AHN. TS-R. Expediente 50.1. Folios 223 a 226.

Al margen: Declaración del capitán Don Francisco Alonso Estringana.

Al centro: En Melilla, el día diez y nueve de agosto de mil novecientos veintiuno, ante el Señor General Instructor, y a mi presencia, compareció el testigo anotado al margen, a quien se advirtió de la obligación que tiene de decir verdad y las penas en que incurre el reo de falso testimonio; y enterado de ellas y después de prestar el juramento según su clase, fue:

PREGUNTADO por las generales de la ley, dijo llamarse Don Francisco Alonso Estringana, ser capitán de Caballería, con destino en la novena mía de Policía indígena, mayor de edad y de estado soltero.

PREGUNTADO por la situación que ocupaba en la zona, dijo que estaba en el verdadero Zoco de Telatza, pero que para diferenciarlo de la posición principal, se le llamana Siach, teniendo a sus inmediatas órdenes ochenta caballos y setenta hombres pie a tierra; con el resto de la fuerza de Infantería, cubría los destacamentos de Tarazut-Ubay, Avanzadilla del Morabo, Morabo, Teniat-Hamara número uno, Sidi-Yagub, destinos y fuerza agregada al grupo de vigilancia de Melilla y el resto de la fuerza, hasta trescientos hombres, enfermos, rezagados y con permiso.

PREGUNTADO si tenía a sus órdenes al ocurrir los hechos de autos todo el cuadro de oficialidad y clases de la mía, dijo que sí, excepto el teniente Carcante, que se encontraba al frente del destacamento de Sidi-Yagub.

PREGUNTADO si tenía órdenes de carácter general o particular para el caso previsto de agitación en el campo y de su eventual repliegue y sobre que base, en su caso, dijo, que no tenía órdenes generales en este sentido y que solo despues de la caida de Abarrán, recibió órdenes de su coronel para que por todos los medios asegurase la tranquilidad de la zona de su jurisdicción y de la ¿inxxxtida? inmediata.

PREGUNTADO por la iniciación de los sucesos en su zona, novedades que advirtiese, confidencias o avisos que recibiera, partes que él mismo diera, desarrollo de los sucesos y disposiciones que adoptase, dijo, que desde que se tomó la posición del Zoco de Telatza, existía en el Zoco de Azilaf, cábila de ¿Gesmaya?, una guardia de unos quinientos hombres, que atacó varias veces a la posición de Isel-Lasen, circunscripción de Beni-xxxx; esta guardia permaneció allí hasta los sucesos de Abarran. Antes de ellos, se decía que en un plazo de veinte o treinta días se formaría una harka grande y que todos los moros compraran armamento y municiones, de los que se proveían de los desertores franceses y de los moros de dicha zona, que querían venderlos, adquiriendo las municiones españolas, según noticias, de contrabando que se hacía entre Alhucemas y el Peñón. Despues de lo de Abarrán y antes de lo de Annual, llegó a Azilaj, en la zona no ocupada, el Hamerich y Amar-Hamido de Marmisa, con dos mil hombres, y a gestión del testigo, se marcharon de aquel territorio, yendo a engrosar la harka de Abd el-Krim. Después de la caida de Abarrán, Abd el-Krim escribió a los jefes de kábilas de la zona no ocupada y a los de la ocupada de Beni Said, Beni Ulixech, Beni Tarin, Tafersit y M'Talza sur y norte, diciendoles que se preparasen, que él atacaría a los españoles de frente y que los demás les atacasen por retaguardia para cortar las comunicaciones. De todas estas novedades dió parte el testigo a la Superioridad, mediante un resumen que mensualmente elevaba, por cartas, y a veces verbalmente. Respecto a los sucesos ocurridos desde el veintidos de julio, dio también un detallado parte o memoria a su coronel, a la cual se remite.

PREGUNTADO si para salvar el destacamento de Reyen el Guerao, no cree que hubiera habido un medio más honroso que el de la capitulación que se hizo, dijo, que dada la situación de la kabila y aún la de la misma Policía que le acompañaba, estima que no. Que en vista de ello, pactó con el enemigo la libertad de los asediados mediante la entrega de dos mil quinientas pesetas, y como el testigo solo llevaba mil, envió al Zoco de Telatza al teniente Salama para pedir las mil quinientas restantes, el cual volvió con ellas, diciendo se las habían facilitado los oficiales, con conocimiento del teniente coronel, hallándose en este momento con el que suscribe, el teniente médico Palacios. Y que esto le indujo a creer que era aprobada su conducta.

PREGUNTADO por la actitud de la fuerza a sus órdenes al ocurrir los hechos de autos, dijo, que cual indica en la referida memoria, los sargentos le ofrecieron seguir a sus órdenes con toda la fuerza, siempre que se emprendiera sin demora la marcha hacia Melilla, pero que no se quedaban más tiempo en el campamento en el caso de aguardarse un día más para evacuarlo, atendidas las circunstancias de la kábila y lo ocurrido en el resto del territorio. En esto habían formado fuera de la alambrada, por ver que iba a atacar la harka, y al hacerlo ésta así, el oficial de segunda Ortega, que estaba en cabeza, salió al galope hacia el río Gan; atacó la harka y los tenientes Benito y Salama tras de la fuerza que corría con Ortega, a fin de detenerla; el testigo también lo intentó, pero los policías que había de M'Talza y de Beni-Buyagi, que serían unos veinticinco, se sublevaron y abrieron el fuego contra los españoles. Despues se vio que un grupo de unos treinta jinetes, que cree serían los del teniente Salama, se encaminaron al campamento de Telatza, donde tomándoles por rebeldes, les hicieron fuego, por lo que volvieron grupas desapareciendo.

PREGUNTADO si, dado su conocimiento del territorio y situación, considera que el refugio a la zona francesa fuese la única retirada posible en aquella ocasión, dijo que sí, pues la marcha a Monte Arruit exigía atravesar un desfiladero muy grande ocupado por el enemigo, y que como carecían de agua, cree no hubieran podido conseguirlo, recorriendo una distancia de más de setenta kilómetros a través del país levantado y combatiendo.

PREGUNTADO si considera que fuera dirigida la retirada con la energía y acierto requeridos por las circunstancias, no creyendo que fuese dable recoger los extraviados de la columna, dispersos y bajas abandonadas en la refriega de Babris, dijo, que dadas las circunstancias, era imposible recoger las bajas, porque el estado moral de la tropa, en general, era malo, por efecto del cansancio y sorpresa que experimentaron, sin que respondieran al llamamiento de su oficialidad y clases; que al ser atacados en el llano, se perdió la formación de la columna, mezclándose las unidades y llegando en desorden a lo alto del monte que limita la zona francesa.

PREGUNTADO por su estado de relaciones con los indígenas del territorio y trato que éstos recibían de las fuerzas de ocupación, dijo que las relaciones eran buenas, dándose a los moros buen trato por las fuerzas y siendo muy considerados, acaso con exceso. Respecto a los policías, como habían tomado parte de numerosos combates, habían sufrido grandes pérdidas y llevaban por este motivo mucho tiempo sin disfrutar permiso. Que se les daba todo aquello a que tenían derecho, estando contentos como lo demostraba el hecho de no haber pedido la baja, que tienen facultad de obtener en todo momento.

En este estado el Señor General Instructor dispuso dar por terminada la presente declaración y, advertido el testigo del derecho que tiene a leerla por sí, renunció a él, leyéndola yo, el Secretario, despues de lo cual se afirmó y ratificó en su contenido en descargo del juramento prestado, firmándola con el Señor General Instructor, de todo lo cual certifico.

Francisco Alonso (Rubricado).
Juan Picasso (Rubricado).
Juan Martínez de la Vega (Rubricado).