LA CONQUISTA DEL REINO DE NAVARRA

(Julio - septiembre de 1512)

Conquista del reino de Navarra por don Fadrique Álvarez de Toledo, II duque de Alba, en nombre del rey Fernando I el Católico.





En febrero de 1231 los reyes Sancho VII de Navarra y Jaime I el Conquistador buscaron la alianza y firmaron un acuerdo de prohijamiento mutuo, que un año más tarde el rey aragonés rectificó en beneficio de su primogénito, el infante don Alfonso de Aragón, con el beneplácito del rey navarro.

Dos años más tarde, el rey Sancho VII el Fuerte murió sin descendencia en 1234; con él se extinguía la dinastía Jimena, que había reinado en Navarra durante 500 años. En lugar de aceptar en el trono navarro al infante don Alfonso, como era el deseo del difunto rey, los nobles ofrecieron el trono al hijo de su hermana Blanca, quien era conde Champaña y que reinó con el nombre de Teobaldo I. Con esta decisión nobiliaria comenzaron 278 años de reinados de dinastías francesas en el reino de Navarra: primero la casa de Champaña (1234-1274), después la casa de los Capeto (1274-1328), la casa de Evreux (1328-1462) y, finalmente, la casa de Foix (1462-1512), cuyos soberanos “eran tenidos como extranjeros por los mismos vasallos que les rendían obediencia”, según palabras del historiador Fernando Ruano Prieto.

A principios del siglo XV reinaba en Navarra el rey Carlos III el Noble, de la casa de Evreux. Casado con Leonor de Trastámara, hija de Enrique II de Castilla, los consortes tuvieron una hija, Blanca, nacida en 1385. Inconscientemente, ella trajo consigo la enorme influencia que el reino de Aragón tendría sobre Navarra durante los turbulentos siguientes años. Tras un primer matrimonio con Martín el Humano, rey de Aragón, y gobernar en Sicilia hasta 1415, la muerte de su hermana mayor, la infanta Juana, la convirtió en heredera al trono de Navarra en 1416. Casada con el infante don Juan de Aragón en 1420, Blanca dio a luz a su hijo Carlos en el castillo de Peñafiel, propiedad de su marido, en 1421. Al año siguiente, el infante Carlos fue nombrado príncipe de Viana y jurado como heredero del reino a la muerte de su abuelo y de su madre. En 1425 murió Carlos III el Noble y Blanca I de Navarra subió al trono, aunque la ceremonia de coronación se pospuso hasta 1429, en la que su marido el infante don Juan fue también coronado como rey consorte.

Tras reinar dieciséis años, Blanca I de Navarra murió en 1441. En su testamento dejó el reino en manos de su hijo Carlos, pero la reina había añadido una cláusula por la que “por guardar el honor de su padre, le rogamos, con la mayor ternura que podemos, de no querer tomar estos títulos sin el consentimiento y bendición del dicho señor padre”. Ni que decir tiene que el infante don Juan no renunció a su título de rey consorte, por lo que se originó un pleito sucesorio y de gobierno con su hijo que duró más de veinte años.

Como el infante don Juan estaba inmerso en la guerra civil castellana que le enfrentaba con el rey Juan II de Castilla, el infante don Enrique (futuro Enrique IV) y el condestable don Álvaro de Luna, dejó el gobierno del reino en manos del príncipe Carlos. La primera batalla de Olmedo, ocurrida el 19 de mayo de 1445, supuso la derrota definitiva del infante don Juan, ya titulado Juan II de Navarra, en la guerra castellana y su regreso a Navarra, lo que agravó las disputas entre padre e hijo por el gobierno del reino, que se agudizaron en 1447 cuando el rey Juan II de Navarra se casó con la noble castellana Juana Enriquez, con quien engendraría al futuro rey Fernando el Católico.

El enfrentamiento armado entre padre e hijo se inició en 1451. El príncipe Carlos fue apoyado por el reino de Castilla y por el partido “beaumontés”. Este partido pertenecía a una casa que tenía posesiones en la Montaña y estaba encabezado por Luis de Beaumont, nieto de Luis de Evreux. Ostentaba el título de I conde de Lerín, concedido por el rey Carlos III en 1425 con ocasión de su boda con su hija bastarda, Juana. Cinco años después el título conllevaría aparejado el de Condestable de Navarra. El rey Juan II fue apoyado por el reino de Aragón y por el partido ”agramontés”, de gran arraigo en el Llano y descendiente del linaje de los Agramont, que se remontaba a la época de Sancho VII el Fuerte. Durante la guerra civil navarra, Enrique IV de Castilla intervino militarmente ocupando el territorio navarro de Sonsierra, Los Arcos y la comarca de Laguardia, que logró conservar para Castilla.

A la muerte de su hermano Alfonso V el Magnánimo en 1458, el rey Juan II de Navarra es nombrado rey de Aragón como Juan II, uniendo ambos reinos en su persona y convirtiéndose, por tanto, en Juan II rey de Aragón y Navarra, si bien el gobierno en Navarra le era disputado por su hijo.

La muerte del príncipe Carlos de tuberculosis en 1461 no supuso el fin de las hostilidades, pues los beamonteses, tal y como se decía en el testamento de su madre, la difunta reina Blanca I de Navarra, proclamaron reina a la hermana del príncipe Carlos, la infanta Blanca, conocida posteriormente como Blanca II de Navarra. Pero el rey Juan II firmó en abril de 1462 (¿o en mayo de 1471?) el Tratado de Olite con su otra hija, la infanta Leonor, que estaba casada con Gastón IV de Foix, hijo de Juan I de Foix, por el que se reconocía a Juan II de Aragón como rey de Navarra y a la infanta Leonor como gobernadora del reino y su sucesora y heredera del trono. La candidata al trono por los beaumonteses, la infanta Blanca, fue envenenada por su hermana Leonor y murió en 1464. Sin candidato alternativo al trono, la guerra civil finalizó con el reconocimiento de Juan II como rey de Navarra en el llamado “pacto de Tarragona”, en el que los beaumonteses, liderados por Luis de Beaumont, II conde de Lerin, aceptaron someterse y apoyar aI rey.

Para afianzar a su marido en el trono, Juana Enríquez pactó en 1467 con su hijastra la infanta Leonor que ésta aceptaría la sucesión en Navarra a cambio de renunciar a la de Aragón en beneficio de su hermanastro Fernando. Parecía que la paz regresaba a Navarra, pero en 1468 se inició una revuelta contra el rey Juan II, protagonizada por la infanta Leonor y su marido Gastón IV de Foix, apoyados por los agramonteses, que no veían con buenos ojos la posible unión de Castilla, Aragón y Navarra en la persona de Fernando II, el hijo del rey Juan II, casado con la infanta Isabel de Castilla en 1469. Juan II agradeció el apoyo de Luis de Beaumont, II conde de Lerín, permitiendo que se casara con su hija bastarda Leonor de Aragón, convirtiéndose de ese modo en cuñado del infante don Fernando.

A la muerte de Enrique IV de Castilla en 1474, los infantes Isabel y Fernando fueron proclamados reyes de Castilla. En 1476 el rey consorte Fernando unió a sus títulos el de “rey de Navarra”. A la muerte de Juan II en enero de 1479, Fernando fue jurado como rey de Aragón y su hermanastra Leonor como reina de Navarra. Pero el reinado de Leonor fue efímero, pues murió apenas un mes más tarde. Como se llevaba mal con su hermanastro y presionada por la rama familiar de los Foix, antes de morir pudo nombrar heredero a su nieto Francisco I Febo, el hijo de su difunto hijo Gastón V de Foix, muerto prematuramente en 1470, que se había casado con la princesa Magdalena de Valois, hija de del rey Carlos VII de Francia.

Francisco I Febo tenía diez años cuando accedió al trono, por lo que su madre, la princesa Magdalena de Valois, se convirtió en la regente del reino. Los agramonteses se pusieron de su parte, mientras que los beaumonteses lo hacían del lado de Fernando II de Aragón, el futuro rey católico quien, llevado por la defensa de sus derechos dinásticos sobre el trono navarro como hijo del difunto rey Juan II, deseaba evitar por todos los medios una intervención francesa en Navarra. Francisco I murió prematuramente en 1483, a los trece años. Nombró heredera a su hermana Catalina de Foix, de catorce años.

