En los últimos años del siglo XVII se planteó en Europa el problema de la sucesión de Carlos II quien, enfermo y sin hijos, murió dejando una inmensa herencia territorial en España, Italia, Paises Bajos belgas y toda América, desde la mitad del norte hasta el sur.

El último rey de España de la casa de Habsburgo, Carlos II el Hechizado, nacido en 1661, impotente y enfermizo, murió en 1700 a los 39 años de edad sin dejar descendencia. Durante los años previos a su muerte, la cuestión de la sucesión a la corona española comenzó a pesar en la política internacional europea, ya que era evidente que España y su imperio constituía un trofeo tentador para las distintas monarquías europeas. Al no tener hijos, las herederas eran sus hermanas, quienes transmitían sus derechos a sus maridos y sus hijos.




Carlos II, rey de España, posando en el Salón de los Espejos del Real Alcázar de Madrid con unos trece años de edad. Pintado por Juan Carreño de Miranda alrededor de 1675. Expuesto en el Museo del Prado. (Fuente: Wikipedia).

La hermana mayor de Carlos II, la infanta María Teresa de Austria, estaba casada con Luis XIV de Francia, quien además era nieto de Felipe III, pues su madre era Ana de Austria, hija de éste último y mujer de Luis XIII de Francia. Así pues, por la rama francesa el único hijo legítimo de Luis XIV, sobrino de Carlos II, era el heredero más directo, teniendo en cuenta, además, que según las leyes de Castilla, las mujeres primogénitas eran elegidas reinas cuando sus hermanos morían sin hijos. Pero como Delfín de Francia y heredero al trono su elección era problemática: si reunía ambas coronas, hubiese significado, en la práctica, una anexión a Francia de España y su vasto imperio colonial, en un momento histórico en el que Francia era una potencia lo suficientemente fuerte como para poder imponerse como potencia hegemónica en Europa. Como consecuencia de ello, Inglaterra y Holanda veían con recelo las consecuencias que pudiera tener el que España y Francia quedasen unidas en la misma casa real y el peligro que para sus intereses pudiera suponer la emergencia de una potencia de tal orden. Por ello la opción Luis XIV fue transferir sus derechos a su nieto Felipe de Anjou, hijo del Delfín de Francia, nacido en Versalles el 19 de diciembre de 1683, y que éste renunciase al trono de Francia.

La otra hermana de Carlos II, la infanta Margarita Teresa, era la primera mujer del emperador Leopoldo I de Austria, quien también era nieto de Felipe III a través de su madre María Ana de Austria, la hija menor de Felipe III. Leopoldo I transfirió sus derechos a su hijo menor, el archiduque Carlos, sobrino de Carlos II. Pero su elección como heredero de España ofrecía problemas en caso de ser elegido emperador de Austria por muerte de su hermano José, pues hubiese significado la reunión del imperio Habsburgo del siglo XVI, desecho por la división de la herencia de Carlos V entre Felipe II de España y Fernando de Austria. Por ello Francia ponía objeciones a esta elección, ya que temía que volviese a repetirse la situación de los tiempos de Carlos I de España, en la que el eje España-Austria rodeó y aisló fatalmente a Francia.

El tercer candidato era el príncipe elector José Fernando de Babiera, de seis años de edad, hijo de Maximiliano Manuel de Wittelsbach, elector de Baviera, gobernador de los Países Bajos españoles nombrado por Carlos II desde 1692, y de su esposa María Antonia, hija del primer matrimonio del emperador Leopoldo I con la infanta Margarita Teresa. Sus derechos sucesorios se debían a ser nieto de la infanta Margarita Teresa citada antes. Además, era bisnieto de la reina Mariana de Austria, madre de Carlos II. Al ser la opción menos amenazante para las potencias europeas, José Fernando de Baviera era la elección preferida por Inglaterra y Holanda, que ejercian presiones diplomáticas ante la corte de Carlos II para que éste le nombrara su sucesor.




Descendientes de Felipe III, rey de España (Fuente: Wikipedia).

EL 19 de enero de 1698, el rey Luis XIV había firmado con el emperador Leopoldo un tratado para dividirse las posesiones españolas. Francia e Inglaterra, enemigos en la guerra de la Gran Alianza o de los Nueve Años (1688-1697), pactaron la aceptación de José Fernando de Baviera como heredero al trono español y, para evitar la formación de un bloque hispano-alemán que ahogara a Francia, el rey Luis XIV auspició el Primer Tratado de Partición, firmado en La Haya el 11 de octubre 1698 entre el Imperio, Francia, Inglaterra y las Provincias Unidas de los Países Bajos. Según este tratado, los territorios españoles se distribuirían del siguiente modo:

  • El Reino de España (exceptuando Guipúzcoa), los Países Bajos españoles, Cerdeña y las Indias americanas se asignarían a Jose Fernando de Baviera.

  • El Milanesado se asignaría al archiduque Carlos de Austria.

  • El Reino de Nápoles (Nápoles, Sicilia y Toscana) sería para el Delfín de Francia.

La noticia de la existencia del tratado produjo una justa indignación en España, y el rey Carlos II, pese a su debilidad y a las presiones de todo orden que se ejercieron sobre él, no aceptó la partición de los dominios españoles y nombró heredero universal al príncipe de Baviera. El problema surgió cuando José Fernando de Baviera murió prematuramente pocos meses después, el 6 de febrero de 1699, a los seis años de edad, de varicela, (o de veneno, según algunas fuentes). La muerte del príncipe de Baviera hizo que los diplomáticos de Austria y Francia redoblasen sus presiones sobre Carlos II, tratando de inclinar su favor sobre sus repectivos candidatos.

Para prevenir cualquier eventualidad, en 1699 Luis XIV negoció con Guillermo III de Inglaterra y las Provincias Unidas de los Países Bajos un segundo acuerdo, bajo sus clausulas el archiduque Carlos era reconocido como heredero, pero dejando para Francia todos los territorios italianos de España:

  • El Reino de España, los Países Bajos españoles, Cerdeña y las Indias americanas se asignaron al archiduque Carlos.

  • Los reinos de Nápoles y Sicilia, las plazas españolas de la costa de Toscana e islas adyacentes, los ducados de Lorena y de Bar y la provincia de Guipúzcoa se asignaron al Delfín de Francia.

  • El Milanesado se asignaba al duque de Lorena como compensación de la pérdida de Lorena y Bar.

El acuerdo fue enviado a Inglaterra para su firma por Guillermo III, pero permaneció seis meses sin serlo, pues inspiraba temores y recelos al monarca inglés. Los Estados Generales de Holanda tampoco veían el nuevo tratado con buenos ojos, pero temiendo un ataque francés a la muerte de Carlos II, finalmente lo aceptaron. El acuerdo, conocido como Segundo Tratado de Partición, se firmó en Londres y la Haya el 13 y 25 de marzo de 1700. Mientras que Francia, Holanda e Inglaterra se mostraban satisfechos con lo pactado, Austria no lo estaba y reclamaba la totalidad de la herencia española. A pesar de todo, los diplomáticos de Luis XIV seguían presionando en la corte de Madrid para que el rey nombrase sucesor al duque de Anjou, lo que invalidaba los términos del acuerdo recién firmado.

Fue entonces cuando, indignado por el proceder de las potencias europeas, el 2 de octubre de 1700 Carlos II testó a favor de Felipe de Anjou como heredero de "todos mis reinos y dominios, sin excepción de ninguna parte de ellos", si bien estableciendo una cláusula por la que Felipe tenía que renunciar a la sucesión de Francia. Los consejeros de Carlos II y el propio papa Inocencio XI, a quien Carlos II pidió consejo, le habían inducido a redactar este testamento pensando como prioridad principal en la conservación de la unidad de la corona e imperio españoles. Previamente, el embajador de España en Inglaterra, el marqués de Canales, fue expulsado del país por reprochar al ministro conde de Albemarle la conducta indigna de su gobierno, interrumpiéndose de esta manera las relaciones entre ambos países.

La mayoría de la nobleza española aceptó el testamento del rey, pues temía, con razón, que si la sucesión recaía en el archiduque, las posesiones españolas serían divididas y repartidas.

DOCUMENTO: Cláusula del testamento de Carlos II en favor del duque de Anjou.

Carlos II murió a las 15:00 horas del 1 de noviembre, y fue enterrado en el Escorial el 7 de noviembre. Cuando se produjo la muerte de Carlos II, Luis XIV respaldó el testamento. El 12 de noviembre de 1700, Luis XIV hizo pública la aceptación de la herencia en una carta destinada a la reina viuda de España, Mariana de Neoburgo, en la que decía:

    "Nuestro pensamiento se aplicará cada día a restablecer, por una paz inviolable, la monarquía de España al más alto grado de gloria que haya alcanzado jamás. Aceptamos en favor de nuestro nieto el duque d'Anjou el testamento del difunto rey católico".

Todos los soberanos de Europa (menos el emperador Leopoldo I) reconocieron, con muchas reticencias, a Felipe de Anjou como heredero, y reprocharon a Luis XIV su doble juego. A partir de entonces Inglaterra y Holanda dejaron de temer que se recreara la monarquía de Carlos V, y comenzaron a temer que la monarquía de las Dos Coronas se uniese en un único monarca.

Felipe, duque de Anjou, se dispuso a hacer uso de sus derechos y, tras ser sabiamente aleccionado por su abuelo, se despidió de la corte francesa y entró en España cruzando el Bidasoa por Fuenterrabía y llegando a Madrid el 18 de febrero de 1701. El pueblo madrileño, hastiado del largo y agónico reinado de Carlos II, lo recibió con una alegría delirante y con esperanzas de renovación.





A las tres de la tarde del 1 de noviembre de 1700 el rey Carlos II murió en Madrid con 39 años tras una larga convalecencia. Un mes antes había firmado un testamento nombrando a Felipe de Anjou como heredero al trono. En la Corte de Madrid el cardenal Portocarrero quedó nombrado como regente a la espera de la llegada del nuevo soberano.

Felipe de Anjou aceptó la corona española y el 4 de diciembre salió de París sin hablar una sola palabra de español. Partió con una comitiva de unos cuarenta carruajes hacia Burdeos, donde pasó la nochevieja el 31 de diciembre; allí permaneció varios días esperando que Mariana de Neoburgo, la reina viuda, abandonase la Corte. Reanudado el viaje, Felipe llegó a Irún el 22 de enero de 1701, donde fue recibido con grandes fiestas y aclamaciones. El 26 de enero llegó a San Sebastián y continuó su viaje hasta Vitoria. Esta ciudad le agasajó con una corrida de toros en su honor, la primera a la que el rey Felipe asistía, y en la que se torearon veinte toros. Llegado a Burgos, pasó seis días en la ciudad visitando sus conventos y la catedral. De Burgos partió hacia Guadalajara. El 18 de febrero el rey Felipe salió de Alcalá de Henares y llegó a Madrid rodeado de una corte de agentes de Luis XIV. Una multitud entusiasta le recibió en las calles, especialmente en la Puerta de Alcalá, donde varias personas murieron atropelladas y pisoteadas. De allí el rey Felipe se dirigió a la basílica de Nuestra Señora de Atocha y a continuación al palacio del Buen Retiro, donde fue recibido al día siguiente por el cardenal Portocarrero y los grandes de España.

Felipe V entró oficialmente en Madrid el 14 de abril por el paseo del Prado y la puerta del Sol en dirección al Alcázar Real. El 8 de mayo representantes de las ciudades de Castilla y Aragón se reunieron con el rey y le juraron lealtad. Como Felipe V había traido funcionarios franceses que le prestó su abuelo para hacerse cargo de la administración del reino, los duques de Alba y de Arcos y el conde de Oropesa expresaron su malestar al rey por haber sido relegados de los cargos administrativos. De hecho, en junio del año siguiente, 1702, Luis XIV envió un segundo grupo de funcionarios civiles y militares.

En septiembre el rey inició un viaje por el reino de Aragón. Para ello el 1 de septiembre nombró regente al cardenar Portocarrero mientras durase su ausencia y el 5 de septiembre partió hacia Zaragoza. Llegó a esta ciudad el 16 de septiembre entre el estusiasmo de la población y vítores de "¡Viva Felipe IV, rey de Aragón"!. Allí juró los fueros de Aragón y se le reconoció como rey. El 24 de septiembre llegó a Lérida y juró las leyes de Cataluña. El 30 de septiembre llegó ante la ciudad de Barcelona, donde permanecería seis meses. El 2 de octubre entró oficialmente en la ciudad y juró las constituciones de Cataluña en la catedral y recibió el homenaje de los tres estamentos. El 12 de octubre Felipe V presidió la reunión de las Cortes de Cataluña en el monasterio de San Francisco.

El 11 de septiembre Felipe V se había casado por poderes con María Luisa Gabriela de Saboya, hija de Victor Amadeo II, duque de Saboya y rey de Cerdeña. Los nuevos esposos, él de 17 años, ella de 13 años, se reunieron el 3 de noviembre en Figueras. El 2 de enero de 1702 los reyes clausuraron las cortes catalanas. Tras ello el rey comenzó sus reformas, y el 29 de marzo abolió el Consejo de Flandes. A continuación partió hacia Nápoles desde Barcelona, donde regresó el 20 de diciembre de 1702 tras permanecer siete meses entre Nápoles y Milán.





La ambición, precipitación y prepotencia de Luis XIV hicieron cambiar una situación que parecía haberse estabilizado después de varios años de complejas tensiones diplomáticas en toda Europa a causa de la sucesión el trono de España. Al poco tiempo de la jura de Felipe V como rey de España, ocurrida en febrero de 1701, Luis XIV hizo saber que mantenía los derechos sucesorios de su nieto a la corona de Francia, y que no aceptaría la partición de los territorios españoles.

En estos años se puso de manifiesto la extrema debilidad del ejército español, incapaz de defender sus posesiones fuera de la península ibérica. Luis XIV convenció a Maximiliano Manuel de Wittelsbach, elector de Baviera, gobernador de los Países Bajos españoles nombrado por Carlos II desde 1692, y padre del difunto José Fernando de Baviera, para que permitiera que el ejército francés ocupase las plazas españolas, con el consentimiento y colaboración de las débiles fuerzas españolas que las ocupaban, y tomara bajo su cargo la "protección" de las posesiones españolas en Flandes. A continuación, Luis XIV capturó las plazas de Mons, Charleroi y Namur, y al hacerlo destruyó la famosa "Barrera" que se interponía entre Francia y Holanda. Convenció de la bondad de lo hecho a su nieto Felipe, proclamado ya rey de España, y consiguió que aceptara que otro ejército francés se dirigiera a "proteger" el Milanesado, dando origen a la campaña de Italia de 1701. También consiguió que el elector de Colonia, hermano de Maximiliano de Baviera, aceptase que un tercer ejército francés entrara en su territorio para amenazar los Estados Generales de Holanda.




Luis XIV, el rey Sol de Francia.

La ayuda militar francesa a España, que en realidad era un reforzamiento de las plazas fuertes españolas con tropas francesas, constituía una provocación, y el resto de potencias europeas reaccionaron. Guillermo III de Inglaterra, que era de origen neerlandés, de la casa de Orange y Nassau, aspiraba a obtener priviliegios comerciales en los dominios americanos de España; además, Luis XIV había reconocido al pretendiente Jacobo III Estuardo como rey de Inglaterra en septiembre de 1701 a la muerte de su padre, Jacobo II, depuesto en 1688 por ser católico. Los Estados Generales de Holanda habían entrado en guerra contra Francia desde hacía treinta años y no veían bien la expansión de Luis XIV. A pesar de ello, ofrecieron al rey francés el reconocimiento de su nieto Felipe V como rey de España a cambio del restablecimiento de la "Barrera" de plazas fuertes entre ambos países, en el territorio de los Paises Bajos españoles.

Dada la conducta de Luis XIV, que aspiraba a la monarquía universal, Inglaterra y Holanda se aproximaron al emperador Leopoldo I y se comprometieron a otorgar la sucesión de España al archiduque Carlos. La Dieta imperial se reunió en Ratisbona y acordó la necesidad de acudir a las armas para restablecer sus derechos. El 6 de junio de 1701 el emperador Leopoldo I publicó un memorandum dando a conocer los motivos por los que se le obligaba a ir a la guerra: los derechos sucesorios del archiduque Carlos y mantener a Francia dentro de los acuerdos firmados. El 7 de septiembre se concertó el establecimiento de una coalición internacional mediante la firma de un tratado en La Haya. Esta coalición, llamada la Gran Alianza, estaba formada por Austria, Inglaterra, Holanda y Dinamarca.





Retrato de Felipe V, de Juan Ranc, vestido de capitán general y con armadura negra. Museo del Prado. Madrid. Felipe V fue reconocido rey de España en Madrid por los representantes de las ciudades de Castilla y Aragón el 8 de mayo de 1701. Tenía entonces 17 años.





Retrato del archiduque Carlos, de autor desconocido, vestido con armadura. Palacio Real. Madrid. El arquiduque Carlos, segundo hijo del emperador Leopoldo I, fue proclamado rey de España en Viena. Tenía entonces 18 años.

La alianza se hacía entre estos países para "asegurar la paz en Europa" y garantizar la seguridad de cada miembro firmante de los ataques de Francia. Se acordaba la conquista de los Paises Bajos españoles y del Milanesado. Ingleses y holandeses se comprometían a ocupar Nápoles y la Toscana, y todos se reservaban el derecho de conquista de las posesiones españolas en América; asímismo, se comprometieron a respetar la integridad del territorio peninsular español. También acordaron que no podría concluirse una paz sin que Inglaterra y Holanda recibieran privilegios comerciales de Esoaña. Por último, dieron a Luis XIV dos meses para rectificara su conducta y aceptase sus propuestas, pasados los cuales sin noticias de Francia, las partes se comprometían a auxiliarse mutuamente hasta obtener satisfacciones.

Se llegó a enero de 1702 sin que los paises lograran ningún acuerdo con Francia. Guillermo III murió de accidente de caza en marzo de 1702 y fue sucedida en el trono por la reina Ana al mes siguiente. El 15 de mayo el emperador Leopoldo I declaró la guerra a Francia y al duque de Anjou; el mismo día Inglaterra y Holanda se unieron a la declaración de guerra. Portugal se unió a la alianza en mayo de 1703. A ellos se unió cinco meses después, en octubre, el duque de Saboya, que abandonó su alianza con el rey francés.

Los aliados incluyeron a España en su declaración de guerra porque consideraban que Felipe V seguía los dictados de su abuelo, como lo demostraba el hecho de que los diplomáticos y generales franceses estaban siempre delante de los correspondientes españoles, sin tener consideración a sus rangos y antecedentes. Además, los ejércitos franceses se habían posesionado de los Países Bajos españoles y del Milanesado, y sus escuadras se encontraban en Cádiz y en el Caribe español.

La respuesta de Luis XIV fue declarar la guerra contra el emperador, Inglaterra y Holanda el 3 de julio. El 28 de septiembre Leopoldo I repitió su declaración de guerr.

La guerra se había iniciado en 1701 en Italia sin declaración de guerra. Tras la declaración, se inició en las fronteras de Francia con los países aliados, y ese mismo año se trasladó a la propia España, donde se trató de una guerra europea en el interior de la península, sumida a una auténtica guerra civil, fundamentalmente entre la Corona de Aragón, partidaria del Archiduque, el cual había ofrecido garantías de mantener el sistema federal y foral, y Castilla, que había aceptado a Felipe V, cuya mentalidad era la del estado moderno centralizado siguiendo el modelo francés.

FUENTES: