Marcha del Regimiento de Transmisiones, al mando de su coronel jefe don Juan Carrascosa Revellat, hacia Segovia a través del monte de El Pardo, camino de la portillera de El Goloso, Colmenar, Hoyo de Manzanares, Torrelodones, Collado Villalba, Puerto de Navacerrada, Balsaín y la Granja, el 21 de julio de 1936. Allí se incorporó a los combates en la defensa del Alto de los Leones hasta el 28 de julio. En estos ocho días, el Regimiento de Transmisiones ganó tres Medallas Militares Individuales y una Colectiva por la actuación de sus hombres en combate.


Medalla Militar individual del capitán Salas     Medalla Militar individual del teniente Vegas     Medalla Militar individual del sargento Pérez     Medalla Militar colectiva




Escudo otorgado al regimiento con motivo de la Fuga de las Transmisiones.




El Regimiento de Transmisiones estaba vinculado al Real Sitio de El Pardo desde antes de 1902. El 21 de agosto de ese año se había creado el Regimiento de Telégrafos con sede en los cuarteles de Boyerizas, El Retamar y Perreras, sobre la base de las cuatro compañías del Batallón de Telégrafos (creado el 15 de diciembre de 1884, si bien sus antecedentes se encuentran en la Brigada Telegráfica, creada el 3 de octubre de 1872), a las que se sumaron las compañías de Santa Cruz de Tenerife y Palma de Mallorca, creadas en 1900. El Regimiento se disolvió en 1904, y sus compañías pasaron a integrarse en los Regimientos Mixtos de Ingenieros, pero el 25 de diciembre de 1912 el regimiento volvió a crearse en El Pardo, en la misma sede donde se encontraba la Compañía de Telégrafos del RMING.2. El 5 de octubre de 1913 el cuartel de El Retamar sufrió un devastador incendio, y el regimiento se trasladó al Cuartel de la Montaña (Madrid), donde permaneció hasta 1917, fecha de la inauguración provisional del acuartelamiento "Zarco del Valle", sede que fue el regimiento hasta su traslado a Valencia en 1996.

En 1936, las unidades de Transmisiones del Ejército se reducían a dos: el Regimiento de Transmisiones de El Pardo, que atendía a todas las necesidades de enlace peninsulares e insulares, y el Batallón de Transmisiones de Marruecos, que atendía a las necesidades de enlace del Ejército de Marruecos desde el 15 de junio de 1934.

La plantilla del regimiento se modificó en 1931, fecha en que se le concedió la denominación de "Transmisiones" en sustitución de la de "Telégrafos" que llevada desde su fundación, y en la que recogió las misiones del Regimiento de Radiotelegrafía y Automovilismo, que habia sido creado en la reorganización del Real Decreto de 3 de febrero de 1927 (D.O. núm. 28) y que ahora de declarada disuelto. En 1936 su plantilla era de 800 hombres aproximadamente, de los que tan solo estaban presentes unos 350 por los permisos de verano. Su organización era la siguiente:

  • Primer jefe: Coronel de Ingenieros DEM don Juan Carrascosa Revellat.

  • Segundo jefe: Teniente coronel de Ingenieros don Eduardo Hernández Vidal.

  • Jefe de la Plana Mayor: Comandante de Ingenieros don Rafael Martínez Maldonado.

  • 1º Batallón, de Telefonía y Líneas, con una Compañía de Telefonía (otras dos en cuadro) y una Compañía de Palomas, al mando del Comandante de Ingenieros don Leandro Garcia González.

  • 2º Batallón, de Telegrafía Óptica, con una Compañía de Telegrafía Óptica (otras dos en cuadro) y una Compañía de Transmisiones para la División de Caballería, al mando del Comandante de Ingenieros don Enrique Gazapo Valdés.

  • 3º Batallón, de Radiotelegrafía, con una Compañía de Radiotelegrafía (otras dos en cuadro) y una Compañía de Radioautomóviles, al mando del Comandante de Ingenieros don Rafael Sánchez Benito.

