz.

Por su parte, Inglaterra atacó el puerto de Copenhague el 2 de abril, logrando con esta medida que Dinamarca abandonase la Liga de los Neutrales. Previamente, el 23 de marzo el zar Pedro I fue asesinado. Por último, el 31 de agosto los restos del ejército francés de Egipto se rindieron en Alejandría a los ingleses. Estos reveses, unidos a la caida del gobierno Pitt el 4 de febrero y su sustitución por Addington, más proclive a la paz, hicieron que Francia e Inglaterra iniciaran negociaciones de paz.

El último incidente de la guerra contra Inglaterra ocurrió la noche del 12 de julio. El navío inglés Soberbio pasó de noche entre los navíos españoles San Carlos y San Hermenegildo, haciendo una descarga de sus cañones por ambos costados, prendiendo fuego al San Carlos. Éste navío descargó la batería del costado que había recibido la andanada británica. Pero los disparos españoles no alcanzaron al navío inglés, que ya navegaba en aguas libres, sino al San Hermenegildo el cual creyendo que era objeto de un ataque británico, abordó al San Carlos tomándole por enemigo. El fuego se comunicó de un barco a otro y al final volaron ambos buques por los aires, ocasionandose más de ochocientos muertos. Otras fuentes hablan de más de dos mil muertos.



La paz de Amiens (marzo de 1802)

Tras finalizar la guerra de las Naranjas contra Portugal (6 de junio de 1801), Francia e Inglaterra iniciaron conversaciones para establecer la paz entre ambas potencias, cuyos términos preliminares quedaron convenidos el 1 de octubre en Londres. Napoleón consintió que Inglaterra se quedase con la isla de Trinidad, agraviando de esta manera a su aliada España. A pesar de haber prometido al embajador Azara que apoyaría las tesis españolas en el congreso donde había de convenirse el definitivo tratado de paz, la verdad fue que la paz se firmó sin que la isla regresase a España.


Paz de Amiens. Biblioteca Nacional de Madrid

Es interesante leer la carta que el embajador Azara remitió al ministro Cevallos el 27 de marzo de 1802, donde se pone de manifiesto la patente debilidad de España:

    "Mi primera obertura fué conforme a las instrucciones de V.S., solicitando la restitución de la Trinidad y, aunque yo internamente estaba más que convencido de la inutilidad de mi demanda, la hice, sin embargo, con toda la eficacia de que soy capaz, lo que me valió aquella viva altercación que tuve con el segundo agente inglés Merry, que es quien tiene la confianza de su Ministerio. En fin, para no dejar cosa sin tentar, obligué a milord Cornwallis a darme por escrito la declaración formal "de que le estaba prohibido por su amo entrar en la más mínima conversación conmigo sobre este punto." Entonces fue cuando dicho milord me manifestó la orden que tenía de su Corte para declarar que la Inglaterra se consideraba en guerra con la España, y las órdenes que iban a darse a las escuadras inglesas para obrar hostilmente contra nosotros, con el pretexto de no haber ejecutado puntualmente y a tiempo los preliminares, t de haber tradado a concurrir a este Congreso nuestro plenipotenciario."

EL tratado de paz de Amiens se firmó por fin por los plenipotenciarios de Francia, España, Gran Bretaña y la república bátava:

  • Inglaterra devolvería las posesiones francesas, españolas y holandesas de las que se había apoderado, excepto Trinidad y Ceilán. Asímismo, restituiría la isla de Malta a los Caballeros de la Orden y Egipto al Sultán de Turquía.

  • Francia se comprometía a evacuar los territorios napolitano y romano, a respetar la integridad de Portugal y a respetar la independencia de las islas Jónicas.

En resumen, España consiguió recuperar Menorca, que había perdido, pero no la isla de Trinidad, que siguió siendo un grave peligro para el comercio español en las Indias. Francia, olvidándose del derecho de retracto que tenía España, vendió Luisiana a los Estados Unidos. La Paz de Amiens no había resulto el conflicto, la paz con Gran Bretaña era muy frágil. Napoleón continuó despreciando la capacidad militar de los españoles, a los que consideraba aliados necesarios. Los ingleses, por su parte, no se dejaban engañar por la neutralidad de España.

Pulse aquí para ver el texto completo del tratado.





FUENTES: