“Serán siempre, en la historia de la guerra de Cuba, un recuerdo del admirable comportamiento de las tropas de Ingenieros, ya que zapadores y telegrafistas de la Columna de Comunicaciones se distinguieron en ella extraordinariamente, mereciendo constantemente plácemes del General”.
(Palabras de un testigo de la actuación de las tropas de Ingenieros en las acciones de Remate, Mamelle, Desnucado de las Martinas y Cayunco de julio de 1896)[01].
La Real Orden de 6 de julio de 1877 había organizado las dieciseis compañías de Ingenieros que luchaban en la Guerra Grande de Cuba (diez compañías de tropa europea y tres compañías de milicias de color y tres compañías de obreros de color) en un regimiento compuesto de dos batallones con ocho compañías cada uno, con una plantilla de 2060 hombres de tropa, que aumentó en un coronel, un teniente coronel, dos comandantes y siete capitanes para encuadrar el nuevo regimiento.
Siete años más tarde, en la península se decidió una reducción del ejército de Ultramar, y por Orden General de 10 de julio de 1884, el Regimiento de Ingenieros de Cuba quedó reducido a una unidad de entidad de batallón con seis compañías: dos de zapadores, dos de ferrocarriles y dos de telégrafos, con una fuerza de 998 efectivos. Esta unidad adoptó la denominación de Batallón Mixto de Ingenieros de Cuba en 1890.
En 1894, tras la reciente campaña de Melilla de 1893, el gobiernó decretó una reducción general poco meditada de todo el ejército, y la fuerza del Batallón Mixto quedó reducida a cuatro compañías: dos de zapadores, una de ferrocarriles y una de telégrafos; la misión de esta última era operar y mantener la red telegráfica de la Habana, que en aquellas fechas contaba con doce estaciones.
Tras el alzamiento del 24 de febrero de 1895 con el que comenzó la insurrección que daría lugar a una nueva guerra en Cuba, el capitán general de la isla, teniente general Emilio Calleja Isasi sofocó los primeros focos surgidos en el departamento Occidental, pero no pudo hacerlo en el Oriental. Entre otras medidas, el 20 de marzo solicitó al gobierno la nueva creación de las dos compañías suprimidas en el Batallón de Ingenieros de la isla (una de telégrafos y otra de ferrocarriles) argumentando la necesidad de enlazar la capital con el distrito de Bayamo, cuyas comunicaciones telegráficas habían sido cortadas por los insurrectos. La solicitud fue aprobada por el Ministerio de la Guerra en el mes de mayo.
Ante el cariz que estaba tomando la insurrección, el gobierno relevó al general Calleja y envió a Cuba al teniente general Arsenio Martínez Campos con un ejército expedicionario de 6.000 soldados de Infantería y un batallón de Infantería de Marina, para ponerse al frente de la lucha contra los rebeldes, desembarcando en La Habana el 17 de abril de 1895.
Mientras tanto, se ordenó a las dos compañías de Zapadores del Batallón Mixto de Ingenieros de Cuba que asegurasen el enlace telegráfico entre Bayamo y Manzanillo, ambas localidades situadas en el extremo oriental de la isla, a unos 750 kilómetros de distancia de la capital, La Habana. La fuerza iba al mando del capitán de Ingenieros don José Padrós; con él iban los tenientes Góngora, Joaquín Chalóns Rodríguez, Amigo, Cardona y Tomás Cousillas Barandiarán. Trabajaron intensamente durante tres meses en el sostenimiento de la línea telegráfica, pero los intentos de restaurar las líneas telegráficas de Bayamo resultaron infructuosos, pues las líneas eran fácilmente cortadas de nuevo por los insurrectos, cuyo número deduplicaba el de las dos compañías de Zapadores. Hubo un momento en que las autoridades militares dudaron de la capacidad de los Ingenieros para cumplir su misión, por lo que el general en jefe del distrito se personó en Bayamo. Allí, sobre el terreno, se convenció de la durísima y peligrosa tarea encomendada a los zapadores, tras lo cual ordenó que ambas compañías de dedicaran a trabajos de fortificación y abandonaran la misión de sostenimiento de las líneas telegráficas.
La experiencia de Bayamo inclinó a los jefes del ejército a utilizar medios ópticos para el servicio telegráfico y, por tanto, se solicitó a la península el envío de material de telegrafía óptica. A tal fin, el Batallón de Telégrafos de la península envió a la isla a finales del verano de 1895 un primer lote de diez estaciones ópticas, seguido poco después de un segundo lote de siete estaciones más.
El grado de importancia que cobraría posteriormente la telegrafía óptica lo ofrece el comentario que envió el teniente general don Valeriano Weyler Nicolau al Ministro de la Guerra en la primera carta que remitió tras su llegada a la isla el 20 de febrero de 1896 como nuevo capitán general y gobernador de la isla:
"[...] no pude comunicar mi toma de posesión por no disponer de hilos telegráficos útiles [...]”.
A lo largo de la guerra el Batallón de Telégrafos de la península, que tenía tan solo cuatro compañías orgánicas, organizaría seis compañías expedicionarias con destino a Cuba (cinco) y Puerto Rico (una); también envió personal a Filipinas para organizar allí una compañía de Telégrafos.
Con las diez primeras estaciones llegadas de la península, el capitán de Ingenieros don José Maranges Camps, al mando de una de las dos compañías de Telégrafos del Batallón Mixto de Ingenieros de Cuba, y acompañado por los tenientes Claudio y Morata y el segundo teniente abanderado Amado, salió el 10 de septiembre de La Habana hacia Santa Clara, distante unos 295 kilómetros, para establecer una primera línea óptica entre esta localidad y Ciego de Ávila. Para apoyar el trabajo, el general en jefe ordenó que salieran hacia Sancti Spiritus y Ciego del Ávila varios oficiales de Ingenieros del Batallón con más estaciones.
La línea, de 191 kilómetros de longitud, quedó establecida con ocho estaciones situadas en la propia Santa Clara, Santa Lucía, Placetas, Pico Tuerto, Santi Espíritus, Arroyo Blanco y Ciego de Ávila, prolongándola desde Arroyo Blanco hasta Marroquí. Los trabajos exigieron numerosos reconocimientos, que se hicieron sin fuerzas de protección y que obligaron a los soldados de Telégrafos a entablar pequeños combates en los que hubo que “sostener fuego” con el enemigo. También faltaron recursos materiales para construir los fuertes que tuvieron que levantar en las estaciones de Santa Lucía y Pico Tuerto, así como elementos de comunicación entre el capitán Maranges y sus oficiales. Aún así, vencieron con perseverancia todas las dificultades y la línea quedó establecida a finales de diciembre.
Poseemos un mapa del estado de esta línea confeccionado en marzo de 1896, que muestra la topología de la red, las distancias en kilómetros y el material desplegado: 14 heliógrafos, 14 linternas Magín de 14 centímetros y un teléfono en Arroyo Blanco.
Al teniente de Ingenieros don José Ferrer Martínez se le encomendó establecer una segunda línea óptica entre Manzanillo y Santiago de Cuba, distantes 190 kilómetros entre sí, pasando por Bayamo, con las siete estaciones ópticas del segundo envío de material óptico procedente de la península. El estado de la insurrección impidó al teniente a salir al campo a cumplir su misión, e incluso tuvo que incorporarse con sus hombres a la columna de operaciones del general jefe de la División. Otro motivo de la paralización de los trabajos fue la muerte del teniente Ferrer en Veguitas, víctima de fiebre amarilla al ir a establecer la primera estación óptica, por lo que fue sustituido por el teniente don Pompeyo Martí.
Vistas las dificultades iniciales, el jefe del Batallón Mixto de Ingenieros de Cuba, teniente coronel don Julián Chacel García, se personó en noviembre en Ciego de Ávila con el teniente Rafael Pineda para hacerse cargo de la dirección y organización de los trabajos. Antes de marchar a Manzanillo, obtuvo permiso del general Aldave, jefe de la trocha Morón-Júcaro, para que se reactivaran los reconocimientos y trabajos para finalizar las comunicaciones ópticas. Personado en Manzanillo, el teniente coronel Chacel procedió inmediatamente al establecimiento del tramo Manzanillo-Veguillas. Para ello, siguiendo el proyecto del capitán de Ingenieros Arturo Amigó, construyeron una torre de 14 metros de altura, cuya base era un blocao de dos pisos, de tres metros de altura cada uno y una planta cuadrada de cinco metros de lado[02]. Una vez acabado, se ordenó al teniente Martí que fuese a Veguillas para elevar un andamio hasta conseguir la visual con Manzanillo; tras conseguirla, el teniente construyó una segunda torre de 14 metros, que quedó enclavada dentro del pueblo y que, por tanto, no necesitó la construcción de un fuerte para su protección.
Dejando al teniente Martí construyendo la torre de Veguitas, el teniente coronel Chacel, el capitán Amigó y el teniente Pineda se dirigieron a Cauto del Embarcadero, donde el capitán comenzó la construcción de un andamio provisional mientras el teniente coronel y el teniente, escoltados por una veintena de soldados a caballo, marcharon a Bayamo, Guisa y Jiguani con varias estaciones ópticas para elegir puntos convenientes donde levantar estaciones ópticas formando una red en estrella con centro en Bayamo. En esta población quedó el comandante Padrós, que construyó un andamio sobre la torre de la iglesia obteniendo una elevación de 30 metros. Luego, un determinado día y a una hora previamente establecida, se logró la comunicación con Cauto, Jiguani y Guisa mediente señales convenidas de hogueras y cohetes. Conseguido el enlace, el capitán Amigó construyó una tercera torre de 14 metros para la estación de Cauto.
A continuación el teniente coronel Chacel y el teniente Pinera marcharon a Bueyecito; allí ya se encontraba el teniente Martí con una estación óptica y el material para la construcción de un fuerte. Ese mismo día se logró la comunicación con Manzanillo, Veguitas y Bayamo, logrando de ese modo cerrar una red que permitiera al general de la división comunicar con los puestos de mando de brigada y de distrito. La red no se prolongó hasta Santiago de Cuba por carecer en aquel momento de más material óptico.
Primera fase: febrero-26 marzo 1896
Los continuos ataques que los rebeldes hacían sobre las tropas de Ingenieros encargadas de establecer las líneas ópticas hicieron que se abandonasen los reconocimientos y los trabajos protegidos por sus propias tropas, como había ocurrido en la red de Bayamo, y se recurriese a la creación en febrero de 1896 de lo que se denominó la Columna de Comunicaciones, que estaba formada por las siguientes unidades:
Una compañía de Zapadores del 3er. Regimiento de Zapadores-Minadores. Este regimiento había enviado a Cuba un batallón de seis compañías, unos 1000 hombres en total, entre julio y agosto de 1895, al mando del teniente coronel Manuel Marcella y Armas, embarcada en dos buques, el Ciudad de Cádiz y el Luzón, de la 6ª Expedición de fuerzas enviadas a la isla.
Una compañía de Telégrafos. Se trató de la 1ª compañía expedicionaria del Batallón de Telégrafos peninsular, de telegrafía óptica con veinte estaciones, formada por 3 oficiales y 139 de tropa al mando del capitán Eduardo de Bordons. La compañía embarcó en Santander en el barco “Antonio López” el 20 de diciembre (8ª Expedición) y desembarcó en La Habana el 6 de enero de 1896[03]. Previamente había llegado de la península el capitán del Batallón de Telégrafos Rafael Fábregas Sagués, quien desafortunadamente falleció de fiebre amarilla el 4 de diciembre.
Una compañía del Regimiento de Infantería "España".
Un escuadrón del Regimiento de Caballería "Pizarro" número 30.
La columna se puso al mando del teniente coronel de Ingenieros don Fernando Dominicis Mendoza, quien recibió la orden de establecer una red de telegrafía óptica en la provincia de Pinar del Río, en el Departamento Occidental, muy rica por sus plantaciones de tabaco, y recientemente invadida por las tropas rebeldes de Antonio Maceo, que se habían internado en la provincia unos 270 kilómetros, hasta la población de Manguas, excitando a la población a apoyar y sumarse a la insurrección. En aquellos meses la insurgencia ya había llegado a este extremo de la isla, algo que nunca había ocurrido durante la Guerra Grande, lo que obligaría al general Valeriano Weyler, nuevo capitán general de Cuba desde febrero de 1896, a enviar la división del general Suarez Valdés a guarnecer esta provincia.
La columna salió de La Habana los primeros días de febrero de 1896 para emplazar la primera estación de la red en Guanajay, situada a 50 kilómetros hacia el oeste. Previamente ya se había elegido el emplazamiento en un punto situado al este de la localidad, en la sierra de Anafe, en el sitio denominado Quintana, por haber sido utilizado con anterioridad en prácticas de instrucción a larga distancia. En el punto indicado la columna construyó una torre heliogrática y un fuerte para su protección, que recibió el nombre de fuerte de Inda en homenaje a la generosidad del dueño del ingenio situado en esas tierras, señor Inda. A los pocos días el teniente coronel Dominicis cayó enfermo y fue sustituido por el teniente coronel Julián Chacel. Este jefe continuó la labor estableciendo en mes seis estaciones más hasta completar una línea de 160 kilómetros entre Pinar del Río y La Habana, con estaciones intermedias en Guanajay, Ingenio Pilar, Candelaria, Los Palacios, Toro y Consolación del Sur.
Los trabajos de la columna consistieron en la reconstrucción de numerosas obras y puentes que habían sido destruidas por el rebeldes, la construcción de fuertes para la protección de las torres heliográficas, y la modificación del terreno para conseguir la elevación requerida por los enlaces. Los trabajos eran asímismo hostigados por el rebeldes sublevados en la provincia, que a finales de febrero atacaron la columna mientras trabajada en La Candelaria; en el combate que se trabó la columna sufrió un muerto y dos heridos, por un muerto y un prisionero que ocasionaron a los rebeldes[04]. La rapidez con que la Columna de Comunicaciones realizó los trabajos merecieron la felicitación del general Jefe de Estado Mayor y del Subinspector de Ingenieros.
Al llegar a Pinar del Río, el jefe de la División, general Álvaro Suarez Valdés, ordenó al teniente coronel Chacel que construyera varios fuertes y un puente para asegurar la comunicación con La Coloma, importante puerto situado en la costa, a 25 kilómetros al sur de Pinar del Río, y que estableciera también allí una estación óptica. La misión se cumplió en veinte días, empleando el capitán Mauro García y los tenientes Ricardo Álvarez Espejo y Salvador Navarro cuatro de ellos en construir el puente de Taironas con procedimientos de campaña.
Segunda fase: 26 marzo - 30 mayo 1896
Finalizada la línea óptica que enlazaba La Habana con Pinar del Río el jefe de Estado Mayor felicitó a la Columna, pero la disolvió el 26 de marzo. No obstante, la necesidad de extender la red por los extremos occidental y norte de la provincia, zonas donde operaban las columnas españolas, hicieron que se reconstituyese de nuevo la Columna de Comunicaciones, que estableció su cuartel general en Pinar del Río. En esta ocasión las fuerzas de la nueva columna fueron las siguientes:
La columna estableció sin grandes dificultades una nueva estación en San Luís, situada a unos 20 kilómetros al sur de Pinar del Río. El siguiente punto a enlazar era la población de Guane, situado a unos 65 kilómetros al oeste de Pinar del Río; pero entre éste y San Luis se interponía la sierra de las Acostas, al este de Pinar del Río, por lo que tuvieron que establecer dos estaciones intermedias en Lomas de Diego y Antonio del Valle. Mientras se efectuaban los trabajos, la fuerza restante de la Columna de Comunicaciones realizó marchas por la zona para hacer acto de presencia y levantar el decaido ánimo de los habitantes.
El 4 de mayo la columna inició la marcha hacia Guane para establecer allí otra estación óptica. En el pueblo de La Tenería tuvo que intercambiar fuego de fusil con los rebeldes, que se dejaron tres muertos en el campo. Al llegar a Guane la columna encontró que la guarnición del pueblo, cien soldados que se protegían en la iglesia, era insuficiente para proteger a los paisanos en sus labores de recogida de frutas y viandas en los campos circundantes, por lo que el teniente coronel Chacel decidió quedarse un par de días en el pueblo para ayudar a la guarnición.
La columna salió de Guane con intención de continuar hacia el embalse de López, situado ya en la costa occidental. Al llegar a Paso Real, punto situado a unos cuatro kilómetros al sur de Guane, sorprendió a una partida enemiga que puso en fuga. En su persecución, cruzó el río Cuyaguataje y en unos dos kilómetros, en el pueblo de Cataliaina, encontró el grueso de la partida. Tras entablar combate con ella y lograr dispersarla, la columna contó once rebeldes muertos y se apoderó de abundantes municiones, vestuario y monturas, regresando con ellas a Guane.
Al día siguiente, 5 de mayo, sabiendo que la partida rebelde continuaba en la zona, el teniente coronel Chacel decidió salir a su encuentro para combatirla. Durante la marcha la columna fue hostilizada por tiradores enemigos apostados como vigías de los rebeldes, que estaban de nuevo en Catalina esperando la llegada de los españoles protegidos por el río Cuyaguataje, tras una posición bien elegida desde donde hicieron nutrido fuego sobre los españoles. El teniente coronel Chacel tuvo que desplegar a derecha e izquierda de su avance para alcanzar el río y protegerse del fuego enemigo. Imposibilitado de cruzar el río por la defensa implacable que los rebeldes hacían de su posición, y conocedor de la existencia de un vado a escasa distancia, el teniente coronel Chacel ordenó a la sección de Telégrafos, acompañada por una compañía de Infantería, que se trasladase al vado, atravesase el río y, con un movimiento envolvente, cayese sobre la retaguardia enemiga.
Tras cruzar el río con el agua al pecho, los rebeldes observaron el movimiento de cerco y abandonaron su posición y su campamento, dejando de nuevo abundante botín de armas, municiones, provisiones y bastantes muertos. En la lucha se distinguió el capitán de Infantería José de Eiras, por su serenidad y arrojo, y por la disciplina en que tenía a su compañía. Tras los combates de aquellos dos días, la columna permaneció realizando los trabajos de construcción de la estación de Guane.
El día 6 de mayo la columna partió de Guane en dirección a la costa occidental, con objeto de construir una torre óptica en Juan López. Desde allí el teniente coronel Chacel hizo saber al coronel Sotomayor, de Artillería y jefe de la media brigada que operaba en la zona, la penosa situación en que se encontraba el pueblo de Guane y la necesidad de conducir un convoy de aprovisionamiento a él. El coronel había recibido la orden del general de la división de ir a Cortés para proteger un desembarco de víveres, así como de materiales para construir allí un depósito; por ello, ambos jefes acordaron que lo más rápido sería que el coronel Sotomayor condujera un convoy a Guane y que el teniente coronel Chacel se dirigiera a Cortés para proteger el desembarco e iniciar la construcción del depósito con la compañía de zapadores. Mientras dejaba en Juan López al teniente Álvarez Espejo construyendo una torre óptica sobre el almacén, la columna, reforzada con una compañía de Infantería del Wad Ras que se quedaría de guarnición en Cortés, inició la marcha hacia este lugar al amanecer del 13 de mayo.
Sobre las 11:00 horas de la mañana la columna llegó a un lugar llamado Las Martinas, donde los rebeldes se habían apostado al frente y a ambos lados del camino. Iniciado el fuego por el enemigo, la columna se vió obligada a desplegar para atender a los tres frentes: el teniente coronel Chacel dirigía la fuerza del centro, el comandante Tejeiro, del San Quintín dirigía la fuerza de la derecha, mientras que el capitán Mauro García, de la compañía de Zapadores, hacía lo propio con la fuerza de la izquierda. Pasada una hora de intercambio de disparos, los rebeldes del centro cedieron su posición y se replegaron sobre los costados, por lo que el teniente coronel reforzó con sus hombres las fuerzas de derecha e izquierda. Los españoles, bien dirigidos y mostrando muy buena instrucción, hacían fuego y avanzaban con orden y precisión, de forma que a las cinco horas de iniciado el combate los rebeldes abandonaron el campo en fuga precipitada, abandonando a 17 muertos, municiones y numerosos caballos con sus monturas. En la lucha se distinguieron los jefes de las fuerzas, los tenientes de Ingenieros Alvarez Espejo, Pineda, Llorente y Escrich, y el teniente de Caballería Lores. Finalizado el combate, la columna acampó en el lugar.
Al amanecer del día siguiente, 14 de mayo, la columna continuó su marcha hacia Cortés. Numerosas familias que viván en la zona se unieron a la columna en solicitud de amparo. Llegaron a Cortés al mediodía, donde les esperaba el barco de guerra Diego Velázquez, cuyo comandante, el teniente de navío Bernando Navarro, se puso a las órdenes del teniente coronel Chacel.
La Columna de Comunicaciones permaneció varios días en Cortés realizando trabajos de fortificación y reparación de obras que habían sido destruidas por los rebeldes: los tenientes Álvarez Espejo y Pineda construyeron un fuerte cada uno, el capitán Mauro García reconstruyó el muelle y el trazado del pueblo, y el capitán Toro, de la Comandancia de Ingenieros de la Habana construyó el almacén. El teniente Navarro se dedicó a construir una torre de doce metros para la estación heliográfica; a pesar de su altura, se requirió el establecimiento de otra estación intermedia en un lugar denominado Loma del Valle para lograr el enlace entre Cortés y Guame, que estaba en una hondonada.
Tercera fase: junio de 1896
La columna no pudo continuar con sus trabajos, pues se le ordenó al teniente coronel Chacel que regresara con ella a Pinar del Río para unirse a otras tropas españolas y hacer frente a un posible ataque en masa a la población de Consolación del Sur. Durante el mes de junio la columna participó en diversas operaciones, y no fue hasta finales de més que regresó su misión de Comunicaciones.
En esta tercera fase la Columna de Comunicaciones una estación óptica en Viñales, situada a 28 kilómetros al norte de Pinar del Río, con una estación intermedia en Murguía. En estas fechas, julio de 1896, la red desde La Habana a Cortés totalizaba unos 270 kilómetros (aproximadamente la distancia que hay entre Zaragoza y Alcalá de Henares) y 18 estaciones, algunas de ellas instaladas en torres de más de doce metros de altura.
Intervalo de combate con el general Bernal: julio de 1896
Breve fue la tercera fase de la Columna de Comunicaciones, pues a primeros de julio fue de nuevo llamada de urgencia para reforzar la columna de operaciones del general Francisco Fernández Bernal, quien estaba persiguiendo a los rebeldes en las proximidades de Cabo San Antonio, en el extreno occidental de la isla y de la provincia de Pinar del Río. A las tropas de Ingenieros de la columna se le dió orden de construir varios fuertes en Remates, Las Martinas y la Grifa, para formar una línea militar entre Cortés y Juan López y proteger con ellos las ricas plantaciones tabaqueras de la zona. Los trabajos se realizaron durante el mes de julio entre constantes ataques de los rebeldes, que fueron repelidos por zapadores y telegrafistas con grandes felicitaciones del general Bernal. En total sufrieron catorce ataques y combates en el mes de julio, en los que destacaron los de Babiney de Remates (5 de julio), donde el cabecilla Lasso encontró la muerte, Mameyes (8 de julio) y Desnucado de las Martinas (14 de julio). Como dice el Memorial de Ingenieros (número de abril de 1897):
"... serán siempre en la historia de la guerra de Cuba un gran recuerdo del admirable comportamiento de las tropas de Ingenieros."
La columna del general Bernal operaba llevando consigo una estación óptica que enlazaba con las estaciones de San Luis, Lomas de Diego o Loma del Valle, permitiendo la comuniciación con el general de la División.
Cuarta fase: agosto de 1896
Cuando la columna del general Bernal regresó a Pinar del Río la Columna de Comunicaciones se organizó por cuarta vez, escoltada de nuevo por las tropas del batallón San Quintín. Recibió orden de construir varios fuertes para proteger las feraces vegas de Gramales, Francisco, Sumidero y Cabezas. En estos días la columna recibió la orden de atacar una fuerza enemiga localizada en Francisco, a la que le causaron cinco muertos, le destrozaron el campamento y les capturaron una cien cabezas de ganado, que sirvieron para alimentar a la tropa. Finalizada la construcción de los fuertes, la columna regresó a Pinar del Río el 19 de agosto.
El 21 de agosto la columna salió de Pinar del Rio para establecer varias estaciones ópticas para enlazar con las poblaciones de La Esperanza y La Palma>/B>, en la vertiente norte de la sierra del Rosario, la primera en la costa y a 50 de Pinar del Río, la segunda a unos 25 kilómetros al este de la primera. Para ello fue preciso establecer una estación intermedia en Loma Yayal, entre Viñales y La Esperanza, donde fortificaron la casa que alojaría a la estación óptica. El 25 de agosto llegaron a La Esperanza y procedieron a la construcción del fuerte que protegería la estación, y el 28 de agosto partieron hacia La Palma. Al llegar a la línea de El Rosario, junto al río Yagüa, encontraron una fuerte partida de rebeldes, de unos mil hombres, a la que atacaron sin dudarlo un instante, abligandoles a retirarse dejando quince muertos en el campo y abundantes armas y municiones; la columna tan solo sufrió un muerto y cuatro heridos. Los días 29 y 30 de agosto los dedicaron a construir el fuerte que alojaría la torre óptica para la estación de La Palma.
Nuevo intervalo de combates: septiembre - octubre de 1896
El 1 de septiembre la columna de comunicaciones se unió a la del comandante Dolz para una realizar un reconocimiento en la zona. La misión duró siete días de duras penalidades, pues tuvieron que soportar frecuentes lluvias, transitar por caminos muy malos y enlodados, y sufrir las crecidas de los ríos. Finalizado el reconocimiento el teniente coronel Chacel marchó a La Habana a recibir nuevas órdenes, que consistieron en regresar a Pinar del Río, ponerse a las órdenes del ganeral Bernal y, con las tropas de Ingenieros de la Columna de Comunicaciones, reforzar con personal y material las estaciones ópticas establecidas en primavera.