En aquellos lejanos días iniciales de la Guerra Civil española, la quinta guerra fratricida entre españoles en ciento trece años desde 1821, el regimiento escribió una página especial de la Historia Militar de España, repitiendo la hazaña de los zapadores en 1808. Son varias las fuentes que dan noticias de los hechos y en la que nos hemos basado para escribir estas líneas:







Tras conocer la noticia de la sublevación militar en Melilla, en la noche del 17 de julio el presidente Azaña, que residía en el palacio de La Quinta de El Pardo, salió precipitadamente hacia Madrid con fuerte escolta de policías y guardias de Asalto.

Los oficiales del regimiento se habían acuartelado voluntariamente tras recibir las noticias del asesinato del diputado Calvo Sotelo. Ante la falta de espacio en el cuartel, algunos estaban alojados en "La Angorrilla", finca próxima al cuartel, donde se hallaban el pabellón del Mayor y las secretarías de las compañías.

El regimiento se mantenía enlazado con las unidades del Cuartel de la Montaña, pero no con las unidades del cantón de Campamento. Para subsanarlo se envió a este cantón unas estaciones de radio y telegrafía óptica al mando de los tenientes Poole y Prados. Por su parte, el teniente Arteaga Larumbe estaba en el Cuartel General de la 1ª División, al frente de la red radioeléctrica de campaña establecida para el enlace entre Madrid y sus cantones.

El 17 de julio se dió la orden oficial de acuartelamiento, comenzando el refuerzo de las defensas del cuartel a base de colocación de sacos terreros en la fachada principal del acuartelamiento. En un momento dado se les cortó el enlace con Madrid, quedando aislados en el cantón de El Pardo, desde donde podian oir el fragor de los combates que se libraban en Campamento y Madrid, pero sin saber el resultado.





Conocemos fundamentalmente lo ocurrido este dia por el relato del don Joaquín Arrarás.

El día 18, el ir y venir de coches entre el Real Sitio y la capital fue continuo. Agentes de los Sindicatos madrileños frecuentaban el Ayuntamiento y la Casa del Pueblo y dan órdenes misteriosas. Se forman grupos que vigilan los alrededores del cuartel, en cuyo patio se ha instalado una estación emisora de radio, y por ella se captó el mensaje del General Franco. Al hacerse de noche se redoblaron las precauciones, reforzándose las guardias habituales y estableciéndose otras suplementarias. Los soldados duermen vestidos, con el correaje y el fusil a la cabecera de la cama. Se hace una exploración por el exterior hasta doscientos metros del cuartel.





También seguiremos a Arrarás en el relato de los hechos ocurridos el día 19 de julio.

El domingo 19 amanece en una atmósfera cargada de electricidad, que preludia el estallido del rayo. Largo Caballero se presenta inopinadamente en la mañana de este día y conversa misteriosamente con su hijo. Sin duda le prepara para los momentos críticos que se esperan.

Poco después, un grupo de soldados patriotas se congrega en torno a la estación de radio, cuyo operador, el brigada Molina, les comunica noticias satisfactorias: "Muchachos, todo va bien. El Movimiento triunfa en toda España ..." Los soldados prorrumpen en atronadores vivas a la Patria y al Ejército, y, atraidos por ellos, el comandante Maldonado se presenta e improvisa una arenga patriótica, en la que da cuenta de la proclama de Franco captada durante la noche y que ya ha empezado el desembarco de las tropas de Africa. Con este motivo se reproducen los gritos de entusiasmo. Sólo un pequeño grupo, en el que figura el hijo de Largo Caballero, permanece silencioso y malhumorado o comenta destempladamente la arenga. No pasa más en el cuartel; pero en el pueblo parece que se precipitan los acontecimientos. El comandante Gazapo, ante el crecimiento de los grupos sospechosos en los alrededores, ordena una salida, que se verifica en dirección al Ayuntamiento y Casa del Pueblo, cuyos locales son minuciosamente registrados. Todas las personas que se encuentran en su interior o en sus inmediaciones sufren un cacheo, y se recogen muchas armas. Uno de los cacheados es el propio alcalde, que corre colérico a Madrid a denunciar el atropello en el Ministerio de la Guerra. Pero es tal la confusión que reina en aquel centro, que apenas se le escucha.

