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GUERRA CONTRA LA REPÚBLICA FRANCESA (1793 - 1795)
PAZ DE BASILEA (22 de julio de 1795)
Se conocen como Tratados de Basilea los acuerdos de paz firmados en 1795 entre Francia y Prusia (5 de abril) y entre Francia y España (22 de julio). Por el primero, Prusia reconocía a la República francesa y le cedía los territorios a la izquierda del Rin. El segundo ponía fin a la guerra iniciada en 1793, a raíz de la ejecución de Luis XVI. Francia devolvía los territorios perdidos por España en el Norte de la Península a cambio de la cesión de la parte oriental de la isla de Santo Domingo.
Paz de Basilea
Al comienzo de 1795 los ánimos del pueblo español estaban bastantes decaidos por los reveses de la guerra contra Francia. No solo no se había conseguido retornar a España las antiguas provincias del Rosellón y la Cerdeña perdidas en la Paz de los Pirineos, sino que las tropas francesas ocupaban la província de Guipúzcoa, una parte importante de la de Gerona y amenazaban tomar las ciudades de Pamplona, Vitoria, Bilbao y Gerona.
Por otro lado, el gobierno estaba preocupado por la entrada de las ideas revolucionarias en España de la mano de los franceses: en Guipúzcoa los afines a las nuevas ideas fueron quienes facilitaron la entrada en Irún, Fuenterrabía, Pasajes y San Sebastián, y colaboraron de buen grado con los franceses; en Madrid se descubrió una conspiración republicana denominada del "Cerrillo de San Blas". En otros puntos de España se detectaron células republicanas donde se discutía si la futura República Ibérica debía ser federada o unitaria.
A estos síntomas de descontento se unía la escasez de recursos humanos y materiales para continuar la guerra. Por ello, Godoy decició entablar negociaciones de paz con los franceses, que las aceptaron de buen grado, pues también deseaban la paz tras la caida de Robespierre y el fin del Terror.
Las primeras negociaciones se entablaron con los generales Dugommier y Perignon. No dieron ningún resultado puesto que las pretensiones españolas eran la puesta en libertad del hijo de Luis XVI y la creación de un reino para él en la Navarra francesa. No obstante, Francia presionó al gobierno de Madrid a través de su antiguo embajador M. Bourgoing para negociar unas condiciones más aceptables.
El 8 de mayo de 1795 se iniciaron en Basilea las conversaciones entre ambos países. El representante español era el embajador en Polonia, D. Domingo de Iriarte. El representante francés era M. Barthélemy, embajador de Francia en Suiza, que el 5 de abril acababa de firmar la paz con Prusia y se hallaba negociando la paz con varios principados alemanes.
M. Barthélemy planteó la pretensión francesa de quedarse con algunas plazas en Guipúzcoa o, en su defecto, la entrega de la Luisiana y de la parte oriental de la Isla de Santo Domingo. D. Domingo de Iriarte tenía instrucciones de no ceder ningún territorio español y seguir planteando la libertad del hijo de Luis XVI. Así las cosas, Godoy nombró nuevo negociador al Marqués de Iranda y Francia nombró al general Servan, antiguo Ministro de la Guerra, con objeto de desbloquear el proceso. Ambos se entrevistaron en la frontera guipuzcoana, sin resultado aparente.
El 8 de junio el hijo de Luis XVI murió en la prisión del Temple, por lo que las pretensiones españolas se vaciaron de contenido. Por su parte, Francia deseaba realmente la paz, por lo que redujo sus pretensiones al mínimo: la parte oriental de la isla de Santo Domingo. En estas condiciones se llegó por fin a un acuerdo y el 22 de julio D. Domingo de Iriarte y M. Berthélemy firmaron en Basilea el tratado de paz, que contenía el siguiente acuerdo:
Francia devolvía a España todas sus conquistas de guerra en suelo español.
España cedía a Francia la parte oriental de la isla de Santo Domingo (la actual República Dominicana), con lo que toda la isla quedaba en poder francés.
Francia acepta la mediación y buenos oficios de España ante los reyes de Portugal, Nápoles, Cerdeña, Parma, demás estados italianos y demás potencias beligerantes que deseasen negociar con Francia.
El pueblo español aceptó gozoso la paz. La pérdida de la isla antillana fue un mal menor y, dadas las adversas circunstancias bélicas en el momento de la firma, la paz fue bastante beneficiosa para España. El contento en la Corte española fue grande, de manera que se concedió a Godoy el pomposo título de "Príncipe de la Paz".
La principal consecuencia de la Paz de Basilea fue el inicio de una política de contemporización con Francia y sumisión a esta potencia. Esta política se plasmó en el Tratado de San Ildefonso de 18 de agosto de 1796 a modo de renovación del "Pacto de Familia", ocasionó a España una guerra con Portugal, otra con Inglaterra y culminó con la derrota de Trafalgar en 1805. Además, fue el origen de la invasión francesa que dió lugar a la Guerra de la Independencia Española, conocida fuera de nuestras fronteras como la Guerra Peninsular, de la que el Reino Unido saldría reforzada militarmente y supuso la postración definitiva de España como potencia política y militar.
Consecuencias en la isla de Santo Domingo
El Tratado decía:
"El Rey de España, por sí y sus sucesores, cede y abandona en toda propiedad a la República Francesa toda la parte española de la isla de Santo Domingo en las Antillas." ... "un mes después de saberse en aquella isla la ratificación del presente Tratado, las tropas españolas estarán prontas a evacuar las plazas, puertos y establecimientos que aquí ocupan, para entregarlos a las tropas francesas cuando se presenten a tomar posesión de ellas." ... "los habitantes de la parte española de Santo Domingo, que por sus intereses u otros motivos prefieran transferirse con sus bienes a las posesiones de S.M. Católica, podrán hacerlo en el espacio de un año contando desde la fecha de este Tratado."
Las noticias sobre la firma del convenio llegaron a Santo Domingo el 18 de octubre
de 1795 y no es difícil imaginar la reacción que
provocaron entre unas gentes que llevaban más de
un siglo luchando contra la penetración y
usurpación francesas en su territorio y que se
veían forzadas a acatar una decisión en la cual no
habían participado.
La base
de la colonia francesa en Santo Domingo era el
azúcar y con la multiplicación de los ingenios se
hizo necesario traer cada vez con más frecuencia
negros del África puesto que la vida promedio de
un esclavo era de apenas siete años. Rápidamente
la población negra desplazó la mano de obra
blanca, que no era numerosa. Como no había muchas
mujeres blancas, los dueños de las plantaciones
utilizaban a las esclavas más atractivas para
cumplir con sus necesidades. De estas uniones
nacieron hijos y fue generalizándose poco a poco
la costumbre de dar la libertad a estas concubinas
y a sus hijos, los que, al pasar a ser hombres
libres adquirían sus derechos ciudadanos, de
acuerdo al artículo 59 del Código
Negro, entre los que se encontraba el de
sucesión, siempre y cuando fueran reconocidos por
sus padres.
De esta manera se inició un
proceso de mulatización. Al principio los mulatos
no eran muchos pero su número aumentó rápidamente
y los blancos comenzaron a resentir el poder
social y económico que adquirían. Este
resentimiento dio origen a la promulgación de una
serie de leyes discriminatorias que intentaban
frenar su evolución y hacerlos sentir como
ciudadanos de categoría inferior.
Algunos
de estos mulatos ricos emigraron a Francia, y
varios residentes en París, organizaron una
sociedad llamada Sociedad de los Amigos de los
Negros para proteger sus derechos. Esta sociedad
fue bien vista por los grupos burgueses más
liberales en Francia. Cuando la burguesía condujo
a los franceses hacia la Revolución ya estaban los
mulatos, encabezados por Vincent Ogé, muy bien
relacionados con importantes líderes
revolucionarios e intentaron obtener un decreto de
la Asamblea Nacional francesa que reconociera la
plenitud de sus derechos ciudadanos. Hasta
llegaron a entregar alrededor de seis millones de
libras tornesas como ayuda al Gobierno para sanear
la deuda pública. Los franceses, sin embargo, no
se mostraron muy dispuestos en principio a
conceder el reconocimiento solicitado por temor a
tener que aceptar más adelante la libertad de los
esclavos negros que podrían reclamar igualdad.
