LA OCUPACIÓN DE MELILLA

(18 de septiembre de 1497)

Ocupación de Melilla por la casa de Medina Sidonia.





Tras la toma de Granada y la conquista del reino nazarí se agudizó el problema de los asaltos berberiscos a las costas andaluzas y levantinas de la península, a los que se sumaban piratas argelinos y turcos, estos últimos actuando en vanguardia del imparable avance otomano por el Mediterráneo occidental. Tales ataques contaban con la simpatía y ayuda de los musulmanes que vivían en el sur de la península. Por otra parte, los Reyes Católicos habían conseguido consolidar el tráfico marítimo en esta parte del Mediterráneo, de manera que la navegación entre Italia y España parecía hacerse de una manera muy segura, como si fuesen aguas interiores. Por ello, para eliminar el peligro berberisco y para asegurar el tráfico marítimo, los Reyes Católicos tenían como objetivo fortificar un punto en la costa norteafricana y expandirse por África desde allí.

En 1491 los Reyes Católicos encargaron al secretario Fernando de Zafra la seguridad del estrecho y las costas del sur y levante de la península, mediante la contratación de naos vizcaínas y la construcción de un sistema de torres defensivas. La falta de dinero obstaculizó ambos proyectos, que no avanzaban al ritmo deseado. No obstante, diversos informes de Fernando de Zafra y de los marineros contratados hablaron de la existencia de un exiliado granadino llamado al-Mandari quien, instalado en Tetuán, estaba al frente de un contingente de tropas marroquíes con las que atacaba sistemáticamente las costas españolas.

En el verano de 1493, los capitanes García López de Arriarán y Juan López de Lazcano, que estaban encargados de los preparativos para trasladar a Boabdil y su familia a África, contactaron con algunos jeques, que afirmaron querer acogerse a la protección de España para independizarse del reino de Tremecén. Fernando de Zafra logró que ambos capitanes fuesen destinados a la flota de vigilancia del Estrecho y de las costas granadinas, que en febrero de 1495 los reyes convirtieron en una flota de guerra permanente formada por cuatro galeotas, una tripulación de 1000 hombres y un presupuesto de tres millones y medio de maravedíes al año, al mando de ambos capitanes.

En la primera semana de agosto de 1493, Fernando de Zafra envió a Melilla dos agentes, Lorenzo de Padilla, regidor de Alcalá y jurado de Antequera, y el maestro Ramiro, para analizar la posibilidad de apoderarse de Melilla, un punto militar fácil de defender y de aprovisionar desde Málaga, y cercano al mercado de Tafilete, que unía la costa norteafricana con las rutas comerciales que se adentraban en el interior del Sahara. Lorenzo de Padilla partió en una fusta a principios de 1493 coincidiendo con la partida de Boabdil y su numeroso séquito; se disfrazó al desembarcar para pasar como un nativo y recorrió el reino de Tremecén durante un año. Como resultado de su gestión, los jeques de Tihuente y de Tabaharique pidieron quedar bajo protección española. Los dos agentes regresaron en septiembre y fueron enviados directamente a Barcelona para informar a los reyes.

Lorenzo de Padilla regresó a Orán para gestionar la liberación de unos cautivos españoles; con este pretexto se dedicó a preparar una acción militar o diplomática sobre el reino de Tremecén. Fernando de Zafra firmó el 22 de noviembre de 1494 un documento con un musulmán llamado Ruhama por el que éste se comprometía a entregar Orán a los Reyes Católicos con las mismas condiciones que se dieron a Granada. Por los informes de ambos se supo que en aquellas fechas los exiliados granadinos no se atrevían a quedarse en la zona, viajando tan lejos como Alejandría, Damasco y Bujara, convencidos como estaban de las intenciones españolas de desembarcar en África.

En enero de 1494, Lorenzo de Zafra, hermano de Fernando, quien había jugado un importante papel en la sumisión de los jeques de Tihuente y Tabaharique, regresó a las inmediaciones de Melilla. Junto con García Fernández Manrique se reunieron con los notables de la ciudad, quienes acababan de expulsar una guarnición militar del reino de Tremecén, y que les aseguraron la entrega de la ciudad en cuanto los españoles hicieran una demostración de fuerza. Peticiones similares llegaban de Cazaza, en la península de Tres Forcas, y Mazalquivir.

Sus informes convencieron a los reyes de que la ocupación de Melilla y Cazaza era factible, e hicieron gestiones para que los portugueses reconocieran los derechos castellanos en esta zona norteafricana en el tratado de Tordesillas. Los monarcas prepararon una flota para enviar un ejército de invasión de 3000 lanzas y 6000 peones, con un presupuesto de setenta millones de maravedíes, en cuyo plan de campaña participó fray Hernando de Talavera. Pero la expedición fue cancelada: tras el reconocimiento portugués del derecho castellano a esta zona norteafricana recogido en el tratado de Tordesillas, firmado el 7 de junio de 1494, la prioridad de los Reyes Católicos fue finalizar la conquista de las islas Canarias e iniciar la ocupación del litoral sahariano frente al archipiélago. A estas razones se unió el inicio de la primera campaña de Italia, provocada por la expedición del rey Carlos VIII de Francia en 1494 para conquistar el reino de Nápoles. A pesar de ello, los reyes enviaron al comendador Martín Galindo a explorar la situación en Melilla con vistas a asentar allí una guarnición permanente. En su informe, Galindo dijo que la ciudad estaba sin fortificaciones y expuesta a ataques de las tribus locales, pues sus habitantes, cansados de los discusiones fronterizas entre los reinos de Fez y Tremecén, habían decidido abandonar la ciudad.

No obstante, la política africana de los Reyes Católicos tuvo que ceder temporalmente ante los problemas que aparecían en Italia y en las Canarias.





Tres años después, en un viaje de exploración, Pedro de Estopiñán, contador mayor de Juan Alonso de Guzmán, III duque de Medina Sidonia, confirmó el estado de la despoblación e indefensión de Melilla. Informado el duque, éste decidió ocupar la ciudad por su cuenta. Reunió una fuerza de 5000 peones y 250 jinetes de caballería y los embarcó en los buques que estaban siendo reunidos para realizar un nuevo viaje a América con Cristóbal Colón. En ellos hizo transportar grandes cantidades de víveres, cal y materiales de construcción. En la expedición viajaba el ingeniero Ramiro López, quien llevaba a bordo además piezas de baluartes prefabricados y portátiles para fortificar Melilla.

La flota se hizo a la mar desde Sanlucar de Barrameda al mando de Estopiñán, quien desembarcó sigilosamente en Melilla la noche del 17 al 18 de septiembre de 1497. Inmediatamente comenzó la construcción de una empalizada de madera alrededor de la ciudad, que seguidamente reemplazaron con una nueva muralla construida con piedras procedentes de la antigua muralla y reforzada con la cal que traían en los barcos.

En noviembre los moros de la zona lanzaron un ataque sobre Melilla, pero encontraron a los españoles fortificados, que fueron capaces de rechazar el ataque. Durante el invierno el rey de Fez fortificó Cazaza y ocupó una serie de fortines alrededor de la plaza para vigilar a los españoles e impedir que éstos ampliaran su conquista.

El 13 de abril de 1498 Pedro de Estopiñán y Martín Bocanegra firmaron, en nombre del duque de Medina Sidonia, unas capitulaciones con los Reyes Católicos por las que se reglamentaba la ocupación y financiación de Melilla:

  • Se establecía una guarnición de 700 hombres: 50 jinetes, 150 peones, 300 ballesteros, 100 espingarderos, 20 artilleros, 40 marineros, 35 oficiales, dos clérigos, un médico, un cirujano y un boticario.
  • Se establecerían cuatro barcos tipo “fusta” para el abastecimiento y aprovisionamiento de la ciudad desde Málaga.
  • Se calcularon 4000 fanegas de trigo al año para alimentar la guarnición.
  • Se estableció un presupuesto anual de cuatro millones de maravedíes al año para financiar los gastos, a cargo del tesoro real.
  • Melilla no se incorporaría a la Casa de Niebla, sino que tendría carácter de “raelengo”, aunque el duque de Medina Sidonia tendría la responsabilidad del gobierno y sostenimiento de la plaza.

Aunque los Reyes Católicos tuvieron serias discrepancias con la forma en que el duque de Medina Sidonia cumplía sus responsabilidades, que obligaron a los monarcas a intervenir en el aprovisionamiento de la plaza en abril de 1499 con una carabela u cuatro fustas, en el año 1500 la presencia española en Melilla estaba firmemente asentada y amenazaba otros lugares de la zona, como el Peñón de Veléz o Cazaza, y otros tan distantes como Orán. De hecho, en 1498 el propio Pedro de Estopiñán, tras llevar a Melilla una flota con tropas y aprovisionamientos, derrotó a los moros que sitiaban Melilla y los persiguió hasta las cercanías de Orán, donde saqueó la aldea de Tarques.

En 1506 los españoles, al mando del capitán don Gonzalo Mariño, ocuparon la villa fortificada de Cazaza; pero en 1536 fue recuperada de nuevo por los moros debido a la traición de algunos de los penados que constituían la guarnición.



  • Servicio Histórico Militar. Dos expediciones españolas contra Argel. Madrid, 1946. Páginas 10 y 17.

  • Luis Suárez Fernández, La España de los Reyes Católicos (1474-1516). Sexta parte: la gran política: África o Italia (1492-1504). Historia de España, de Ramón Menéndez Pidal. Tomo XVII (**). Madrid, 1986. Páginas 316 a 327; 516 a 518.