La reorganización de diciembre de 1883 estuvo presidida por el avance en la autonomía de las especialidades del Real Cuerpo de Ingenieros. Si bien Pontoneros fue la única especialidad que consiguió organizarse en unidad independiente tipo regimiento, los servicios de Telégrafos, Ferrocarriles y Topógrafos lo hicieron en secciones unificadas bajo una jefatura y plana mayor común dedicadas a los tres servicios. Esta estructura duró exactamente un año, ya que el Real Cuerpo de Ingenieros pretendía proseguir con la autonomía mencionada.

Por Real Decreto de 15 de diciembre de 1884 se disolvió el Tren de Servicios Especiales y se crearon un Batallón de Telégrafos, un Batallón de Ferrocarriles, una Brigada Topográfica y una Dirección Técnica de Comunicaciones Militares. Ésta última sería responsable de dirigir los servicios telegráficos y de ferrocarriles en operaciones y de inspeccionar e instruir las tropas y servicios de comunicaciones, puentes militares, ferrocarriles, telégrafos, globos aerostáticos y palomas mensajeras.



Soldados del Batallón de Telégrafos haciendo instrucción de señales (foto: Instituto de Historia y Cultura Militar, ref. F.14550).

La importancia que el gobierno le dio a las tropas de Telégrafos, junto con las de Ferrocarriles, se observa en la introducción escrita por el ministro de la Guerra, teniente general Genaro de Quesada y Matheus, como preambulo el Real Decreto citado, cuyas palabras se basan en sus recientes experiencias personales de la última guerra carlista, en la que estuvo un año combatiendo al pretendiente don Carlos:

    “Sin las grandísimas ventajas que les ofrecen los caminos de hierro y los telégrafos eléctricos habrían sido absolutamente imposibles las rápidas movilizaciones de fuerzas tan numerosas, la seguridad y precisión con que se efectuaron las concentraciones o despliegues estratágicos de las mismas, y la regularidad con que se proveyó a su abastecimiento a grandes distancias, así como el orden de sus marchas y las fáciles y prontas relaciones de unos cuerpos con otros, y de éstos con su base de operaciones.”

La misión del Batallón de Telégrafos era eminentemente táctica pues, según el artículo 20 del Real Decreto fundacional, la unidad debía “establecer y conservar siempre las comunicaciones de los diferentes cuerpos de ejército entre sí y con el Cuartel General, relacionando esta red volante de telégrafos con la red permanente del país en la base de operaciones”, y disponer “sus unidades de modo que, agregadas a los Cuerpos de Ejército” [...] pudieran atender “a las exigencias de su servicio, así en lo que se refiere al llamado de primera línea, como al de reserva y al de las estaciones de transición entre la red de telégrafos militares y la existente en el país”[01].

El Batallón de Telégrafos quedó al mando del teniente coronel don Lícer López de la Torre Ayllón; recibió el estandarte que había pertenecido el 2º Batallón del 4º Regimiento de Ingenieros en 1875, unidad montada que encuadraba las dos compañías de Telégrafos existentes en el ejército desde el año anterior. La fuerza de paz del batallón se definió en 427 hombres: 1 teniente coronel, 1 comandante segundo jefe, 22 oficiales y 403 clases de tropa. En 1893 su plantilla de paz aumentó hasta 430 hombres y se definió su plantilla de guerra en 1380 efectivos[02]. Su orgánica permitió aumentar a cuatro las compañías de Telégrafos por primera vez en diez años. Se alojó en el Cuartel de la Montaña, Madrid.

Las tres primeras compañías lo eran de telegrafía eléctrica, quedando la Red Militar de Telegrafía Eléctrica de Madrid a cargo del batallón como escuela práctica permanente; la cuarta compañía era de telegrafía óptica, quedando a su cargo el estudio y práctica del alumbrado de campaña y el Servicio de Aerostación de forma interina hasta que no se creara una sección independiente para estos servicios. Las compañías de telegrafía eléctrica constaban de cinco secciones, tres de montaña con cable transportado a lomo, y dos de campaña con conductor aéreo transportado en carros. La compañía de telegrafía óptica constaba de tres secciones, cada una de ellas para apoyar a un Cuerpo de Ejército con diez estaciones ópticas.



Soldados del Batallón de Telégrafos haciendo prásticas de telegrafía óptica diurna con el heliógrafo inventado por el comandante De la Fuente (foto: Instituto de Historia y Cultura Militar, ref. F.14551).

Tras un periodo inicial de normalización de su material y orgánica, el batallón realizó un importante esfuerzo para realizar lo propio con los procedimientos. En 1885 el batallón publicó el tratado de Instrucción sobre Heliógrafos para las Tropas de Telégrafos Militares. En 1888 redactó el Reglamento del Servicio de Telégrafos, que fue aprobado por Real Orden Circular de 14 de marzo; el objeto del reglamento era procurar a los sargentos, cabos y soldados la instrucción necesaria para el buen desempeño de las funciones correspondientes a sus respectivos empleos, así en la parte militar como en los servicios técnicos reguló la clasificación de los telegrafistas y la realización de las Escuelas Prácticas, que debían sucederse unas a otras sin interrupción durante todo el año. La Real Orden Circular de 4 de febrero de 1893, se aprueba la Cartilla de material de telegrafía óptica para el Batallón de Telégrafos, declarando reglamentario el material que comprende y ordenando que se haga una tirada de 500 ejemplares a color. Por Real Orden Circular de 26 de julio de 1898, se aprueba el proyecto de ampliación de la enseñanza teórica del Batallón de Telégrafos en lo que se refiere a la telegrafía óptica.

El batallón realizaba todos los años dos ejercicios de escuelas prácticas, y participaba en las maniobras anuales que realizaban diversas unidades del ejército. Nos queda constancia de su actuación en las maniobras de 1891, 1892 y 1894[03]. En las maniobras del otoño de 1891, celebradas en Carabanchel y pueblos de alrededor, el batallón desplegó y operó durante un mes una red de telegrafía eléctrica para enlazar la centralita del edificio de Capitanía General de Madrid con estaciones corresponsales desplegadas en Campamento, Carabanchel Bajo, Alcorcón, Móstoles y Villaviciosa de Odón, y doblando la red con otra de telegrafía óptica.



Soldados del Batallón de Telégrafos haciendo prácticas de telegrafía óptica nocturna con la linterna Magín; funcionaba con una lámpara de acetileno hasta que fue sustituida por una lámpara eléctrica a pilas (foto: Instituto de Historia y Cultura Militar, ref. F.14552).

En las maniobras celebradas en el otoño de 1892 entre los ríos Segre y Cinca, el batallón participó con dos secciones de telegrafía eléctrica de montaña, que tendieron 37 kilómetros de cable, y una sección de telegrafía óptica para enlace entre las orillas opuestas de ambos ríos. En otoño de 1894 se celebraron otras maniobras en la sierra de Guadarrama. El batallón participó con cuatro secciones de montaña y cuatro estaciones ópticas. Tendió 48 kilómetros de cable y desplegó una red telegráfica con centro en Villalba y corresponsables en Guadarrama, San Rafael, El Espinar, Cercedilla, Navas de San Antonio y el Puerto de los Leones, que cursó 1100 telegramas.

En 1896 el Batallón de Telégrafos creó una sección de telegrafía de montaña, otra eléctrica y otra óptica que fueron llevadas a Argentina por el teniente coronel de este país Arturo Orzabal, con objeto de crear sobre su base el servicio telegráfico militar de su país[04].



Estación telegráfica desplegada en el Puerto del León (Guadarrama) con ocasión de las maniobras del Primer Cuerpo de Ejército, ca. 1900. (Foto: IHCM, ref. F.11804).

Así mismo, el batallón estudió el problema de enlace de los cinco batallones de Cazadores de Montaña creados por el ministro de la Guerra, teniente general Camilo García de Polavieja, el 31 de mayo de 1899. Para ello propuso la creación de cinco secciones de Telégrafos de Montaña dentro del batallón a efectos de instrucción, y afectas a los citados batallones de Cazadores en ejercicios, maniobras y operaciones[05]. Su material debía ser el mínimo indispensable, limitado a 10 kilos de peso y una dotación de cable para seis o siete kilómetros. Aprobado el estudio, se decidió asignar a cada batallón de Cazadores una sección de 20 soldados al mando de un teniente, dotada de cuatro estaciones ópticas de montaña y dos estaciones ópticas de campaña; la Real Orden de 7 de junio de 1902 dispuso la compra del material.

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Por Real Orden de 4 de abril de 1900 se crearon dos compañías de telegrafía óptica, una en Palma de Mallorca y la otra en Santa Cruz de Tenerife, con objeto de dotar de ellas a los ejércitos de Baleares y Canarias. Fueron organizadas por el Batallón de Telégrafos con material del batallón, y seguidamente se incorporaron al estudio de la Red Óptica de España que estaba realizando el batallón en las zonas de Levante y Sur de España.

A finales de octubre de 1900 ambas compañías marcharon a sus respectivos destinos, donde se incorporaron con una sección de telegrafía óptica, dotándolas poco después de una sección de telegrafía eléctrica de montaña. Hasta fin de año continuaron dependiendo del Batallón de Telégrafos, quedando independientes en la revista de enero de 1901.

Las compañías hacían su recluta en cada uno de los archipiélagos, y uno de sus principales cometidos fue el estudio de las redes ópticas de las islas, de los que presentaron diversas proyectos. Al reorganizarse el ejército regional de Baleares, el Real Decreto de 12 de septiembre de 1901 dispuso que la compañía de Telégrafos de este archipiélago se organizase en tres secciones: una de telegrafía óptica permanente, para el servicio de las estaciones costeras y dotada con aparatos Magín de gran calibre o similares; una sección de telegrafía óptica de campaña y una sección de telegrafía eléctrica de montaña, ambas con su material reglamentario. No se dispuso nada similar para la compañía de Telégrafos de Canarias.

La necesidad de normalizar la instrucción técnica y procedimientos de ambas compañías y la del Batallón de Telégrafos hizo pensar en hacer depender ambas compañías del batallón. De tal agrupación resultaban seis compañías, por lo que parecía natural elevar la categoría de la unidad superior y crear un regimiento. De esta manera, ambas compañías de integraron orgánicamente en el Regimiento de Telégrafos cuando éste se creó el 21 de agosto de 1902, si bien mantuvieron su nombre y carácter regional[06].

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En sus dieciocho años de existencia el Batallón de Telégrafos tuvo cuatro jefes:

  • Sr. Teniente coronel don Lícer López de la Torre Ayllón (1884-89)
  • Sr. Teniente coronel don Francisco Pérez de los Cobos (1890)
  • Sr. Teniente coronel don José Suarez de la Vega y Lamas (1891-97)
  • Sr. Teniente coronel don Lorenzo Gallego Carranza (1898-1902)




Cuando Heinrich Hertz demostró en 1887 la existencia de las ondas electromagnéticas predichas por Maxwell veinte años antes, se abrió el camino para investigar sus aplicaciones prácticas. Pero no fue hasta julio de 1896 que un joven Marconi realizó satisfactoriamente diversas pruebas ante el ingeniero jefe de los telégrafos ingleses con un transmisor y receptos patentados por él. Su siguiente éxito, de gran repercusión internacional, ocurrió tres años después, cuando el 27 de marzo de 1899 logró transmitir sin hilos entre dos estaciones telegráficas situadas a ambos lados del Canal de la Mancha.

Al Batallón de Telégrafos le cabe el honor de haber colaborado en la invención y desarrollo de la transmisión por radio, gracias a la técnica introducida en la unidad por el comandante de Ingenieros don Julio Cervera Baviera, quien ideó un procedimiento particular de su invención para la transmisión de la voz humana. Este comandante está considerado por algunos, con cierta controversia y oposición, como el verdadero descubridor de la transmisión radio de la voz humana, adelantándose con ello a Marconi[07], cuyas investigaciones se iniciaron con la transmisión de señales.

El comandante Julio Cervera nació en Segorbe en 1854. Fue cadete de Caballería e ingresó en la Academia de Ingenieros de Guadalajara en 1878. Entre 1877 y 1886 viajó a Marruecos y dirigió una expedición al Sahara Occidental, que le permitieron darse a conocer por sus dotes científicas. Destinado en Puerto Rico, combatió en la guerra contra los Estados Unidos y rechazó el ataque norteamericano contra el heliógrafo instalado en el interior de la isla, en el barrio de Asomante, en un elevado monte que enlazaba las localidades de San Juan y Ponce al norte y sur de la misma respectivamente. Finalizada la guerra, desembarcó en Cádiz el 16 de octubre de 1898.



Comandante de Ingenieros don Julio Cervera Babieca (foto publicada en el diario ABC el 30 de noviembre de 1908).

De regreso en España centró en sus investigaciones como ingeniero en la transmisión de señales y voz humana sin hilos. En abril de 1899 fue comisionado, junto con el entonces jefe del Batallón de Telégrafos, teniente coronel don Lorenzo Gallego Carranza, para visitar el enlace de telegrafía sin hilos que Marconi había instalado para enlazar ambas orillas del Canal de la Mancha A su regreso escribió una memoria dirigida al Ministro de la Guerra titulada “Sistema de transmisión de señales a distancia, sin hilos intermedios, aplicable a telegrafía militar, a explosión de minas, y a otros usos interesantes en la guerra”. Incluye la memoria descriptiva de un sistema de su invención cuya solicitud de patente realizó ante el Gobierno Civil de Madrid el 31 de agosto de 1899[08], que fue registrada con el número 24717.

El comandante Cervera hizo sus primeras experiencias de “transmisión a distancia de la energía sin conductores” en el Batallón de Telégrafos, lo que le permitió certificar sus patentes[09], logrando enlazar desde el Cuartel de la Montaña con los cuarteles de Carabanchel y Leganés, éste último distante nueve kilómetros. El 6 de diciembre de 1899 realizó una demostración en la explanada del Cuartel de la Montaña[10] de Madrid delante de S.M. la Reina Regente María Cristina[11], un adolescente Alfonso XIII y diversas autoridades militares, entre las que se encontraban el ministro de la Guerra y el capitán general de Castilla la Nueva. El capitán Gallego Ramos, futuro coronel jefe del Regimiento de Telégrafos, se hizo eco de las experiencias del comandante Cervera en la revista “La energía eléctrica”. El interés por esta naciente tecnología no había hecho más que empezar; en 1900 el capitán de Ingenieros Isidro Calvo y Juana, profesor de la Academia de Ingenieros, publicó en Guadalajara el primer libro escrito en España sobre la telegrafía sin hilos.

La Real Orden del Ministerio de la Guerra del 24 de febrero de 1901 dispuso que el comandante Cervera enlazara ambas orillas del Estrecho. Para ello el comandante fue oficialmente destinado como agregado al Batallón de Telégrafos por Real Orden del 20 de abril, “para llevar a cabo experimentos de telegrafía sin conductores con aparatos de su invención”[12]. El comandante Cervera estableció dos enlaces con éxito: Ceuta (Monte Hacho)-Tarifa, de 32 kilómetros, y Ceuta-El Tormo (en la costa de Cádiz), de 22 kilómetros. La antena situada en el cerro del Camorro de Tarifa tenía 51 metros de altura. A continuación, amparado por su comisión en el Batallón de Telégrafos, el comandante inició en mayo de 1902 los trabajos para enlazar la península con las islas Baleares, mediante un enlace radio de 100 kilómetros entre Javea e Ibiza, con el patrocinio de la Dirección General de Telégrafos. Sin embargo, las dudas planteadas sobre el éxito del enlace y, sobre todo, la falta de apoyo institucional acabaron con las experiencias del comandante Cervera en 1903[13].

Simultáneamente, el Batallón de Telégrafos experimentó con las estaciones de radio de campaña Marconi durante los años 1901 y 1902; además, por Real Orden de 27 de abril de 1902 comenzó ensayos con las estaciones de radio Telefunken, situando varias de ellas en las provincias de Ávila y Segovia para su enlace con la estación móvil situada en Madrid[14].



El teniente coronel don Lorenzo Gallego Carranza, último jefe del batallón, concibió la idea de estudiar un Plano Óptico de España que cubriese las zonas del territorio consideradas más probables como posibles teatros de operaciones, sumando a ellas las líneas de comunicación óptica necesarias para la vigilancia de las costas y líneas de invasión y retirada. Este proyecto se realizó durante las escuelas prácticas de los sucesivos años, primero por el Batallón de Telégrafos y posteriormente por el Regimiento de Telégrafos.



Banderines de señales. Batallón de Telégrafos, Sección de Óptica (foto: Instituto de Historia y Cultura Militar, ref. F.14539).


Tienda de Campaña e instrumentos ópticos. Batallón de Telégrafos, Sección de Óptica (foto: Instituto de Historia y Cultura Militar, ref. F.14544).

La Real Orden de 8 de agosto de 1903 aprobó las “Instrucciones para el estudio de una red óptica” para dar homogeneidad a los trabajos y plasmar el resultado de la experiencia y práctica llevada a cabo hasta esa fecha. Sabemos que en 1911 se habían cubierto 100.000 kilómetros cuadrados de superficie, en los que se estudió el asentamiento de hasta 318 estaciones ópticas con múltiples enlaces que sumaban la cifra de 28.000 kilómetros lineales[15].



Si bien existen noticias de un aerostato soltado en Pekín en 1306 con ocasión de la coronación del emperador Fo-Kien, el primero en volar en un globo fue el jesuita brasileño Bartolomé Lorenzo de Guzmán, quien en 1709 se elevó en los cielos de Lisboa a bordo de un globo bautizado “La Pasarola”[16]. A pesar de ello, se considera a los hermanos Montgolfier los pioneros de la aerostación, quienes el 5 de junio de 1783 consiguieron elevar en Annonay un globo de 11 metros de diámetro, al que siguieron otros vuelos realizados desde Versalles. El invento pronto se popularizó entre los científicos y aventureros.

