LAS FORTIFICACIONES DE LA HABANA.
La Habana se consideraba una plaza inexpugnable por las fortificaciones que tenía. Sin embargo, analizadas de cerca, las defensas de La Habana eran débiles y de poca altura. Sus muros de cantería de dos metros de espesor y el diseño de ángulos y parapetos, ofrecían una resistencia eficaz ante un asalto por desembarco, pero no ante un sitio en toda regla.
La ciudad de la Habana se construyó en la margen este de una gran bahía de unos 5,2 km cuadrados, a la que se accede por un estrecho canal recto de 1,5 km de largo y entre 220 y 330 metros de anchura, con una profundidad de unos 12 metros. La entrada del canal estaba defendida por dos castillos construidos a la derecha, castillo de la Punta, y a la izquierda, castillo del Morro. La ciudad comenzaba nada más entrar en la bahía, edificada a mano derecha. A lo largo de este frente de mar, la muralla contaba con cinco baterías (de la Puerta de la Punta, San Ignacio, San Telmo, San Francisco Javier y Santa Bárbara); entre esta dos últimas se encontraba el castillo de la Fuerza. Al otro lado de la bahía, frente a la muralla del mar, se encontraba la batería de la Divina Pastora, construida cerca del agua y que contaba con 14 potentes cañones. Al este de la bahía había una altura denominada cerro de la Cabaña, que dominaba el castillo del Morro y la ciudad. El gobernador saliente de Cuba, Francisco Cagigal de la Vega, había recomendado su fortificación.
El CASTILLO DEL MORRO era la principal defensa de la ciudad, considerada la llave de la plaza. Había sido proyectado en 1585 por el ingeniero Bautista Antonelli, dentro del Plan específico de Defensa del área del Caribe llevado a cabo este ingeniero según instrucciones del monarca Felipe II, y construido entre 1589 y 1630 por el propio Antonelli y el maestre de campo y gobernador de Cuba, experto en fortificaciones, don Juan de Texeda. Su perímetro era de 850 varas, equivalentes a 710 metros, ocupando la cima de un saliente rocoso sobre el mar de unos 22 pies de alto (unos 6 metros). Sus murallas se alzaban otros 22 pies (otros 6 metros) sobre el suelo. Sus frentes se adaptaban al suelo formando un polígono irregular de tres lados, adaptado al peñasco por un sistema de terrazas; el frente de tierra, el de la puerta principal, tenía un foso delante, un revellín en el centro y dos baluartes en sus extremos: el baluarte que daba del mar era el “Texeda”, y el que daba a la bahía era el de “Austria”; el tercer baluarte era el “Santiago” miraba hacia la entrada a la bahía. Sus muros tenían tres metros de espesor.
El castillo contaba con un centenar de cañones; destacaban las potentes baterías del El Sol (12 cañones) y Los Doce Apóstoles (12 cañones de a 36); fuera del castillo, adentrada en la bahía y cerca del agua, estaba la batería de La Divina Pastora, con 14 potentes cañones que cruzaban sus fuegos con las baterías del frente del mar de la ciudad. La guarnición del castillo era de unos 300 soldados veteranos, 50 marineros de la Armada, 50 artilleros y 200 trabajadores negros y mulatos. Durante el asedio, estas fuerzas se relevaban cada tres días con otras procedentes de la plaza, usando para ellos dos puertas falsas, dos pescantes, realizadas por el capitán de navío Velasco, quien mandó tapiar la puerta principal.
El castillo estaba al mando de Mateo Savaria, que durante el ataque inglés sería revelado por el capitán de navío Velasco.
El CASTILLO DE LA PUNTA, comenzado a construir también en 1589 al oeste de la entrada y frente al castillo del Morro tenía planta cuadrada y cuatro baluartes que montaban varias piezas de Artillería.
El CASTILLO DE LA FUERZA se había comenzado a construir en 1538 después del ataque pirata francés de mayo de aquel año con el nombre de Real Fuerza; se encontraba dentro del recinto amurallado de la ciudad y era la residencia del gobernador y el depósito de caudales; en 1762 tenía tres baterías de 23, 12 y 23 piezas respectivamente.
El cerro de la Cabaña era una altura situada al este de la bahía de La Habana, desde donde se dominaba gran parte del castillo de El Morro, ubicado en su mismo lado de la bahía, teniendo los de La Punta y La Fuerza situados enfrente, al otro lado de la entrada a la bahía. El anterior gobernador de Cuba, Cagigal, recomendó encarecidamente la fortificación de la Cabaña, tarea que el rey Carlos III encomentadó a su sucesor, Portocarrero, quien comenzó las obras en el verano de 1761 sin emplearse a fondo en ellas; en el momento del ataque británico los españoles tan solo tenían en el cerro nueve cañones de a 12 pulgadas emplazados en dos baterías que cubrían los caminos hacia Cojimar, en la costa, y hacia Guanabacoa, al interior. La importancia del cerro de La Cabaña para la defensa de la plaza quedó evidenciado por el hecho de que la mayor parte del bombardeo británico sobre la ciudad se realizó desde allí; tras la devolución de la Habana, los españoles construyeron el castillo de San Carlos en este punto.
La construcción de la muralla de ciudad se solicitó en 1558, y su construcción fue iniciada, parada y reiniciada en numerosas ocasiones; en 1762 no estaba aún finalizada y contaba con once baluartes y parapetos en las cortinas; se terminó definitivamente en 1767, cinco años después del asalto británico, con una longitud de 1.700 metros. En el momento del ataque inglés tenía un foso derrumbado y casi cegado en varios lugares; un revellín situado delante defendía la puerta de la Tierra, que abría la ciudad por detrás. Entre los castillos de La Punta y La Fuerza y alrededor de la bahía se hallaban otros baluartes que completaban la defensa.
LA FUERZA NAVAL PRESENTE EN LA HABANA.
El comandante del Apostadero de la Habana era el jefe de Escuadra Gutierre de Hevia y Valdés, marqués del Real Transporte, de 58 años. Hevia había zarpado de Cádiz el 14 de abril de 1761 al mando de los navíos Tigre, Asia y Vencedorpara incorporarse a la Habana; llevaba a bordo dos batallones de Infantería de los regimientos España y Aragón y una compañía de Artillería; la rapidez con que partió de Cádiz impidió que transportara dos escuadrones de Dragones del regimiento de Edimburgo, cuya destino era formar en Cuba un regimiento de Caballería con las fuerzas allí existentes; no obstante, en algún momento se transportaron otros dos escuadrones del mismo regimiento, que son los que combatieron en junio y julio de 1762.
En 1761 el gobierno españo, decidió aumentar la escuadra de la Habana, pasando de 6 navíos y 3 fragatas a 18 navíos y 6 fragatas. En el momento de la llegada de los ingleses, la escuadra anclada en el puerto de la Habana estaba formada por 10 navíos de línea en activo (Aquilón, Asia, Conquistador, Europa, Infante, Neptuno, Reina, Soberano y Tigre), dos en reparación (San Antonio y San Genaro) y tres en construcción en el astillero (San Carlos, San Antonio y un tercero sin bautizar aún); se habían enviado tres navíos de dotación a Santiago de Cuba (Galicia, Arrogante y Monarca) y otros tres navíos estaban cumpliendo misiones en Veracruz o en su camino (Castilla, Vencedor y Tridente). De las seis fragatas de la escuadra, una estaba de dotación Santiago de Cuba junto a los tres navíos (Palas), dos estaban en Veracruz (Venganza y Flora); una había sido apresada en febrero por corsarios ingleses en aguas de Santo Domingo y llevada a Jamaica (Ventura) y dos tuvieron un encuentro con la flota británica el 2 de junio y fueron apresadas (Thetis) y Félix). El siguiente cuadro muestra la relación detallada de la situación de la escuadra de Cuba[01]:
Además, había nueve buques menores: los paquebotes Tetis, Marte (18) y San Lorenzo; el bergantín Cazador; la urca San Antonio; el jabeque San Francisco; y las goletas San Isidro, Regla y Luz. A ellos se unían ocho buques mercantes: el navío San Zenón; las fragatas de la Real Compañía de la Habana Asunción (50) y Perla (50); la fragata de la Real Compañía de Caracas Constanza (24); las fragatas Santa Bárbara, Atocha y Santa Rosa; y la balandra Florida.
LAS FUERZAS DEL EJÉRCITO.
Desgraciadamente no contamos con ningún Estado o Anuario Militar de España de aquellos años. El más cercano que hemos encontrado en la Biblioteca Nacional de España correspon de al año 1768, y no menciona las fuerzas de Ultramar.
La población de la Habana y su distrito eran unos 60.000 habitantes, y en el resto de la isla habría otros 60.000 habitantes. Las fuerzas con las que contaba el gobernador para la defensa de la capital eran de por sí escasas para enfrentarse a tan poderoso enemigo.
A comienzos de año, las fuerzas regulares de la Habana consistían en unos 3.000 hombres de la guarnición, con jefes, oficiales y soldados, que podían reforzarse con los aproximadamente 1.200 marineros que tripulaban los buques de guerra anclados en el puerto. Pero en el mes de mayo se reprodujo un nuevo brote de la fiebre amarilla que atacó tan virulentamente el verano del año anterior, y se cebó de nuevo en las fuerzas disponibles para la defensa, que descendieron a unos 2.784 hombres disponibles entre soldados y marineros:
Comenzado el ataque inglés, a estas fuerzas del ejército y la Armada se sumaron unos 2.800 vecinos encuadrados en las milicias locales, a los que se repartieron unos 3.500 fusiles y carabinas sacados de los almacenes, de los que tan solo funcionaban unos 2.000, así como sables y bayonetas; entre ellos se encontraban los Lanceros de Santiago de Cuba, que eran entre 150 y 200 jinetes, muchos desmontados, tropas voluntarias de campesinos, guajiros y morenos reclutados por el coronel don Carlos Caro en el interior de la isla, que se juntaron con los restos de las antiguas compañías de Caballos que mandaba el capitán graduado de teniente coronel don Luis Basabé; sin apenas instrucción, estaban dotadas de gran valor y moral alta, pues llegaron a caer sobre los británicos sable en mano y asaltar sus baterías flotantes. A ellos se sumaron muchos esclavos negros que se ofrecieron voluntarios y que fueron utilizados en los combates de la bahía y en trabajos de fortificación[02]
La situación de la Artillería también dejaba bastante que desear. En febrero de 1760 el capitán general de Cuba, Cagigal, dos meses antes de su relevo, informó al virrey de Méjico, don Joaquín Monserrat, marqués de Cruillas, sobre la necesidad de contar con al menos 595 cañones para la defensa de los castillos y fuertes de La Habana, de los que tan sólo contaba con 340, y de éstos 59 estaban inútiles, 42 desfogados y 132 en medio servicio, lo que restaba tan solo 107 utiles para ser empleados en combate. En concreto su petición fue de 255 cañones más. Ante su insistencia, el virrey envió tan solo 69 cañones. En el momento del ataque inglés, el inventario arrojó las cifras de 102 cañones de bronce, 249 cañones de hierro, 6 morteros de bronce y 1 mortero de hierro. Es decir, los británicos tenían una superioridad de 7 a 1 en piezas de Artillería. Para servir las piezas había tan solo había 171 artilleros encuadrados en dos compañías de 86 y 89 hombres cada una, insuficientes a todas luces para servir los cañones de la plaza[03].
LOS MANDOS MILITARES DE LA ISLA.
El gobernador y capitán general de la isla de Cuba en 1762 era el mariscal de campo don Juan de Prado Malleza Portocarrero y Luna, de 46 años. Nombrado para el cargo el 13 de mayo de 1760, Portocarrero perdió mucho tiempo en hacer el relevo de su anterior cargo de subinspector de Infantería en Aragón, Valencia y Murcia, y en obtener en la Corte el empleo de mariscal de campo, de forma que no se embarcó en Cádiz hasta el 14 de noviembre, seis meses después de su nombramiento. No se dirigió directamente hacia la Habana, capital de la isla, sino que atracó en Santiago de Cuba el 6 de enero de 1761 para saludar a su amigo el gobernador Lorenzo de Madariaga, que había sido compañero de armas en los regimientos de Guardias Reales. Se detuvo casi un mes en esta ciudad, pues no desembarcó en Batabanó, al sur de la Habana, hasta el 5 de febrero.
Portocarrero tomó posesión de su cargo dos días más tarde. Carlos III le había encomendado encarecidamente la construcción de un castillo en el cerro de la Cabaña, que domina la ciudad desde el este, tal y como recomendó su predecesor al gobierno, y a organizar las fuerzas y reparar las fortificaciones de la plaza, dado la posibilidad de una guerra contra Inglaterra que flotaba en el ambiente; en lugar de ello, Portocarrero comenzó su mandato organizando los precios del tabaco con los plantadores, y cuya propuesta, además, fue tumbada por el gobierno en el mes de junio.
Para la tarea de fortificación encomendada, Portocarrero había viajado a Cuba con dos oficiales de Ingenieros, Baltasar Ricaud de Tirgale, de 50 años, que en noviembre de 1761 ascendió a coronel e Ingeniero en jefe, y con su hermano Francisco, también coronel e Ingeniero en jefe. Ambos contaron con el auxilio de otros dos ingenieros de la isla y una fuerza de trescientos peones entre esclavos negros y presidiarios; pero el gobernador no los empleó inmediatamente en la fortificación de la Cabaña, argumentando la gran extensión del proyecto y la escasez de medios y mano de obra con que contaba. Para paliar la falta de esta última, Portocarrero ordenó la contratación de mano de obra negra y presidiaria en la isla y en Tierra Firme y Nueva España.
Un fatídico factor que obstaculizó la pronta construcción de la fortaleza encargada fue que en el verano de 1761 se propagó por la capital una epidemia de fiebre amarilla que contagiaron unos presidiarios trasladados desde Veracruz como trabajadores. Aparte de los muertos civiles, en la guarnición murieron unos 1.000 soldados y 789 marineros[04]. Hasta el mes de octubre la enfermedad no pudo ser vencida. Al llegar de la península el marqués del Real Transporte con tres navíos (Tigre, Asia y Vencedor) como nuevo comandante del Apostadero de la Habana, le llegó a Portocarero la autorización para modificar el proyecto que hizo Cagigal sobre la fortificación en el cerro de la Cabaña, por lo que el gobernador puso a trabajar al coronel Ingeniero director Francisco Rigault en la obras del nuevo proyecto, mientras su hermano se dedicaba a trabajos en la ciudad. A principios de octubre de 1761 ya estaban trazados los frentes del sur y del este del castillo, pero la enfermedad se cebó en los trabajos, lo que unido a la aspereza y dureza del terreno obligó a suspenderlos. Además, los dos hermanos Ricaud enfermaron de fiebre amarilla: Ricardo se recuperó, pero Francisco falleció.
El 26 de febrero de 1762 el gobernador Portocarrero recibió la noticia de las declaraciones de guerra entre Inglaterra y España realizadas el mes anterior. Portocarrero convocó una Junta de Guerra esa misma noche, que a partir de entonces actuó como organo asesor del gobernador hasta la capitulación de la ciudad. Estaba compuesta por:
Portocarrero decidió suspender las obras del arsenal, reforzar las milicias y formar padrones con los jóvenes aptos para las armas, y reanudar las obras en el cerro de la Cabaña. A finales de mayo se habían profundizado los fosos de los frentes principales y alzados los parapetos con faginas, tierra y piedra.
La tarde del 21 de mayo se presentó en la antesala del gobernador un hombre que decía venir de Jamaica, donde había estado dos semanas antes, y tener noticias de los ingleses, sus preparativos de guerra y sus intenciones de caer sobre la Habana. Se trataba de un tal Martín de Arana, viejo conocido por su actividad de contrabando entre Santiago de Cuba y Jamaica. Pero el gobernador Portocarrero, convencido la incompatibilidad existente entre un patriota y un contrabandista, no quiso recibirle, con lo que se perdió una preciosa ocasión para conocer el estado y posible situación del enemigo.
El día 6 de junio se avistó la enorme flota británica frente a la Habana, al tiempo que llegaba el parte del teniente de Infanteria y comandante jefe del torreón de Cojimar, Gabriel Cubrieta, de haber avistado "a barlovento una Armada que pasaba de 200 belas..."[05]
NOTAS:
[01] La situación de la flota de Cuba en 1760 y 1762 puede ver más extensamente en Placer, op. cit.
[02] Guiteras, op.cit., pág. 152 y ss. y Pezuela, op. cit., pg. 19, nos dan noticias de las fuerzas existentes. Morón, op.cit. nos da la noticia de los ataque a las baterías flotantes.
[03] Archivo General de Indias, 2.113. "Informe del gobernador Caxigal al virrey de México". La Habana, 1760. Citado por Morón en "La Artillería...".
[04] La cifra de muertos de la Armada nos la da Placer en op. cit., pág. 57.
[05] "Relación de la acción de la Escuadra de S.M.B. mandada por el Almirante don Jorge Pocotk, y operaciones del Exército mandado por el Excmo. Sr. Conde de Albermarle, Teniente Gral. y Comandante en Gefe de la Expedición hecha contra la Ciudad de la Havana, y disposiciones que ésta tomó para su defensa desde el 6 de Junio hasta su rendición en 12 de Agosto del Año de 1762". Servicio Histórico Militar, signatura 6.743, 4-1-1-7. Citado por Zapatero en op. cit., pág. 298.