HISTORIA MILITAR DE ESPAÑA
Campañas




PRIMERA GUERRA DE ÁFRICA (1859 - 1860)

BATALLA DE CASTILLEJOS (1 de enero de 1860)

Primera victoria española en suelo marroquí en campo abierto en la primera guerra de África, y que abría el camino hacia la conquista de Tetuán.

Antecedentes
Articulación operativa española
Desarrollo de la batalla
Despues de la batalla






ANTECEDENTES

Al amanecer del 1 de enero de 1860, tras tres meses de preparativos en los alrededores de Ceuta y en los que no han faltado los combates, el Ejército Expedicionario, a excepción de su Primer Cuerpo de Ejército del general Echagüe, que se quedó atrincherado en Ceuta para la defensa de la ciudad, se puso en marcha al fin tras haber preparado un camino que le llevase a Tetuán y haber recibido los hombres y pertrechos necesarios. Frente a ellos se encontraba un ejército marroquí en clara de ventaja numérica: entre 100.000 y 150.000 efectivos al mando del hermano del sultán, Muley el Abbas, que plantaron cara a los españoles frente a Tetuán para impedirles que se adentrasen en el país.


Batalla de Tetuan, ciudad que cayó en manos españolas el 6 de febrero de 18609. Cuadro pintado por Dionisio Fierros Álvarez.

El día amaneció purísimo y sereno. Desde antes de rayar el alba comenzaron a desfilar por la playa del Tarajar las unidades del Ejército Expedicionario, que avanzó faldeando la sierra por la playa observado en todo momento por el ejército marroquí, que acompaña en paralelo su movimiento desde las alturas que dominan el camino del valle del río Castillejos, resguardados tras las rocas y matorrales que coronan las cimas.





ARTICULACIÓN OPERATIVA ESPAÑOLA

En vanguardia marchaba la División de Reserva al mando del general Prim, compuesto por las siguientes unidades:

  • 1er. y 4º Escuadrones de los Húsares de la Princesa, al mando de los comandantes don Juan Aldama y el marqués de Fuente-Pelayo.
  • Regimiento de Infantería del Príncipe, al mando del coronel don Cándido Pieltaín.
  • Batallón de Infantería de Luchana.
  • Batallón de Infantería de Cuenca, al mando del coronel don José Estremera.
  • Batallón de Cazadores de Vergara.
  • Tercios de Voluntarios Catalanes.
  • 1ª Batería de Artillería de Montaña.
  • Batería de Artillería del 5º Regimiento.

Detrás, en el centro del dispositivo, marchaba el general O'Donnell con el Cuartel General y el Estado Mayor.

El grueso de la columna estaba formado por unidades del Segundo Cuerpo de Ejército, al mando del general Zabala, formado por:

  • Regimiento de Infantería de Córdoba.
  • Batallón de Infantería de Saboya.
  • Batallón de Infantería de León.
  • Batallón de Cazadores de Arapiles.
  • Batallón de Cazadores de Simancas.

La retaguardia estaba formada por la Segunda Brigada de la Primera División del Segundo Cuerpo de Ejército, compuesta de las siguientes unidades:

  • 1er. Batallón de Infantería de Navarra.
  • Batallón de Cazadores de Chiclana.
  • Una batería de Artillería.

El Tercer Cuerpo de Ejército, al mando del general Ros de Olano, se atrincheró en las zonas altas del valle, dispuesto a marchar de frente y caer en el valle de Castillejos si así lo requerían los acontecimientos.

Simultáneamente, una parte de la flota española zarpó de Ceuta para acompañar a la fuerza terrestre desde el mar, darles cobertura y servirles de base móvil. La fuerza naval estaba formada por los vapores Piles y Panhope, la goleta de hélices Ceres, el falucho Veloz y cuatro cañoneras. En el vapor Panhope embarcó el jefe de la flotilla, capitán de fragata don Miguel Lobo.





DESARROLLO DE LA BATALLA

DOCUMENTOS:
La batalla de Castillejos, por Pedro Antonio de Alarcón.

La batalla comenzó sobre las 08:00 horas y finalizó alrededor de las 16:00. Fueron ocho horas de combate sin cesar, cuerpo a cuerpo, con cargas de caballería y a la bayoneta, en las que el arrojo temerario del general Prim consiguió arrastrar a sus hombres a la lucha en los momentos de mayor riesgo para la línea española. Para su mejor comprensión, hemos dividido la batalla en siete tiempos:

Tiempo 1: expulsión de los moros de las alturas del valle de Castillejos.
Tiempo 2: toma de la casa del Morabito.
Tiempo 3: primer contraataque de los moros. Acción de la caballería española.
Tiempo 4: primer contraataque de los moros. Acción de la infantería española.
Tiempo 5: segundo contraataque de los moros.
Tiempo 6: ataque del Regimiento de Córdoba.
Tiempo 7: tercer contrataque de los moros. Socorro del general Zabala.
Tiempo 8: cuarto y último contrataataque de los moros.


Tiempo 1: Expulsión de los moros de las alturas del valle de Castillejos.

Sobre las ocho de la mañana, y tras rebasar rebasar el campamento del Tercer Cuerpo de Ejército, la vanguardia española lanzó un primer ataque sobre las alturas que dominan el valle de Castillejos. Para ello, el general Prim destacó al Regimiento del Príncipe y al batallón de Cazadores de Vergara al mando del coronel Pieltaín. En las alturas esperaban los moros, que eran más numerosos, disparando un fuego nutrido. Sin embargo, los soldados del Príncipe y Vergara cargaron con tal ímpetu a la bayoneta que expulsaron a los moros y en pocos momentos se apoderaron de las alturas con escaso número de bajas.

Este ataque fue apoyado por otro realizado simultáneamente por el Batallón de Cuenca, que atacó más al sur por la derecha unas ásperas rocas desde donde los moros, perfectamente parapetados, mantenían un fuerte fuego de fusilería sobre los cazadores de Vergara y que estaba resultando muy eficaz para detener el avance de las tropas españolas, logrando hacer huir a los moros de sus posiciones.

Dueño de aquella amenazadora meseta, el general Prim hizo avanzar sobre ella el resto de sus tropas, estableciendo la Artillería de modo que protegiese el avance del resto de la columna sobre el llano.

Tiempo 2: Toma de la casa del Morabito.

Mientras, en el valle se van congregando numerosas huestes enemigas en las inmediaciones de la casa del Morabito y al amparo de una colina y de los espesos jarales que se extendían desde los cerros de la derecha. Ante esta amenaza, el general O´Donnell ordenó al general Prim que bajase al valle para tomar la casa, mientras descató la brigada del general Serrano, del Segundo Cuerpo de Ejército, reforzada con una batería de Montaña, para que flanquease un bosque cercano que ocupaban los moros y los arrojase de él a todo trance.

El ataque del general Serrano finalizó en pocos momentos merced a la inteligencia y arrojo con la que fue ejecutada por el brigadier Serrano y el acierto de la Artillería.

Por su parte, el general Prim dispuso sus fuerzas de forma que descendieran y atacaran simultáneamente, apoyados en todo momento por la batería de Artillería de Montaña emplazada en la meseta recién conquistada. El Batallón de Cuenca lo hizo bordeando por la cañada de la derecha; los dos escuadrones de Húsares lo hicieron por la izquierda; por el centro descendieron el regimiento del Príncipe y los cazadores de Vergara, protegidos por el batallón de Luchana por detrás, éste último al mando del propio general Prim. Con este dispositivo la División de Reserva llegó al valle y se dispuso a atacar a los moros.

Mientras tanto, la flotilla naval continuaba su fuego de cobertura, concentrado ahora en el valle y en la casa del Morabito. Llegado el momento, los batallones de Príncipe y Vergara se lanzaron al asalto, logrando coronar la altura del Morabito y expulsar a los moros de sus posiciones. Su sorpresa fue mayúscula cuando se encontraron con una fuerza de marineros e infantes de marina que, al mando del capitán de fragata Lobo, habían saltado a tierra y atacado el Morabito embistiendo y arrollando a los moros por su lado hasta encontrarse con los soldados del general Prim. Los soldados de Tierra y de la Armada se abrazaron, se dieron la mano y lanzaron vítores a la Marina, al Ejército, a España y a la Reina.

Finalizado el asalto, dueños los españoles del valle de Castillejos y de la casa del Morabito, los moros desaparecieron dando la sensación de que la batalla estaba concluida. La Marina se retiró hacia sus buques y ocupó la casa de la Condesa con un retén de treinta hombres, hasta que avanzara el Ejército y los relevase en sus posiciones. El general Prim tomó posiciones en espera de nuevas órdenes, mientras el general O´Donnell trasladaba su puesto de mando a la citada casa del Morabito. Serían alrededor de las doce de la mañana.

Tiempo 3: Primer contraataque de los moros. Acción de la caballería española.

Los moros se habían retirado, en efecto. Pero su intención fue la de concentrar todas sus fuerzas, más las que tenían desperdigadas por los montes y bosques vecinos, reforzadas ahora con la harca de Anghera, a quienes vió pasar por la mañana temprano el general Echagüe desde el campamento de El Serrallo en dirección a Sierra Bermeja.

El general Prim no necesitó recibir nuevas órdenes, pues de improviso vió cómo apareció ante él una numerosa multitud de moros en la más próxima de la tres lomas que se levantan frente al Morabito. Y aunque desde ella los moros podrían haber hostigado con su fuego a los españoles, se lanzaron a la carga entre gritos espantosos con el arma terciada a la espalda y blandiendo sus cortantes y afiladas gumias y cuchillos. Simultáneamente, por la cañada de la izquierda apareció la caballería mora, que cargaba tratando de llegar al llano.

El general Prim se quedó con la infantería para contener a la morisma que se le echaba encima, y lanzó a los Húsares de la Princesa a contener a la caballería enemiga. Los húsares se lanzaron a la carga, arrollando, acuchillando y dispersando a su paso a los moros de a pie que se les pusieron delante sin detenerse a rematarles. Su objetivo era los caballos enemigos, que se ponen en fuga perseguidos de cerca por los españoles.

Al torcer un rodeo, los escuadrones españoles se encontraron sin enemigos delante, y con la inesperaba visión del campamento marroquí. Se lanzan a la carga contra el mismo con intención de destruirlo, cuando de improviso el suelo se les hunde debajo de los cascos de los caballos. Los moros habían construido tres profundos fosos, que habían disimulado con ramas y hierbas. Mientras caen en la emboscada, una tempestad de tiros se desata sobre los jinetes españoles, que pugnan por salir de aquella carnicería. Los que lograron salir ilesos escoltaron la retirada de los heridos y la recogida de los cadáveres, abriéndose paso entre los enemigos hasta regresar al valle de Castillejos. Otros, sin embargo, decidieron seguir adelante con la carga y se adentraron en el campamento enemigo, se batieron a tiros y cuchilladas entre las tiendas y, finalmente, regresaron a las filas españolas tras rebasar los tres fosos y recoger a algún compatriota aún caído.

En una épica lucha cuerpo a cuerpo el cabo Pedro Mur conquistó una bandera en el campamento marroquí. Los Húsares de la Princesa conquistaron la gloria, pero también perdieron a dos oficiales y treinta jinetes, quedando heridos el resto de los oficiales.

Tiempo 4: Primer contraataque de los moros. Acción de la infantería española.

Mientras tenía lugar la acción de la caballería, los batallones del general Prim se enfrentaban por la derecha a un duro combate. Príncipe, Vergara, Luchana y Cuenca recibieron a los moros con sus disparos y bayonetas, capitaneados por su general en todo momento. Resistieron la acometida enemiga, la contuvieron, la quebrantaron y finalmente lograron rechazarla.

Rechazado de nuevo el enemigo, el general Prim eligió la posición sobre la que atrincherarse a pasar la noche. Para ello adelantó al Regimiento del Príncipe a la segunda loma, desde donde los moros comenzaban a disparar de nuevo, dejando al resto sobre la primera. Tras conquistar la segunda loma después de un breve combate, el general Prim subió hacia ellos y pudo divisar desde allí el campamento marroquí, protegido entre cuatro montes. Sintiendo la irresistible tentación de caer sobre él, se aprestó para el ataque. Pero decidió consultar la decisión con el general O´Donnell quien, una vez Prim en el puesto de mando del Morabito, le hizo desistir de sus propósitos, pues el objetivo del día era avanzar sobre Tetuán. Además, el campamento marroquí estaba protegido por cuatro montes, y su conquista hubiera supuesto pérdida de hombres y una demora y desvio sobre el objetivo del día.

El general Prim regresó a la posición conquistada y los Ingenieros, protegidos por los cazadores de Vergara, continuaron los trabajos de fortificación y atrincheramiento del campamento.

Tiempo 5: Segundo contraataque de los moros.

Los españoles renunciaron a atacar el campamento marroquí, pero los moros se sentían amenazados por la presencia española y decidieron atacar las nuevas posiciones del general Prim, cuya posesión era necesaria para cubrir el camino de la costa. De nuevo se trató de una lucha denodada, sangrienta y cruel. Los moros atacaban con ímpetu y resolución los batallones de Príncipe, Vergara, Luchana y Cuenca, desplegados en línea dada la extensión del ataque marroquí y cada vez más reducidos en número. Mientras los del Príncipe avanzaban y desalojaban a los moros, el general Prim hizo avanzar un batallón del 5º Regimiento de Artillería, que luchó a pie a modo de infantería a las órdenes del coronel don Ignacio Berrueta. Se luchó cuerpo a cuerpo, a tiro de pistola, a la bayoneta; la carnicería fue espantosa.

Los moros caían por doquier, pero otros muchos sustituían a los caídos. La situación de los españoles era crítica en aquellas alturas, pero a pesar de ello los soldados se mantienen firmes sin perder un solo palmo de terreno bajo el denso fuego enemigo.

Tiempo 6: Ataque del Regimiento de Córdoba.

El general O'Donnell, establecido el Morabito, reconoce el campo y ordena que el general García ataque desde el valle con siete batallones del Segundo Cuerpo de Ejército, y que Prim aguante mientras tanto en las posiciones avanzadas que había ocupado. Pero la inaccesibilidad del terreno y la posición ventajosa del enemigo impiden el ataque.

Ante lo comprometido de la situación, el general O´Donnell ordenó al Regimiento de Córdoba, perteneciente al Segundo Cuerpo de Ejército, que reforzase la línea del general Prim y que lo hiciese a las órdenes del brigadier Angulo.

El refuerzo llegó en el momento más apropiado, pues los del Príncipe no aguantaban más. A su llegada, el general Prim les ordenó dejar las mochilas en el suelo, dejó un batallón de Córdoba en reserva y se puso a la cabeza del otro para contener a la innumerable masa de moros que amenazaba destruir al Príncipe. Pero fue inútil. Quien avanza cae. Imposible dar un paso. Los oficiales, a la cabeza de la tropa, trataban en vano de hacer avanzar al batallón de Córdoba. El momento era crítico. Por segunda vez el batallón intentó avanzar, y por segunda vez se estrelló contra un muro de fuego. Mientras tanto, los moros avanzaban resueltos. El general Prim vió lo comprometido de la situación. A caballo, cogió la bandera de España que enarbolaba el abanderado del REgimiento de Córdoba y, dirigiéndose a los soldados, les arengó de la siguiente manera:

Y enarbolando la bandera se lanzó a las posiciones del enemigo sin preocuparse si iba solo o acompañado. Su gesto y arenga tuvo tanta fuerza que logró electrizar a los soldados del Córdoba, que se lanzaron al ataque al grito de "¡Viva nuestro general!". El ímpetu de la carga fue tal que lograron ocupar definitivamente la posición y rechazar definitivamente al enemigo.

Tiempo 7: Tercer contrataque de los moros. Socorro del general Zabala.

Las tropas de Prim se prepararon para recibir un nuevo ataque, pues los moros volvieron a reorganizarse y amenazaron con envolver la posición del general Prim avanzado por una cañada de la derecha. Pero el general Zabala vió el peligro desde las alturas por donde avanzaba, y sin dudarlo se lanzó contra los moros poniéndose personalmente al mando de los batallones de Saboya y León y los Cazadores de Arapiles y Simancas, quienes detuvieron el ataque de los moros, que se retiraron dejando numerosas bajas en el campo.

Tiempo 8: Cuarto y último contrataataque de los moros.

A pesar de haber sido batidos en todos sus intentos, los moros no se daban por derrotados y organizaron un nuevo ataque contra las alturas ocupadas por los batallones de los generales Prim y Zabala. De nuevo arreció la lucha y las descargas cerradas se oían en lo alto. Ese fue el momento elegido por el general O'Donnell para lanzarse personalmente al combate, al que acudió al grito de:

Con él iba el Regimiento de la Princesa, al mando del brigadier Hediger. Mientras tanto, los moros seguían tratando de recuperar las alturas, pero eran constatemente rechazados por las tropas de Prim y Zabala. Trataron de volver a atacar por la derecha, pero se retiraron al ser amenazados por el general García, que reforzaba la derecha española con los cazadores de Chiclana y el primer batallón de Navarra, al mando del general don Enrique O´Donnell. El general Prim salió al encuentro del general O´Donnell y le dirigió las siguientes palabras:

    "Mi general, aquí mando yo. Este no es su puesto de usted. Su vida no le pertenece, y aquí la expondría sin necesidad. Todo está ya terminado."

A las cuatro de la tarde terminó la batalla. Los moros se batieron en retirada y los batallones españoles no les perseguieron, contentándose con mantenerse en sus posiciones. La división de Prim, que había combatido sin descanso desde el amanecer, fue relevada en sus posiciones conquistadas por la Primera División del Segundo Cuerpo, y acamparon en las posiciones ocupadas, donde permaneció el general Prim para dormir aquella noche.

DESPUES DE LA BATALLA

En la batalla participaron más de 20.000 marroquies del ejército de Muley-el-Abbas, cuyas bajas fueron de unos 2.000 hombres. Los soldados españoles que tomaron parte en los combates fueron unos 8.000 hombres, cuyas bajas fueron de 20 oficiales muertos, 68 heridos, 63 soldados muertos y 418 heridos.

Tras diez horas a caballo sin separarse de sus hombres, el general Zabala sufrió una parálisis al desmontar; tuvo que entregar el mando de su Cuerpo de Ejército al general Orozco y dos días después fue trasladado a Ceuta.

Por los méritos contraídos en esta batalla, al general Prim, que ya era Conde de Reus, se le otorgó el título de Marqués de Los Castillejos y Grande de España.

El general O'Donnell pudo prepararse para la toma de Tetuán tras su primera gran victoria en campo abierto sobre tierras africanas.





FUENTES: