Este día el general Navarro salió de la posición de Tistutin y se replegó hacia Monte Arruit, comenzando así un asedio que duraría catorce días. Ese día murió uno de los héroes de Annual, el capitán de Ingenieros don Féliz Arenas. Retirada de la Compañía 4/II/68. Siguen llegando refuerzos a Melilla.



No pudiendo resistir más en Tistutin, el general Navarro decidió la retirada de su columna a Monte Arruit, que era el siguiente jalón en su retirada hacia Melilla. A las 02:00 horas del 29 de julio efecturaron la salida con el siguiente dispositivo de marcha:

  • Vanguardia: las tropas de Infantería del regimiento "San Fernando", al mando del teniente coronel Eduardo Pérez Ortiz, jefe del 1º Batallón de "San Fernando".

  • Flanco derecho: tropas de Infantería de "San Fernando" abriendo la marcha seguidas por tropas del regimiento "Africa", todo al mando del teniente coronel Fernando Álvarez Corral, jefe del 2º Batallón de "Africa".

  • Flanco izquierdo: mismo dispositivo de fuerzas y cuerpos, al mando del teniente coronel José Piqueras Trives, jefe del 1º Batallón de "Africa".

  • Grueso: una columna a la izquierda con fuerzas de Policía delante, seguidas por las tres piezas de Artillería que quedaban, al mando del capitán Blanco con el convoy de municiones (reducido a siete mulos, cada uno con dos cajas de cartuchos de fusil y dos carricubas llenas de cartuchería) y las tropas que quedaban del "Ceriñola"; una columna en paralelo a la derecha formada por los heridos y enfermos. Cerraba el grueso tropas de Infantería del "Melilla" núm.59.

  • Retaguardia: una unidad mixta de Infantería e Ingenieros, al mando del capitán Arenas, que se ofreció voluntario para ello.

La distancia a recorrer hasta Monte Arruit era de unos quince kilómetros. La marcha nocturna se realizó en orden y sin novedad. Conforme marchaban y clareaba el día el enemigo inició sus ataques sobre la columna que, de forma disciplinada, no respondió a los ataques. Su velocidad de marcha se acomodó al de la columna de heridos, que consumía unos 250 efectivos para su transporte y que se paraba frecuentemente para que los camilleros se relevaran. Al amanecer la columna, siguiendo las instrucciones recibidas, aumentó los intervalos y distancias entre las unidades de marcha. Si bien el enemigo incrementó su cadencia y volumen de fuego, todo fue bien hasta llegar aproximadamente a un kilómetro y medio de Monte Arruit, donde un fuerte contingente indígena se les echó encima. En ese momento se produjo la debacle. Dejemos hablar a don Luis Rodríguez de Viguri y Seoane, general auditor defensor del general Navarro durante consejo de guerra a este último:

    "El fuego enemigo desorganiza la columna, lanzando sobre el centro del cuadro a las filas de flanqueadores; desertan los últimos restos que quedaban fieles de la Policía indígena; a la izquierda del camino, desde la casa de un colono, situada a dos kilómetros exactamente de la posición de Monte Arruit, el enemigo, protegido por las puertas metálicas de la casa, hace fuego eficaz.





Entrada principal del campamento de Monte Arruit.

    "Ordena Navarro que las tres piezas de Artillería ligera que forman parte de la columna se coloquen en batería para vencer este obstáculo; el cumplimiento de la orden se retrasa por ser necesario colocar los cierres, que las piezas, durante la marcha nocturna, no llevaban puestos por iniciativa del Jefe de esta Arma, y antes de que puedan abrir el fuego se produce uno de esos pánicos irresistibles (la negrita es mía).

    "El confuso tropel sufre al pasar por las inmediaciones del poblado vecino el fuego de los indígenas que han ocupado las casas, cerrado las calles, abierto comunicación entre las diversas construcciones y aspillerado los muros. Quedan abandonadas las piezas, y en medio de las numerosas bajas un testigo ve al General Navarro a pie gritando: "A mí, soldados", tratando de reunir a los dispersos.

Este fue, sin duda, el momento más crítico de la retirada. Las tres piezas de Artillería quedaron solas, abandonadas, con los cerrojos puestos, a unos 500 metros de Monte Arruit, a merced de los rifeños. Mientras tanto, la retaguardia se acercaba lentamente, combatiendo sin cesar; el capitán Arenas, su jefe, murió heroicamente en las cercanías de Monte Arruit, tratando de impedir que las piezas abandonadas por sus artilleros fuesen tomadas por los rifeños. Dejemos que lo cuente el general Rodríguez de Viguri:

    "La retaguardia, que voluntariamente mandó en este día el Capitán de Ingenieros D. Félix Arenas, a quien secundan cuatro oficiales, dos de su mismo Cuerpo y otros dos de Infantería de África, atacado desde la misma salida de Tistutin y que se defiende heroicamente durante toda la noche, cumpliendo su deber de amparar la marcha de la columna, falto de municiones, que agota, a pesar de alguna caja que con gran esfuerzo se logra enviarle, es al fin abandonado también, una vez heridos todos sus oficiales, y para coronar una de las más gloriosas hazañas de aquellos días trágicos, se detiene en la carretera, para ya solo, cumpliendo hasta el final su misión, afrontar sereno la muerte.

Contamos también con el relato de lo sucedido aportado por el capitán Aguirre en su ya citada carta:

    "... Hasta el edificio de La Colonizadora, todo fue admirablemente; iba (se refiere al capitán Arenas) haciendo fuego por descargas a la voz, llevando a la tropa en la mano; en fin, una preciosidad. Llevaba dos tenientes, a Fernández (se refiere al teniente Emilio Fernández Sánchez Caro, de la 5ª Compañía de Ingenieros), que murió en la retirada; a Albert (se refiera al teniente Antonio Albert Amat, de la 1ª Compañía de Ingenieros), que fue herido en un brazo a mitad de camino, y dos de Infantería que también fueron heridos. A partir del edificio que te digo, el enemigo aumento bastante, nos rodeó y desertó la Policía que llevábamos, con lo que aumentó la confusión; influyó notablemente el hecho de que a Arenas se le acabaran las municiones, y las que se mandaban no llegaban a tiempo, porque la confusión y el número de bajas fue enorme. Él cogió una carabina, y animando a la poca gente que llevaba, fue fusilando materialmente a los moros que nos cercaba; todo esto con una herida leve, creo que en una pierna.





El capitán Arenas, pintado por Ferrer Dalmau. Cuadro pintado por encargo del coronel jefe del Regimiento de Ingenieros de Melilla como justo homenaje y recuerdo de uno de los héroes de Annual.
    .

    "Ya a un kilómetro y medio se vio envuelto y copado, muriendo de un tiro en la cabeza a boca de jarro. Yo no te puedo decir más, sino que los dos tenientes de Infantería que venían con él, Calderón y Sánchez (se refiere al teniente José Gutierrez Calderón, de la Compañía 1/III/68, y al alférez José Diaz Sanchís, de la Compañía Ame/I/68), entraron heridos en Arruit, y casi sin respirar, se dirigieron al General diciendo: "Mi General, la laureada para el capitán Arenas"; todo el mundo coincidió en lo mismo... "

Aún en campo abierto, el general Navarro quedó rezagado mientras avanzaba pistola en mano rodeado de un grupo de oficiales. Junto a él caminaban el teniente coronel Primo de Rivera, el capitán Sanchez Monje, de Estado mayor, y el alférez Esteban Gilaberte Ara, oficial de la 10ª mía de la Policía Indígena. Continuaron su progresión con dificultades, disparando sobre los rifeños que los perseguían, de forma que en una ocasión un certero disparo de un soldado español impidió la segura muerte del general a manos de un rifeño; por fin hacen subir al general a un caballo y hacerle entrar en la posición, siendo el último de la columna en hacerlo. Así lo relata el general Rodriguez de Viguri:

    "Un grupo de tres oficiales rodea al General, que, pistola en mano, ha quedado abandonado, lejos aún de Monte Arruit. Con dos fusiles y una carabina, Primo de Ribera, Sánchez Monje y Gilaberte, se baten como soldados para salvar la vida de su Jefe. El grupo que forman detiene por un momento la acometida del enemigo; pero allí hubiera perecido el General, a quien va a disparar casi a boca de jarro un moro, si un soldado de San Fernando, que ve la agresión, no acertara a disparar su fusil, matando al indígena, tan cerca ya del General, que es salpicado por su sangre. Primo de Ribera recoge un caballo que vaga por el campo y hace montar al General, que el último de todos y por el frente principal de la posición penetra, rodeado de los tres Oficiales, en Monte Arruit. Dos Jefes y siete Oficiales muertos y otro de éstos heridos costó este último episodio de la retirada, cuyas bajas de tropa no hay en lo actuado posibilidad de precisar."

Parece ser que de los 1.295 que llegaron a Batel y Tistutin el 23 de julio, tan solo 900 llegaron a Monte Arruit el 29 de julio, muriendo o desapareciendo, por tanto, 400 en el intervalo. Aún les quedaba por delante un asedio de 14 días, que finalizaría en masacre el 11 de agosto.

El 22 de julio el general Navarro había salido de Melilla en dirección a Annual nada más recibir el telegrama del general Silvestre con las disposiciones de la retirada de Annual. Entre Zeluán y Monte Arruit se encontró con el vehículo del comandante don Emilio Alzugaray Goicoechea, jefe de Ingenieros del sector de Annual, y el hijo del general Silvestre, quienes le relataron de forma imprecisa lo sucedido y la muerte del general Silvestre. Por ello, a su paso por Monte Arruit, el general se entrevistó con el jefe de la posición y le ordenó que no dejase continuar a nadie en retirada hacia Melilla y que los retuviese en la posición.

La posición estaba guarnecida por una sección de la 1ª Compañía Provisional del Rgto. "Ceriñola" núm 42, al mando del teniente Antonio García Fernandez, con unos 48 hombres de tropa.

Tenía unos 500 metros de perímetro y 10.000 metros cuadrados en su interior, correspondiente aproximadamente a una tercera parte del espacio de la Puerta del Sol de Madrid. En su interior se hallaban tres barracones y casas dedicadas a depósito de Intendencia, casa de Policía, horno y residencia del jefe de la posición.

Acabamos de relatar cómo efectuó la retirada del general Navarro desde Tistutin y en qué condiciones llegaron los restos de su columna a Monte Arruit la mañana del 29 de julio, trayendo unos 900 hombres, muchos heridos, enfermos e inútiles.

Habíamos dicho que los tres cañones habían quedado abandonados con los cierres colocados frente a la posición. En el interior de ésta, una vez reorganizada algo la fuerza de Artillería, varios de sus oficiales pidieron permiso para hacer una salida y rescatar los cañones, que para entonces estaban rodeados de unos treinta o cuarenta moros que trataban de hacerlos disparar; muchos voluntarios, entre ellos de Infantería, se presentaron para realizar la salida; pero inexplicablemente, el permiso les fue negado. Al poco rato los rifeños emplazaron los cañones contra la posición y dispararon unas 120 granadas contra Monte Arruit, matando una treintena de españoles, entre los que se contaban el ya conocido capitán Blanco, de Artillería. Desde ese día los rifeños dispararon contínuamente fuego de cañón contra Monte Arruit, cambiando de asentamiento las piezas cada 10 ó 12 disparos y causando numerosas bajas entre los sitiados españoles.



Estado en que quedó la entrada principal del campamento de Monte Arruit tras el asedio.

Las fuerzas presentes en Monte Arruit se cifraron en un número aproximado de unos 3.017 hombres, procedentes de la columna Navarro y de las posiciones en retirada que pudieron retenerse en Monte Arruit. Para ellos se disponía de 23 sacos de arroz, 16 sacos de judías y 10 sacos de garbanzos, algo de café, azúcar y 109 litros de aceite. Respecto a municiones, las tropas de "San Fernando" tenían 11 cargadores, es decir, 55 cartuchos por soldado; el "Ceriñola" tenía tan solo 200 fusiles para 280 hombres, con 30 cartuchos por arma y una caja de reserva que no llegaba a 200 cargadores.

Quebrantada la moral de los combatientes, el general Navarro organizó la defensa de los 500 metros de perímetro de la posición, asignando las unidades en sectores de defensa, comenzando por la derecha de la puerta de entrada hasta cerrar el perímetro por la izquierda: "Melilla", "África", Ingenieros, "Ceriñola", "San Fernando", Caballería y Artillería.

El frente ocupado por Caballería, Artillería y la sección del "Ceriñola" de guarnición en la posición era el favorito de los ataques de los rifeños, pues estaba a unos veinte metros de los edificios de unas cantinas abandonadas que ocupaba el enemigo y desde los que arrojaba granadas de mano, dinamita y piedras continuamente, obligando con ello a la tropa estar permanentemente presente en el parapeto y causarles numerosas bajas. En una ocasión los disparos de cañón abrieron una brecha en el muro y los moros lo eligieron como objeto de sus ataques, que debían rechazarse en reñidos combates cuerpo a cuerpo con arma blanca.

Las comunicaciones con Melilla se hacían con heliógrafo con grandes dificultades debido a las frecuentes nieblas; no se hacían directamente sino a través de las posiciones de Zeluán primero, y la Restinga y el Atalayón más tarde.

El enemigo no dejó de disparar con fuego de cañón ninguno de los días del asedio, excepto uno.

La tarde de ese mismo día 29 de julio se ocupó un pozo cercano a la puerta de la posición, con tan mala suerte que a los pocos instantes un soldado desesperado de sed se acercó al mismo y cayó en él, inutilizando el pozo con su muerte.

En el telegrama que el general Navarro envió el mismo dia al general Berenguer le dice que está "convencido de la imposibilidad de replegarse más, si no recibe refuerzos".

La 4º Compañía del 2º Batallón del regimiento de Infantería "áfrica" nº 68, al mando del capitán don Rafael Aguilera Maurici, tenía por misión guarnecer las posiciones de Sidi el-Bachir y Arrof, separadas unos 15 kilómetros, y el fortín de Tigrotin cercano a esta última.

Las posiciones estaban localizadas al sur de Monte Arruit, a ambos lados de los montes Ziata, para dominar la caretera que desde aquel campamento se dirigía hacia el sur, al llano de El-Haraig, atravesando los citados montes.

Arrof estaba situada a gran altura, protegiendo el paso de Fum-el-Krima, pero dominada a su vez desde alturas adyacentes. Su perímetro fue construido para albergar hasta dos compañías de fusiles, y en julio de 1921 estaba siendo reducido para albergar tan solo una compañía, estando ya terminado el parapeto, que cortaba la antigua posición por la mitad, a falta tan solo de algunas defensas accesorias. Tigrotin era un fortín sitiado a unos 500 metros en línea recta de la posición, separado de ella por un barranco, construida con obra de mampostería en buenas condiciones. Monte Arruit, distante unos 15 kilómetros, les suministraba el agua diariamente, y también diariamente la posición acudía a Monte Arruit para abastecerse de víveres.

Sidi-el-Bachir estaba asentada a diez kilómetros de Arrof, en una estribación destacada de los montes Ziata al sur, hacia el llano de El-Haraig. Recibía diariamente el agua y los víveres de Arrof.



Posiciones de la circunscripción de Nador.

Guarnecían la posición de Arrof unos 60 hombres pertenecientes a dos secciones de la Compañía 4/II/68, al mando del capitán Aguilera y el teniente don Francisco García Gómez. El fortín de Tigrotin tenía un destacamento de un cabo y diez soldados de la citada compañía. Sidi el-Bachir estaba guarnecida por unos 28 soldados de la sección del teniente don Félix García Rodríguez, perteneciente a la misma compañía 4/II/68.

El 22 de julio, al regresar el convoy de abastecimiento de Monte Arruit, conocieron en Arrof lo ocurrido en Annual. Ese fue además el último día que recibieron agua desde Monte Arruit.

En Arrof, el 23 de julio vieron en la distancia arder fuego dentro de Monte Arruit, y supusieron que eran las llamas de algún pajar ardiendo. El resto del día transcurrió sin novedad, hasta el anochecer en que recibieron algún disparo suelto.

En Sidi el-Bachir, a las 03:00 horas de ese día 23 de julio, el teniente García recibió un mensaje del cercano puesto de la Policía Indígena del Zoco el-Haraig avisándole de que los rifeños querían capturar la posición. A las 07:00 horas se presentaron delante de la misma varios grupos de moros, llegando algunos de ellos a colocarse entre el parapeto y la alambrada. Personado el teniente, le dijeron que los rifeños habían capturado la posición de Afsó y que venían hacia Sidi-el-Bachir. El teniente salió de la posición para hablar con ellos, y un policía le disparó, hiriéndole en la mano, tras lo cual se generalizó el fuego, causando muchas bajas entre los rifeños.

El 24 de julio se inició el ataque a las tres posiciones. A las 02:00 horas de la madrugada los rifeños abrieron un nutrido fuego de forma inesperada sobre Arrof, manteniéndolo de forma intermitente hasta el amanecer, causando siete bajas dentro de la posición. Al despuntar el día finalizó el ataque, pero los rifeños dejaron un pequeño puesto de observación vigilando la posición y se dirigieron al vecino puesto de la Policía Indígena de Bu-Aiduz, donde los policías se unieron a la revuelta. En Arrof se aprovechó la tregua para salir de la posición y destruir el muro del vecino campo de deportes, donde habían estado apostados los moros en su ataque nocturno. Ese día iniciaron el racionamiento del agua dentro de la posición. Los rifeños sitiaron Arrof y mantuvieron sus ataques con nutrido fuego desde el atardecer hasta el amanecer, cesando los disparos durante el resto del día. También fue atacada la posición de Sidi el-Bachir, sin que tengamos ningún detalle del mismo, excepto una llamada telefónica que hicieron los defensores al almacén de víveres de Hassi Berkan para informar del ataque.

El 25 de julio el teniente García pidió en Sidi el-Bachir voluntarios para salir de la posición y pedir auxilio a Arrof. Se ofreció el soldado Joaquín Deza, quien finalmente se dirigió hacia Hassi Berkán al comprobar que Arrof estaba cercada y era imposible entrar en ella. Allí el soldado fue capturado por los moros, robado y golpeado. Le dejaron marchar y, finalmente, llegó hasta la alcazaba de Zeluán.

A lo largo del día el capitán Aguilera recibió en Arrof un mensaje enviado por un perro desde la posición de Sidi-el-Bachir informando de lo desesperado de su situación, estando el teniente García herido, con bastantes bajas, sin agua ni víveres, y sin suficientes municiones.

El 27 de julio se acabó el agua en Arrof; hicieron una salida para procurarse unas cantimploras llenas, pero a pesar de la sorpresa tan solo lograron llenar media fiambrera a costa dos bajas; los rifeños establecieron un nuevo puesto de observación para impedir nuevas salidas. El capitán envió al teniente García Gómez con una partida de soldados para reconocer la posible evacuación sobre Monte Arruit, ya que les llegaban los sonidos de sus disparos como indicación de que allí los españoles estaban aún manteniendo el campamento. Pero el teniente tropezó con las avanzadas de un campamento que los rifeños establecieron para mantener vigilados los caminos y, tras un tiroteo con ellas, hubo de regresar a Arrof. Tras esta salida, los rifeños establecieron nuevos puestos de vigilancia, cerraron por completo el sitio sobre Arrof y Tigrotin y, comprendiendo lo inútil de la resistencia de los españoles, cesaron sus hostilidades a la espera de su capitulación, limitándose a arrojar piedras sobre la posición y tratar de desmoralizar a los soldados.

El 29 de julio por la tarde el capitán Aguilera decidió la evacuación de la posición, que efectuaron durante la madrugada del 30 aprovechando la caída de una tormenta, en dirección a la zona francesa. Días antes lo habían hecho los de Tigrotin. A los diez kilómetros pasaron al pie de la posición de Sidi-el-Bachir con idea de recogerla, pero la encontraron en silencio y sin señales de vida, por lo que continuaron su marcha. Al amanecer del día 30 llegaron a un aduar dominado por una fortificación que creyeron francesa; el capitán hizo un alto y envió una patrulla a explorar y, mientras esperaban fueron sorprendidos por un numeroso grupo de rifeños que hizo fuego sobre ellos. Ante lo inesperado del ataque, la compañía perdió su cohesión, entró en pánico y se dispersó. El capitán Aguilera, el teniente García López y diez soldados fueron cogidos prisioneros, robados y conducidos al poblado cercano. Desde allí, por mediación de un faquir llamado Addú fueron finalmente conducidos al puesto francés de Sidi-Maruf. A los pocos días se presentaron en Uxfa treinta dispersos de la compañía, incluidos los del fortín de Tigrotin.

Contradiciendo la versión del capitán Aguilera sobre lo ocurrido con la posición de Sidi-el-Bachir, el sargento Lahasen-ben-Brahim, de la 1ª Mía de la Policía Indígena, informó que la posición se defendió desde el 24 al 31 de julio, momento en que el teniente decidió salir en dirección a Arrof. Al llegar a ésta, la vieron ocupada por los moros quienes, al detectar la presencia de los de Sidi-el-Bachir, abrieron fuego sobre ellos. Se refugiaron en el barranco de Fum-el-Krima, donde fueron atacados una vez más. Los soldados abandonaron al teniente y al sargento que le acompañaba, dispersándose y huyendo. Todos los de la posición de Sidi-el-Bachir fueron cazados y muertos por los rifeños.

En este día aterrizó en el Hipódromo de Melilla un aparato pilotado por el capitán de Ingenieros Manzaneque, llevando como observador al capitán de Artillería don Francisco Carrillo. El aparato había despegado dos días antes desde Madrid y, tras hacer escala en Granada, llegó a Melilla. También ese día aterrizó en el campo de Rostrogordo el mismo aparato que días antes llevó a los primeros periodistas a Melilla, pilotado por el capitán de Infantería Moreno Abella, marqués de Borja, llevando como observador al capitán de Ingenieros don Manuel Bada. Tras ponerse a las órdenes del Comandante General, ambos aparatos despegaron en misión de reconocimiento, sobrevolando la zona en rebeldía, pudiendo observar que los almacenes y edificios construidos en los poblados de Batel, Tistutin Dar Dríus estaban ardiendo, así como la presencia de grandes núcleos de rifeños en estas zonas, y la concentración en Annual de la harka de Beni Urriaguel. Finalizaron su misión sobrevolando Monte Arruit y arrojando sobre ella sacas de pan y un código de señales para poder comunicar con los aviones cualquier urgencia que tuvieran.

La posición de Cabo de Agua, situada en el extremo más oriental del Protectorado, frente a las islas Chafarinas, fue reforzada con piezas de Artillería y con su dotación, que fueron transportados a ella por el cañonero "Bonifaz".