En España el incombustible ingeniero Agustín de Betancourt se elevó en un globo desde el Retiro en 1784; el capitán Vicente Lunardi[17] hizo lo propio desde la Plaza de Oriente de Madrid en 1792. El capitán Proust, profesor francés de química del Real Colegio de Artillería de Segovia, construyó un globo en el que consiguió elevarse junto con cadetes del colegio ante el rey Carlos IV en noviembre de 1792, al que siguió una segunda ascensión de Lunardi en enero de 1793 delante del rey y su familia. Estos éxitos llevaron al conde de Aranda a redactar un informe sobre las ventajas de los globos para la observación artillera. Desgraciadamente, el invento quedó en el olvido en España.



Grabado que reproduce la vista del globo aerostático en el que el capitán Lunardi se elevó ante S. M. y su real familia el día 8 de enero de 1793 (foto: Biblioteca Digital de la Memoria de Madrid, número de inventario 2296).

Reconociendo las ventajas militares del globo, Francia creó su primera unidad militar de Aerostación en 1793, que tuvo su bautismo de fuego en los sitios de Charleroi y Mauveuges y en la batalla de Fleurus (junio de 1794), siendo los capitanes Coutelle y Comte los primeros aerosteros militares de la historia. Al año siguiente Francia creó el Cuerpo y la Escuela de Aerostación y la Escuela, que fueron suprimidas en 1799 por Napoleón, quien no supo valorar las ventajas del invento. Con esta medida se acabaron las experiencias militares de los globos aerostáticos hasta los años sesenta del siglo XIX, con la excepción de algún vuelo realizado de forma esporádica y ocasional. En 1868 Rusia creó una Escuela de Aerostación; durante el sitio de París de 1870 de la guerra franco-prusiana se elevaron 64 globos como medio de transporte y correo aéreo. Finalmente, entre 1884 y 1886 siete países europeos (Alemania, Bélgica, Dinamarca, España, Holanda, Italia y Reino Unido) crearon sus primeras unidades y escuelas de Aerostación militar.

En España, el Real Decreto de 15 de diciembre de 1884 asignó el servicio de Aerostación al Batallón de Telégrafos de forma interina hasta que no se creara una sección independiente. Ésta no tomó cuerpo hasta 1896, por lo que el batallón fue responsable del servicio durante doce años, en los que se dedicó al estudio y desarrollo de la Aerostación militar. Junto con la sección de Aeroestación de la Dirección General de Comunicaciones, al Batallón de Telégrafos le cabe el honor de haber sido pionero en esta especialidad del ejército[18]. Esta nueva misión, entre cuyos cometidos se encontraban la conservación, inflación y manejo de los globos aerostáticos, se asignaron a la 4ª compañía del batallón.

El jefe de la 4ª compañía era el capitán don Fernando Aranguren. Las primeras ascensiones se realizaron en 1889 con un globo esférico de la casa Yon, que había sido comprado a Francia el año anterior. El tren de inflado se componía de tres carros, uno para el transporte del globo, barquilla, lonas y demás bagaje, un segundo carro transportaba la complicada maquinaria para la producción del hidrógeno y el tercero era el denominado carro torno con una máquina de vapor para mover los engranajes del cable de retención y que fijaba el aeróstato a tierra. Cada uno de los carros pesada entre 2.600 y 2.000 kilos. Las prácticas, que se realizaban en la Real Casa de Campo, demostraron que el globo tenía poca estabilidad en el aire ante vientos fuertes, por lo que se decidió comprar el globo alemán Parseval-Siegfield, más estable.


IHCM. F.05215

IHCM. F.05191

IHCM. F.05199

La Reina Regente Doña María Cristina se personó el 27 de junio de 1889 sin avisar en la zona de la Casa de Campo donde la 4ª compañía del batallón hacía prácticas con el material de Aerostación. Sin dudarlo un instante, la reina subió a la barquilla y realizó una ascensión con el teniente coronel López de la Torre, jefe del Batallón de Telégrafos. Días después, S.A.R. la Infanta Isabel ascendió los 500 metros que daba de sí el cable de retención del globo. El 10 de julio de 1889 el Batallón de Telégrafos realizó la primera ascensión en vuelo libre, alcanzando una altura de 400 metros y aterrizando en Velilla de San Antonio, realizando un vuelo de unos 30 kilómetros. Iba tripulado por el teniente coronel López de la Torre y el teniente Anselmo Sánchez Tirado, quien hacía de piloto, llevando como pasajeros al teniente coronel Pérez de los Cobos y al capitán Aranguren. Cabe mencionar que el Batallón de Telégrafos tenía adscrito en su orgánica el palomar militar de Guadalajara, y que utilizaba las palomas para comunicar con rapidez, prontitud y seguridad el momento de los descensos y punto de aterrizaje de los globos aerostáticos, así como para enviar los informes de las misiones de reconocimientos que se les encomendaba.

