Tras haber dispersado la partida de Céspedes en Yara, la columna del teniente coronel Villares continuó su camino hacia Manzanillo, donde el teniente coronel López del Campillo desembarcó el 14 de octubre procedente de la Habana con las tres compañías de su batallón de Cazadores de “San Quintín”, una fuerza que encuadraba un total de 15 oficiales y 294 soldados. Estas eran las compañías que, según el capitán general, serían suficientes para acabar con la sublevación.
Las fuerzas reunidas en Manzanillo sumaban 2 jefes, 31 oficiales y 534 individuos de tropa pertenecientes a cuatro unidades diferentes[01]. Salieron de operaciones la tarde de aquel día hacia Bayamo separadas en dos columnas, una al mando del teniente coronel Villares, donde marchaba el gobernador de Manzanillo, y otra al mando del teniente coronel López del Campillo. Éste marchaba al frente de sus hombres del “San Quintín” y acampó en el potrero Masó. El resto de la fuerza acampó en Palmas Altas, a 10 kilómetros al este de Manzanillo. Al día siguiente ambas columnas se reunieron en Jibacoa, donde pernoctaron. El 16 de octubre se dirigieron a Cerro Pelado y pernoctaron en Guayabal.
El 17 de octubre, día en que Céspedes se presentó frente a Bayamo con su heterodoxa fuerza rebelde, el gobernador Fernández de la Reguera se retiró a Manzanillo con un cuarto de la fuerza para no dejar desguarnecida la ciudad[02]. El resto de la columna reunida se dirigió al Zarzal y a Yara, donde llegaron por la noche en medio de un terrible aguacero. Allí se les unió el teniente Melgar, que era el capitán pedáneo de Yara, con una fuerza de 35 voluntarios. El teniente coronel López del Campillo, siguiendo instrucciones del general Lerchundi, publicó un bando en el que se indultaba a todo aquel que se presentase en un plazo de ocho días deponiendo las armas; se presentaron 58 hombres, que declararon que se les había formado a unirse a los insurrectos.
Como muestra del comportamiento de los rebeldes, diremos que un paisano llamado Antonio Sánchez, natural de Manzanillo, de entre 50 y 60 años, fue capturado por éstos junto con otros dos hombres y un muchacho y llevado al campamento de Pedro Céspedes. Se les conminó bajo amenaza de muere para que gritaran “¡Viva Cuba libre!”, pero Antonio Sánchez se negó diciendo: “He nacido bajo la bandera española y jamás reconoceré otra." Tres veces se le amenazó y tres veces se negó. Los rebeldes le fusilaron en el acto, y Sánchez murió enfrentándose valientemente a sus verdugos y gritando un sonoro “¡Viva España!”.[03]
El 18 de octubre el teniente coronel Villares salió con parte de la columna para dirigirse hacia la Veguita y Barrancas. Mientras, el teniente coronel López del Campillo prosiguió el avance con el resto hacia las Peladas. Ese día los rebeldes de Céspedes entraban en Bayamo para enfrentarse a la guarnición española de la ciudad. Al oscurecer la columna del teniente coronel Villares pasó cerca de Barrancas y marchó a pasar la noche a las Peladas, donde se reunió nuevamente con la columna del teniente coronel López Campillo allí acampada.
Unidas de nuevo ambas columnas, el 19 de octubre el teniente coronel López del Campillo contaba con una fuerza de 2 jefes, 23 oficiales y 406 soldados y voluntarios. La columna salió de madrugada de las Peladas en dirección a Barrancas, donde llegaron sobre las 09:00 horas. A las 13:00 horas emprendieron la marcha hacia Bayamo. Por el camino López del Campillo hizo una hora de ejercicio doctrinal en la llamada sabana de Barrancas, un poco antes de llegar al río de Babatuaba, a unos 12 kilómetros de Bayamo.
Avisado Céspedes de la llegada de una columna española a las cercanías de Bayamo, envió a su encuentro una fuerte partida al mando de Francisco Aguilera para hacerles frente, quien llevaba a Modesto Díaz en sus filas. Los insurrectos avistaron a los españoles antes de su llegada al río, pero decidieron no enfrentarse a ellos, sino montar una emboscada a la derecha del paso del río, apoyados en el bosque de las inmediaciones.
Al llegar al paso, la vanguarda española, formada por el alférez Cortina con diez soldados y la partida del teniente Melgar, recibió unos disparos que les detuvieron en su camino. En la escaramuza, que totalizó unos cincuenta disparos, murió uno de los insurrectos. Modesto Díaz participó con una escopeta de dos cañones y un fusil que su ordenanza cargaba. Parece ser que Díaz pretendió atacar a los españoles machete en mano, pero su plan se frustró debido al poco orden e indisciplina de los rebeldes. Pasada media hora del intercambio de disparos el teniente coronel López del Campillo ordenó la retirada de toda la columna sin combatir y el repliegue hacia la Veguilla a las 14:30 horas, donde llegaron a las 23:00 horas tras una marcha que realizaron en medio de un fuerte aguacero sin ser hostilizados por el enemigo[04].
Al día siguiente, 20 de octubre, la columna de López del Campillo prosiguió su retirada hacia Manzanillo, donde llegó entre las 17:00 y 18:00 horas. Allí encontró que el comandante Allidain había desembarcado el mismo día al frente de 6 oficiales y 90 jinetes del regimiento de Caballería “de la Reina” procedente de San Antonio de Baños, a 30 kilómetros al sur de la Habana. Con este refuerzo y los voluntarios del teniente Melgar, las fuerzas que López del Campillo tenía a su disposición concentradas en Manzanillo eran 2 jefes, 37 oficiales y 659 individuos de tropa. Ese mismo día, a unos 60 kilómetros de distancia, en su avance hacia Bayamo la columna del coronel Quirós derrotaba a un centenar de rebeldes que le cerraba su avance en la Venta de Casanova, en la confluencia del río Contramaestre con el rio Guanimao.
El 26 de octubre llegó a Manzanillo el teniente coronel Navidad con su batallón reforzado. El teniente coronel Campillo pretendía acudir al socorro de Bayamo, pero la operación le pareció bastante peligrosa por las numerosas fuerzas con que contaban los rebeldes, que estimaba entre 2.000 y 5.000 hombres operando en la zona. Optó por permanecer en Manzanillo, que fortificó y donde puso en batería dos cañones de a 24 que encontró abandonados. A los pocos días notificó al capitán general que el enemigo merodeaba por Manzanillo con intención de atacarla .
La inacción del teniente coronel López del Campillo, que no atacó en el río Babatuaba, se retiró sin combatir y se encerró en Manzanillo, es criticada por las fuentes, que aseguran que el teniente coronel pudo haber salvado la ciudad de Bayamo de haber tenido más acometividad y de haber tratado de cooperar con la guarnición española de Bayamo, o de haber recuperado la ciudad de haberla atacado con los cerca de mil soldados con los que contó a finales de octubre. El teniente coronel López del Campillo tuvo un cruce de palabras por escrito en la prensa de la época con el teniente coronel Novel, de la guarnición de Bayamo, a raíz de la retirada del primero, que el segundo juzgaba del todo errónea y cuya columna pudo salvar Bayamo[05].
El teniente coronel Navidad también criticó esta inacción, pues pensaba que las disciplinadas fuerzas españolas reunidas en Manzanillo eran suficientes para enfrentarse y vencer a la hueste rebelde que, si bien era numerosa, no era enemigo para los españoles, como se demostró en las numerosas ocasiones en que se enfrentaron españoles y rebeldes, y tres meses después cuando el conde de Valmaseda reconquistó Bayamo.
Acosta y Alvear, Francisco, brigadier. Apreciaciones sobre la insurrección de Cuba. Librería la Propaganda Literaria. Habana, 1872. 64 páginas. 1,8 MB.
Barrios Carrión, Leopoldo, comandante. Sobre la historia de la guerra de Cuba. Redacción y Administración de la Revista Científico-Militar y Biblioteca Militar. Barcelona, 1888-89-90. 235 páginas. 11,7 MB.
Camps y Feliú, Francisco de, coronel retirado. Españoles e insurrectos. Recuerdos de la guerra de Cuba. Segunda edición. Imprenta de A. Álvarez y Comp. Habana, 1890. 433 páginas. 16 MB.
Llofriu y Sagrera, Eleuterio. Historia de la insurrección y guerra de la isla de Cuba. Escrita en presencia de datos auténticos, descripciones de batallas, proporcionadas por testigos oculares, documentos oficiales, y cuantas noticias pueden facilitar el exacto conocimiento de los hechos. Edición ilustrada. Imprenta de la galería literaria. Tres tomos, seis volúmenes. Madrid, 1870 y 1871. 2.729 páginas. Tomo I. 799 páginas. 30 MB.
Novel Ibáñez, Dionisio, coronel. Memoria de los sucesos ocurridos en la insurrección que estalló en la ciudad de Bayamo en octubre de 1868. Imprenta de la viuda de Puchol. Granada, 1872. 127 páginas. 4,2 MB. Ver pág. 31, 103 y ss.
Pirala, Antonio. Anales de la Guerra de Cuba. Tomo 1. Imprenta y Casa editorial de Felipe González Rojas. Madrid, 1895. 886 páginas. 63,1 MB.
[01] San Quintín, La Corona, Cuba y Lanceros del Rey.
[02] Se retiró con los cinco oficiales y 101 soldados del batallón de “Cuba” y un oficial y 39 soldados de “la Corona”.
[03] Llofriu, op. cit., pág. 23.
[04] Las evoluciones de la columna del teniente coronel López del Castillo se relatan en Pirala, op. cit., pág. 264; Novel, op. cit., pag. 31 y ss., 103 y ss.; Llofriu, op. cit., pág. 23.
[05] Los artículos aparecieron en los números 169 y 171 del periódico “La Bandera Española”, de Santiago de Cuba, publicados el 2 y el 4 de noviembre de 1869 y se reproducen Novel, op. cit., que publicó en 1872.