El Primer Pacto de Familia (Noviembre de 1733)
La Guerra de la Cuádruple Alianza fue el primer embite de Felipe V para recuperar los estados italianos que España perdió en el Tratado de Utrech. Aquella ocasión se saldó con la derrota española, si bien el rey logro que las potencias europeas reconocieran a su hijo el Infante don Carlos heredero al ducado de Parma, cuya ocupación logró hacer efectiva en 1731.
El segundo embite italiano de Felipe V fue en 1733, con ocasión de la muerte durante el mes de febrero de Augusto II, rey de Polonia, cuya monarquía no era hereditaria, sino que el monarca era elegido por el parlamento polaco, el Sejm. En marzo Felipe V envió desde Sevilla un emisario a Varsovia para negociar la posible candidatura de su hijo el Infante do Felipe, de doce años de edad, al trono polaco, e incluso la del Infante don Carlos. Si bien las pretensiones españolas nunca se tomaron en serio, la realidad es que el rey Felipe V estaba dispuesto a jugar esta baza en favor de los intereses de su familia.
Los otros candidatos al trono polaco eran apoyados por el Imperio Austriaco, cuyo aspirante era quien de hecho se había sentado en el trono polaco, y por Francia. Ésta apoyaba a Stanislas Leszczynski, suegro del rey Luis XV, y solicitó la ayuda de España y del duque de Saboya en su inminente guerra contra Austria. Se entablaron negociaciones entre Francia y España, fruto de las cuales el 7 de noviembre de 1733 se firmó en El Escorial el Primer Pacto de Familia entre Francia y España, cuyas cláusulas eran las siguientes:
Animada por la buena marcha de las negociaciones con España y segura del apoyo de Saboya, Francia declaró la guerra al Imperio Austríaco el 10 de octubre de 1733. Tras la firma del Primer Pacto de Familia, España se encontró asímismo en guerra junto a Francia.
Ocupación de Nápoles (Mayo de 1734)
Tras la declaración de guerra, un ejército francés al mando del duque de Berwick cruzó el Rhin y penetró en Alemania. Un segundo ejército francés, añ mando del mariscal Villars, de 82 años, cruzó los Alpes hacia el interior de Italia.
Por su parte, el eficaz ministro Patiño reunió en Barcelona un ejército expedicionario de unos 30.000 efectivos (otras fuentes hablan de 16.000 hombres) a partir de octubre de 1733, para cuyo mando supremo se designó ese mismo mes al Infante don Carlos, duque de Parma. Desde Barcelona el ejército expedicionario, que estaba al mando del general conde de Montemar, partió rumbo a Italia a primeros de 1734 embarcado en una flota de transporte escoltada por una escuadra de 20 navios de guerra. La fuerza llegó a Italia a mediados de enero de 1734, y en febrero el Infante don Carlos tomó el mando supremo de las mismas. La composición del ejército expedicionario español era la siguiente:
30 escuadrones de Caballería y Dragones procedentes de los regimientos de Caballería de Borbón, Flandes, Milán, Extremadura (hoy España), Malta y Andalucía, y de los de Dragones de Pavía, Tarragona, Edimburgo y Francia. En Italia unió al ejército expedicionario el regimiento de Batavia, que estaba en esta península desde que en 1731 formó parte de la exedición que ocupó el ducado de Parma para el Infante don carlos. Junto a ellos iba también encuadrada la Brigada de Carabineros Reales y la Compañía de Granaderos Reales; ésta última estaba formada por 150 jinetes escogidos de las compañías de élite o preferencia de lo regimientos de Dragones de Belgia, Batavia, Sagunto, Numancia y Lusitania.
Hacia mediados de febrero de 1734 las fuerza combinada franco-saboyana del mariscal Villars y de Carlo Enmanuelle de Cerdeña habían logrado ocupar todo el Milanesado y una parte de Mantua, y parecían dar por finalizada la campaña. Pero el rey Felipe V tenía otros objetivos, y ordenó a Montemar que se dirigiera hacia Nápoles y Sicilia para arrebatar estos territorios a los austriacos.
