Primer día de combates con los rifeños tras el ataque del 9 de julio que inició la campaña de Melilla de 1909.

Tras la enérgica reacción española ante el ataque inicial de los rifeños del día 9 de julio, éstos se mantuvieron en una actitud pasiva, limitándose a observar los movimientos españoles. Sin embargo en todo el campo rifeño se manifestaba una gran efervescencia, puesto que no pasaba ninguna noche sin que dejaran de brillar grandes hogueras en el monte Gurugú, señal de la reunión de combatientes rifeños y de que estaban preparando algo contra la guarnición de Melilla.

Sobre las 14:30 horas del 18 de julio los rifeños comenzaron a hostilizar las avanzadas de Sidi Hamet y las posiciones de Sidi Alí y el Atalayón. Pensando que los españoles no tenían aún fuerzas suficientes para sostener el primer empuje, los rifeños se lanzaron al ataque con intención de romper las filas españolas, apoderarse de la artillería y aislar la plaza de Melilla del resto de posiciones ocupadas por las tropas españolas.

A la hora citada se vió que un numeroso contingente de moros, en número aproximado de unos 400 hombres, avanzaba de forma diseminada, para ofrecer menos blanco. Se rompió el fuego para contener su avance; pero los rifeños, aprovechando las ondulaciones del terreno, siguieron su avance arrastrándose materialmente sobre él, en tanto que los disparos continuaban. Pronto los rifeños comenzaron a correrse hacia las estribaciones del oeste, que dominaban las posiciones españolas. La situación se hizo tan comprometida que el general Marina ordenó el despliegue de las avanzadas de cada posición y solicitó refuerzos a la plaza. Mientras éstos llegaban, ordenó al teniente coronel don Luis Aizpuru y Mondéjar, jefe del Batallón Disciplinario, reforzar la posición de Sidi Alí con tres compañías, pues los moros amenzaban con cortarle la comunicación con la plaza, mientras que el resto de las fuerzas quedaban en Sidi Hamet. A esta posición, cuyas fortificaciones no estaban concluidas, se le reforzó el flanco derecho con dos piezas de 9 centímetros traidas de la plaza.

Antes del anochecer llegaron los refuerzos pedidos por el general Marina, compuestos por el Batallón de Cazadores Barcelona nº 3, desembarcado durante la mañana del 14 de julio, una sección de Montaña de la plaza y la 2ª Batería de Montaña de la 3ª Brigada Mixta. Una sección de esta última quedó en la Segunda Caseta y la otra, junto con una compañía de Cazadores, marchó a El Atalayón; el resto se incorporó a la posición Sidi Hamet.

Sobre las 20:00 el grupo principal de los atacantes suspendió el fuego momentáneamente, pero enseguida lo reanudó de nuevo encarnecidamente, mientras otros hostilizaban otros flancos de las posiciones españolas. Fue el momento más delicado, pues los moros pretendían apoderarse de las piezas de artillería. Éstas vomitaban fuego sin parar, que estallaban sobre las filas enemigas, las cuales se veían mermadas por el fuego de los cañones y el nutrido fuego de fusilería española. A pesar de ello el avance de los rifeños era incesante, haciendolo sobre los cadáveres de sus compañeros, atravesando una espesa alambrada y llegando al combate cuerpo a cuerpo con los artilleros. El momento fue tan comprometido que el comandante don José Royo Diego y el capitán don Enrique Guiloche Bonet, ambos de Artillería, se enfrentaron a los atacantes; resultaron muertos en el combate pero lograron repeler el ataque enemigo, que dejó siete muertos a menos de siete metros de los cañones. Se les concedió la Cruz Laureada de San Fernando a título póstumo.

Hubo momentos en que parecía que la avalancha de los moros iba a internarse inevitablemente dentro del Cuartel General para luchar cuerpo a cuerpo con los españoles. El general Marina, en uno de los momentos más comprometidos y cuando los moros se preparaban para el asalto, dió un vibrante ¡Viva España!, que fue respondido por las tropas españolas.

Otro ataque tuvo lugar contra la puerta del reducto español, defendido por una sección de Infantería al mando del capitán don Eduardo López Ochoa y Portuondo, que también fue rechazado. Durante toda la noche se sucedieron los ataques de los moros, despreciando el fuego mortífero del fuego de fusilería y de los botes de metralla, y colocaron a los defensores en situaciones muy comprometidas.

Al amanecer cesó el ataque de los rifeños, que se saldó con 48 bajas españolas: 1 jefe, 1 oficial y 15 soldados muertos; 3 oficiales y 25 de tropa heridos.


  • Jose Luis de la Mesa y otros. Las campañas de Marruecos (1909 - 1927). Editorial Almena, Madrid, 2001, pág,s. 26-26.
  • Augusto Riera. España en Marruecos. Crónica de la campaña de 1909. Barcelona, 1910. Reedición con motivo del centenario de la campaña, Melilla, 2009, pág,s. 37-44.