Tras liquidar las posiciones españolas de Annual y Dríus, los rifeños se dirigieron hacia las posiciones del sur y del este, amenazando y atacando las circusncripciones de Zoco el Telatza y de Kandussi, ésta útima sobre la línea de Kert, e iniciando los asedios de Nador y Zeluán. Mientras, el general Navarro trataba de organizarse en Batel y Tistutin, y llegaban a Melilla los primeros ocho batallones de refuerzo.



En la mañana del 24 de julio se divisaron moros apostados en el Tizi Lao, en espera del paso del convoy de aprovisionamiento a la posición de Haf. El teniente coronel García Esteban, jefe de la circunscripción de Zoco el-Telatza, convocó un consejo de oficiales para discutir el posible socorro a la posición, en la que los ataques enemigos eran tan intensos que llegaron incluso a las alambradas. En el campamento de Zoco el-Telatza se aprestaron dos compañías con objeto de salir para proteger el repliegue de Haf. Pero acto seguido se recibieron por heliógrafo noticias desde Haf y Arreyen, ambas sitiadas, informando que Dar Dríus había caído en poder del enemigo, y que por ese camino subía gran número de enemigos; también informaron de la caída de Tistutin; esta última noticia era falsa, pero no lo sabían. También se recibieron noticias procedentes de la posición Siach número 2 sobre un numeroso contingente de caballería enemiga que progresaba por la llanura de Metalza en dirección al Zoco el Telatza, así como de enemigos a pie por el camino de Arreyen Lao. Al poco tiempo tuvieron noticia de la caída de Haf en poder del enemigo, por lo que se anuló la salida de las dos compañías.



Circunscripción de Zoco el Telatza, que estaba al mando del teniente coronel Saturio García Esteban, jefe del 2º Batallón del regimiento de Infantería "África" nº 68, por delegación de su coronel.

Ese día se produjo uno de los hechos curiosos e insólitos del desastre de Annual: el pago de un rescate para salvar a una posición. En efecto, el capitán Alonso Estringana, jefe de la 9ª mía de la Policía Indígena, fue informado por unos moros que la posición de Reyen del Guerrao, en el interior del territorio, estaba siendo rodeada por una numerosa harka de la cábila de Beni-bu-Yani. Acudió con sus fuerzas a rescatarla, pero advirtiendo que por la fuerza no podría conseguir nada, dado el elevado número de rifeños rodeando la posición, entró en negociaciones con los moros. Se convino la salida de la guarnición con armas, municiones y tiendas de campaña por el módico precio de 2500 pesetas. Como el capitán Alonso llevaba encima tan solo mil pesetas, envió a un oficial de regreso a Zoco el-Telatza por el resto, que fue facilitadas por los oficiales allí presentes, con el beneplácito del teniente coronel García Esteban. Al salir de la posición se avivaron las discusiones con los rifeños, que finalmente se contentaron con cinco fusiles que les fueron entregados. La columna regresó al campamento principal de Zoco el-Telatza sin más novedad que una agresión al pasar a la altura de Sidi Alí.

El enemigo estaba concentrando sin duda sus efectivos para caer sobre el campamento de Zoco El-Telatza, acudiendo desde de la posición de Haf por el norte, y desde las de Sidi Yagub y Teniat el Hamara por el este. Además, las cábilas de Beni-Buyahi y Ulad Budker se estaban concentrando en los cercanos montes de Ben Hidur. En definitiva, se suspendieron los convoyes y las aguadas, y todos eran conscientes que el campamento iba a ser objeto de un ataque importante en las próximas horas.

Sobre las 17:00 horas los policías indígenas desertaron, uniéndose la mayoría al enemigo, y se ordenó que la posición de Morabo y el puesto de Siach se replegasen al campamento principal. Una harka enemiga avanzaba sobre esta última, e inopinadamente la fuerza de Caballería de la Policía Indígena salió a caballo huyendo en dirección al rio Gan; dos oficiales trataron en vano de detenerles: los tenientes Benito y Salama. Mientras tanto, el enemigo ocupó las avanzadillas de Siach y su nutrido fuego hacía numerosas bajas en los policías, que acabaron abandonando la posición y huyendo. El capitán pudo acogerse en el campamento principal con tan solo una docena aproximada de hombres.

Al poco tiempo los policías de Caballería, reducidos y conducidos por los dos oficiales que habían salido en su persecución, unos treinta jinetes, se encaminaban hacia el campamento enarbolando una bandera española; pero la guarnición les confundió con enemigos y disparó contra ellos, obligándoles a replegarse y a desaparecer hacia retaguardia; nunca más se supo de esta fuerza ni de los dos tenientes que les guiaban.

Al anochecer las posiciones de Loma Redonda, Sidi Alí y Ben Hidur fueron atacadas simultáneamente y pidieron auxilio a la cabecera. Al mismo tiempo ésta fue atacada con fuego del enemigo, concentrado en torno a Zoco el-Telatza. El teniente coronel García Esteban ordenó a Loma Redonda resistir lo posible, que rompiera el cerco a media noche, que se replegara sobre Sidi Alí y que ambas posiciones se replegaran sobre el Zoco a las 01:00 horas de la madrugada. También se recibieron noticias del ataque a Tasarut Uzay, a la que se le ordenó romper el cerco y replegarse a la zona francesa.

A las 22:00 horas el teniente coronel convocó otro consejo de oficiales, donde decidió la evacuación de la columna para las 02:00 horas de la madrugada y la retirada hacia la zona francesa, a 20 km dirección sur.

A las 07:00 horas del 24 de julio se intentó de nuevo hacer la aguada de Quebdani, sin conseguir de nuevo llegar al pozo y sufrir la muerte del alférez Ruiz y un soldado herido. Según el general Picasso, estas bajas "dan la medida del empeño puesto en el intento".



Circunscripción de Kandussi, que estaba al mando del coronel Silverio Araujo Torres, jefe del Regimiento Mixto de Artillería de Melilla.

Ante lo apurado de la posición el coronel Araujo trató de negociar con el jefe Kaddur Namar. Éste no se presentó en la posición, sino dos de sus lugartenientes. El trato consistió en permitir la aguada esa misma tarde o al día siguiente, cesar las hostilidades nocturnas dejar salir la columna de la posición en dirección al rio Kert. A cambio, el coronel les ofreció 1000 pesetas, de las que los moros se llevaron 500 pesetas en concepto de anticipo. Ni que decir tiene que los moros no cumplieron su parte del trato: no hubo más aguadas y el hostigamiento nocturno continuó.

Por la tarde de ese día se presentaron delante de la posición un grupo de unos 40 soldados con bandera blanca, escoltados por moros armados, y se identificaron a toque de corneta con la contraseña del regimiento; entraron el teniente que los mandaba y los dos soldados que le acompañaban, que dijeron ser los únicos supervivientes de los 120 hombres de las posiciones de Tizi Inoren y Dar Buzian. El teniente y sus dos acompañantes quedaron en la posición, pero los moros se llevaron al resto de los soldados. No se sabe lo que fue de ellos, aunque uno se imagina lo peor.

Por lo demás, desde Quebdani seguían viéndose arder las posiciones de la demarcación y llegando noticias por heliógrafo del ataque a las mismas.

Tenemos pocas noticias de la estancia de la columna Navarro durante los cinco días que permanecieron en las posiciones de Batel y Tistutin, y la mayoría de ellas proceden de fuentes de oficiales de Ingenieros y del proceso seguido contra el general Navarro.

Ambas posiciones estuvieron sometidas desde el primer instante a tiroteos constantes de parte de los rifeños, quienes mantenían el acoso sin cesar. El general Picasso concluye que los capitanes Arenas y Aguirre, ambos de Ingenieros, tomaron una parte muy activa en la defensa. El capitán Aguirre estaba al mando de la 2ª Compañía de Ingenieros y se había hecho cargo de todo el contingente de Ingenieros por ser el oficial más antiguo.

El capitán don Félix Arenas Gaspar era el jefe de la Compañía de Telégrafos de la Red Permanente de Melilla. Se encontraba en la plaza cuando se inició la retirada en Annual. Enterado de los acontecimientos, decidió incorporarse al campo acompañando al teniente coronel don Luis Ugarte Sainz, a la sazón jefe de las tropas de la Comandancia de Ingenieros. Ambos llegaron a Batel el 23 de julio por la mañana. En aquellos momentos la comunicación telefónica con Dar Dríus era perfecta, no había noticias de ataques enemigos y nada presagiaba la evacuación del campamento de Dar Dríus, donde el general Navarro estaba reorganizando la fuerza. Ambos oficiales fueron testigos de la llegada de las tropas de Caballería e Infantería del Grupo de Regulares de Melilla núm. 2, en correcta formación, en dirección a la plaza por orden del general.

A media mañana tuvieron noticia de que la carretera a Dar Dríus estaba cortada y pronto comprobaron que no podían incorporarse a este campamento, puesto que el jefe rifeño Burrahai interceptaba el paso del Gan con su gente, obligándoles a dar media vuelta hacia Batel con el camiones, en los que viajaban el teniente coronel y el capitán, con los que habían salido para incorporarse a la columna de Dar Drius. Al poco comenzaron a ver las tropas de la columna, desorganizada y sin mando. Ambos oficiales regresaron a Tistutin a caballo, donde quedaron sorprendidos de ver todas las dependencias, el poblado y el campamento totalmente abandonados. Veían llegar a los camiones de heridos, hostilizados por los rifeños.

En Tistutin, un sargento de Infantería, tendido en el camino, herido en las piernas, en vano hacía señas hacia los ocupantes de uno de estas camiones para que parasen a recogerlos. El capitán Arenas corrió hacia el herido, lo montó en su caballo y, entregandole las riendas, lo encaminó hacia Monte Arruit. El capitán Arenas se quedó en Tistutín, donde se presentó al general Navarro y se dispuso para la defensa.

La posición de Batel tenía un parapeto de unos 400 metros de perímetro, siendo su guarnición las siguientes unidades:

  • 1ª Compañía Provisional, Rgto. de "Africa" núm. 68: al mando del capitán Adolfo Bermudo Soriano y el teniente Enrique Barceló, con un total de unos 40 hombres.

  • Destacamento de la 6ª mía, Policía Indígena: al mando del teniente Mariano Pinilla Bermejo, con un total de unos 27 hombres.

  • Una sección de la Compañía Automóvil de Intendencia: al mando del teniente Nieto.

Se encontraba igualmente en la posición el teniente coronel don José Piqueras Trives, jefe del 1º Batallón del regimiento "Africa", quien entregó el mando a su coronel, José Jiménez Arroyo, cuando éste llegó a Batel el 23 de julio por la mañana.

Tistutin era el final del trayecto del ferrocarril de Melilla y depósito de acumulación de Intendencia; su posición tenía una cerca de piedra de menores dimensiones que la de Batel entre la carretera y el ferrocarril, siendo su guarnición la 2ª Compañía Provisional, regimiento de "Africa" nº 68: compuesta por tan solo una sección de unos 20 hombres al mando del teniente Francisco Moreno Asensio.

El 24 de julio el enemigo mantenía su actitud hostil y mantuvo en todo momento ambas posiciones incomunicadas. Solo la audacia de unos policías de la Policía Indígena logró ese día comunicar con Tistutin y llevar de vuelta al general Navarro la noticia de los primeros desembarcos de tropas en Melilla y el anuncio de la salida de tres compañías del "Ceriñola" para reforzar la columna.

También ese día quedó cortada la línea de ferrocarril con la plaza, puesto que los trenes de Melilla no pueden rebasar Nador. Los civiles y enfermos de Batel y Titustin que no pudieron irse en el tren el día anterior decidieron marcharse por su cuenta en carretas o a pie, siendo tiroteados por los moros apostados en los alrededores.

La circunscripción de Nador era la que estaba más al este de la Zona Oriental del Protectorado. El levantamiento de las cábilas no había arraigado en aquel territorio excepto en las áreas ligadas a la principal línea de comunicaciones, jalonadas por tres posiciones ubicadas en las proximidades de sendos poblados:

  • Nador: la más cercana a la plaza de Melilla, a su vez el punto más extremo que alcanzó la sublevación indígena.
  • Zeluán: sede del aeródromo principal de la 2ª Escuadrilla de Aviación.
  • Monte Arruit.

Además de las anteriores, existían tan solo tres posiciones guarnecidas militarmente, con un escaso número de tropas:

  • Arrof, con su fortín anexo de Tigrotin, y Sidi-el-Bachir estaban situadas entre los montes Ziata y el monte Kerber, para dominar las comunicaciones hacia el sur desde Monte Arruit, en el llano desierto de El Garet hacia El Haraig.
  • Zaio: al sudeste de Nador y Zeluán, en la mitad del llano de Sebra, sobre la carretera que conducía a la zona francesa y a Argelia.