Catalina vio su ascenso al trono disputado por su tío Juan de Foix, I vizconde de Narbona, hijo de Gastón IV de Foix, quien disputaba los derechos de su sobrina Catalina al trono de Navarra y a los títulos nobiliarios de Foix y Bearn por aplicación de la Ley Sálica en Francia, que no se aplicaban en Navarra. Juan de Foix envió emisarios a Fernando el Católico y al duque de Orleans, futuro rey Luis XII de Francia; pero tanto ambos como el rey Luis XI de Francia apoyaron los derechos de Catalina como reina de Navarra. No obstante, la idea nunca agradó a Fernando el Católico, que decidió unificar el mando militar de la frontera de Aragón con Navarra, y que logró imponer la presencia de tropas castellanas en Navarra entre 1495 y 1500.

En 1484, al año de ser proclamada reina, Catalina fue casada con quince años por su madre con el noble Juan de Albret, también de quince años, quien reinaría como Juan III de Navarra. El matrimonio de la reina no agradó ni a beaumonteses y ni a agramonteses, que veían como aumentaba la influencia francesa en el reino y prosiguieron sus enfrentamientos hasta 1492.





En 1497 los reyes católicos y el rey Luis XII estuvieron a punto de cuajar un tratado por el cual Francia conseguiría Nápoles a cambio de dejar el reino de Navarra para España; el tratado no vio la luz, pero ya se vislumbraba la futura conquista del reino. En 1500 los reyes católicos firmaron un acuerdo con los de Navarra por el que su hija Magdalena pasaría a la corte castellana para educarse y ser casada posteriormente con un descendiente de los reyes católicos.

Al enviudar Fernando el Católico en 1504, se casó en segundas nupcias con Germana de Foix, nieta de la reina Leonor I de Navarra e hija de Juan de Foix, I vizconde de Narbona.

Tras protagonizar varios enfrentamientos contra la reina Catalina, Luis de Beaument, II conde de Lerín, fue desterrado a Aragón en 1507, donde murió al año siguiente. Sus tierras y bienes fueron confiscadas por la reina, por lo que el hijo, Luis de Beaumont, III conde de Lerín, conspiró con los castellanos para recuperar sus posesiones familiares y apoyó la posterior conquista del reino realizada por el rey Fernando el Católico en 1512. Los intereses de Fernando el Católico no podían permitir que Navarra llegase a ser absorbido por su vecino francés, por lo que veía con buenos ojos las sublevaciones del III conde de Lerín, condestable de Navarra.

Por su parte, el rey Luis XII de Francia presionaba sobre las posesiones y territorios navarros del Bearn y de Foix, de las que pretendía apoderarse.

En aquellos años el ambiente internacional estaba sumamente enrarecido por las ambiciones francesas en Italia. Para hacerlas frente, el papa creó de nuevo la Santa Liga en octubre de 1511, en la que entraron Venecia, Inglaterra y España, que además podía contar con mercenarios suizos, para expulsar a los franceses de Italia. Conocemos la guerra que siguió como la tercera campaña de Italia. Las hostilidades se iniciaron en noviembre en el norte de Italia con el movimiento de los ejércitos aliados hacia el Milanesado, cuyo ducado estaba bajo el gobierno del duque de Nemours desde junio de 1511. Pero en diciembre los aliados fueron derrotados por el duque en los suburbios de Milán, en enero de 1512 los aliados fracasaron en el intento de formalizar el sitio de Bolonia, y en abril el duque derrotó definitivamente a los aliados en la batalla de Rávena. Desgraciadamente, en la batalla murió el duque de Nemours, lo que supuso la desmoralización de las tropas francesas y su expulsión posterior de Italia por falta de un general agresivo.

