Generalidades
Dos fueron los elementos que influyeron en el pensamiento de el Gran Capitán: la observación de las circunstancias dominantes que le rodeaban y el aprovechamiento de las lecciones de la Historia. De la primera extrajo el conocimiento del empleo de las nuevas armas y técnicas de combate. De la segunda extrajo su fascinación por los triunfos romanos, que combatieron victoriosamente en todo tipo de climas y circunstancias.
De sus reflexiones concluyó que la clave de los éxitos militares estaba en la organización de los ejércitos, en su orden y disciplina inmutables, en las virtudes militares que animan a sus soldados y en la capacidad y talento de los jefes militares que les condujeran. En las campañas de Italia tuvo la oportunidad de poner en práctica sus ideas, y creó un completo sistema militar que complementó las reformas iniciadas por Gonzalo de Ayora en 1503 por encargo de los Reyes Católicos. Como resultado el ejército de España de aquella época dejó muy por detrás a los demás ejércitos de Europa.
Si bien los suizos habian iniciado el protagonismo de la infantería sobre la caballería, fue el Gran Capitán quien demostró su autentica superioridad como fuerza principal de combate, auxiliada por la caballería en los cometidos de exploración, vigilancia, flanqueos y protección del ejército. Basada su idea en la caraterística de la infantería de poder moverla en todo tipo de tereno y en poder influir en el ánimo de los combatientes, haciendoles tomar conciencia de la trascendencia de sus actos.
Tomó conciencia de la importancia que tenían los fuegos de arcabuces y artillería en el combate, y siempre trató de utilizarlos con la máxima ventaja que suponía su adaptación al terreno e integración en el despliegue propio. En este sentido, puso en práctica nuevas formas de derruir las murallas de las fortalezas enemigas basadas en el empleo de minas.
Dió mucha importancia a la recogida de información y al establecimiento de un eficaz servicio de inteligencia. Consideraba barato cualquier gasto por elevado que fuera efectuado para obtener información por el procedimiento que fuese.
Se mostraba partidario de no presentar batalla al enemigo si no se tenía seguridad en la victoria o si el mal que podría ocasionar la batalla era menor que el hecho de no presentarla. En caso contraría se debería permanecer en actitud defensiva observando constantemente al enemigo, realizando audaces ataces ofensivos de carácter táctico y a la espera de dar el golpe definitivo.
Así mismo, fue un adelantado a su tiempo al preconizar el servicio militar obligatorio de todos los hombres hábiles entre 17 y 40 años para mantener un ejército nacional permanente. Este ejército debía ser nacional, pues consideraba que la guerra es un mal necesario y que el deber de los pueblos era menguar sus efectos mediante el mantenimiento de unas tropas perfectamente disciplinadas y adiestradas en el manejo de las armas y en las evoluciones tácticas de las unidades. Rechazaba el concepto de ejército mercenario, pues decía que ninguna nación podría ser fuerte si no contaba en su interior con suficientes elementos de defensa.
En definitiva, el Gran Capitán fue quien sentó las bases de la que sería en un futuro inmediato la famosa "infantería española", que reinó en los campos de batalla durante más de siglo y medio hasta de derrota de Rocroi.
Estrategia
El Gran Capitán fue el primero de su época en dar importancia al terreno a la hora de plantear una campaña, valorando los accidentes naturales como elementos de la acción. Supo aprovecharlos como líneas de defensa, desligando en cuanto pudo las operaciones militares de la defensa de plazas fuertes, tal y como se había estado haciendo hasta la fecha.
También fue el primero en darse cuenta de la importancia de las posiciones centrales respecto a las líneas de movimiento del enemigo. Todo esto lo materializó a la perfección en su campaña de Garellano, empleando el río como foso natural ante el avance francés y estableciendose centralmente en San Germano, con capacidad para acudir a cualquier lugar donde atacase el enemigo.
Entendió que cualquier operación militar necesita de una base de operaciones, y líneas de operaciones y de comunicaciones, como demostró en su campaña de Calabria, cuyo territorio aseguró antes de avanzar hacia el interior de Nápoles y para tener aseguradas en todo momento sus comuniaciones con Sicilia.
Por último, el Gran Capitán fue también el primero en utilizar los diferentes cuerpos de su ejército en acciones alejadas y relacionadas entre sí, pero sin perder la unidad de acción del ejército. En este sentido practicó acciones envolventes dando el mínimo arco necesario para tal acción, sin romper el enlace con el cuerpo principal del ejército.
