Los franceses conquistan Hostalrich, punto de paso obligado de la carretera Barcelona - Gerona.

Antecedentes

Al inicio de la guerra, el estado del castillo era regular, por lo que la Junta de Defensa de Gerona comisionó al teniente coronel de Ingenieros don José Torras y Pellicer para poner el castillo en estado de defensa junto con su gobernador, el capitan de Infantería don Manuel O´Sullivan, del regimiento Ultonia de Infantería valona. Fue precisamente en esas fechas cuando el general Duhesme trasladó el tren de sitio desde Barcelona a Gerona por el camino del mar, para evitar los fuegos del castillo de Hostalrich, circunstancia que aprovechó el teniente coronel Torras para hacer dos grandes cortaduras en aquel camino para dificultar el avance de los franceses [01].

El castillo de Hostalrich fue evitado por el general Saint Cyr el 15 de diciembre de 1808, quien rechazó un ataque de su guarnición y los somatenes de los alrededores y continuó su marcha sorpresa sobre Barcelona, efectuada por un sendero de ovejas que bordeaba por el norte la espalda de la fortaleza, fuera del alcance de sus fuegos y que enlazaba con la carretera general [02].

Ataque de noviembre de 1809

El 1 de noviembre de 1809 el general Blake, capitán general de Cataluña, fue derrotado en Santa Coloma de Farnés, viendo con ello frustrado su intento de socorrer la plaza de Gerona, que llevaba seis meses resistiendo. Ello motivó que el mariscal Augereau iniciase una serie de operaciones contra las unidades españolas de los alrededores para truncar definitivamente las esperanzas que aún conservaban los gerundenses de recibir socorros del exterior. Uno de sus objetivos fue el castillo de Hostalrich, que había acumulado gran número de víveres y municiones con objeto de ser introducidas en Gerona.

El castillo estaba al mando del teniente coronel don Julián Estrada, del regimiento de Infantería "Iliberia", quien contaba con unos dos mil combatientes del regimiento de Iliberia y del tercio de migueletes de Gerona. También contaba con unas cuarenta piezas de Artillería servidas por un número indeterminado de artilleros al mando del comandante don Miguel López Baños. El 7 de noviembre se presentaron ante sus muros las tropas francesas quienes, en vista de la resistencia mostrada por los defensores del castillo, tan solo pudieron asaltar la población, saquearla y destruir los socorros encontrados [03].

Inicio del bloqueo de Hostalich

Tras la conquista de Gerona por los franceses, el mariscal Augereau debía limpiar la última resistencia que quedaba en el camino a Barcelona: el castillo de Hostalrich. Con ello expulsaría a los españoles de la franja marítima catalana, los obligaría a refugiarse en la montaña y dejaría expedito el camino de Francia para la circulación de tropas y abastecimientos.

El 13 de enero de 1810 se presentó ante la fortaleza la brigada Mazzuchelli, de unos 3.000 hombres [04], por las alturas de Coll-furní con la misión de iniciar los trabajos de sitio y construir un camino que permitiera rodear la fortificación por el norte. Se establecieron en las alturas de Masanas, no distante de la fortaleza, y en el estribo contrapuesto a la villa entre ésta y la altura de Masanas. Fueron disparados desde la fortaleza y los puestos avanzados del castillo con objeto de averiguar el número de enemigos y reconocer sus intenciones y recursos. Los italianos comenzaron enseguida a trabajar en el camino, diseñado por el coronel de Ingenieros París, desde un puente que se echó sobre el Coloma y la altura ocupada por los italianos, hasta las alturas de San Jacinto y Grións para, cruzado el Arbucias al pié de Grions, unirse a la carretera general sin quedar en todo su trayecto dentro del alcance de la artillería del castillo.

El trabajo era penoso y recaía exclusivamente en los soldados italianos, ya que la población civil de las masías de los alrededores había desaparecido. Por su parte, las avanzadas de migueletes de dentro y fuera de Hostalrich realizaron diversos ataques para estorbar los trabajos. Por ello se hizo necesario traer más tropas que aportasen mano de obra auxiliar, de modo que el 17 de enero se presentaron procedentes del campo de Vich las brigadas de Palombini y Fontana, ambas de la división del general Pino. De este modo se congregaron frente a Hostalrich un número similar de fuerzas que lo habían hecho en noviembre del año anterior. Entre el 18 y el 20 de enero los defensores observaron el número de carros, piezas de artilería y material de campamento que iban trayendo los italianos, por lo que no quedó duda alguna de sus intenciones de sitiar la fortaleza. No obstante, observaron a varios oficiales de Ingenieros enemigos reconociendo en sitios diferentes, con lo que concluyeron que las tropas enemigas preparaban el paso de algún convoy importante fuera del alcance de la artillería española.

La guarnición se aprestó a la defensa del castillo y de la población, siguiendo el espíritu del teniente coronel Estrada, que hizo publicar en su orden del 15 de enero lo siguiente:

    "Gerona libra en vuestro valor su venganza, y os enseña con su exemplo el camino de la inmortalidad. Esta fortaleza es hija suya y debe imitar a su madre en la resistencia. ¿Preferiréis la obscura muerte, que en pro del tirano habréis de sufrir en lexanas y desconocidas regiones, ó la muerte gloriosa que reanime la Patria en el seno de vuestras familias, y en la tierra que os vió nacer? Morir ó vencer ha de ser la perpetua resolución de Hostalrich, y tal en la que espero encontraros á todo trance" [05].

18 de enero: asalto a la población

El 17 de enero los italianos habían recibido los refuerzos del resto de la división Pino, por lo que los sitiadores decidieron atacar el arrabal y la población. Al anochecer del 18 de enero los italianos asaltaron el arrabal y, tras comprobar que el muro de la villa no estaba defendido, penetraron en las calles hasta ocupar las casas más próximas al castillo. Desde estas posiciones trataron de cerrar las entradas de las calles por la parte del castillo, si bien en la operación sufrieron bajas ocasionadas por el fuego de la guarnición del castillo.

La única resistencia que recibieron los italianos procedió de la Torre de los Frailes, que continuaba estando defendida por veinticinco hombres del Tercio de Gerona quienes además servían las dos piezas instaladas en la torre. Todos ellos estaban al mando del capitán Oliver. Estos hombres causaron numerosas bajas entre los italianos que trataron de apoderarse de la torre, por lo que decidieron minarla al ver que sus defensores no se rendían [06]. La resistencia se prolongó durante dos días y dos noches, mientras los minadores italianos horadaban la roca. Los defensores hicieron llover gran número de bombas, granadas y fuego de fusil sobre ellos, logrando herir entre otros a un tal capitán Lorenzi. La resistencia de la torre se desvaneció tras la caída del capitán Oliver, muerto al reventarle en las manos una granada cuando iba a arrojarla sobre los enemigos. El sargento de Artillería Merino, que le sustituyó en el mando, y los demás defensores decidieron rendirse ante lo que ellos creían inminente temor de volar por los aires. Según un testigo de los hechos, a los defensores se les cayó la cara de vergüenza al comprobar el poco avance que habían logrado los minadores enemigos sobre la base rocosa en la que estaba edificada la torre [07]. Además, su conducta provocó la irritación de la guarnición del castillo, no solo por la rendición en sí, sino por el concepto que los enemigos hubieran podido formarse de ellos.

El mariscal Augereau se había presentado en Masanás con el convoy cuyo paso habían detectado los defensores del castillo, y fue testigo de la captura de la Torre de los Frailes. Pensando que su toma propiciaría la del castillo, envió al teniente coronel Estrada un oficio el día 21 de enero intimándole a la rendición con honores de guerra so pena de muerte [08]. La respuesta de Estrada no se hizo esperar: en vez de amilanarse con la lectura del mensaje, rechazó las proposiciones del mariscal y le aconsejó que se ahorrara el trabajo de repetirlas. La respuesta fue acompañada por una salida de la guarnición del castillo que, aunque repelida, costó a los italianos veintiocho bajas. Por ultimo, la artillería del castillo bombardeó la Torre de los Frailes, cuya plataforma destruyó.

El sitio se relaja [09]

El mariscal Augereau quiso asegurar su posición en torno a Barcelona antes de emplearse a fondo contra Hostalrich, por lo que se llevó consigo los refuerzos llegados para los trabajos y dejó sola a la brigada Mazzuchelli para proseguir el asedio y escoltar los convoyes que pasasen por Hostalrich, mientras él se dedicaba a llevar su convoy a la capital del Principado. De regreso a Gerona el 1 de febrero, a su paso por Hostalrich dejó a la brigada Palombini, de la división del general Pin, como refuerzo.

Los italianos estrecharon el bloqueo cuanto pudieron. Para ello cerrando las salidas de la fortaleza hacia la población y levantaron reductos que cubriesen los campamentos que cada día levantaban alrededor y en las avenidas de la montaña, a la cual no cesaban de acudir tropas, migueletes y somatenes en auxilio de los sitiados. Como los italianos no tenían víveres consigo, estaban obligados a forrajear en los exhausos campos de los alrededores, por lo que los choques armados con los catalanes eran diarios. Por todo ello, la marcha del sitio era tan incierta como lenta.

Los italianos no podían ni pensar en un ataque a la plaza. Entre ellos se encontraba el capitán de Ingenieros Vacani, oficial italiano al servicio del emperador, quien dirigió los trabajos de asedio del castillo y de emplazamiento de las baterías artillería, y que dejaría escrita sus memorias sobre su estancia en España. Las tropas sitiadoras que ocupaban la villa no hacían sino cubrirse y defenderse de las salidas que realizaban los sitiadores. Las que ejecutaban las labores de bloqueo debieron por aquellos días de finales de enero y principios de febrero que hacer frente a un fuerte temporal de lluvias que azotó el país impidiendo las comunicaciones entre los distintos puestos de la línea.

A pesar de las dificultades y de las inclemencias del tiempo, los italianos debieron continuar con los trabajos de emplazamiento de los morteros destinados al bombardeo del castillo, de la protección de los convoyes que procedían de Gerona, de la formación de los puentes sobre los ríos Santa Coloma, Tordera y Arbucias, de la fortificación de la villa y del perfeccionamiento y conservación de los caminos, fuertes y establecimientos en los que debía basarse el bloqueo.

Además, los italianos debían mantener en armas la brigada de Palombini en Arbucias y la zona de Viladrau, con el fin de asegurar la comunicación con las fuerzas de la división del general Souham, acantonadas en cercana la localidad de Vich. Esto de debía al temor del general Souham de que las fuerzas españolas del general O´Donnell, que se mantenían a su vista acampadas en los caminos de Manresa y Barcelona, aprovechasen cualquier descuido para echarse sobre la división francesa y aniquilarla.

20 de febrero: bombardeo del castillo

El mismo día de la batalla de Vich, 20 de febrero de 1810, tuvo lugar el primer bombardeo de los italianos contra el castillo de Hostalrich. Habían emplazado una batería de cuatro morteros a espaldas de la muralla septentrional de la ciudad, a resguardo de los fuegos y salidas del castillo. Sus sirvientes fueron adiestrados por el comandante de Artillería Clement, inventor de nuevos procedimientos de empleo de este tipo de piezas. La batería estaba demasiado cerca de la fortaleza, por lo que los italianos tuvieron que calcular detenidamente la exactitud de las cargas. Lo hicieron con tal precisión que prácticamente todas las bombas lanzadas, en número de 160, cayeron dentro del castillo, produciendo numerosos daños y destrozos en las defensas españolas. Pero los italianos confiaban en que los defensores se rendirían ante los efectos del bombardeo, por lo que acopiaron pocas municiones, por lo que debieron interrumpirlo por la tarde, reanudándolo de nuevo por la noche con una menor cadencia de tiro en espera de la llegada de más cantidad de munición.

Por la tarde, el general Mazzuchelli envió al general Souham dos batallones del 1º Regimiento Ligero italiano, con lo que las fuerzas del sitio quedaron reducidas a unos 2.000 soldados (dos batallones del 6º y otro del 7º Regimientos de Línea italianos, además de pequeños destacamentos de artillería y zapadores.

21 de febrero: primera ruptura del bloqueo

Los planes del general O´Donnell para la batalla de Vich contemplaban un ataque a las tropas que sitiaban Hostalrich por parte de las tropas de Mataró. Por ello, el 20 de febrero partió de Arenys de Mar una columna de 700 hombres formada por tropas regulares y parte de las compañías de reserva del Vallés, al mando del teniente coronel don Manuel Fernández Villaamil. Aquella noche dormió en Montnegre, y en la madrugada del 21 se dirigieron a Orsavinyá, desde donde se descolgaron sobre la orilla derecha el Tordera, frente al Molino de la Farga y al pié del castillo de Hostalrich.

La súbita aparición de los españoles entre los matorrales desconcertó a los puestos de vigilancia italianos, que se retiraron a las alturas inmediatas y permitieron a las tropas de Villaamil cruzar el río y contactar con los hombres que Estrada les envió. Repuestos de su sorpresa, el general Mazzuchelli organizó sus tropas para atacar a Villaamil quien, en vista de que no podía ofrecer a la defensa ningún refuerzo material con que abastecer el castillo, decidió retirarse ante la amenaza de los 2.000 italianos.

27 de febrero: el bombardeo se reanuda

Los italianos por fin recibieron suficientes municiones, por lo que el 27 de febrero ya habían lanzado un millar de bombas sobe la fortaleza, ocasionando nuevos desperfectos y más bajas entre los defensores. Para mantener una cadencia de tiro constante, los italianos organizaron un servicio regular de convoyes a Gerona para suministrase de munición.

4 de marzo: segunda ruptura del bloqueo

Los primeros días de marzo el mariscal Augereau decidió realizar su segunda expedición a Barcelona, por lo que ordenó al general Mazzuchelli que enviase la mayor parte de sus tropas a incorporarse a la columna. La fuerza de sitiadores italianos se redujo a unos 800 hombres encuadrados en dos batallones, a los que se unieron otros 800 soldados franceses. Todos ellos quedaron al mando del coronel Devaux, encargado de proseguir los trabajos de sitio.

El 4 de marzo el jefe de las compañías de reserva del Vallés, don Esteban Pages, al mando de una columna de unos mil hombres, rompió de nuevo el bloqueo de Hostalrich. A sus órdenes marchaban teniente coronel Villaamil y cuarenta acémilas cargadas de víveres. Los italianos apostados en la orilla derecha del Tordera se desbandaron, por lo que se efectuó el contacto con los sitiados y se les pasó el convoy. Cuando el coronel Devaux organizó el ataque, los hombres de Pagés ya se habían retirado.

Los socorros de Pagés fueron suficientes para varios días, por lo que se precisaba enviar otro; pero no puso ser, pues O´Donnell perdió la iniciativa y obligado a operar en el Llobregat, Panedés y Cardoner. El marqués de Campoverde desalojó al general Schwart de Manresa y pensó en enviar otro convoy a Hostalrich, pero el mariscal Augereau frustró sus intenciones al enviar el 11 de abril desde Barcelona a toda la división del general Severoli para estrechar y rematar definitivamente el cerco del castillo.

El sitio se estrecha

El 11 de abril el mariscal Augereau envió la division Severoli a conquistar el castillo de Hostalrich, quien reunió unos 8.000 hombres y se dedicó de inmediato a estrechar las operaciones de cerco y hostigamiento de la plaza, que iba paulativamente siendo reducida a escombros por acción de la artilleria francesa.

Por su parte, el general O´Donnell no pudo operar para tratar de liberar Hostalrich, puesto que en aquellas semanas había decidido enfrentarse al general Suchet y tratar de liberar Lérida del sitio al que se le sometía.

La guarnición de Hostalrich quedó abandonada a su suerte durante un mes, tiempo que emplearon los franceses en reducir el castillo aun estado ruinoso, con falta de víveres y escasez de agua. De manera que el 12 de mayo, tras cuatro meses de asedio, la guarnición de Hostalrich habia quedado reducida a unos 1.200 hombres en estado de empuñar las armas, quedando el resto muertos, heridos o enfermos.

Por aquellos días el general O´Donnell había regresado de su fracasada expedición en socorro de Lérida. Ante el deseperado estado de Hostalrich, autorizó a su comandante a salir de la fortaleza a través de las líneas enemigas y unirse a sus fuerzas. Para ello, el general apostaría la columna de miqueletes de Villaamil en Orsavinyá, al sur de Hostailrich, y la del coronel Andriani en Breda, al oeste.

La resistencia de Hostalrich desacreditaba al mariscal Augereau ante el emperador, por lo que el 11 de mayo llegó a Hostalrich uno de los ayudantes del mariscal con un pliego dirigido al gobernador Estrada, redactado en los siguientes términos:

    "Señor Gobernador. Os intimo la rendición de vuestro castillo. Ya lo habeis defendido bastante para vuestra gloria y la de esa valiente guarnición. Sin duda, habreis perdido la esperanza de ser socorridos con víveres. Os ofrezco la misma capitulación que he concedido a Gerona; os doy dos horas para determinar. Si en ese término no me entregais el fuerte, sereis pasado a cuchillo con toda la guarnición, sin excepción alguna."

El teniente coronel Estrada reunió a sus oficiales el 12 de mayo para discutir la propuesta, y decidieron fugarse el castillo aquella misma noche. Para ganar más tiempo, Estrada contestó al mariscal lo siguiente:

    "Señor Mariscal: Agradezco en nombre de la guarnición la comparación que os dignais hacer de ella con la de la inmortal Gerona. Sin embargo, no admito vuestras proposiciones, pues no estoy en términos de rendirme. Julián de Estrada."

Salida de la guarnición

El teniente coronel Estrada organizó dos columnas: la primera de unos 800 hombres al mando del comandante López Baños, ya ascendido a teniente coronel; la segunda, en retaguardia, de unos 400 soldados todos ellos escogidos, al mando del propio Estrada, ya ascendido a coronel.

La presencia de los miqueletes de Villaamil y Andriani hizo que los franceses redoblasen la vigilancia en aquellas direcciones, descuidando la zona noroeste de la fortaleza, entre Masanas y Grións, donde transcurre el profundo cauce de la Riera de san Jacinto, el cual podía ser remontado y llegar tras unas horas de fatigosa marcha a San Hilario de Sacalm, ocupado por las tropas de O´Donnell. Esta fue la zona e itinerarios elegidos para la fuga.

A las diez de la noche del 12 de mayo la guarnición salió del castillo. Iban precedidos por dos guerrillas de unos 50 hombres cada una, que tras arrollar y degollar a los centinelas franceses, se desparramaron a derecha e izquierda para proteger ambas columnas. El ingeniero Vacani había observado el hueco de la Riera, por lo que hizo que el general Severoli colocase una fuerza italiana en la Ermita de san Jacinto, cercana a la riera.

Los fugitivos recorrieron cerca de una legua sin ningún obstáculo. De pronto los centinelas que no habían sido eliminados comenzaron a disparar, alertando de este modo las tropas de los sitiadores. Varias columnas procedentes de Masanas, Grions y Arbucias se aprestaron a cortar el avance de los fugados. Por su parte, el destacamento de la ermita de San Jacinto, que había sido sorprendido por la primera columna, se aprestó a interceptar la segunda columna.

La luna llena iluminaba fatalmente el terreno aquella noche. Los soldados de la columna de retaguardia estaban bastante exhaustos,y para agravar más la situación el guía que la cnducía se extravió. La columna quedó rodeada por fuerzas muy superiores, pero aún así entrablaron lucha contra los franceses. En el combate el coronel Estrada cayó herido gravemente junto a muchos de sus soldados, por lo que se vió obligado a capitular.

Tres compañías de la vanguardia se equivocaron de camino y acabaron en San Feliú de Buxaleu, donde tropezaron con 6º Regimiento italiano. En el combate que siguió muchos españoles resultaron muertos. El resto de la vanguardia y la primera columna consiguió llegar a San Hilario de Sacalm la mañana del 13 de mayo. El 14 de mayo se concentraron en Vich unos 800 fugados del castillo, que se presentaron al general O´Donnell al mando del teniente coronel López Baños. A todos ellos se les concedió una medalla de oro, donde figuraba un castillo y el lema "Valor y Fidelidad Constante".

Mientras tanto, a las once y media de la noche los franceses se dieron cuenta que el castillo había sido abandonado, por lo que las tropas del frente de ataque pretendieron entrar en el recinto. No obstante, el interventor del hospital, don Manuel Miguel Mellado, logró convencer a su jefe para que no entrasen en el castillo con objeto de impedir represalias y desmanes sobre el centenar de enfermos y heridos quedados en el castillo. Al amanecer del 13 de mayo el general Mazzuchelli hizo entrada en el castillo para tomar posesión del mismo. Los heridos y enfermos fueron respetados y cuidados por los soldados italianos a pesar de que la huida de la guarnición les auorizaba a tomar represalias sobre ellos.

Los franceses se apoderaron de 42 piezas de artilleria, 50.000 quintales de polvora y un millón de cartuchos de fusil y de cañón.


[01] Las cortaduras de Calella fueron reparadas el 19 de julio por el capitán de Ingenieros francés Laffaille en un plazo de treinta horas, fijando contra la roca un enorme armazón de madera cubierto de tierra, sobre el que pudieron pasar las piezas grandes. Citado por Lopez Priego, Historia de la Guerra de la Independencia, Servicio Histórico Militar, tomo 2, pág. 308, nota 14.

[02] Lopez Priego, op. cit., tomo 3, pág. 359 y nota 48; Gómez Arteche, La Guerra de la Independiencia, 1868, tomo IV, pág. 278-281.

[03] Lopez Priego, op. cit., tomo 4, pág. 354-355; Gómez Arteche, op. cit., tomo VII, pág. 432-436.

[04] La brigada estaba compuesta por el 1er. Regimiento Ligero, el 5º y el 7º Regimientos de Línea, zapadores, artilleros y cazadores a caballo. Gómez Arteche, op. cit., tomo 8, pág. 239.

[05] Gómez Arteche, op. cit., tomo 8, pág, 243.

[06] Según Gómez Arteche, los ingenieros franceses, al mando del capitán de Ingenieros Lafaille, realizaron las semanas siguientes unos exagerados cálculos para la voladura del torreón, más dirigidos a la ruina y asalto de una gran fortaleza que a la destrucción de un simple torreón que ya no les estorbaba. Op. cit., tomo 8, pág. 266.

[07] Así lo dice el capitán de Ingenieros italiano Vacani, cuyas palabras recoge Gómez Arteche en op. cit., tomo 8, pág. 245, nota 1.

[08] El mariscal encabezó su oficio con los rimbombantes títulos de Mariscal del Imperio, Duque de Castiglione, Gran Águila de la Legión de Honor, Dignatario de la Orden de la Corona de Hierro, Gran Cruz de Carlos III y Comandante en Jefe del exército de Cataluña. Citado por Gómez Arteche en op. cit., tomo 8, pág. 245.

[09] Gómez Arteche, op. cit., tomo 8, pág. 255.