Escultor, arquitecto e ingeniero italiano al servicio del rey de España.

Giovanni Vincenzo Casale nació en Florencia (Italia) en 1539. Fraile de la Orden de los servitas, sus primeras obras como escultor son de carácter religioso. Fue también restaurador de esculturas antiguas. Como escultor se formó con Giovanni Angelo da Montorsoli, igualmente fraile servita, y seguidor de Miguel Ángel. Sus años en Roma, ya como arquitecto, le pusieron en contacto con el cardenal Granvela, quien se lo llevó a Nápoles, donde fue ingeniero entre 1574 y 1586 trabajando en obras de arquitectura pública como las caballerizas de los virreyes, la Aduana, canales para conducción de aguas y proyectos de navegación, así como decoración de iglesias. Proyectó un muelle para el puerto de Nápoles e intervino en las obras del fuerte de San Telmo. La mayoría de estas obras fueron realizadas para el virrey duque de Osuna, con quien se trasladó a Madrid en 1586, y en la Corte hizo proyectos para la nobleza, como la reforma del castillo de Villaviciosa de Odón, y para iglesias, por ejemplo, la del monasterio de Yuso, en San Millán de la Cogolla.

En 1589 fue enviado a ocuparse de las fortificaciones de Portugal, en especial la entrada a Lisboa, entre las que cabe destacar la fortaleza circular de Cabeza Seca, o las trazas para modernizar las defensas de la torre de Belem. Polemizó con Tiburcio Spannocchi cobre la altura y proporción de una fortificación. Hizo proyectos para la cartuja de Évora, así como otros para jardines.

Cuando murió, Juan de Silva escribió al Rey que “con dificultad se hallará ingeniero de mejor juicio y más fácil condición para tratar con él”. Su sobrino Alessandro Massai, que en enero de 1594 pedía heredar el cargo de ingeniero de su tío, heredó sus dibujos, entre otros el espléndido álbum que se conserva en la Biblioteca Nacional, una colección en la que se plasma el interés del florentino por las grandes obras romanas, además de incluir proyectos propios de arquitectura. El índice de este álbum lo hizo Massai. Sin embargo, en las más de trescientas trazas relativas a su profesión de ingeniero del Rey, en su mayoría borradores, que “el fraile” tenía al morir no había ni indicación del lugar ni escala, y escribe Juan de Silva que “devialo hazer assi porque no pudiesen servir tan cómodamente a quien se las hurtase”. Son palabras que nos sitúan en la necesidad del secreto en todo lo referente a la defensa de la Monarquía, de la que se ocuparon ingenieros como Casale.