La capitanía
La unidad elemental de combate de la infantería del Gran Capitán era la capitanía o batalla, compuesta por un conjunto de 500 hombres distribuidos de la siguiente manera:
1 capitán como jefe de la capitanía.
5 cabos de batalla como oficiales auxiliares del capitán.
1 alférez para llevar la bandera de la capitanía.
50 cabos de escuadra, también llamados cabos de diez por ser este el número de soldados a su cargo.
1 tambor.
1 pífano.
450 soldados distribuidos en escuadras de a diez al mando de un cabo de escuadra.
De los 500 soldados de la capitanía, 200 iban armados con picas para hacer frente y detener a la caballería, 200 iban armados con rodelas de espada corta y dardo, para llegar al cuerpo a cuerpo, y 100 llevaba arcabuces para apoyar por el fuego. Los rodeleros fueron invención del Gran Capitán para acercarse a los piqueros enemigos por debajo de sus picas y acometerles en lucha cuerpo a cuerpo.
Cada capitanía contaba con un número de carros para el transporte de equipajes y parque.
Con esta organización cada capitanía conseguía unos efectos integrados de contención, fuego y choque, que combinados con el movimiento la convirtieron en un formidable instrumento de combate.
Evoluciones tácticas de la capitanía
Para el Gran Capitán el orden de marcha era fundamental para pasar con rapidez y sin demora al orden de combate. Estaba convencido de que el éxito en muchas batallas dependía en gran medida del paso del uno al otro. Por ello, el orden de marcha de las capitanías se supeditaba a la posible formación que debería adoptar en el orden de combate. Independientemente de la flexibilidad que exigían las condiciones del terreno y del enemigo, las posibles formaciones en orden de combate eran tres, que daban lugar a otros tantos órdenes de marcha:
- Formando parte de un escuadrón, con amenaza de enemigo al frente.
- Formando parte de un escuadrón, con amenaza de enemigo al flanco.
- Combate de la capitanía aislada.
Formando parte de un escuadrón, con amenaza de enemigo al frente
Cuando la capitanía no combatía aislada, sino que formaba parte de un escuadrón y se esperaba recibir al enemigo de frente, su orden de combate consistía en formar inicialmente un cuadro de 20 hombres de frente por 25 hombres de profundidad, de forma que las columnas de la izquierda y la derecha del cuadro estaban ocupadas por los cabos de escuadra:
- Las cinco primeras filas eran de piqueros.
- Las cinco siguientes eran de arcabuceros, que podían salir o no de la formación.
- Las diez siguientes de rodeleros.
- Las cinco ultimas de piqueros otra vez.
Para conseguir este cuadro, el orden de marcha de la capitanía consistía en avanzar en columna de a cinco divididos en cuatro secciones de 125 hombres, cada una de ellas al mando de un cabo de batalla. Las cinco primeras filas de cada sección eran piqueros, las cinco siquientes eran arcabuceros, las diez siguientes eran rodeleros y las cinco últimas eran piqueros. La columna izquierda de la primera sección y la derecha de la cuarta era donde marchaban los cabos de escuadra. El quinto cabo de batalla marchaba al final de la columna conduciendo los carros con la impedimenta de la capitanía.
Para formar en cuadro se daba la orden de redoblar por el costado. La primera sección paraba, a su derecha se colocaba la segunda, a la derecha de ésta la tercera y luego la cuarta. Los cabos de batalla mandos de sección se colocaba en las cuatro esquinas del cuadro: los de la primera y cuarta sección delante, los de la segunda y tercera detrás. Si los arcabuceros debían salir de la formación, el quinto cabo de batalla los sacaba entonces y los colocaba al costado derecho del cuadro o donde le dijese el capitán.
Durante la marcha, el capitán, el alférez con la bandera, el tambor y el pífano iban en la segunda sección entre los piqueros y los arcabuceros. Dentro del cuadro se colocaban entre los piqueros y rodeleros; si los arcabuceros se quedaba dentro del cuadro, se colocaban detrás de ellos, y el quinto cabo de batalla junto al capitán.
Formando parte de un escuadrón, con amenaza de enemigo al flanco
En caso de amenaza de ataque de flanco, era muy dificil hacer una variación con el cuadro formado. Por ello el orden marcha variaba con objeto de formar un cuadro de 20 por 20 hombres. Los piqueros ocupaban las cinco columnas de la derecha y las cinco de la izquierda para enfrentarse a la caballería por cualquiera de los dos flancos. Las columnas del centro eran ocupadas por los rodeleros. Los arcabuceros no formaban en el cuadro.
Para conseguir este cuadro la capitanía marchaba en columna de a cinco dividida en cinco secciones de 100 hombres al mando de un cabo de batalla cada una. La primera por entero de piqueros, la segunda y tercera eran de rodeleros, la cuarta era de piqueros y la quinta de arcabuceros. Llegado el momento de forman en orden de combate, las cuatro primeras secciones efectuaban el redoble por el costado y los arcabuceros se colocaban donde les indicase el capitán.
Combate de la capitanía aislada
Cuando debía de combatir aislada, la capitanía adoptaba una formación con dos cuernos a retaguardia para colocar entre ellos los carros de la impedimenta y los desarmados. Para ello la unidad marchaba de nuevo en columna de a cinco dividida en cinco secciones al mando de un cabo de batalla:
La primera y cuarta secciones marchaban con 5 filas de piqueros, 10 de rodeleros y 5 de piqueros.
La segunda y tercera secciones marchaban con 5 filas de piqueros y 10 de rodeleros.
La quinta sección estaba formada por los 100 arcabuceros marchando en 20 filas.
Al redoblar por el costado, el hueco que quedaba detrás de las secciones segunda y tercera era ocupado por la impedimenta y los desarmados. Los arcabuceros se colocaban en columna al coslado derecho o donde les ordenase el capitán.
En caso de tener que hacer frente aislada a una numerosa fuerza de caballería, la capitanía formaba en círculo con el capitán, el alférez con la bandera el tambor y el pífano en su interior, rodeados por los rodeleros. En el exterior formaban en círculo los piqueros, y los arcabuceros delante de éstos, rodilla en tierra, hacían fuego debajo de las picas.
Caballería
El Gran Capitán propugnó emplear la proporción de 100 jinetes por cada 1.000 infantes, de los cuales la mitad debían ser ligeros y la otra mitad pesados.
La caballería ligera estaba protegida con celada, gola, coselete, manoplas, avan-brazos y hombreras, y usaba dos armas, la espada y otra más que podía ser lanza, ballesta, hacha o maza.
La caballería pesada estaba formada por los "hombres de armas" medievales. Seguía empleando armadura completa y la lanza era su arma característica, si bien llevaba también espada, hacha o maza.
Empleó profusamente la caballería en misiones de exploración y reconocimiento, flanqueo del ejército en las marchas y batallas, y persecución implacable del enemigo en retirada. Al mando de su caballería estuvieron los hermanos Próspero y Fabricio Colonna.
Artillería
El total de artillería que el Gran Capitán empleó en su ejército fueron 44 piezas:
- 10 cañones de no más de 50 libras
- 8 serpentinas de no más 12 libras
- 4 culebrinas
- 2 pedreros de no más de 12 libras
- 20 sacres y falconetes de no más de 12 libras
Esta artillería se empleaba tanto en campaña como en los sitios de las plazas. Su peso, lentitud de los fuegos y materiales defectuosos la hacía poco eficaz. No obstante el Gran Capitán vislumbró su potencial y le sacó el rendimiento que pudo, especialmente en la batalla de Ceriñola, donde colocó su artillería el ala izquierda de su posición defensiva por ser la peor fortificada. En esta batalla, la acción concertada de los fuegos de arcabuces y artillería junto con los fosos astillados consiguió detener y diezmar a la caballería pesada del duque de Nemours.
Ingenieros
El Gran Capitán dió mucha importancia a las tareas de preparación de terreno, empleo de minas y paso de puentes. Si bien en aquella época no existían tropas de ingenieros, empleó soldados de infantería en trabajos especializados de zapadores e inculcó en todo el ejército la importancia de la fortificación.
Respecto a la castrametación, adoptó un sistema normalizado de campamento tipo adaptable a cualquier situación y terreno. De esta manera evitó el diseño y planificación de campamentos cada vez que el ejército hacía un alto y que colocaban las tropas cada vez en sitios diferentes.
Respecto a la fortificación, la empleó para inutilizar las armas ofensivas enemigas y la acción de sus proyectiles. De esta manera prefería establecer fortalezas en sitios llanos en lugar de en las alturas. Los muros debían ser bajos para tener poco relieve y ofrecer poco blanco al enemigo, debiendo reforzarse su espesor. Recomendaba el flanqueo de los muros con torreones circulares y el establecimiento de dos fosos, uno exterior y otro interior.
Detrás del foso interior debía levantarse otro muro y sobre él casamatas separadas unos doscientos pasos unas de otras para la artillería gruesa. La artillería ligera debía colocarse en el muro exterior. Prefería el foso seco al inundado por razones de higiene y por los perjuicios que ofrece la humedad contra los cimientos de las obras.
Empleó minas como una nueva técnica de combate para el asalto a las plazas fortificadas, gracias a los conocimiento de Pedro Navarro, que las empleó en el asalto a los castillos de Castilnovo y Castel de Ovo, en Nápoles, en 1503.
Por último, utilizó pontoneros para el tendido improvisado de puentes, especialmente en la batalla de Garellano.
El escuadrón y el ejército
La unidad principal del ejército del Gran Capitán era la coronelía o escuadrón, al mando de un coronel. Debía de estar formada por 12 capitanías de la siguiente manera, para totalizar 6.000 soldados:
10 capitanías debían de tener cada una 200 piqueros, 200 rodeleros y 100 arcabuceros.
2 capitanías debían de tener cada una 500 "piqueros extraordinarios".
En orden de combate el escuadrón desplegaba en un rectángulo de 200 pasos de frente por 140 de profundidad:
En primera fila desplegaban cinco capitanías distantes entre sí tan solo cuatro pasos.
Cuarenta pasos detrás desplegaban otras tres capitanías detrás de la primera, tercera y quinta de la primera fila, de forma que la separación entre ellas era de 33 pasos.
Cuarenta pasos detrás desplegaban otras dos capitanías, detrás de la primera y quinta de la primera fila, de forma que la separación entre ellas era de 90 pasos.
Las dos capitanías de "piqueros extraordinarios" quedaban a disposición del coronel para cubrir uno de los dos flancos desplegados en columna de a siete, o desplegaban en los espacios libres del interior del rectángulo. También solían desplegar en defensa de los carros e impedimenta del escuadrón situados a retaguardia.
Si ejército se componía de dos escuadrones, su orden de combate era el siguiente:
Los dos escuadrones desplegaban juntos separados 40 pasos, de forma que las compañías de "piqueros extraordinarios" de cada uno de ellos cubría el flanco exterior, los convoyes de retaguardia y los espacios interiores.
Los arcabuceros, ballesteros a caballo, y la caballería no tenían sitio fijo por tener cosideración de fuerzas móviles.
Los arcabuceros y los ballesteros desplegaban en el flanco derecho de cada una de sus capitanías; o en masas agrupadas cubriendo el flanco exterior de los "piqueros extraordinarios"; o entre éstos y las capitanías de la primera línea; en dos masas de forma que la primera quedase entre los piqueros extraordinarios y las capitanías y la segunda entre los espacios que dejaban las unidades de caballería. En cualquier caso, en cuando los arcabuceros habían finalizado de realizar sus fuegos, se incorporaban a luchar junto con los rodeleros.
La caballería ligera solía desplegar dividida en tres secciones colocadas una detrás de otra en el lado derecho de cada escuadrón, y los hombres de armas o caballería pesada solía hacer lo propio cubriendo el flanco izquierdo.
La artillería desplegaba en primera línea, delante de las cinco capitanías de cada escuadrón y en el intervalo que existía entre ambos.
El coronel de cada escuadrón se colocaba entre la tercera y quinta compañía de la primera línea, escoltado por 40 ó 50 soldados escogidos.
El capitán general se colocaba en medio entre ambos escuadrones, con el guión y dos trompetas, escoltado por una guardia de honor de 150 soldados de caballería ligera, caballería pesada y rodeleros.
Los capitanes de cada escuadrón se colocaban de la siguiente manera: uno en la primera línea de cinco capitanías; otro en la segunda y otro en la tercera; los otros siete se colocaban en los lugares que les señalaban su coronel o el capitán general.
La forma de combatir del ejército era siguiendo el estilo de la legión romana o el de la falange griega:
A la romana: se combatía por medio de ataques sucesivos y de reconcentración sobre la base, replegándose los caballos y arcabuces sobre los piqueros, y éstos sobre los rodeleros, combatiendo cada tipo de soldado hasta el límite de sus posibilidades.
A la griega: se realizaba un único ataque contínuo empujando en masa, de manera que se nutrían las bajas de las primeras filas con personal procedente de las filas de detrás.
La masa que presentaba este ejército era sólida y compacta, sin presentar ningún punto débil en el exterior. Las fuerzas del interior podían acudir a cualquier zona del cuadro que estuviera en peligro. De esta forma el ejército podía resistir cualquier fuerza de caballería o infantería enemiga. Esta debería de enfrentarse a todo lo ancho del ejército y tratar de envolverle que quería tener alguna oportunidad de éxito; pero al hacerlo así debilitaba sus fuerzas y se exponía a perder la oportunidad ofensiva o desbaratar su orden insistiendo en sus ataques.