La posición de Cabo de Agua señalaba el límite este de la zona; estaba situada sobre el mar, frente a las islas Chafarinas. El resto eran alrededor de veinticuatro puestos de la 1ª, 2ª, 4ª, 6ª y 7ª Policía Indígena, repartidos en aquel extenso territorio al sur y sudeste de Melilla



Posiciones de la circunscripción de Nador.

Inicio del asedio de Zeluán

La posición de Zeluán, instalada en la Alzazaba, estaba guarnecida por unos 20 hombres de la 1ª Compañía Provisional del regimiento de Infantería "Ceriñola" nº 42, al mando del teniente don Tomás Pérez Andrade. A ellos se sumaban la estación telegráfica, el depósito de Intendencia con unos 16 hombres, la enfermería de Sanidad con cinco oficiales y una quincena de soldados, un cabo y cuatro guardias del puesto de la Guardia civil, y el teniente don Francisco Fernández Pérez de la 2ª mía de la Policía Indígena, con los 17 policías del puesto de Zeluán, lo que sumaba un total de siete oficiales y 58 de tropa española.

El día 22 de julio por la tarde comenzaron a pasar soldados aislados o en grupo por delante de la posición, algunos de ellos heridos, sin armas, algunos con los cerrojos de los fusiles en la mano, así como mulos sueltos, algunos embastados; y todos ellos sin oficial al mando ni organización alguna, y hablando de lo que había ocurrido en el frente. El reguero de soldados no se interrumpió el 23 de julio y continuaba el 24, de manera que cundió el pánico entre la población civil, un gran número de la cual evacuó la ciudad en dirección a Melilla a mediodía del 24 de julio, quedando el resto refugiada en la Alcazaba junto a los soldados.

Era tal el desastre que se veía pasar delante de la posición, que el teniente Fernández, la tarde del 23, sujetó pistola en mano a todos aquellos que portaban armas, oficiales incluidos, obligándoles a entrar en la Alcazaba para unirse a su defensa; pero muchos de los retenidos salían por otra puerta nada más entrar. De esta manera, el 24 de julio la guarnición de Zeluán había sido engrosada hasta sumar un total de 38 oficiales y 444 soldados españoles, entre los que cabe destacar los seis oficiales y 138 soldados de Infantería "reclutados" a la fuerza de diversas unidades en franca retirada, diez oficiales y 125 soldados supervivientes del regimiento "Alcántara", siete oficiales y 53 soldados españoles de Regulares, 40 artilleros y un oficial y 50 Ingenieros. La cifra es engañosa puesto que, según dictamen médico, tan solo menos de la mitad, unos 200 hombres, eran útiles para el servicio. Además, estaban con ellos tres caídes y 140 soldados de Caballería de Regulares poco de fiar; los policías indígenas habían sido encerrados porque no inspiraban ninguna confianza.

Durante la madrugada del 24 de julio, el 3º Escuadrón de Caballería de Regulares se sublevó en el interior de la Alcazaba al mando de sus caídes moros; se produjo un tiroteo en el que murieron 14 regulares, pero unos 100 de ellos lograron salir de la Alcazaba. Por temor a su conducta durante al defensa de la Alcazaba, el resto de los soldados indígenas de Regulares fue conducido a Melilla por cuatro oficiales: el capitán Margallo, el teniente Carbajal y los alféreces Bermejo y Tomaseti. Pero al salir de la Alcazaba tuvieron que abrirse paso a tiros, pues unos 200 rifeños rodeaban ya la posición. Finalmente, en su retirada a Melilla, los soldados regulares indígenas acabaron desertando, resultando muerto en los enfrentamientos el alférez Tomaseti.

Al anochecer del 24 de julio a Alcazaba de Zeluán quedo completamente cercada, iniciándose así un asedio que duraría diez días más, hasta las primeras horas del 3 de agosto. El capitán don Ricardo Carrasco Egaña, jefe de la 6ª mía de la Policía Indígena con cabecera en Monte Arruit, asumió el mando de la defensa por ser el oficial más antiguo. Este capitán había llegado a Zeluán procedente de Monte Arruit donde había ayudado a tratar de organizar a las incontroladas tropas que llegaban en desbandada procedentes del frente.

Inicio del asedio del aeródromo de Zeluán

A unos 400 metros de la Alcazaba, y al amparo de esta última, se encontraba el aeródromo de Zeluán, que era la base de la 2ª Escuadrilla de Aviación, con seis aviones De Havilland. Su guarnición estaba formada por tres sargentos y 43 soldados de Aviación y otros cuerpos. Los pilotos y observadores no pernoctaban en la base, excepto el teniente observador Manuel Martínez Vivancos que lo hacía por motivos de salud, sino en Melilla.

El 22 de julio el jefe de la escuadrilla, el capitán de Ingenieros don Pio Fernández Mulero, subió a Melilla para asistir a la reunión de Jefes de Cuerpo convocada por la Comandancia General. Allí se enteró del hundimiento del frente y de la muerte del general Silvestre. El capitán discutió con el coronel jefe de Estado Mayor, don Gerardo Sanchez Monje, el traslado de los aviones al nuevo aeródromo de Nador, pero finalmente decidieron dejar los aparatos en Zeluán. Esta decisión, unida a la falta de órdenes concretas del jefe de la escuadrilla de reunir a los pilotos en la base, visto el estado de levantamiento del territorio, tuvo como consecuencia la pérdida de todos los aparatos de la escuadrilla, dejando a Melilla sin aviones hasta que llegaron refuerzos aéreos varios días despues. El general Picasso juzgó de negligente la actuación del jefe de la escuadrilla.

El 23 de julio la guarnición fue reforzada con una sección de 30 soldados del regimiento de Caballería "Alcántara" al mando del alférez de Complemento Maroto, procedente de los restos del regimiento que quedaron en la Alcazaba. El 23 de julio se encontraba en la base el teniente don Manuel Martínez Vivancos, observador de servicio, que quedó al mando de la defensa, y el alférez de Ingenieros don Ángel Martínez Cañadas, destinado en Aviación.

La noche del 23 de julio comenzó el hostigamiento del aeródromo, siendo cortada la comunicación con la Alcazaba durante la madrugada del 24 de julio. Así comenzó un asedio que, sin ser demasiado intenso, obligó a los defensores a atender al mismo, pues los rifeños estaban principalmente empeñados en el asedio a la vecina Alcazaba, pero sin descuidar el del aeródromo.

Inicio del asedio de Nador

Nador está emplazada en el tramo final de la carretera de acceso a Melilla desde el interior del país, a la entrada de un paso que estrechan por el oeste las faldas del monte Gurugú, desde las que se domina completamente la población, y la Mar Chica por el este. La guarnición de Nador la componía un heterogéneo grupo de fuerzas formado por varios oficiales y unos 152 hombres, encuadrados de la siguiente manera:

  • La Plana Mayor de la Brigada Disciplinaria, al mando del comandante Juan Almeida Vizcarrondo, con unos 26 soldados, todos ellos en destinos administrativos.
  • Una sección de la 1ª Compañía Provisional del regimiento de Infantería "Ceriñola" nº 42 al mando del teniente don Enrique Navasa Pérez, con unos 46 soldados.
  • Un puesto de la 3ª Compañía de la Guardia Civil, al mando del teniente don Ricardo Fresno Urzáiz, con unos 24 guardias.
  • Un puesto de la 2ª mía de la Policía Indígena, al mando del teniente don Juan Bordonado Chapela, con 23 policías de Infantería y 33 de Caballería.

Esta guarnición era escasa para la defensa de un poblado del tamaño que ya tenía Nador en aquellos años y, además, no poseía posiciones defensivas, sino edificios para cuartel, pues las fortificaciones que se hicieron en su día para proteger la población se habían abandonado y desmantelado desde que la línea de frontera se adelantó al Kert tras la guerra de 1910, y 130 kilómetros más al oeste desde que el general Silvestre inició los avances un año antes, por lo que se consideraba que Nadro estaba muy segura en plena retaguardia por estar tan próxima a Melilla.