Siguen llegando refuerzos a Melilla:

  • El batallón expedicionario del regimiento de Infantería "Toledo" nº 35, de guarnición en Zamora, al mando del teniente coronel don Rafael Dorrego.
  • Vapor "Vicente la Roda", transportando a un escuadrón del Regimiento de Húsares "de la Princesa" como avanzadilla de la Brigada de Húsares, y una nueva batería de Artillería.
  • 2ª Compañía expedicionaria del 1º Regimiento de Telégrafos, de El Pardo, al mando del capitán don Manuel Moxó.

En la conferencia telegráfica diaria de por la mañana, celebrada ese día a las 12:30 horas, el general Berenguer informó al Ministro de la Guerra de la retirada del general Navarro sobre Monte Arruit y el lamentable estado de sus fuerzas. Reitiró al ministro el juicio dado el día anterior de que no podría salir al campo a combatir con las trops recibidas en el estado en el que estaban, que necesitaría para ello recibir diez batallones más y el reemplazo del tercer año de los batallones expredicionarios recibidos, y cifró en un mes el tiempo que necesitaría para organizar un ejército en condiciones. El ministro le prometió los refuerzos y pidió al general Berenguer su juicio sobre dejar al general Navarro libertad para hablar con sus sitiadores, toda vez que no recibiría refuerzos a tiempo; todo ello "dejando a salvo el honor militar". El general Berenguer le contestó que así lo haría si no conseguía antes reforzar o rescatar a los sitiados en Monte Arruit.

A pesar de contar ya con diecisiete batallones de Infantería, siete baterías de Artillería, y estando la Brigada de Húsares en camino, el general Berenguer informó al ministro de que no se hacía ilusiones sobre el empleo inmediato que podía hacerse con estos refuerzos. En su intervención telegráfica, el general Berenguer dio al Ministro su apreciación sobre la calidad de las tropas llegadas, explicándole sus razones para no emplearlas en socorrer las posiciones sitiadas de Nador, Zeluán y Monte Arruit. Decía el general lo siguiente:

    "Estoy convencido que marchar con estas fuerzas a auxiliar Zeluán y Monte Arruit sería exponerlas a un fracaso y dejar descubierta la plaza, que hoy está amenazada por casi todo su frente. No dispongo de efectivos para ello, porque los batallones recibidos son muy pequeños... [desde la península estaban llegando a Melilla batallones de 450 hombres, cuando el pie normal de un batallón de aquella época era el doble, de entre 800 y 900 soldados] ... ni la gente está instruida para poder batirse; pues tienen muchos que aún no están fogueados, y bastantes con quince días de instrucción. De no elevarse el efectivo de los batallones por el llamamiento del tercer año, habrá que enviar por lo menos diez [batallones] más, con los que solo en caso que no venga la harka del Rif podríamos intentar movernos hasta Zeluán, siempre contando con tenernos que batir duramente en el camino... Y no tenemos garantía alguna de que las tropas puedan combatir con eficacia. Es un caso realmente extraordinario, pues no se trata de reforzar un ejército con elementos nuevos, sino crear un ejército para combatir al día siguiente."

    NOTA: el resaltado en negrita es nuestro.


FUENTES:

  • AHN. TS-R. Expediente 50.1. Folios 124 a 131. Telegramas y conferencias telegráficas del 29 de julio de 1921.
  • AHN. TS-R. Expediente 50.5. Folios 116 y ss. Declaración del comandante de Ingenieros don Emilio Alzugaray Goicoechea.
  • AHN. TS-R. Expediente 50.10. Folios 2295 y ss. Resumen del general Picasso. Capítulo XI. Retirada a Monte Arruit.
  • El Telegrama del Rif, número del 30 de julio de 1921.
  • Comandante D. Fernando Caballero Poveda. La Campaña del 21 en cifras reales (I) y (II). Revista "Ejército". Números 522 y 523. Madrid, 1984.
  • Palma Moreno, Juan Tomás. Annual 1921. 80 años del Desastre. Almena ediciones. Madrid, 2001. Páginas 73-97.
  • Pando Despierto, Juan. Historia secreta de Annual. Ediciones Temas de Hoy, S.A. Colección Historia. Madrid, 1999. Páginas 150-174.