Ellos pensaban que la abolición de la esclavitud
significaría la ruina de la Colonia y, con ella,
la ruina de la burguesía marítima francesa.
Así las cosas, los blancos de la Colonia
aprovecharon para iniciar un movimiento de
represión contra los mulatos. Cuando finalmente la
Asamblea Nacional francesa dictó leyes que
reconocían derechos políticos a la gente de color,
acreditándoles los mismos derechos y privilegios
que los ciudadanos franceses para elegir
representantes y sentarse en la Asamblea Colonial,
esto no fue bien recibido por los grandes blancos
quienes se opusieron a poner en vigencia estas
resoluciones. Como la Asamblea Colonial estaba
dominada por los blancos la situación no cambió
para los mulatos.
Todos perseguían lo
mismo: Los blancos buscaban su independencia, los
mulatos la igualdad con los blancos y
eventualmente, también su independencia, y los
esclavos negros, que ganaban conciencia de su
condición y deseaban escapar de ella, se
organizaban tras su libertad. Finalmente el 14 de
agosto de 1791 estalló la revuelta en las
plantaciones al norte de Santo Domingo, que se
prolongaría por diez años.
Por más extraño
que parezca, esta revuelta reunió a los blancos y
a los mulatos, propietarios también de esclavos,
para hacer frente común a la situación que les
arruinaría a todos por igual. Apoyados por tropas
francesas que intentaban impedir el fin de la
dominación, solicitaron también la ayuda de
Inglaterra.
Los españoles vieron en esta
revolución una oportunidad para recuperar los
territorios que habían venido perdiendo ante el
avance desconsiderado de los franceses hacia su
territorio en el Este, donde habían penetrado
asentándose a su aire, de manera que les
ofrecieron su respaldo a los negros.
Sin
embargo, debido a las profundas diferencias
psicológicas y de intención entre blancos y
mulatos su alianza duró poco y así se definieron
los campos: Los blancos que buscaban el apoyo de
los ingleses; los mulatos auxiliados por el
Gobierno francés que finalmente, el 4 de marzo de
1792, les había reconocido la igualdad con los
blancos; y por último, los negros rebeldes que
vieron en los españoles a un aliado que les
prometía la libertad que Francia les negaba a
cambio, únicamente, de que no traspasaran sus
fronteras.
Cuando los radicales jacobinos
derrocaron al gobierno burgués girondino en
Francia, declararon inmediatamente la guerra a
Inglaterra, Holanda y España, que se oponían a la
Revolución y aprovechando esa coyuntura, los
ingleses de Jamaica respondieron al llamado de los
blancos y comenzaron a enviar sus tropas a Santo
Domingo donde rápidamente ocuparon gran parte del
Sur y de las costas del Oeste de la isla.
Los españoles, apoyados por los negros
sublevados establecieron un cordón en la frontera
y lograron la conquista de la mayor parte del
Norte de la colonia. Los franceses comenzaron a
perder terreno y de no haber sido por la
inteligente decisión del Comisionado francés
Galbaud que el 29 de agosto de 1793 dictó un
decreto que abolía la esclavitud en la colonia, al
tiempo que llamaba a los negros para que los
apoyaran, posiblemente hubiesen perdido la guerra.
Los negros se dividieron. Algunos
importantes cabecillas no quisieron responder al
comisionado de Francia y prefirieron continuar al
lado de los españoles pero Toussaint
Louverture, que en principio y atendiendo a
razones estratégicas había colaborado con ellos,
aceptó en mayo de 1794 el llamado y se pasó al
bando francés acompañado por unos 4,000 hombres.
También los mulatos se dividieron y algunos
apoyaron al Gobierno francés mientras los más
ricos se unieron a los blancos y a los ingleses.
Como eran en su mayoría los negros quienes
controlaban las zonas conquistadas por los
españoles, estos perdieron rápidamente las
posesiones ganadas en la colonia francesa. San
Rafael, Las Caobas, Hincha, Bánica y San Miguel de
Atalaya cayeron en manos de las tropas comandadas
por quien desde ese momento y junto al
General Juan Esteban Laveaux, Gobernador de la
parte francesa se dedicó a expulsar a los ingleses
de la colonia.