En abril de 1896 una comisión formada por el teniente coronel José Suarez de la Vega, por entonces jefe del Batallón de Telégrafos, y el capitán Francisco de Paula Rojas, estudió las unidades de Aerostación existentes en otros ejércitos. El capitán Rojas tuvo un papel importante en la transición de la Aerostación como unidad independiente dentro del Cuerpo de Ingenieros. Ya de teniente había adquirido cierta fama de experto en cuestiones de aerostación, que estudió con avidez, por lo que fue trasladado en 1984 en comisión de servicio al Batallón de Telégrafos[19]. En la nueva unidad ostentó la jefatura de Parque y Talleres. Como resultado del informe de la comisión, la Real Orden de 17 de septiembre de 1896 (D.O. Nº 222) creó una Unidad de Aerostación como unidad independiente del Batallón de Telégrafos, formada por una compañía de Aerostación y el Parque de Aerostación.


IHCM. F.05192

IHCM. F.05204

IHCM. F.05188

El mando de la unidad recayó en el comandante de Ingenieros don Pedro Vives, a la que fue destinado el capitán Rojas. La Real Orden de 17 de diciembre del mismo año (D.O. Nº 286) encuadró la unidad dentro del Establecimiento Central de Ingenieros, junto con el Palomar Central y la Fotografía Militar, alojándose en el cuartel de San Carlos, Guadalajara. El Batallón de Telégrafos hizo entrega de todo su material aerostático a la nueva unidad, incluyendo el tren Yon, que aún conservaba. Fue así como el Batallón de Telégrafos constituyó la primera etapa de las unidades de Aerostación del ejército, preparando con ello el camino de la Aviación militar española, que empezaría su andadura con una primera promoción de pilotos, todos procedentes del Cuerpo de Ingenieros.

A pesar de las experiencias realizadas, el desarrollo de la Aerostación en esos años no permitió su entrada en combate. No fue éste el caso del ejército norteamericano. Estados Unidos creó el Servicio de Aerostación en 1892 y seis años después estuvo en condiciones de emplearlo en operaciones. El 1 de julio de 1898 empleó un globo contra nuestras tropas en la batalla de las colinas de San Juan en misiones de observación de Artillería y coordinación del avance de las tropas norteamericanas. Tras cuatro horas y media de combate la artillería española disparó contra el globo, rompió el cable de retención y el globo, seriamente dañado, cayó finalmente al mar. El aerostato, junto con su piloto William Ivy, se convirtió en la primera aeronave derribada en acción de guerra. La primera acción de guerra de la Aerostación española se realizó doce años más tarde en la campaña de Melilla de 1909, donde una unidad de dos globos mostró su valía en acciones de observación y corrección de tiro de Artillería.

En 1913 se crearía el Servicio de Aeronáutica Militar, con las ramas de Aerostación, que quedaría bajo la responsabilidad del Cuerpo de Ingenieros, y la de Aviación. La Aerostación tendría forma orgánica de batallón en 1919 y de regimiento en 1924, que perduraría hasta 1936. Por su parte, la Aviación militar contaría con una importante presencia de oficiales del Cuerpo de Ingenieros hasta la creación del Ejército del Aire después de la guerra civil.



Las palomas se han venido utilizando desde siempre como medio de transmisión de mensajes[20]. Dejando aparte la breve aparición en la Biblia para anunciar a Noé el descenso de las aguas, sabemos que los griegos las utilizaban para anunciar el nombre de los vencedores en los Juegos Olímpicos, que los romanos llegaron a tener en plantilla hasta cinco mil ejemplares en palomares móviles y que los árabes mantuvieron permanentemente en funcionamiento redes de palomares. En Europa occidental no se emplearon hasta el siglo XII. Al comenzar el siglo XIX Italia, Bélgica e Inglaterra las utilizaban para informar sobre cotizaciones de bolsa, órdenes de compraventa y los números premiados en la Lotería. Una paloma informó a lord Rostchild de la victoria de Waterloo, lo que le permitió comprar con ventaja Bonos del Estado que verían multiplicados su valor al hacerse pública la derrota de Napoleón. En 1870 tanto franceses como alemanes las emplearon profusamente en el sitio de París.



