Maestro mayor de Artillería e ingeniero militar español de los siglos XV y XVI.

Ramiro López nació en Aragón, probablemente en la segunda mitad del siglo XV. Se desconocen las fechas de su nacimiento y de su muerte.

La documentación no deja lugar a dudas acerca de la procedencia de Ramiro López: su origen era aragonés y estaba en Castilla, para servir a los Reyes Católicos en la Guerra de Granada, al menos desde 1481, servicio que no abandonó durante, como poco, veintiseis años más, tiempo en que llegó a desempeñar las más altas responsabilidades relacionadas con su disciplina.

Ramiro López perteneció a aquella generación de guerreros, de origen no nobiliario, que hicieron fortuna al calor de la Guerra de Granada mediante una hábil combinación de competencia profesional, eficacia en el desempeño de su cometido y, en algunos casos como éste, una reconocida genialidad en su campo. El ascenso del maestre Ramiro debe relacionarse, particularmente, con la creciente importancia táctica de la artillería de pólvora en el desenvolvimiento de las operaciones militares, desde mediados del siglo xv. Y debe relacionarse, también, con la considerable transferencia de artilleros aragoneses que se produjo tras la llegada de Fernando el Católico al trono de Castilla, hecho debido al prestigio y experiencia que se les asociaba, debido fundamentalmente a las guerras aragonesas en Italia y contra Francia.

La primera mención conocida a Ramiro López en la documentación, en 1482, lo sitúa en una escala intermedia, la de los “lombarderos”. En los años siguientes se sabe que intervino, al menos, en las operaciones de asedio de los Reyes Católicos sobre Ronda (Málaga) en 1485 y sobre Ponferrada (León) en 1486. Aparecerá de nuevo en el de Málaga, en 1487, aquí ya, según se desprende de las nóminas, como uno de los principales artilleros, sólo por debajo de Fernando Rejón y Francisco Ramírez de Madrid. Como recompensa a esas participaciones, recibió unas primeras mercedes regias: cinco caballerías de tierra en el repartimiento de Ronda en 1485, siete partes de una vecindad en Málaga en 1489 y cinco caballerías en el término de Coín (Málaga) en 1490. Su ascenso es claro, pues poco después recibió caballerías por valor de alrededor de medio millón de maravedís en Guadix (Granada) en 1491 y la Torre de Tírez, en el término de Guadix de nuevo, en 1492. A partir de este año, los Reyes comenzaron a encomendar a Ramiro López asuntos de mayor relevancia, circunstancia que vino acompañada de la muerte de Fernando Rejón y de un cierto desplazamiento de Francisco Ramírez de Madrid a otros asuntos de Estado. Todo ello facilitó que asumiera el mando operativo de la artillería de la Corona desde 1492, recibiendo en lo sucesivo las titulaciones de artillero mayor, maestro mayor y capitán de la Artillería.

También a partir de 1492, comenzó a destacar como un brillante ingeniero. Ya un año antes había diseñado unos protobaluartes para el Real de Santa Fe (Granada). De 1492 a 1495 se ocupó de distintos asuntos en el reino de Granada. En primer lugar, fue comisionado junto a Juan Rejón y Ramírez de Madrid para acometer la modernización de las defensas de Granada, aunque todo parece indicar que fue el maestre Ramiro quien llevó el mayor peso del diseño constructivo. De lo conservado, se han podido identificar con claridad unos protobaluartes emplazados en la Alhambra como suyos, entre los que destacan los de Siete Suelos y de Las Cabezas, ambos dotados de sofisticados sistemas arquitectónicos. Estos protobaluartes han sido considerados por los especialistas como de lo más avanzado en arquitectura militar del reinado de los Reyes Católicos en suelo peninsular. En esos años se encargó, también junto a Juan Rejón, de reorganizar la artillería dispersa por el reino de Granada y de supervisar la puesta en marcha de una fundición de cañones en Baza (Granada, desde 1493) y de otra en Medina del Campo (Valladolid, desde 1496). En paralelo a este cometido, inspeccionó las fortalezas de la zona, pudiéndosele quizás atribuir el durmiente artillado del foso del castillo de Almuñécar (Granada), que podría ser la primera caponera conocida en Europa. En agosto de 1493 fue enviado junto con Lorenzo de Padilla para analizar la posibilidad de apoderarse de Melilla.

En octubre de 1495 el artillero fue enviado al Rosellón para conocer el estado de defensa de la frontera con Francia. Aquí dirigió algunas obras, como las de Colibre o Perpiñán, donde además organizó una fundición de cañones desde 1499. Pero, sobre todo, aquí levantó de nueva planta, a partir de 1497, la que fue su fortaleza más conocida, la de Salces o Salsas. Mientras avanzaba la construcción, el maestre atendió a otras empresas que requerían su cualificación. Así, fue enviado al III duque de Medina Sidonia para participar en la ocupación de Melilla de 1497 —donde empleó un sistema de baluartes prefabricados y portátiles para asegurar el desembarco— y a quien volvió a asesorar en el proyecto de toma de Mazalquivir de 1498. Esta relación con los señores de Sanlúcar ha sido tomada como indicio de una posible colaboración del artillero en el diseño de dos fortalezas del II duque, las de Santiago en Sanlúcar y Niebla en Huelva, relación clara en lo arquitectónico, pero que todavía no ha podido ser constatada documentalmente. En 1500 participó en las operaciones de asedio sobre Velefique (Almería), en el contexto de la rebelión de las Alpujarras. El alcaide de los Donceles expresó con claridad la estimación que se tenía al entonces ya capitán: “oy [...] llegó maestre Ramiro: las manos beso a vuestras altezas por mandallo enviar, que su consejo y auilidad era bien neçesaria para este çerco” (Ladero Quesada, 2005: 178).

De vuelta en el Rosellón, el maestre estuvo dentro del castillo de Salces cuando Luis XII lo cercó en septiembre de 1503, sin que pudiera tomarlo aún infligiéndole un severo castigo artillero. En el curso de esta acción, Ramiro López realizó la voladura de una de las barbacanas del castillo, ocupada por los franceses, en lo que fue una de las primeras minas pirobalísticas conocidas. Tras el asedio, el artillero procedió a su reparación y mejora, rematando un castillo que ha sido considerado uno de los más perfectos y avanzados ejemplos de fortaleza de transición desde la arquitectura medieval a las fortalezas de tipo moderno abaluartadas. Ramiro López todavía estaba en Salces cuando recibió una carta de Fernando el Católico en 1507, quien le reiteraba su confianza en su criterio: “Donde vos estays bien soy cierto que se hara mas de lo posible como aveys acostumbrado” (Domínguez, 1993: 522). Es en esta fecha cuando el maestre desaparece de la documentación conocida, debiendo de finalizar sus días en el Rosellón o quizás en Italia. En cualquier caso, aunque su final haya pasado inadvertido, no ocurrió lo mismo con su castillo de Salces, que despertó admiración ya desde el momento de su construcción.

Así escribía Diego de Ayora sobre el asedio de 1503 cómo sus defensores “estaban en la mejor y más famosa fuerza del mundo”. Los elogios de Pedro Mártir de Anglería en 1501, de la Crónica de Felipe el Hermoso, de Durero en 1527, la influencia de su arquitectura en los trabajos de Francesco di Giorgio o Leonardo da Vinci, o la inclusión por Francisco de Holanda en 1538 en su colección de dibujos de las principales fortalezas del mundo, son sólo el principio de una larga lista de autores que han elogiado la fortaleza hasta la actualidad. Entre ellos cabe destacar a Viollet le Duc, quien consideró a Salces la primera fortaleza moderna de Francia, o al célebre I marqués de Vauban, quien opinó que era una fortaleza que, aunque “compuesta a la antigua manera de fortificar [...] [es] fuerte y buena [...]. En una palabra, esta plaza ha sido construida por un ingeniero excelente” (Cobos, 2004: 261-262).


  • Biografía de Ramiro López en la Real Academia de la Historia, escrita por Alberto Ocaña Erdozáin.

  • Juan Carrillo de Albornoz. Historia del Arma. Imprenta de la Academia de Ingenieros. Hoyo de Manzanares, 2002. Primera parte. Pág. 2-40.

  • Luis Suárez Fernández, La España de los Reyes Católicos (1474-1516). Sexta parte: la gran política: África o Italia (1492-1504). Historia de España, de Ramón Menéndez Pidal. Tomo XVII (**). Madrid, 1986. Páginas 316 a 327; 516 a 518.