HISTORIA MILITAR DE ESPAÑA Campañas |
GUERRA HISPANORTEAMERICANA (1898)
BATALLA DEL CANEY (1 de julio de 1898)
Victoria del general Lawton sobre el general Vara de Rey, tras diez horas de combate y numerosas bajas norteamericanas.
La posición de El Caney estaba guarnecida por unos 500 soldados pertenecientes en su mayoría a tres compañías del Regimiento de Infantería "De la Constitución", una guerrilla a pie, un destacamento del Regimiento de Infantería de Cuba y otro de movilizados. Mandaba la posición el general don Joaquín Vara de Rey y Rubio, que tenía la estación heliográfica de Daiquiri afecta a su cuartel general.
Plano norteamericano de la posición de El Caney y de las colina de San Juan, con indicación del despliegue norteamericano. La posición tenía por misión impedir que los norteamericanos se apoderaran de la represa de agua existente de Cuabitas que abastecía la ciudad de Santiago, y de la vía férrea que unía a la plaza con varios poblados en que había siembras y por los cuales tenía que llegar el general Escario con refuerzos desde Tempranillo. Sus defensas consistían en cuatro blocaos de madera y un fuerte de piedra denominado El Viso. Las casas del pueblo habían sido aspilladas y se abrieron trincheras en el suelo pedregoso, y el juego de unas y otras ofrecía a los defensores un fuego rasante sobre un espacio de entre 600 a 1200 metros; en la punta Nordeste de la posición se encontraba el fuerte de El Viso, guarnecido por una compañía, ocupando una colina desde la que se dominan todos los accesos. Las trincheras eran del tipo "carlista", es decir, trincheras en las que la arena excavada, en vez de utilizarse para formar un parapeto delante, como era lo común en aquella época, se tiraba hacia atrás esparciéndola, para hacerlas más difíciles de descubrir. La debilidad de la posición de El Caney consistía en que podía dominarse con artillería desde posiciones cercanas situadas en la sierra de Escandell. El general Shafter, tras efectuar reconocimientos el 30 de junio, ordenó al general Lawton que atacase El Caney con su división, compuesta por 5.379 hombres, reforzada con una batería de artillería al mando del capitán Capron. El plan norteamericano era que, una vez comenzado el combate de El Caney, el general Shatfer avanzaría con el resto del ejército norteamericano sobre las posiciones de San Juan. Por su parte, el rebelde Calixto García dejaría 200 de sus hombres al general Lawton para su ataque a El Caney y otros 200 para operar con Shafter sobre San Juan, mientras que trasladaría el resto de sus fuerzas el 1 de julio por la mañana al Norte de la ciudad de Santiago para cortar la retirada a los defensores de la plaza y oponerse a la llegada de refuerzos. Al amanecer del 1 de julio las fuerzas norteamericanas frente a El Caney y las lomas de San Juan estaban desplegadas de la siguiente manera:
Al amanecer del 1 de julio los norteamericanos comenzaron el avance sobre las posiciones españolas de El Caney. Ente sus filas reinaba el optimismo y la confianza; su único temor era que los españoles escapasen sin combatir. El general Lawton pensaba apoderarse de El Caney en una hora; sin embargo, el combate duró diez horas y cuarto, desde las 06:15 hasta las 16:30 horas, demostrando de esta manera la determinación mostrada por los españoles que defendían la posición. El general Lawton se proponía envolver la posición española con los 3.950 hombres de las brigadas 3ª y 1ª de los generales Chaffee y Ludlow; para ello, la 3ª Brigada de Chaffee se dirigió desde el Noroeste hacia el fuerte de El Viso; la 1ª Brigada Ludlow atacó desde el Sudoeste hacia la desembocadura del camino que une El Caney con Santiago; cada una de las brigadas avanzó con dos regimientos en vanguardia y otro en retaguardia; una batería desplegó en posición al Este del pueblo y la 2ª Brigada de Miles ocupó el ala izquierda al Sur de Ducoureau. La Brigada Independiente de Bates quedaba más atrás, confiando en no tener que entrar en combate. Ante el avance de los norteamericanos, hacia las seis de la mañana comenzó un eficaz y disciplinado fuego de los españoles que, apareciendo sobre las trincheras, disparando una descarga cerrada y desapareciendo tras las descargas, rasaron el terreno con sus balas mostrando con ello su determinación al enemigo, que comenzó a sufrir bajas entre muertos y heridos y provocando con ello la detención del avance de las brigadas Chaffee y Ludlow. Los norteamericanos comenzaron el fuego de la batería de artillería, que hizo sus fuegos de apoyo sin ser estorbada y como si estuvieran en un campo de maniobras, toda vez que los españoles no contaban con ningún cañón en El Caney. A pesar de los impactos del fuego de los cañones sobre los muros del fuerte de El Viso y las granadas sobre las trincheras y casas del pueblo, los defensores mantuvieron su disciplina de fuego. Un oficial español se paseaba tranquilamente delante de las trincheras situadas ante El Viso, animando a sus hombres y gritando "¡Viva España!" y "¡Viva el pueblo que cuenta con tales hombres!" Pasaban las horas y la Infantería norteamericana continuaba clavada al terreno sin poder moverse a causa de las descargas españolas, por lo que sus jefes solicitaron la llegada de refuerzos. A las 13:00 horas la brigada Miles (1.457 hombres) avanzó desde Ducoureau y entró en línea a la derecha de la brigada Ludlow. Los hombres de Miles se lanzaron al ataque y fueron frenados y rechazados a unos 50 metros de la línea española. Mientras tanto, el general Shafter se veía igualmente comprometido en las lomas de San Juan, y solicitó al general Lawton que le cediese la brigada Bates. Pero éste se empeñó en tomar la posición de El Caney, aunque fuera una acción estratégicamente estéril. Por ello, desoyendo la petición de su superior, Lawton ordenó al general Bates entrar en acción en El Caney con su brigada (1.100 hombres), de forma que hacia las 15:00 horas la cabeza de la brigada Bates se desplegó a la derecha de la brigada de Chaffee. Con ello, el general Lawton tenía todas sus fuerzas desplegadas en línea, tratando con ello de quebrantar la defensa española. Mientras tanto, el fuego de los fusiles Mauser de los
españoles proseguía incesante desde sus trincheras a la voz de sus oficiales,
que trataban de sacar el máximo partido de los 150 cartuchos de
dotación de los soldados.
Escena de un combate. A las 15:36 la brigada Chaffee y los refuerzos recibidos se lanzaron al ataque contra el fuerte de El Viso, pero quedaron detenidos al pie de la colina; inmediatamente la brigada lanzó un segundo y violento ataque, que por fin consiguió invadir el fuerte, no sin antes sufrir las bajas producidas por el incesante fuego de los españoles, que acabaron cediendo el terreno lenta y disciplinadamente, apoyados por el fuego rápido de sus fusiles. Desde El Viso los norteamericanos de Chaffee comenzaron a disparar sobre el pueblo, que era en ese momento el objetivo de la brigada Ludlow; pero los españoles no cesaron su resistencia. El general Vara de Rey, pese a estar gravemente herido en ambas piernas, siguió dirigiendo el combate, de modo que los norteamericanos no entraron en el pueblo hasta las 16:30, y lo hicieron para seguir combatiendo entre las calles. Los españoles llevaban más de ocho horas combatiendo, las municiones comenzaban a escasear y el enemigo, muy superior en número, les dominaba desde posiciones superiores. La resistencia flaqueó cuando el general Vara de Rey, que había visto morir a dos de sus hijos en el combate, recibió una descarga de fusilería que acabó con su vida y con la de los camilleros que le conducían en un convoy hacia San Miguel de Lajas para curarle de sus heridas en ambas piernas. Resultaron heridos en este ataque un hermano del general y su Jefe de Estado Mayor. Los norteamericanos recogieron el cadáver del general Vara de Rey y le dieron sepultura rindiéndole los honores que correspondían a su jerarquía. La estación heliográfica volante de Daiquiri cumplió su misión durante el combate dando servicio telegráfico en todo momento y haciendo fuego simultáneamente, sufriendo un herido grave. A la muerte del general, el teniente coronel de Infantería don Juan Puñet se hizo cargo del mando. Dada la situación, organizó la retirada; los últimos españoles abandonaron las casas para reanudar el fuego desde una colina situada unos 600 metros al Oeste. Y así, de una forma ordenada, el teniente coronel llegó a Santiago de Cuba sobre las 20:00 horas con 80 hombres, entre los que se encontraban los operadores de la estación heliográfica, quienes transportaban su compañero herido grave y todo el material y documentación. Tras la línea norteamericana iban los cubanos, calificados de "cobardes chacales" por el capitán Werster, agregado militar de la legación de Suecia y Noruega en Washington, que siguió el combate desde el lado norteamericano y que posteriormente escribió un informe/relato del mismo. En él recogió la visión de cadáveres de soldados españoles medio desnudos y con las gargantas cortadas por los machetes de los insurrectos. Su visión le alteró tanto que solicitó, y consiguió, que los mandos norteamericanos pusieran centinelas armados para vigilar a los soldados heridos y prisioneros españoles, en evitación de matanzas por parte de los cubanos. DOCUMENTOS: Informe del capitán Werster, agregado militar de Suecia y Noruega en Washington.
La guarnición de El Caney, formada por unos 500
soldados, sufrió 235 bajas entre muertos y heridos, y 120 prisioneros.
Por su heroica actuación en El Caney, se concedió por Real
Orden la Corbata de San Fernando a la Bandera del Primer Batallón
del Regimiento de Infantería "De la Constitución".
Por su parte, los norteamericanos sufrieron 444 bajas
en El Caney: 4 oficiales y 84 soldados muertos; 24 oficiales y 332 soldados
heridos. El general Lawton, con unos 6.500 hombres a sus órdenes,
vió cómo una fuerza más de diez veces inferior a
la suya, le impidió asistir al combate de las lomas de San Juan,
contribuyendo con su determinada defensa a la desmoralización de
las tropas terrestres norteamericanas.
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