Fortaleza española erigida para la defensa de la Bahía de Rosas y del norte de Cataluña al sur de los Pirineos.
"Empezando a recorrer la frontera de Francia de Levante a poniente la primer plaza que se encuentra es la de Rosas, situada como ya diximos en la ribera del mar y sobre el Golfo de su nombre: su figura es un pentágono irregular cuyos Baluartes son vacíos y sus flancos rectos, las murallas están en buen estado y circundadas por su foso menos la parte que mira al mar, donde está la puerta principal cubierta con un tambor: tiene la contraescarpa de mampostería y un segundo recinto en form de camino cuvierto construido de piedra con lunetas en los ángulos salientes y en las entrantes plazas de Armas; en la cortina opuesta a la que está la puerta principal hay otra llamada puerta de tierra, e inmediato a ella un puente en el foso; existen dos bóvedas a prueba de bomba en el baluarte antiguo; los demás edificios ... de la plaza son sencillos y están en mal estado a excepción del que sirve de quartel y es capaz de 250 hombres; a 2333 varas de la plaza y está pendiente de ella el castillo de la trinidas se be una altura que defiende la Bahía". (Descripción anónima de la ciudadela de finales del siglo XVIII) [01].
La población de Rosas está fundada sobre la primera colonia griega establecida en las costas españolas y situada en el entrante más septentrional del golfo de Rosas. Para su defensa, decidida en el siglo XVI, disponía del castillo de la Trinidad, que la protegían de ataques lanzados desde el mar por el sur, y de la Ciudadela, que la protegía de los ataques lanzados desde tierra por el norte.
Construcción de la ciudadela (s. XVI) [02]
La guerra con Francia de 1535 supuso la reactivación de las defensas del norte de España, entre las que el papel de Rosas se vió potenciado tras la caída de Perpiñán en manos francesas en 1542. Un año más tarde, en 1543, el propio emperador Carlos V visitó la bahía de Rosas y decidió la fortificación de la plaza. A partir de entonces, las plazas fortificadas de Rosas, Perpiñán y Salces tuvieron un papel destacado en la defensa del territorio español frente a las apetencias francesas.
La tarea fue encomendada al ingeniero castellano don Luis Pizaño, formado en el ejército español en Italia del Gran Capitán y que en esos años ejercía el cargo de Capitán General de la Artilleria del Milanesado. Pizaño diseñó una fortificación "a la moderna", que incluía no solo el recinto de la villa existente en esos años, sino un amplio espacio vacío para asegurar el crecimiento del núcleo urbano y situar en él las instalaciones militares necesarias.
En su trabajo, Pizaño fue ayudado por los ingenieros italianos contratados por el emperador. La traza original fue objeto de diversos estudios y modificaciones hasta adoptar la definitiva, obra el ingeniero milanés Juan Bautista Calvi, discípulo de Antonio Sangallo "El Joven", el cual realizaría luego otras importantes fortificaciones en el Reino de Aragón (fortificaciones de Ibiza, Mahón, Alicante, Perpiñán y Barcelona). Calvi trabajó en Rosas a partir de 1552 e introdujo profundas modificaciones en los proyectos de Pizaño. El debate se vió afectado no solo por la concepción de la fortificación "a la moderna", de configuración esencialmente pentagonal, sino también por diferentes valoraciones del papel que habían de desempeñar algunas defensas medievales existentes en el recinto, la relación con el entorno físico, la orientación de los baluartes y la situación de la villa dentro de la fortaleza.
A finales del siglo XVI trabajaron en Rosas los ingenieros Jorge Setara, quien dirigió el refuerzo de varios baluartes, y Jacobo Fratín, quien propuso la construcción de cuarteles en el interior del recinto para alojar a la tropa en ellos y liberar de esta carga a los habitantes de la villa; esta iniciativa fue una de las primeras de este tipo, pues la construcción de cuarteles militares no se generalizaría hasta el siglo XVIII.
La Ciudadela de Rosas [03]
Por el lado de tierra estaba el fuerte, llamada también La Ciudadela, construido en 1543 por el ingeniero militar Luis Pizaño. Era un reducto abaluartado en forma de pentágono irregular de considerable altura y foso de agua poco profundo. Su escarpa y contraescarpa estaba fuertemente revestida de mampostería. Los alojamientos interiores eran bastante capaces; en el momento de la capitulación de diciembre de 1808 se encontraban en la plaza unos 3.000 hombres.
Para suplir la falta de obras exteriores se había construido un segundo recinto que cubría el interior hasta una altura conveniente y que servía para aumentar la profundidad del foso. Este segundo recinto consistía en una serie de contraguardias y medias lunas adosadas a la contraescarpa y ligadas entre sí por rastrillos en los puntos en que tocaban al foso interior. Sus salientes se dirigían, unos hacia las capitales de los baluartes y otros en forma tal que impidieran la enfilada desde los accidentes de terreno circundante. Para suplir la falta de foso, se había cortado el glacis, dejando al descubierto un muro de entre cinco y seis metros de alto y seis metros de espesor, el mismo que el del recinto principal, y revestido de piedra, losa y cantería.
En el frente que daba al mar, la cortina y los flancos de los baluartes que la limitan carecían de foso y, en vez del segundo recinto, tenía una cortadura que le proporcionaba un doble flanco que cubría la única poterna que daba entrada a la plaza y servía para su comunicación con las obras exteriores.
La iglesia, con capacidad para alojar a uno 500 hombres, y los almacenes de pólvora eran las únicas obras construidas a prueba. El resto de los edificios habían sido arruinados en el sitio de 1794 y en la explosión de un almacén de pólvora.
