Los franceses conquistan Rosas por cuarta vez.
Tras haber informado de su fracasado ataque a Gerona, el general Duhesme solicitó refuerzos al emperador para repetir el ataque. Napoleón ordenó a su ayudante, el general de división conde de Reille, que tomara el mando de una nueva división formada en la frontera y que entrara en España con dos objetivos: levantar el bloqueo de Figueras y tomar la plaza de Rosas. Conseguido el primero de ellos, el 11 de julio intentó un golpe de mano sobre Rosas al frente de una columna de 1.800 hombres.
En aquellos días la guarnición estaba formada por un centenar de guardias españolas y valonas y unos 400 migueletes, apoyados por unas 5 ó 6 piezas de artillería, quienes rechazaron la oferta de capilulación enviada por Reille. No obstante, éste tuvo que retirarse al tener noticia de que una partida de somatenes de unos 4.000 ó 5.000 hombres se había situado a su espalda y amenazaba cortarle la retirada [01].
Tras los reveses del general Duhesme en la toma de Gerona y los problemas que afrontaba para la conservación de Barcelona, el emperador decidió sustituirle por el general Gouvión Saint-Cyr. Si bien fue designado oficialmente para el mando el 22 de agosto, las nuevas unidades de refuerzo no estuvieron en condiciones de cruzar la frontera de la Junquera hasta el 5 de noviembre.
El general St-Cyr comenzó sus operaciones con el sitio de Rosas, con objeto de expulsar de sus aguas una escuadra británica cuya presencia impedía el abastecimiento de Barcelona por mar, y dejar sus aguas en poder de los franceses. De ese modo, el 7 de noviembre de 1808 la plaza de Rosas quedó bloqueada por las divisiones francesas que mandaba el general de división conde de Reille. Contaba con 13.604 hombres y 1.328 caballos, con un total de 17 batallones de infantería y 10 escuadrones de caballería encuadrados en cinco brigadas y dos divisiones [02].
El conde de Reille contaba con dos divisiones; una de ellas la mandaba él mismo, formada por dos brigadas:
La segunda división estaba compuesta por varios contingentes italianos. Estaba al mando del general Pino y tenía tres brigadas, una de ellas de caballería:
El ejército sitiador contaba con una importante presencia de Artillería e Ingenieros entre sus filas. El Jefe de Artillería era el coronel Demarcay, quien estaba auxiliado por el jefe de batallón Laurent y el jefe de escuadrón italiano Clément. Contaba con seis compañías de artillería a pie y a caballo que encuadraban 458 hombres y 377 caballos.
El Jefe de Ingenieros era el general de división conde de Sanson, quien dirigiría las operaciones del sitio. Era un buen oficial de Ingenieros, perfecto conocedor de las defensas de Rosas, pues había dirigido el mismo sitio y levantado las baterías de brecha en 1794. El general Sanson estaba auxiliado por una plana mayor de 14 oficiales al mando del coronel Ribes [03]. Sus tropas de Ingenieros consistían en dos capitanes [04], cuatro tenientes [05] y 214 hombres, encuadrados en dos compañías francesas y una italiana: la 7ª. Compañía del 2º. Batallón de Zapadores, la 2ª. Compañía de 3º. Batallón de Zapadores y la 7ª. Compañía de Ingenieros italianos.
A la semana del comienzo de las obras de sitio, se incorporó al ejercito sitiador el general de Ingenieros Kirgener, cuya misión consistió en fijar un plan que produjese resultados más rápidos que los establecidos por el general Sanson.
Por parte española, la defensa estaba encomendada al coronel don Pedro O´Daly, competente oficial que había acreditado su valía como teniente coronel del regimiento Ultonia en los primeros sitios de Gerona. La Ciudadela de Rosas contaba con una guarnición de unos 3.000 hombres de varios cuerpos de diferente procedencia [06], mientras que la guarnición del fuerte de La Trinidad la componían 80 soldados españoles y 25 marineros británicos, todos ellos al mando del teniente coronel Fitz-Gerald.
Reforzaba la guarnición una escuadra fuerza naval británico al mando del comodoro West, formada por dos navios de 74 cañones, una fragata, tres grandes carbetas y dos o tres bombarderos [07], que estaba fondeada en el puerto.
Su Jefe de Ingenieros era el coronel don Manuel Lemaur, acompañado por el teniente coronel de Ingenieros don José Torras Pellicer. La guarnición de Rosas no tenía tropas de Ingenieros asignadas, por lo que ambos oficiales no contaban con tropas de Ingenieros para su trabajos; recurrieron al capitán de Artillería don Carlos Espinosa y mano de obra auxiliar de infantería y artillería en sus trabajos de recomposición de las obras más urgentes y montaje de las 58 piezas de todos los calibres en los muros de la plaza y sus fuertes.
Debido a las fuertes lluvias de los primeros días, diversas salidas afortunadas de los defensores y el hostigamiento de los somatenes desde las montañas, los sitiadores se limitaron a practicar reconocimientos, y no fue hasta el 15 de noviembre que montaron un asalto en fuerza contra el fuerte de la Trinidad. El fracaso del mismo y el número de bajas obtenidas convenció a los franceses de la necesidad de establecer un sitio en toda regla [08].
Los trabajos de sitio comenzaron la noche del 18 al 19 de noviembre, en la que una de las tres compañías de zapadores, auxiliada en sus trabajos de aproche por un millar de soldados, abrió la primera paralela en una altura situada frente a la cara norte de la ciudadela, a unos 600 metros de la misma, para enlazar el ataque de éste con el del fuerte de La Trinidad. En su extremo derecho se construyó una batería de seis morteros, mientras que en el otro establecían una batería de seis piezas de grueso calibre el 20 por la mañana. Los trabajos se efectuaron bajo los fuegos intermitentes de la defensa, que obligaron al ingeniero francés Sanson proponer extender la línea de circunvalación por su izquierda y abrazar el otro baluarte del frente de ataque. Aceptada su propuesta, la noche del 21 a 22 se terminó la nueva trinchera bajo el fuego enemigo, y se construyó una nueva batería de cuatro piezas de a 24 pulgadas.
El objetivo del ejército español en Cataluña, al mando del general Vives, era tratar de entrar en la capital del Principado, por lo que se encontraba en su mayoría entretenido en estas operaciones. A pesar de ello, el general Vives envió al brigadier Alvarez de Castro al mando de una fuerza de unos 5.500 hombres para romper el sitio de Rosas. Pero el intento de cruzar el rio Fluviá el día 24 de noviembre y asaltar las posiciones francesas del otro lado del río fueron vanas, y la fuerza de socorro española se retiró. Con ello se desvanecieron las esperanzas de socorro para los sitiados, que vieron además como ese mismo día caía en poder del enemigo el reducto de campaña del extremo izquierdo de la población, así como las primeras casas de la villa [09]. A resulta de ello, la noche del 25 al 26 los franceses abrieron una zanja de 150 metros de longitud a la izquierda de la paralela, a fin de enlazarla con el reducto de campaña recién tomado.
La llegada del nuevo general de Ingenieros, Kirgener, hizo cambiar el objetivo de ataque de los franceses, quienes abandonaron el frente Noroeste de la ciudadela y el baluarte de San Andrés por el frente oriental hacia el baluarte de Santa María. Se hallaba este baluarte situado en el extremo derecho de la ciudadela, y en él los franceses detectaron la existencia de una obra reciente consistente en una serie de toneles rellenos de tierra dispuestos para cerrar una antigua brecha abierta por la explosión de un repuesto de pólvora ocurrido en el sitio de 1794 [10] ; de esta manera, los franceses también ligaban los trabajos de sitio de la ciudadela con los del fuerte y evitaban un posible desembarco británico.
La noche del 26 al 27 los franceses realizaron un fuerte asalto contra el atrincheramiento de la población y el rediente situado en su mitad, tomándolo a pesar de la fuerte y desesperada defensa de los españoles [11], de forma que el enemigo llegó las últimas casas del pueblo y hasta unos 140 metros del baluarte sur de la ciudadela. En los días siguientes los franceses aprovecharon este éxito para abrir una segunda paralela al sur de la ciudadela, a unos 300 metros de sus muros. También construyeron cuatro nuevas baterías y emplazaron en ellas hasta nueve piezas de grueso calibre, tres obuses y seis morteros.
Rechazada la intimación a la rendición efectuada por los franceses el 29 de noviembre, a éstos nos les quedaba más continuar con los trabajos de sitio, abriendo nuevas trincheras de comunicación con las baterías y construyendo refugios para éstas, de suerte que el 29 por la noche la ciudadela quedó completamente bloqueada, y los británicos alejaron sus naves del puerto.
Durante estos días, las cuatro piezas de las dos baterías francesas asentadas en el Puig Rom no dejaron de batir el fuerte de La Trinidad, de suerte que el 30 de noviembre los franceses realizaron un segundo asalto al fuerte. El asalto fue rechazado, causando grandes entre las tropas atacantes [12].
Para ese mismo día los franceses habían finalizado el asentamiento de tres nuevas baterías frente al muro sur de la ciudadela, elegido para el asalto. Una desesperada salida de los defensores efectuada el 2 de diciembre contra las citada baterías, que se saldó con 45 muertos de los españoles y su regreso a la ciudadela [13], no impidió que el 4 de diciembre veinticinco piezas de artillería francesa de cuatro baterías dispararan sobre las caras de los baluartes del frente sur, sobre la cortina sur, sobre la brecha del baluarte de Santa María, mientras los morteros lo hacían sobre el interior de la ciudadela.
Tal y como esperaban los ingenieros franceses, la endeble obra de refuerzo de la brecha del baluarte de Santa María se desmoronó bajo los efectos de su artillería. Los franceses iniciaron los trabajos de organización del asalto final por la citada brecha, acercando las trincheras al camino cubierto para minar la contraescarpa y abrir paso hacia el foso, mientras su artillería incrementaba los fuegos sobre la brecha.
A las ocho de la tarde del 5 de diciembre, sin esperanza de socorro por parte del ejército español, sin abrigo donde refugiarse del bombardeo del incesante bombardeo, sin provisiones de boca y viendo la imposibilidad de resistir con éxito el inminente asalto, el coronel O´Daly envió un parlamentario para solicitar la capitulación [14]. Habiendo rehusado los franceses las condiciones expuestas por los españoles, el gobernador O´Daly decidió rendirse como prisionero de guerra con toda su guarnición. Ante esta situación, lord Crochane abandonó el fuerte de La Trinidad e hizo volar el polvorín del mismo.
Es de reseñar que en su retirada los cañones de la escuadra británica dispararon contra los soldados españoles mientras éstos salían de la ciudadela en calidad de prisioneros de guerra, en uno de los incidentes de guerra más extraños en la historia militar. El incidente está recogido por historiadores españoles, franceses y británicos,
Los franceses hicieron prisionera a toda la guarnición de la ciudadela de Rosas, que sumaba un aproximado de 2.400 hombres entre jefes, oficiales y tropa. Entre ellos se encontraban el coronel Lemaur y el teniente coronel Torras Pellicer.