- Pero ¿es que no me creen? ¡Están sublevados! Se han apoderado ya del pueblo. A mí mismo me quisieron detener ... - dice una y otra vez.

En aquellos momentos puede decirse que no existe Gobierno. Ha dimitido Casares Quiroga, y Azaña, acobardado, quiere capitular y ensaya una solución Sánchez Román-Martínez Barrio. Todos los altos cargos están también en crisis. Por la Jefatura de la 1ª División, que ha abandonado don Virgilio Cabanellas, pasan, en el transcurso de unas horas, los generales Miaja y Cardenal. Un diputado de la mayoría que se encuentra al lado del Alcalde, se entera, al fin, de lo que éste dice y se dirige a un general menudo, vivaracho, que gesticula en otro grupo:

- ¿Oye usted, Riquelme? ¡También los de El Pardo! ...

El general, tras informarse, llama por teléfono al cuartel de Transmisiones.

¿Es usted el coronel? Al aparato Riquelme, general de la 1ª División. Me dicen que ha salido su tropa y que ha allanado la Casa del Pueblo. Eso no puede ser. Los obreros son en estos momentos nuestros mejores auxiliares. Hay que tratarlos como amigos. ¿Me oye bien? La situación es demasiado crítica para que se la agrave con imprudencias.

Con un acusado matiz de ironía, Carrascosa responde:

- Perdone usted, mi general, pero no sabía que fuese el jefe de la División. ¡Ha habido tantos en tan pocas horas! Téngame a sus órdenes y sepa que me atendré en todo momento al cumplimiento de mi deber. Y ya que ested se encuentra en ese puesto, ¿no podría hacer que nos trajesen pan? Porque no lo hemos tenido en todo el día. Aquí nadie trabaja y todo anda manga por hombro ...

Riquelme promete que se enviará pan. El que no se conforma es el alcalde, que protesta a gritos:

- Le engañan, general, le engañan. ¡Están tan sublevados como los de Africa!

Toda aquella noche del 19 se pasó en el cuartel de El Pardo en una expectante vigilia. De madrugada se habló telefónicamente con el cuartel de la Montaña. "Todo va bien - les dijeron de allí -. Reina un entusiasmo delirante. Está con nosotros Fanjul. El momento se acerca. ¡Arriba España!" A partir de entonces ya no volvieron a funcionar los teléfonos. Los había intervenido el Gobierno. Solo quedaban expeditas las comunicaciones con el Ministerio de la Guerra, desde el que llamaron diferentes veces hablando distintos personajes: uno de ellos, el diputado socialista Fernández Bolaños, que había servido como capitán en el Regimiento, y otro, el comandante Pena, que exhortaba:

- No hagan locuras ni imiten a los que se han sublevado en algunos cuarteles y que no tardarán en ser sometidos. Digan claramente que están dispuestos a apoyar al Gobierno.

Se le respondió con evasivas habilidosas:

- Estamos como estábamos. Acuartelados y preparados.

- Pero ¿qué se proponen?

- Cumplir con nuestro deber.





El 20 de julio el camión del pan prometido por el general Riquelme llegó al cuartel escoltado por milicianos, quienes informaron con orgullo sobre el triunfo de las fuerzas del gobierno y de las milicias, así como de la matanza del Cuartel de la Montaña. Más tarde se confirmó la muerte de los tenientes Poole y Prados, asignados a este último cuartel. Entre la información proporcionada por se encontraba el santo y seña del día: "Asturias núm. 1".

La situación se hacía crítica y urgía hacer algo. El capitán Anel, jefe de la Compañía de Transmisiones de la División de Caballería, propuso abandonar el acuartelamiento, ya que su defensa era prácticamente imposible por la falta de armas automáticas. El coronel Carrascosa convocó una junta de jefes y oficiales y allí tomó la decisión, respaldada por sus oficiales, de salir del acuartelamiento al anochecer de aquel día y unirse por carretera a las tropas nacionales en Segovia, donde había triunfado el Alzamiento Nacional.

El teniente coronel Hernández reunió a los suboficiales para explicarles el plan propuesto. El teniente coronel les dió plena libertad para hacer lo que quisieran, pero para su asombro, hubo total unanimidad en los suboficiales para acompañar a los oficiales y marchar con el regimiento como un solo hombre. Los dos suboficiales reconocidamente marxistas, brigada García Malo y el sargento Quirós, también se unieron al plan, si bien desertaron poco después.

El capitán Anel reunió a la tropa y les solicitó que acompañasen libremente a sus oficiales, dejandoles igualmente libertad para hacerlo. También en este caso la respuesta de la tropa fue unánimemente afirmativa. En 1961, el entonces soldado Juan Antonio Servián Velasco afirmó que las palabras del capitán Anel fueron las siguientes:

    "... marchamos a Segovia a ponernos al lado del Ejército nacional, un Ejército que no está de acuerdo con la República y desea defender la integridad de España. El que quiera buenamente unirse a nosotros, que de un paso al frente; e que no desee hacerlo puede quedarse en el cuartel con toda tranquilidad, que nada ha de pasarle."

El soldado Servián fue testigo de las palabras que el capitán don Luis de la Torres Ayala le dirigió al soldado Largo Calvo, hijo del dirigente socialista, quien se había presentado el 19 de julio en el cuartel para visitar a su hijo, protagonizando una situación de bastante tensión que describe el teniente coronel Gordejuelo en su artículo:

    "... Oiga, Largo, nosotros no estamos dispuestos a luchar al lado de su padre y nos marchamos a Segovia a ponernos al lado del Ejército sublevado en contra de la República. Si usted me responde del silencio y de la discreción debida a nuestra decisión, yo le respondo de la vida."

A pesar de ello, el hijo de Largo Caballero y otros soldados de su misma o parecida ideología fueron obligados a subir a convoy para evitar el peligro que suponía dejarles en el cuartel con información sobre sus intenciones.





A las 04:30 horas del 21 de julio el regimiento salió del acuartelamiento con su Estandarte, todo su armamento y municiones y tan solo dos estaciones de radio de 100 vatios, dejando el resto del material de transmisiones en el cuartel. Formaban un convoy de 20 camiones, un ómnibus, un coche, dos camiones todo terreno y una moto, ésta última para servir de enlace entre el convoy. Para evitar los controles de milicias de Puerta de Hierro, tomaron la ruta de El Goloso.

Al llegar a Colmenar Viejo observaron que el pueblo estaba en poder de las milicias de los partidos de izquierdas. El comandante Maldonado, que tenía la responsabilidad de conducir el convoy, habló con los milicianos y les dijo que la columna tenía orden del Gobierno de ir a Segovia para apoderarse de la ciudad. El ardid tuvo éxito y la columna atravesó el pueblo sin incidentes, logrando atravesar posteriormente las localidades de Hoyo de Manzanares, Torrelodones y Collado Villalba hasta llegar al Puerto de Navacerrada.

En la cima del puerto la columna utilizó el mismo ardid que en Colmenar Viejo ante los milicianos allí apostados. Tras rebasar el puerto, la columna se encontró con el comandante retirado López Valencia, al servicio del Gobierno y viejo conocido del comandante Maldonado, a quien se convenció gracias al conocimiento del santo y seña del día y el entusiasmo fingido de su antiguo conocido. Tenía órdenes de volar el puente sobre el Eresma y hacer zanjas que hicieran el paso impracticable. Tras bajar las Siete Revueltas acompañados por López Valencia, éste ordenó a los milicianos apostados en el puente sobre el rio Eresma rellenar la zanja principal y ayudar al convoy a pasar el puente. En los trabajos se tardaron dos horas, tiempo en el que milicianos y soldados trabajaron codo con codo y se mezclaron entre ellos sin que se descubrieran las verdaderas intenciones y afectos de la columna. Sin embargom, éstas fueron finalmente descubiertas por el brigada García Malo y el sargento Quirós, que aprovecharon el alto para desertar. A pesar de descubrir la farsa, el comandante López Valencia no pudo hacer nada por impedir el avance del regimiento.

Al llegar a Balsaín, el regimiento repitió las mismas palabras de siempre y atravesó el pueblo entre los vítores de sus habitantes, haciendoles creer que iban a combatir contra los rebeldes. Al llegar a La Granja, el coronel Carrascosa se adelantó en su coche con una bandera blanca para avisar de la llegada del regimiento.

Antes de partir para Segovia, se dió aviso a las baterías de Artillería de la ciudad que no disparasen sobre la columna militar, que en Segovía habían identificado como enemiga y estaban dispuestos a disparar sobre ella. Además, el coronel Carrascosa dejó en La Granja una sección al mando del teniente Díez-Alegría para reforzar el asedio de los carabineros y paisanos que se habían hecho fuerte en la Escuela de Bellas Artes. Finalmente, alrededor de las 12:00 horas el Regimiento de Transmisiones, un total de 389 hombres, desfiló en formación con su Estandarte al frente por las calles de Segovia, cuyos habitantes les recibieron con grandes signos de alegría y alivio.

Ante las noticias de la salida del regimiento, las milicias de los partidos de izquierdas de Madrid convocaron a sus milicianos en la Ciudad Universitaria, donde algunos tomaron posiciones para impedir la marcha del regimiento sobre Madrid, mientras que otros, acompañados por guardias de Asalto, se adelantaron al cantón, donde entraron en el acuartelamiento y certificaron la salida de las tropas.





Antes de que la columna del regimiento llegara a Colmenar Viejo se notó la ausencia de los dos camiones todo terreno. El teniente Sánchez Aguiló, responsable del enlace sobre la moto, informó de fallos en el motor de un camión, y regresó a él para tratar de repararlo. La columna trató de esperar a los rezagados, pero tan solo se incorporó uno de los camiones.

En el segundo camión viajaban el capitán don Ricardo Salas Gavarret, los tenientes Bárcena de Castro y Arbex Gusi, el sargento Coslado y una veintena de soldados. En vista de la imposibilidad de reparar el camión, el capitán resolvió enviar en la moto de enlace al teniente Sánchez Aguiló de regreso al acuartelamiento de El Pardo en compañía de otro soldado (un conductor que se presentó voluntario llamado Tomás Maestro) para conseguir otro camión. A su llegada al acuartelamiento comprobó que las milicias habían tomado posesión de él. El teniente no pudo entrar en el cuartel pero, no obstante, el soldado Tomás Maestro se aprovechó de la confusión existente, se apoderó de un camión y logró salir de nuevo abriéndose paso a tiros.

Al llegar con el nuevo camión se produjo el traslado, y sin más dilación reemprendieron la marcha hacia Colmenar Viejo. Al llegar al Portillo de El Goloso los carabineros allí apostados trataron de pararles. Se produjo un tiroteo en el que resultaron muertos los cinco carabineros y el teniente Sánchez Aguló herido de poca consideración. Al llegar a Colmenar Viejo y verlo ocupado por las milicias, desconocedores del ardid empleado por el resto de la columna del regimiento ni la ruta seguida hacia Hoyo de Manzanares, se abrieron paso a tiros y optaron por el camino hacia Miraflores, ya que bordeaba el pueblo de Colmenar Viejo por el Este. Por razones que se desconocen, tomaron la carretera que conduce a la presa del embalse Manzanares. Allí abandonaron el camión y se dirigieron al monte Cabeza de Illescas, donde ocuparon la parte alta del mismo y se dispusieron a pernoctar. A última hora de la mañana vieron la llegada de varios camiones llenos de milicianos, que procedieron a ocupar las partes bajas cercanas a la presa.

Enseguida llegaron nuevos refuerzos de milicianos procedentes de Madrid. Poco después de inició el ataque contra la posición que ocupaban el capitán Salas y sus hombres. A pesar de su superioridad numérica, fueron rechazados varias veces por los soldados de Transmisiones, logrando resistir en la posición varias horas. La columna de milicianos tenía por misión reforzar la defensa del Puerto de Guadarrama, por lo que la obstinada defensa del capitán Salas facilitó la ocupación del puerto por la columna del coronel Serrador procedente de Valladolid.

Finalmente, muertos o heridos todos los oficiales y más de la mitad de los soldados defensores, agotada la munición y toda posibilidad de resistencia, los supervivientes optaron por rendirse. Los oficiales heridos y el sargento Coslado fueron rematados por los milicianos en la misma posición. Tras varios intentos de fusilamiento, al resto de soldados supervivientes se les respetó la vida y se les llevó a la Cárcel Modelo, donde ingresaron a las 23:30 horas.

Por tan notable acción, al capitán Salas se le concedió la Medalla Militar Individual a título póstumo, primera que ganó el regimiento en aquellos ocho días. (Resolución de la concesión)





La llegada del Regimiento de Transmisiones a Segovia proporcionó al mando nacional una unidad de refresco para ser utilizada como tropas de Infanteria en los combates de El Alto de los Leones y el Puerto de Navacerrada. De esta forma, el regimiento no se incorporó a sus misiones específicas de Transmisiones hasta el mes de agosto. Con su actuación, contribuyó a lograr la primera victoria del Bando Nacional en los cruentos combates del Alto de los Leones.

La misma tarde del 21 de julio, al capitán del regimiento don Enrique Guiloche Bayo se le dió el mando de una columna motorizada integrada por una compañía de soldados del Regimiento de Transmisiones (70 hombres al mando del teniente don José Vegas Latapié y el alférez de Complemento Fontana Alcántara), una sección de guardias civiles, una sección de Artillería con piezas de 75 milímetros y algunas ametralladoras. Su misión era salir de Segovia hacia El Espinar para reparar las destrucciones efectuadas en la carretera y unirse a la columna del coronel Serrador (7ª División Orgánica), que había partido de Valladolid y se dirigía al puerto de Guadarrama.

Simultáneamente, se formó otra columna de dos compañías al mando del comandante Gazapo Valdés, con misión de despejar La Granja de enemigos y unirse a otra columna que, al mando de un tal comandante Gallardo, debía tratar de tomar el Puerto de Navacerrada. La columna de Transmisiones llegó enseguida a La Granja y la 2ª compañía, al mando del capitán Olivé, obligó a rendirse a los carabineros y paisanos que se habían hecho fuertes en la Escuela de Bellas Artes.

Al amanecer del 22 de julio la columna del capitán Guiloche llegó al Espinar, ocupándolo y realizando las obras de reparación. A mediodía se unió a la columna del coronel Serrador. Tras ser descubierta la columna por la aviación enemiga, el coronel ordenó el ataque inmediato al Alto de los Leones con tres columnas:

  • Derecha: un batallón del Rgto. de Infantería de San Quintín, menos una compañía.
  • Centro: una centuria de voluntarios de Falange Española de Valladolid.
  • Izquierda: La compañía del batallón de San Quintín, más un escuadrón del Rgto. de Caballería Farnesio.

La columna del capitán Guiloche formaba la reserva. Ante la dura resistencia de los enemigos, la inutilidad de los ataques efectuados hasta el momento y la inminencia de la noche, el coronel Serrador ordenó al capitán Guiloche reforzar el esfuerzo del centro. Los soldados de Transmisiones se lanzaron al combate con bravura y lograron coronar la cima al finalizar el día, quedando la compañía de Transmisiones de guarnición en el alto. El soldado del regimiento, Francisco Arjona, fue uno de los primeros en llegar al Alto. En el combate, capturaron 16 prisioneros del Regimiento de Ferrocarriles que, reforzado con milicianos, defendía el Alto. Por el triste sino de las guerras civiles, lucharon entre sí aquel 22 de julio soldados de los unidades del Arma de Ingenieros: Transmisiones contra Ferrocarriles.

Simultáneamente a estos hechos, al amanecer de ese mismo día 22 de julio la compañía del capitán Olivé (unos 100 hombres, que llevaba a los tenientes Luis Díez-Alegría y Antonio Gordejuela Núñez) se incorporó a la columna del comandante Gallardo e iniciaron el ascenso al Puerto de Navacerrada. No obstante, el ataque al mismo fracasó debido a la fuerte presión del enemigo, de forma que la retirada hacia La Granja se hizo bajo un intenso fuego de fusilería, granadas de mano, artillería y aviación, de forma que la compañía sufrió dos bajas. Finalizado el repliegue, por la tarde de aquel día la compañía del capitán Olivé fue enviada al Alto de los Leones para reforzar la columna del coronel Serrador y hacer frente a los posibles contraataques enemigos para recuperar el Alto de los Leones.

El resto de batallón del comandante Gazapo se quedó al mando del sector de La Granja, haciendo frente al alto número de milicianos y guardias de asalto que, sin organización militar pero con gran número de fusiles y ametralladores, defendían las posiciones del Puerto de Navacerrada, de forma que rechazaron un ataque del enemigo el 4 de agosto e iniciando un avance el dia 8 hasta la Cruz de la Gallega y Matabueyes con refuerzos de Artillería, milicias y Guardia Civil.

Los dias 23 y 24 de julio el enemigo realizó fuertes contraataques con tropas de Infantería, Tropas de Asalto, Guardia Civil, Carabineros y numeroso fuego de Artillería, pero todos los ataques fueron rechazados. En la defensa se distinguió la compañía del capitán Guiloche, que el 24 de julio obtuvo dos Medallas Militares individuales en las personas del teniente Vegas (Resolución de la concesión), muerto aquel día en acción, y del sargento Pérez Alfonso (Resolución de la concesión), quien se distinguió también en los combates del 27 y que fue ascendido a Brigada por méritos de guerra.

La compañía de capitán Olivé intervino en el flaco derecho de la posición, consiguiendo contrarrestar la fuerte presión del enemigo, que tenía en apurada situación al batallón de Infantería que cubría aquel frente, de forma que al finalizar el día la compañía fue felicitada por el coronel Serrador. La compañía tuvo varias bajas de cabos y soldados.

Además de la muerte del teniente Vegas, en los combates de aquel día fue herido el teniente Gordejuela (quien 25 años más tarde escribiría un relato de los hechos), por lo que los tenientes don Constancia Jiménez Gaspar y don Enrique Molina Martínez se incorporaron para cubrir las dos bajas.

El dia 25 de julio se produjeron numerosas bajas, entre ellas el capitán Guiloche, que resultó herido pero que se negó a ser evacuado y decidió continuar en su puesto.

Ante la enorme pérdida de efectivos, ambas compañías se funden en una sola el 26 de julio, bajo el mando del capitán Olivé. En los combates de aquel día el teniente Díez-Alegría fue herido al rechazar la compañía los más duros ataques del enemigo, especialmente los del atardecer, lanzados con grandes masas de milicianos con intención de abrir una brecha y alcanzar la explanada del puerto.

Sustituidas sus bajas por los refuerzos llegados de Madrid, el 27 de julio el enemigo reanudó los ataques con gran intensidad. El teniente Jiménez Gaspar, recién incorporado aquella misma mañana, resultó muerto en la posición de "Las Peñas" y el sargento Pérez Alfonso volvió a distinguirse en la defensa y mantenimiento de la misma.

El 28 de julio supuso la inflexión de fuerzas en la lucha. El enemigo aflojó la presión y las fuerzas nacionales recibieron importantes refuerzos, de forma que el coronel Serrador, herido y enfermo, fue relevado por el coronel Ponte, quien recuperó la iniciativa y pasó a efectuar acciones ofensivas. De esta manera, los soldados de Transmisiones pudieron ser relevados y pasar a desempeñar los cometidos propios de su especialidad. Su actuación les valió ser merecedores de la Medalla Militar Colectiva concedida a los defensores del Alto de los Leones (Resolución de la concesión).





La relación completa de los 389 protagonistas de la fuga de las Transmisiones no se completó hasta 25 años después, gracias a una indicación del general Anel, capitán del Regimiento de Transmisiones en julio de 1936, dada al director de la revista RED, teniente coronel don José López Sánchez, quien logró ponerse en contacto con diversos jefes que poseían una copia de la lista de revista de la unidad fechada en aquella época. De esta forma, se logró publicar la relación completa en el número de diciembre de 1961 de la revista RED.

Pasados más de 85 años de aquella gesta, se pone la lista a disposición del visitante de este sitio. Pulse aquí para ver el listado





La revista RED publicó en julio de 1961 una reseña de los actos conmemorativos de la Fuga protagonizada por el regimiento de Transmisiones en 1936. La parada militar se realizó en el patio de armas del acuartelamiento "Zarco del Valle" presidida por el ministro del Ejército, teniente general Barroso, acompañado por el jefe de la Casa Militar de Su Excelencia el Jefe del Estado, teniente general Asensio; el presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar, teniente general Gutierrez de Soto; el capitán general de la 1ª Región Militar, teniente general Rodrigo; el capitán general de la 6ª Región Militar, teniente general Marín de Bernardo; el arzobispo de Sión; el general Angulo, antiguo coronel jefe del regimiento; el general Tejedor, jefe de Ingenieros del Ejército; el general Iglesias, del Estado Mayor Central; el general Eduardo Hernández Vidal, teniente coronel segundo jefe del regimiento en 1936 y como más caracterizado de los supervivientes de la Fuga; y todos los generales de Ingenieros del Ejército.

Asistieron al acto los supervivientes de la Fuga, presididos por la familia del coronel Carrascosa, jefe del regimiento en aquella gesta, así como los familiares de los caidos en ella.

Formó en el patio el regimiento al mando de su coronel, señor don Mariano Fernández Gavarrón, y tres compañías y ocho secciones en representación de diversas unidades de Ingenieros, escoltando el estandarte que el regimiento llevó en 1936 durante su fuga, y el nuevo estandarte que recibió en 1940.

Durante el acto se inauguró el monumento a los caidos que aún se conserva en el acuartelamiento, ocupado en este momento por el Regimiento de Guerra Electrónica número 31, con la leyenda "A LA LEALTAD Y AL VALOR". El general Hernández colocó la corona de laurel en ofrenda a los caídos. Tras el desfile, Perico Chicote sirvió un vino español en los jardines del regimiento, finalizado el cual las autoridades y los supervivientes se trasladaron al cementerio del Pardo donde rezaron un responso ante las tumbas de los caidos guidos por el capellán del regimiento. Acto seguido, se trasladaron a Segovia en dos autobuses y varios coches particulares; allí les esperaban el presidente de la Diputación y el alcalde de la ciudad. Trasladados al cementerio, el obispo de la diócesis rezó un responso ante la tumba del coronel Carrascosa. De allí se dirigieron a la Academia de Artillería, donde se alojó el regimiento a su llegada a la ciudad, y se ofreció un vino de honor.

Ofrecemos aquí el artículo completo publicado en la revista RED.