LA LLEGADA DE LA FLOTA DE INDIAS A VIGO (22 de septiembre).

Tras el fracaso en su intento de ataque a Cádiz en el mes de septiembre, el almirante sir George Rooke retiró su flota a las costas de Portugal para efectuar reparaciones en las naves y restablecer sus fuerzas.

Mientras tanto, la Flota de Indias que vavegaba hacia la península, advertida por naves de aviso de la presencia en aquel puerto de la flota del almirante Rooke, puso rumbo al puerto de Vigo, donde llegó el 22 de septiembre. El capitán general de Galicia, Gaspar Antonio de Zúñiga Enríquez, príncipe de Brabanzón, se mostró disgustado por la llegada de las naves a Vigo, diciendo que el sitio era poco seguro, y propuso que se dirigieran al Ferrol. Su propuesta no fue aceptada debido a la presencia de una escuadra inglesa en Finisterre.

La flota había partido de Cádiz tres años antes, el 19 de julio de 1699. Estaba formada por veinte barcos (catorce naves mercantes y una escolta de dos galeones y cuatro pataches), al mando del general Manuel Velasco y Tejada, Almirante Real del Océano, y del almirante José Chacón y Medina Salazar. En octubre ya habían llegado a Santo Domingo, Maracaibo y Veracruz. La flota no regresó en primavera de 1700 por una crisis en el comercio indiano, por la estancia aún de la Flota de Azogues en Veracruz y por el mal estado de algunos buques, que necesitaban reparaciones.

A la muerte de Carlos II y el advenimiento de la nueva dinastía, la presencia de naves inglesas y holandesas amenazando aquellas aguas hizo escasa la escolta española, por lo que el rey Luis XIV ofreció sus naves de guerra a cambio de participar en el comercio con América. De esta manera la escuadra francesa de escolta de la flota de Indias llegó en la primavera de 1702 al mando del vicealmirante Francois Louis de Rousselet, marqués de Château-Renault. El 24 de julio la flota partió de la Habana con 46 barcos:

  • 16 galeones mercantes de la antigua flota de 1699 (otros dicen que eran veinte), de la que se habían segregado algunos mercantes y añadido otros durante su estancia en América,

  • Tres galeras de guerra: la nave Capitana "Jesús, María y José", de 70 cañones, donde iba embarcado el general Velasco; la nave Almiranta, "Santísima Trinidad", de 54 cañones, donde iba el almirante José Chacón; y la nave Almiranta de Azogues, "San Juan Bautista", de 54 cañones, al mando del almirante Francisco Chacón y Medina Salazar, hermano del anterior.

  • 27 navíos de la escuadra del conde de Chateaurenault (otros dicen que eran 23), embarcado en el navío “Fort”, de 76 cañones.

Durante la travesía dos mercantes se separaron por la niebla y recalaron en Santander, mientras que la escuadra francesa quedó reducida a 18 buques (14 navíos, dos fragatas, 2 buques menores).

El general Velasco había recibido instrucciones secretas para no dirigirse a Cádiz sino al puerto de Pasajes, en Guipúzcoa. Al llegar a la altura de las Azores, Velasco y Château-Renault fueron informados del estado de guerra existente entre las Dos Coronas y la Gran Alianza por un aviso procedente de Sevilla, así como de la presencia de dos escuadras enemigas: la del almirante Rooke en Cádiz y la del almirante inglés sir Cloudesley Shovell en Finisterre con 40 naves de guerra. El francés propuso dirigirse al puerto de Brest, a lo que Velasco se negó, por lo que finalmente acordaron dirigirse a la bahía de Vigo, donde llegaron sin novedad el 22 de septiembre. Los buques mercantes entraron en la ría extendiéndose entre Redondela y la isla de San Simón, mientras que los navíos franceses se colocaron en línea en el estrecho de Rande, defendiendo la entrada de la ría en el punto más estrecho.



Mapa de la ría de Vigo. Siglo XVIII. (Fuente: Biblioteca Virtual de Defensa, ref. PO-9/14).

En seguida el príncipe de Brabanzón comenzó los preparativos para la defensa. Delante de los navíos franceses, cerrando la entrada, se construyó una cadena con leños encadenados, cables, toneles, vergas y maderos, y se fortificó la entrada lo mejor que se pudo, dada la premura de las circunstancias. La defensa se apoyó en los fuertes de Rande y Corbeyro, que habían sido construidos en hacía muchos años, en el siglo XVII, en la parte más estrecha de la entrada para su defensa, y cuyo estado de abandono y deterioro, sin guarnición ni artillería no auguraba que pudieran resistir muchos cañonazos enemigos. A pesar de ello, se reforzaron sus muros, se les rodeó de un foso y se colocaron en cada uno ocho cañones de bronce y doce de hierro procedentes de los barcos. Se movilizó a las milicias urbanas, que lograron reunir una fuerza aproximada de unos 7.000 hombres, que fueron armados y distribuidos por diferentes puntos de la ribera.

El Consejo de Indias envió a Vigo a Juan de Larrea para que desembarcara el oro y la plata, cuyo valor se estima que oscilaba entre 10 y 15 millones de pesos. La carga comenzó a desembarcarse el 27 de septiembre y se transportó en 1.500 carretas con escolta militar, llegando a Lugo procedente de Pontevedra y Padrón unos diez días después, para continuar su camino hasta el alcázar de Segovia.

Sobre el resto de mercancías no se decidió nada, y se perdió un tiempo precioso en discusiones sobre el destino de la carga y la responsabilidad sobre ella. Los funcionarios del Consejo de Indias, la Casa de Contratación y del comercio de Cádiz, enterados de la llegada de la flota a Vigo y muy celosos de su monopolio, mandaron aviso a Galicia para que no se desembarcara ninguna mercancía, entre las que se encontraban buena cantidad de joyas, piedras preciosas y numerosos reales de a ocho, pues “... eran aquellos sus privilegios, y que se debían conservar seguras en el puerto, cargadas las naves, hasta que se fueran los enemigos” y pasara el peligro. En el ánimo de estas decisiones sin duda pesó el miedo a ser acusados de contrabando, pues en esa época no todas las mercancías transportadas por la flota se declaraban legalmente.

Reforzó esta decisión el rumor que comenzó a correr el 13 de octubre de que, tras la derrota del almirante Rooke en Cádiz, la flota combinada anglo-holandesa se dirigía a América o a Inglaterra. Este rumor hizo que se parara el desembarco de mercancías (el 14 de octubre ya había finalizado el desembarco de toda la plata), se abrió la cadena para que varios buques franceses regresaran a su tierra, y se envió a casa a parte de las milicias movilizadas.

El rumor quedó desmentido cuando el 19 de octubre se vieron en aguas de las islas Cies los primeros barcos de la flota combinada enemiga. Comenzó entonces una febril actividad para reactivar la defensa de la ría y el desembarco apresurado de las mercancías que estaban a bordo de los galeones. Entre Vigo y Rande, en la ensenada de Teis, desplegaron unos mil milicianos. El fuerte de Rande fue ocupado por unos 400 españoles y franceses al mando del almirante Francisco Chacón y del francés Sorel. El fuerte de Corbeyra, que quedó al mando del general Velasco, fue ocupado por dos compañías de infantería de su nave “Capitana” y unos 200 de milicianos. En Vigo desplegaron unos mil milicianos entre la ciudadela de El Castro, el castillo de San Sebastián y la ciudad. Quedaron unos tres mil milicianos de reserva.

LA BATALLA DE RANDE (23 de octubre).

En cuanto el almirante Rooke supo el paradero de la Flota de Indias, que era uno de los objetivos de su frustrado ataque a Cádiz, zarpó hacia Vigo de forma inmediata, llegando a su bahía el 22 de octubre con más de 180 embarcaciones, de las que una cincuentena eran buques de guerra. Inmediatamente el almirante destacó una fuerza naval para hacer un reconocimiento, que por tres veces intentó infructuosamente romper la cadena de acceso a la ría.

La fuerza de desembarco inglesa era de unos 10.000 hombreas al mando del duque de Ormond, cuyo segundo era el teniente general sir Henry Bellasis. La fuerza holandesa eran unos 4.000 hombres al mando del barón Sparr y del brigadier Pallandt.

A las 10:00 horas del 23 de octubre, el almirante Rooke hizo desembarcar una fuerza de unos 4.000 soldados ingleses al mando del duque de Ormond en la orilla sur de la ría, en la ensenada de Teis, y una segunda fuerza similar de soldados holandeses al mando del barón Sparr en la orilla norte, en la playa de Mayo (o Domaio), en las cercanías del fuerte de Corbeyro. Los desembarcos ingleses y holandeses se hicieron sin práctica oposición de las milicias locales que, mal adiestradas, mal mandadas y sin experiencia de combate, huyeron y abandonaron el lugar.

Los ingleses y holandeses se aprestaron a la toma de los dos fuertes, emplazaron unos cañones frente a ellos y enviaron unas fragatas a batir los fuertes desde el mar. El fuerte de Rande cayó después de dos horas de resistencia. Chacón fue hecho prisionero junto con el resto de supervivientes al ataque. El fuerte de Corbeyro resistió más tiempo el ataque holandés, pero acabó abandonando el fuerte al enemigo y mientras sus defensores se retiraban.



Disposición de ambas flotas sobre las diez de la mañana del 23 de octubre de 1702, tras la toma de los fuertes de Corbeyra (al Norte) y Rande (al Sur). (Fuente: Elaboración propia sobre un mapa de la ría de Vigo del siglo XVIII, de la Biblioteca Virtual de Defensa, ref. PO-9/14).

Tras la caída de ambos fuertes, el almirante Rooke hizo embestir la cadena que impedía el acceso a la ría con sus dos mayores navíos, de tres puentes y 90 cañones cada uno: el inglés “Torbay” por el sur y el holandés “Zeven Provinciën” por el norte. Detrás de ellos el almirante formó los 35 buques de guerra de su escuadra en tres líneas:

  • Once buques de guerra en una primera línea: cinco navíos y dos brulotes ingleses al mando del vicealmirante Hopson, y tres navíos y un brulote holandeses al mando del vicealmirante Van der Goes.

  • Quince buques de guerra en segunda línea: seis navíos y cuatro brulotes ingleses al mando del contraalmirante Firbone, y cuatro navíos y un brulote holandeses al mando del almirante Kallemberg; el almirante Rooke inba en esta línea.

  • Nueve buques de guerra en tercera línea: cuatro navíos y un brulote ingleses al mando del contraalmirante Graydon, y tres navíos y un brulote holandeses al mando del vicealmirante Pietersen.

Detrás de la cadena se encontraban los veinte buques de la escuadra de escolta francesa y los galeones españoles desplegados como sigue:

  • Una primera línea formada por el navío “Bourbon”, de 68 cañones” y el brulote “Zeripsee” defendiendo la cadena por el norte, y el navío “L´Esperance”, de 70 cañones, y el brulote “Favori” por el sur.

  • Los tres galeones españoles “Capitana”, “Almirante” y “Almiranta de Azogues”, junto al navío “Volontaire”, adelantados a la línea principal de defensa.

  • Línea principal, formada por once navíos franceses desplegados en media luna bloqueando la entrada a la bahía de San Simón: “Sirene”, “Modere”, “Solide”, “Prudent”, “Assure”, “Fort”, “Prompt”, “Ferme”, “Superbe”, “Dauphine”, “Triton”.

  • Tres fragatas y un navío en retaguardia: “L´Entreprenante”, “L´Orifamme”, “Emeraude”, “Choquante”.

A primera hora de la tarde, los dos navíos de 90 cañones arremetieron contra la cadena y los franceses enviaron los brulotes contra ellos. Los holandeses hundieron el “Zeripsee” y rompieron la cadena por el norte, mientras que el “Favori” se enganchó con el “Torbay” y, tras estallar su santabárbara, logró incendiar el navío inglés. Aún así, los ingleses lograron avanzar y unirse a los holandeses en su ataque contra los dos navíos franceses más adelantados, el “L´Esperance” y el “Bourbon”, que no pudieron aguantar el mortífero fuego enemigo, resultando uno capturado y el otro desfondado al irse contra las rocas.

Los navíos angleses y holandeses entraron en la ría y trabaron combate con los navíos de la media luna francesa. Éstos trataron de acercarse a los enemigos para abordarlos, pero los anglo-holandeses los mantenían alejados mediante el incesante fuego de los cañones de sus navíos que, maniobrando hábilmente, rodeaban a los franceses en una abrumadora superioridad numérica de varios contra uno. En pocas horas la escuadra francesa fue aniquilada, resultando todos sus buques incendiados o capturados al abordaje.



La batalla de la bahía de Vigo, de Ludolf Bakhuizen (1630-1708). Real Museo de Greenwich. (Fuente: Wikipedia).

Los tres galeones de guerra españoles eran muy antiguos y poco artillados. A pesar de la resistencia que opusieron, fueron pronto arrollados por ingleses y holandeses.

Los dieciséis galeones mercantes, armados con un número de entre 44 y 8 cañones, estaban internados en lo más profundo de la ría, ocupados en desembarcar como podían los fardos en tierra, sin ayuda de carreteros y paisanos, que habían huido. Pero los ingleses y holandeses ya habían ocupado las orillas y fusilaban a placer a los españoles que bajaban a tierra, sin importarles los cañonazos que recibían desde los mercantes españoles. Ante esta situación y viéndolo todo perdido, los capitanes españoles decidieron, para desesperación de los anglo-holandeses, quemar las naves y echarlas a pique, mientras las tripulaciones se ponían a salvo en tierra. Muchos ingleses y holandeses se lanzaron hacia las llamas para apagarla, poner a flote algunos mercantes y rescatar las preciosas mercancías. Al día siguiente, muchos buzos enemigos se lanzaron al agua para rescatar alguna de las mercancías hundidas, pero con pocos efectos prácticos debido a los disparos de los españoles, que impidieron su actividad y les obligaron a dejarlo.