Así lo expuso el teniente coronel jefe de la Brigada Disciplinaria, don Francisco Pardo Agudín, en un momento tan temprano como fue la reunión de Jefes de Cuerpo que convocó la Comandancia General el 22 de julio a las 17:00 horas, donde añadió que la única forma de defender Nador era disponiendo un nutrido número de fuerzas, superior al existente, y ocupar con ellas el reducto y el fortín de Arbós; además, como la aguada se encontraba a unos dos kilómetros, en esta situación procedería evacuar la población de Nador, que comenzaba a demandarlo al ver aparecer por el pueblo grupos de soldados demacrados, algunos heridos, sin armamento, en completo estado de abandono y sin disciplina alguna, relatando los hechos ocurridos a lo largo del día. La Comandancia General le negó el permiso a evacuar y le dijo que tratara de apaciguar a la población civil.

El 23 de julio el teniente de la Guardia Civil estaba en el servicio de vigilancia de la estación de tren; allí vio los vagones llenos de tropas totalmente desmoralizadas. Consideró su deber detener a todos los soldados que portaban armas y entregarlos en la Comandancia Militar de Nador. Ese día el goteo de huidos se convirtió en una riada humana de coches con familias de civiles huyendo del interior del territorio; vehículos militares transportando lo mismo soldados que oficiales, heridos o sanos, en un estado lamentable y destrozado su ánimo, algunos con armas; soldados aislados o en grupo, algunos descalzos, otros con el cerrojo del fusil, todos sin disciplina alguna; columnas de ganado sin conductores, y sin ningún orden, excepto una de mulos de Artillería, que pasó ordenada transportando nada más que a los soldados que los montaban, y otra de Intendencia que pasó cargada con orden y disciplina. Esa noche una fuerza de unos 20 guardias civiles, con su teniente al frente, se instalaron en el interior de la iglesia con cajas de municiones. También durante la noche de ese día el teniente coronel decidió la concentración de todas las fuerzas disponibles en la fábrica de harinas y electricidad de la Compañía Colonizadora de Industria y Comercio, cuyo edificio era de buena calidad, con agua, trigo y cebada en su interior, y el mejor de Nador desde donde acometer una defensa, como paso previo a la posterior evacuación de las fuerzas a Melilla.

A las 01:00 horas de la madrugada del 24 de julio el teniente coronel Pardo tocó llamada desde el campamento de la Brigada Disciplinaria. Acudieron todas las fuerzas de Nador, incluidos los guardias apostados en la iglesia, que formaron delante del campamento. La llamada acabó de producir el pánico a la población civil, que salió a toda prisa de la población, bien a pie, bien por carretera, en dirección a Melilla. Al amanecer un paisano fue testigo de que a Plaza de España de Nador seguían llegando de fuerzas en pequeños grupos, incluso oficiales y jefes solos, en un lamentable estado de total extenuación y desastrados de ropa.

La guarnición de Nador acudió a la fábrica citada para aprestarse a la defensa. Engrosados sus efectivos con los 20 guardias civ iles, con objeto de aumentarlos trataron de detener a cuantos soldados en retirada llevando armas pudiesen; al final, tras forcejear con los huidos, que se escapaban en cuando tenían oportunidad, lograron unir a la defensa a unos 70 soldados más, algunos sin fusil, que hubo que dárselos del almacén de la Brigada. La fuerzo final en el interior de la fábrica ascendía a unos 242 hombres, oficiales aparte.

Sobre las 09:00 horas de la mañana los rifeños comenzaron a entrar en Nador, disparando sobre las tropas españolas no refugiada aún en la fábrica. Mientras, en el campamento de la Brigada Disciplinaria acababan de enviar en el último tren para poner a salvo en Melilla la bandera de la Brigada, unos 125 fusiles y 40 cajas de municiones; el resto fue quemado en el almacén del campamento para librarlo del saqueo que se estaba iniciando en el interior de la población.

Ese día comenzó el asedio de la fábrica de harinas de Nador, que duraría diez días hasta el día 2 de agosto.

El día 24 de julio ya estaban fondeados en el puerto de Melilla los cañoneros "Bustamante", "Álvaro de Bazán" y "Bonifaz"; frente a las posiciones de Sidi Dris y Afrau estaban los cañoneros "Laya" y "Roger de Lauria", y el crucero "Princesa de Asturias"; y se hallaban en camino el acorazado "Alfonso XIII", el "Giralda" y dos cañoneras más.

A lo largo de ese día llegaron a Melilla ocho batallones de Infantería. A las 08:00 de la mañana llegó el primero: el batallón expedicionario del regimiento de Infantería "de la Corona" nº 71, a bordo del buque "Isla de Mallorca". Nada más desembarcar, en un muelle totalmente ocupado por numerosísimo gentío que aclamaba calurosamente a las tropas, el teniente coronel Barrera Baus arengó a sus soldados, tras lo cual el batallón desfiló brillantemente por la valle Alfonso XIII entre aplausos y vítores de los entusiasmados melillenses hacia su destino, que consistió en reforzar las posiciones del campo exterior de Melilla. Al día siguiente, 25 de julio, embarcó en Almería una compañía de ametralladoras del regimiento de Infantería "España" nº 46, designado para reforzar al batallón expedicionario "de la Corona".



I y II Banderas del Tercio de Extranjeros, reción desembarcados en Melilla a después de las 13:00 horas, al mando del teniente coronel Millán Astray.

Sobre las 13:00 horas llegaron el segundo y tercero, ya que a esa hora atracó el buque "Ciudad de Cádiz" transportando las I y II Banderas del Tercio de Extranjeros; tras desembarcar entre los vítores de los melillenses y recibir la arenga del teniente coronel Millán Astray, los legionarios desfilaron por la calle Alfonso XIII sobre las 14:45 horas, cuyo paso era saludado por una contínua salva de aplausos y calurosos vítores.

Los otros cinco batallones llegaron más tarde en cuatro buques transportando las siguientes unidades:

  • Vapor "Escolano" procedente de Ceuta, desembarcando dos tabores del Grupo Regulares de Ceuta, al mando del teniente coronel don Santiago González Tablas.
  • Vapor "Marqués de Campos" procedente de Sevilla, desembarcando el batallón expedicionario del regimiento "Granada" nº 34, de guarnición en Sevilla, al mando del teniente coronel don Antonio Eugena López.
  • Vapor "Vicente La Roda" procedente de Málaga, desembarcado el batallón expedicionario del regimiento "Borbón" nº 17, al mando del teniente coronel don Manuel Gatín Núñez.
  • Vapor "Hespérides", desembarcando el batallón expedicionario del regimiento "Extremadura" nº 15, al mando del teniente coronel Muñoz.


FUENTES:

  • AHN. TS-R. Expediente 50.1. Folios 79 a 93. Telegramas y conferencias telegráficas del 24 de julio de 1921.
  • AHN. TS-R. Expediente 50.1. Folios 202 a 214. Primera declaración del teniente coronel don Saturio García Esteban, jefe de la circunscripción por delegación y de la columna móvil de Zoco el-Telatza.
  • AHN. TS-R. Expediente 50.1. Folio 200. Croquis de las posiciones de la Comandancia General de Melilla.
  • AHN. TS-R. Expediente 50.6. Folios 1222 y ss. Declaración del teniente de Infantería don Miguel Ribera y Trillo Figueroa, de la 7ª mía de la Policía Indígena, superviviente de la defensa de la Alcazaba de Zeluán.
  • AHN. TS-R. Expediente 50.7. Folios 1428 y ss. Declaración del soldado José Alaejos Mateos, del regimiento de Infantería "África2 nº 68, superviviente de la defensa de la Alcazaba de Zeluán.
  • AHN. TS-R. Expediente 50.1. Folios 223 a 226. Declaración del capitán don Francisco Alonso Estringana, jefe de la 9ª mía de la Policía Indígena, con cabecera en Zoco el-Telatza.
  • AHN. TS-R. Expediente 50.10. Resumen del general Picasso. Capítulo XI: Retirada a Monte Arruit. Capítulo XVI: Nador.
  • El Telegrama del Rif, apéndice al número 7.416 del 25 de julio de 1921.
  • Comandante D. Fernando Caballero Poveda. La Campaña del 21 en cifras reales (I) y (II). Revista "Ejército". Números 522 y 523. Madrid, 1984.
  • Palma Moreno, Juan Tomás. Annual 1921. 80 años del Desastre. Almena ediciones. Madrid, 2001. Páginas 73-97.
  • Pando Despierto, Juan. Historia secreta de Annual. Ediciones Temas de Hoy, S.A. Colección Historia. Madrid, 1999. Páginas 150-174.


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