Jaulas grandes para palomas mensajeras, ca. 1900 (foto: Instituto de Historia y Cultura Militar, ref. F.06169).

En aquellos años la sociedad civil española comenzó a organizarse alrededor de la paloma mensajera. El señor Nilo M. Fabras era director y propietario de una agencia telegráfica de noticias, antecesora de la actual agencia EFE. En 1870 tuvo dificultades con el telégrafo en relación con una noticia y solicitó ayuda a la agencia Hovas de París, que tenía organizado un sistema de palomas mensajeras. El señor Fabras decidió imitar el sistema francés y en 1875 estableció en Barcelona el primer palomar de España, con veinticuatro ejemplares de palomas que había comprado en Bélgica. Esto le permitió, entre otros éxitos periodísticos, dar la exclusiva al “Diario de Barcelona” de la llegada a aguas españolas de S.M. el Rey Alfonso XII para hacerse cargo de la corona de España, mediante una suelta en alta mar el 9 de enero de 1875.

En España, un Real Decreto de 1879 creó el primer palomar militar con objeto de estudiar la posibilidad de organizar un Servicio Colombófilo Militar. El palomar se asignó al 2º Regimiento de Zapadores Minadores, con guarnición en Guadalajara, y para realizar sus cometidos se adquirió una partida de palomas de raza belga. Tras su breve paso por el Tren de Servicios Especiales, la responsabilidad de inspeccionar y facilitar la instrucción de las tropas y servicios de la palomas mensajeras recayó en la recién creada Dirección Técnica de Comunicaciones Militares, siendo sus tropas adscritas al Batallón de Telégrafos, organismo y unidad creados en diciembre de 1884. Uno de los objetivos que se planteó en aquellos años fue el de mejorar la raza belga del palomar militar para adaptarla a las características climáticas y orográficas de España hasta conseguir una raza autóctona.

Dos años después, en 1886 su publicó el Reglamento para el Servicio de los Palomares Militares, que daba normas de organización y funcionamiento de una red compuesta por dieciocho palomares a cargo de tropas de Ingenieros. El Palomar Central se instalaría en Madrid, desde donde se establecerían diez líneas alares de enlaces directos con otros tantos palomares situados en Ciudad Rodrigo, Badajoz, Valladolid, Oyarzun, Pamplona, Jaca, Zaragoza, Valencia, Córdoba y Málaga; y líneas alares secundarias desde el palomar más cercano hasta los situados en Tarifa, El Ferrol, Figueras, Palma, Mahón, Ceuta y Melilla. De esta manera se aseguraba el enlace desde Madrid con las fronteras de España, Baleares y las posesiones del norte de África. El trayecto más largo era de 401 kilómetros (Madrid-Málaga) y el más corto de 27 kilómetros (Tarifa-Ceuta). Esta red alar no llegó a instalarse del todo.

El 16 de febrero de 1890 se creó la "Sociedad Colombófila de Cataluña"; un año más tarde tenía 112 socios inscritos, 2.437 palomas censadas y contaba con la posible movilización de tres mil palomas en caso de guerra. La "Paloma Mensajera de Valencia" fue la segunda sociedad colombófila que se creó; publicó su primer boletín en enero de 1891. El 7 de febrero de 1894 se creó la Federación Colombófila Española, siendo su primer presidente el comandante de Ingenieros don Pedro Vives y Vich, quien años más tarde se convertiría en uno de los pioneros de la Aviación Española.

Durante la guerra hispano-norteamericana de 1898 una naviera francesa ofreció sus palomas al gobierno español para su empleo por la escuadra del almirante Cervera, tal y como hacía Francia con sus buques de guerra cuando atravesaban el Atlántico. Ese mismo año, personal del Batallón de Telégrafos tomó oportuna nota del empleo de las palomas mensajeras en los ejércitos prusianos y ruso por parte de patrullas de Caballería durante sus misiones de exploración para su enlace con los cuarteles generales de los cuerpos de ejército. No obstante, en el batallón se dudaba de la utilidad de los palomares móvil, propiciado en Francia, puesto que no hay seguridad de que las palomas regresen a éste último en lugar de a sus palomares de procedencia[21].

La Real Orden Comunicada de 12 de julio de 1899 reorganizó el Servicio Colombófilo Militar y publicó un nuevo Reglamento; en él se regularon las relaciones con los palomares civiles y la jurisdicción del ejército sobre los civiles a través del Palomar Central, que seguía en Guadalajara.


[01] Estudio Histórico del Cuerpo de Ingenieros, tomo II, pág. 313. El texto del Real Decreto está publicado en el tomo 39 del año 1884 del Memorial de Ingenieros.

[02] El Real Decreto de 29 de agosto de 1893 aumentó la plantilla de paz del batallón hasta 430 hombres: 1 teniente coronel, 2 comandantes, 25 oficiales y 402 soldados; además, definió la plantilla de guerra en 1380 hombres: 1 teniente coronel, 2 comandantes, 43 oficiales y 1334 de tropa. Estudio Histórico del Cuerpo de Ingenieros, Madrid, 1911. Tomo II, pág. 327.

[03] Gallego Ramos, Eduardo. “Historial compendiado...”, pág. 23-24.

[04] Regimiento de Transmisiones 21. Compilación histórica, 2018, pág. 128.

[05] Estudio Histórico del Cuerpo de Ingenieros, tomo II, pág. 331 – 338. También, Gallego Ramos, Eduardo. Secciones de telegrafía ligera para acompañar a la Caballería. Imprenta del Memorial de Ingenieros, Madrid, 1900.

[06] Estudio Histórico del Cuerpo de Ingenieros, tomo II, pág. 338 y 340.

[07] Estudio histórico del Cuerpo de Ingenieros, tomo II, pág. 369. También, Gallego Ramos, op. cit., pág. 25.

[08] “Memoria que al Excelentísimo Señor Ministro de la Guerra presenta el Comandante que suscribe, como consecuencia de la comisión para el extranjero que el fue conferida por R.O. de 25 de abril del corriente año. Madrid, 20 de septiembre de 1899. Cervera (firmado)”. Citado por Jesús Sánchez Miñana, en “La introducción de las radiocomunicaciones en España (1896-1914), enero de 2006.

[09] Sánchez Miñana, op. cit,. nota 12 de la página 38.

[10] Gallego Ramos, Eduardo. El telégrafo sin alambres inventado por el comandante Cervera. Revista "La energía eléctrica". 1900.

[11] Citado por Sánchez Miñana en op. cit., pág. 17. Tras ella el comandante Cervera registró en la Oficina de Patentes dos adiciones a la registrada en agosto.

[12] Sánchez Miñana, op. cit., nota 24 de la pág. 39.

[13] Sánchez Miñana, op. cit., pág. 22 y ss.

[14] Gallego Ramos, op. cit., pág. 57. También, Estudio Histórico del Cuerpo de Ingenieros, tomo II, pág. 369.

[15] Estudio Histórico del Cuerpo de Ingenieros, tomo II, pág. 363 – 368.

[16] A pesar del éxito, el Santo Oficio destruyó gran parte de la documentación del invento y encarceló a Lorenzo de Guzmán, quien finalmente murió en el Hospital de la Misericordia de Toledo.

[17] El capitán Vicente Lunardi nació en Luca, Italia, el 11 de enero de 1759. Fue secretario del Príncipe de Caramárica y embajador de Nápoles en el Reino Unido. Allí fue el primero en construir un globo y volar en él el 15 de septiembre de 1784, por cuyo mérito se le concedió el uniforme y grado de capitán. En Inglaterra y Escocia realizó doce vuelos y cruzó el canal de La Mancha en dos ocasiones. Antes de volar en España lo hizo en Nápoles en tres ocasiones ante el rey y su corte.

[18] La información de la Aeroestación dentro del Batallón de Telégrafos proviene de la conferencia impartida por el coronel de Ingenieros José Ignacio Mexía Algar en el CESEDEN con el título “La Aeroestación militar en España (1884-1934)”, con ocasión de las XII Jornadas de Historia Militar, dedicadas a la historia de la Aviación Militar Española.

[19] El teniente coronel Suárez de la Vega y el capitán Sánchez Tirado, éste último en colaboración con Jacobo García, habían publicado sendas obras tituladas Aerostación militar, que sirvieron para divulgar esta nueva tecnología dentro del Cuerpo de Ingenieros. En 1898 el capitán Rojas publicó su obra Los globos en la guerra, que le hizo merecedor de una Cruz del Mérito Militar. Citado por José Ramón Martelés López en la biografía del capitán Rojas, biografías de la Real Academia de la Historia, edición digital.

[20] Hernanz Beltrán, Félix. Historia de la colombofilia militar española. Memorial del Arma de Ingenieros, Ministerio de Defensa, Madrid. Número 63, diciembre de 2000. Todas las noticias sobre colombofilia proceden de este trabajo, a no ser que se diga otra cosa.

[21] Gallego Ramos, Eduardo. Secciones de telegrafía ligera para acompañar a la Caballería. Imprenta del Memorial de Ingenieros. Madrid, 1900.