“Quítate esa flor canaria, que es emblema del veneno,
y ponte sobre tu seno una “estrella solitaria”.
Ya se acabó el zapateo, afuera el tiple y el güiro,
la mímica del “guagiro” será la del tiroteo”.
(Coplillas revolucionarias que se cantaban en Manzanillo en la navidad de 1867).
El fracaso en abril de 1867 de la Junta de Información convocada dos años antes por el gobierno español para tratar sobre las reformas políticas en las provincias de Ultramar removió los ánimos de los reformistas. Muchos grupos de descontentos y defraudados se unieron a los exaltados independentistas dispuestos a alzarse en armas contra España. Se conspiraba en Nueva York, en París, en Madrid, se conspiraba en las sociedades secretas y logias del extranjero, de la Habana y de Puerto Príncipe. Los departamentos Central y Oriental eran las zonas de la isla donde más activamente se gestaba la insurrección. En los distritos de Bayamo y Puerto Príncipe se convocaban reuniones de hacendados para discutir los pasos a seguir para conseguir la libertad de la isla. Los conspiradores lo hacían al amparo de las logias masónicas existentes por toda la isla.
Salvador Cisneros Betancourt[01], II marqués de Santa Lucía, era el alma de la conspiración contra España en Puerto Príncipe. Había nacido en Puerto Príncipe en 1828 en el seno de una de las familias más ricas y antiguas de la isla, dueña de muchas tierras, ingenios azucareros y una gran cantidad de esclavos. A pesar de pertenecer a la nobleza española, se unió a la corriente independentista de la isla en los años 50. En 1851, con 23 años, se comprometió seriamente en la fracasada conspiración de Joaquín Agüero y Agüero, siendo arrestado por sus ideas y actividades. Las autoridades españolas le desterraron a la península, desde donde escapó hacia los Estados Unidos. En 1866 regresó a la isla y se entregó a la conspiración contra el gobierno español en el territorio del Camagüey, donde fundó la logia masónica “Tínima” como otras que existían en Bayamo, Santiago de Cuba, Manzanillo y Holguín, de la que fue Venerable Maestro[02]. Como presidente de la junta revolucionaria que se creó en Puerto Príncipe, Betancourt se convirtió en uno de los principales cabecillas de la insurrección en el departamento Central, junto con Augusto Arango y otros hacendados, escudado en su título de nobleza y fingiendo lealtad al gobierno. Tenía 40 años en el momento del alzamiento.
Bayamo era otro importante foco de conspiración contra España. El 14 de agosto de 1867 se celebró una reunión en casa de un tal Pedro Figueredo y Cisneros, alias “Perucho”. En ella, un numeroso grupo de habitantes de Bayamo y sus alrededores (las fuentes dicen que unos sesenta), acordaron constituir un comité revolucionario en Bayamo y una junta directiva para preparar un alzamiento armado contra España con el objeto alcanzar la independencia de la isla[03].
Perucho había nacido en la propia Bayamo en febrero de 1818 dentro de una familia ilustre y acomodada de la ciudad; tenía, pues, 49 años. Había sido alumno de José Antonio Saco en el colegio San Cristóbal de la Habana, donde cursó estudios secundarios. Allí se empapó de las ideas autonomistas de Saco, que abogaba por un alto grado de autonomía de la isla de Cuba, pero dentro de España, y que se oponía firmemente a la anexión de Cuba a los Estados Unidos. Perucho viajó a España, donde terminó sus estudios de Derecho en la universidad de Barcelona en 1843. De vuelta a Cuba tras un breve viaje por Europa, se instaló en su Bayamo natal, donde paulatinamente se inclinó hacia la oposición al gobierno español de la isla[04]. En 1867 compuso un himno que con el paso del tiempo se convirtió en el himno nacional cubano.
La junta directiva del comité, que recibía constantes muestras de apoyo y simpatía por parte de los habitantes de la ciudad y sus alrededores, se instaló en Bayamo al amparo de una logia masónica recién creada. Su presidente y director del alzamiento era Francisco Vicente Aguilera y Tamayo[05], de 47 años, nacido en esta ciudad en junio de 1821 en el seno de una de las familias más ricas y distinguidas del departamento Oriental. En el momento del levantamiento, Francisco Aguilera poseía más de 500 esclavos, numerosas fincas e ingenios en Bayamo, Jiguaní, Manzanillo y Las Tunas, y numerosos inmuebles en Bayamo. Viajó por Estados Unidos y se unió a los círculos independentistas cubanos en 1850, con ocasión de las intentonas de Narciso López.
Los otros dos miembros de la dirección eran Perucho, que ya hemos presentado, y Francisco Maceo Osorio[06]. Bayamés como los anteriores, Francisco Maceo había nacido en marzo de 1828, también en una familia acomodada. Viajó a la península, donde se graduó en derecho en las universidades de Madrid y Barcelona. Había prestado su casa con anterioridad para reuniones de descontentos con el gobierno español.
La junta directiva de Bayamo celebró una reunión en julio de 1868 para organizar la insurrección. Acudieron varios hacendados del departamento Oriental, procedentes de Manzanillo, Holguín, Las Tunas, Jiguani y Santiago de Cuba, todas ellas situadas entre 25 y 128 kilómetros de Bayamo.
Carlos Manuel de Céspedes y López del Castillo fue nombrado responsable del alzamiento en Manzanillo, situada a 68 kilómetros de Bayamo. Había nacido en Bayamo en 1819 en el seno de una familia adinerada española que llevaba doscientos años asentada en la isla. Tenía entonces 48 años. En 1849 viajó a la península con 30 años; allí donde estudió derecho en la universidad de Barcelona y se doctoró en la Universidad Central de Madrid. Asentado en Barcelona, fue nombrado capitán de milicias. En 1843 conspiró junto con el general Prim en contra del gobierno del general Espartero para instaurar una república en España, lo que le valió escapar de la península y viajar por Europa. De regreso en Cuba, en los años 50 se unió a una de las logias masónicas de Bayamo. Su amistad con el general Prim le llevó a ofrecer parte de sus honorarios para ayudar a los soldados españoles heridos en la guerra de África. En 1867 adquirió el ingenio la Demajagua, convirtiéndolo en una de las principales sedes de la conspiración para preparar el levantamiento tras enviudar en 1868. Curiosamente, Céspedes demostró tener siempre aspiraciones aristocráticas y estar orgulloso de sus raíces españolas: el 23 de marzo de 1868 escribió al autor de “Linajes nobles” estas palabras[07]:
“Yo quiero tener mi escudo de armas conforme a la cuarta advertencia por el mismo precio allí señalado, pero desearía que comprendiera mis cuatro apellidos, que son Céspedes (Osuna), López del Castillo (Islas Canarias), Luque (Córdoba) y Ramírez de Aguilar (Castilla)...”
Belisario Álvarez de Céspedes[08], primo de Manuel de Céspedes, era el venerable maestro de una logia creada a finales de 1867 en Holguín, como tal, era el responsable del alzamiento en Holguín, situado a 72 kilómetros de Bayano. Cuando Belisario acabó traicionando a sus compañeros de conspiración y se unió a los españoles, fue relevado por Julio Grave de Peralta su trabajo consistió en organizar el levantamiento en Holguín. Hablaremos más delante de este personaje cuando tratemos sobre el asedio de Holguín.
Vicente García González[09] fue reconocido responsable del alzamiento en Las Tunas, situada a 84 kilómetros de Bayamo. Nacido en Las Tunas en enero de 1833 en una familia acomodada dedicada a la compra y venta de ganado, desde muy joven se inclinó por la causa independentista cubana, conspirando contra el gobierno desde 1856. En el momento del alzamiento contaba con 35 años.
Donato del Mármol Tamayo[10] sería el responsable de organizar el alzamiento en Jiguaní, localidad situada a 25 kilómetros de Bayamo. Nació en Santiago de Cuba en febrero 1843. Su madre era de Bayamo, y su padre un oficial venezolano que le inculcó ideas liberales. Su familia era muy rica y contaba con propiedades en Jiguaní y en Santiago de Cuba. Con 25 años, era uno de los más firmes partidarios de la independencia de Cuba.
Por último, a Manuel Fernández le correspondió encabezar la sublevación en Santiago de Cuba, situada a 128 kilómetros de Bayamo.
El 4 de agosto la junta celebró una segunda reunión en la finca “San Miguel del Rompe”, perteneciente a Vicente García y situada en la jurisdicción de Las Tunas, a unos 105 km de Bayamo. Asistieron representantes del Oriente y del Centro: Manuel Céspedes y Juan Hall por Manzanillo; Belisario Álvarez, Salvador Fuentes y Antonio Rubio por Holguín; Donato Mármol por Jiguaní; “Perucho” Figueredo por Bayamo; Vicente García, Francisco Muñoz Rubalcaba[11] y Félix Figueredo Díaz[12] por Las Tunas, y Salvador Cisneros Betancourt y Carlos Loret Mola por Puerto Príncipe.
Durante la reunión la tensión era palpable entre los conspiradores y enseguida se pusieron de manifiesto las dos tendencias existentes entre ellos: aquellos que deseaban una inmediata sublevación contra España, y aquellos que abogaban por esperar un año para finalizar los preparativos y tener más oportunidad de éxito. Carlos Manuel de Céspedes era partidario de la acción inmediata. Cuando tomó la palabra hizo un encendido discurso para justificar el alzamiento contra España, y finalizó diciendo[13]:
“Señores, la hora es solemne y decisiva. El poder de España está caduco y carcomido. Si aún nos parece fuerte y grande, es porque hace más de tres siglos que lo contemplamos de rodillas. ¡Levantémonos!”
Finalmente se impusieron las tesis de Céspedes y la junta fijó el 3 de septiembre como fecha para el alzamiento. Sin embargo, dos días antes, el 1 de septiembre, los conspiradores volvieron a reunirse en la finca “Muñoz de las Arenas”, en Las Tunas, para fijar detalles, pero no llegaron a ningún acuerdo sólido sobre el levantamiento, por lo que la fecha del 3 de septiembre no tuvo efecto alguno.
En aquellos días ya había sobre el terreno varios grupos armados dispuestos a alzarse de inmediato. Luis Figueredo Cisneros[14], primo del Perucho, era uno de ellos. Nacido en Bayamo, en septiembre de 1868 se hallaba prácticamente alzado en armas contra las autoridades españolas al frente de 300 hombres después de haberse negado a pagar el impuesto directo del 10% en 1867 y dar muerte a uno de los cobradores[15]. Con sus fuerzas merodeaba en los alrededores de su finca de “El Mijial”, en la jurisdicción de Holguín, y pedía insistentemente permiso para atacar la ciudad de Holguin.
Francisco Muñoz Rubalcaba y Ramón Ortuño Rodriguez[16] rondaban en los campos de las Tunas al frente de un centenar de hombres. Los conspiradores de las Tunas se mostraban impacientes y no querían atender las razones de aquellos que pedían más tiempo para organizarse. Vicente García, responsable del alzamiento en esta localidad, llegó a afirmar en octubre que “si los demás centros no se levantan en armas, los tuneros solos irán a la lucha”.
Ángel Maestre Corrales[17] y Juan Fernández Ruz, ambos naturales de Manzanillo, se escondían en los bosques de la Esperanza, a unos cinco kilómetros de esta ciudad, inquietos y deseosos de atacarla con sus doscientos hombres. Donato Mármol se organizaba en su finca de Jiguaní junto con un tal Luis Tamayo, mientras que otros conspiradores se reunían en la finca "El Potrero", propiedad de José Antonio Milanés, suegro de Donato Mármol y colindante con la del propio Mármol.
Pocos días después del 1 de septiembre la junta directiva de Bayamo volvió a reunirse en un nuevo intento para decidir definitivamente el día del levantamiento[18]. Lo hicieron en el potrero de "La Concepción", situado junto al río Cautillo; este es un curso de agua que discurre a lo largo de unos 30 km de sur a norte al oeste de Bayamo para desembocar en el rio Cauto, el más largo de la isla. Puerto Príncipe envió como representantes a Carlos Mola y a Salvador Cisneros Betancourt. En las discusiones celebradas aquel día, los representantes de Camagüey pidieron seis meses de tiempo para prepararse y los de Holguín pidieron un año; los de Bayamo también solicitaron más tiempo; tan solo los de Manzanillo, encabezados por Céspedes, se mostraron dispuestos a levantarse de inmediato, sabedores que los de las Tunas les seguirían. Tras muchas discusiones, finalmente se fijó el alzamiento para el siguiente año, con el compromiso mutuo de que si alguno se alzaba antes de esa fecha los demás les seguirían.
El 3 de octubre, la junta directiva de Bayamo se reunió de nuevo en Manzanillo, en la casa de Francisco Aguilera, sin que estuvieran presentes los representantes de Camagüey. Ya era conocido por los asistentes el levantamiento de Lares en Puerto Rico, ocurrido el 23 de septiembre, lo que suponía un aliciente para sus objetivos[19]. Hubo acaloradas discusiones y muchos pretendían alzarse de inmediato. Francisco Aguilera consiguió a duras penas aplacar los exaltados ánimos de sus compañeros de conspiración con el argumento de que la falta de armas y de pertrechos suficientes para garantizar el éxito pondría en peligro todo el alzamiento. Aguilera añadió que, con la venta de ganado y tierras, entre todos podrían conseguir entre 200.000 y 300.000 pesos en quince días, suma de dinero con la que él se comprometía a viajar a los Estados Unidos para comprar armas. Finalmente, los reunidos fijaron el alzamiento del departamento Oriental para el 24 de diciembre, confiando que el resto de los conspiradores les seguiría. A continuación, los reunidos fueron a celebrar el éxito de la reunión en la fonda de la Marina donde brindaron de forma ruidosa y exaltada. Al día siguiente se dispersaron por el territorio para conseguir adeptos en diversas localidades de forma abierta y sin ocultarse.
El 5 de octubre, la junta volvió a reunirse en el ingenio “El Rosario”, esta vez sin Aguilera; los conjurados acordaron no esperar más y alzarse el 14 de octubre, en contra de los deseos de Aguilera. Los reunidos firmaron un documento con el que manifestaban ante el mundo sus razones para lanzarse a la lucha contra el totalitarismo que, según ellos, España sometía al pueblo cubano. Firmaron dieciséis conjurados y lo fecharon en el ingenio "El Rosario" el 6 de octubre de 1868 (Ver Documento 01). Aguilera se mostró contrariado al saber el adelanto del levantamiento, pero no se opuso a la decisión adoptada y desde entonces trató por todos los medios a su alcance de reunir hombres y armas para el día del alzamiento.
DOCUMENTO: Ver el manifiesto de la junta directiva de Bayamo firmado en "El Rosario" el 6 de octubre de 1868.
La confianza de los conjurados en el éxito era tal que, al día siguiente, 6 de octubre, los señores Pedro[20] y Ricardo Céspedes[21], hermano y sobrino respectivamente de Carlos Manuel de Céspedes, y Rafael Caimar se dirigieron, en unión de otros varios correligionarios de conspiración, a una tienda de Manzanillo para comprar armas y municiones, saliendo luego con ellas a la calle, exhibiéndolas visiblemente y sin disimulo. En Manzanillo se hablaba abiertamente de la inminente insurrección, y los simpatizantes con ella amenazaban a los dependientes de las tiendas diciéndoles: “Ya seremos libres, y entonces no habrá catalanes en Cuba”.
Conforme se acercaba la fecha de la revuelta, en Manzanillo aumentaba el movimiento de los insurrectos, dando visibles muestras de entusiasmo e impaciencia. Se llegaba a decir abiertamente que los impuestos, “agotado el oro por las constantes expoliaciones, se pagaría con hierro”. En la ciudad de Bayamo también se notaba en el ambiente la excitación que provocaba la inminente insurrección, ya que el elemento subversivo y contrario a España era el predominante entre sus habitantes. Varios patriotas españoles alertaron al gobernador de la ciudad, teniente coronel Julián Udaeta, de los propósitos de los conspiradores. Pero el teniente coronel no dio crédito a los denunciantes porque conocía a los denunciados, pues pertenecían a su misma logia masónica, y cometió el error e ingenuidad de creer en la honestidad de sus compañeros de logia. Visto el poco caso que les hacía el gobernador, los denunciantes telegrafiaron directamente a la Habana para alertar de la conspiración.
La denuncia telegrafiada a la Habana por los patriotas de Bayamo tuvo efecto, pues el capitán general, Francisco Lersundi, ordenó la detención de los conspiradores, entre ellos a los hermanos Céspedes. El mensaje fue interceptado el 7 de octubre por el telegrafista Ismael Céspedes, sobrino de Carlos Manuel, quien inmediatamente avisó a su tío y a Perucho, quien se encontraba en su finca de “Las Mangas”. Ante tal amenaza, Carlos Manuel adelantó la fecha del levantamiento y la fijó para el 10 de octubre.
El 8 de octubre se notaba una excitación notable en el campo alrededor de Manzanillo. Muchos hombres llevaban machete al cinto y gran número de campesinos se reunían en las tabernas. Los cabecillas del levantamiento, con Aguilera al frente, exploraban las opiniones de los habitantes de la ciudad y los alrededores. El ingenio de Carlos Manuel de Céspedes, la “Demajagua”, estaba situado en la costa, a unos diez kilómetros al sudoeste de Manzanillo. Hasta allí procesionaban bastantes de los conjurados, pareciendo una romería el camino que conducía hasta allí, donde marchaban muchos ansiando los nombramientos de coronel y brigadier que se habían prometido. Muchos otros se dirigían para lo mismo a la cercana finca “Santa Gertrudis”, propiedad de Francisco Aguilera. Aquel día Céspedes se encontraba reunido en su ingenio con los otros 36 conjurados. Juntos redactaron un manifiesto independentista que fecharon en la ciudad de Manzanillo a 10 de octubre, pues el plan de los insurrectos consistía en dirigirse a esta ciudad dos días después, tomarla y proclamar allí el documento (Ver Documento 02).
DOCUMENTO: Ver el manifiesto de la junta revolucionaria de la isla de Cuba, dirigido a sus compatriotas de todas las naciones, firmado por Manuel Céspedes como "general en jefe" en Manzanillo el 10 de octubre de 1868.
El 9 de octubre se celebraban en Manzanillo las fiestas por el 49º aniversario de la victoria de la ciudad sobre los invasores ingleses, y para ello los habitantes se preparaban para el baile festivo. En efecto, el 7 de octubre de 1819 se habían presentado frente a la ciudad dos buques de guerra ingleses llevando preso un bergantín español. A los doce del mediodía un oficial inglés portando una bandera blanca llegó hasta el comandante militar español, capitán Miguel Fernández, solicitando 80.000 pesos a cambio de no saquear la ciudad. La bizarra respuesta fue que les darían 80.000 balazos a los ingleses. Al día siguiente los ingleses desembarcaron en orden y las 09:00 horas comenzaron a disparar contra la ciudad. En aquellos años Manzanillo era tan solo un poblado de unas setenta casas, la mayoría de paja, cuyos vecinos eran mayormente catalanes y locales. Los españoles respondieron al fuego enemigo con las escasas municiones con las que contaban, pero no pudieron impedir el avance británico. A las 10:00 horas una fuerza enemiga de unos cien soldados ingleses entraron en la ciudad con la bandera desplegada y a tambor batiente. En ese momento se les echaron encima el capitán Fernández al mando de treinta y cinco hombres, ocho de ellos armados con escopetas y el resto con palos y machetes. La fiereza del ataque fue tal que hicieron huir a los ingleses y les causaron seis muertos y quince heridos, entre ellos su jefe. Esta era la causa de la fiesta que se celebrada el 9 de octubre de 1868 en Manzanillo.
Sobre las 19:00 horas los vecinos de Manzanillo notaron un extraordinario movimiento de personas en la Demajagua y en la propia ciudad que les hizo sospechar. Una mujer llegó a quejarse en voz alta de que se habían llevado a la fuerza a su marido para unirse a la insurrección. Se corrió la alarma entre la población. Muchos hombres se dirigieron al cuartel y juraron defender la ciudad con las armas hasta la muerte. El teniente gobernador de la jurisdicción de Manzanillo, comandante Francisco Fernández de la Reguera, armó a los 38 soldados del regimiento de Infantería “de la Corona” que estaban de guarnición en la ciudad y, a continuación, avisó a cuantos vecinos podían colaborar en la defensa. Conocemos los nombres de varios de los que se presentaron: el alcalde, señor Victoriano García Paredes; los señores Jesús Mariño, Velázquez y Canga-Argüelles; los comerciantes Roca, Ramón, Sánchez, Riera, Casals, Muñiz, Rovira, Planas y Pulido; y los sacerdotes Rivera, Tomás Eupe y Valentín Domínguez. Nótese la cantidad de apellidos de origen catalán. A todos ellos se dotó de armas, y el señor Pulido marchó a tomar posiciones en la salida a Bayamo al frente de un grupo de vecinos. Durante toda la noche esta pequeña fuerza se mantuvo en alerta, con patrullas a caballo recorriendo las silenciosas calles de Manzanillo.
El plan de Céspedes consistía en entrar en Manzanillo el 9 de octubre al anochecer y aprovechar las horas de sueño y oscuridad para adueñarse de la ciudad. Al ver los preparativos de defensa, varios simpatizantes de la causa separatista marcharon a la "Demajagua" a avisar a Céspedes de que la ciudad estaba preparada para enfrentársele. Céspedes comprendió que no podría tomar Manzanillo, por lo que cambió sus planes y decidió dirigirse a Bayamo al frente de los hombres que había logrado reunir: una fuerza de unos setecientos insurrectos parcialmente armados y sin encuadrar que le seguían, aunque otras fuentes hablan de sólo ciento cincuenta.
El 10 de octubre por la mañana los insurrectos trataron de apoderarse del correo que se dirigía de Manzanillo a Bayamo[22]. Al tener noticia de ello, el gobernador de Manzanillo tocó “llamada y tropa” y un gran número de vecinos acudió al toque de corneta. Con estos nuevos refuerzos, el gobernador desplegó una fuerza de defensa en las azoteas que dominaban la plaza mayor de la ciudad y las avenidas más importantes, y estableció unas patrullas de caballería para recorrer las calles. Por último, el gobernador envió un hombre a caballo hacia Bayamo para comunicar al teniente coronel Udaeta, los sucesos de Manzanillo y el levantamiento de unos cuatrocientos rebeldes en la Demajagua al mando de Céspedes, Aguilera y otros, solicitando que comunicase la novedad a la Habana y que mandasen refuerzos procedentes tanto de la capital como de Bayamo para hacer frente a un posible ataque de los rebeldes[23].
El teniente coronel Udaeta recibió en Bayamo el correo que le envió el gobernador de Manzanillo a las 20:00 horas. Tras leerlo, organizó una columna de 4 oficiales y 58 soldados del primer batallón de regimiento de Infantería “De la Corona”, al mando de su primer jefe, el teniente coronel Villares, a los que se unirían un oficial y 12 jinetes de los escuadrones de Caballería “Del Rey”, que saldría a las doce de la noche para dirigirse rápidamente a Manzanillo, distante unos 65 kilómetros. Posteriormente, notificó la novedad del alzamiento insurreccional a la Habana y alertó a los gobernadores de Santiago de Cuba, Puerto Príncipe, Las Tunas y Jiguaní.
En la mañana del 11 de octubre la columna del teniente coronel Villares llegó a Barrancas, distante 26 kilómetros de Bayamo, para seguir su camino y dirigirse a Yara, distante otros 17 kilómetros. Yara era una población de unos 1.100 habitantes, de escasa importancia[24]. Según tradiciones y crónicas no escritas, este fue el lugar donde Diego Velázquez ejecutó al cacique Hatuey en 1511 tras su captura.
Mientras la columna española avanzaba en dirección a Yara, en dirección contraria hacia Bayamo marchaba Céspedes con su variopinta tropa. Al llegar a unos cinco kilómetros de Yara, hizo alto en un lugar llamado Coboita y envió dos oficiales suyos a intimar la rendición del capitán de partido, a lo que éste accedió debido a que tan solo contaba con cuatro guardias a sus órdenes para enfrentarse a los insurrectos. Al anochecer, mientras los dos oficiales rebeldes abandonaban Yara, la columna del coronel Villares entraba en el pueblo por el otro extremo. Informado por el juez de paz y los habitantes de la presencia de los insurrectos en las cercanías, el coronel atrincheró su gente en las casas de la plaza y se preparó para el inminente ataque.
A las 20:00 horas los rebeldes entraron en Yara en cuatro columnas; al llegar a la plaza del pueblo dieron un sonoro y estridente “¡Viva Cuba libre!”, que fue respondido por una lluvia de balas disparadas por los soldados españoles parapetados en las casas. Los rebeldes quedaron totalmente sorprendidos y retrocedieron en completo desorden, prácticamente huyendo a la desbandada. Sólo Céspedes y un puñado de sus seguidores, apenas una docena, resistieron valientemente y contestaron el fuego de los españoles, retirándose también seguidamente[25].
El combate de Yara fue el primer enfrentamiento armado entre españoles y rebeldes de la que posteriormente se conocería como la “Guerra Grande”. La lucha duraría diez sangrientos años y pasaría a la historia como el hito iniciador de la sublevación cubana de 1868, a pesar de resolverse de forma desfavorable para la causa independentista. Desgraciadamente para las armas españolas, el coronel Villalba decidió no perseguir a los insurrectos en desbandada, sino que permaneció con su tropa esa noche en Yara y abandonó la localidad al día siguiente, 12 de octubre, en dirección a Manzanillo, su lugar de destino.
Choque de la columna española del teniente coronel Villares con los rebeldes de Céspedes en Yara, ocurrido al anochecer del 11 de octubre de 1868, que dió lugar en la mitología rebelde al famoso "grito de Yara". (Fuente: Elaboración propia sobre el mapa del departamento Oriental de Cuba de 1897, Biblioteca Virtual de Defensa, ref. CUB-239/03).
Tras el encuentro con los soldados españoles, el desorden de los insurrectos era muy grande, pues estaban desmoralizados y faltos de jefes que les impusieran disciplina. Céspedes logró refugiarse en una hacienda llamada “Cabazán”, cercana a Jibacoa, a escasos kilómetros de Yara. La aventura iniciada por Céspedes no acabó en desastre gracias a la intervención de un vecino de Manzanillo, natural de Santo Domingo y antiguo capitán de las reservas dominicanas del ejército español llamado Luis Marcano.
Luis Marcano había nacido en la parte española de Haití en 1831, cuando esta república se había independizado de Francia y se hizo con el control de toda la isla. En su juventud se unió a las milicias dominicanas que combatían por la independencia contra el gobierno de Haití, que había incorporado por las armas la parte española de la isla. Cuando España fue llamada por el general Santana a anexionarse su antigua posesión, Marcano participó con el ejército español en la guerra que se originó poco después, llegando al empleo de capitán. Cuando España fue expulsada de la isla, Marcano marchó con sus hermanos a la isla de Cuba y se instaló en Manzanillo, donde se unió con sus hermanos a las conspiraciones contra la metrópoli. Enterado del levantamiento de Céspedes, Marcano decidió unirse al movimiento, razón por la que se encontraba con sus hombres en Yara el 11 de octubre[26]. Luis Marcano encontró a muchos insurrectos vagando por los campos en su huida desde Yara durante la madrugada y la mañana del día siguiente, y con su determinación y experiencia en el mando de hombres logró detenerles, organizarles y marchar con ellos a la hacienda donde se encontraba Céspedes reunido con otros grupos dispersos que se le habían unido.
Por la tarde del 12 de octubre, mientras el teniente coronel Villares se dirigía con su columna a Manzanillo, Céspedes convocó un consejo con sus oficiales para tratar sobre el siguiente paso a seguir. La mayoría se inclinaba por asaltar Manzanillo, pero Luis Marcano hizo notar que su guarnición podría rechazar el ataque, pues estaba sin duda prevenida y sería reforzada por los soldados del teniente coronel Villares. Propuso en su lugar marchar sobre Bayamo, donde había muchos patriotas dispuestos a recibirlos. Finalmente, se impuso el criterio de Marcano[27]. Con la gente que traía Marcano y con los reunidos tras la huida, Céspedes ocupó Yara, desalojada por los españoles, y se dirigió a La Veguita, a mitad de camino entre Yara y Barrancas, donde permaneció dos o tres días organizando su gente y entrando en contacto con Jiguaní, Bayamo el resto de las zonas que se habían alzado en armas.
El levantamiento de Céspedes cogió desprevenidos al resto de conjurados del departamento Oriental, incluso hubo alguno que se mostró disconforme; pero a pesar de haberse adelantado a todas las fechas discutidas previamente, decidieron secundarle, tal y como habían pactado en su momento.
Uno de los que inmediatamente se incorporó a la rebelión fue Donato Mármol, que lo hizo al frente de una partida de campesinos de Jiguaní conocida como “La Rusia”, por ser este el nombre de la burda tela con la que estaban confeccionadas las blusas y traje que vestían. Junto a él marchaba Calixto García Íñiguez[28]. Éste era un joven de 29 años partidario de la independencia cubana, nacido en Holguín dentro de una familia de ascendencia soriana dedicada al comercio. Ambos reunieron unos cien hombres y se juntaron en el potrero de “Santa Teresa”, situado junto al rio Cautillo, a doce kilómetros al noreste de Bayamo. Todos iban armados con machete, y tan solo un tercio lo estaba con carabinas o escopetas.
Donato Mármol y Calixto García atacaron Jiguaní y Baire el 13 de octubre de 1868 desde el potrero de Santa Teresa. (Fuente: Elaboración propia sobre el mapa del departamento Oriental de Cuba de 1897, Biblioteca Virtual de Defensa, ref. CUB-239/03).
Mientras Céspedes luchaba por organizar a su desbandada tropa tras el encuentro de Yara, al amanecer del 13 de octubre, Donato Mármol y Calixto García avanzaron campo a través hasta el camino real de Bayamo a Jiguaní. Asaltaron el caserío de “Santa Rita”, situado a 18 kilómetros de Bayamo por el citado camino, y continuaron hasta la población de Jiguaní, distante 7 kilómetros. Fundada en 1701 por los españoles junto a un asentamiento indígena cercano, su nombre significa “Río de Oro”. En aquella época la población tendría unos 1.300 habitantes. Los insurrectos llegaron la localidad por sorpresa a mediodía e hicieron prisionero al capitán Federico Muguruza de Lerchundi, teniente gobernador de la ciudad y primo del capitán general; tras herir a uno de los soldados de la guarnición y matar a un sastre que se opuso a los continuos vivas a “¡Cuba libre!” que lanzaban los rebeldes, éstos dejaron la ciudad en manos de Calixto García y continuaron hasta Baire, distante 12 kilómetros.
En aquellos años Baire era un grupo de viviendas de modestos labradores que, según se cree, fue fundada alrededor de 1760. Debido a la construcción de una ermita dedicada a San Bartolomé en 1820, esta localidad también aparece en los mapas de la época con el nombre de San Bartolomé. Tenía una población aproximada de unos 550 habitantes. A su llegada a Baire, los insurrectos prendieron al juez de paz y dejaron el poblado al mando de un propietario llamado Joaquín Cabrera. El capitán Federico Campos, gobernador del poblado, se salvó porque se hallaba ausente de la ciudad en aquel momento. Los insurrectos, cuyo número aumentó hasta los 300 hombres, regresaron al potrero “Santa Teresa” por el mismo camino, habiendo logrado hacerse con el control de toda aquella zona. Tras descansar brevemente, Donato Campos y Calixto García marcharon con sus hombres para unirse al improvisado ejército que Céspedes reunió para atacar Bayamo[29].
Las Tunas era la última población del departamento Oriental, y el límite oeste de su jurisdicción coincidía con el límite entre los departamentos Oriental y Central. Su importancia radicaba en que abría las puertas a la expansión de la insurrección al resto de la isla. La ciudad estaba situada a 83 kilómetros al noroeste de Bayamo y tenía una población de unos 1.800 habitantes.
En esta jurisdicción Vicente García y Muñoz Ruvalcaba se levantaron con los hombres que habían conseguido reunir. El 13 de octubre se presentaron varios insurrectos con intención de atacar el pueblo, pero fueron rechazados por los pocos soldados de la guarnición y los vecinos armados que se unieron a la defensa. Los defensores hicieron varios prisioneros, que dijeron que les capitaneaba Francisco Aguilera. Cerca de las Tunas, en las Arenas, los insurrectos fusilaron al capitán pedáneo; y Rosendo Arteaga, un médico que se unió a la rebelión, redujo a cenizas la finca de los señores Guardiola[30]. Días más tarde, tras la toma de Bayamo, los insurrectos quisieron explotar el éxito y volvieron a atacar la ciudad de las Tunas, pero esta vez la encontraron reforzada por los 40 jinetes de la columna del capitán Machín, enviada por el gobernador de Puerto Príncipe, brigadier Mena, que volvió a rechazarles[31].
Perucho Figueredo era uno de los que más se había distinguido por su celo entre los conjurados y tenía organizada una partida en el ingenio de su propiedad en “Mangas”, situado a escasos kilómetros al norte de Bayamo. Enterado del levantamiento de Céspedes exclamó entusiasmado: “Marcharé con Céspedes a la gloria o al cadalso.”[32] El 14 de octubre Peruchomarchó junto con su primo Luis Figueredo Cisneros hacia Cauto el Embarcadero, localidad situada a 35 kilómetros de Bayamo en el camino hacia Las Tunas, y con una población de unos 3.200 habitantes. Allí consiguieron entrar apresar a las autoridades españolas. Por su parte, Esteban Estrada lo hizo en Dátil, localidad situada a una docena de kilómetros al sur de Bayamo.
En Manatí, a 45 kilómetros al norte de Las Tunas, los habitantes de la ciudad tuvieron que sufrir el incendio de los edificios del poblado, que los rebeldes de partidas sin disciplina alguna dejaron arruinada.
Holguín, importante ciudad de unos 7.000 habitantes y capital de su jurisdicción, se hallaba a 72 kilómetros al noroeste de Bayamo. Allí los habitantes de la ciudad contemplaban con horror el abandono de las fincas cercanas por sus propietarios al saber de la llegada de los rebeldes. Tras la exitosa toma de Bayamo, el 30 de octubre los insurrectos se presentaron ante la ciudad e iniciaron un asedio que duró 35 días. Los defensores decidieron no rendirse, como se verá más adelante.
Extensión de la insurrección en los departamentos Oriental y Central en noviembre de 1868. (Fuente: Elaboración propia sobre un mapa de Cuba de 1898, Biblioteca Virtual de Defensa, ref. Ar.j-t.5-c.2-36).
Los insurrectos eligieron una zona de Cuba muy apta para la guerra que iban a llevar a cabo. La parte oriental de la isla se presta a las emboscadas y a evitar el combate con las fuerzas del gobierno adentrándose en la floresta. Los picos de Gran Piedra y Pico Turquino, que se elevan a más de mil metros de altura sobre el nivel del mar, con las quebradas, valles, numerosos ríos, espeso bosque y terreno ondulado que los rodean, unido a la falta de caminos, dificultan la marcha de las columnas militares. El rio Cauto, el más largo de la isla con sus 500 kilómetros de largo y el segundo más caudaloso con sus numerosos afluentes y tributarios, así como la espesa manigua por la que fluyen son un importante obstáculo para las tropas. Además, el departamento Oriental es el más ancho de la isla, permitiendo con ello movimientos más amplios a los rebeldes y dificultando al ejército español los intentos de cercar al enemigo.
En el departamento Central su comandante general, brigadier Mena, comprendía la gravedad de la insurrección y no se hacía ilusiones sobre la posibilidad de poder enfrentarse a ella con las escasas fuerzas que tenía a su disposición. Salvo el envío del capitán Machín con 40 jinetes a las Tunas y luego dos escuadrones más, el general se encerró en el convento de la Merced de Puerto Príncipe, donde se atrincheró. Los conspiradores de Puerto Príncipe se vieron sorprendidos por el alzamiento de Céspedes, pero no dudaron en unirse a la rebelión. Crecidos ante la inactividad del brigadier Mena, se alzaron el 4 de noviembre, cortaron el ferrocarril de Nuevitas y comenzaron a bloquear la capital Puerto Príncipe.
Tras la exitosa toma de la ciudad de Bayamo, el 5 de noviembre los insurrectos se apoderaron del pueblo de Guaimaro, distante 45 kilómetros de las Tunas en dirección a Puerto Príncipe, de la que distaba 81 kilómetros, y en la raya que separaba los departamentos Oriental y Central. Lugar emblemático donde años antes Joaquín Agüero y Agüero había fundado una escuela gratuita para niños pobres, esta localidad acabaría convertida en cuartel general y principal centro de operaciones de la insurrección cuando los españoles recuperaron Bayamo en enero de 1869; la escuela sería el lugar elegido por los insurrectos para firmar la primera constitución libre de Cuba y proclamar su república.
Tras el éxito del levantamiento en Jiguaní, Baire y Cauto del Embarcadero los días 13 y 14 de octubre, Carlos Miguel Céspedes se declaró Capitán general de la isla y general en jefe del ejército libertador, nombrando a sus compañeros de insurrección capitanes de partido y gobernadores de las zonas rebeldes[33].
Luis Marcano fue nombrado teniente general y jefe de operaciones en la jurisdicción de Santiago de Cuba, aunque más tarde se le rebajaría el empleo al de mayor general. Donato Mármol fue nombrado general con autoridad sobre las partidas de las jurisdicciones de Jiguaní, el Cobre, Cuba y Guantánamo, teniendo a Máximo Gómez como general segundo jefe y con autoridad para reclutar una brigada en la zona de Jiguaní. A Calixto García se le nombró coronel y a Rafael Milanés se le nombró Intendente militar con responsabilidad en proveer el ejército rebelde de Oriente. Otros nombramientos fueron el de Joaquín Cabujas como jefe de la Armada y Eduardo Suastegui como jefe de Ingenieros.
En la zona de Puerto Príncipe, o Camagüey como la llamaban los rebeldes, Augusto Arango fue nombrado general en jefe del aquel territorio por una asamblea formada por Salvador Cisneros, Ignacio y Eduardo Agramonte y Francisco Sánchez Betancourt.
En aquellos días se consumó la deserción del teniente Jesús Pérez y sus setenta hombres armados, todos ellos pagados por los comerciantes del Cobre y los propietarios de las fincas de los alrededores. El teniente, a pesar de sus protestas sobre que no faltaría a su bandera, finalmente se pasó a los rebeldes y se le nombró coronel. Esta deserción hizo que muchos propietarios marchasen a refugiarse a Santiago de Cuba, pues no se fiaban de la lealtad de sus esclavos y sirvientes, y la posterior toma del Cobre por los rebeldes, que relataremos en su momento.
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Reforzado con los hombres que trajo consigo Francisco Aguilera desde Cabaniguan, localidad del sur de las Tunas, y con muchos otros que se le unieron, Céspedes logró reunir una fuerza irregular de unos 3.500 hombres con los que el 16 de octubre partió hacia Barrancas, para presentarse en la mañana del 17 de octubre delante del ingenio de Santa Isabel, propiedad de Francisco Aguilera, situado al otro lado del río Bayamo, frente a la ciudad.
Barrios Carrión, Leopoldo, comandante. Sobre la historia de la guerra de Cuba. Redacción y Administración de la Revista Científico-Militar y Biblioteca Militar. Barcelona, 1888-89-90. 235 páginas. 11,7 MB.
Camps y Feliú, Francisco de, coronel retirado. Españoles e insurrectos. Recuerdos de la guerra de Cuba. Segunda edición. Imprenta de A. Álvarez y Comp. Habana, 1890. 433 páginas. 16 MB.
Collazo, Enrique. Desde Yara hasta el Zanjón. Apuntaciones históricas. Segunda edición. Tipografía de "La Lucha". Habana, 1893. 247 páginas. 62,1 MB.
Figueredo y Socarras, Fernando. La revolución de Yara (1868-1878). Conferencias. M. Pulido y Compañía, impresores. Habana, 1902. 363 páginas, 19,2 MB.
Llofriu y Sagrera, Eleuterio. Historia de la insurrección y guerra de la isla de Cuba. Escrita en presencia de datos auténticos, descripciones de batallas, proporcionadas por testigos oculares, documentos oficiales, y cuantas noticias pueden facilitar el exacto conocimiento de los hechos. Edición ilustrada. Imprenta de la galería literaria. Tres tomos, seis volúmenes. Madrid, 1870 y 1871. 2.729 páginas. Tomo I. 799 páginas. 30 MB.
[01] Tras la destitución de Céspedes, Salvador Cisneros Betancourt sería nombrado presidente de la República de Cuba entre octubre de 1873 y 1875. Exiliado en EEUU tras la paz de Zanjón, regresó a Cuba en 1884 para continuar la lucha por la independencia de la isla. Tras el grito de Baire fue nombrado presidente de República de nuevo entre 1895 y 1897. Participó en la redacción de la Constitución de 1901. Fue senador por Camagüey hasta su muerte, ocurrida 1914 a la edad de 86 años.
[02] Figueredo y Socarrás, La revolución de Yara, pág. 12.
[03] Para la constitución de la Junta Directiva, ver Pirala, op. cit, tomo I, pág. 248.
[04] Perucho moriría tres años más tarde, fusilado por los españoles el 17 de agosto de 1870 en Santiago de Cuba, cinco días después de haber sido capturado en su campamento de Santa Rosa, en Las Tunas, debido a la traición de su antiguo subordinado Luis Tamayo. Había sido nombrado mayor general del ejército republicano y subsecretario de Guerra en la Asamblea Constituyente de Guaimaro el 10 de abril de 1869.
[05] Francisco Vicente Aguilera fue nombrado mayor general y secretario de Guerra en Guaimaro, y el 24 de febrero de 1870 fue nombrado vicepresidente de la República. Murió con 56 años en Nueva York el 22 de febrero de 1877 de un cáncer de laringe.
[06] Maceo fue nombrado mayor general. Acabó enfrentándose a Céspedes y se unió a la causa que le depuso como presidente de la República. Murió de grave enfermedad el 16 de noviembre de 1873.
[07] Pirala, op. cit. Tomo I, pág. 254.
[08] Belisario Álvarez Céspedes acabó uniéndose a los españoles en la defensa de la Periquita en Holguín en noviembre de 1868. Detenido por las autoridades y llevado preso a la Habana, fue encerrado en la fortaleza de la Cabaña. Enterado el teniente coronel Camps, el defensor de Holguín, solicitó al capitán general su libertad por haber combatido bien y por España durante la defensa de la ciudad asediada. Para liberarlo, el general Dulce tuvo que enfrentarse a los voluntarios de la Habana, que se oponían a su liberación por considerarle traidor. Este enfrentamiento fue un hito más que acabó con la destitución del general Dulce de la capitanía general de Cuba, acusado por los voluntarios cubanos de no actuar con suficiente rigor contra los insurrectos.
[09] Vicente García fue nombrado mayor general y era conocido como el “León de Santa Rita”, por el combate ocurrido en aquel lugar en agosto de 1871. El 16 de marzo de 1878 fue nombrado general jefe de todos los ejércitos de la república. Tres meses después de este nombramiento, sus tropas capitularon ante los españoles el 6 de junio de 1878. Vicente García emigró a Venezuela, donde permaneció ocho años hasta su muerte, ocurrida el 4 de marzo de 1886. Contaba entonces con 53 años.
[10] Donato Mármol fue alcanzó el grado mayor general en junio de 1869. Murió al año siguiente, el 20 de noviembre de 1870, víctima de la viruela, a la edad de 28 años mientras planeaba invadir la región de Guantánamo.
[11] Francisco Muñoz Rubalcaba ...PENDIENTE BIOGRAFÍA.
[12] Félix Figueredo Díaz ... BIOGRAFÍA PENDIENTE.
[13] Para la reunión del 4 de agosto, ver Pirala, op. cit, pág. 248. Para las reuniones de octubre, ver Pirala, op. cit, pág. 249.
[14] Luis Figueredo Cisneros ... BIOGRAFIA PENDIENTE.
[15] En las cercanías de su hacienda apareció ahorcado el pobre funcionario enviado a recaudar el impuesto. Poco después varias reses fueron sacadas de lo rediles que había cerca de Holguín y se le colocó una tablilla con el siguiente mensaje: “El cobrador de contribuciones fue ahorcado por los que protestan contra el Gobierno que los tiraniza. Igual suerte encontrará todo el que se aventure en los campos con igual objeto.” Las reses fueron liberadas y regresaron por querencia a sus cercados, anunciando y difundiendo con ello el ahorcamiento y la amenaza. Figueredo y Socarras, op. cit., pág. 29.
[16] Ramón Ortuño murió en un combate frente a los españoles en el territorio de las Tunas en 1870. Su cadáver fue incinerado por los españoles.
[17] Angel Maestre Corrales .... BIOGRAFIA PENDIENTE.
[18] A partir de aquí, para el relato del levantamiento seguiremos a Pirala, op. cit. Pág. 247 y ss, y Llofriu y Sagrera, op. cit, tomo I, pág. 5 y ss.
[19] El levantamiento de Lares fue organizado por Ramón Emeterio Betances, quien formaba parte de un Comité Revolucionario en Nueva York tras el fracaso de la Junta Informativa del gobierno español sobre el gobierno de las provincias de Ultramar. El 23 de septiembre de 1868 un centenar de individuos se reunió en la hacienda “El Triunfo”, propiedad de Manuel Rojas, y se dirigieron a la cercana a la localidad de Lares, que saquearon. Dieron la libertad a los esclavos, celebraron un Tedeum y proclamaron la República de Puerto Rico de madrugada. Seguidamente se dirigieron a la actual localidad de San Sebastián, entonces denominada Pepino, donde se enfrentaron a los vecinos, milicia local y una pequeña fuerza del ejército, que los derrotó. La fuerza sublevada se desbandó y a los pocos días sus cabecillas fueron detenidos, poniéndose fin de este modo al levantamiento.
[20] Pedro María de Céspedes y del Castillo era hermano del líder del alzamiento de 1868, Carlos Manuel. Nacido en Bayamo en 1825, se unió con su familia al alzamiento de su hermano. Enfermo y con la salud muy quebrantada, en 1872 y 1873 permaneció exiliado en Jamaica con su mujer y sus hijos. En octubre de 1873 se embarcó en la expedición del “Virginius”, que fue capturado por los españoles. Con el resto de tripulantes y viajeros del buque, fue fusilado con 48 años el 4 de noviembre de 1874.
[21] Ricardo Rogelio Céspedes y Céspedes era sobrino de Carlos Manuel Céspedes, hijo Francisco Javier, hermano de éste. Nacido en Bayamo en 1848, estudió la carrera de comercio en EEUU y a su regreso a Cuba se asentó en Manzanillo. Se casó con la hija de Perucho, Blanca Figueredo. Como el resto de la familia, se unió al levantamiento de 1868 que protagonizó su tío. Fue ascendido a teniente coronel insurrecto en abril de 1879 y a coronel en junio de 1873. Hecho prisionero por los españoles a principios de 1878, fue liberado tras la paz de Zanjón y se exilió a Nueva York.
[22] Pirala, en su op. cit., pág. 250-251, afirma que el 9 de octubre los conspiradores lograron detener a un correo que llevaba una copia de la orden de detención de los cabecillas de la insurrección, pero que cometieron el error de dejarle escapar. Posiblemente sea esta la noticia que Llofriu fecha el 10 de octubre por la mañana en op. cit, tomo I, pág. 9.
[23] Los acontecimientos ocurridos en Bayamo y Yara en esas fechas se relatan en Novel, op. cit, pág, 14 y 15.
[24] “Poblado de escasa importancia”; así escribe Collazo en op. cit, pág. 6.
[25] Llofriu y Sagrera, op. cit., pag. 10; Pirala, op. cit., 255 y 256. También Novel, op. cit., pág. 15. Pirala cita las palabras de Céspedes ante el ataque, recogidas por el rebelde Ángel Maestre Corrales, que se encontraba entre los doce y que llegó a general del ejército insurrecto: “Aún quedamos doce hombres: bastan para hacer la independencia de Cuba.”
[26] Luis Marcano fue nombrado teniente general del ejército rebelde, pero después se le rebajó al de mayor general. Sirvió poco tiempo a la causa de la revolución, pues murió asesinado por un escolta en agosto de 1869, a la edad de 38 años.
[27] Figueredo y Socarras, La toma de Bayamo, pág. 6.
[28] Calixto García Íñiguez ... BIOGRAFÍA PENDIENTE.
[29] Pirala, op. cit., pág. 257.
[30] Ataque a las Tunas, en Llofriu y Segarra, op. cit, pág. 11; 19 y 21; y en Barrios Carrión, op. cit, pág. 27.
[31] Barrios Carrión, op. cit., pág. 29.
[32] Figueredo y Socarras, La toma de Bayamo, pág. 4.
[33] Entre los nombrados había algunos peninsulares, como los catalanes Ignacio Casas y Bartolomé Grau, que fueron miembros del ayuntamiento rebelde de Jiguaní junto con otros peninsulares, y el catalán Agustín Villanueva, juez de paz. También fueron nombrados algunos mulatos. Pirala, op.cit. tomo I, pág. 290.