Los moros se lanzaron ese día al asalto de la puerta principal, defendida por los resto de Caballería del regimiento "Alcántara", al mando del capitán Julián Triana Blasco, jefe del escuadrón de Ametralladoras. El enemigo se dejó cerca de 60 muertos en el intento, y solicitó un armisticio para ir a recogerlos, que el general Navarro les concedió.
Ese día el general Navarro contestó el telegrama del general Berenguer del día 31, diciéndole que "confiaba poder extremar la defensa", si los refuerzos no se demoraban; preguntaba al general además cuando podría enviarle la columna de socorro, para de este modo poder "entablar negociaciones que V.E. me autoriza y le agradezco de todos modos".
A partir de este día la comunicación heliográfica con Monte Arruit quedó cortada por haber caído Zeluán en manos de los rifeños.
Parece ser que ese día unos 40 soldados dejaron las armas, saltaron el parapeto y huyeron, a causa del hambre y la sed.
También ese día se intentó el abastecimiento aéreo de Monte Arruit y Zeluán, mediante el lanzamiento de víveres, municiones y material sanitario. Gran parte de la caída del cielo lo hizo en zona batida por el enemigo, sin posibilidad alguna de ser recogido.
La Alcazaba de Zeluán quedó sitiada el 24 de julio. Pronto se puso de manifiesto la carencia de víveres, municiones y, sobre todo, de agua. La falta de agua fue un sufrimiento añadido al asedio, pues a mediodía del 24 de julio los rifeños habían cortado la cañería del agua que abastecía la posición y desde entonces su carencia obligó a los defensores a tratar de ir a buscarla al río. Lo hacían con grave peligro de sus vidas porque los rifeños tenían vigilado el punto y lo batían con nutrido fuego de fusil. El 26 de julio se hizo una salida para coger agua en el río, lo que ocasionó numerosas bajas. El resto de los días que se bajó al río se repitieron las bajas, y no siempre se regresaba con el agua, debido al incesante fuego de los rifeños; la poca agua que lograron subir del río los últimos días del asedio no era potable, debido al gran número de cadáveres y animales muertos que lo infestaban.
La defensa se prolongó hasta primeros de agosto. El día 1 de agosto el capitán Carrasco pensó hacer hacer una salida para escapar a Melilla por la Restinga, y previno a la tropa para hacerlo, pero tuvo que desistir a ello por el elevado número de enemigos que había en el exterior de la posición.
El 2 de agosto se habían agotado todos los recursos de la defensa. Habían tenido unos 40 muertos. La enfermería estaba llena con unos 50 heridos y enfermos. El ganado había muerto de sed, la tropa llevaba dos días sin beber agua. Los víveres se habían agotado. Tras recibir la autorización del general Berenguer desde Melilla para capitular debido a que les era imposible enviar ningún socorro desde la plaza, el capitán Carrasco convocó una reunión de oficiales la mañana de aquel día para anunciar su intención de capitular. Se mandó suspender el fuego y, a continuación, el capitán atravesó el parapeto de la puerta principal con el teniente Fernández para conferenciar con los sitiadores, entre los que había algunos policías de la misma mía del capitán.
Los oficiales españoles pactaron con los rifeños la salida de la guarnición, sin armas, y la garantía de dejarles marchar con los heridos hacia Melilla; también pactaron la salida de la Alcazaba de una cincuentena de mujeres indígenas con sus hijos, familiares de los policías indígenas de la guarnición que formaban parte del sitio. A su regreso a la Alcazaba, el capitán Carrasco dispuso que la tropa entregara el armamento y saliera de la posición entre las 07:00 y 08:00 horas del día siguiente, 3 de agosto.
Ese mismo día capituló la guarnición que defendía el aeródromo de Zeluán, cuyo asedió comenzó el mismo día que el de la Alcazaba, el 24 de julio. Su asedio, sin ser demasiado intenso, obligó a los defensores a atender al mismo, pues los rifeños estaban principalmente empeñados en el asedio a la vecina Alcazaba, pero sin descuidar el del aeródromo. La base carecía de agua, y durante el asedio se surtió de ella en un pozo cercano de agua salobre; tenía que recibir los víveres y municiones de la Alcazaba, para lo cual organizaron dos o tres convoyes protegidos por los jinetes del Alcántara, de los que llegaban tan solo hombres sueltos con café y azúcar; en uno de los convoyes los del Alcántara perdieron a 15 de sus soldados, la mitad de su fuerza; otro día fueron a la Alcazaba en un camión, pero los dos conductores fueron muertos en el viaje de regreso, e incendiado el vehículo. La escasez de comida fue tal que los tres últimos días tuvieron que comer la carne cruda de los caballos muertos.
Por la mañana del 2 de agosto un jefe moro se acercó a la base con bandera blanca, seguido de un grupo de rifeños. A los defensores les quedaban solo 5.000 cartuchos. Estaban aún pactando los términos de la rendición, cuando un numeroso grupo de rifeños se acercó a la base e irrumpió en ella, desarmando a los defensores y trasladándoles a diversas casas del poblado, donde les desnudaron y les mantuvieron prisioneros.
Otra versión dice que el jefe moro se acercó a la posición al mediodía, y que los oficiales españoles acordaron la rendición de la base al ver que los oficiales de la vecina Alcazaba también salían de la posición para pactar, y que la ocupación de la base se hizo entre las 17:00 y 18:00 horas.
Los rifeños prendieron fuego por la noche a las instalaciones del aeródromo.
Iniciado el asedio a la fábrica de electricidad y harinas de Nador, los moros aumentaron la concentración de fuerzas alrededor del edificio y redoblaron sus ataques, de manera que los defensores tuvieron que sostener el fuego de fusilería desde el primer día. Posteriormente los rifeños trataron de prender fuego a la fábrica arrojando sobre ella haces y sacos de paja impregnada en petróleo. También los moros arrojaban granadas de mano; en una ocasión lanzaron dos bombas, cuya explosión pudieron evitar los defensores, y con cargas de dinamita los moros lograron abrir una brecha en la pared de la fábrica.
Nada más comenzar la defensa de la fábrica en Nador, el teniente coronel Pardo escribió una carta al coronel JEM de Melilla fechada el mismo 24 de julio, que fue llevada a la plaza por un soldado que se ofreció voluntario para ello, que salió del edificio con intención de dirigirse a nado por la Mar Chica. En ella el teniente coronel exponía sus condiciones de defensa y el decaimiento de moral y salud de la tropa, y solicitada, "como caso de conciencia", ayuda para la evacuación de la fábrica por la zona del muelle. No sabemos si la carta llegó, pues no hay constancia de ella.
La noche del 25 al 26 de julio, desde Melilla enviaron un convoy marítimo con suministros para los defensores de Nador, con intención de desembarcar en la Mar Chica, pero fue descubierto por los rifeños, que frustraron la acción.
El 26 de julio los defensores lograron establecer contacto con los heliógrafos del Atalayón y Sidi Hamed el Hach, posiciones ocupadas ese mismo día. Por este medio el general Berenguer anunció que "espero no tardar dos días en ir y que conviene resista".
Los españoles se habían encerrado en el edificio sin suficientes municiones ni víveres, que empezaron a escasear desde el primer día; tan solo contaban con harina de cebada y trigo que había en la fábrica. La falta de agua se sintió desde el 27 de julio, pues ese día los rifeños cortaron la tubería de suministro de agua, por lo que los defensores tuvieron que comenzar a beber el agua salobre de un pozo existente en el interior de la fábrica.
