Ingeniero militar y geógrafo italiano al servicio de los reyes de España Felipe II, III y IV. Ingeniero Mayor del reino de Portugal.

    (NOTA: La presente biografía está copiada de la escrita por Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño en la web de la Real Academia de la Historia).

Leonardo Turriano nació en Cremona (Italia) en 1559. Se formó en Urbino (Italia) en un ambiente científico, en el que las matemáticas, la arquitectura y la ingeniería dieron importantes nombres a las ciencias y a las artes. Fue enviado por el emperador Rodolfo II de Alemania en 1582, procedente de la corte de Praga, como persona práctica y experimentada para las fortificaciones de Portugal, señalándole en Cédula de 27 de febrero de 1583, 150 ducados para su viaje a Madrid y unos estipendios de 40 ducados mensuales, y dándosele en ella el título de ingeniero. Constaba también que su padre, abuelo y dos tíos habían servido al emperador en Flandes, Alemania e Italia, siendo además pariente del famoso Juanelo Turriano.

Fue enviado a las islas Canarias por el rey, para que “llegado allá [la isla de la Palma] veáis y reconozcáis el dicho puerto della y el sitio eminente y el sitio que más cómodo y espacioso os pareciere que conviene, tracéis y fabriquéis el dicho muelle y torreón”, muelle que, en 1584 estaba construyendo. En esta primera estancia permaneció en las Canarias hasta 1586, dejando antes de partir unas normas concretas para la construcción del citado muelle. En mayo de 1587 regresó a las Canarias, habiendo recibido unas instrucciones muy precisas para que visitara todas las islas del archipiélago, al tiempo que se le asignaban 50 ducados mensuales.

Las citadas “instrucciones” de Felipe II constituían un minucioso programa para resolver el difícil problema de la defensa del archipiélago, y de forma especial para asegurar la defensa de la ciudad de Las Palmas, que, por su carácter de puerto marítimo y su importancia para las comunicaciones con las Indias, era objetivo de las apetencias de los piratas extranjeros. Propondría Turriano en consecuencia y en cuanto a este última ciudad de la que levantaba el primer plano conocido, amurallarla en todo su recinto (con siete baluartes y las cortinas correspondientes), mantener las antiguas murallas, construir en la margen derecha de la desembocadura del río Guiniguada un pequeño fuerte que cruzara los fuegos artilleros con los procedentes de la torre de Santa Ana y construir en el monte de San Francisco un castillo, para el que realizaba unas trazas en las que combinaba los baluartes con las tenazas o tijeras, siguiendo en cierta manera lo que ya había hecho antes el ingeniero español Pedro Luís Escrivá en Nápoles, al realizar las trazas y construir el castillo de San Telmo.

En 1589 se le ordenó trasladarse a las islas Filipinas, aunque parece casi seguro que nunca llegó a efectuar el viaje consiguiente, ya que un año después informaba sobre la fortificación de la isla de La Gomera. En el citado informe proponía para la defensa del puerto de la capital de la isla, San Sebastián, puerto también muy importante para las comunicaciones con América, la construcción del castillo de Nuestra Señora del Buen Paso, cuyas trazas adjuntaba. Sin embargo, es posible que, con datos recibidos del archipiélago filipino, proyectara obras de defensa para Manila.

Permaneció en las llamadas “islas afortunadas” hasta 1593, presentando al rey a su vuelta a la metrópoli su "Descripción de las islas Canarias" (conservada en la Biblioteca General de la Universidad de Coímbra), en la que estudiaba a las citadas islas como historiador, ingeniero militar y geógrafo. Con anterioridad, y mientras reconocía la isla de La Palma, en 1585 sufrió el ataque del almirante inglés Drake, interviniendo Turriano como ingeniero en la defensa. En cuanto a esta isla, su propuesta consistía en la reforma del castillo de Santa Catalina y del castillo de Santa Cruz del Barrio, calculando el costo de las obras para este último en 5.000 ducados.

En la isla de Tenerife, y en relación al puerto de Santa Cruz, Turriano indicaba la necesidad de modificar el castillo de San Cristóbal y la construcción del de Paso Alto, y siguiendo en la misma isla, la construcción de un castillo en Puerto Caballos, una torre en el Puerto de la Orotava, y otra en San Pedro de Daute, y finalmente en el puerto de Garachico, reformas del castillo de San Miguel.

La isla de Lanzarote fue igualmente objeto de estudio para su fortificación. Al respecto, Turriano consideraba necesario un nuevo emplazamiento para el puerto de Teguise, situándolo en el saliente que hace la costa entre los puertos de Naos y Arrecife. Además, y mientras se edificaba la nueva ciudad (la actual Arrecife), aconsejaba que se reconstruyera el castillo de Guanapai (levantado en la primera mitad del siglo XVI por el ingeniero Sancho Herrera), rodeándolo de un foso y abriendo en los pretiles de los cubelos troneras, desde donde batir la escarpa y la contraescarpa del citado castillo.

Vuelto a la metrópoli, y una vez en la corte y presentada su "Descripción de las islas Canarias", era enviado a la plaza de Orán con cuatrocientos ducados para el viaje, en compañía del capitán general de Tremecén y Túnez, Gabriel Niño de Zúñiga, con el encargo de resolver ciertas dudas sobre las fortificaciones de Mazalquivir. En ese sentido, informaba al Consejo de que tanto las trazas del ingeniero Juan Bautista Antonelli como las del Fratín estaban equivocadas, regresando a través de Cartagena a Madrid en diciembre de 1594.

La obra más conocida de Leonardo Turriano es la citada descripción de las islas Canarias. Sin embargo, él afirmaba sentirse más orgulloso de la Descripción que hizo de Orán en 1598 nunca publicada, “el libro de Orán ha salido más curioso que el de las islas”, y que se conserva en la Academia das Ciencias de Lisboa.

En julio de 1596 se le envió a Viana en Portugal para continuar las obras de su castillo, según las trazas del ingeniero Tiburzio Spannocchi, pasando posteriormente a Lisboa. En la capital portuguesa recibió la orden de marchar a Galicia para fortificar el puerto de El Ferrol. Debido a una enfermedad contraída, recibió licencia de Felipe II para marchar a la corte, y una vez restablecido, realizó diversos reconocimientos de las fortificaciones de Galicia, donde se ocupó en concreto de las defensas de La Coruña. Volvió a Lisboa poco después, siendo nombrado Ingeniero Mayor de aquel reino, según él mismo manifestaba en enero de 1598, en carta dirigida al rey, y en la que solicitaba que se le mantuviese, además del sueldo que le correspondía como Ingeniero Mayor de Portugal, su sueldo de Castilla, en atención a sus servicios prestados y a los que había de hacer en el futuro en los dos reinos. Señalaba también que había terminado dos libros y otros estudios.

En Portugal, donde tuvo como ayudante al ingeniero Alonso Turrillo, Turriano estuvo encargado de la ampliación del castillo de Cascaes, debido a su extraordinaria situación “a la boca del río”, de transformar la traza del fuerte de Cabeza Seca para que pudiese albergar más artillería, de la reforma de la torre de Belem con la construcción de dos baluartes, terminar la estrada o camino cubierto del castillo de San Juan y la reforma del castillo de San Antonio, realizando, además, durante ese tiempo, numerosas visitas a la corte.

En 1624 se le ordenó embarcar en una expedición para el Brasil, pero sus enfermedades y su avanzada edad impidieron que pudiera realizarlo. A pesar de ello, en ese año, ya al servicio de Felipe IV, informaba sobre la posibilidad de navegación del río Guadalete para solucionar los problemas de comercio entre Sevilla y las Indias, señalando que, si no se hacía el canal navegable entre el citado Guadalete y el Guadalquivir, habría que pasar la casa de contratación de Sevilla a Jerez. En septiembre de 1626 se trasladó nuevamente a Madrid, en esta ocasión para formar parte de la Junta de Fortificaciones, la cual debía tratar de las fortificaciones de la Península, plazas del norte de África, Italia e Indias.

Poco después de su llegada a la corte, el rey concedió a Turriano licencia para volver a Lisboa, donde murió en 1629 a los 69 años de edad. Felipe IV le concedió también, antes de su fallecimiento, 100 ducados de pensión para su hijo Bautista, y para su otro hijo Diego, el futuro cargo de Ingeniero Mayor de Portugal (cuestión que no llegó a realizarse, aunque sí fue nombrado ingeniero militar), con la condición de que sirviera seis años como tal ingeniero en Flandes.