Segunda campaña de Italia (1734 - 1735)
Fue una campaña exitosa y rápida. El cardenal Belluga consiguió un salvoconducto para que las tropas españolas cruzaran los estados papales. Los habitantes del sur de Italia, que nunca habían aceptado de buen grado a los austriacos, recibieron con vítores y entusiasmo a los españoles. Ya en territorio napolitano, el 14 de marzo el Infante don Carlos decretó el perdón general para todos, confirmó las leyes y privilegios napolianos y prometió abolir todos los impuestos que habían instituido los austriacos. Las fuerzas imperiales consideraron inútil la resistencia y decidieron rendirse. El 9 de mayo los representantes de la ciudad de Nápoles ofrecieron su sumisión al Infante don Carlos, que fue proclamado rey por cesión de su padre Felipe V al día siguiente, 10 de mayo.
Las siguientes semanas van cayendo en poder de los españoles los castillos que rodeaban Nápoles, mientras que el virrey imperial se retiró con sus fuerzas hacia Puglia. El conde de Montemar decidió ir en su busca, de tal manera que el 25 de mayo derrotó a los austriacos en la batalla de Bitonto, evitando con ellos cualquier reacción de los austriacos desde las costas del Adriático. A partir de esta aplastante victoria los españoles pasaron a la isla de Sicilia.
Ocupación de Sicilia (Verano de 1734)
Mientras veían a los napolitanos quitarse el yugo de los imperiales, los sicilianos esperaban otro tanto de los españoles. Éstos, tras derrotar a los austriacos definitivamente en el sur de la península italiana, cruzaron el estrecho de Messina para ocupar la isla. La fuerza ocupante estaba al mando del conde de Montemar y zarpó de Nápoles en agosto. El conde dejó en Nápoles casi todo el tren de campaña de artillería y parte del de sitio, de forma que la artillería que formó parte de la nueva expedición fueron 8 compañías de artilleros, 47 bombarderos y 51 minadores, con sus respectivos cuadros de mando, que servían a 83 cañones (65 de a 24, 14 de a 16 y 4 de a 8), 10 morteros (6 de a 12 y de a 9) y 8 pedreros de a 16.
Tras desembarcar su ejército, en dos meses consumó su conquista con el total apoyo de la población siciliana. El 1 de septiembre el conde de Montemar entró en Palermo y proclamó rey a don Carlos. Éste llegó a la isla en enero de 1735, permaneciendo en ella hasta el mes de julio.
Ocupación de Sicilia en el verano de 1734
Tan solo las ciudades de Trapana, Siracusa y Messina ofrecían resistencia a los españoles, por lo que el conde de Montemar partió de la isla para continuar la campaña en el norte de Italia dejando en Sicilia el tren de artillería de batir.
En el nuevo sitio de Messina protagonizado por las tropas españolas los artilleros tuvieron su digno protagonismo propio de este tipo de combates. Asentaron sus baterías junto al convento de los Capuchinos y frente a dos baluartes de importancia. Otra batería, al mando de Juan de Peruchegui, disparó tres cañones de a 24 durante tres horas de forma ininterrumpida contra el baluarte de Santa Clara hasta conseguir que las dos compañías de granaderos enemigos que lo guarnecían "lo desamparasen y desocupasen". Tras esta actuación, los austriacos asumieron su total imposibilidad de tomar el baluarte de nuevo, lo que influyó en la posterior capitulación de la ciudadela de Messina.
En el sitio de Siracusa los artilleros y trabajadores españoles que intervinieron en las obras de asentamiento de la batería que mandaba el comandante Jorge Bornac sufrieron el fuego artillero de los sitiados, que llegaron a disparar sobre ellos alrededor de 28.000 balas y "porción considerable de bombas", lo que ocasionó un gran número de bajas entre los españoles. A pesar de ello, el gobernador de la plaza solicitó la capitulación de Siracusa el día anterior del fijado para batir la plaza con la artillería española.
Con la entrada de los españoles en Siracusa finalizó la conquista de Nápoles y Sicilia, que juntos formarían un nuevo reino denominado desde entonces de las Dos Sicilia.
Final de la campaña (1735)
Acabada la ocupación de Sicilia, el conde de Montemar se dirigió hacia el norte de Italia, para proseguir la campaña en la Lombardía. Dejó en la isla el tren de artillería de batir para que fuese utilizado en los sitios de Messina y Siracusa, mientras que él partió con el tren de campaña, compuesto de 4 compañías de artilleros y 40 cañones de a 8 y de a 4.
En el invierno de 1735 el conde de Montemar inició la campaña de Lombardía. No obstante, pronto se hizo evidente el desacuerdo de intereses y objetivos con los franceses, lo que obligó al conde a continuar la campaña él sólo. Su objetivo era la conquista de Mantua, último reducto de los imperiales en Lombardía. Pero no tenía suficiente artillería para ello. Con los refuerzos llegados desde Cádiz (dos compañías), el conde contaba con dos batallones de artillería que encuadraban 16 compañías de artilleros, dos de bombarderos y dos de minadores. Pero era fundamentalmente artillería de campaña, lo que obligó al conde a pedir su tren de sitio a su aliado el rey de Cerdeña. Tras la negativa de éste a cederlo, el conde se vió obligado a esperar la caida de Messina y Siracusa para traer el tren de batir que estaba implicado en los sitios de estas plazas. El retraso fue aprovechado por el rey de Francia, a quien no interesaba el sitio de Mantua por no ver aumentado el prestigio e influencia de España en la zona. De esta manera, Mantua no fue sitiada por los españoles.
Por su parte, la superioridad de la Caballería española se puso de manifiesto una vez más en la acción de Suona Campana, ocurrida el 21 de junio de 1735, y en la que 350 jinetes españoles derrotaron a una fuerza de caballería imperial de 700 hombres.
Mientras tanto, la escasez de artillería de batir era tal que el conde de Montemar se vió obligado a sacar cañones de las plazas de Parma y Toscana para improvisar con ellos un tren de batir con que atacar Puerto Hércules y Mirándola. Aun así, los franceses tuvieron que dejar al conde una compañía de Artillería para atacar Ostiglia. Finalmente, Mirándola se rindio en septiembre de 1735.
Para entonces la guerra estaba llegando a su fin por iniciativa de Francia.
El rey estaba tan orgulloso del resultado de la guerra en Italia que organizó una revista de todas las fuerzas que participaron en la campaña. La revista se realizó entre el 20 y el 27 de septiembre de 1737, en los campos de La Granja de San Ildefonso.
La paz de Viena (1735-39)
El resultado de la guerra no fue favorable para Francia, pues en el norte de Europa se consolidó el candidato austriaco en el trono polaco, mientras que en Italia una renovada España controlaba los territorios de Nápoles y Sicilia en el sur, y de Parma, Toscana y parte de Lombardía en el norte. Por ello, y para evitar una nueva preponderancia de España en la zona, en octubre de 1735 el rey Luis XV de Francia llegó a un acuerdo de paz con el emperador austriaco, a espaldas de Felipe V de España:
Todas las partes ponían objeciones a los términos del acuerdo. Felipe V e Isabel de Farnesio se pusieron furiosos ante la idea de perder el patrimonio familiar de Isabel, pero se vieron obligados a ceder ante los hechos consumados. Se tardaron varios años en llegar a un acuerdo firme. Por fin Francia y Austria cedieron y firmaron la paz de Viena en noviembre de 1738.
Por su parte, los enviados españoles ratificaron las clausulas concernientes a España en Versalles en abril de 1739.
La discriminación de España en los primeros momentos de las negociaciones inclinó al ministro Patiño a buscar apoyos y alianzas en Gran Bretaña, cuyo primer ministro Walpole se negó a que su país entrase en la guerra.
Balance militar de la campaña
Militarmente, la campaña fue todo un éxito. Además del éxito político y la conquista del nuevo reino de las Dos Sicilias, los españoles perdieron 990 prisioneros en total, de ellos 886 enfermos. Por su parte, los imperiales perdieron 11.527 infantes y 2.464 jinetes prisioneros, además de 35 banderas, 30 estandartes y 2 pares de timbales (éstos últimos en Bitonto). En conde de Montemar tuvo que "prestar" 38 prisioneros a sus aliados franceses y sardos para que éstos rescataran a sus oficiales prisioneros de los austriacos.
La Caballería se distinguió mucho durante la campaña, pero también pasó su precio. Muchos regimientos quedaron a reducidos a dos de sus tres escuadrones. Los regimientos de Barcelona y Edimburgo fueron desmontados para repartir su ganado entre el resto de regimientos. Por último el rey Felipe V regaló a su hijo Carlos el Regimiento de Caballería del Rosellón, el Regimiento de Dragones de Tarragona y los caballos de los regimientos de Caballería de Malta y Milán.
Por su parte, la Artillería también sufrió mucho. Hubo compañías de artilleros que tras dos años de combates quedaron reducidos de 60 a 13 hombres, si bien hubo mucha bajas debidas a las deserciones. Entre los oficiales hubo 11 muertos en combate, 11 muertos por enfermedad y 11 heridos.
El Real Cuerpo de Ingenieros perdió a cinco oficiales, muertos en combate: