Los ánimos de la población de Santiago de Cuba se convulsionaron al conocer las noticias del levantamiento. El elemento peninsular de la ciudad se mostró muy preocupado ya que estaban en minoría, pues la gran parte de población eran españoles cubanos, es decir, nacidos en la isla. Como en el resto de la isla, la mayoría de estos era partidaria de hacer reformas en el gobierno de la isla y estaban divididos en tres grupos: los que abogaban por la anexión a los Estados Unidos, los que deseaban la independencia, y los que querían reformas, pero seguir perteneciendo a España. No obstante, al conocer los nombres de los líderes y que las huestes rebeldes estaban llenas de bandoleros, desertores y africanos, rechazaron el movimiento. Los vecinos patriotas armaron a su costa algunas secciones de voluntarios, y todas las personas de arraigo de la ciudad se colocaron al lado de la autoridad para asegurar el mantenimiento del orden, e iniciaron una suscripción popular para hacer frente a los gastos extraordinarios que pudieran surgir y que el primer día arrojó la cifra de diez mil pesos. En pocos días se organizaron dos batallones de voluntarios y un escuadrón de caballería, formados en su mayoría por naturales de la isla[01].
El coronel Demetrio Quirós salió de Santiago de Cuba alrededor del día 14 de octubre[02], al frente de una columna de unos 700 soldados y dos piezas de artillería a lomo[03], y se dirigió hacia Bayamo, distante 130 kilómetros por el camino real de Palma Soriano. La columna estaba formada por el segundo batallón del regimiento de Infantería de “Cuba”, al mando del teniente coronel Nazario Rebollo, y el segundo batallón del regimiento de Infantería “de la Corona”, posiblemente tres compañías, al mando del teniente coronel Juan Daza.
Tras recorrer 80 kilómetros, el 18 de octubre la columna llegó al río Contramaestre, cuyo cauce recorre unos 35 o 40 kilómetros de sur a norte hasta desembocar en el río Cauto. Habían dejado atrás Palma Soriano y cruzado el caudaloso rio Cauto, y habían tenido que parar un tiempo para hacer reposar a los soldados de la marcha. Al llegar al río Contramaestre el coronel fue informado de la presencia de un fuerte contingente de rebeldes en el interior, por lo que desvió su camino hacia el norte, para caer sobre ellos. Ese fue el día en que Céspedes entraba con sus huestes en Bayamo.
Sobre las 08:00 horas de la mañana del día 20 de octubre[04], el coronel Quirós llegó a las cercanías de la confluencia del río Contramaestre con el río Guanimao, a un lugar llamado Venta de Casanova, situado a unos 6 kilómetros aguas abajo. Allí encontró un centenar de rebeldes cerrando el paso del río[05], donde habían construido trincheras para parapetarse en ellas, abierto un foso y obstruido el camino con árboles y zanjas. Estaban al mando de Rafael Cabrera, el vecino de Baire e hijo o hermano del Joaquín Cabrera que los rebeldes de Mármol habían dejado al frente de esta población. El coronel emplazó un cañón y tras una docena de disparos puso en fuga los rebeldes, que huyeron hasta Baire al ver la carga a la bayoneta que sobre ellos hacía el batallón “de la Corona”, seguido muy de cerca por el de “Cuba”, que persiguió a los rebeldes durante unos tres kilómetros. Tras el breve combate, el coronel ordenó hacer alto para dar descanso a la tropa, que no había comido desde la mañana del día anterior y estaban mojados hasta la cintura por los pasos de los ríos. Ese mismo día Céspedes había obtenido la capitulación de la guarnición española de Bayamo y se hizo dueño de esta localidad.
La presencia de los españoles en el río Contramaestre hizo huir a los rebeldes de Jiguaní, localidad distante unos 20 kilómetros, pues esperaban que la caballería del coronel Quirós pudiese recorrer la distancia hasta el pueblo en tan solo tres horas, seguida pocos después del resto de la columna. En Jiguaní quedaban unos pocos insurrectos, cuyo jefe, Manuel Fernández Íñiguez, envió dos mensajes a Donato Mármol a Santa Teresa y a Bayamo, pues desconocía el lugar exacto donde se encontraba, solicitando su presencia inmediata para frenar el avance de los españoles.
El coronel Quirós continuó su camino hacia Baire, punto intermedio hacia Jiguaní, donde llegó al cabo de cuatro o cinco horas de marcha sin ningún contratiempo, encontrando la población libre de rebeldes. La columna entró entre gritos entusiastas de “¡Viva España!” y la alegría de los vecinos, que colgaron la bandera de España en muchos edificios. Quirós fue recibido por cura, que llevaba la custodia en la mano, varios peninsulares y el capitán del partido, Valerio Campas, quien lo hizo acompañado de muchos vecinos del campo que había conseguido convencer para que le acompañaran como voluntarios desde su salida de Palma Soriano.
La solicitud de ayuda enviada desde Jigüaní le llegó a Donato Mármol, nombrado general por Céspedes, y partió hacia allí de inmediato desde Bayamo, acompañado de Máximo Gómez, quien ya era coronel y JEM por nombramiento de Céspedes, con encargo de éste de frenar el avance de la columna española. Al frente de sus 200 jinetes, conocidos como la partida de “Rusia” por el tipo de camisa que vestían, llegó a Jiguaní. Allí se juntaron con otras partidas de insurgentes al mando de Maceo, Castillo, Rafael Milanés (nombrado coronel por Céspedes) y otros enviados también por Céspedes; hicieron reconocimientos hasta Baire y se concentraron en la finca de "El Yarey", situada a la izquierda del camino real, a mitad del camino entre Jiguani y Baire. El coronel Quirós continuaba en Baire, a 13 kilómetros de Jiguaní, ignorante de la situación y los planes de los insurrectos.
El 26 de octubre[06] los rebeldes iniciaron la marcha y llegaron a las afueras de Baire. Una vez allí dispararon unos tiros contra los soldados que encontraron a modo de provocación, retrocedieron y se pusieron a la defensiva, expectantes de la reacción española. Eran unos 600 hombres a caballo portando armas de fuego y unos 150 hombres a pie armados con machetes.
Al percatarse del ataque, el coronel Quirós envió contra el enemigo la 2º compañía del batallón “de la Corona”, al mando del capitán Rafael Rodrigo y Murcia, que fue recibida a tiros. El coronel envió como refuerzo la 3º compañía del batallón de “Cuba”, al mando del capitán graduado de comandante Juan Morales Aranda. En un momento del combate, Máximo Gómez ordenó a su gente cargar machete en mano contra los españoles, quienes les recibieron con la bayoneta calada. Se trabó una lucha cuerpo a cuerpo en el que los españoles, “batiéndose palmo a palmo y defendiéndose al arma blanca”, resistieron la feroz embestida de los insurrectos, les hicieron retroceder y les persiguieron hasta más allá de sus posiciones. Dejando una compañía de “la Corona” custodiando un cañón, el coronel Quirós envió el resto del batallón de “Cuba” a la lucha y emplazó el segundo cañón, que hizo algunos disparos que cogieron de flanco a los insurrectos en su huida, acabando el combate de esta manera[07].
Los rebeldes dejaron en el campo trece muertos y gran número de caballos, fusiles, escopetas y machetes. Tras comprobar que había sufrido numerosas bajas entre sus filas, el coronel Quirós ordenó la retirada de campo de batalla.
La carga al machete de Máximo Gómez en Baire ha sido objeto de alabanzas de todo tipo por tratarse, al parecer, de la primera carga efectuada con machete en mano y por provocar, al decir de sus admiradores, tanto pánico en el enemigo. La fiereza de la carga nos la da el hecho de que el cañón de una carabina fue partido en dos de un machetazo en esta acción. Pero la verdad que nos cuentan las fuentes es que los españoles aguantaron la embestida e hicieron retroceder a sus atacantes, aunque finalmente el jefe español decidió abandonar el campo. Desde entonces se han escrito numerosos artículos y capítulos en libros acerca de la controversia sobre la necesidad de armar o no a los soldados españoles con machete o mantener su armamento con bayoneta. Los partidarios de una y otra arma presentan sus ventajas e inconvenientes. Nos remitimos a sus artículos, siendo el lector quien debe juzgar[08].
Un muchacho, que había sido capturado por los insurrectos y posteriormente liberado, informó al coronel Quirós que los insurrectos tenían intención de asaltar la población de Baire esa misma noche, por lo que el coronel dispuso la retirada inmediata de la fuerza y la evacuación de los heridos y de las familias adictas a España. Los insurrectos entraron en Baire por la noche sin encontrar a los españoles; se entretuvieron en la población y tardaron doce horas en iniciar la persecución del coronel Quirós, dando tiempo con ello para la retirada de la columna. La mañana del 27 de octubre los rebeldes encontraron la columna española en la Venta de Casanova, que rodearon bloqueando las alturas, los barrancos y todos los pasos de los ríos Guaninao y Contramaestre; y ahuyentando las reses de ganado para que los españoles no pudieran alimentarse.
La Venta estaba construida de madera, por lo que los proyectiles enemigos atravesaban las paredes y producían estragos entre los defensores. El cerco al que estaban sometidos los españoles les impedía salir a proveerde de comida y recoger agua en los alrededores. A las cuatro y media de la madrugada del cuarto día de cerco (31 de octubre ó 1 de noviembre) el coronel Quirós salió con la columna en silencio de la Venta; al llegar a las avanzadas de la partida mandada por un tal Santisteban, se abrió paso entre ellas atravesándolas a tiro limpio y marchó aguas arriba en dirección a Palma Soriano, distante 40 kilómetros a orillas del río Cauto. El jefe de los insurrectos, Luis Marcano, creyó que el tiroteo era debido a una intentona de los españoles para proveerse de algún ganado para comer, lo cual dio algún tiempo de ventaja al coronel Quirós. Cuando Marcano salió de su error envió a Rosendo Arteaga, nombrado coronel por Céspedes, en su persecución. Éste perdió demasiado tiempo enviando exploradores por la zona, y cuando encontró la columna del coronel Quirós cruzando un río, fue recibido a tiros por la fuerza española que protegía el paso.
Los rebeldes de Arteaga y Santistebas se mostraron poco hábiles a la hora de perseguir al coronel Quirós, quien pudo permanecer todo un día en una posición (casa tienda de Maibió) sin arbolado ni manigua a su alrededor, alimentando y haciendo descansar a la tropa. Carlos Manuel Céspedes, enterado de todo lo ocurrido en Baire y en la Venta de Casanova, se personó en la sabana de Maibió con un cañón que traía desde Bayamo, pero que no pudo emplazar por lo pesado y voluminoso que era y por la falta de artilleros entendidos.
A la mañana siguiente (posiblemente del 2 de noviembre), el coronel Quirós continuó su retirada haciendo fuego a derecha e izquierda, avanzado en diferentes tramos con el fango hasta la altura de la rodilla. Durante el camino fue hostilizado por las partidas de Miguel Ángel Barzaga, nombrado coronel por Céspedes, y Juan Fernández Ruz, quien quedó contuso por el fuego del cañón que el coronel Quirós emplazaba de vez en cuando para proteger la retirada. Aquella noche los españoles pernoctaron en un lugar llamado San José.
Al día siguiente (3 de noviembre, según nuestra cronología), el coronel Quirós continuó su retirada hasta Palma Soriano, sufriendo algunas bajas que le produjeron tiradores emboscados. Carlos Manuel Céspedes, junto con Pío Rosado y otros, se adelantó al español para cruzar el rio Cauto, pero cuando se acercaban a su orilla una descubierta enviada por el coronel Quirós les envió una rociada de balas que casi acaba con la vida de Céspedes. Debido a ello, los insurrectos dieron un rodeo, lo que permitió a Quirós cruzar el rio Cauto y poner a salvo su columna, dando con ello fin la persecución de los rebeldes. El coronel Quirós llegó a Santiago de Cuba dias después con un tercio de bajas en su columna.
Acosta y Alvear, Francisco, brigadier. Apreciaciones sobre la insurrección de Cuba. Librería la Propaganda Literaria. Habana, 1872. 64 páginas. 1,8 MB.
Barrios Carrión, Leopoldo, comandante. Sobre la historia de la guerra de Cuba. Redacción y Administración de la Revista Científico-Militar y Biblioteca Militar. Barcelona, 1888-89-90. 235 páginas. 11,7 MB.
Camps y Feliú, Francisco de, coronel retirado. Españoles e insurrectos. Recuerdos de la guerra de Cuba. Segunda edición. Imprenta de A. Álvarez y Comp. Habana, 1890. 433 páginas. 16 MB.
Golpi y Ferro, Gil. Album histórico fotográfico de la guerra de Cuba. Imprenta "La Antilla", de Cacho-Negrete. Habana, 1872. 472 páginas, 20,6 MB.
Llofriu y Sagrera, Eleuterio. Historia de la insurrección y guerra de la isla de Cuba. Escrita en presencia de datos auténticos, descripciones de batallas, proporcionadas por testigos oculares, documentos oficiales, y cuantas noticias pueden facilitar el exacto conocimiento de los hechos. Edición ilustrada. Imprenta de la galería literaria. Tres tomos, seis volúmenes. Madrid, 1870 y 1871. 2.729 páginas. Tomo I. 799 páginas. 30 MB.
Novel Ibáñez, Dionisio, coronel. Memoria de los sucesos ocurridos en la insurrección que estalló en la ciudad de Bayamo en octubre de 1868. Imprenta de la viuda de Puchol. Granada, 1872. 127 páginas. 4,2 MB. Ver pág. 31, 103 y ss.
Martín Ruiz, Juan Antonio. Sobre el mito de la carga al machete en la guerra de independencia de Cuba (1895-1898). Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 149-174. ISSN 0482-5748. 26 páginas, 644 KB.
Pirala, Antonio. Anales de la Guerra de Cuba. Tomo 1. Imprenta y Casa editorial de Felipe González Rojas. Madrid, 1895. 886 páginas. 63,1 MB.
[01] Golpi y Ferro, op. cit, pág. 49.
[02] Las noticias de la columna del coronel Quirós y su retirada proceden de Pirala y de Llofriu y Segarra. Éste último es quien da la noticia de la composición de la columna, incluyendo el batallón “de la Corona” al mando del teniente coronel Daza en ella. Pirala es más escueto, diciendo que el 14 de octubre tres compañías del regimiento “de la Corona” salieron al mando del teniente coronel Daza en dirección a Jiguani; no menciona su encuadramiento en la columna del coronel Quirós.
[03] Pirala dice que solo iba una pieza de artillería en la columna.
[04] Haciendo caso del testimonio de un rebelde, Pirala fecha esta acción el 18 de octubre.
[05] Llofriu y Segarra dice que eran 300 rebeldes en op. cit., pág. 26.
[06] Llofriu y Segarra dice que fue el 25 de octubre. Op. cit., pág. 28.
[07] Satisfecho el capitán general de la victoria obtenida en el combate, el parte oficial del mismo se publicó en la Habana el 2 de noviembre de 1868 “para el debido conocimiento”. Golpi Ferro, op. cit, pág. 46.
[08] Ver el artículo de Martín Ruiz, citado.