EL GENERAL NAVARRO ASUME EL MANDO DE LAS TROPAS
Al recibir el telegrama de su superior en el que le comunicaba el inicio de la evacuación de Annual, el general Navarro decidió que debía regresar de nuevo a aquella posición al encuentro del general Silvestre. Tras dejar el mando accidental de la plaza en manos del coronel más antiguo, el general salió de Melilla con el comandante de EM Simeoni, Jefe de la Sección de Campaña, el capitán de EM Sánchez Monje y uno de los ayudantes del general Silvestre.
Entre Zeluan y Monte Arruit se encontró con el automóvil en el que regresaban a Melilla el comandante de Ingenieros Alzugaray, el comandante Tulio López, ayudante del general Silvestre, y el hijo de este último, quienes le informaron de lo ocurrido en Annual. Dándose cuenta que la sucesión del mando recaía sobre él, y recordando que en aquella hora estarían marchando entre Batel y Dar Dríus tres o cuatro núcleos de indígenas procedentes de cábilas de la retaguardia que habían sido reunidos por el capitán Agulla y que habían sido armados en Batel con el fin de formar una harca amiga, el general Navarro autorizó al comandante Alzugaray a continuar viaje hasta Melilla con orden de informar de lo ocurrido a los coroneles que allí quedaban mientras que él seguía camino para tratar de detener a los grupos de indígenas citados.
Coches rápidos del ejército. En uno de estos escaparon de Annual el comandante Alzugaray y el hijo del general Silvestre.
Al llegar a Monte Arruit se detuvo para entrar en la posición y dar al oficial al mando ordenes concretas para que nadie pasase hacia Melilla.
Al llegar a Batel le confirmaron que, en efecto, la harca amiga había sido armada con fusiles máuser y que continuaban su marcha hacia Dar Drius. Antes de proseguir, el general dispuso que el coronel don José Jiménez Arroyo, jefe del regimiento África núm. 68, viniese de Melilla a hacerse cargo de la posición, y reiteró la orden de que ningún fugitivo continuase su marcha hacia Melilla. A los pocos kilómetros el general Navarro encontró la harca amiga, y ordenó a los oficiales españoles que la guiaban el regreso de la misma hacia Batel para que se les recogiese el armamento máuser y se les devolviese el poco, viejo y malo que habían dejado en depósito. De esa manera el general Navarro impidió que la aparición en Dar Drius de una harca indígena armada con fusiles modernos se sumase a la insurrección y ataque de los rifeños.
El general Navarro llegó a Dar Drius a las 17:30 horas del día 22 de julio, donde encontró los restos de la retirada. Fue informado del abandono de Ben Tieb y se le confirmó la muerte del Comandante General. Aún sin llegar a bajar de su automóvil, el general Navarro conversó con el jefe accidental del Grupo de Fuerzas Regulares de Melilla, comandante don Manuel Llamas Martín, jefe del 3er Tabor de Infantería y cuya actuación en la retirada de Annual impidió el ataque de los rifeños por la derecha de la columna en retirada. El comandante le informó que no respondía de la fidelidad de sus tropas si no regresaban a sus acuartelamientos; el general le ordenó por tanto seguir su repliegue hacia la posición vecina de Uestia; una vez llegados allí, el jefe del Grupo telefoneó al general para insistirle en sus temores, por lo que al día siguiente, 23 de julio, continuaron su marcha hasta su acuartelamiento de Nador. Allí las compañías de Infantería fueron desarmadas, y los escuadrones de Caballería que guarnecían Zeluán, de cuya lealtad se dudaba, no fueron utilizados durante el asedio a esta posición.
Mientras tanto, el general Navarro iba tomando conciencia del desastre al que se veía sometido el ejército: las unidades estaban desorganizadas y mezcladas; se habían perdido los enlaces y los diferentes grupos ignoraban el paradero del resto de sus unidades; los subordinados desconocían quien estaba al mando; el teniente coronel don Eduardo Pérez Ortiz, jefe del 1º. Batallón del Regimiento San Fernando núm. 11, era el jefe del campamento de Dar Drius e ignoraba la muerte o desaparición de sus superiores y el hecho de que el mando le correspondía a él por Ordenanza; a quien preguntaba respondía al general con un relato vago e impreciso de lo ocurrido.
Por todo ello el general Navarro decidió quedarse en Dar Drius para reorganizar la tropa y levantar su quebrantada moral. Dispuso su puesto de mando en la casa de Polícia de Drius, distante unos 500 metros del campamento general de Dar Drius y donde se alojaba también el Depósito Local de Acumulación de Intendencia. El general dedicó el resto de la tarde a interrogar a los capitanes jefes de la mías de Policía, a tratar de recomponer el conocimiento de la situación y a reorganizar el conglomerado de hombres que había en el campamento por unidades y cuerpos; para ello dio amplias disposiciones para que la disciplina se mantuviera y se “contuviesen, reprimiesen y castigasen los hechos lamentables que se produjesen”. De todas sus disposiciones e intenciones dio cuenta el general Navarro al Ministro de la Guerra y al Alto Comisario por radio. No obstante, según declaró el comandante Armijo, jefe del Depósito de Intendencia, al general Picasso, en un momento posterior a la llegada del general Navarro al campamento de Dar Dríus, éste conferenció con aquel y le insinuó que posiblemente deberían evacuar Dar Dríus a las 04:00 horas de la madrugada, y le recomendó que hiciera la previsión de evacuar los elementos indispensables de su depósito e inutilizarlo posteriormente, "procurando no llegar el menor indicio a conocimiento de la tropa, pues la desmoralizaría completamente."
Evacuado Annual y las posiciones de su circunscripción, el general Navarro encontró en Dar Drius un gran número de oficiales de Policía Indígena cuyas tropas habían desaparecido o cuyos puntos de residencia se hallaban ya en poder del enemigo. El general, decidido a no perder contacto con la población indígena, ordenó que se quedasen en Dar Drius aquellos oficiales que aún conservaban fuerzas a su órdenes, y que todos ellos se pusieran a las órdenes del comandante Villar; al resto les ordenó regresar a sus respectivas residencias habituales. No obstante, la fidelidad de los policías no debía ser muy buena puesto que al día siguiente gran número de ellos fueron desarmados por sus jefes.
(NOTA: sobre el desarme de los policías indígenas en 23 de julio, ver testimonio del teniente Erquicia, que obra en el folio 3.220 de la causa contra el general Navarro; así mismo, la declaración del capitán de Ingenieros don Antonio Valcárcel, oficial en prácticas de EM, que obra en el folio 264 vuelto, insinúa la sospecha de falta de fidelidad de los policías en el combate del 21 de julio; por último, el capitán Sáinz afirma en el folio 3.580 que el teniente coronel Primo de Ribera prescinde de las tropas indígenas en su retirada de Annual por no fiarse de su fidelidad).