A los seis meses de la muerte de Anbasa llegó a Al-Andalus como gobernador, recibiendo el poder de Udhra ibn Abd Allah al-Fihri, el sucesor interino nombrado por Anbasa antes de morir y que trajo de las Galias el ejército musulmán. Su ejercicio del cargo, que duró casi tres años, se caracterizó por la restitución de las propiedades a los cristianos, con fines fiscales.

La Crónica de 754 le califica de "terribilis potestator", ya que los conquistadores fueron obligados a devolver los botines a los que no tenían derecho. Se supone que siguió la misma política de su predecesor Anbasa de aumentar la carga impositiva de los cristianos, tal y como le ordenó el califa Hixam (724-741), cuyo califato es considerado en la tradición árabe como de gran estorsión fiscal. Para ello devolvió sus bienes a los cristianos, ya que el Corán eximía de impuestos a los musulmanes, pero no a los infieles.

Yahya murió o fue reemplazado en 728, al cambiar el valí de Ifriqiya, que era un kalbí yemení como Yahya, por otro gobernador qaisí.