Disuelta por la acción del presidente norteamericano Fillmore la nueva expedición filibustera de Narciso López que se había organizado en Nueva Orleans en los meses de abril y mayo, en junio Cuba permanecía en calma, sin ningún síntoma de desorden en la isla. Las tropas permanecían en sus cantones y acuartelamientos, y el aumento de sus bajas al hospital y defunciones por efecto del calor siguieron las pautas normales de la época del año. No obstante, pronto las aguas volverían a agitarse, fruto de la intentona de insurrección de Joaquín Agüero y de una nueva intentona de Narciso López, que sería la última[01].
Fracasada la aventura de Joaquín Agüero en el mes de julio, los acontecimientos ocurridos en Puerto Príncipe, las Tunas y Trinidad excitaron la opinión de los habitantes de Nueva Orleans y alrededores, incitados y alentados sin lugar a dudas por la prensa norteamericana que, como incipiente antecedente de la prensa amarilla que aparecería años más tarde en ese país, exageraba los hechos y los publicaba con una inconcebible inexactitud.
El 27 de julio el capitán general recibió un informe del cónsul español en Nueva Orleans en el que le informaba que los revolucionarios cubanos afincados en Estados Unidos exageraban y disfrazaban los hechos de la intentona de Joaquín Agüero haciendo creer que la isla de Cuba estaba sumida en una guerra civil, añadiendo que se habían reunido en una de las plazas de la ciudad para pedir al gobierno norteamericano que no interviniese en su intención de auxiliar a los cubanos “que habían proclamado la libertad, ni que impidiese la salida de hombres, armas y pertrechos para esa isla”. Igualmente, solicitaban que aquellos que fueron hechos presos que “no se les considerara piratas sino como prisioneros de guerra. “
Dando por sentado que el gobierno norteamericano les apoyaría, los revolucionarios “han desplegado todos sus recursos para alistar gente con toda publicidad, fletar buques y dar órdenes de reunirse los conjurados en varios puntos de Alabama, Florida y Mississippi, para muy luego invadir la isla por varios puntos.” Recorrían “las calles pidiendo auxilios metálicos para la empresa” y vendiendo bonos. Añadió que había rumores, no confirmados aún, que el 1 de agosto llegaría el vapor “Unión”, que hacía el trayecto entre esa ciudad con Nueva York, con 900 hombres a bordo. Por último, decía que un funcionario le había informado que la expedición se haría a la mar dentro de ocho días, si no antes, que el vapor “Rabrum” espera órdenes en Nueva Orleans, y que “algunos oficiales del ejército de los Estados Unidos han presentado su dimisión para tomar parte con los expedicionarios”, destacando entre ellos al general Hurson como uno de individuos que había comprado bonos a los revolucionarios[02].
De esta manera, la expedición fue preparada reunida a la vista y consentimiento de las autoridades de Nueva Orleans. Los emisarios de López trataban de reclutar en territorio norteamericano unos quinientos aventureros para la expedición ofreciendo entre dos y cuatro mil pesos a cada uno, para unirse a unos cinco mil cubanos que había en la isla preparados para levantarse en armas. Un tal Mr. Sigur Cuchins proporcionó 75.000 duros para la compra del vapor “Pampero”, que llevaría a los expedicionarios hasta las costas de Cuba. Un comerciante de Nueva Orleans facilitó las cartucheras, morrales y cantimploras, algunas cananas y pistolas fueron compradas de una subasta de material sobrante del gobierno, y que varios jóvenes venidos de Cuba trajeron a López algún dinero y alhajas de valor recolectados en la isla.
El plan original de López consistía en dirigirse al río de San Juan, al norte de la isla, recoger allí una fuerza de artillería y desembarcar en algún punto del departamento del Centro. Sin duda en aquellos momentos los planes de López tenían una conexión con el levantamiento de Joaquín Agüero. Pero tras el fracaso de éste, decidió desembarcar en Pinar del Río.
Dentro de la Junta revolucionaria de la Habana trabajaban individuos que se hacían pasar por amigos de España y que frecuentaban la Capitanía General. Uno de ellos era un tal José Morales Lemus, de quien los españoles no sospechaban. El señor Lemus había asegurado a López que, una vez desembarcado en las cercanías de la capital, no le sería difícil tomar la ciudad. Pero el nuevo capitán general, general José Gutiérrez de la Concha, apresó al presidente del Club anexionista de la Habana, Santiago Bombelier, y le incautó correspondencia con Narciso López.
En aquellos días Narciso López remitió a un cónsul extranjero residente en la Habana un documento cifrado en inglés que fue interceptado por los agentes del capitán general. Pero los esfuerzos realizados para descifrarlo fueron inútiles, de forma que uno de los oficiales más cercanos al capitán general afirmó que “el que logre traducir estas cifras, probablemente anticipará a la patria una victoria decisiva contra el filibusterismo, obteniendo envidiable y perpetua gloria.” Tan difícil se presentó la tarea que el capitán general ordenó archivar el documento. Pero finalmente el documento se envió al primer comandante graduado de coronel don Agustín Ordóñez, quien logró descifrar el documento, descubriendo con ello los planes secretos de Narciso López y “facilitándose así los medios para contrarrestarlos”.[03]
Tras recibir el informe del cónsul, el capitán general alertó el 1 de agosto al comandante general de Marina para que tomase “las determinaciones convenientes para la seguridad de las costas, situando al efecto los buques de su mando en la mejor forma que le parezca." De esta forma, dos fragatas, tres bergantines, cuatro vapores y una goleta zarparon para patrullar las aguas cubanas desde la Habana hasta el cabo de San Antonio, y desde éste hasta el cabo Maisí por la costa sur.
El vapor ”Pampero” zarpó de Nueva Orleans el 3 de agosto llevando unas 600 personas a bordo. En Nueva Orleans se quedaron algunos individuos más por embarcar por no caber en el buque. Cuatro días más tarde avistaron Belice, donde desembarcó un centenar de hombres porque el buque, a decir de su capitán, con la carga que llevaba rebasaba los nueve pies de calado necesarios para arribar a la costa cubana, de forma que quedaron unos 480 hombres a bordo. Entre los que abandonaron el buque había algunos cubanos que se quejaban del mal trato recibido. Aparte de Narciso López, viajaban a bordo el general húngaro Pragay, que era su jefe de Estado mayor o segundo al mando, y los coroneles norteamericanos Crittenden, Llinds y Clinton.
El 10 de agosto el “Pampero” llegó a la isla de Cayo Hueso (Key West) con intención de dirigirse a desembarcar en las ensenadas de Guadiana y Cortés, en el extremo occidental de la provincia de Pinar del Río. Allí le llegaron a Narciso López noticias, evidentemente falsas, de que todo el territorio de Vuelta Abajo, es decir, la zona occidental de la provincia de Pinar del Rio, se había levantado contra las autoridades españolas. López las creyó veraces y varió sus planes para ir a desembarcar al norte de esta provincia.
Hechos a la mar al día siguiente, 11 de agosto, por un error del práctico que guiaba el barco fueron a reconocer la costa de Matanzas, lo que le llevó a pasar a primera hora de la tarde delante de la Habana en busca del puerto o boca de Ortigosa, situado entre Cabañas y Bahía Honda, por lo que el buque fue avistado desde la fortaleza del Morro de la Habana. La presencia de la fragata “Esperanza” impidió el acercamiento a Ortigosa, por lo que López se dirigió un poco más al oeste, hacia las playas del Morrillo, situadas a 20 kilómetros al oeste de la ciudad de Bahía Honda.