El 30 de septiembre el general Bernal salió con su columna de Pinar del Río, con la de comunicaciones integrada en ella. Marcharon en dirección a Viñales y La Esperanza, donde estableció una línea militar para cortar el paso del enemigo. Conocedor de los movimientos de los rebeldes, el 4 de octubre se situó en la Ceja del Negro, que era un punto de paso obligado del enemigo. Allí se entabló una de las batallas más importantes de toda la guerra: la fuerza rebelde, unos tres o cuatro mil hombres, cuadruplicaba la fuerza del general Bernal, unos escasos 700 hombres. A pesar de ello, los soldados españoles se impusieron a los rebeldes y les causaron más de 200 muertos y 300 heridos. La compañía de Telégrafos se distinguió por su valor, arrojo y serenidad en durante la batalla, y su capitán José Campos Munilla, fue propuesto para el empleo superior en juicio de votación.
Comprendida la importancia que para las operaciones militares tenía la telegrafía óptica, se vió la necesidad de enlazar la plaza de Santiago de Cuba con la red de Bayamo-Manzanillo. Para ello se decidió ordenar al capitán de Ingenieros Jorge Soriano el establecimiento de unas líneas de telegrafía óptica entre San Luis de las Enramadas, última estación del ferrocarril que salía de Santiago de Cuba, y Jiguaní, donde ya existía una estación de la citada red óptica Manzanillo-Bayamo.
El capitán se trasladó a Santiago a mediados de enero de 1896 con un teniente y cuatro telegristas y a mediados de febrero finalizó la torre óptica de San Luis, que quedó enlazada con Santiago por la línea telegráfica que discurría paralela al ferrocarril. Disponía de un cabo y seis soldados de Infantería como guarnición de defensa.
La segunda estación de la red sería Palma Soriano, poblado situado en la dirección de Jiguan. Esta localidad tenía mucha importancia militar, pues era una base obligada para las columnas que operaban en la zona comprendida entre el río Cauto y Sierra Maestra. El capitán Soriano disponía de los elementos constructivos para la torre de Palma Soriano, pero carecía del material telegráfico para la estación, ya que la primera prioridad para el suministro del mismo era la provincia de Pinar del Río, recientemente invadida por los cabecillas rebeldes Antonio Maceo y Máximo Gómez.
Ante esta situación, "la superioridad" determinó la interrupción de los trabajos en Palma Soriano, pero en marzo se reanudaron para conseguir enlacar aunque fuera de manera precaria; para ello, una vez finalizada la torre de Palma Soriano, se instalaron en ella y en la de San Luis unos heliógrafos modelo antiguo del batallón de Telégrafos peninsular, que permitía enlazar sólo durante el día. La estación quedó guarnecida con un sargento y veinte soldados de Infantería, y se unió con el poblado de Palma Soriano, distante tres kilómetros y medio, con una línea de telegrafía eléctrica con material suministrado por el ramo de la Telegrafía civil de la isla.
Los heliógrafos del enlace San Luis - Palma Soriano estuvieron servidos por los cuatro telegrafistas que llevó consigo el capitán Soriano, y estuvieron en servicio hasta el mes de mayo; se da la circunstancia que varias noches utilizaron la luz de la luna para transmitir con el heliógrafo, pues carecían de las linternas Magín diseñadas para los enlaces nocturnos.
En mayo se recibieron en Santiago de Cuba seis estaciones ópticas reglamentarias; mientras se instruía a personal telegrafista en ellas en Santiago de Cuba, el material fue instalado en las dos estaciones abiertas. A mediados de junio el capitán Soriano estaba en condiciones de prolongar la línea hasta Ventas de Casanova y Loma Piedra, dos puntos intermedios elegidos necesarios antes de llegar a Jiguani. Pero la escasez de tropas de combate había aconsejado a "la superioridad" el abandono de aquella zona: había retirado días antes la guarnición de Remanganaguas y arrasado el fuerte que le servía de guarnición, y ordenó hacer lo mismo con Ventas de Casanova.
De esta manera Palma Soriano quedó convertido en el punto español más avanzado hacia el interior en Santiago de Cuba, quedando una extensión de unos 30 kilómetros de terreno muy accidentado e imposible de salvar sin estaciones intermedias entre Palma Soriano y Jiguani. El material óptico que no se utilizó fue instalado en el poblado de El Cobre, cuya línea eléctrica con Santiago había sido destruida por los rebeldes, en el poblado de Songo y Puerto Boniato, utilizando unos aparatos americanos suministrados por al Comandancia de Ingenieros.
La 2ª compañía expedicionaria del Batallón de Telégrafos se organizó en Madrid en marzo de 1896 con 3 oficiales y 142 de tropa, llevando con ella tan solo material de telegrafía óptica. Embarcó en Cádiz en el vapor correo “Montevideo” (9ª Expedición, 2º viaje) y desembarcó en Cuba el 24 de abril de ese año. Para esas fechas, el ejército expedicionario español en Cuba alcanzaba la cifra de 200.000 hombres.
Tras la llegada de los numerosos refuerzos de Ingenieros procedentes de la península, que incluían dos batallones expedicionarios del 3er y 4º Regimientos de Zapadores-Minadores, varias compañías de Ferrocarriles y las dos compañías expedicionarias de Telégrafos citadas, el 25 de abril de 1896 el capitán general de Cuba dispuso la reorganización de las tropas de Ingenieros de la isla. Para ello dispuso la disolución del Batallón Mixto de Ingenieros de Cuba, el refuerzo de los batallones de Zapadores expedicionarios y la creación de un Batallón de Telégrafos de Cuba y otro de Ferrocarriles.
El Batallón de Telégrafos de Cuba quedó al mando del teniente coronel don Julián Chacel. En él se integraron las dos Compañías de Telégrafos del disuelto Batallón Mixto, con la numeración de 1ª y 2ª compañías, las dos compañías expedicionarias procedentes de la península, que se numeraron como 3ª y 4ª, con una fuerza de 34 oficiales y 709 de tropa. Las tres compañías expedicionarias que llegarían posteriormente desde la península se numerarían como 5ª, 6ª y 7ª Compañías de Telégrafos.
Las 3ª y 4ª compañías expedicionarias del Batallón de Telégrafos, una de telegrafía óptica (4 oficiales y 135 de tropa) y otra eléctrica (5 oficiales y 131 de tropa), se organizaron en Madrid en julio de 1986. Embarcaron en Santander el 12 de septiembre de 1896 en el vapor extraordinario “Don Álvaro de Bazán” (11ª Expedición) y desembarcaron en Cuba en octubre de ese año; se integraron en el Batallón de Telégrafos de Cuba como 5ª y 6ª compañías de éste, que alcanzó una fuerza de 37 oficiales y 1136 de tropa. En octubre de 1896 el nuevo batallón tenía las seis compañías desplegadas en el territorio: la 1º y 2º eran las responsables de la operación y mantenimiento de la red de La Habana; el resto, las cuatro expedicionarias, desplegaron respectivamente en los sectores de Santiago de Cuba, Santa Clara, Bahía Honda y Pinar del Río para hacerse cargo de diecinueve torres de telegrafía óptica de las instaladas en los meses anteriores. Por ello, cuando se constituyó de nuevo la Columna de Comunicaciones, el teniente coronel Chacel organizó una séptima compañía provisional, al mando del capitán José Campos Munilla, para incorporarse a ella.
Mientras que en el sector occidental de la isla el despliegue de líneas telegráficas avanzaba a un ritmo mucho más lento, ya que el grueso de los refuerzos peninsulares, a mediados de 1896 las operaciones se realizaban en sector oriental de la isla, pues los cabecillas rebeldes Máximo Gómez y Maceo habían invadido con el grueso de sus partidas las provincias orientales de Pinar del Río, la Habana y Pinar del Río.
En junio de 1986 comenzaron de nuevo los trabajos de la Columna de Comunicaciones, que consistían en construir torres de comunicaciones para extender y completar las líneas ópticas del oeste de la isla en el sector de Pinar del Río, en el departamento Oriental, alternando sus trabajos como Ingenieros con combates como tropas regulares.
A comienzos de julio la Columna de Comunicaciones interrumpió sus trabajos para incorporarse a la columna del general Fernández Bernal, que operaba en la zona. Tras dos días de combates con los rebeldes seguidos de persecuciones, el 5 de julio tuvo lugar el combate de Babiney de Remates entre la compañía de Zapadores y la compañía de Telégrafos provisional de la Columna de Comunicaciones con tres partidas enemigas; el brío del ataque de las tropas de Ingenieros, compaginando un nutrido y sostenido fuego con un avance imparable a pecho descubierto que llegó al cuerpo a cuerpo en las alambradas rebeldes, obligó a éstos a retirarse. A este combate siguieron otros quince más a lo largo de los meses de julio y agosto, entre los que destacaron los del Mameyes y Desnucado de las Martinas, de los días 8 y 14 de julio respectivamente, y el del 28 de agosto, en que batieron una partida enemiga de mil hombres en la línea Rosario, junto al río Yagua, poniéndole en fuga.
El 4 de octubre la Columna de Comunicaciones participó en la batalla de la Ceja del Negro, en la que una fuerza de 4.000 rebeldes se enfrentó a la columna de operaciones del general Bernal, compuesta por tan solo 700 hombres, perdiendo los rebeldes 200 muertos y 300 heridos. El capitán de la compañía de Telégrafos, don José Campos Munilla, se distinguió tan notablemente que, en “juicio de votación” fue propuesto para el ascenso al empleo superior. En noviembre intervinieron en los combates de Potreros, Delirio, La Conchita y Palmarito contra las partidas de Máximo Gómez, quien sufrió 150 bajas.
Poco a poco, los trabajos de las tropas de Telégrafos dieron su fruto, pues en mayo de 1896 habían desplegado 31 estaciones ópticas, 46 estaciones en septiembre y 51 en diciembre. En junio de 1897 el Batallón de Telégrafos de Cuba había desplegado 1.490 kilómetros de líneas de telegrafía óptica, que empleaban 111 aparatos ópticos instalados en 75 estaciones servidas por 485 hombres (46 sargentos, 78 cabos y 361 soldados); seis enlaces lo eran entre 40 y 45 kilómetros, 50 enlaces lo eran entre 10 y 40 kilómetros, y los 19 restantes eran inferiores a 10 kilómetros; el vano más corto era de 3 kilómetros. Jamás se había realizado un uso tan extenso de la telegrafía óptica en campaña[03].
El número de mayo del Memorial de Ingenieros de 1897 hace un sentido homenaje a las clases de tropa de la especialidad de Telégrafos, por
“... el celo y abnegación desplegado […] en un servicio tan nuevo, difícil é importante como en de la telegrafía óptica de campaña y que por la gran dificultad de comunicaciones no podía ser vigilado con frecuencia por los oficiales, era indispensable que el personal de tropa tuviera gran disciplina y amor al Cuerpo en que servía. Así lo demostró, pasando días y noches enteros sin descanso, y llegando hasta el caso de que, por haber enfermado todo el personal de la estación, prestase el servicio de un modo permanente el jefe de ella, que dormía sentado al lado del aparato y á quien el ordenanza despertaba cuando había necesidad de recibir ó transmitir algún despacho. He aquí los nombres de estos telegrafistas...”
Sigue una relación de 15 sargentos, 7 cabos y 22 soldados, que comienza con el sargento Roque Sánchez Javaloy y finaliza con el soldado Ramón Fernández Martínez.
La 6ª compañía expedicionaria, de telegrafía óptica, se organizó en Madrid en noviembre de 1897 y fue destinada ese mismo mes a la isla de Cuba, donde se integró en el Batallón de Telégrafos de Cuba como su 7ª compañía. El Batallón de Telégrafos de la isla permaneció al mando del teniente coronel de Ingenieros don Julián Chacel durante toda la guerra y acabó estableciendo una extensa red de telegrafía óptica de 124 estaciones en toda la isla. El batallón continuó organizando la valiosa Columna de Comunicaciones al mando del propio teniente coronel Chacel, que maniobró por todo el territorio en constantes misiones de enlace y combate.
Mientras la guerra en Cuba se recrudecía, la insurrección estalló en la islas Filipinas. Para reforzar las tropas allí destinadas, la Real Orden Circular de 22 de enero de 1897 ordenó al Batallón de Telégrafos que organizara una nueva compañía expedicionaria con destino a aquellas islas. Pero el batallón ya había organizado seis compañías en apenas quince meses por lo que, debido al escaso número de efectivos disponibles, una nueva Real Orden Circular de 24 de junio modificó la anterior en el sentido de que organice una compañía de telegrafía óptica con oficiales y tropa de las islas, y que la nueva unidad quedase afecta orgánicamente al Batallón de Telégrafos.
Las tropas de Telégrafos se destacaron en la guerra de Cuba por su constante dedicación y esfuerzo a los trabajos propios de su especialidad, siendo utilizadas además como tropas de zapadores en trabajos de fortificación y combatiendo al enemigo integrados en las columnas con las que marchaban. Además de en los combates mencionados más arriba, muchas de las estaciones ópticas fueron objeto de ataques del enemigo que se vieron obligados a rechazar, como la de Placetas el 4 de diciembre de 1896; Bayamo, que fue atacada en enero y febrero de 1897; y Jiguani, que sufrió ataques en enero y abril. En este último ataque los rebeldes emplearon fuego de cañón contra la torre; al resultar destruida, su jefe instaló los aparatos ópticos en una improvisada trinchera y rechazó el ataque mientras mantenía el enlace. En otras ocasiones sus telegrafistas resultaron muertos o hechos prisioneros, como ocurrió en el ataque a la torre de Guisa el 27 de septiembre de 1897, la estación de Arroyo Blanco el 27 de julio de 1898 y la de Ají el 14 de septiembre de 1898; en ésta última todo el personal fue hecho prisionero y el material capturado por los rebeldes.
La heroica actuación del sargento Julio Hurdisán Diego, jefe de la torre de Guisa, es digna de mención, pues permaneció al pie de su estación comunicando detalles del combate incluso después de resultar herido, hasta que fue hecho prisionero por los rebeldes. Tanto él como el cabo Enrique Puertos Pujolá y los soldados Pedro Medina Cabañete y Rufo Arroyo Navarro, la guarnición de la torre, resultaron muertos y sus cadáveres no se encontraron. Su actuación mereció los elogios de la prensa en Cuba y en la península.
En la defensa de la torre de Arroyo Blanco, encabezada por el sargento Manuel Ortiz, murieron el cabo Arturo Escobar Otero y el soldado Casimiro Fernández López; su resistencia se quebró tras la capitulación del resto de tropas de la guarnición del poblado y fortines circundantes. Las tropas rebeldes de José Miguel Gómez elogiaron la defensa de la estación óptica que hicieron los telegrafistas, a quienes rindieron homenaje haciéndoles desfilar entre dos columnas de rebeldes formados en línea con arma presentada.
Tras dos años y medios de una sangrienta y cruel guerra, cuando el 15 de febrero de 1898 estallaba el acorazado Maine en el puerto de La Habana, España mantenía en Cuba un ejército de 200.000 soldados, pero solo controlaba las grandes ciudades, los puertos y las zonas de terreno abierto donde permanecían sus grandes destacamentos, quedando el resto de la isla en poder de los rebeldes. Declarada la guerra, los norteamericanos comenzaron de inmediato las operaciones de bloqueo y bombardeo de la isla.
De aquellas semanas conocemos la actuación de las estaciones ópticas de Daiquiri, Siboney y Puerto Boniato. Las dos primeras habían sido instaladas en marzo ante lo inminente de la guerra contra los norteamericanos, para enlazar la costa con Santiago de Cuba. En abril y mayo los norteamericanos realizaron diversos bombardeos sobre la costa sur de la isla e intentaron un desembarco sobre Cienfuegos, que fue rechazado. En ningún momento las estaciones telegráficas interrumpieron el servicio. Durante el bombardeo norteamericano del 18 de mayo de 1898 la estación óptica de Daiquiri permaneció en comunicación constante con el Castillo del Morro de Santiago de Cuba informando de los movimientos de los barcos enemigos.
Tras el desembarco americano en Siboney el 22 de junio, la estación de esta posición se replegó y se unió a las tropas españolas que estaban concentrándose en los altos de Sevilla para detener a los yanquis en su camino a Santiago de Cuba. La estación de Daiquiri se afectó al cuartel general del general Vara de Rey, donde permaneció durante todo el combate del Caney del 1 de julio de 1898; al finalizar el día, la mitad de la estación se replegó manteniendo el enlace con la plaza constantemente, al tiempo que la otra mitad permaneció combatiendo protegiendo la retirada.
Mientras tanto, una columna española al mando del coronel Escario se aproximaba a marchas forzadas a Santiago de Cuba con 3.000 hombres. El 2 de julio pernoctó en Palma Soriano, a 47 kilómetros de su destino, y desde allí avisó por heliógrafo de su llegada al día siguiente por el camino de San Luis. Pero una masa de rebeldes al mando de Calixto García, junto con una columna norteamericana de 10.000 hombres[04], se emboscó en San Luis para cortar el paso al coronel Escario. La estación óptica de Puerto Boniato, situada a 13 kilómetros al norte de Santiago de Cuba, estaba siendo cercada por el enemigo esperando la orden de repliegue; pero recibió la orden de permanecer en su puesto a toda costa hasta enlazar con el coronel Escario y avisarle del peligro. Logrado el enlace, el coronel adelantó la hora de la partida, cambió el itinerario de marcha, y llegó a Santiago de Cuba al atardecer de aquel día, 3 de julio. Aún permanecían en el territorio las estaciones de Puerto Boniato, Ermitaño y Monterreal, que tras atravesar las sierras que rodean la ciudad, infectadas de rebeldes, lograron entrar en Santiago de Cuba el 5 de julio entre las aclamaciones de los patriotas[05].
La actuación técnica y combatiente del Batallón de Telégrafos de Cuba, en la que nuestro batallón participó con cinco de sus siete compañías, no fue igualada por los ejércitos de ninguna otra nación. A las 124 estaciones de telegrafía óptica desplegadas, operadas y mantenidas, la más extensa red de este tipo jamás desplegada en campaña, se suman, en palabras de coronel Gallego Ramos:
“la abnegación, pericia y celo de los telegrafistas [, que] quedó sellada en tan dura campaña con caracteres imborrables, sin que por otra parte escasearan las ocasiones en que aquellos patentizaran la bizarría nunca desmentida de las tropas de Ingenieros, llegando a constituir la columna de comunicaciones […], de la que formaban parte una compañía de Zapadores y otra de Telégrafos, una fuerza maniobrera incansable y de grandes condiciones militares, que alcanzó justa reputación por sus señalados y repetidos éxitos guerreros […], abundando los casos en que el personal de las estaciones tuvo que luchar unido a las reducidas guarniciones de fuertes y posiciones en que aquellas estaban instaladas, para la defensa de las mismas, y hasta actuar como tropas de Infantería al sostener combate las columnas con las que marchaban”[06].
El Batallón de Telégrafos de Cuba fue disuelto el efectuarse la repatriación de las tropas españolas en diciembre de 1898.
La isla de Puerto Rico nunca tuvo fuerzas de Ingenieros de entidad. La primera unidad de Ingenieros fue una Compañía de Obreros de Ingenieros, creada por Real Orden de 25 de abril de 1864 con una plantilla de 9 oficiales y 120 de tropa. Inexplicablemente, la unidad fue suprimida en 1880[07].
Ante la evidente falta de tropas especializadas, se decidió enviar tropas de Ingenieros a la isla para hacer frente a posibles contingencias que pudieran derivarse de la insurrección que el ejército estaba combatiendo en la vecina isla de Cuba. Sin embargo, la única que llegó a la isla fue una compañía expedicionaria organizada por el Batallón de Telégrafos de la península, la quinta que organizó el batallón peninsular hasta ese momento.
La 5ª compañía expedicionaria del Batallón de Telégrafos fue enviada a Puerto Rico. Se organizó como compañía de telegrafía óptica en Madrid por Real Orden de 30 de noviembre de 1896. Con una fuerza de 4 oficiales y 200 de tropa, embarcó el 30 de marzo de 1897 en Cádiz con destino a Puerto Rico, vía Cuba, en el buque correo "Buenos Aires". Estuvo al mando del capitán de Ingenieros don José Barranco Catalá. Alojada en el castillo de San Cristóbal de San Juan de Puerto Rico, una vez desembarcada la compañía se dedicó a realizar cometidos propios de su especialidad y a colaborar con las secciones de bomberos y cuadrillas de trabajadores en las obras de fortificación de la isla. Por su parte, el capitán Barranco organizó los trabajos para establecer la red de telegrafía óptica desde San Juan de Puerto Rico hasta Fajardo por la costa, estando esta localidad a 60 kilómetros al este en la punta norte del extreno oriental de la isla.
Por su parte, el cuerpo semimilitar de Correos y Telégrafos de la isla proporcionó una línea de telegrafía eléctrica aérea, que sirvió de complemento a las estaciones ópticas establecidas por la compañía de Telégrafos. Así mismo, también se establecieron estaciones militares en Martín Peña, Río Piedras, Aibonito, Dorado, Toa Baja y Santurce.
Una vez declarada la guerra contra los "yanquis", y dada la escasez de tropas de Zapadores en la isla, esta compañía fue dedicada a trabajos de fortificación. La compañía de Telégrafos se hizo cargo de la construcción de baterías de campaña en el Seboruco de Santurce, varias trincheras en Hato Rey, cerca de Bayamon, y en otros lugares. Desembarcada la artillería en junio de 1898, la compañía construyó los resguardos necesarios para emplazar las piezas en sus baterías. La compañía permaneció en la isla hasta su evacuación en 1898.
Es de mencionar la actuación del capitán de Ingenieros don Julio Cervera y Baviera quien, destinado en Puerto Rico en enero de 1898 como ayudante de campo del teniente general don Manuel Macías Casado, último capitán general y gobernador de la isla, destacó en la defensa del Gamaní, cerro que dominaba el camino entre El Caney y Guayama; posteriormente logró repeler un ataque de tropas norteamericanas contra el heliógrafo instalado en el barrio de Asomante, en un elevado monte del interior de la isla que enlazaba las localidades de San Juan y Ponce al norte y sur de la misma respectivamente.
El Batallón de Ingenieros de Filipinas se creó por Real Orden de 18 de mayo de 1876 con cuatro compañías. En 1897 el número de compañías se elevó a ocho. En el batallón nunca hubo tropas de Telégrafos. Tampoco se organizaron tropas expedicionarias de esta especialidad en la península para reforzar el archipiélago. Por ello, el establecimiento de los enlaces ópticos recaían en destacamentos sacados de las compañías de Zapadores-Minadores del Batallón de Ingenieros.
En las operaciones llevadas a cabo por el general Weyler en el norte de Mindanao entre 1890 y 1897 se estableció una red de telegrafía óptica entre Iligán y Marahui con un total de diez estaciones ópticas repartidas en 33 kilómetros de longitud. La red fue establecida por clases procedentes del Batallón de Telégrafos peninsular, que no pudo organizar una séptima compañía expedicionaria, y soldados indígenas.
Al comenzar la insurrección tagala en agosto de 1896, la falta de tropas y medios de Telégrafos fueron acusados por el teniente general Ramón Blanco Erenas, capitán general de Filipinas, en sus operaciones de campaña, de las que se dijo que “la falta de comunicación óptica ha reportado grandes perjuicios y ha sido causa quizás de hechos de armas desgraciados”[08]. La falta de enlace entre el mando y sus columnas de operaciones se agravó con las operaciones ofensivas llevadas a cabo por el teniente general Camilo Polavieja, nuevo Capitán General, en febrero de 1897 en la zona de Cavite, quien se vio incapacitado para coordinar la ejecución de sus ataques.
En sus historias del Regimiento de Telégrafos, de las Transmisiones y de las unidades de Ingenieros en Ultramar del coronel Gallego Ramos y los generales Laorden y Sequera puede seguirse en comportamiento de las unidades de Ingenieros de Cuba y Filipinas en cometidos de la especialidad de Telégrafos.
[01] Memorial de Ingenieros del Ejército, año 1897. Instalación de líneas de comunicación óptica en la isla de Cuba, pag. 33, 65, 97 y 129.
[02] Gallego Ramos, "Historial compendiado...", pág,s 24, 26-27. Laorden, "Historia de las Transmisiones, pág. 42. Sequera Martínez, Luis de. Historia de las unidades de Ingenieros en Ultramar. Madrid, 1999, pág,s. 60-74.
[03] Al tocar su barco en La Coruña, el capitán Bordons dirigió el siguiente telegrama: Coruña, 21, 1 tarde. "Los oficiales de la compañía expedicionaria de Telegrafía óptica, en el momento de dejar España, saludan a sus compañeros. Bordons=Maciá=Lorente". Tomado de la Revista del Memorial de Ingenieros, nñumero de diciembre de 1895.
[04] El Correo Español, número del 2 de marzo de 1896.
[03b] Memorial de Ingenieros, año 1897, número de diciembre, El Batallón de Telégrafos en Cuba, en junio de 1897. pág. 355.
[04] Creemos que el general que mandaba esta columna era William Ludlow.
[05] En su Historia del Regimiento de Telégrafos, el coronel Gallego Ramos (op. cit., pág.s. 24 – 51) ofrece una pormenorizada crónica de la actuación del Batallón de Transmisiones de Cuba, mes a mes.
[06] Gallero Ramos, Eduardo. “Historial compendiado ...”, pág. 50.
[07] Las noticias sobre la compañía de Telégrafos de Puerto Rico están sacados de Laorden, op. cit., pág,s 42-43, y Sequera, op. cit., pág,s. 187-190.
[08] Gallego Ramos, op. cit., pág. 55.