Antecedentes (1790 - 1868)
Durante el gobierno del general Luis de las Casas, iniciado en 1790, se advirtieron en Cuba los primeros movimientos favorables a la independencia. En la residencia del propio general se reunían los hombres más destacados de entonces, miembros de la Sociedad Patriótica de Amigos del País, y sus ideas iban preparando el ambiente. No obstante, en 1791 fracasó una revolución de gente de color, encabezada por un tal José Antonio Aponte.
Las guerras napoleónicas, la invasión de España y la guerra de la Independencia de 1808 a 1814 tuvieron poca repercusión en Cuba, ya que España supo sofocar todo acto contrario a su soberanía y administración. No obstante el reinado absolutista de Fernando VII inició de nuevo los movimientos patrióticos. En 1821 se descubrieron varias conspiraciones. En 1823 los masones repitieron sus intentos separatistas, y las logias masónicas extendían las ideas revolucionarias. El poeta Jose María de Heredia fue uno de sus principales dirigentes.
En 1825 varios patriotas cubanos fundaron en Méjico la Junta Protectora de la Libertad Cubana. Simón Bolívar acarició el propósito de libertar Cuba, y así lo expuso a varios amigos; pero las dificultades eran grandes, y el proyecto no se llevó a cabo.
En 1834 el general Tacón inició en Cuba un rígido sistema de gobierno. Uno de sus sucesores, el general Jerónimo Valdéz, fue aún más absoluto. Otro de ellos, el general Leopoldo O´Donnell, persiguió a los negros que conspiraban contra España; en esta época se intensificaron los esfuerzos para obtener la independencia.
Mientras tanto, las autoridades españolas reafirmaban su dominio sobre una isla que era española desde el descubrimiento de América y en la que fomentaron progresos de todo orden. El ferrocarril se inauguró en Cuba antes que en la península; tras la revolución de Haití a comienzos del siglo XIX, Cuba se convirtió en la azucarera del mundo, multiplicando su producción por 16 en 60 años (38.000 toneladas de azúcar en 1806, 612.000 toneladas en 1866). Los astilleros de la Habana eran los terceros de España y sus colonias.
Además de esto, Cuba era una excepcional fuente de ingresos para España, pues el 80% del azúcar se vendía a Estados Unidos, cuyos dólares acababan en la península en forma de impuestos o de ventas de una balanza comercial donde España compraba a Cuba tan solo un tercio de lo que la isla vendía a la metrópoli. Por último, la isla estaba gobernada como un territorio militar sin el menor grado de autonomía, donde los gobernadores eran tenientes generales con amplios poderes.
Nueva York era la sede de los conspiradores cubanos. En 1850 un tal Narciso López embarcó unos 600 hombres en Nueva Orleans para liberar a Cuba. Conquistaron la ciudad de Cárdenas, pero tuvieron que regresar a la costa americana tras fracasar a la hora de conseguir el apoyo del pueblo.
El 4 de julio de 1851 un tal José Joaquín de Agüero inició una revolución en la hacienda de San Francisco del Juncal con unos 40 hombres. La mala organización hizo fracasar la empresa, y los jefes fueron fusilados el 12 de agosto y en días sucesivos. El mismo 12 de agosto Narciso López volvió a desembarcar en la isla. Sostuvo varios combates hasta que fue abandonado por los suyos y capturado por los españoles.
Durante el gobierno del general Valentín Cañedo se descubrieron varias conspiraciones. El 22 de marzo de 1855 fue ajusticado en el garrote uno de los que más soñaron con la independencia cubana: Ramón Pinto. Diez días más tarde murió otro conspirador: Francisco d´Strampes.
Sobrevino un periodo de calma, durante el cual el ideal de libertad no se abandonó. Desde el punto de vista económico, los cubanos necesitaban transformar su industria azucarera y pasar a concentrar su producción en menos instalaciones y más modernas, para lo cual requerían fuertes inversiones. En 1866 se reunieron en Madrid representantes del gobierno español con representantes de Cuba y Puerto Rico. Las conversaciones fracasaron por la intransigencia de los españoles en querer bajar los derechos de aduanas. Esta fue la última oportunidad para la paz.
El levantamiento de Céspedes y el “Grito de Yara” (1868)
A principios de 1868 la situación de Cuba era desesperada, fruto de la crisis económica mundial de aquel año. En las ciudades y el campo los comercios cerraban, los dueños de los ingenios azucareros pequeños, anticuados y basados en la mano de obra esclava no podían competir con los modernos ingenios con máquinas de vapor, y muchos terratenientes hipotecaron sus fincas. Como la crisis afectó también a España, la metrópoli aumentó los impuestos a los cubanos, con lo que la crisis de la isla se agudizó.
En este estado de cosas la conspiración se extendía por la isla, especialmente en su mitad occidental (Matanzas) y central (Camagüey). El 22 de septiembre de 1868, tres dias después de la Revolución de La Gloriosa que derrocó a la reina Isabel II, el terrateniente Manuel de Céspedes proclamó un gobierno independiente de los españoles en su ingenio azucarero de "La Demajuana", situado en el término municipal de Manzanillo, de la provincia de Oriente, liberando a sus esclavos. Inmediatamente se levantaron los terratenientes de los alrededores, quienes fueron a la lucha seguidos de sus esclavos, ya liberados, y los pequeños agricultores que trabajan para ellos como colonos.
Al comenzar la insurrección la isla de Cuba estaba mandada por el Capitán General D. Francisco Lerchundi, cuyo jefe de operaciones era el general D. Blas Villate, conde de Valmaseda. Desde 1827 la isla estaba dividida en tres departamentos: Occidental, Central y Oriental. En abril de 1868, poco antes de comenzar la guerra, se organizaron seis Comandancias Generales: Vuelta-Abajo, La Habana, Matanzas, Las Villas, Puerto Príncipe y Santiago de Cuba. Esta organización duró toda la guerra.
Mapa ilustrado de la isla de Cuba.
El 7 de octubre los principales caudillos rebeldes se reunieron en el ingenio de El Rosario y proclamaron a Céspedes como único jefe del movimiento, señalando la fecha del levantamiento para tres días más tarde, 10 de octubre. Ese día, Manuel Céspedes se sublevó contra la dominación española al frente de 140 hombres más armados y 200 de sus esclavos y atacó la población de Yara, dando origen a lo que se ha dado en llamar el Grito de Yara. Al día siguiente, 11 de octubre, Céspedes dió a conocer un Manifiesto de la Junta revolucionaria de Cuba, lleno de principios revolucionarios propios de una sociedad burguesa. Céspedes fue derrotado en Yara el mismo día 11 por una columna enviada por el gobierno y se retiró a su finca de "Palmas Altas" seguido de 12 hombres. Allí se reunieron con él Luis Marcano y Máximo Gómez, que se dedicaban al corte de la madera, seguidos de unos 300 campesinos.
El 12 de octubre se dio la noticia del levantamiento en la Gaceta Oficial de La Habana, en la que se quitaba importancia al suceso y se le calificaba de “ridícula calaverada”.
Sin embargo, la insurrección prendió por toda la isla. Los rebeldes atacaron la ciudad de Bayamo el 18 de octubre, que fue tomada tras dos días de lucha. La desinformación y desconocimiento oficial del levantamiento por parte del gobierno queda patente en el hecho que el mismo 18 de octubre, día del ataque a Bayamo, un comunicado del Estado Mayor de la Capitanía General mencionaba que una partida de paisanos apoyados por bandoleros perseguidos de otras jurisdicciones había provocado una algarada a la que se calificaba de escasa importancia.
Los españoles enviaron hacia Bayamo una columna de socorro desde Santiago de Cuba, pero fue sorprendida por Máximo Gómez en Ventas de Casanova, cuyas fuerzas dieron la primera carga al machete de la guerra, y Bayamo quedó en poder de los rebeldes. La consecuencia inmediata fue que la insurrección se propagara por Camagüey, cuyo levantamiento se produjo el 4 de noviembre.
Sobre el papel, la guarnición de la isla sumaba unos 20.000 soldados, de los que tan solo se estimaban operativos entre 8.000 y 10.000 hombres. El resto se consideraban bajas debido a la lentitud en la llegada de los reemplazos a la isla, las numerosas bajas por enfermedad y la gran cantidad de personal rebajado existente. En 1878, el mariscal de campo D. Manuel Salamanca y Negrete, diputado en la oposición, criticó la falta de claridad y oportunidad en las informaciones sobre la campaña de Cuba con las siguientes palabras:
"[...] el soldado va a operaciones con imperfecta instrucción, con el ánimo decaído [...] La enfermedad de Cuba no es el vómito, no es la cólera; es la anemia, producto de la mala alimentación."
Ante el avance de la insurrección, la reacción del comandante general del departamento Central, brigadier Mena, fue la de atrincherarse con sus fuerzas en el convento de la Merced de la capital del departamento. Este hecho fue aprovechado por los insurrectos, que durante el mes de noviembre los insurrectos desencadenaron una serie de ataques en los departamentos Central y Oriental. El 9 de noviembre incomunicaron Puerto Príncipe tras destruir el ferrocarril y el telégrafo que lo unía con Nuevitas, y destruyeron los depósitos de agua de Santiago de Cuba y el ferrocarril en el Cobre.
El 7 de diciembre de ese año llegó a las costas de la Guanaja la primera expedición de armas para los cubanos, entre las que figura un cañón, 300 granadas y gran cantidad de pólvora. Veinte días después Manuel de Quesada desembarcó en Camagüey una goleta llena de municiones y un grupo de cincuenta voluntarios.
DOCUMENTOS: Decreto del 27 de diciembre de 1868 sobre la esclavitud.
Desarrollo de la guerra (1869 - 1878)
Año 1869
El 4 de enero de 1869 el general Lerchundi fue sustituido por el Teniente General D. Domingo Dulce. Este general, casado con una cubana y con una enfermedad en fase avanzada, trató de aplicar ciertas medias liberales y menos enérgicas que su predecesor en la década anterior, más en consonancia con lo que estaba ocurriendo en España tras "La Gloriosa", y trató de llegar a un acuerdo de paz con Céspedes. Pero las medidas llegaban tarde y la situación era irreversible, por lo que el general Dulce se aprestó a organizar la resistencia. La pequeña burguesía española y canaria de la isla (funcionarios, pequeños propietarios, tenderos y empleados) se organizó en cuerpos de voluntarios y dió comienzo una cruel guerra civil entre cubanos, anulando la capacidad política del general Dulce. Se generó una escalada de violencia que obligó al gobierno a actuar sumariamente contra los implicados en la revolución, decretándose la confiscación de bienes y juicios sumarísimos que las más de las veces acababan en fusilamientos.
Por su parte, el presidente Grant envió al gobierno español en enero de 1869 una propuesta de compra de las islas de Cuba y Puerto Rico por valor de 150 millones de dólares, que indicaban las ansias anexionistas de los yanquis.
El 16 de enero de 1869 el general Villate, conde de Valmaseda, se dirigió a Bayamo, que fue abandonada por los rebeldes de Céspedes ante el avance de las tropas españolas. Entre las tropas del general Valmaseda se encontraba el teniente coronel Valeriano Weyler, quien fue ascendido a coronel por su comportamiento en los combates por la toma de Bayamo.
A mediados de abril de 1869 dieron comienzo las confiscaciones de las propiedades de todos aquellos sospechosos de apoyar la insurrección, de manera que a finales de 1870 se habían confiscado más de 4000 ingenios, haciendas ganaderas y viviendas en ciudades, junto con sus esclavos y acciones, por un total aproximado de 125 millones de dólares (625 millones de pesetas de la época). Simultáneamente, la situación degeneró de tal forma que se procedía a ejecutar a los revolucionarios en el propio lugar de su apresamiento.
Céspedes se retiró a Guaimaro, donde estableció su cuartel general. El 10 de abril de 1869 los revolucionarios comenzaron los trabajos de una Asamblea Constituyente que creara la República de Cuba y guiara la insurrección frente a España. La Asamblea se reunió en el cuartel general de Céspedes, en Guaimaro. Los 15 asambleístas reunidos eran en su mayoría terratenientes, ganaderos y dueños de ingenios que deseaban organizar un gobierno siguiendo el modelo burgués anglosajón. Al finalizar sus trabajos nació un gobierno presidido por Manuel de Céspedes, que fue elegido primer presidente de la República de Cuba por aclamación.
El mismo 10 de abril proclamaron la primera Constitución de la República de Cuba, comenzaron a emitir moneda y juraron como bandera nacional la enarbolada por Narciso López y más tarde, el 9 de junio, dictaron la Ley de Organización del Ejército Cubano, inspirada en la misma ley de España. En ella los insurrectos crearon una estructura de mando definida y unos cuerpos armados donde encuadrar sus voluntarios rebeldes; también definieron asuntos relativos a la instrucción y dotación de las unidades que fueron posteriormente modificadas por otra ley de 1 de diciembre de 1873. Manuel de Quesada fue nombrado general en jefe del ejército cubano. No obstante, las dotes de Quesada como jefe militar no confirmaron las esperanzas de los cubanos, quienes le quitaron el mando y le enviaron a los Estados Unidos en misión diplomática especial ante el presidente Grant. Un general estadounidense ocupó su puesto.
En la noche del 14 al 15 de mayo llegó la segunda expedición de suministros de armas a los insurrectos: el vapor “Perit” desembarcó 4000 fusiles, 18 cañones (alguno de ellos de plaza) y una pequeña imprenta.
Durante el mes de mayo el brigadier Ferrer operó al mando de una media brigada en el territorio de Nuevitas, destruyendo los obstáculos colocados por los insurrectos y reconstruyendo los puentes y alcantarillas del camino.
Durante el mes de octubre se realizaron operaciones en el departamento Oriental; a finales de mes se combatió a los insurrectos en Nipe, Sevilla y Sidonia, destacando en ellas el comandante de Ingenieros D. Juan Suarez Izquierdo, quien tomó las posiciones en que se encontraba atrincherado el enemigo en la zona Cauto Bajo y Palma Soriano, en un frente de cinco leguas cubanas.
Pronto se puso de manifiesto para los españoles que la escasa guarnición de la isla no podía afrontar la conducción de operaciones para enfrentarse a la insurrección, por lo que durante los diez años que duró la guerra sería necesario el envío de numerosas tropas procedentes de la Península. A finales de 1869 la guarnición de la isla aumentó hasta la cifra de 40.000 soldados.
En el terreno militar, durante todo el año 1869 los revolucionarios recibieron golpes muy duros en Oriente y Camagüey. Pero los insurrectos lograron recuperarse y pronto tomaron la ofensiva en varios frentes; de esta forma comenzaron a aparecer los primeros líderes militares: Máximo Gómez (que por cierto, no era cubano), Guillermón Moncada, Antonio Maceo y su hermano José Maceo.
A pesar de sus deseos de impedir una Cuba libre independiente de España, los Estados Unidos no dudaron en apoyar la insurrección. En 1869 el gobierno yanqui incautó las 30 cañoneras de poco calado encargadas y pagadas por el gobierno español que iban a ser empleadas en la vigilancia de las costas cubanas. Los yanquis se basaron en la denuncia que hizo el Perú ante los norteamericanos de que las cañoneras serian empleadas contra esta república, invocando la sección 3ª del Acta de Neutralidad de 1818, que imposibilitaba la entrega de armamento que pudiera ser empleado contra una potencia con la que se estaba en paz y amistad.
Año 1870
Gracias a gestiones realizadas por el gobierno español en Washington el asunto de las cañoneras logró desbloquearse, de forma que 17 de ellas llegaron a la Habana el 17 de enero de 1870, mientras que las 13 restantes estaban en camino.
Ese año los insurrectos lograron un éxito al atacar Guantánamo.
Año 1871
Durante este año la lucha se hizo intensísima. Españoles e insurrectos luchaban a muerte con crueldad. Este año los insurrectos atacaron la torre de telegrafía óptica de Pinto, o Colón, en las proximidades de Puerto Príncipe.
Año 1873
El 11 de mayo de 1873 se dio el combate de Jinaguagú, en el que murió el rebelde Agramonte frente a una columna española al mando del coronel Weyler. Su cadáver quedó en manos españolas, que lo quemaron y enterraron en lugar secreto. Máximo Gómez pasó a ocupar su lugar en la jefatura de la rebelión en Camagüey, y el mando del Oriente se dividió entre Calixto García y Vicente García, en quienes se apoyó la Asamblea Constituyente para destituir al presidente Céspedes. Este había anulado la sentencia de un consejo de guerra que condenaba a su cuñado Quesada por abuso de mando, por lo que la Cámara destituyó al presidente Céspedes por abuso de poder.
El 31 de octubre la corbeta española "Tornado" apresó al vapor “Virginius”, de bandera norteamericana, en plena acción de contrabando de armas, municiones y transporte de voluntarios a favor de los rebeldes. Las autoridades españolas juzgaron a los detenidos como piratas, siendo muchos de ellos de nacionalidad estadounidense, siendo muchos de ellos condenados a muerte, cuyas las ejecuciones se realizaron con diligencia. El caso, que estuvo a punto de provocar la guerra entre España y USA, fue aireado por la prensa amarilla yanqui, en manos de Pullitzer y Hearst, quienes crearon en la opinión pública norteamericana una profunda animadversión contra la crueldad de los españoles.
Año 1874
El 27 de febrero de 1874 el presidente Céspedes fue muerto en combate por los españoles en Sierra Madre. Fue elegido Salvador Cisneros Betancourt, marqués de Santa Lucía, para sustituirle.
La guerra de guerrillas continuaba por toda la isla, con numerosos combates y batallas que no resolvían la situación. Por su parte, el presidente Ulises S. Grant siguió una política de no apoyo a los rebeldes e impedió la venta de armas en favor de la insurrección, pues en su afán y política anexionista de la isla quería evitar el nacimiento de una Cuba independiente de España y fuera del control de los Estados Unidos.
Por su parte, la situación en el campo de los insurrectos estaba tan envenenada por culpa de las rivalizadades entre ellos que la revolución se descomponía con rapidez.
En septiembre el cabecilla Calixto García fue sorprendido por los españoles; trató de suicidarse disparándose un tiro, pero no murió, siendo curado y hecho prisionero por los españoles hasta su liberación por la Paz de Zanjón.
A finales de año la guarnición de la isla había aumentado hasta 80.000 soldados.
Año 1875
En abril de 1875 Vicente García organizó un movimiento para que los militares desconocieran al marqués de Santa Lucía como presidente de la República de Cuba, el cual se vió obligado a renunciar. Le sucedió Juan Bautista Spotorno con carácter provisional.
Año 1876
El 29 de abril de 1876 fue elegido Tomás Estrada Palma como presidente.
A mediados de año llegó como gobernador de la isla el Capitán General Martínez Campos, quien logró capturar al presidente Estrada el 19 de octubre. Con él llegó a la isla un refuerzo de veinte batallones de Infantería encuadrados en dos divisiones con dos brigadas cada una, con el correspondiente personal de Estado Mayor, Ingenieros y Sanidad Militar. Entre las unidades de Ingenieros se incluyó una compañía expedicionaria de Telégrafos, cuya responsabilidad de formación recayó en el coronel jefe del 4º Regimiento de Ingenieros, si bien se dio oportunidad a la tropa de los cuatro regimientos de Ingenieros formar parte de esta compañía expedicionaria. Al terminar el año la Asamblea cubana eligió presidente a Vicente García.
Año 1877
El general Martínez Campos era buen conocedor de la topografía general del país y de la manera de operar del enemigo. Rodeado de un buen plantel de oficiales y llegado con nuevas tropas de refresco, las cosas comenzaron a cambiar en el ámbito militar. Se mejoró la organización militar de las grandes unidades división y brigada y de las columnas de operaciones: hasta la fecha se estimaba insuficiente una columna formada por un solo batallón aislado; en febrero de 1877 comenzó a operarse en columnas de compañías. Si el enemigo era fuerte, se formaban columnas de dos batallones y un escuadrón, o de medias brigadas.
El final de la guerra. La Paz de Zanjón. La Protesta de Beragua (1878)
En 1877 la insurrección estaba ya completamente desmoralizada, y muchos cabecillas discutían la conveniencia de establecer un tratado de paz con España. Los insurrectos estaban divididos y España les ofrecía paz, libertad y olvido del pasado. Se abrieron negociaciones con el presidente insurrecto Vicente García, que fueron largas y dificultosas, y se discutieron las bases convenidas previamente entre el general Martínez Campos y el gobierno de Madrid.
Las bases de acuerdo quedaron estipuladas en el campamento de San Agustín, departamento de Puerto Príncipe, el 10 de febrero de 1878. Aprobadas por el general Martínez Campos, se comunicaron desde el Zanjón a todas las autoridades militares españolas, por lo que se conoce como la Paz de Zanjón.
El 15 de marzo se reunieron el general Martínez Campos y los cabecillas Vicente García y Maceo en los Mangos de Beraguá. Este último declaró que no se consideraba obligado por el convenio de Zanjón, y quedó con Martínez Campos reanudar las hostilidades el 23 de marzo. Ese día, en efecto, se reanudó la guerra, con más virulencia cada día. En todo Camagüey quedaban en pie tan solo dos ingenios de azúcar, dos poteros y unas 200 reses; en la capital del departamento, Puerto Príncipe, había más de mil casas vacías. La clase social que había iniciado y encabezado la revolución estaba liquidada, y el 21 de mayo el gobierno insurrecto acordó disolverse.
Aunque sólo quedaba tranquilo el Camagüey, puesto que la insurrección seguía en el Oriente, en junio se ordenó la retirada de muchas unidades del campo quedando exclusivamente tres divisiones para los departamentos de Cuba, Centro y Las Villas y las tres Comandancias Generales de La Habana, Vuelta Abajo y Matanzas.
Tras la conocida como “Protesta de Beragua” de Antonio Maceo, en el mes de mayo se aceptaron las condiciones de la paz. Las fuerzas de Maceo capitularon a los pocos días con sus jefes principales, y el 7 de junio se entregaron las gentes de Vicente García. Éste se embarcó para Venezuela, con una compensación de 70.000 pesos en oro y ropa para los 300 hombres armados y 200 familares que iban a sus órdenes, y 40.000 duros en oro para él. A cambio, Vicente García entregó al Estado unos terrenos suyos, que valían mucho menos de lo recibido.
En virtud de lo estipulado en el pacto de Zanjón, el cabecilla rebelde Calixto García fue puesto en libertad. Se dirigió a Nueva York, para organizar la lucha de nuevo.
La Paz de Zanjón supuso unos años importantes para el futuro de la isla. Las posturas de los españoles y los cubanos se definen como “españolistas”, “reformistas” e “independentistas”. Con ellos se crean partidos políticos legales, como el de la Unión Constitucional, formado por los llamados “españoles incondicionales”, y el Liberal Autónomo, de tendencias al reformismo autónomo. Así mismo, existía un partido ilegal que agrupaba a los partidarios de la independencia.