A la una de la madrugada del 12 de agosto, la fragata española “Esperanza” avistó un vapor a ocho millas de Mariel cargado de gente, que al verse descubierto partió a toda máquina. El hecho levantó las sospechas del capitán de la fragata, quien decidió arribar a Mariel para dar cuenta del avistamiento al capitán general y al gobernador de Mariel. Éste dispuso la vigilancia de la costa, enviando órdenes para ello al comandante militar de Guajanay y a otros destacamentos.
A las 02:00 horas habían llegado a la Habana los partes del gobernador de Mariel, del capitán de la fragata “Esperanza” y del vigía del fanal del Morro dando cuenta del avistamiento. Creyendo el capitán general que el vapor era la expedición filibustera del traidor López y que se dirigía a la ensenada de Guadiana, donde desemboca el rio Mantua, ordenó la constitución de una columna con las compañías de preferencia de tres regimientos de Infantería, para que embarcase en el vapor “Pizarro”, llevando la Caballería a remolque embarcada en una goleta, a las órdenes del general don Manuel Enna[05], 2º cabo de la capitanía. La columna, denominada "Primera Columna", estaba formada por las siguientes unidades:
El general Enna embarcó en el “Pizarro” junto al comandante general del Apostadero de la Habana. Éste había enviado previamente un buque a Cayo Hueso para confirmar si el vapor avistado había llegado allí, o si se le esperaba en caso de un “mal resultado” en su empresa[06].
El “Pampero” llegó un par de horas más tarde a la playa del Morrillo, a unos veinte kilómetros al oeste de Bahía Honda. Se trataba de una pequeña ensenada que permitía anclar un buque de nueve pies de calado a una milla de la costa. Desde allí, por medio de barcas, Narciso López desembarcó toda su gente, junto con dos barriles de pólvora, tres cajas de fusiles de repuesto y unas dos mil raciones de galleta y carne salada. En total desembarcaron 480 hombres. Los piratas eran unos centenar de europeos (húngaros, alemanes, franceses, italianos, etc, escoria de estas naciones), 50 ó 60 naturales de Cuba, cinco peninsulares (entre ellos un sargento y un soldado del regimiento de “León” nº 6 que desertaron el año anterior desde Cárdenas con ocasión de la última expedición de López), y los restantes eran norteamericanos, muchos procedentes de Alabama y Montgomery, entre los que destacaba una compañía de Kentucky de excelentes.
El desembarco fue observado por varios paisanos de los alrededores, quienes dieron la alarma y dispararon algunos tiros a los piratas, sin que los disparos tuvieran mayores consecuencias.
Una vez desembarcados, López marchó con cuatro compañías de piratas al pueblo de las Pozas, distante 10 ó 12 kilómetros en el interior. Dejó en la playa del Morrillo al coronel norteamericano Crittenden con otras tres compañías, unos 150 ó 200 hombres, para ir llevando las municiones y provisiones poco a poco al interior. López ocupó las Pozas a las 11:00 horas, cuyos habitantes habían abandonado y marchado a las sierras y campos del interior.
A las 04:00 horas el teniente gobernador de Bahía Honda, capitán de Infantería don Juan Justiz, tuvo conocimiento del hecho e informó del desembarco de entre 300 ó 400 hombres procedentes de un vapor que lo hicieron dando vivas a la libertad y al “traidor Narciso López”. A continuación, reunió un grupo de vecinos armados y marchó con ellos al punto de San Miguel de Caldereteros, a unos 8 kilómetros de distancia, donde había una “mala tienda de vinos, licores y especierías”. Allí se apostó para observar los movimientos de los piratas. A esa misma hora, y tras recibir las órdenes del gobernador de Mariel, una sección de Lanceros del Rey se ponía en marcha desde Guanajay hacia Mariel en prevención de lo que pudiera ocurrir[07].
Al tener noticia del desembarco de López en el Morrillo, el capitán general cambió el punto de destino del general Enna y le ordenó que se dirigiera a Bahía Honda. También ordenó y a su Jefe de Estado Mayor, coronel don Joaquín Morales de Rada, que se dirigiese a Guanajay por ferrocarril para organizar una segunda columna que se uniera por tierra a la primera. A las 08:00 horas zarpaba el “Pizarro” con el general Enna a bordo y salía del tren del JEM .
La movilización de las tropas ordenada por la cadena de mando española se generalizó. A las 13:30 horas la compañía de granaderos del regimiento de Infantería “Bailén” nº 16 se aprestó en el paradero del Rincón para marchar a Guanajay . A su vez, el comandante jefe del escuadrón de Borbón desde Guanajay informó al gobernador de San Antonio del desembarco, y le trasladó la orden de movilizar la fuerza de los Rurales y trasladarse con ellos a Cabañas.
Llegado a Guanajay, el coronel Morales reunió y tomó el mando de todas las tropas existentes en las jurisdicciones de San Antonio, Mariel, Bahía Honda y San Cristóbal, con el fin de emprender “las operaciones que conceptúe convenientes a la seguridad de los expresados distritos y al exterminio de los piratas que han osado invadir el territorio”. El Ayudante Mayor del Cuerpo de Rurales, don Pedro Ramón, se trasladó a Guanajay para movilizar el 8º Escuadrón de Rurales y ponerlo a disposición del JEM[08].
A las 12:00 horas llegó el vapor “Pizarro” a Bahía Honda. Debido a su gran calado tuvo que anclar a considerable distancia del muelle, por lo que las operaciones de desembarco de la tropa y los jinetes se demoró hasta las 15:00 horas. Inmediatamente el general Enna marchó con su columna a San Miguel de Caldereteros, donde se encontró con el gobernador de Bahía Honda. Allí se le echó la noche encima y se vio precisado a acampar, disponiéndose para atacar al enemigo al día siguiente.
Mientras tanto, el coronel Morales aceleró lo que pudo la formación de su columna y la movilización de los rurales de Guanajay, de forma que a la 20:30 horas salió con ella en dirección a Bahía Honda, distante unos 65 kilómetros. Se denominó "Tercera Columna" y estaba formada por las siguientes unidades:
Ese mismo día el cónsul español en Nueva Orleans escribió al comandante general de Marina para informarle de la salida de un segundo vapor pirata llevando a bordo gran número de aventureros norteamericanos hacia las costas de Florida, donde los revolucionarios reunirían una fuerza de unos mil hombres para caer sobre la isla[09].
A las 01:00 horas del 13 de agosto el coronel Morales llegó con su columna al ingenio Balbanera, propiedad del conde de Villanueva, distante aún 35 kilómetros de Bahía Honda. Desde allí envió mensajes al general 2º cabo y dispuso que se preparase un rancho para la tropa, finalizado el cual continuó su marcha. A las 03:00 horas recibió un mensaje del general Enna que le informaba del ataque que pensaba dar sobre el enemigo, por lo que el coronel Morales, juzgándose demasiado lejos para intervenir en la acción varió, su marcha y se dirigió hacia Cuyajabo para tratar de cerrar cualquier internamiento de los filibusteros en el interior.
En la madrugada del 13 de agosto el general Enna dividió sus fuerzas en dos columnas: una con cuatro compañías bajo su mando, para caer sobre las Pozas; la otra con las otras tres compañías y una sección de lanceros al mando del 2º jefe de la Reina, comandante graduado de teniente coronel Juan Antonio Villaoz, para atacar las fuerzas enemigas dejadas en la playa del Morrillo.