Desde bien pronto los moros intimaron la rendición de los españoles. Así lo hicieron el día 26, en que prometieron dejarles salir del edificio a cambio de dejar sus armas, y cederles unas barcas para embarcar en ellas hacia El Atalayón. Si bien las propuestas fueron desoídas al principio, cuando se puso de manifiesto que no vendría socorro desde Melilla comenzaron a tenerlas en consideración.
El 29 de julio los moros emplazaron un cañón frente a la fábrica y lo dispararon con poca fortuna. Dos días más tarde, el 31 de julio, fueron los españoles quienes dispararon la batería de cañones emplazada en El Atalayón sobre las concentraciones de rifeños que se veían en Nador, lo que no impidió que los moros, a su vez, dispararon de nuevo fuego de cañón contra la fábrica, esta vez con gran acierto y eficacia.
Ese mismo día los rifeños repitieron la oferta de capitulación; esta vez fue el teniente coronel quien habló con los moros, de forma que esa misma noche el cabo Laureano Lozano, de la Guardia Civil, salió de la fábrica y, acompañado de unos moros, se dirigió al Atalayón para pasar las condiciones de capitulación al general Berenguer. La noche del 31 de julio y todo el día 1 de agosto los moros cesaron prácticamente el fuego sobre la fábrica, en espera quizás de los términos de las conversaciones en Melilla; pero el general Berenguer rechazó la propuesta porque consideraba que no se habían agotado los recursos de la defensa, y porque Nador le sería muy útil en su plan de avance. Este rechazo provocó que la noche del 1 de agosto se recrudeciera el fuego de nuevo, que fue muy intenso hasta las dos de la madrugada del día 2.
A las 08:15 horas del 2 de agosto el teniente coronel Pardo recibió un telegrama del general Berenguer en el que le decía que no capitulara, "que sería muy conveniente demorar seis o siete días", que era el plazo de tiempo que el general estimaba en poder llegar a Nador para socorrerles. Aquello acabó por decidir al teniente coronel.
A las 09:00 horas del 2 de agosto volvió a presentarse un parlamentario frente a la fábrica, renovando las condiciones de la capitulación, si bien ahora decía que cuatro de sus jefes les acompañarían andando hasta El Atalayón a modo de escolta, y añadiendo que la oferta se mantendría hasta las 13:00 horas del día. El teniente coronel Pardo convocó una reunión de oficiales para escuchar su parecer antes de tomar una decisión. Unánimemente todos se mostraron de acuerdo en la inutilidad de proseguir la defensa y el sacrificio de más vidas de soldados y civiles, y votaron por aceptar la propuesta del enemigo. Tomada su decisión, el teniente coronel Pardo hizo salir al comandante Almeida para parlamentar con Mizzian, el jefe de la harca, y ultimar los detalles.
En el patio exterior de la fábrica los defensores reunieron sus 150 fusiles, de los que habían logrado inutilizar 70, y los 3.000 cartuchos que les quedaban; a las 11:30 horas salió la guarnición llevando a los heridos y enfermos delante, siendo acompañados por los jefes moros que portaban bandera blanca. Llegaron al Atalayón sobre las 13:00 horas, donde los españoles recogieron a los primeros en ambulancias, siendo el resto conducido hasta la Segunda caseta para embarcar en un tren hacia Melilla.
La capitulación de Nador fue la única que respetaron los rifeños de todas las que hicieron los españoles aquellos días.
Sobre las 08:00 horas aterrizaron en la nueva pista habilitada al efecto en la Hípica de Melilla, ocho aparatos Havilland de las escuadrillas de Tetuán y Larache, procedentes del aeródromo de Tetuán, de donde habían despegado a las 06:45 horas. Con ellos volaban el Jefe de las Escuadrillas de Marruecos, comandante de Estado Mayor don José Aymat, y el jefe de la Escuadrilla de Tetuán, capitán de Infantería don Apolinar Sáenz de Buruaga. Cinco de los aparatos despegaron durante el día en misión de reconocimiento,
Continúan llegando refuerzos a Melilla:
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