HISTORIA MILITAR DE ESPAÑA
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VALERIANO WEYLER Y NICOLAU (1838 - 1930)

Capitán General de Cuba durante la última guerra hispanocubana.

Valeriano Weyler y Nicolau era hijo del médico militar Fernando Weyler y Laviña. Nació en Palma de Mallorca el 17 de septiembre de 1838, donde cursó sus primeras letras, en la escuela de Bernardo Homar. Continuó sus estudios en el Colegio de San Bartolomé y Santiago de la ciudad de Granada, donde había sido destinado su padre. A los 15 años ingresó en el Colegio de Infantería de Toledo, de donde salió a los 18 años promovido al empleo de subteniente. Ascendió a teniente a los 20 años de edad.

Fue destinado al regimiento de la Reina, de guarnición en Madrid, donde se preparó para el ingreso en la Escuela Especial de Estado Mayor. Ingresó en la escuela en julio de 1857, y allí fue discípulo del general Martínez Campos. Cursó estudios abreviados que le permitieron acabar en septiembre de 1860, un año antes del tiempo reglamentario, y salió con el número 1 de su promoción.

No pudo participar en la guerra de África porque estaba en la Escuela, y siendo grande el entusiasmo que tenía por el general Prim, le solicitó que le llevara consigo en la Expedición a Méjico; pero el general le hizo desistir ante la consideración del perjuicio que le ocasionaría interrumpir sus estudios, ofreciendole complacerle más adelante.

Promovido al empleo de capitán de Estado Mayor, en septiembre de 1862 Weyler fue destinado a la Capitanía General de Baleares, su tierra natal. En marzo de 1863 solicitó y obtuvo una de las dos vacantes de comandante de Estado Mayor de Ultramar, que nadie solicitaba por haberse recrudecido en la isla de Cuba la epidemia de vómito o fiebre amarilla. Apenas desembarcado, se contagió de la citada fiebre de tal forma que estuvo al borde de la muerte. Allí le tocó un premio mayor de la Loteria Nacional y con él compró una casa en la calle de la Paz número 29 de Palma de Mallorca.

En 1863 pidió destino voluntario a la isla de Santo Domingo, a las órdenes del general José de la Gándara, donde tomó parte en diversas operaciones navales y terrestres:

  • 15 de octubre de ese año: acción de Bondillo, por la cual se le otorgó el grado de teniente coronel.

  • 16 de octubre: acción de Managuayabo.

  • 17 de octubre: acción del Paso de Fundición.

  • 18 de octubre: acción del caserío de Cambito.

  • 24 de octubre: acción del caserío de Doña Ana, por la que se concedioó la cruz de Carlos III.

Se distinguió de modo extraordinario en la acción del río Jaina, librada con motivo de llevar un pliego a la capital de la isla atravesando las líneas enemigas. Para dicha operación el general Gándara dispuso que la suerte designase el oficial de Estado Mayor que debía cumplimentarla, tocándole a Weyler. Realizada con éxito la operación por él solo, fue atacado a su regreso cuando ya se había unido a sus tropas, que había dejado acampadas en las márgenes del río Jaina. Weyler se vió obligado a atrincherarse con sus hombres en las proximidades del río, y allí resistió durante varios días, manteniendo a raya al enemigo hasta que le llgó el socorro, consiguiendo salvar a todos sus hombres, heridos incluidos. Su acción se publicó en las órdenes generales de lo ejércitos de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo, se le tributaron honores de Capitán General y se le concedió la cruz de San Fernando de 1ª Clase. Su práctico en aquella operación fue un tal Marcano, que murió más tarde siendo jefe insurrecto en Cuba.

Durante la guerra de Santo Domingo conoció a Máximo Gómez, que pertenecía a la Milicia Dominicana, con quien durmió bajo el mismo techo alguna que otra noche sin sospechar ambos que se enfrentarían años más tarde en la feroz guerra de independencia de Cuba.

Weyler era teniente coronel de Caballería cuando se procedió al abandono de Santo Domingo. Regresó a la Península y aprovechó para visitar la Exposición Universal de París. Pero enseguida regresó a Cuba, donde participó en la Guerra de los Diez Años desde las primeras oepraciones de 1868 integrado en el ejército del conde de Valmaseda desde las primeras operaciones de 1868. Fue ascendido al empleo de coronel con motivo de la reconquista de Bayamo, ciudad natal de Manuel de Céspedes, lider de la revolución cubana. Tenía 30 años.

Por aquel entonces el comercio de la Habana organizó un batallón y un escuadrón de voluntarios en los que ingresaban individuos blancos y de color, a los que se filiaba sin pedirles documentación alguna. Estas fuerzas, denominadas Cazadores de Valmaseda, se pusieron a las órdenes de Weyler, a cuyo frente estuvo durante más de cuatro años. Gracias a sus dotes de mando y prestigio personal, Weyler supo mantener la disciplina entre aquella gente díscola y aventurera, que le obedecía sin vacilar, con quienes no dejó descansar un momento al enemigo, cuyo rastro seguían constantemente y a quienes los insurrectos llamaron "los perdigueros". Con estas tropas, Weyler derrotó en Rio Chiquito a una columna de insurrectos muy superior a la suya, en una lucha en la que la unidad de escolta, todos de color, perdió la mitad de sus hombres, pero en la que ninguno de aquellos "perdigueros" volvió la espalda al enemigo. Por aquella pudo pedir otra cruz de San Fernando, pero como esta recompensa excluía cualquier otra, prefirió ascender a brigadier y dejar el mando de aquellos valientes, que sintieron con verdadera pena la marcha de su jefe.

Tras su ascenso a brigadier fue designado comandante general interino de Puerto Príncipe, y dirigió las operaciones en las que fue batido y muerto Agramonte, caudillo de la insurrección en la zona.

De regreso a la Península fue destinado al ejéfcito del Centro, en el que operó a las órdenes del general Palacios en el Maestrazgo y Morella. Se le prohibió empeñar combate en condiciones desventajosas, pero desoyendo la prohibición, atacó en Bocairante al general carlista Santés, que iba al frente de una columna tres veces superior a la de Weyler. El choque fué durísimo; parte de la brigada de Weyler se desbandó y los carlistas se apoderaron de su artillería, pero Weyler se puso al frente de las compañías de Aragón, cargó con ellas, recuperó las piezas de nuevo y batió y dispersó al enemigo. Desde entonces, el general Santes perdió su aureola y, preguntado años más tarde por un periodista, dijo que nunca se expliaría como aquella victoria pudo convertirse en derrota.

Por la victora de Bocairante el gobierno dispuso el ascenso de todo aquel que hubira cumplido con su deber, por lo que Weyler fue propuesto para mariscal de campo. Cuando el ministro de la Guerra, general Zabala, iba a resolver la propuesta, le llamaron la atención sobre la juventud de Weyler. El ministro preguntó si esto sería una atenuante en el caso de tener que juzgarlo en Consejo de Guerra por haber perdido la batalla; al contestarle negativamente firmó el nombramiento diciendo: "!Pues entonces, hay que ascenderlo!".

Tras el nuevo ascenso fue nombrado jefe de Estado Mayor del general López Domínguez, jefe del ejército del Centro y capitán general interino de Valencia. A la muerte del marqués del Duero pasó a las órdenes del general Zabala cuando éste se encargó del mando del ejército del Norte. Poco después a Weyler se le dió el mando de una división en Valencia, con la que concurrió a los últimos combates de la guerra civil en aquella región. Pasó con sus tropas a Cataluña y alí se le dió el mando de la división que operaba en Tarrasa, Lérida y el Penedés.

Al ocurrir el golpe de Sagunto resignó el mando de la división, pues no quiso tomar parte en el golpe ya que nunca se había sublevado. Se trasladó a Mallorca, pero la dimisión no impidió que fuese ascendido a teniente general el 23 de enero de 1878, a la edad de 39 años, como premio por sus servicios en las últimas campañas.

Destinado a Canarias, trabajó con gran entusiamo en favor de los intereses insulares, edificando la Capitanía General y el Hospital Militar sin que le costase un céntimo al estado, y conquistando tales simpatías, que al dejar aquel mando solicitaron los tinerfeños para él el título de marqués de Tenerife, que le fué concedido. Más tarde le otorgaron su representación en el Senado, al que volvió después representando a Málaga y Baleares, hasta que se le nombró senador vitalicio el 20 de septiembre de 1895.

Después de desempeñar la capitanía general de Baleares y la dirección general de Administración y Sanidad Militar, fué destinado a la Capitanía General de Filipinas, donde dedicó su atención a la instrucción escolar y a remediar las necesidades del país, cuyasislas recorría con frecuencia, permaneciendo embarcado la mayor parte del año. Se le concedió la gran cruz de María Cristina por la dirección de las operaciones de Mindanao y por haber limpiado de enemigos la laguna de La Nao.

Cuando regresó a la Península se le dió el mando de Burgos, Navarra y las Provincias Vascongadas, cuyas tres capitanías fueron reunidas en una sola, logrando resolver los múltiples problemas que allí encontró. Tras los atentados anarquistas contra el general Martínez Campos y el Teatro del Liceo fue nombrado capitán general de Cataluña, donde no tardó en conseguir que renaciese la tranquilidad y el orden.

Tras el mandato del general Martínez Campos, fue nombrado capitán general de Cuba para hacerse cargo de las operaciones contra los independentistas cubanos. Una vez en la isla comenzó a poner en práctica un bien estudiado plan de operaciones, para cuyo desarrollo había solicitado dos años de tiempo. No obstante, fue relevado por el presidente Sagasta en 1897, antes de expirar este plazo cuando el campo de la rebelión quedaba reducido a una pequeña zona de la parte oriental de la isla. Las presiones norteamericanas influyeron en el relevo del general Weyler, pues ofrecieron a España no seguir apoyando a los rebeldes cubanos a cambio de que "el sangriento general", como le llamaban los yanquis, dejara el mando. El pueblo español tomó mal la decisión y sus paisanos mallorquines le ofrecieron un himno en su honor: el Himno de Weyler.

De vuelta a España, se le asignó el mando de la Capitanía General de Castilla la Nueva, ante el temor que hubiese revueltas populares con ocasión de la boda de S.A. la Princesa de Asturias. Posteriormente se le nombró Ministro de la Guerra, cargo que desempeñó en tres ocasiones: de marzo de 1901 a diciembre de 1902, de julio a diciembre de 1902, y de diciembre de 1906 a enero de 1907. También desempeñó una vez la cartera de Marina.

A raiz de la Semana Trágica de Barcelona relevó al general Santiago como capitán general de aquella región; restableció el orden y el respeto a la ley con tan solo su presencia, sin tener que apelar a medidas de rigor. Permaneció en el cargo cuatro años y medios.

En 1910 fue promovido a la dignidad de capitán general. Fue nombrado jefe del Estado Mayor Central, presidente del Consejo Supremo de Guerra y Marina y presidente del Consejo de Administración de la Caja de Huerfanos de la Guerra. En 1926, cuando contaba 88 años, fue acusado de ser unos de los promotores de los sucesos de la noche de San Juan, aunque salió libremente absuelto. El 30 de noviembre de 1928 celebró sus bodas de diamante en la milicia por haber cumplido 75 años efectivos de servicios. Murió en 1930, con 92 años.

Además de marqués de Tenerife, fue nombrado duque de Rubí, con grandeza de España; consejero de Estado y académico numerario de la Real Academia de la Historia. Fue nombrado coronel honorario del Regimiento de Infantería "Aragón" número 24 y caballero de la insigne orden del Toisón de Oro, además de ser caballero de la Militar Orden de San Fernando. Poseía las grandes cruces españolas de primera clase del Mérito Militar y del Mérito Naval rojas, además de las de San Hermenegildo y Carlos III. También tenía las condecoraciones extranjeras de la Cruz de San Benito de Avís y Cristo de Portugal, gran cordón de la Legión de Honor de Camboya, Pontificia del Santo Sepulcro y Basilio de Castilla, del Elefante Blanco de Siam, de San Mauricio y San Lázaro de Italia, y del Mérito de primera clase de Chile.

Escribió varias obras, entre las que destacan "Memoria justificativa de las operaciones en Valencia, Aragón y Cataluña" (Palma de Mallorca, 1875), "Mi mando en Cuba" (Madrid, 1910), y "Valor de la Historia en el arte militar", discurso de recepción en la Real Academia de la Historia, publicado en Madrid en 1925.



FUENTES:

  • Diccionario Enciclopédico Espasa. Espasa Calpe, S.A. Madrid, 1930