El general Enna salió de San Miguel a las 02:00 horas con una columna formada por las compañías de granaderos y cazadores del regimiento León, la compañía de granaderos de Barcelona y la compañía de cazadores de la Corona, llegando a la vista de las Pozas sobre las 08:00 horas, sin que los oficiales encargados del reconocimiento informasen de novedad alguna. Sin haber sido descubierto, pues los piratas no habían desplegado ningún tipo de centinela ni puesto avanzado, el general ordenó al capitán Luis Mateo Llorens que avanzara con su compañía de cazadores de León hacia la derecha del pueblo, desplegase la mitad de ella en guerrilla y disparase sobre el enemigo si éste aparecía[10].
Al descubrir el avance de los cazadores, los piratas acudieron en masa a las primeras casas y bocacalles del pueblo. Mientras la mitad de los cazadores desplegados en guerrilla disparaban sobre ellos, la otra mitad se lanzó a la carrera a la bayoneta sobre las casas con una “serenidad inexplicable”, matando a algunos piratas y rechazando al resto al interior del pueblo. Uno de los primeros muertos fue el general húngaro Pragier, que era el segundo al mando de Narciso López. Los cazadores aguantaron con firmeza el nutrido tiroteo que caía sobre ellos, dando muestra de su valor y entereza; pero el enemigo se había parapetado en una cerrada empalizada con aspilleras que había construido en el interior de las calles para la defensa del pueblo, por lo que la compañía no pudo proseguir el avance y se vio obligada a retroceder. En el ataque murió el comandante Francisco Nadal, segundo jefe del regimiento de León.
Mientras tanto, el general envió las otras compañías por la izquierda para tratar de proteger el ataque de la compañía de cazadores, estableciéndose un “vivísimo fuego por ambas partes”. En vista de que los piratas se hallaban protegidos y los españoles estaban al descubierto sufriendo numerosas bajas, el general ordenó la retirada tratando con ello de atraer al enemigo a terreno abierto. Los piratas, en efecto, salieron en persecución de los españoles, y fue el momento en que el general aprovechó para ponerse al frente de las tropas y ordenar un feroz ataque a la bayoneta que causó a los piratas diez muertos vistos en el acto y les hizo retroceder. Varios soldados lograron entrar en el pueblo y mataron a algunos piratas. El ímpetu del ataque hizo que la mayor parte de los filibusteros huyeran y abandonaran el pueblo hacia la sierra; pero aquellos que se quedaron lo hicieron atrincherados en la empalizada, que las tropas españolas no pudieron tomar.
Debido a las bajas sufridas y a la igualdad de fuerzas entre atacantes y defensores, el general Enna ordenó la retirada para acampar en un lugar cercano llamado el Corralillo situado entre el Morrillo y las Pozas para cortar cualquier suministro que les llegase a los piratas desde la playa. Allí dio descanso a las tropas, que llevaban 30 horas sin parar, curó a los heridos y enterró a los muertos. Los piratas quedaron encerrados en las Pozas sin que se atrevieran a salir de su posición.
En esta acción de las Pozas el general Enna sufrió 142 bajas: un comandante y treinta y tres soldados muertos y trece oficiales y noventa y cinco soldados heridos[11]. Los piratas perdieron 53 hombres entre muertos y heridos; aparte de la muerte del general Pragier, ya citada, el coronel Downman fue unos de los heridos.
Mientras permanecía acampado en el Corralillo, el general Enna empleó ese día y los siguientes en trasladar las bajas a Bahía Honda.
Tras despedirse del general Enna, el comandante Villaoz salió de la taberna del Corralillo a las 07:00 horas del 13 de agosto al frente de las compañías de granaderos y cazadores del regimiento de la Reina, la compañía de cazadores del regimiento de Barcelona y una sección de Lanceros del Rey. Con esta fuerza se dirigió hacia la tienda que existía en el lugar llamado la Tabla de Agua, a mitad del camino entre el Corralillo y la playa del Morrillo, donde se encontraba el grupo de unos 160 piratas que había dejado López a cargo y traslado de los efectos logísticos que habían desembarcado[12].
Puso en vanguardia a la compañía de cazadores de la Reina, que era conducida por los mejores prácticos que tenía el comandante. Pero estos se equivocaron y condujeron a la compañía por una vereda más corta que la amplia y más larga que llevaba detrás el comandante con el resto de su columna. A la media hora de marcha la compañía de vanguardia llegó a la pequeña plazuela donde se hallaba la tienda. Allí estaba descansando la compañía pirata del capitán Carr que, al ver a los cazadores, se establecieron en defensiva y dispararon sobre ellos. Se estableció un fuerte tiroteo y finalmente los piratas cargaron sobre los españoles.
El comandante Villaoz escuchó los disparos a su izquierda desde la senda que llevaba y se encaminó a toda prisa hacia ellos. El comandante llegó a la plazuela del Morrillo cuando el fuego había cesado y los piratas cargaban contra los cazadores de la Reina. Sin dudarlo, el comandante se puso al frente de los granaderos de la Reina, que venían inmediatamente detrás de él, cargó a la bayoneta sobre los piratas, les hizo cinco muertos y les hizo retroceder hasta la casa de la tienda, donde se encerraron.
El comandante quiso aprovechar ese momento de confusión y tratar de entrar en la tienda y apoderarse de ella, pero un grupo de piratas que había detrás de una estacada entró en la tienda para reforzar a sus compañeros, por lo que tan solo puso apoderarse de una segunda casa que había junto a la tienda ocupada por los piratas.
El comandante decidió rodear la tienda y establecer un perímetro como a un tiro de piedra. En la casa que capturó dejó la compañía de cazadores de Barcelona, al mando del Andrés Lamier, y junto a ella a los lanceros al mando del alférez Nicolás Vivas; la compañía de granaderos de la Reina desplegó en guerrilla al frente y los costados. El comandante permaneció en reserva con la compañía de cazadores de la Reina. Disparados constantemente por los españoles, los piratas trataron de salir de la tienda en tres ocasiones, y en las tres fueron rechazados por los cazadores de la Reina.
El comandante carecía de fuerzas suficientes para cerrar convenientemente el cerco por la espalda de la tienda, por lo que envió un oficial al general Enna para pedir que le enviara alguna fuerza más. Pero en ese momento llegó un paisano con la orden del general de regresar para unirse a él en el ataque sobre las Pozas, por lo que el comandante Villaoz tuvo que renunciar a su ventaja sobre los piratas y abandonar la posición.
En la acción del Morrillo los españoles sufrieron 41 bajas: un oficial y quince soldados muertos y veinticinco soldados heridos[13]. Los piratas sufrieron entre veinte y veinticinco muertos y heridos.
Al ver la marcha de los españoles, los piratas abandonaron el lugar en dos grupos, uno que se dirigió a refugiarse con sus compañeros en las Pozas, y otro que huyó hacia la playa. De las tres compañías que López había dejado en la playa, tan solo una llegó a las Pozas, que fueron unos cuarenta hombres al mando del capitán Kelly.
De los que se dirigieron a la playa del Morrillo, cincuenta piratas norteamericanos lograron llegar a ella e internarse en el mar en unas lanchas. Pero fueron avistados por el vapor “Habanero”, donde iba embarcado el comandante general de Marina, que estaba tratando de apresar el vapor “Pampero”, que se había dado a la mar nada más finalizado el desembarco. El vapor apresó a los piratas americanos y los condujo a la Habana, donde fueron fusilados el 16 de agosto en la falda del castillo de Atarés.
El capitán Jaraquemada, del cuerpo de Estado Mayor, regresó al Morrillo al mando de una pequeña partida de Infantería y seis lanceros; recorrió el terreno durante la noche del 13 y mañana del 14 de agosto, y recogió las cajas de fusiles de jadas por los piratas, gran parte de la munición y dos banderas abandonadas; asimismo, encontraron a siete piratas, dos de ellos resultaron muertos en el encuentro y el resto hechos prisioneros.
Tras los combates del Morrilo y las Pozas el desaliento comenzó a cundir entre los piratas. Atacados por las tropas españolas, con graves pérdidas entre muertos y heridos, reducido su número a entre 250 y 300 hombres y sin recibir las simpatías que creían que encontrarían en el país, Narciso López decidió internarse en el interior y dirigirse hacia Pinar del Río. Para ello los piratas abandonaron el pueblo de las Pozas el 13 de agosto por la noche en completo silencio, dirigiéndose a los sitios de Cacarajícara y Cotaure, distantes unos 15 kilómetros.
En la tarde del día 13 el coronel Morales recibió en Cayajabo un parte del gobernador de Bahía Honda en el que le informaba del fracaso del ataque del general Enna, por lo que el coronel decidió partir inmediatamente sobre las Pozas, atravesando para ello la Loma del Cuzco. Puesto en camino, recibió orden del general Enna de marchar a Bahía Honda, por lo que el coronel Morales, sabedor de la existencia en Cabañas, distante unos 20 kilómetros, de unas goletas para el transporte de personal, se dirigió a esta localidad, a la que llegó en cuatro horas sin dejar a nadie por el camino. Allí descansó media hora para “dar pan y vino a su tropa”, embarcó la infantería en cuatro pequeñas embarcaciones y envió la Caballería por tierra.
Sobre las 12:00 horas del 14 de agosto el coronel Morales tenía reunida de nuevo a toda su columna en Bahía Honda, ahorrando de esa manera un día de marcha. Dio rancho a la tropa y a las 15:00 horas emprendió la marcha a San Miguel de Caldereteros, donde llegó dos horas después. Mientras la columna acampaba, el coronel se adelantó al Corralillo para entrevistarse con el general.
El coronel informó al general Enna que durante su estancia en Bahía Honda había llegado en el vapor “Pizarro” una nueva columna, denominada "Segunda Columna" de cuatro compañías de Infantería y cuatro piezas de montaña al mando del brigadier Martín Rosales, enviada por el capitán general en cuanto se le informó de las acciones de las Pozas y el Morrillo:
El general envió un mensaje al brigadier Rosales para que se situase con su columna en las Pozas, mientras que ordenaba al coronel que marchase con su columna sobre Cacarajícara y atacase a los piratas en esta localidad desde el sur para obligarles a retroceder sobre las fuerzas del general Enna y el brigadier Rosales.
El coronel llegó a medianoche a San Miguel, formó su columna y emprendió la marcha en la madrugada del 15 de agosto. El camino fue bastante duro por la “malísima calidad del terreno y la espesura del bosque”. A pesar de ello, consiguió llegar a la vista de Cacarajícara antes del amanecer. Su vanguardia sorprendió a cinco enemigos, cuatro dormidos y uno de vigilancia, y cuando el coronel iba a mandar efectuar el ataque cayendo de improviso sobre el grueso de los piratas, fue informado que éstos habían abandonado el lugar por la noche en dirección a Bellavista, a unos siete kilómetros de Bahía Honda. El coronel dirigió su columna al rancho de Lucas; allí “pasó por las armas con arreglo a las órdenes vigentes a los cinco piratas aprehendidos”, y ordenó asar un buey para dar de comer a su gente.
A otros siete kilómetros desde Bellavista y hacia el interior de la sierra se encontraba la hacienda de San Diego de Tapia, que pertenecía a un tal Villaverde, hermano de uno de los individuos más comprometidos con la conspiración contra España y muy adicto a ella según la opinión pública. El coronel supuso que los piratas se dirigirían a aquel punto, por lo que decidió marchar directo en esa dirección, atravesando para ello la escarpada sierra de Cacarajícara, que los habitantes del país consideraban no transitable ni siquiera a caballo.
“Los machetes de los guajiros y los sables de los gastadores, allanaron las dificultades” del camino y la columna llegó a la hacienda de San Diego de Tapia antes de que dieran las 16:00 horas del 15 de agosto. Tras recibir varias versiones contradictorias sobre la posición de los piratas, el coronel dejó a la tropa descansar y comer mientras enviaba exploradores por la zona. Las noticias que obtuvo el coronel Morales eran que los piratas, en su marcha hacia San Diego de Tapia, estaban en el ingenio del Vigia, hacia el este, por lo que el coronel decidió salir a su encuentro, emprendiendo la marcha a las 02:00 horas del 16 de agosto hacia este lugar. Mientras caminaban los quince kilómetros que les separaban de este ingenio, el coronel envió una vanguardia a reconocer el ingenio de la Unión, donde sabía que los piratas habían estado la tarde anterior; los exploradores encontraron “despojos recientes” que confirmaron las noticias que tenía el coronel.
El coronel decidió caer sobre el enemigo esa misma tarde; para ello dio un pequeño descanso a la tropa, “con alimento y aguardiente”, y reanudó la marcha, seguro de encontrar pronto la retaguardia de los piratas en un lugar llamado la Ceiba. Fue en ese momento cuando el coronel recibió un mensaje con la orden del general Enna de que se dirigiera inmediatamente a la ensenada de la Mulata, lugar situado junto a las playas del Morrillo y distante unos 40 kilómetros, donde estaba verificándose un nuevo desembarco filibustero, mientras que el general y el brigadier seguirían con sus columnas tras las huellas de López en la zona de Bahía Honda y la sierra. El coronel se vio obligado a abandonar la persecución del enemigo, sobre quien estaba a punto de caer, y retroceder a San Miguel para dirigirse desde allí a la Mulata.
Al llegar a San Miguel el coronel supo que no existía tal desembarco filibustero, por lo que retrocedió a Bahía Honda en busca del general. Allí, siguiendo las órdenes de éste, dejó a los Rurales en el territorio para que persiguieran a los piratas que andaban dispersos por la zona, se embarcó junto con su Infantería en el vapor “Habanero” y navegó en él hasta Cabañas, a donde marchó la Caballería por tierra. La columna se reunió de nuevo en este punto a las 16:00 horas del 16 de agosto, y prosiguió su marcha hacia Cayajabo, donde llegó a las 14:30 horas del 17 de agosto. En estos cuatro días, su columna recorrió (y navegó) 160 kilómetros por un territorio complicado.
Mientras tanto, las columnas del general Enna y el brigadier Rosales habían salido el 15 de agosto de las inmediaciones de Bahía Honda en persecución del enemigo hacia la Ceiba y el cafetal de Labón, donde pernoctaron el 16 de agosto. A las 04:30 horas de la madrugada del 17 de agosto salieron ambas columnas por diferente camino con intención de caer juntas sobre Frías, un cafetal que había sido propiedad de López, donde se encontraba ahora este traidor con sus piratas en esos momentos.
Ya hemos dicho que la intención de Narciso López al abandonar el pueblo de las Pozas era dirigirse hacia Pinar del Río; pero por un error del práctico que les guiaba o por malicia del mismo, López y su “gavilla” de piratas acabó en el cafetal de Frías, que era el sitio donde los exploradores del general Enna le localizaron.
El general Enna llegó primero al lugar con su columna, comenzó los preparativos del ataque y expidió órdenes para el brigadier Rosales; cuando el JEM de éste, comandante López Francos, las recibió, la fatalidad quiso que otra columna española, ajena completamente a estas dos, atacase a los piratas. Se trataba de la columna del teniente coronel Antonio Senespleda, del regimiento de Lanceros del Rey nº 1, del distrito de Mariel, organizada en Guanajay, que perseguía al enemigo sin saber nada de las dos anteriores.
El teniente coronel Senespleda cargó con sus lanceros sobre los piratas. Al percatarse de la aproximación de los lanceros, el grueso de los piratas se retiró del lugar por un camino que se dirigía hacia el cercano cafetal Dantín, parapetados y “a cubierto de una cerca de piedra ”[14]. Mientras, un pequeño destacamento protegía la retirada y recibía a los lanceros con un “vivo fuego” que obligó al teniente coronel a retirarse.
Al observarlo, el general Enna decidió cortar la retirada del grueso y se puso al frente de una guerrilla de veinte cazadores de la Reina para marchar sobre el flanco del enemigo. Con ellos se lanzó a caballo el primero sobre la cerca de piedra y llegó a detener a los piratas, pero en su acción recibió una “bala fatal” que le produjo una herida grave en el vientre. El general se sostuvo a caballo un tiempo, pero finalmente tuvo que ser llevado a la casa más cercana, donde moriría al poco tiempo.
La caída del general 2º cabo desbarató el ataque combinado de las dos columnas y afectó negativamente a la moral de las tropas. Mientras el cadáver del general Enna era llevado a la Habana, el brigadier Morales tomó el mando de las dos columnas y ordenó que las compañías de preferencia de la columna del general Enna quedasen en Frías, mientras organizaba el traslado de los heridos a la Candelaria y marchaba con el resto de la tropa hasta el ingenio de la Carambola.
En la acción de Frías los españoles sufrieron 41 bajas: un oficial y ocho soldados muertos, y dos oficiales y treinta soldados heridos[15].
Narciso López y sus piratas lograron escapar del encuentro con los españoles; no obstante, entre las bajas ocurridas durante el combate y los rezagados su fuerza quedó reducida a unos 220 hombres, con los que López se dirigió hacia las lomas de Cuzco para cruzarlas y tratar de descansar en la hacienda del Brujo.
El coronel Morales fue informado en Cayajabo del resultado del encuentro en Frías y de la muerte del general Enna, pero no de la dirección tomada por el enemigo ni por las columnas del brigadier Rosales, por lo que se puso en marcha hacia Frías en busca de noticias. Al poco, un paisano le informó que había visto piratas marchando cerca de la costa, por el Camino Real del Norte entre Cabañas y Bahía Honda, por lo que el coronel varió su marcha y puso rumbo hacia Cabañas.
A las 11:00 horas del 18 de agosto el coronel Morales se hallaba en Cabañas dando un rancho a su tropa. Allí recibió la noticia de que una veintena de piratas había atacado una familia a ocho kilómetros de San Diego de Nuñez en dirección a Cabañas, y que parecía que se dirigían a internarse en la sierra de las lomas de Cuzco. El coronel partió inmediatamente de Cabañas en persecución del enemigo y llegó al ingenio de San Agustín antes del anochecer, donde recibió la confirmación que los piratas habían ocupado las haciendas del Brujo y el Roble, en las lomas del Cuzco.
Mientras ocurría todo esto, el capitán general había organizado tres nuevas columnas. En la ciudad de Pinar del Río, al suroeste de la provincia, y a unos 110 kilómetros de distancia de Bahía Honda, el coronel don Ángel Elizalde, primer jefe del regimiento de Infantería "España" nº 5, había organizado una nueva columna, la "Cuarta Columna", con cuatro compañías de su regimiento, caballería y artillería:
El coronel Elizalde se dirigió con su columna hacia Bahía Honda pasando por Consolación del Sur y Consolación del Norte.
El teniente coronel don Francisco González de Terán quedó al mando de una columna, la "Quinta Columna" de tres compañías y caballería:
El coronel del teniente coronel don Félix Sánchez, primer jefe del regimiento de la "Corona" nº 12, organizó la "Sexta Columna" con cuatrocientos hombres de su regimiento y veinticinco lanceros del Rey nº 1, que estableció entre San Cristóbal y Candelaria.
Al conocer estas noticias, el brigadier Rosales decidió un nuevo despliegue de las fuerzas:
El coronel Morales abandonó su marcha sobre el Brujo a las 02:00 horas del 19 de agosto desde el ingenio de san Agustín para dirigirse al sur, cruzando la sierra, hacia San Cristóbal. La marcha fue bastante penosa, pues se declaró un furioso temporal sobre la provincia con una fuerte lluvia que les obligó a atravesar “ríos y barrancos con agua hasta la cintura y caminos, o mejor dicho, sendas difíciles y penosas”; a las 16:00 horas del 20 de agosto el temporal arreció, y el estado de la tropa era tan lamentable que se vieron obligados a parar en una hacienda abandonada llamada “El Campo”. Estaban a ocho kilómetros de San Cristóbal, y el coronel envió aviso al teniente coronel Sánchez para marchase sobre Herrera. Pero ninguna de las dos columnas pudo atravesar el rio de San Cristóbal por lo excesivo de su corriente, por lo que nada pudieron hacer contra los piratas, que seguían huyendo y refugiándose en la sierra.
El temporal siguió el 21 de agosto, y aun así el coronel Morales reanudó la marcha con su columna. Pero el mal estado del terreno y la inclemencia del tiempo le obligó de nuevo a suspenderla y refugiar a la tropa en el cafetal de la Pluma. Allí recibió noticias de que los piratas se habían refugiado de nuevo en la sierra.
El 21 de agosto, la columna del coronel Elizalde salió bajo la lluvia a las 04:30 horas desde Bahía Honda hasta su punto de destino en San Cristóbal. Al llegar al ingenio de Quiñones fue informado supo que los piratas, cuyo número había descendido y no llegaban ahora a doscientos, ocupaban la hacienda de la Candelaria, en la zona de las lomas del Aguacate, distante unos cinco kilómetros. El coronel Elizalde se dirigió a este punto con intención de acometer al enemigo, llegando al mismo sobre las 07:00 horas.
La columna llevaba en vanguardia al jefe de Estado Mayor don José Inza, quien dirigía los exploradores; le seguía una partida de cazadores al mando de un oficial. El resto de los cazadores y la compañía de granaderos marchaba detrás llevando al coronel Elizalde al frente. A continuación, marchaba el mayor comandante del regimiento, don Salvador Alverniz, una compañía de fusiles, la artillería, la caballería y el equipaje, cerrando la marcha la otra compañía de fusiles. Así se llegó frente a la hacienda de la Candelaria, atravesando los maizales y un río con agua hasta la cintura.
El comandante Inza atacó a la bayoneta con los exploradores y algunos cazadores matando al centinela y siguiendo hasta la casa donde se encontraban los piratas confeccionando el almuerzo. Detrás de ellos se reunió la compañía de cazadores, que se tendió en guerrilla para cercarla. El coronel formó la compañía de granaderos en columna y, “puesto a su frente“, cargó a la bayoneta al grito de “¡Viva España!”, “obligando a huir a los enemigos y a dispersarse en todas direcciones por los bosques y trochas que circundan el sitio.”
El comandante Alverniz flanqueó por la derecha con las compañías de fusiles para que las compañías de preferencia (granaderos y cazadores) se internasen en el bosque y las veredas en busca de piratas dispersos en medio de un “horroroso tiempo de agua y viento”. La batería a lomo emplazó una pieza a tiempo e hizo dos disparos sobre el mayor número de los enemigos que huía, causándoles numerosos bajas; la caballería, al mando del comandante de Lanceros del Rey Juan de Mata Ramos y el capitán Felipe Lázaro, se empleó para perseguir a los huidos. La persecución duró hasta que la espesura del monte y la manigua lo impidieron, regresando las tropas a la hacienda a refugiarse del mal tiempo.
En la acción de la Candelaria los españoles sufrieron 23 bajas: ocho soldados muertos, y el coronel Elizalde, dos oficiales y doce soldados heridos. Los piratas sufrieron “sesenta muertos sobre el campo”[16]. Tras el combate, la columna retrocedió hasta Bahía Honda para dejar a los heridos, donde se refugió a causa de la lluvia. El brigadier Rosales había oído el ruido de los disparos y destacó una compañía de cazadores de Galicia, pero regresó sin noticias el enemigo.
Un centenar de los piratas huidos tomó el camino del Rosario en dirección a Herrera y san Cristóbal. Un tercio iba desarmado; permanecieron en el monte varios días, sin comer más que un caballo que llevaban y algunos maíces y plantas silvestres que recogían por el camino.
Tras recibir noticia de la dispersión de los piratas en la Candelaria, el coronel Morales, detenido en la Pluma por el temporal, ordenó el 23 de agosto al teniente coronel Sánchez que marchase con su columna por el camino del Rosario en persecución de un grupo de unos 150 piratas, que “debían salir al llano por aquella parte”, mientras que él retrocedía sobre Candelaria y Vigía en persecución del resto. A las 02:00 horas del 24 de agosto, el coronel Morales encontró un grupo de piratas, dispersándolos y matándoles siete de ellos.
Tras este último encuentro los piratas supervivientes se encontraban dispersos y aislados, por lo que su persecución requería el fraccionamiento de las columnas y la cooperación de los paisanos habitantes de la zona. Éstos se habían mantenido fieles y habían prestado a las columnas todo tipo de servicios y auxilios, especialmente los de prácticos, exploradores y guerrillas.
Los habitantes de la jurisdicción de Bahía Honda, que comprendía la sierra de Aguacate y las poblaciones de San Diego Núñez y Pozas, junto con los jinetes Rurales dejados por el coronel Morales y el destacamento de la jurisdicción, habían capturado y pasado por las armas un centenar de piratas.
Entre el 25 y el 26 de agosto las columnas del coronel Morales y el brigadier Rosales capturaron otros 37 piratas en las inmediaciones de la hacienda del Roble. El brigadier, visto el lamentable estado de los presos, la desarticulación de los grupos de piratas y “que ha sido satisfecha la vindicta pública con los severos castigos que se han impuesto a cuantos individuos han sido aprehendidos hasta hoy”, concedió el indulto a los apresados y dio cuatro días de plazo para la presentación del resto, todo lo cual fue confirmado por el capitán general.
El 27 de agosto el coronel Morales recibió orden del capitán general de tomar el mando de todas las tropas en el terreno para hacer una batida general con objeto de capturar al traidor López. A tal objeto, un millar y medio de soldados se organizaron en organizaron en once grupos para rastrear el terrero, siendo auxiliados en esta tarea por un numeroso grupo de paisanos que se unió a las columnas. Ese día, el teniente coronel Sánchez, operando desde el sur, alcanzó a los piratas en un desfiladero de la sierra del Rosario, y sin darles tiempo a organizarse, les cargó a la bayoneta causándoles quince muertos y dispersando el resto. Continuada la batida por la sierra, lograron capturar hasta noventa piratas antes de acabar el día.
Mientras esto ocurría, el coronel Morales operaba en la parte norte de aquellas sierras. Convencido de que López no se hallaba en esa zona, recibió noticias de que el traidor se hallaba en la hacienda del Toro, en la sierra de Rangel, junto con seis o siete individuos de los más adictos, por lo que a las 14:00 horas del 29 de agosto, atravesó esta sierra marchando sobre los 15 kilómetros de penosísimo camino en tres horas y media, llegando a San Cristóbal a las 17:30 horas. En esta jurisdicción se habían fusilado 41 piratas y, tras el indulto del brigadier Rosales, capturado otros 70.
Narciso López vagaba por aquellos montes acompañado por tan solo una docena de partidarios; sin embargo, cuando fue capturado tan solo le seguían siete. El 29 de agosto López se encontraba en algún punto entre las sierras de Rangel y Limones cercano a alguna de sus haciendas. En la curva que hace el camino de Pinar del Río en Pinares de Rauger se había apostado una partida de dieciséis paisanos que estaba al mando de un cabo de ronda llamado Antonio Santos Castañeda, vecino de San Cristóbal y destinado como explorador de las columnas militares.
Por la tarde de aquel día vieron aparecer a unos piratas por el camino. La partida se lanzó sobre ellos al grito de “¡Viva España!”. Los piratas huyeron dejando solo a uno de ellos, que resultó ser Narciso López, quien consideró cobardía echar a correr. El otro cabo de ronda miembro de la partida, Pancho Cea, se echó sobre López y comenzaron a pelear cuerpo a cuerpo. En el momento en que López iba a disparar su pistola contra Cea llegó Castañeda y puso a López un machete en el pecho. López pidió que no le matasen, y se entregó[17].
El resto de los compañeros de López también fueron capturados al poco tiempo. Los prisioneros fueron entregados al primer comandante graduado de coronel don Ramón Lago, que había recibido el mando de las cuatro compañías de preferencia de León y Barcelona para la batida en la zona, y fueron conducidos aquella noche a la Candelaria. La feliz noticia le llegó al coronel Morales a las 18:30 horas.
El capitán general ordenó conducir a López a Mariel y después a la Habana, dejar unas pocas tropas para perseguir a la veintena de piratas que aún debían de seguir en las sierras, y que el resto se retirara a la Habana para “presenciar la ejecución de la sentencia de muerte en garrote vil que le estaba impuesta”, pues se le consideró traidor e indigno de ser fusilado. El 31 de agosto el capitán general hizo publicar el siguiente bando en la Habana :
“Habitantes de esta ciudad.
“A las siete del día de mañana expiará en un patíbulo el traidor Narciso López los horrendos crímenes que ha perpetrado y de que es responsable a la Nación Española. Al tener efecto este solemne acto deseo que se observe en él toda la mesura y circunspección que debe acompañar la acción de la justicia y que es propia y peculiar de la gravedad del carácter español. Espero por tanto que cuantos individuos presencien dicha ejecución guarden el decoro y moderación debida, pues que un profundo silencio en estos casos es el más elocuente testimonio con que debe revestirse el imponente espectáculo que presenciará esta ciudad.”
“Habana, 31 de agosto de 1851.- José de la Concha".
La Orden de la Plaza de ese día decía lo siguiente[18]:
“Por superior decreto del Excmo. Sr. Gobernador y Capitán General ha sido condenado a la pena de garrote vil D. Narciso López que capitaneaba una gavilla de piratas que desembarcaron en la mañana del 12 del actual en el punto llamado las Playitas a sotavento de esta capital; y debiendo efectuarse dicha ejecución a las 7 de la mañana del 1º de septiembre, las tropas de todas las armas de la guarnición de esta plaza y fuertes exteriores concurrirán con la anticipación debida al campo de la Punta donde se halla situado el patíbulo para la formación del cuadro; debiendo el Regimiento de Galicia colocarse al frente de aquel, llevando la bandera. Los demás cuerpos asistirán con toda la fuerza que tengan disponible, tomando la derecha la Artillería y seguidamente Ingenieros y los demás piquetes sin distinción de lugar se les designará el que hayan de ocupar. A la caballería se le dará la colocación que convenga por el Sr. Brigadier Teniente del Rey de la Plaza que mandará las tropas teniendo a sus órdenes dos oficiales del cuerpo de E.M. de este ejército e igual número de Ayudantes de la Plaza.
El 1 de septiembre López fue ejecutado a la hora señalada. La Orden General de ese día decía lo siguiente[19]:
“Soldados:
“El enemigo que osó pisar el suelo que vosotros defendéis ya no existe. Esos piratas que indignamente intentan arrebatarnos esta preciosa parte de la Monarquía Española han exaltado el sentimiento de nacionalidad tan vivo siempre en vuestros corazones y los han hecho superiores si cabe a lo que habéis sido en otras épocas. Cuando visteis despreciadas vuestra bandera y ofendido el honor de la patria, nada pudo arredrar vuestra constancia. Las Pozas, la Candelaria, el Rosario, puntos antes desconocidos, son ya memorables por haber presenciado vuestro valor. Habéis hecho marchas admirables, sin reparar en las asperezas de intransitables sierras, ni el sol abrasador, ni la furia del temporal, y como esos torrentes que acabáis de ver despeñarse de las montañas, así habéis caído sobre el enemigo hasta aniquilarlo. Soldados, estoy satisfecho de vosotros. En nombre de la Reina os doy las gracias.
“Habana, 1 de septiembre de 1851.- José de la Concha."
En uno de los informes que el capitán general remitió al gobierno hacía elogios del comportamiento de las tropas, que “han sobrellevado las fatigas, los temporales y la fuerza de este sol abrasador con la alegría y constancia propia de los soldados españoles”.
La expedición de Narciso López acabó en un desastre total. De los 484 piratas desembarcados a las órdenes de Narciso López solo se salvaron 147, que fueron indultados y enviados al presidio de Melilla[20]. 121 de ellos fueron conducidos por la fragata mercante “Primera de Guatemala”.
Las bajas españolas varían en función del parte que uno analice. Por lo tanto, nos referiremos al estadillo de bajas que se incluye en el informe del capitán general correspondiente al mes de agosto dirigido al gobierno. Las tropas españolas sufrieron 248 bajas: un general, un comandante, dos oficiales y sesenta y cuatro muertos; un coronel, diecisiete oficiales y ciento sesenta y dos soldados heridos[21].
El 7 de octubre el capitán general concedió las siguientes recompensas por las acciones del Morrillo y Frías, que fueron refrendadas por la Reina[22]:
A los quince miembros de la partida de Jose Antonio Castañeda, que fueron quienes detuvieron a López, se les concedió la cruz sencilla de María Isabel Luisa. La misma cruz, pero pensionada, se concedió a su jefe Castañeda.
El comportamiento de la población civil fue encomiable, y sobre el papel nada parecía presagiar la tormenta que se cerniría sobre la isla diecisiete años después. En la Habana se inició una suscripción patriótica en favor de las familias de los muertos y heridos en la campaña, que se corrió como la pólvora por toda la isla, de manera que el informe mensual fechado el 31 de septiembre se habían recogido 150.000 pesos, “quedando aún mucho por recolectar.”
Además de participar en las columnas de operaciones como prácticos, exploradores y personal auxiliar, la población ofreció costear a su cargo acémilas de carga para el ejército, raciones de galleta “y etapa”, y aves de todo tipo para alimentar a los enfermos. Los vecinos de Villa Clara y Bahía Honda ofrecieron tres casas y más de un centenar de camas a modo de hospitales de sangre para los heridos. El propietario de la goleta “Magdalena”, don Pedro Lacoste, la ofreció al capitán general durante dos meses sin coste alguno; fue la goleta remolcada por el vapor “Pizarro” que transportó las tropas de caballería del general Enna desde la Habana hasta Bahía Honda. El alcalde de San Antonio ofreció el sostenimiento a su costa del 7º escuadrón de Milicias Rurales de Fernando VII, localizado en esa ciudad[23].
“Deseoso de apreciar por sí mismo” los escenarios de las operaciones, las fatigas de la tropa y recompensar de alguna manera el fiel comportamiento de los habitantes, el capitán general salió a medianoche del 10 de septiembre, acompañado de su JEM, coronel Morales, y del jefe de Ingenieros, para visitar la zona y recorrer el territorio hasta el 14 de septiembre. Visitó Cabañas, Bahía Honda, las Pozas, el Vigia, Candelaria (delirio y entusiasmo), San Cristóbal, Guanajay y San Antonio de Baños. En todas estas localidades fue recibido por los notables y el vecindario con auténtico delirio y entusiasmo, entre aclamaciones, ovaciones espontáneas y vivas a España y a su majestad la Reina. Los vecinos de los puntos por donde pasaba se iban agregando a la comitiva del capitán general, de forma que cuando regresaba a la Habana llevaba una escolta improvisada de cerca de un millar de campesinos y paisanos a caballo[24].
El fusilamiento de los 50 filibusteros norteamericanos en la falda del castillo Atarés el 16 de agosto y las noticias del éxito del desembarco de Narciso López en la provincia de Pinar del Rio causaron tal impresión en Nueva Orleans y en los estados del Sur, de donde eran la mayoría de los ajusticiados y en donde se pusieron en circulación los bonos “revolucionarios” cubanos, que fueron causa de unos importantes desordenes contra las personas y bienes españoles de esta ciudad[25].
Los revolucionarios hostiles a España que vivían en Nueva Orleans instigaron a la plebe a una venganza “tan ruidosa como denigrante para una nación civilizada”. La turba invadió las casas y establecimientos industriales de ciudadanos españoles allí asentados, matando a algunos de ellos. La imprenta del periódico La Unión, que defendía en la vecina república la causa española, fue asaltada, destrozada y sus redactores buscados y perseguidos para matarlos. La casa del cónsul español fue también asaltada y destrozada; el cónsul tuvo que esconderse y huir de la ciudad, para posteriormente zarpar para la península; el pabellón de Castilla fue arriado, arrastrado por el lodo y quemado públicamente; igual suerte corrieron los retratos de la Reina y del capitán general de Cuba.
El general Hutson llamó a la población a las armas contra España y a formar una nueva expedición de entre cuatro a seis mil hombres contra Cuba para “vengarse la sangre de sus hermanos los piratas”. Se inició una suscripción pública para recolectar fondos, armas, municiones y víveres. Según parece, el gobierno de Washington era ajeno a esta iniciativa del general. Tras las notas de protesta del gobierno de España y las negociaciones que siguieron, los americanos aceptaron indemnizar al cónsul y considerar a los españoles agraviados en Nueva Orleans como ciudadanos naturales de la república norteamericana a los efectos de presentar las oportunas demandas en los tribunales de la Unión.
Informado de los desórdenes y planes de invasión llegados desde Nueva Orleans, el capitán general inició los preparativos para enfrentarse a una posible nueva agresión pirata, dando órdenes a los mandos de las tropas de “obrar con circunspección y arrojo sin perder de vista la necesidad de asegurar el éxito de sus operaciones”. Para ello:
Cuando se confirmó que la nueva expedición filibustera de Nueva Orleans se disolvió por falta de personal, las tropas de Cuba volvieron a sus acuartelamientos, si bien el regimiento de España quedó acantonado en Guanajay.
El fracaso de Narciso López se debió a que los partidarios de la independencia de Cuba o la anexión a los Estados Unidos no mostraron a las claras su compromiso con la causa. También influyó en su contra el hecho de que la mayoría de los hombres que desembarcaron con él eran extranjeros, muchos yanquis, que no concitaban las simpatías de la población local. Por otra parte, las noticias de los fusilamientos provocaron un ánimo contrario a España en el público norteamericano, que aprovechó el general Houston para anunciar una nueva expedición de 5.000 hombres contra Cuba, llegando a reunir y armar a más de 2.500 en Nueva Orleans. Pero el gobierno yanqui reconoció que España había obrado con razón y justicia y les obligó a dispersarse.
Faltaban aún diecisiete años para la rebelión de 1868, y el general De la Concha no se engañaba por el triunfo obtenido en la represión de la invasión, ni por lo que pudiera ocurrir en el futuro si se excitaban los ánimos de los españoles cubano-americanos y peninsulares en uno o en otro sentido[26]:
“Una expedición semejante no hubiera sido por sí sola sino muy despreciable. Sin embargo, ¿a qué atribuir la importancia que por todas partes se le daba? ¿En qué fundar la inquietud y la alarma que su solo anuncio había causado dentro y fuera del país?
“Despreciable por sí, como lo era aquella expedición, sabíase, no obstante, que contaba con la seguridad inspirada a los que la dirigían de promover un levantamiento general en la Isla, y aunque semejante suceso no se verificase, no podían dejar de ser funestos sus resultados. Levantamientos o sublevaciones parciales hubieran bastado a excitar las pasiones de los buenos españoles y ahondar la amortiguada pasión de la población blanca, y las noticias de aquellas sublevaciones hubieran atraído nuevas expediciones de piratas, de modo que en quince días pudiera la Isla verse convertida en un teatro de desolación; que tal será el cuadro que presente en el momento que se armen unos contra otros los hijos de una patria común, que unidos nada tienen que temer de los enemigos exteriores.
"Por mí no había la menor duda de que la inmensa mayoría del país se mantendría fiel y leal a España; pero al mismo tiempo que debía procurar a toda costa evitar o reprimir inmediatamente cualquiera sedición, por insignificante que fuese, convenía que ninguna medida arbitraria o violenta viniese a presentar como peligrosa la situación de la Isla, excitando los recelos de los buenos españoles. En aquellos momentos, nada más fácil ni nada que hubiera satisfecho tanto a los interesados en la conservación de la Isla, como un bando declarándola en estado de sitio e imponiendo, desde el primero hasta el último artículo, la pena capital, aplicada inmediatamente a cuantos pudieran ser aprehendidos con las armas en la mano, a sus auxiliares y encubridores.”
[01] Informe histórico de los acontecimientos político-militares del mes de junio de 1851. AGMM, capa 2543, subcarpeta 19.21.1, documento 1. Para seguir el relato general de los hechos, ver el informe del mes de agosto, emitido el 1 de septiembre. AGMM, caja 2543, subcarpeta 19.21.3.
[02] Escrito del de 1 de agosto de 1851 del capitán general de Cuba al comandante general de Marina. AGMM, caja 2542, carpeta 19.13, documento único, pág. 131.
[03] Ramírez Hoyos, op. cit. El capitán general, señor José de la Concha, emitió con fecha de 17 de marzo de 1859 un documento certificando los servicios prestados por el coronel Ordóñez en aquella ocasión. El general Domingo Dulce, nombrado capitán general de la isla en 1862, también reconoció la importancia del servicio prestado por el coronel Ordóñez.
[04] Fragatas Esperanza y Cortés; bergantines Habanero, Valdés y Nervión; vapores Blasco de Garay, Juan de Austria, Bazán y Pizarro; goleta Habanera. AGMM, capa 2542, carpeta 19.13, documento único, pág. 135.
[05] En los documentos, el apellido del general aparece escrito indistintamente como Enna o Ena.
[06] AGMM, capa 2542, carpeta 19.13, documento único, pág. 7-12.
[07] Expediente sobre la invasión del 12 de agosto de 1851. AGMM, caja 2542, carpeta 19.14, documento único, pág. 6.
[08] Idem, páginas 20-25, 32-34.
[09] AGMM, caja 2543, subcarpeta 19.17.1.
[10] Parte del general Ena al capitán general, fechado en el cafetal de Laborín el 16 de agosto; declaración de los prisioneros Carlos N. Horwell, Francisco A. Lainé y Diego St. Levey. Colección de los partes y otros documentos publicados en la Gaceta Oficial de la Habana referentes a la invasión de Narciso Lópes. AGMM, caja 2543, subcarpeta 19.19.2, pág. 57 a 77.
[11] Los nombres de los muertos y los heridos en la acción de las Pozas se encuentran en AGMM, caja 2543, subcarpeta 19.23.1, documento 2.
[12] Parte del comandante Villaoz al capitán general, fechado en Frías el 27 de agosto; declaración de los prisioneros Carlos N. Horwell, Francisco A. Lainé y Diego St. Levey. Colección de los partes y otros documentos publicados en la Gaceta Oficial de la Habana referentes a la invasión de Narciso Lópes. AGMM, caja 2543, subcarpeta 19.19.2, pág. 57 a 76.
[13] Los nombres de los muertos y los heridos en la acción del Morrillo se encuentran en AGMM, caja 2543, subcarpeta 19.23.1, documento 1.
[14] Informe del capitán general del 22 de agosto de 1851. AGMM, caja 2543, subcarpeta 19.19.1, documento 1.
[15] Los nombres de los muertos y los heridos en la acción de Frias se encuentran en AGMM, caja 2543, subcarpeta 19.23.2, documento 3.
[16] Informe mensual del capitán general de los acontecimientos político-militares acaecidos durante el mes de agosto. AGMM, caja 2543, subcarpeta 19.19.1, documento 7. Declaración del prisionero Laine, ya citado. Parte del coronel Elizalde fechado en Aguacate el 21 de agosto, publicado en la Gaceta Extraordinaria de la Habana el 23 de agosto. AGMM, caja 2453, subcarpeta 19.19.1, documento 2. El parte del coronel habla de treinta muertos enemigos contados, mientras que el informe del capitán general duplica esta cantidad y es quien cita la cifra de sesenta muertos.
[17] Pirala, op. cit, pág. 100.
[18] Ver el bando y al orden del 31 de agosto en “Colección de los partes y otros documentos publicados en la Gaceta Oficial de la Habana referentes a la invasión de Narciso López”. AGMM, caja 2543, subcarpeta 19.19.2, pág. 56.
[19] Ver la orden del 1 de septiembre en el “Informe mensual del capitán general de los acontecimientos político-militares acaecidos durante el mes de agosto”. AGMM, caja 2543, subcarpeta 19.19.1, documento 7.
[20] AGMM, caja 2543, subcarpeta 19.19.1, documento 7.
[21] Los nombres de los muertos y heridos se encuentran en AGMM, caja 2543, carpeta 19.23.
[22] Los nombres de todos los recompensados se encuentran en AGMM, caja 2543, subcarpetas 19.24.1 (documento 2) y 19.24.2 (documentos 2 y 3).
[23] Ofrecimientos patrióticos hechos por varios alcaldes de pueblos para contener la invasión de López (1851). AGMM, caja 2543, carpeta 19.20.
[24] Informe de los acontecimientos políticos-militares ocurridos en Cuba en el mes de septiembre de 1851. AGMM, caja 2543, subcarpeta 19.21.4.
[25] AGMM, caja 2543, subcarpeta 19.21.4.
[26] Piraal, op. cit., pág. 101.