"Querido tío:
En el horroroso combate del día 27 me ocurrió lo que paso a decirle brevemente, ya que usted tiene deseos de conocer mi comportamiento en aquella memorable jornada.
Yo iba en la primera Sección de la segunda Compañía de Las Navas.
Cuando subíamos haciendo el enemigo fuego nutridísimo, respondiendo al suyo que era insufrible, cayó herido a mi lado el oficial de la Sección, y detrás cayó muerto el sargento.
A mi me correspondía ponerme al frente de la Sección, lo que hice con perfecta serenidad para dar ejemplo a los soldados, a los que reanimé con vivas a la Patria y al Batallón, que luchaba en primera línea.
Mis compañeros, locos de ardiente frenesí, me seguían como leones, y con ellos llegué al punto más alto del Gurugú, donde posaron su planta los valientes de Las Navas.
Una vez en la altura coloqué a la Sección al abrigo de la trichera desalojada por el enemigo, un picacho a donde convergían los tiros rifeños en lluvia de plomo mortífero.
A poco llegó a nuestra posición el oficial don Joaquín Tourné, que tuvo la desgracia de morir sin apenas hacer alto junto a nuestra Sección. Recibió un tiro en la cabeza.
Yo le auxilié en los últimos momentos y le recogí la pistola, los gemelos y el sable, efectos que obran ya en poder de su padre, bizarro coronel de Estado Mayor, de servicio en Madrid. Con toda el alma agradezco al afligido padre del bravo oficial sus oficios para que me recompensen.
Mientras nos sostuvimos en aquella posición, sucumbieron muchos de los nuestros.
En los instantes más críticos los moros se venían sobre nosotros con furia atroz, y casi en las bocas de nuestros fusiles cayeron cuatro moros de los más osados.
Por esto, sin duda, me proponen para sargento y quieren concederme una cruz. Y, sin embargo, no hice otra cosa que, como todos los de Las Navas, cumplir con mis deberes de soldado y patriota."
Firmado, Columbiano Gella.