Español de origen italiano, fue catedrático de Artillería y Fortificación en el siglo XVII.

    (NOTA: La presente biografía está copiada de la escrita por Félix Díaz Moreno y Mariano Esteban Piñeiro en la web de la Real Academia de la Historia, complementada en mínimos detalles por el webmaster).

Si bien tradicionalmente se ha afirmado que Julio César Firrufino nació en Madrid, no existen, hasta el momento, datos documentales incontrovertibles que puedan probarlo, como tampoco la fecha de su nacimiento, aunque según los últimos estudios ésta se acercaría a 1578. Su padre Giuliano (o Julián) Ferrofino, nacido en Alessandria (Italia) en torno a 1535 y fallecido en 1604 en Valladolid, se encontraba desde 1569 al servicio de Felipe II en las ciudades de Milán y Roma, actuando como jurista. Con posterioridad, pero sin precisarse la fecha, sería llamado por el Monarca para impartir clases de Matemáticas, especialidad en la que también destacaba, en la Escuela de Artillería de Burgos, desde donde partiría a la de Sevilla, establecimiento creado por Felipe II en 1575 y donde se instituyó un año más tarde una cátedra de Artillería Naval dependiente de la Casa de Contratación de esta ciudad. Giuliano Ferrofino sucedió en el cargo al primer titular, el artillero mayor Andrés de Espinosa, en torno a 1584. En 1590 fue trasladado a Málaga, aunque rápidamente volvió a la ciudad hispalense donde permaneció hasta 1595. En esta última fecha fue nombrado catedrático de Matemáticas y Cosmografía en la Academia de Matemáticas de Madrid, institución creada por Juan de Herrera y Tiburcio Spannocchi en 1582, bajo patrocinio regio, y dependiente del Consejo de Indias.

Julio César Firrufino (una vez castellanizado su apellido) pasó sus años de juventud entregado a aprender la profesión junto a su padre, en la que se unían el carácter práctico de la misma y los cimientos teóricos de la artillería terrestre y naval acumulados durante su larga carrera.

Debido a sus importantes habilidades en la artillería, fundición y fortificación, fue admitido en 1600 como técnico de artillería al servicio del Consejo de Guerra por mediación de su progenitor. En 1601 abandonó Madrid junto a su padre en la comitiva que le llevaría al nuevo asentamiento de la Corte de Felipe III en Valladolid, donde muy posiblemente contrajo matrimonio con Ana Ramírez y Mendoza, de cuya unión nacieron varios hijos. Tras la definitiva vuelta de la Corte a Madrid en 1606 se reiniciaron los preparativos para reactivar las paralizadas clases de la Academia de Matemáticas de la mano del cosmógrafo mayor Andrés García de Céspedes.

Un año antes, el Consejo de Guerra había dotado una nueva cátedra de Matemáticas y Fortificación independiente de la Academia. Las clases se impartirían en el palacio del marqués de Leganés Diego Mesía y Felípez de Guzmán, capitán general de Artillería; esta cátedra fue otorgada a Julio César Firrufino. Sus enseñanzas fueron elogiadas por Vicente Carducho, quien en sus "Diálogos de la Pintura" (Madrid, 1633) describe tanto la ubicación física de la institución como las disciplinas que allí se programaban. La admiración de Carducho fue recíproca por parte de Firrufino; así, el 15 de noviembre de 1632 firmó un texto alabando las virtudes del tratado de Carducho, que formaba parte de las aprobaciones legales para que el mismo pudiera ser impreso. La relación de amistad con los Carducho tuvo que ser intensa, llegando en el testamento de Vicente Carducho, redactado a partir de 1630, a actuar como testamentario del mismo, y recibiendo a su vez “dos caveças de mi mano de las questan en mi estudio”.

Sus importantes conocimientos tanto en el mundo de la teoría como de la práctica hicieron que en un momento determinado se planteara sistematizar los mismos y divulgarlos. Con anterioridad a 1626, tenía acabado y listo para la imprenta su primer tratado sobre Artillería, disciplina que tanto por su complejidad, falta de personal cualificado y hermetismo que imperaba en la profesión, no había tenido demasiado éxito editorial dentro de la literatura científica española.

El libro llevaría por título "El Perfecto Artillero" y se basaba, en parte, en un manuscrito, hoy en la Biblioteca Nacional de España, redactado por su padre a finales de siglo: "Descrizion y tratado muy breve y lo mas probechoso. De artilleria y echo y esperimentado. Por el doctor Julian Ferrofino. Cosmographo Mayor de su magd. Año de 1599". El libro gozaba de los pertinentes privilegios, aprobaciones y censuras, pero justo antes de imprimirse, el Consejo de Estado prohibió su publicación aduciendo que desvelaba secretos y nuevas máquinas útiles a los enemigos de la Monarquía.

A pesar de este primer descalabro, en 1626 se imprimió un nuevo tratado, breve resumen del texto anterior que llevaría por título "Platica manual y breve compendio de Artilleria", un sencillo tratado, de enfoque eminentemente práctico, que intentaba poner al alcance del artillero los conocimientos más elementales y necesarios para su profesión.

A partir de este volumen y debido a los importantes gastos de edición que conllevaban, decidió iniciar múltiples procesos administrativos para obtener privilegios reales que le sirvieran para costear sus empresas editoriales. Así y aduciendo los muchos méritos acumulados tanto por él como por su padre, logró dos hidalguías de Castilla, y también pretendió, aunque con desigual fortuna, una contaduría de resultas, una plaza de ayuda de cámara, así como dos varas de alguacil de Corte.

A sus labores teóricas se unían las ya aludidas docentes como catedrático y las obligaciones de visita y control de diferentes factorías dedicadas a la Artillería, en unos casos para impulsar el desarrollo de estos centros y en otros para realizar pruebas y exámenes a piezas concretas. En 1638 fue acusado de cometer un fraude en la fundición de Sevilla al verificar un número de piezas que posteriormente se demostraron como defectuosas. El contencioso quedó aletargado hasta 1644, fecha en la que fue detenido y encerrado en la cárcel de Corte de Madrid, para cuya libertad sus familiares tuvieron que realizar diversas hipotecas sobre sus bienes.

Este incidente ralentizó la salida al mercado del más importante de sus tratados: "El Perfecto Artillero. Theorica y Practica (Madrid, 1648)", completo manual donde se compendiaban los más importantes logros obtenidos en artillería, tanto en la concepción y fabricación de piezas de balística, como en el proceso de fundición y puesta en funcionamiento. Para su desarrollo, Firrufino adaptó las experiencias de otros tratadistas, entre otros, Niccoló Tartaglia, Diego de Álava y Viamont ("El Perfecto Capitán, 1590"), Luis Collado de Lebrija, Cristóbal Lechuga o el toledano Diego Ufano. El tratado se complementa con un nutrido grupo de láminas explicativas, algunas abiertas sobre madera y otras de excelente calidad, entre las que destaca la efigie del artillero, realizadas por Juan de Noort.

Conjuntamente impreso en este volumen aparecieron sus "Fragmentos Mathematicos", que daban comienzo con una introducción sobre esta materia y su utilidad, estudiando posteriormente supuestos de aritmética, trigonometría plana y geometría elemental.

En "El Perfecto Artillero" recoge los conocimientos sobre Artillería de la época, partiendo de tratados anteriores de Tartaglia, Álava y Viamont, Lechuga y Diego Ufano, e incorpora nuevos planteamientos que le son propios. El final del tratado está dedicado al estudio de relojes. Esta obra en su conjunto tuvo un enorme éxito y fue continuamente consultada. Por ejemplo, Tomás Vicente Tosca la utilizó en reiteradas ocasiones para su Compendio Mathematico (Valencia, 1707-1715).

Otra obra suya, "Epítome de fundición", basada en los trabajos de su padre y en los suyos propios sobre esta materia, fue guardada en el Archivo del Rey y se prohibió terminantemente su publicación o la difusión de su contenido, por la importancia que entonces tenían “los secretos” de la fundición de las piezas de artillería. En compensación, Felipe IV le incrementó varias veces su salario como catedrático y le concedió el disfrute de dos hidalguías.

Julio César Firrufino siguió impartiendo sus clases como catedrático hasta al menos 1650, fecha en la que se vio impedido para su lectura y desarrollo, haciéndose cargo de las mismas Luis Carduchi. El 9 de marzo de 1651 falleció en la madrileña calle del Carmen a la edad de 73 años, siendo enterrado en la iglesia de San Bernardo.