HISTORIA MILITAR DE ESPAÑA
Galería de Personajes



DON PELAYO (718 - 737)

Primer rey de Asturias

Entre los godos emigrados que se acogieron a la seguridad de las montañas astures y cantábricas para huir de la presión islámila figuraba un tal Pelayo, que protagonizaría la rebelión cristiana y llegaría a ser proclamado rey.

Sobre la genealogía de Don Pelayo existe una gran confusión:

  • El más antiguo testimonio sobre su existencia, el Cronicón de Sebastián de Salamanca (también llamado de Alfonso III), del año 883, le supone hijo de Fabila, antiguo duque de Cantabria.
  • La Crónica de Albelda (siglo X) le supone hijo de un tal Veremundo y sobrino de Don Rodrigo.
  • La Crónica de Oviedo le hace hijo del duque de Álava.
  • Basándose en su nombre, hay quien afirma que era de raza hispanoromana y elevado a un puesto en la corte del último rey visigodo por pertenecer a una familia noble indígena. De esta opinión parece que eran los cronistas árabes, que siempre se dirigieron a él como Belay (o Belaz) el-Rumi, es decir, como Pelayo el Romano.
  • La opinión más generalizada le hace hijo de Favila y de la sangre real de Rodrigo, en cuya corte había desempeñado el cargo de conde de los espatarios.

La leyenda, mezclándose con la historia, afirma que su padre Fabila cayó en desgracia ante Witiza en vida del rey Egica (o Ervigio) porque bien Fabila se entendía con la mujer de Witiza bien porque Witiza se entendía con la mujer de Fabila. El caso es que fué víctima de la cólera del rey Vitiza, que le golpeó en la cabeza en Tuy "a causa de su esposa" y le mató, con lo que Pelayo quedó huerfano. Sirvió como espatario en la corte de Vitiza, pero también incurrió en la cólera real y fué desterrado a Toledo. Otra versión afirma que a la muerte (o prisión) de su padre, Pelayo huyó a la región de Cantabria, donde tenía deudos y amigos.

Se dice que el rey Witiza quiso prender a Pelayo, y que éste escapó de España hacia Jerusalén en romería (Mariana dice que en el pueblo vizcaino de Arratia se conservaban los bordones de Pelayo y su compañero). Se cree que a la muerte del rey Vitiza apoyó a la facción nobiliaria que favoreció el ascenso de Don Rodrigo al trono visigodo. Tras el advenimiento del nuevo rey Don Pelayo recobró su puesto en el palacio y llegó a ser espatario de Don Rodrigo.

Don Pelayo peleó valientemente en la batalla del Guadalete junto a su rey, y tras la caída del régimen visigodo emigró al norte con su familia, asentándose quizás en el valle de Cangas. El nuevo gobernador de la región, un bereber llamado Munuza establecido en Gijón, se enamoró de su hermana, y para conseguir su propósito envió a Don Pelayo a Córdoba en calidad de rehén.

Levantamiento de Pelayo

Don Pelayo permaneció en la corte del gobernador Al-Hurr hasta una fecha indeterminada entre marzo y agosto de 717, fecha en la que se fugó a Asturias. Llegado a su casa no aprobó el matrimonio de su hermana con Munuza y comienzó a conspirar. Munuza, alertado, pidió ayuda al gobernador, que envió sicarios para prender al rehén fugado. Don Pelayo se encontraba en Brece; se enteró por un amigo que gente del valí acudía a prenderle con engaños y decidió huir cruzando el río Piloña para burlar a sus perseguidores, cosa que consiguió refugiándose en los montes. En el valle de Cangas se celebró una asamblea judicial en la que Don Pelayo predicó la rebelión y en la que excitó los ánimos de los astures en favor de la sublevación. De esta manera, Don Pelayo se encontró en el año 718 encabezando un levantamiento popular de los montañeses astures, quizás apoyado por notables visigodos refugiados tras las montañas.

Hay que hacer notar que la leyenda del amor de Munuza se mezcla con la de otro gobernador también llamado Munuza, que se enamoró de Lampegia, hija del duque de Aquitania, años después en la Cerdaña (en Llivia).

Anbasa reemplazó a Al-Hurr en el gobierno de Al-Andalus, y quiso resolver el problema del rehén rebelde. Para ello en la primavera del 722 envió un ejército al mando del bereber Alqama contra los rebeldes astures. Junto a él marchaba el obispo hispalense Oppa, algo bastante extraño. El ejército musulmán cruzó las montañas por el Puerto de la Mesa, y devolvió el país a la obediencia del gobernador de Córdoba, finalizando con ello tres años de rebeldía. Los tributos fueron nuevamente recaudados y el gobernador Munuza regresó a su sede de Gijón.

Para finalizar la campaña, Alqama quiso perseguir a las escasas tropas del rebelde Pelayo hasta creer tenerlas acorraladas al pie del Monte Auseva, la actual Covadonga. Allí, el día 28 de mayo de 722 (día de Arafa del 103 de la Hégira), los musulmanes fueron sorprendidos, emboscados y finalmente destruidos en la famosa batalla de Covadonga.

El desastre musulmán fue de tal magnitud que el gobernador local Munuza comprendió que la resistencia sería inútil y decidió abandonar la montañosa región astur. En su retirada, engañados quizás por los guías o por lo difícil del terreno, los musulmanes siguieron el valle del río Trubia hasta el lugar que se cierra en Proaza, o Olalías. Allí los astures les salieron al encuentro, aniquilaron a los musulmanes y mataron al gobernador Munuza.

Tras las derrotas de Alqama y Munuza, las montañas cantábricas quedaron libres de presencia musulmana. Don Pelayo se estableció en Cangas, no lejos de los montes. Su influencia se extendió por todo el país de los astures hasta el río Nalón.

Su hija Hermesinda se casó con un tal Alfonso, hijo de Pedro, Duque de Cantabria. Fruto de esta unión el levantamiento astur y la influencia de Don Pelayo entró en la zona de los cántabros de la mano de su suegro el duque Pedro.

El interés mostrado por los musulmanes en conquistar la Galia y la poca importancia que dieron a ese puñado de montañeses garantizó quince años de paz que Don Pelayo aprovechó para organizar el territorio, sin aventurarse en expediciones fuera de las montañas. Tras ellos el gobernador Uqba envió una segunda expedición contra los rebeldes montañeses astures. Si bien la expedición fue un éxito a decir de las fuentes árabes, la realidad es que Don Pelayo y los suyos se refugiaron de nuevo en las montañas, donde quedaron a salvo de las tropas del gobernador. Sus fuerzas de retiraron y el país quedó de nuevo bajo el control de Don Pelayo y sus aliados cántabros.

Don Pelayo murió en el año 737, siendo enterrado en Santa Eulalia de Abamia (antes Velania), a una legua de Covadonga, junto a su mujer Gaudiosa. La tradición, no demostrada, afirma que sus restos fueron trasladados a la capilla de Santa María de Covadonga.




FUENTES: