Clérigo español de los siglos XVI y XVII, que fue matemático, cosmógrafo e ingeniero al servicio de los reyes de España.

    (NOTA: La presente biografía está copiada de la escrita por Mariano Esteban Piñeiro en la web de la Real Academia de la Historia, complementada en mínimos detalles por el webmaster).

Juan Cedillo Díaz nació alrededor de 1565, quizás en la villa toledana de Camarena, lugar en donde murió en 1625, 55 años más tarde, en casas de su propiedad. Aunque no se tienen datos de su infancia y juventud, sí está probado que estudió Artes y Teología, posiblemente en la Universidad de Alcalá, obteniendo el grado de doctor en torno a 1608. Las primeras noticias sobre sus actividades se remontan a 1592, cuando servía al poderoso marqués de Moya, para el que compró unos libros al librero Boyer en Medina del Campo. Pero a pesar de que no se conozca nada sobre sus ocupaciones científicas y técnicas por esos años, parece que en 1596 ocupaba ya una cátedra del Colegio de Santa Catalina en Toledo y gozaba del suficiente prestigio como matemático para que en esas fechas fuese llamado por Francisco Arias de Bobadilla, IV conde de Puñonrostro, para que leyera la “teoría de los senos” en la ../ingenieros/ing_05_academia_madrid.html">Academia Real Mathematica madrileña, tarea que realizó durante casi dos cursos, aunque sin ningún nombramiento oficial.

En 1598 fue elegido por el Consejo de Indias para formar parte de la comisión de diez cosmógrafos que debía revisar la Reforma de los Instrumentos y del Padrón Real de la Casa de la Contratación, realizada por el cosmógrafo mayor de Indias Andrés García de Céspedes. En febrero de ese mismo año recibió el nombramiento de “entretenido de las obras de Cádiz”, junto a Andrés de Castillejo. Sus obligaciones consistieron en servir como ayudante al ingeniero Cristóbal de Rojas en la reconstrucción de las fortificaciones de Cádiz y al mismo tiempo “enseñar los días de fiestas las matemáticas a los soldados y personas que quisieren asistir a sus lecturas”. Dejó las clases en julio de 1599 al recibir la orden de embarcarse en la armada de Pedro de Ciaburu para inspeccionar, ayudando siempre a Cristóbal de Rojas, las defensas de Lisboa, La Coruña, islas Terceras y otras plazas atacadas o amenazadas por los ingleses. El resultado de la misión, que duró cuatro meses, fue un conjunto de informes y trazas elaborados por Rojas y por el propio Cedillo sobre las fortificaciones que se precisaban. En noviembre regresó a Cádiz y continuó con sus tareas de entretenido en las obras defensivas.

En noviembre de 1603 recibió la orden de ir con el capitán Pedro Suárez y el ingeniero Baptista Antonelli a la península de Araya, en la actual Venezuela, para estudiar la posibilidad de anegar y cegar sus salinas con el fin de impedir que los ingleses se apoderasen de ellas. Por motivos que se desconocen, quizás porque sus servicios junto a Cristóbal de Rojas eran más necesarios, no llegó a realizar el viaje. Posiblemente, Cedillo continuó en Cádiz hasta 1605 en que regresó a Madrid junto a De Rojas.

La siguiente noticia que se tiene sobre su actividad corresponde a la llamada que recibió del Consejo de Indias (1610) para integrar la junta que debía examinar el método de la Aguja Fija, ideado por el portugués Fonseca para hallar con precisión la coordenada longitud de un lugar.

En febrero de 1611, siendo deán de la colegiata de Pastrana y ya doctor, fue elegido por el mismo Real Consejo para suceder a García de Céspedes como cosmógrafo mayor y catedrático de Matemáticas y Cosmografía de la Academia Real; ambos oficios los mantuvo hasta su muerte, acaecida en la localidad toledana de Camarena el 24 de julio de 1625.

Desde 1623 desempeñó también el título de preceptor del cardenal Fernando, hijo de Felipe III. Durante el tiempo que ocupó la cátedra impartió, en dos horas diarias, un programa que se desarrollaba en tres años y cuyos contenidos, esencialmente cosmográficos, eran similares a los que se explicaban en la cátedra de Matemáticas y Astrología de la Universidad de Salamanca en esos mismos años.

Relacionadas con su labor docente realizó en Madrid repetidas observaciones astronómicas acompañado de sus alumnos, la mayoría nobles y cortesanos —como el marqués de Mirabel, el contador Garnica, el doctor Silveira o el capitán Manchón—, de algunas de las cuales dejó informaciones escritas, como las relativas al cometa de 1618, a la medida del tamaño aparente de la Luna o a la determinación del diámetro de Marte. Su actividad técnica cosmográfica más relevante fue la de confeccionar en 1620, por encargo del Consejo de Indias, una "Carta grande de marear" y de supervisar las cartas y los instrumentos para la expedición de Diego Ramírez al estrecho de Magallanes.

En febrero de 1625, unos meses antes de su fallecimiento, elaboró y firmó la aprobación del libro "Modo facil y nuevo para examinar a los Maestros en la destreza de las armas", de Luis Pacheco de Narváez. Aunque estas pocas líneas son el único escrito suyo que llegó a imprimirse, sí produjo una gran cantidad de textos. Por un lado, realizó una intensa labor de traducción de diversas obras científicas, tarea a la que estaba obligado por su nombramiento de catedrático de la Academia Real, pero también confeccionó tratados originales sobre ingeniería, cartografía, matemáticas y astronomía, relacionados asimismo la mayor parte con sus obligaciones docentes. Veinticuatro de estos escritos, de extensión muy variada, se encuentran recogidos en diversos códices de la Biblioteca Nacional.

Entre sus aportaciones científicas destaca especialmente su posicionamiento cosmológico, muy separado del modelo aristotélico y totalmente alineado con las más novedosas hipótesis astronómicas. En la Biblioteca Nacional de Madrid se encuentran dos extensos manuscritos con sendas traducciones propias al castellano, e incompletas, del De Revolutionibus Orbium Caelestium" de Nicolás Copérnico. Una de ellas, preparada para su edición, llega hasta el capítulo sexto del Libro Tercero de los cinco que conforman el texto copernicano, mientras que la segunda copia, que parece el borrador, alcanza hasta el capítulo treinta y cinco de ese mismo Libro Tercero e incluye, además, un prólogo. En las portadas figura como título "Ydea Astronómica de la Fábrica del mundo y movimiento de los cuerpos celestiales" y como subtítulo, "De la Ydea y Cosmología".

Del análisis de estos dos manuscritos se extrae fácilmente la postura claramente heliocéntrica de Cedillo y su aceptación de las nuevas teorías de sus contemporáneos, posteriores a la obra de Copérnico. Así, el catedrático toledano recoge las ideas de Tycho Brahe y Giordano Bruno sobre la inmaterialidad de las esferas celestes y sigue a Kepler, Scaligero y Gilbert al colocar a los planetas girando sobre círculos por la acción de “inteligencias” que actúan a distancia. Al examinar el contenido de los códices de la Biblioteca Nacional puede aventurarse que, posiblemente, Cedillo Díaz pretendió realizar una obra de recopilación de los saberes cosmológicos pero, por causas no suficientemente conocidas, sólo llegó a preparar, y de forma incompleta, una versión comentada en castellano del "De Revolutionibus", que, bajo un título tan diferente como el de "Ydea Astronómica de la Fábrica del mundo y movimiento de los cuerpos celestiales", permaneció oculta durante casi cuatro siglos. Un dato que pone de relieve la gran importancia de este manuscrito es que constituye la primera traducción a una lengua romance del texto copernicano, pues la única anterior, la contenida en "A Perfect Description of the Caelestial Orbes (1576)", sólo contiene unas muy pocas páginas traducidas por Thomas Digges al inglés, y hay que esperar hasta el siglo XIX para encontrar la primera edición del "De Revolutionibus<" en una lengua nacional, precisamente la polaca, preparada por Menzzer, Cantor y Thorn.

Una prueba más del convencimiento de Cedillo sobre la realidad del heliocentrismo la constituye la traducción que realizó del "Discurso sobre el flujo y reflujo del mar", escrito por Galileo Galilei en 1616, y en donde se explican las mareas como resultado y efecto de la combinación de los movimientos terrestres de rotación y de traslación. En consecuencia, las mareas constituían para Galileo —y también para Cedillo Díaz— la prueba física, definitiva e irrefutable de que la Tierra no permanecía fija y, por consiguiente, demostraban que el sistema copernicano no era sólo un modelo geométrico, sino que representaba el mundo real. El movimiento de la Tierra se comprobaba mirando al mar y no estudiando el cielo.

No puede asegurarse que el doctor Juan Cedillo difundiese sus ideas cosmológicas por medio de sus lecturas en la Academia Real Matemática y, por lo tanto, divulgase de esta manera el heliocentrismo. El temor a las críticas de otros matemáticos y “hombres doctos” de la corte, según él mismo expresó en uno de sus escritos, y los problemas por los que en esos mismos años estaba atravesando Galileo, posiblemente le inclinaron a mantener sus ideas en la privacidad de sus manuscritos y evitar su difusión pública.

Juan Cedillo escribió numerosos manuscritos sobre astronomía, algunos de los cuales se conservan en Biblioteca Nacional, y varios tratados sobre cosmografía y navegación, astrología, astronomía, geometría, matemáticas; y sobre el manejo de instrumentos empleados en ingeniería y arquitectura. Finalmente, también tradujo una de las obras más significativas de la ciencia militar europea del siglo XVI, el Tratado de Artillería del italiano Tartaglia.