Conquista de la capital catalana tras catorce meses de asedio.
La mayor parte de Cataluña se había recuperado hacía tiempo para la causa de Felipe V: Lérida en 1707 y 1711, sin que se tocasen los privilegios de la ciudad; Tortosa en 1708; Gerona en 1711 por el duque de Noailles, quien confirmó expresamente los privilegios de la ciudad. Tan solo quedaba la cuestión de Barcelona.
La apertura de negociaciones entre los representantes de la Gran Alianza de un lado y de Francia y España de otro a principios de 1712 puso en alerta a los barceloneses, que permanecían fieles al archiduque Carlos. Tras la firma del tratado de Utrech el 14 de marzo de 1713, se llegó al acuerdo de que los tropas aliadas evacuaran Cataluña, Menorca e Ibiza. A pesar de ello, los "Estados Generales" de Barcelona decidieron no entregar la ciudad a Felipe V y le declararon la guerra el 9 de julio de ese mismo año.
Militarmente hablando, la Ciudad Condal estaba defendida por el teniente de mariscal don Antonio Villarroel, siendo su Jefe de Ingenieros el mariscal de campo don Francisco Santa Cruz. Frente a ella se encontraba el Ejército de S.M. en Cataluña al mando del duque de Popoli, don Restaño Cantelmi Stuard, quien en 1712 contaba con unos 20.000 hombres y 30 cañones.
En junio de 1713 las Corts se reunieron en el salón Sant Jordi del palacio de la Diputación. En una primera votación ganó la opción de someterse y rendirse. En una segunda votación ganó la opción de proseguir la lucha, y el 9 de julio se declaró la guerra a Felipe V. A partir de aquí la suerte de Barcelona quedó sentenciada, iniciándose un asedio que duró 14 meses en cuatro fases bien diferenciadas hasta sufrir el asalto final el 11 de septiembre de 1714:
El 24 de julio de 1713 el duque de Popoli avanzó su ejército hasta Barcelona, donde llegó al dia siguiente para solicitar la rendición de la ciudad, mostrándose arrogante e intimidatorio desde el primer momento. Los barceloneses contestaron a su propuesta con un intenso fuego artillero que puso de manifiesto su determinación a resistir a ultranza, lo que obligó al duque de Popoli a establecer un bloqueo en toda regla.
El Jefe de Estado Mayor y Jefe de Ingenieros del ejército borbón era el teniente general don Jorge Próspero de Verboom, Ingeniero General y Cuartel Maestre del ejército. Verboom aconsejó que se recurriese a las operaciones lentas y seguras de un sitio regular. Verboom reconoció que con la escasa artillería con la que contaba el Ejército de Cataluña no podía sitiar con éxito la ciudad, por lo que en agosto de 1713 hizo una petición extraordinaria del siguiente material artillería:
A la petición de estas piezas unió la de 1.800.000 libras de pólvora y 160.000 proyectiles y granadas de varios calibres.
La escasez de la artillería española obligó a Felipe V a solicitar refuerzos a su abuelo Luis XIV; este hecho, unido a la cercanía del invierno y los estragos producidos por las lluvias frenaron los ataques de los borbones. No obstante, éstos formalizaron el sitio mediante el despliegue de las unidades y los lentos trabajos de fortificación y zapa.
Mientras se formalizaba el sitio, el duque de Popoli lanzó una serie de violentos asaltos que no hicieron más que sobreexcitar el ardor de los defensores.
Por fin, el ejército borbón finalizó sus preparativos y el 3 de abril comenzó el bombardeo sobre la ciudad. Fue iniciado desde una batería de 6 morteros situada en el Clot, a 2600 metros de distancia de la Puerta Nueva. Los barceloneses contestaron disparando las piezas ubicadas en el reducto de la Cruz de San Francisco. Sin embargo, el rey Felipe V ordenó suspender el ataque hasta conocer el resultado del tratado de Rastatt.
El bombardeo se reanudó el 2 de mayo, simultaneando las labores de zapa y trinchera para acercarse al Convento de Capuchinos, puesto avanzado de la ciudad, situado a unos 250 metros de glasis, y que era el más próximo a los sitiadores. El 17 de mayo una batería de 16 piezas abrió una brecha en los muros del convento, defendido por 400 catalanes, sobre quienes se lanzó en asalto una columna de 2000 hombres. Tras un duro combate, los sitiados se retiraron al Convento de Jesús.
Tras esta victoria, el duque de Popoli asentó cañones en la muralla de la ciudad y en el Convento de Capuchinos. De esta manera, una batería de 20 morteros inició un bombardeo contra el centro de la ciudad que arrojó 15.000 bombas hasta el mes de julio. Y mientras los atacantes colocaban nuevas baterías contra el Convento de Jesús y el bastión de Puerta del Angel, los defensores artillaban más sus defensas. Once meses de bloqueo y algunos días de bombardeo no pudieron reducir a Barcelona. Los barcos mallorquines abastecían la plaza y sus habitantes veían sin inmutarse sus casas derrumbarse bajo las bombas.
En junio de ese año el duque de Pópili pidió al Ingeniero General un plan de ataque. En el mismo Verboom hizo constar su conocimiento de las fortificaciones de Barcelona, donde estuvo prisionero dos años, y propuso llevar a cabo dos ataques:
"el primero a la frente del Baluarte de San Daniel o Santa Clara y del Portal nuevo; y el segundo al Baluarte de las Tallers, e la suposición de que hubiera bastantes tropas para hacer dos ataques, uno verdadero y otro falso, para dividir las fuerzas de los de adentro, y no pudiendo hacer más que uno, mi sentir es siempre preferir el de la frente de Santa Clara ..."
Debido al tiempo transcurrido sin poder rendir a la ciudad y la escasez de sus fuerzas, Felipe V solicitó nuevamente ayuda a Francia. De esta manera, en julio de 1714 un ejército francés de 20.000 hombres, 87 cañones de batir y 30 morteros al mando del duque de Berwick se presentó ante Barcelona a reforzar las tropas del duque de Popoli, recibiendo el mando de éste. Las fuerzas de los sitiadores españoles y franceses sumaban 35.000 soldados de infantería y 5.000 de caballería. Los defensores sumaban 16.000 soldados y sus ciudadanos, al mando del ya citado Villarroel.
El plan de ataque que Verboom había entregado a Pópoli no pudo llevarse a cabo debido a la llegada de Berwick, quien vino acompañado del teniente general Dupuy-Vauban como Ingeniero Jefe, y como segundo Lozieres-Dastier, junto con 30 ingenieros encuadrados en cinco brigadas de Ingenieros:
Primera brigada: Brigadier caballero Dauverger, Subbrigadier Mirabel, caballero d´Aumale, Gion de Montdion, Rane y Mainecé.
Segunda brigada: Brigadier Desroches, Subbrigadier La Blottiére, Maigret, Desfourneaux, Duran de la Rocque, Destran.
Tercera brigada: Brigadier De Biancolelly, Subbrigadier Bezin, Desvallóns, Rodolphe, de Menoilhon, de Palmas.
Cuarta brigada: Brigadier De Cheylas, Subbrigadier de Changy, Prettseille, Bernardy, Lenoir, de Ferre.
Quinta brigada: Brigadier Thibergean, Subbrigadier Razaud, Dutrou de Villetang, de Pontmartin, Maret, d´Artus, de la Lance.
Por su parte, Verboom disponía de 16 ingenieros (Francisco Mauleón, Juan Diaz Pimienta, Isidro Próspero de Verboom, Alberto Miemson, Francisco Montaigu, Luis de Langot, José de Bauffe, Antonio Montaigu, Juan dela ferrére, Antonio Gatica, Alejandro de Retz, Juan Guihauman, Felipe de Tanneville (barón de Tanneville), La Baume, Pérez y Caetano Lazara), a quienes se unieron algunos ingenieros voluntarios entre los oficiales del ejército que tenían ciertos conocimientos de geometría y fortificación. Uno de ellos, Benigno de Villier, consta que murió en las trincheras en septiembre de 1714.
Después de varios reconocimientos, el duque de Berwick aprobó el plan de ataque de Verboom. La Jefatura de Ingenieros le correspondía a Dupuy-Vauban, pues si bien era teniente general como Verboom, su antiguedad era de 1704, mientras que la de Verboom era de 1709. Sin embargo, para evitar rencillas, disgustos y rozamientos, Berwick dispuso que los ingenieros se dividieran en dos grupos, asignando el ataque por la derecha a los ingenieros españoles y el ataque por la izquierda a los ingenieros franceses.
Por su parte, nada más llegar el duque de Berwick desplegó su artillería en siete baterías de cañones y cuatro de morteros:
La cadencia de disparos de los cañones comenzó a ser de 4 disparos por pieza a la hora por el día y de 1 disparo por pieza a la hora por la noche, mientras que los morteros lanzaban 3 disparos por hora. De esta forma el duque de Berwick comenzó a lanzar sobre Barcelona 384 proyectiles por hora durante el día y 150 por hora durante la noche.
El 13 de julio los sitiados hicieron una salida con 4.000 hombres contra los trabajos de la primera paralela de trincheras, entablándose un combate que finalizó con igual número de bajas por ambas partes, pero que no modificó la determinación de los sitiadores. Después de la salida, en la noche del 13 al 14 de julio Vauban y Verboom iniciaron con sus ingenieros la apertura de la trinchera. Ambos oficiales dirigieron el trazado de la paralela que se construía a unos 500 metros de la plaza. Los trabajos los realizaban unos 2.000 hombres, de manera que finalizaron la primera paralela y el día 15 de julio acometían la segunda paralela. Los trabajos avanzaban con tal rapidez que para el 20 de julio las tropas borbónicas finalizaron la segunda paralela y el asentamiento de las baterías.
El 25 de julio el fuego de 70 cañones se dirigió contra el baluarte de Oriente, tenazmente defendido por los barceloneses. Por su parte, éstos dificultaban los trabajos de aproximación y zapa mediante un vivo cañoneo desde la ciudad. No obstante, el 30 de julio los trabajos estaban bastante adelantados, de forma que una paralela llegaba al pie del glasis, y se procedió a la apertura de una brecha en el baluarte de Puerta Nueva mediante el fuego de las baterías, al tiempo que se iniciaron los trabajos de colocación de minas contra este baluarte.
El 12 de agosto el coronamiento del camino cubierto estaba completo frente a los baluartes del Portal Nuevo y Santa Clara, construidas las galerías para bajar al foso, hechas las brechas con la artillería en la cara y flanco del baluarte de Santa Clara y arruinadas las defensas del flanco del baluarte del Portal Nuevo, al tiempo que también estaba minado su ángulo flanqueado. Por ello, ese mismo día Berwick lanzó un ataque contra ambos baluartes, pero no tuvieron éxito. El fracaso tuvo como consecuencia que los dias siguientes se emplearan en ampliar las bechas de ataque.
Finalmente, el duque de Berwick lanzó el 30 de agosto un violento asalto que produjo gran número de muertos y heridos, pero que gracias al cual el ejército borbón comenzó a ganar terreno y que le sirvió para cimentar su victoria final. Se alternaron combates cuerpo a cuerpo con fuegos de artillería y acciones de minas y contraminas. A pesar de ello, los defensores no perdían el ánimo, como se demostró en los combates por la posesión y defensa del baluarte de Santa Clara. Fue tomado por los realistas y vuelto a recuperar por los barceloneses; los atacantes tuvieron a abrir otra brecha en el muro, la cual fue cubierta de inmediato por los barceloneses, quienes iban reemplazando a los defensores conforme iban cayendo. La toma del baluarte costó la vida de mil soldados borbónicos.
Despues de la toma del baluarte de Santa Clara, el duque de Berwick conquistó el resto de las obras exteriores y abrió más brechas en la muralla. Tras ellas, el duque de Berwick se dispuso para el asalto final. Pero antes, ofreció la capitulación a la ciudad.
La situación de los defensores era desesperada. El 4 de septiembre el conseller en cap, Rafael Casanova, visitó al duque de Berwick al frente de una delegación pero se negó a hablar sobre la rendición, rechazando con ello la propuesta de capitulación que el duque le había ofrecido. Villarroel dimitió, pues no le veía ningún sentido a la resistencia. Los barceloneses, privados de jefe militar, nombraron a la Virgen de la Merced como su nueva capitana.
El 11 de septiembre se consideró que los trabajos de zapa habían dado sus frutos y que podía lanzarse el asalto final, pues se habían abierto siete brechas desde el baluarte de la Puerta Nueva hasta el de Levante. A las cuatro y media de la madrugada del 11 de septiembre una salva de artillería de 10 cañones y 20 morteros anunció el momento del asalto final. El ejército borbón desplegó en semicírculo; los franceses tenían por objetivo el bastión de Levante, mientras que los españoles atacarían los bastiones de Santa Clara y la Puerta Nueva. 50 compañias de granaderos se lanzaron al asalto sobre estos tres puntos, seguidos por una segunda línea de 40 batallones y 300 dragones desmontados.
Los barceloneses esperaron el asalto, cubriendo las brechas con cañones cargados con bala menuda y metralla. Sus disparos arrasaron las primeras filas de los asaltantes, que caían una tras otra. Pero los borbones regresaban a la carga una y otra vez avanzando sobre los cadáveres de sus compañeros hasta conseguir llegar al cuerpo a cuerpo y a la lucha con arma blanca. Los asaltantes penetraron por las brechas e izaron el pabellón español en los bastiones de Santa Clara y la Puerta Nueva, mientras que los franceses izaban el suyo en el de Levante.
Tras esta derrota, los defensores se retiraron hacia la ciudad para continuar la resistencia en su interior. Los asaltantes les persiguieron hasta la Plaza Mayor, pero la confianza en la victoria hizo que se relajasen, actitud que aprovecharon los barceloneses para rechazar a los atacantes de nuevo hasta la brecha. De esta manera de inició un combate feroz por ambas partes. Los soldados realistas, en un esfuerzo desesperado, avanzaron a pecho descubierto para capturar las piezas de artillería de los defensores, lo que consiguieron a costa de numerosas muertes. Tras ello, las volvieron contra los defensores colocándolas en las bocacalles.
Después de estos sangrientos combates se inició la toma del baluarte de San Pedro. La lucha no flaqueó por ambas partes. Clonard la describió como "el placer de inmolarse mutuamente". Tras doce horas de combate, los defensores comenzaron a dar muestras de flaqueza, pero no abandonaban sus posisiones, dispuestos a morir en su defensa.
Por fin, a la caída de la tarde, los defensores enarbolaron bandera blanca y representantes de la ciudad acudieron a entrevistarse con el duque de Berwick en la brecha principal. El duque les despidió dándoles hasta el amanecer del dia 12 para darle una respuesta sobre su rendición.
El día 12 de septiembre los defensores no se presentaron ante el duque de Berwick, por lo que éste ordenó el incendio de la ciudad, pero prohibió el saqueo. Poco después del mediodía los barceloneses volvieron a sacar la bandera blanca y se rindieron. Pidieron el respeto a su vida, a lo que accedió el duque, que les concedió también el derecho a la hacienda. Esa misma tarde las tropas borbónicas comenzaron a entrar en la ciudad.
Se estiman en 6.000 las bajas de los defensores y en 10.000 las bajas de los atacantes.
Enfadado por la inutilidad de tantas muertes, el duque de Berwick se negó a recibir el 13 de septiembre a una delegación de barceloneses que había ido a verle, a quienes despidió con sequedad. El 16 de septiembre ordenó la supresión del ayuntamiento (el Consell de Cent) y el gobierno del Principado (la Diputació).
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