Es de destacar que el punto vulnerable de la Ciudadela durante el sitio de 1808 era la brecha abierta en el baluarte de Santa María a causa de la explosión de un repuesto de pólvora provocada durante el sitio de 1794, que no había sido convenientemente reparada y que tan solo había sido reforzaba con una serie de toneles rellenos de tierra dispuestos para cerrar la brecha . Este punto fue detectado por el Jefe de Ingenieros francés, quien montó el dispositivo de sitio y asalto hacia la misma hasta conseguir la capitulación de la plaza [04].
Como la población carecía de recinto y estaba formada por una larguísima calle cortada por un ancho arroyo, para su protección y para cerrar las entradas desde la parte de tierra entre el fuerte y la montaña, se había construido un reducto de campaña en el extremo izquierdo del arroyo sobre una suave colina que cubría el extremo oriental de la villa. Apoyado en este reducto y en el fuerte, se había construido un largo atrincheramiento en línea recta, interrumpido en su mitad por un rediente, de forma que el conjunto parecía formar dos cortinas.
El Fuerte de la Trinidad [05]
Para la defensa de la parte de la bahía comprendida entre la villa y el saliente oriental de la montaña, un lugar de aguas profundas y al abrigo de los vientos donde la población de Rosas había emplazado su puerto, existía un fuerte llamado de La Trinidad, conocido por los franceses con el nombre de El Botón de Rosas.
Era una robusta construcción erigida sobre una roca de 66 metros sobre el mar, dominada de cerca por la montaña de Puig Rom. Tenía forma de estrella de cuatro puntas, gruesos muros cimentados sobre la misma roca y de entre 18 a 20 metros de altura. Sus baterías estaban dirigidas hacia la bahía, pues la misión del fuerte era defender el puerto de Rosas. Por la parte de la gola, es decir, la opuesta al mar, se cubría de los posibles fuegos lanzados desde la montaña por un muro que le servía de espaldón, y un rediente que obstruía la única puerta del fuerte.
Sus baterías podían recibir hasta nueve piezas de grueso calibre. Tenía abrigos y almacenes a prueba, cisternas y todo lo necesario para que su guarnición, fijada en unos 150 hombres, pudiera resistir un largo asedio.
En la parte baja de la roca donde se asentaba el fuerte existía una espaciosa batería capaz de albergar hasta doce piezas de grueso calibre. Su misión consistía en realizar fuegos rasantes sobre la bahía. Su gola estaba cerrada por un pequeño muro aspillado, al que estaban unidos dos pequeños edificios con destino a cuarteles para la guarnición.
La situación del Fuerte de la Trinidad en la bahía y las dificultades que debía arrostrar un posible enemigo para arrastrar y emplazar sus baterías de sitio hacían del fuerte la mejor defensa de Rosas y su rada .
Los cuatro sitios de Rosas
La ciudadela de Rosas cumplió con creces la función defensiva para la que fue diseñada, pues fue atacada en todas las guerras que se declararon entre España y Francia, si bien siempre cayó en manos enemigas. En total fueron cuatro las veces que Rosas quedó en poder de los franceses.
En plena guerra por la insurrección catalana (1640-1659), la fortaleza de Rosas cayó por primera vez en manos francesas tras el primer sitio de 1645. Inmediatamente designaron al ingeniero D´Argencourt para acometer los trabajos de refuerzo y mejora de la plaza. Una importante medida tomada por este ingeniero fue la expulsión de la villa al exterior de la fortaleza, lo que llevó a la formación de un arrabal extramuros de la misma. Tras la Paz de los Pirineos y la cesión del Rosellón a Francia, la plaza de Rosas quedó en vanguardia de la defensa de España en el frente catalán. La monarquía española planificó diversas mejoras, entre las que se contaron la construcción de un hospital para las tropas destacadas en el Ampurdán; pero el resto de actuaciones se vieron limitadas por los problemas financieros que atravesaba el reino en aquella época.
Durante la Guerra de los Nueve Años, Rosas cayó de nuevo en manos francesas por segunda vez tras el segundo sitio de 1693, y el Real Cuerpo de Ingenieros del monarca Luis XIV hizo importantes trabajos de mejora y refuerzo.
Durante la Guerra de Sucesión (1702-1714) la plaza quedó en manos del rey Felipe V, y el gobernador de la plaza era un oficial español; pero el control de las fortificaciones seguía en manos de los ingenieros franceses, dependiendo orgánicamente del ingeniero de Perpiñán.
Durante el siglo XVIII los diversos pactos de familia firmados entre Francia y España, así como la construcción del castillo de San Fernando de Figueras, relegaron a la fortaleza de Rosas a un segundo plano. Se mantuvieron las tareas de mantenimiento, pero el principal problema fue el control del diseño y altura de las construcciones del arrabal, para que no afectasen a las defensas de la ciudadela y a la zona polémica de la misma; de esta forma, oficiales de la Dirección de Ingenieros del Principado de Cataluña como José Fabre, Pedro Martín Cermeño, Juan Escofet, Ramón Anguiano y Antonio López Sopeña, trabajaron en Rosas e hicieron informes sobre el trazado de las calles del arrabal, su enfilada por los cañones de la fortaleza, y los problemas que acarrearía su caída en manos del enemigo para atacar la fortaleza. Fue en esos años en los que se fortificó el arrabal con un atrincheramiento y un reducto de campaña.
Rosas cayó por tercera vez en manos francesas tras el tercer sitio de 1794, con ocasión de la Guerra con la República Francesa (1793-1795), tras dos meses de lucha.
Finalmente, durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), Rosas cayó por cuarta y última vez en manos francesas tras el cuarto sitio de 1808.