Al enterarse de la firma del tratado en Suiza muchos
residentes en la parte española resolvieron
abandonar el país tan pronto fuera posible, entre
ellos el Arzobispo Fernando de Portillo y Torres
quien, no obstante, debió esperar tres años hasta
lograr sus deseos, pero, la mayoría prefirió
quedarse. Los que consideraron marcharse,
especialmente los vecinos de La Vega, al enterarse
de que los que habían emigrado hacia Cuba pasaban
grandes penalidades, escribieron al Rey para que
se les concediera un plazo mayor de un año para
salir de la isla, mientras encontraban nuevos
destinos (Puerto Rico, Venezuela). A un año de la
firma del convenio todavía estaban la mayoría de
los dominicanos dedicados a sus ocupaciones
habituales, acariciando la esperanza de que la
cesión sería invalidada, esto así, porque era
conocido que el Gobierno español trataba de
recuperar la parte española de la isla,
proponiendo al gobierno francés a cambio el
traspaso de la Luisiana;
lo que en ese momento no fue aceptado por Francia
que seguía planeando la ocupación definitiva para
convertir Santo Domingo unificada, en un emporio y
utilizarla como base de operaciones de un amplio
proyecto de expansión colonial.
El
gobierno francés había enviado al Comisario Roume
de Saint Laurent con instrucciones específicas de
"preparar amistosamente y de antemano las cosas
para que se efectúe la evacuación de las plazas,
puestos y establecimientos de aquella isla cuando
parezca conveniente y sea posible enviar allá con
este objeto las fuerzas francesas necesarias "y de
valerse" de todos los medios posibles de
persuasión para desimpresionar a aquellos
ciudadanos de las falsas ideas que hayan podido
imprimírseles a la Revolución francesa y disipar
en su espíritu cuantos recelos se les haya
inspirado acerca del libre ejercicio de su
religión."
Roume debía trabajar rápido
para evitar que los ingleses, que ocupaban
importantes territorios tanto en el Sur como en la
costa occidental, rompieran el cordón militar de
las fronteras con la intención de apoderarse de
Santo Domingo antes que los franceses. Los
ingleses no reconocían la cesión, argumentando que
violaba las antiguas estipulaciones del Tratado
de Utrecht.
Siguiendo instrucciones
del propulsor del Tratado de Basilea, Manuel
Godoy, conocido como el "Príncipe de la Paz", el
Gobernador Joaquín García y Moreno trabajó
intensamente durante el primer año después de la
cesión para entregar a los franceses la parte
española, a la vez que defendía la frontera de un
ataque inglés mientras intentaba que los gobiernos
de Cuba y España facilitaran los medios para
transportar a los emigrantes. García se vio
obligado, en obediencia a su mandato, a ceder a
los franceses la plaza de Bayajá, a lo que antes
se había negado, y se dispuso a entregar el resto
de las partes de la colonia con miras a concentrar
las tropas españolas en Santo Domingo, desde donde
embarcarían una vez llegadas las tropas francesas.
En julio de 1796, cuando la entrega
parecía inminente, el General francés Donato
Rochambeau, se negó a ejecutar la incorporación de
la parte española a la francesa con un ejército
compuesto por negros, únicas fuerzas disponibles a
ese momento. Esta situación pospuso la toma de
posesión de la parte española "hasta nueva orden".
Los ingleses en su avance ya habían
ocupado Las Caobas, San Juan y Neiba pero las
perdieron a manos del haitiano Toussaint
Louverture. Finalmente salieron de la isla en
abril de 1798 tras firmar un acuerdo secreto con
Toussaint mediante el cual renunciaban a la
ocupación militar a cambio de ventajas
comerciales.