El príncipe de Brabanzón se mantuvo siempre a la vista del enemigo con una pequeña fuerza de caballería, cuya presencia fue suficiente para disuadir a ingleses y holandeses de perseguir los carruajes que transportaban las mercancías.

DESPUÉS DE LA BATALLA NAVAL.

En la batalla de aquel día, ingleses y holandeses perdieron unos 800 hombres muertos y 500 heridos, (otras fuentes dicen que perdieron tan solo 200 hombres) y sufrieron el incendio de un navío de tres puentes, el “Torbay”. Los españoles y franceses sufrieron unos 2.000 muertos y muy pocos heridos.

Si bien las cifras de pérdidas navales de españoles y franceses no coinciden en las fuentes, aceptamos que ingleses y holandeses capturaron seis navíos de guerra franceses y once galeones españoles de mercancías, muchos de ellos medio quemados, un botín que ascendió según unas fuentes a unos cuatro millones de pesos. En realidad, el valor de lo capturado debió de ser menor, puesto que los ingleses no hicieron propaganda del valor obtenido, ni la bolsa de Londres subió días y semanas después; además, cuando los anglo-holandeses asaltaron las bodegas de los galeones encontraron que tan solo estaban cargados principalmente con cacao, vainilla y tintes. De hecho la Gazeta de Madrid publicó el 31 de octubre la noticia de que diez días antes se había acabado de llevar a Lugo “el residuo del tesoro de la flota”, quedando solo los navíos en Vigo y Redondela cargados “con algunos frutos, como tabaco y otros géneros.

Se acepta que los españoles y franceses perdieron una valiosa flota de 29 buques de guerra y 22 mercantes (si bien insisto en que las fuentes no coindicen):

  • Los ingleses capturaron cinco barcos franceses y seis españoles.
  • Los holandeses capturaron un barco francés y cinco españoles.
  • Permanecen hundidos en la ría veinte barcos franceses y tres galeones de guerra y once de mercancías españoles.

El comercio de Cádiz perdió más de ocho millones de pesos; y la Aduana real quedó sin ingresar los impuestos correspondientes a las mercancías perdidas. La pérdida de la flota supuso que el rey Felipe V requiriese a su abuelo buques franceses para hacer y escoltar el comercio con América, a cambio de privilegios comerciales pra Francia, por no hablar de los pleitos judiciales que se originaron en toda Europa por la pérdida de las mercancías.



La gloriosa expedición de ingleses y holandeses a Vigo. Impresa por Romeyn de Hooghe en 1702. (Fuente: Rijksmuseum de Ámsterdam).

El ataque a la flota de Indias y la presencia de una flota enemiga en aguas de Vigo se esparció como la pólvora por toda Galicia, e inmediatamente se inició una movilización de hombres para la defensa de la ría de Vigo. El arzobispo de Santiago y, por orden del capitán general, los condes de Rivadavia y Villanueva organizaron el abastecimiento de esta ciudad para hacer frente a un posible asedio.

Los días siguientes al combate naval, los soldados ingleses y holandeses no se acercaron a Vigo, que sabían defendida, sino que se dedicaron a saquear las poblaciones locales, de las que Redondela fue la que más sufrió los desmanes de la soldadesca, asaltando iglesias y monasterios, como el convento de monjas de Redondela y el convento de San Francisco en la isla de San Simón. El salvaje comportamiento de ingleses y holandeses en la ría de Vigo propició que la población de Galicia retirase sus afectos al archiduque Carlos y se volviese firme partidaria de Felipe V.

El conde de San Bernardo entró en Redondela al frente de un importante contingente de hombre de la jurisdicción de Muros, “aclamando al son de pífanos y caxas a nuestro amado e imbencible el gran Phelipe Quinto”. La entrada se hizo pocas horas después del abandono de la ciudad por los ingleses.

El 27 de octubre llegó el almirante Shovell con su escuadra, quien recibió órdenes de Rooke de tratar de recuperar el máximo número de barcos enemigos y acabar de destruir los fuertes de Rande y Corbeyro mientras su flota combinada zarpaba hacia Inglaterra el 31 de octubre. Shovell realizó alguna incursión tierra adentro para procurarse alimentos, pero sus fuerzas fueron hostilizadas y atacadas por el príncipe de Barbazón, quien capturó algunos prisioneros.

Finalmente, el 6 de noviembre los ingleses abandonaron las aguas de Vigo.

FUENTES: