“Heroica defensa de la torre óptica de la localidad Guisa por el sargento de Ingenieros Julio Hurdisan Diego, jefe de la misma; permaneció al pie de su estación comunicando detalles del combate incluso después de resultar herido; fue hecho prisionero y liberado ocho meses después."

El sargento Julio Hurdisan Diego era hijo de un distinguido médico. Estudió cinco años en el seminario de Ciudad Rodrigo hasta que decidió entrar en el ejército como simple soldado, negándose a redimirse del servicio. Fue voluntario a la plaza de Melilla y, de regreso de esta campaña, solicitó ir voluntario a Filipinas. Destinado posteriormente a Cuba, realizó una de las gestas memorables de la guerra de Cuba: la defensa de la Torre Óptica de Guisa en noviembre de 1897.

El ataque al poblado y guarnición de Guisa comenzó el 27 de noviembre de 1897, coincidiendo con el ataque al fuerte de Guamo. La noticia del sitio de Guisa fue conocida por un mensaje enviado por heliógrafo a la estación de Bayamo con dias de antelación a la entrada de los insurrectos en el pueblo, comandados por Calixto García. Pero las dificultades de la marcha y el pésimo estado del camino impidieron a la columna de socorro al mando del coronel Tovar llegar a tiempo, encontrando a su paso muestras del salvajismo y de la barbarie que dejaron los insurrectos.



Situación de la estación de Guisa dentro de la red telegráfica Manzanillo-Bayamo-Santiago de Cuba. (Foto: Instalación de comunicaciones ópticas en la isla de Cuba, Lámina 2.ª. Revista del Memorial de Ingenieros, abril de 1897).

La defensa del pueblo debió de ser heroica, pues de los doscientos y pico hombres de la guarnición, apoyados por dos cañones, solo quedaron 45 vivos. La columna de socorro, que tardó cinco días en llegar, encontró un letrero que decía que los insurrectos se llevaban prisioneros los restos de la guarnición, los 45 citados.

Al llegar, la columna encontró muchas trincheras en el camino y alrededor del pueblo. Antes de entrar en el pueblo fue necesario desalojar a los rebeldes de sus trincheras, que no defendieron con el mismo tesón que habían demosrado en la toma de Guisa, ya que ahora sabían que se enfrentaban a una columna móvil. Tras la Loma de Piedra, la columna del coronel Tovar sostuvo nuevos combates, obligando al enemigo a abandonar sus posiciones sobre Guisa, cuyos alrededores estaban interceptados por trincheras y explosivos. En los combates un corneta resultó muerto, y heridos el capitán Alcantar, el médicvo Jiménez, el segundo teniente Francisco Alcenedo, de Puerto Rico, y 37 de tropa. La columna atacó al toque de corneta y tomó la trinchera enemiga, tomando doce prisioneros.

Una vez en el pueblo, la columna encontró que solo quedaban las cenizas y los escombros de las casas de pueblo, los fuertes y la torre heliográfica. Había montones de cadáveres insepultos y por doquier se veían cuerpos carbonizados. Los rebeldes destruyeron el pueblo al conocer la llegada de la columna de socorro, pegando fuego a las casas y prohibiendo a sus habitantes (ancianos, mujeres y niños) abandonar el pueblo y condenándoles a perecer entre las llamas. En los alrededores del pueblo la columna encontró cuerpos de mujeres y niños muertos a balazos, cazados sin duda cuando huían de las llamas. Se encontró a una mujer muerta con cuatro machetazos. También encontraron los cuerpos carbonizados de varios niños y hombres amarrados con alambres a los postes, y otros atados a sus camas y a taburetes, pozos llenos de restos humanos y muchos ahorcados en el palmar próximo al pueblo, lo que demuestra los excesos de crueldad y venganza llevados cabo por los "luchadores por la libertad" del pueblo cubano.

El fuerte de la guarnicición estaba completamente en ruinas, víctima del fuego artillero de ocho cañones enemigos, dos de ellos neumáticos. Se sabe que el capitán que mandaba la fuerza resultó herido al comenzar el ataque. El coronel Tovar se dedicó a restablecer la comunicación óptica y reconstruir el fuerte, tras lo cual dejó una nueva guarnición.

El jefe de la torre heliográfica era el sargento de Ingenieros Julio Hurdisán Diego, quien dió un valioso ejemplo de valor desde el comienzo de la encarnizada lucha, entregándose a su defensa con el cabo Enrique Puertos Pujolá y los soldados telegrafistas Pedro Medina Cabañete, Rufo Arroyo Navarro y un tercero cuyo nombre está aún sin identificar. El sargento no desatendió el servicio telegráfico, sin dejar en todo momento de comunicar por heliógrafo los pormenores del combate, hasta el momento en que la guarnición del pueblo estuvo ya fuera de combate, el foso repleto de muertos y heridos y la torre fue destruida por un proyectil de artillería enemiga.

Herido por un casco de granada, sin fuerzas para mover la palanca de manipulador, el sargento Hurdisán transmitió a la estación de Bayamo el siguiente mensaje:

    "Enemigo sigue bombardeando esta torre.- Transmito noticia desde el foso.- Dos piezas hacen fuego contra esta torre.- Dentro del pueblo tieran otras cuatro piezas.- Estoy herido de granada.- el cabo grave.- No puedo más.- HURDISAU."

El cabo y los soldados telegrafistas resultaron muertos; el sargento Hurdisan fue hecho prisionero. Después de ocho meses de insufrible cautiverio, los prisioneros de Guisa fueron liberados tras finalizar la guerra contra los yanquis, entregados a las autoridades españolas de Holguín y enviados a la Habana. Entre ellos se encontraba el sargento Hurdisan, que fue ascendido al empleo de segundo teniente de la escala de reserva de Ingenieros (Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, 22 de abril de 1899).