El duque de Nemours era Gastón de Foix, II vizconde de Narbona, un joven de 22 años, hermano de Germana de Foix, hijo de Juan de Foix, I vizconde de Narbona, y nieto de la reina Leonor I de Navarra, y que hacía valer sus derechos dinásticos al trono de Navarra. Conocida la noticia de la muerte de su cuñado, Fernando el Católico inició negociaciones con Luis XII de Francia para tratar que le reconociera los derechos de su mujer al trono de Navarra.





En abril de 1512 el ejército aragonés se reforzó con nuevos reclutas y abastecimientos de provisiones. El rey Fernando el Católico se reunió en Burgos con varios nobles navarros a quienes solicitó como rey de Aragón el paso de sus tropas por territorio navarro con objeto de hacer la guerra al rey de Francia. Los nobles navarros se negaron, pero para demostrar su alianza y buena disposición con el monarca, le ofrecieron tropas para el ejército español estacionado en Italia, el compromiso de no dejar pasar por su territorio ningún ejército destinado a atacar España y dejar que fuera el rey católico quien designada los alcaides navarros de varias fortalezas navarras.

Mientras sus nobles trataban con el rey católico, los reyes de Navarra hacían lo propio con Luis XII, de forma que el 18 de julio concertaron el Tratado de Blois, un tratado secreto con el rey francés de no agresión y ayuda mutua, especialmente contra los ingleses en caso de invasión de Francia. La existencia del tratado fue conocida por el rey católico, que consideró que Navarra rompía la neutralidad. Por ello, enterado del tratado navarro-francés y perdida toda esperanza para que su segunda mujer, Germana de Foix, reinara en Navarra, comenzó los preparativos para invadir el reino y apoderarse de él. Ya a finales de mayo hubo varios choques fronterizos entre navarros y aragoneses en las fortalezas de Sos y Sangüesa.

En julio un ejército inglés desembarcó en Guipuzcoa para atacar el sur de Francia. Y el 10 de julio un ejército al mando de don Fadrique Álvarez de Toledo, II duque de Alba, compuesto mayormente de guipuzcoanos y alaveses, invadió Navarra por el valle del rio Araquil. El 24 de julio el ejército del duque de Alba entró en la ciudad de Pamplona sin hallar resistencia, tras haber prometido respetar sus fueros y libertades. Los reyes de Navarra no quisieron presentar una batalla campal y huyeron a sus posesiones de Bearn y Foix al norte de los Pirineos, en espera de la ayuda militar francesa prometida por el tratado de Blois; pero esta nunca llegó. De esta forma, sucesivamente fueron sometiéndose todas las demás poblaciones navarras: el 9 de septiembre capituló Tudela y al día siguiente San Juan de Pie de Puerto.

Así las cosas, el 21 de julio el papa Julio II declaró cismática a Francia mediante la bula "Pastor ille caelestis", y daba tres días de plazo a los reyes navarros para abandonar la alianza con Francia bajo pena canónica de excomunión si no lo hacían. El rey Fernando esgrimió la bula papal ante los escasos reductos de oposición que se le hicieron, presentándola como un instrumento papal que desligaba a sus reyes, excomulgados, de sus súbditos, pues no en vano el reino de Navarra era feudatario del Papa, como los otros reinos peninsulares. Como dijo el historiador navarro Victor Pradera en su libro “Fernando el Católico y los falsarios de la historia, publicado en 1923, “la bula no legalizó la conquista porque ya lo hizo por sí solo el tratado de Blois, sino que legitimó la adquisición del reino de Navarra, desligado de unos soberanos felones a la Iglesia”.

Fernando el Católico se ganó la voluntad de los navarros y les dejó un virrey por gobernador. Posteriormente, en junio de 1515 convocó Cortes en Burgos y declaró a Navarra incorporada a Castilla, que siguió gobernada por virreyes y conservando sus fueros y leyes particulares. Con esta conquista finalizó la unidad política peninsular iniciada con la Guerra de Granada. Portugal quedó fuera de esta unión hasta que Felipe II fue proclamado rey de Portugal en septiembre de 1580 como Felipe I ... pero esta es otra historia.