Por fin, a finales de marzo
de 1798 llegó a Santo Domingo, comandada por el
General Hedouville, la Comisión francesa que
recibiría la entrega de la parte española pero el
General estaba más interesado en enfrentar a
Louverture que prácticamente controlaba la
situación. Hedouville no tuvo éxito en su
propósito y fue obligado por el general haitiano a
abandonar la isla bajo amenaza de muerte, en
octubre de ese mismo año. El Comisionado Roume
pasó entonces a la parte francesa a ocupar el
lugar de Hedouville. Agravada la situación entre
negros y mulatos tras la salida de los ingleses y
la sublevación de los negros, todavía se pospuso
por más de un año la entrega de la parte española
a Francia.
Desde principios de 1799 hasta
abril de 1800 no existía en la isla ningún
representante autorizado para consumar la cesión.
Tanto Roume como el General Antonio Chanlatte,
quien quedó a cargo de Santo Domingo español,
tenían órdenes de no entregar la parte española a
menos que fuese a tropas enviadas especialmente
desde Francia.
Desde que Roume llegó a la
parte francesa Louverture solicitó autorización
para ocupar Santo Domingo oriental pero Roume se
negó varias veces a acceder a ello alegando que
eso violentaba sus ordenes, hasta que en abril de
1800 Louverture obligó al Comisario Roume de Saint
Laurent, último miembro de la Comisión Civil que
quedaba en la Colonia cedida a Francia en 1795, a
autorizar mediante decreto fechado 27 de abril, la
entrega de Santo Domingo al gobierno colonial
francés comandado por él. El decreto en cuestión
fue enviado inmediatamente al Gobernador Joaquín
García y al General Antonio Chanlatte en Santo
Domingo.
Tras una serie de incidentes, el
26 de enero de 1801 Toussaint
Louverture invadiendo la parte oriental de la
isla, llegó a Santo Domingo para recibir las
llaves de la ciudad de manos del Gobernador García
y Moreno. Tras la consumación del hecho,
Louverture procedió a la unificación de la isla
bajo su gobierno. Para institucionalizar el poder
reunió una asamblea general y dictó la primera
constitución política vigente en ambas colonias.
Luego regresó a Haití, dejando el poder en manos
de Paul Louverture.
Algo más tarde,
Napoleón, que tenía sin embargo otras ideas, lanzó
una flota con más de 80 navíos y alrededor de
58,000 hombres para recuperar la colonia de Santo
Domingo de manos de los negros. Esta flota arribó
a la isla el 29 de enero de 1802. La mitad de los
barcos llegó a Samaná, y la otra mitad alcanzó Cap
François el día 3 de febrero. Las tropas fueron
divididas para atacar a las fuerzas de Louverture
desde diferentes puntos: Santo Domingo, Monte
Cristy, Samaná, Puerto Príncipe, y. la más
importante. contra El Cabo, esta última comandada
por el cuñado de Napoleón, el General Charles
Leclerc, jefe de la expedición militar.
El
25 de febrero de 1802, el gobierno de Paul
Louverture entregó la plaza al general francés F.
M. Kerverseau, tirando al suelo la dominación de
los antiguos esclavos negros en la parte
occidental. La otrora parte española continuó como
colonia francesa hasta la "Guerra de la
Reconquista" en 1809.
Código Negro.
Luis
XIV en la vecina colonia al Oeste de la isla
para ordenar la situación de los esclavos
negros.
"El artículo 59 especificaba que
cuando un esclavo obtenía su libertad, ya fuera
mediante compra en efectivo o como concesión de
su amo o padre blanco, quedaba considerado como
ciudadano francés, con todos los derechos
inherentes a la calidad de tal. Podría comprar
tierras, disponer de su riqueza a su antojo,
prestar testimonio en juicios legales (aun
contra los blancos), casarse con quien le
plugiese, votar, portar armas, viajar por donde
lo deseare, abrazar cualquier carrera y poseer
esclavos o liberarlos...." (James B. Leyburn:
"El Pueblo Haitiano").
En la parte
oriental, el llamado Código Negro Carolino
surgió en 1784 como un intento del rey Carlos
III de España (1716-1788), de crear una
legislación destinada a regular la situación
jurídica del negro, tomando como modelo el que
regía en la colonia occidental. Contenía las
normas jurídicas para el gobierno económico,
político y moral de los negros de la colonia
española de Santo Domingo e incluía al mulato,
enfocado en la jerarquización determinada por el
grado de pigmentación de la piel.
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